ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
Descripción:
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44

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Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita. . Capítulo 44 Edward . Es octubre, un mes antes de la boda, cuando por fin encontramos una casa en Surry Hills. Es una terrace de cuatro habitaciones y dos baños y medio, completamente renovada respetando su arquitectura victoriana original. Sin mencionar que está a solo dos cuadras del nuevo colegio público que abrirá el próximo año, en una calle tranquila y con un patio trasero lo suficientemente grande para Oppa. Se siente como un milagro, pero cumple con todos los requisitos. Bella se enamora al instante, pero también otros compradores potenciales. Pago muy por encima del precio base para conseguirla, además de pagar extra para acelerar el proceso de escrituración, pero no había forma de dejarla ir. Tomamos posesión el mismo fin de semana en que nos casamos. Bella y yo estamos ambos en el contrato, y después de firmarlo, llevamos a Tyler a Hyde Park a almorzar. Le he estado prometiendo jugar cricket con él desde hace un tiempo, y después de comprar unos sándwiches en Subway, vamos a la parte norte del parque. —Papá, ¿me ayudas a ponérmelas? —dice Tyler, intentando ajustarse una protección en la pierna derecha. Bella le compró un kit de cricket después de que sacó un A en su último examen de Matemáticas y casi explota de emoción. Le encanta el cricket tal y como me gustaba a mí, y desde entonces no ha dejado de insistirme para que le lance. Ahora me dice «papá» todo el tiempo. «Papá esto», «papá lo otro»; «papá, ¿sabes qué pasó?»; «papá, Bella dijo esto»; «papá, ¿podemos hacer aquello?». Mientras él me habla por un oído, Bella me habla por el otro, y se ha vuelto mi nueva normalidad. Nuestra nueva normalidad, porque esto es nuevo para todos nosotros. Lleva seis meses con nosotros y me cuesta creer que no siempre haya estado aquí. Intento no pensar mucho en eso. Me enfurece, y no quiero seguir albergando tanto rencor hacia Abue. —Dale, papá —me murmura Bella al oído, apretándome suavemente de costado. Me arrodillo junto a él y ajusto las correas de velcro alrededor de sus piernas. —Tú llevas el marcador, ¿sí, Bella? —le dice, después de que le paso el bate. —Está bien —responde ella con una sonrisa rápida, levantándose de la manta de picnic. Instalo los palos, clavándolos en el suelo con el mazo de madera que venía con su kit, y mientras Tyler se posiciona frente a ellos, recojo la pelota y retrocedo unos seis metros. —Nada de lanzamientos suaves, ¿eh, papá? —me grita. —Entendido. ¿Listo? —Lanzo la pelota al aire y la atrapo, listo para hacerle el primer lanzamiento. —Listo —responde él, golpeando el bate contra el pasto. A pesar de su advertencia, voy con calma. Necesito calcular qué puede y qué no puede manejar. Le pega fuerte a la bola en un lanzamiento completo y esta vuela por encima de mi cabeza. —¡Eso fue muy suave! ¡Tírala más fuerte! —insiste, sonriendo, claramente orgulloso de sí mismo. —¡Cuatro! —grita Bella, lanzándome la pelota de vuelta. —¿Más fuerte? —le pregunto. —Más fuerte —repite. Lanzo con un poco más de velocidad, y otra vez, la batea por encima de mi cabeza con la misma facilidad. —Vamos, papá… —se queja con un suspiro exagerado. —El chico es bueno —le murmuro a Bella, que está parada unos dos metros detrás de mí. Ella ríe. —¿Y eso te sorprende? Lanzo de nuevo, esta vez con más fuerza, y otra vez la bola pasa por