ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

42

Ajustes de texto
Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita. . Capítulo 42 Edward . —¡¿Qué carajo estabas pensando trayéndola aquí?! —le espeto después de arrastrar a Emmett hasta la lavandería y cerrar la puerta de un portazo tras nosotros. Lucho por mantener la voz baja, pero estoy tan encabronado que estoy a punto de echarlos a los dos. —Bueno, ¿cómo iba a saber que nos invitaste para presentar a tu hijo? —Es su defensa. —Te invité a ti, no a esa maldita rubia idiota. ¡Jesucristo, Emmett! —suelto, pasándome los dedos por el cabello—. ¿Qué parte de «familia» no entiendes? —Lo siento, hermano —responde, al menos con el decoro de sonar sincero—, pero debiste advertirme. No esperaba esto, precisamente. —Ella es amiga de... su madre —enfatizo, bajando la voz a un susurro. —No lo es —responde de inmediato—. No han sido amigas desde hace años. Coinciden en los mismos eventos, pero aparte de eso... —Pues dile que cierre bien esa maldita boca. Si suelta una sola palabra de esto a esa perra, ¡mandaré a Alec tras ella tan rápido que no sabrá qué la golpeó! —lo amenazo, y hablo completamente en serio. Lo haré. —¿Puedes calmarte? —dice Emmett, empezando a sonar impaciente. —¿Calmarme? Él cree que su madre está muerta —le suelto, y su expresión cambia de inmediato a sorpresa. —Jesús —murmura—. ¿Ella renunció a sus derechos, entonces? —En cuanto nació. —Entonces no puede hacer nada, así que deja de preocuparte —intenta razonar. Me encojo de hombros, igual. —No quiero que sepa nada de él. Dónde vive, dónde estudia... ¡nada! Asiente, y bajando la cabeza, se lleva las manos a la cintura. —Está bien. —Suspira—. Hablaré con ella. —¿Y qué demonios sigues haciendo con ella? Solo está interesada en tu dinero, lo sabes, ¿verdad? —No debería tener que señalar lo obvio, pero nunca antes la había traído al círculo familiar. Él sonríe con suficiencia. —Ofreció firmar un prenupcial. —Oh, por favor. —Pongo los ojos en blanco. —No sé... —Se encoge de hombros—. Se ve pretenciosa y todo eso, pero por dentro es una buena persona. Aunque no lo parezca. —Tendré que creerte —murmuro con sarcasmo. —En fin —dice, sacudiéndose la incomodidad—, felicidades por los genes Cullen, hermano. Si no supiera mejor, juraría que Abue te clonó. Suelto una risa sin una pizca de humor. —Ni me lo digas. —Eso me da esperanzas de que mi hijo sea igual a mí —dice. —¿Tu hijo? ¿Rosalie está...? —pregunto horrorizado. Porque un prenupcial, mis pelotas. Rosalie es demasiado astuta como para que eso la detenga. —Nah, pero me gustaría tener hijos pronto, ¿sabes? —Probablemente ya los tienes —respondo secamente—. Si yo dejé embarazada a la primera con la que estuve, tú deberías tener como diez. Me lanza una sonrisa astuta. —Fui lo bastante listo como para protegerme. Por cierto, se ve desnutrido. ¿Cuál es la historia? —La historia es que ha pasado los últimos tres años en el mismo infierno que yo viví —respondo en voz baja, y Emmett se aclara la garganta con incomodidad. Éramos unos niños, pero todavía carga con la culpa de lo que nuestra madre le hizo hacer—. Oye, no lo decía por ti... —me corrijo, suavizando el tono; lo lamento de inmediato. —Está bien —murmura, bajando la mirada al suelo por un momento—. ¿Cuánto tiempo se van a quedar aquí? Pensé que odiabas este lugar. —Necesitábamos un sitio de inmediato —explico—. Y es solo hasta encontrar algo en Surry Hills. —¿Surry Hills? —repite, incrédulo—. ¿No vas a vivir en la casa de Abue? —La vendí. —¿Qué? Pensé que ibas a quedártela... —Cambié de opinión, y ya está hecho —niego con la cabeza. No voy a justificar mis decisiones, y sé que eso solo avergonzará a Jake y Ness. —¿Entonces no lo vas a mandar a Sydney Grammar? —pregunta, cambiando de tema, claramente confundido. Solo suelto una risa amarga. —¿Vas a mandar a tus hijos ahí? —Mmm... o sea, hay muchos imbéciles que mandan a sus hijos allí, pero sigue siendo una de las mejores escuelas del estado. —Eso es una mierda, Emmett. Hace años que no puede competir académicamente con las escuelas agrícolas. Es la escuela más cara del estado, pero hasta ahí. —Sí, tienes razón... —¿Cuarenta mil al año para pensar que esa mierda es normal? Ni de coña —murmuro. —¿Entonces lo mandarás a una pública? —Sí. —¿En Surry Hills? —Sí. —Sabes que Surry Hills sigue siendo bastante yuppie, ¿no? —¿Comparado con los suburbios del este? —Alzo una ceja, y él sonríe. —Touché. —¿Y yuppie? Hermano, ¡vives en Balmain! —le recuerdo. —Ellos creen que soy forastero. —Se ríe y me guiña un ojo. Suelto una carcajada desdeñosa. —No estoy seguro de qué carajos pensaba Abue a veces... —Yo tampoco, pero me habría asfixiado en un trabajo de oficina con camisa blanca. Tengo demasiado de nuestro viejo en mí —me da un codazo—. Entre los dos, tú siempre fuiste el Cullen. —Solo me parezco a uno —le corrijo, mientras él resopla. —¿Cómo te dice Bella? ¿Señor Ojos Intensos? Eres igual a él, hombre. Por eso te prefería. —¿De qué hablas? No tenía preferencias. —No digo que no haya sido bueno conmigo, porque lo fue, pero te entendía de forma natural. Yo nací para ser obrero. —Vuelve a sonreír mientras yo ruedo los ojos. —Yo estaba demasiado jodido para parecerme a él. —Jodido o no, igual me dabas miedo —admite con bastante franqueza. —¿Qué? —digo escéptico, descartándolo de inmediato—. Vamos... Niega con la cabeza. —¿Recuerdas cuando teníamos como... nueve o diez, y me dijiste que mejor durmiera con un ojo abierto porque me ibas a matar? —Sí —respondo en voz baja. Lo recuerdo bien, y en ese entonces, si hubiera encontrado la forma, probablemente al menos lo habría intentado. —Te creí. Estuve cagado de miedo durante meses. Tenías esa misma mirada calculadora que Abue solía tener. Aún te sale. Suelto otro bufido, pero no estoy seguro de creerle. Siempre fui el indefenso, el escuálido que ella mantenía sometido. —¿Alguna vez... la has visto? —le lanzo la pregunta sin saber si quiero o no oír la respuesta. —Sí, me encontró hace unos años. Un año después de que Abue muriera —responde Emmett, rascándose la nuca y viéndose de pronto incómodo. —¿Y...? —Sí, me soltó todo un discurso de cómo Abue la había dejado en la ruina y que lamentaba mucho el pasado. Le pregunté a Alec y me dijo que Abue le había dejado un par de millones, pero los despilfarró todos y ahora está llena de deudas. Lo último que supe fue que se mudó a Perth. ¿Te ha contactado a ti? —No es tan estúpida como para contactarme —respondo en tono oscuro. —¿Ves? ¡Ahí está, justo ahí! —¿Dónde está qué? —pregunto confundido. —Esa mirada que Abue solía tener. Hermano, si hubiéramos crecido como la mayoría de los chicos de Sydney Grammar, tú habrías sido tan despiadado como él. Suelto una carcajada incrédula. —Supongo que fue buena cosa que ella nos jodiera a los dos, ¿no? —O que Abue tuviera una experiencia religiosa —asiente, justo cuando la puerta de la lavandería se abre de golpe. Es Bella. —Okay, carajo, treinta segundos más escuchando a Rose hablar de su nueva Hermes Birkin y la lanzo por el balcón —dice con ligereza, pero por la expresión frustrada en sus ojos, sé que no está bromeando del todo—. ¿De qué