encima de Bella y de mí. Él gime, exagerando. —Apuesto a que Bella lanza mejor que tú —me provoca. —¡Oye! —protesta Bella. Levanto una ceja al verlo sonreír con descaro. —¿Tú crees? —Dame tu mejor tiro —dice otra vez, plantándose firme con el bate, marcando el pasto. Retrocedo más, tomando impulso, y cuando lanzo esta vez, la bola pasa volando directo entre los palos. —¡Estás fuera! —anuncia Bella mientras él me mira con la boca abierta. —¡Oye! ¡Yo no soy viejo como tú, soy solo un niño! ¡No puedes lanzarme así! —protesta. —¿Viejo? ¡Pequeño mocoso! —exclamo, dando un paso hacia él, y al soltar el bate, sale corriendo. Las protecciones lo ralentizan y lo atrapo por la cintura en cuestión de segundos. —¿Cómo me llamaste? —le digo en broma, agarrándolo del cuello como en una llave. Necesita otro corte de pelo; le crece tan rápido como a mí. —Viejo. Pero lo eres —responde sin dudar, contra mi camisa—. ¡Treinta es ser viejo! —Tiene razón, guapo. Eres muy viejo —interviene Bella riendo. Lo levanto del suelo y lo echo sobre mi hombro, amenazando con tirarlo al basurero. —¡Bella, ayúdame! —le grita, riendo. —No. Esto ya es demasiada testosterona para mí —responde con ligereza. Tyler intenta defenderse y al levantarse trata de hacerme tropezar. No lo logra, pero está mucho más fuerte que la primera vez que se quedó con nosotros. Juego con él un rato, dándole suficiente espacio para ver cuánto me puede dar, hasta que exhausto se deja caer al suelo. —¡Tiempo! —declara, apoyándose en las manos, luchando por recuperar el aliento. —Ya no te sientes tan gallito, ¿eh? —lo molesto, sentándome junto a él y tumbándolo de espaldas al golpearle el codo. —¡Oye! —Ríe, volviéndose a sentar y empujándome—. ¿Crees que ganaré mejor jugador del año? —me pregunta, poniéndose serio de repente. Se refiere a la premiación deportiva de su colegio a finales de noviembre. Entró al equipo de cricket, pero estuvo de un humor horrible cuando no lo eligieron capitán. Ahora ha puesto todas sus esperanzas en ganar el trofeo al primer lugar. —Fuiste el que más carreras anotó —le señalo. —Sí, pero soy malísimo lanzando —murmura, arrancando varios pastos. —Tienes una buena oportunidad, pero si gana otro, no te deprimas, ¿de acuerdo? Me mira con los ojos bien abiertos. —Pero Bella dijo que tú ganaste todos los años. —No gané en sexto —admito. Y la verdad es que también tuve mis líos ese año—. ¿De acuerdo? —repito, dejándole caer la mano sobre la cabeza y despeinándolo. —'Tá bien —responde, desviando la mirada un momento antes de volver a mí. Sonríe—. Papá… —dice tras otra pausa. —¿Sí? —Tú y Bella eran amigos en la secundaria, ¿cierto? —Eh, sí… —respondo con una pequeña sonrisa. —¿Bella también conocía a mi mamá? —su voz se suaviza y, de pronto, se ve realmente esperanzado, pero no es como si no estuviera preparado para esto. Ha estado acercándose poco a poco a esta conversación durante los últimos meses. —La conocía, sí… —respondo, mirando hacia Bella y sintiéndome repentinamente incómodo. Bella está sentada sobre la manta de picnic donde almorzamos, a varios metros de distancia, con las rodillas flexionadas mientras revisa su teléfono. Intento llamarle la atención, pero no se da cuenta. Le gusta darnos espacio a Tyler y a mí, y suele apartarse de nosotros. —¿Tú… la amabas como amas a Bella? —pregunta Tyler con la única pregunta que he estado temiendo. Nunca ha visto a su madre, no tiene una foto de ella. Ni siquiera sabe su apellido. Sabe que se llamaba Lauren, pero el apellido es completamente inventado, y Bella