hablaban ustedes dos? —Nada. Ya vamos —respondo, rodeándola con el brazo y guiándola de regreso—. ¿Qué está haciendo Tyler? —Jazz lo está entreteniendo —dice con ironía. —Jesús —murmuro, porque su hermano es la última persona que quiero metida en su cabeza. Pero cuando veo a Tyler y la expresión en su rostro, casi me echo a reír. Sea lo que sea que Jasper le esté diciendo, Tyler está reaccionando como si hubiera estado fumando crack. Hasta que Bella lo rescata, y entonces lo noto; ya está enamorada de él. Algo ha cambiado en ella; algo de lo que yo fui incapaz de despertar. ¿Ese vacío que Jake señaló hace unos meses? Tyler lo está llenando rápidamente, y está haciendo que Bella cobre vida por completo. Después de apenas un par de semanas, estoy viendo un lado de ella que nunca había conocido. ¿La parte de ella que faltaba? Era Tyler. *V* Dos semanas después tenemos una mediación con los burócratas del estado que estuvieron a cargo de Tyler durante los últimos dos años y medio. Bella debe estar presente, y pierde completamente los estribos. Apenas llevamos diez minutos del cuestionario que insisten en que tanto Bella como yo respondamos, cuando su paciencia se quiebra. —¡Tienen el maldito descaro al exigirnos algo cuando su negligencia criminal obligó a Tyler a sufrir abuso sistemático! —espeta, golpeando la mesa con las palmas y poniéndose de pie de un salto. —Bella… —digo en voz baja, mientras los tres trabajadores sociales solo se giran para mirar incómodos de mí a Alec, y luego de vuelta a Bella. —Solo seguimos el protocolo —responde una de ellas, con un tono condescendiente más que evidente. —¿Protocolo? —repite Bella de inmediato, con sarcasmo—. ¿Siguieron el protocolo con las personas a las que le entregaron a Tyler? —pregunta, levantando la mano para hacerlas callar antes de que puedan responder—. Déjenme adivinar… claro que no. Eso requeriría siquiera una mínima muestra de profesionalismo de su parte. —Bella… —repito, suspirando esta vez, mientras a mi lado Alec suelta una risita apenas audible. —Esto es lo que va a pasar —continúa Bella, ignorándome por completo y señalando directamente a la jefa de las tres mujeres frente a nosotros—. No van a poner ninguna objeción a que Tyler sea puesto bajo la custodia de su padre, porque si lo hacen, enviaré a mi abogado tras ustedes. Y si creen que Alec da miedo, no querrán encontrarse en la corte contra el mío. —¿Quién… es su abogado? —se atreve a preguntar la supervisora del Departamento de Servicios Comunitarios, tratando de parecer firme, pero el leve temblor en su voz la delata por completo. —Marcus Denali —responde Bella, con una sonrisa ladeada mientras la mujer palidece al instante. Y con toda la razón. Marcus es infame por asegurarse de que los funcionarios negligentes no solo pierdan el trabajo, sino que además terminen en la ruina. La mujer carraspea, mientras las otras dos, sentadas a su lado, se retuercen nerviosas en sus sillas. —Estoy segura de que podemos llegar a un entendimiento. —¡No vamos a responder ni una pregunta más! —es la exigencia final de Bella mientras le tomo la muñeca y la convenzo de volver a sentarse. —La señorita Dwyer tiene razón —interviene Alec—. Dadas las circunstancias, no hay nada que justifique someter a mi cliente a un interrogatorio. Él no está siendo juzgado. Sus acciones, en cambio, sí deberían estar bajo investigación federal. —Lanza una amenaza velada, y las tres finalmente firman el cierre del caso de Tyler y se retiran. —Eres estudiante de Medicina, ¿cierto, Bella? —le pregunta Alec un momento después. —Sí —responde