ya lo ha sorprendido más de una vez buscándola en Google. Él ha construido una ilusión de ella en su cabeza. Una ilusión que quiere que yo valide, y no puedo romperle el corazón destruyéndola. Pero al mismo tiempo, me siento culpable por seguirle la corriente, porque la verdad no tiene nada de cuento de hadas. —Tyler… éramos unos chicos. Yo tenía diecisiete y ella dieciséis. Éramos muy jóvenes… —intento explicar. —¿Pero era tu novia? —Sí —asiento—, lo era. —Entonces, tenías que amarla, ¿no? —Yo… no estaba seguro de qué era el amor en ese entonces, amigo —respondo con una mentira piadosa, desviando la mirada mientras me rasco la nuca con incomodidad. —Pero… escuché que le dijiste a Bella que la amabas desde que estaban en la escuela —admite, y hay traición en su mirada, como si creyera que le fallé a su madre. Respiro hondo y vuelvo a mirar hacia Bella. Esta vez me devuelve la mirada. De inmediato le hago una seña para que venga a salvarme. —¿Era tan linda como Bella? —pregunta Tyler justo cuando Bella se pone de pie. Me tenso y le dedico una sonrisa forzada. —Sí, claro. —Hola, guapo, ¿listo para irnos a casa? —interviene Bella justo a tiempo, rodeándole los hombros con un brazo. —Sí… —murmura—. Bella… —¿Sí? —responde ella, apartándole un mechón de cabello de la cara. —¿Tú y mi mamá eran amigas? Bella se detiene un momento, cruza una mirada rápida conmigo antes de forzar una sonrisa. —Bueno, la conocía, pero estaba un año por encima de mí en la escuela. —¿Era linda? —pregunta con ilusión. —Era muy linda —responde Bella sin dudar, y el rostro de Tyler se ilumina por un momento. Y es cierto. Era linda, pero yo nunca pude ver más allá de lo que realmente era: una elitista y mimada princesita. —No me parezco en nada a ella —murmura, bajando la mirada al suelo. —A veces, cuando giras la cabeza de cierta manera, la veo un poco —le dice Bella con suavidad, abrazándolo brevemente. —Pero papá no la amaba como te ama a ti. —Tyler… —empiezo con un suspiro, pero por suerte Bella me salva del tormento. —Le pidió que fuera su novia, así que claramente le gustaba. Es diferente cuando uno es adulto, eso es todo. ¿Está bien? —le dice, dándole un codazo cariñoso. —Sí… —Sonríe un poco, pero otra vez se desvanece rápido—. Yo sé que mi abuela… no era mi verdadera abuela. —Ay, cariño… —Bella se ve horrorizada. —Lo supe cuando murió. Mi madre de acogida dijo que mi verdadera abuela no me quería. —Tu madre de acogida era una basura, Tyler. ¡Olvídate de todo lo que te haya dicho! —le digo de inmediato, mientras él solo me mira sorprendido—. ¿De acuerdo? Él esboza una sonrisa pequeña y asiente con la cabeza. —Está bien. Le pongo la mano en el hombro. —Vamos. Vámonos a casa. ¿Quieres que paremos por una malteada? —le ofrezco. —Sí —responde, y después de ayudarlo a ponerse de pie, los tres recogemos su equipo de cricket. Y por suerte, no se vuelve a mencionar a su madre. Aunque no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a hacerlo. Bella y yo lo sabemos. *V* —Tenemos que decírselo —concluyo esa noche en nuestra habitación; ha pasado una hora desde que Tyler se fue a dormir y es el único momento seguro para hablar. Tiene el oído de un murciélago—. Tarde o temprano lo va a descubrir, y entonces me va a odiar. —No te va a odiar —me asegura ella, arrodillada en la cama detrás de mí mientras rodea mis hombros con los brazos. —Él cree en una fantasía sobre ella. Le va a destrozar el alma cuando se dé cuenta de que todo es una maldita mentira —murmuro, negando con la cabeza antes de dejarla