Bella, frunciendo el ceño, confundida. —Qué lástima… —replica él con una pequeña sonrisa. Suspiro. —¿La audiencia sigue siendo la próxima semana? —Sí —responde Alec—. A las diez en punto, no lleguen tarde. El juez asignado se pone de mal humor con la impuntualidad. —No vamos a llegar tarde —respondo en voz baja. —Esas inútiles no van a estar ahí, ¿verdad? —pregunta Bella, resoplando. —No —responde él, con una sonrisa que vuelve a aparecer—. ¿Está inscrito en la escuela? —me pregunta. —Sí, empieza este martes. —Bien. El juez querrá hablar con él, y con ustedes dos. Será bastante sencillo —reitera lo que ya me había explicado. Resulta que el juez fue colega del padre de Bella en el pasado. Los tres nos reunimos en la pequeña sala de asuntos familiares ante él, y durante los primeros quince minutos le pregunta a Bella sobre su vida y le ofrece sus condolencias una y otra vez. Bella, por supuesto, se gana su simpatía de inmediato, y su actitud cambia por completo. Conversa con Tyler, que lleva un traje casi idéntico al mío -Bella nos los compró a ambos- con una gran sonrisa en el rostro. Apenas me dirige la palabra, pero no tiene ninguna objeción en concederme la custodia permanente, ni en acelerar la solicitud de adopción de Bella. —Es oficial, guapito —le dice Bella a Tyler en cuanto salimos, rodeándole los hombros con el brazo—. Ahora soy tu malvada madrastra. Tyler ríe. —No eres malvada, Bella. —Si alguien te hace daño, me voy a volver realmente malvada —le promete, con un tono ligero, pero en el fondo, esos ojos marrón oscuro están completamente serios. Tyler se sonroja en respuesta y la vuelve a mirar. —¿Te digo mamá? —Si quieres —responde Bella. Él inclina un poco la cabeza, pensativo, antes de contestar: —Está bien. Me gusta «Bella». —A mí también me gusta Bella —añado, apoyando la mano sobre su cabeza y sonriendo. Bella se vuelve hacia mí y me toma la mano, con una sonrisa que de inmediato le ilumina el rostro. —Dos hombres ridículamente guapos en mi vida… siento que me gané la lotería. Esa tarde llevamos a Tyler a Luna Park para celebrar. Fue idea suya. Él y Bella se suben juntos a todas las atracciones mientras yo me quedo en tierra firme observando. Pero después de la quinta vez en la montaña rusa, a Tyler le da náuseas, y Bella apenas logra llevarlo a la reja para que vomite en el puerto. —Te dije que se iba a enfermar —digo frustrado, justo cuando Tyler vuelve su carita pálida hacia Bella y rompe en una enorme sonrisa. —¡Es lo más divertido que he hecho en mi vida! —¿Ves, señor Exagerado? —me empuja suavemente Bella mientras limpia la cara de Tyler con una toallita húmeda—. Está bien. —¿Te sientes bien, amigo? —le pregunto. Él asiente. —Solo me mareé un segundo. ¿Podemos ir otra vez? —le pregunta a Bella. Bella abre la boca para aceptar, seguramente, pero yo pongo un límite. —¡No! —digo con firmeza, y Tyler hace un puchero. —Pero… —Sin peros —lo interrumpo. —¿Bella…? —La mira de inmediato, esperando que ella me contradiga. —Tyler —empiezo, más severo, pero Bella se me adelanta. —Tu papá dijo que no, cariño —le dice con suavidad. —Pero… —insiste, y esta vez es Bella quien lo frena. —Pero, señorito Quejitas, tenemos que cenar. Si te portas bien, tal vez podamos comer McDonald's otra vez. —¿En serio? —su tono cambia de inmediato, y yo ya estoy esperando que se le pase pronto la novedad del McDonald's, porque ya estoy cansado. —En serio —responde Bella, mirándome con una sonrisa ladeada. Definitivamente está pensando lo mismo que yo. —¿Puedo pedir otro McFlurry? —pregunta, y ella me mira a propósito. —¿Edward? —me pregunta Tyler, captando de inmediato. Ya casi van dos meses y aún no me llama «papá», pero está bien. No pienso presionarlo. —Está bien —cedo con un suspiro, alargando la mano para tomar la de Bella—. Vamos. Tomamos el ferry de regreso a la ciudad y vamos al McDonald's más cercano a nuestro apartamento, en The Strand Arcade sobre George Street. Tyler quiere comer adentro, y mientras Bella hace la fila para ordenar, él y yo buscamos dónde sentarnos. —Oye —le digo después de que se desliza en el asiento frente a mí, en una mesa al fondo. Siempre se sienta frente a mí; sabe que así Bella se sentará a su lado. —¿Sí? —responde. —Te voy a decir algo, amigo, incluso si no te gusta, no puedes poner a Bella entre la espada y la pared esperando que me contradiga. No le puedes hacer eso. —Oh… —murmura, bajando la mirada—. ¿Está enojada conmigo? Sonrío un poco, porque dudo mucho que Bella pueda enojarse con él. —No. —¿De verdad? —sus ojos se iluminan con esperanza, y es obvio que le dolería mucho si ella lo estuviera. —No está enojada —le aseguro. —¿Tú estás enojado? —se aventura a preguntar. —No, no estoy enojado. —Pero pareces enojado —dice, mirándome con desconfianza. —Ah, ¿sí? —Sonrío de lado. —Sí —responde, comenzando a imitar mi expresión—. Por eso Bella te llama Señor Intensidad, ¿no? Suelto una risa por lo bajo; ya se está dando cuenta. —Por eso ella te llama Señorito Parlanchín. Él ríe. —¿Y a ella cómo la llamamos? —Señorita Directa. —¿Qué significa «directa»? —Significa que dice lo que se le viene a la cabeza sin pensarlo mucho. —Oh… ¿Y qué tal Señorita Acaparadora? Esta vez soy yo quien se ríe. —Definitivamente Señorita Acaparadora. ¿Y qué tal Señorita Persuasiva? —Señorita-Me-besa-delante-de-todos. —¿Eso te incomoda? Se encoge de hombros. —No. ¿Sabes qué dijo un niño de mi clase ayer? —¿Qué? —Dijo que mi mamá está buena —responde con una sonrisa enorme, claramente orgulloso de ello. —Jesús… —murmuro por lo bajo. —¿Edward? —¿Sí? —¿Por qué estaba llorando anoche? —¿Qué? ¿Anoche cuándo? —Después de que me fui a dormir. La escuché llorar y sonaba raro. —Eh… —carraspeo, incómodo—. Tuvo… una pesadilla —improviso como excusa. —Oh… —dice simplemente, y parece convencido, gracias al cielo—. ¿Y Señorita Cariñito? Vuelvo a reír. —Señorita-Le-gusta-llamarnos-guapos. —Señorita-Le-hace-preguntas-a-Oppa —responde, y definitivamente el chico ya entendió la dinámica. —Señorita-Dice-carajo-todo-el-tiempo. Tyler ya está riéndose sin control y llamando la atención de casi todos a nuestro alrededor. —Señorita-Eres-tan-adorable. —Señorita-¿En-qué-parte-de-la-calle-de-la-estupidez-crees-que-caminé? —añado con una sonrisa ladeada, y Tyler se desternilla. —Señorita-Le-gritó-a-un-hombre-en-la-calle-y-lo-hizo-sudar —dice cuando logra calmarse. —Señorita-Habla-tanto-como-tú. —Yo no hablo tanto —protesta. —¿Tú crees? Solo me lanza una ceja levantada, escéptico, antes de volver a concentrarse en inventar nombres para Bella. —Señorita-Cocina-desayunos-deliciosos-pero-cenas-horribles. Casi me atraganto porque tiene toda la razón. —No le digas eso. —No lo haré. —Señorita-Deja-su-ropa-por-todas-partes. —Señorita…A-veces-parece-triste —dice Tyler, con la voz más suave y distraída de pronto. Me detengo de inmediato. Bella todavía tiene días malos, pero mejora cada día. Especialmente desde que llegó Tyler. —Señorita-Significa-el-mundo-para-mí —respondo al fin. —Señorita-Me-alegra-que-sea-mi-mamá. —Señorita…Carajo…Qué-haría-sin-ella… —¡Señorita…ya viene! —Tyler se corta de golpe y gira hacia Bella. —¿De qué hablaban ustedes dos? —pregunta