caer en la palma extendida de mi mano. —Pero te va a tener a ti para superarlo —me recuerda, besándome suavemente el costado del cuello. —Entonces, ¿crees que debemos decírselo? —le pregunto, girando la cabeza para buscar su mirada. Parte de mí espera que se niegue a hacerlo, como lo hizo con lo de Sydney Grammar, pero esta vez no. Ella suspira, frunciendo el ceño con fuerza mientras asiente. —Está bien, mierda… Se lo diremos el lunes —decido a regañadientes, porque no es algo que esté esperando con entusiasmo. —¿Tan pronto? —salta Bella, alarmada de pronto. —No tiene sentido retrasarlo —le digo, pasándome los dedos por el cabello—. Mierda... El domingo llamo a Alec y le pido que tenga listas fotos antiguas y actuales de Lauren para mí. Las recojo el lunes de camino a casa después del trabajo, antes de pasar por una pizzería y comprar una tarrina de helado de chocolate con menta. Es el favorito de Tyler, y es lo único que se me ocurre para suavizar el golpe. Ahora tenemos televisor -Bella cedió-, pero por Tyler ella haría casi cualquier cosa. Entro por la puerta y los encuentro a los dos jugando videojuegos. —Hola, papá... ¡pizza! —me saluda Tyler con alegría mientras dejo la caja sobre la consola del recibidor. Bella se levanta del sofá y rodea mi cuello con los brazos. —¿Las trajiste? —me susurra al oído. Asiento una vez y suelto un suspiro pesado. —Primero cenamos. Ella asiente suavemente y me roza los labios con los suyos. —Está bien —murmura distraída, y se ve condenadamente destrozada. Bella y yo escuchamos a Tyler contar su día en la escuela mientras ninguno de los dos dice nada. De vez en cuando, Bella asiente y le sonríe, acariciándole la mejilla, pero ya le cuesta contener la emoción. En cuanto a mí, cuanto más escucho su charla incesante, más siento que me hierve la sangre. Después de la cena dejamos que Tyler sirva el helado. Se sirve demasiado. Tanto que probablemente acabará con dolor de estómago, pero mientras él come feliz, Bella y yo apenas tocamos el nuestro. No tiene ni idea de lo que está por venir, y no lo soporto. —Bella —llamo su atención, y tomando su mano, la jalo abruptamente para alejarnos de la mesa. —Volvemos en un momento, cariño —le dice rápidamente por encima del hombro mientras la llevo al baño. Cierro la puerta tras nosotros y enciendo la regadera para ahogar cualquier sonido. —Bella… solo apóyame lo más que puedas, ¿sí? Me mira por un momento, con los ojos bien abiertos. —Claro que lo haré. —Es que… soy una mierda para este tipo de cosas —le explico—, y tú eres buena calmándolo. —Edward… todo va a salir bien —me asegura, pero no suena ni remotamente convencida. —¿Recuerdas cuando estábamos en tu auto, en Newton...? —le recuerdo, y cuando asiente, continúo—. Me preguntaste si tenía un hijo, y te dije: «Espero que no, carajo»... ¡Qué maldito imbécil era! Su expresión se suaviza y niega con la cabeza. —Primero que todo, dijiste: «No, carajo, espero que no» y segundo, ¿cómo demonios ibas a saberlo? Niego con la cabeza y la bajo para mirar el suelo de azulejo. —No lo sé, nena. Es solo que… ya he metido la pata tantas veces en mi vida. —Estás siendo demasiado duro contigo mismo. No has arruinado nada —insiste, y cuando levanto la vista hacia sus ojos, esboza una sonrisa cálida. La mía se dibuja automáticamente en respuesta, pero no puedo sostenerla, y encogiéndome de hombros, exhalo un suspiro agotado. —¿Quieres acabar con esto de una vez? —Sí… —su voz baja a un susurro, pero ninguno de los dos se mueve. —¿Cómo estuvo la clase hoy? —pregunto, llevándome