ella, dejando la bandeja de comida sobre la mesa frente a nosotros. —Estábamos pensando en nombres para llamarte —responde Tyler con total sinceridad, antes de que pueda advertirle que no lo diga. —¿Ah, sí? ¿Y qué decidieron? —pregunta, sentándose junto a él y entregándole su hamburguesa con papas. Carraspeo con sutileza y niego con la cabeza disimuladamente. Tyler solo niega la suya en respuesta. Es evidente que no entiende a qué me refiero, y Bella nota el intercambio entre nosotros. —Edward dice que Señorita Directa, pero yo digo que Señorita Acaparadora —le dice, volviendo a verla. Ella suelta una risita y le agarra la barbilla. —Eres adorable. Y tú, guapo —dice dirigiéndose a mí. Tyler vuelve a reír, mientras yo lucho por no soltar la carcajada con él. —¿Qué? —pregunta Bella. —Nada —responde Tyler, desenvolviendo su hamburguesa y dándole una enorme mordida—. ¿Cuál fue la pesadilla que tuviste anoche, Bella? —pregunta después de tragar. —¿Pesadilla? —repite ella, en blanco, y tras otro carraspeo deliberado de mi parte, me lanza una mirada confundida. —Te escuchó llorar después de que nos acostamos… por la pesadilla. —Levanto las cejas con énfasis y ella lo capta de inmediato. —Ah. Soñé que me caía… del balcón —improvisa rápido, apartándole el flequillo de la frente con los dedos. —A veces yo también tengo ese sueño —interviene Tyler—. Puedes venir a dormir a mi cuarto si te da miedo. —Puede que lo haga, cariño. —Bella… —murmura él. —Señorita-Hace-Sonrojar-a-Tyler —digo con una sonrisa. —¿Ah? —murmura Bella, preguntando. —Señorita-Hace-Babear-a-Edward —responde Tyler de inmediato. Y en este momento se siente natural que me llame por mi nombre, y Bella ya me había advertido que no reaccione con sorpresa cuando finalmente diga la palabra con «P». Cuando lo hace, apenas lo registro. *V* Dos meses después y todavía no hemos encontrado una casa. El mercado está agotado y no hay nada que se ajuste a lo que buscamos. O son demasiado pequeñas o ya están remodeladas con un estilo que Bella detesta. —¡¿Por qué carajos alguien remodelaría una casa adosada de ciento cincuenta años con un estilo contemporáneo?! —exclama con impaciencia en la siguiente casa abierta a la que asistimos, sin importarle que todos los que están cerca la escuchen. —Bella… —me inclino y le murmuro, mientras el agente inmobiliario solo suspira. —Vamos, esto es una porquería —gruñe, tomándome del brazo—. ¡Esto es inútil! —Nos comunicamos contigo —le digo al agente por encima del hombro—. Tyler, vámonos. —Esta casa da miedo —añade él, siguiéndonos de cerca. —Cuando describas una casa como «remodelada», asegúrate de mencionar si fue remodelada respetando la arquitectura original. ¡Carajo! —grita Bella al segundo agente con el que nos cruzamos en la entrada, mientras Tyler se ríe por lo bajo. A él le parece divertidísimo lo directa y poco diplomática que es Bella. No puedo decir que yo siempre lo vea igual. Bella está frustrada; no le gusta vivir en la ciudad, y no por las mismas razones que a mí. Con Tyler en la escuela y yo trabajando al norte del puente, Bella tiene que llevarlo en auto. El autobús que la lleva al campus universitario no pasa ni cerca de su escuela, así que está descartado. Eso la obliga a estar en carretera tres veces más tiempo que cuando vivía en Crow's Nest, lo que significa que Tyler está más tiempo en el auto con ella. Y eso lo detesta por encima de todo. —¿Por qué no tomas un taxi, amor? —le sugiero el lunes siguiente por la mañana, cuando ya es evidente que su paciencia al volante se está agotando. Ella me mira como si me hubiera vuelto loco. —¿Un taxi? —repite incrédula—. ¡Odio sentarme en el asiento de atrás, Edward! ¿O ya se te olvidó? —Carajo, lo siento —me disculpo de inmediato, atrayéndola entre mis brazos, porque sí, lo había olvidado—. No será por mucho tiempo —le prometo—. Ya encontraremos algo. —Si fuera solo por mí, no me importaría… —murmura contra mi camisa. —Oye —digo de golpe, sabiendo exactamente a dónde va—. No va a pasar nada. —Tú no puedes saber eso —responde, alzando la mirada con los ojos llenos de lágrimas. —Un rayo no cae dos veces en el mismo lugar. —A veces sí cae. —Bella… —Estoy bien —dice apresurada, recomponiéndose al instante y limpiándose los ojos. Tyler se acerca. Se detiene en cuanto la ve, con el rostro lleno de preocupación. —¿Estás bien, Bella? —Estoy bien, cariño. ¿Estás listo? —Sí. —No está convencido. Pero yo tampoco. —Oye —le digo, atrayéndola hacia mí otra vez—. Llámame cuando llegues a la universidad, ¿sí? —Sí —responde, asintiendo y estirándose para darme un beso corto en los labios—. Que tengas un buen día, guapo —dice con tono cansado. —Te amo —murmuro contra su oído. —Yo también te amo. Jesús… a veces es peor cuando sí lo dice. Me llama justo antes de las nueve de la mañana para decirme que ya llegó. —Perdón, guapo —dice con un suspiro. —¿Por qué lo dices? —Por estar tan bajoneada esta mañana. —Está bien, gansa. ¿Cómo estuvo Tyler esta mañana? —Ha faltado tanto a clases en los últimos dos años que está atrasado, y los niños pueden ser unos pequeños cabrones. Ya le están diciendo cosas. —Bien. Carajo, me mata de risa, y habla tanto que me distrae de casi todo lo demás. —Eso es bueno —digo, reprimiendo una risa. Hablar, habla… y mucho. —Bueno, tengo que irme. Te veo esta tarde. —Sí, amor. Yo llevo la cena. —En serio, guapo, empiezo a sospechar que no te gusta cómo cocino. Durante las siguientes semanas, se vuelve parte de nuestra rutina: Bella me llama después de llegar al campus. Eso la tranquiliza y me permite pasar el día sin preocuparme tanto por ella. Aun así, encontrar una casa en Surry Hills no parece estar funcionando, y no estoy seguro de cuánto más pueda aguantar. *V* —Hola, nena, ¿cómo estuvo el camino? —saludo a Bella cuando llama por la mañana. Estoy en la sala de profesores sacando copias de unas pruebas, y agradezco la distracción. —Papá… —¿Tyler? —mi voz se eleva al instante; suena al borde del llanto y asustado. —Papá, ¿puedes venir? —¿Dónde estás, amigo? ¿Qué pasó? —Nos… nos… un auto chocó nos por detrás —explica, y rompe en llanto justo cuando siento que la sangre se me hiela en las venas. —¿Dónde está Bella? —Ella… se asustó mucho. —¿Está bien? Tyler, ¿dónde están? —¡No sé! ¿Puedes venir, por favor? No sé qué hacer… ¡no está respirando bien! —¡Jesucristo! —exclamo, entendiendo al instante lo que eso implica—. ¿Tiene su inhalador? —¡Sí, pero no le funciona! ¡Bella, por favor, estate bien, por favor! —Llora de pronto—. ¡¿Vienes, papá?! —Ya voy. ¿Hay alguien más ahí con ustedes? —pregunto mientras atravieso corriendo las puertas del edificio rumbo al estacionamiento. El corazón me golpea el pecho. —El señor que nos chocó. —Bien, pásamelo al teléfono. —Okay… —¿Hola? —contesta la voz de un hombre de mediana edad, grave. —¿Llamó a una ambulancia? —pregunto bruscamente, mientras abro mi auto y me lanzo al asiento del conductor. —Sí, ya viene. Debe llegar en unos minutos. —¿Cómo está ella? ¿Está respirando? —Enciendo el motor, meto reversa y salgo, pero apenas puedo concentrarme. Me tiemblan las manos y tengo náuseas. —Sí, está respirando, pero le cuesta. La puse en posición de recuperación, pero… —¿Está consciente? —Puedo oír a Tyler suplicando a Bella que despierte, y se me parte el alma. —No… o sea, no estoy seguro. Está muy mal y suda muchísimo. —¿Dónde están? ¿Qué calle? —Fitzroy —responde. Están a unas pocas cuadras del colegio de Tyler. —Okay. No voy a llegar antes que la ambulancia, pero ¿puede quedarse en línea y decirme a qué hospital la llevan? —Sí, claro. El niño está bien. Íbamos a unos cuarenta kilómetros por hora. Un perro se le atravesó… —Está bien. Lo entiendo —No puedo explicarle la reacción de Bella, y él no necesita explicarme lo que pasó. Lo entiendo. Con el tráfico de la ciudad tan congestionado, los choques por frenar de imprevisto son comunes. Me han chocado por detrás cinco veces en trece años de conducir, y solo la última vez el auto sufrió daños importantes. Como el tráfico rara vez alcanza la velocidad permitida, normalmente no pasa a mayores. Pero para Bella, no se trata de la gravedad, sino de las consecuencias… de los recuerdos que despierta. —El niño quiere hablar contigo otra vez —me dice el hombre antes de pasarle el teléfono a Tyler. —¿No se va a morir, verdad, papá? —llora, apenas coherente. —¡Claro que no! —insisto, aunque sé que en el peor de los casos le estoy mintiendo. Ahora sé cuán mortal puede ser el asma, sobre todo el de Bella—. Solo cálmate, ¿sí? —¡Pero ella no… ella…! ¡Estoy muy asustado! —¡Tyler, escúchame! —le digo con firmeza, intentando mantenernos a ambos unidos. —¿Sí? —Tranquilízate. Ya voy para allá. —¿Cuánto falta? —Diez minutos —miento, porque con el tráfico a esa hora seguramente será el doble. —Okay… pero ella… no se ve bien. —Va a estar bien. —No sé qué pasó. —Te lo explicaré luego. Ahora solo quiero que te mantengas calmado. Bella puede oírte. La vas a alterar más. —¿De verdad? —suena esperanzado. —De verdad, así que sé fuerte, ¿de acuerdo? —¿Papá? —habla de nuevo en voz bajita. —Sí. —Pensé en un nombre para ella. —¿Sí? —Señorita Hermosa, porque ella siempre nos dice que somos guapos, pero nosotros nunca se lo decimos a ella. —Su voz se quiebra por completo hasta que rompe en llanto otra vez, y yo estoy a punto de desmoronarme con él. —Jesús, Tyler… Son los quince minutos más largos de mi vida, y en el camino me atraviesan todos los peores escenarios: que esta sea la tercera y última, y la voy a perder; que Tyler haya llegado justo ahora para amortiguar el golpe de perderla, para darme un motivo para seguir; y que ella solo vino a mi vida para ayudarme a ser el padre de Tyler, y ahora que lo soy, regresa con su familia. Me informan que la llevan al hospital St Vincent's cuando estoy a solo un par de minutos. —Un oficial se quedará con su hijo hasta que usted llegue —añade el hombre—. Lo siento mucho… —No necesita decirme lo grave que es. Escuché las sirenas cuando la ambulancia se fue. El auto de Bella está estacionado al costado de la calle. Tiene un gran abollón en el parachoques trasero, pero fuera de eso no está realmente dañado. Quince minutos en el taller, máximo. Me detengo justo detrás. Veo a Tyler de inmediato. Está junto a una joven oficial de policía que intenta consolarlo, pero él está hecho pedazos. En cuanto me bajo del auto, él me ve y corre hacia mí. Me choca el pecho con tanta fuerza que casi rebota antes de aferrarse a mi cintura y ponerse a llorar. —Va a estar bien —le repito, abrazándolo con más fuerza, aunque ya no estoy seguro. Nunca lo estuve. —¿Y si no está bien? —solloza, presionando el rostro contra mi camisa—. Nunca tuve una mamá antes… y la amo.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)