los dedos a su mentón. —Bien —responde, y sabe que estoy ganando tiempo. Los dos lo estamos. —¿Edward…? —¿Sí? —No vas a ser demasiado honesto con él, ¿verdad? —Está preocupada de que le hagamos daño, y de repente me doy cuenta de lo hermosa que es como madre. —No puedo mentirle, nena. Ella suspira, al borde de las lágrimas. —Lo sé… Con que sepa que lo amamos, basta. Sonrío, pero se siente completamente forzado. Extiendo la mano. Ella la toma con desgano, y la jalo hacia mí y la abrazo. —No sé qué haría sin ti —murmuro contra su cabello. —Lo mismo digo, guapo —responde en voz baja, y luego, separándose un poco, me besa—. Nadie dijo que ser padre fuera fácil —añade con un dejo de ironía. Solo logro soltar una risa sin una gota de humor. Nadie me dijo tampoco que tenía un hijo por ahí en el mundo. Mientras Bella vuelve con Tyler, yo saco del maletín el sobre con fotos que me dio Alec. Lo abro de forma torpe y saco las imágenes. Hay dos: la primera es la foto escolar de Lauren en Décimo Grado en Sydney Grammar, y la segunda, supongo que es una reciente. La observo varios segundos, sintiendo cómo todos los músculos de mi cuerpo se tensan. Es en un lugar al aire libre. Probablemente en un partido de polo o un evento de club campestre, conociendo a su familia. Está sonriendo, y todo en ella -desde su cabello perfectamente peinado hasta sus aretes Chanel- proyecta la altivez elitista de la clase alta. Me revuelve el maldito estómago. Chanel es una de las pocas marcas que realmente reconozco. Y la razón por la que la reconozco es porque mi madre la usaba todo el tiempo. Carajo, odiaba esas dos «C» entrelazadas, y durante años tuve mi propia definición para ellas: doble cabrona. Durante diez años de mi vida, eso fue mi madre para mí. Y si esa perra de Lauren Mallory hubiera criado a Tyler, es muy probable que él hubiera pasado por el mismo infierno. Si no fuera por el orgullo de su padre, eso es exactamente lo que habría pasado. Cuando regreso a la sala, Bella está sentada con Tyler en el sofá. Lo tiene abrazado, tranquilizándolo, asegurándole que todo está bien. Tyler me mira cuando entro, pero no dice nada; aunque parece aterrado. Pongo mi mano sobre su cabeza y me siento a su lado. —Tyler, amigo… Bella y yo… necesitamos hablar contigo —comienzo, y sus ojos se abren más del miedo. —¿No me van a devolver al sistema de acogida, cierto? —exclama casi al borde de las lágrimas. —¡Por supuesto que no! —Se me adelanta Bella—. No te vas a deshacer de nosotros tan fácil —lo empuja suavemente, y él esboza una sonrisa tímida. Doy vuelta a las fotos en mis manos y las miro por un momento. Luego, inhalo inevitablemente y lo enfrento. —Tyler… esta es tu mamá, justo antes de quedar embarazada de ti —le explico, colocándosela en las manos. Él la observa, boquiabierto, mientras sus ojos absorben cada detalle. Le doy un momento, porque sé que la siguiente foto va a destruir todas esas ilusiones que tiene sobre ella. —Y esta… es cómo se ve ahora —añado en voz baja, poniéndola encima de la que aún sostiene. De inmediato se confunde, y cuando sus ojos se fijan en los míos, están inundados de desconcierto. —Pero… ¿ella sigue… viva? —pregunta como si no pudiera creerlo. Asiento una vez y aparto la mirada. Me observa como si yo tuviera todas las respuestas, cuando en realidad no tengo ninguna. —Entonces… ¿por qué no me quiso? —Por ahora, es la confusión la que guía sus emociones, pero por el tono de su voz, está claro que no durará mucho. —Cariño, ella era muy joven —interviene Bella de inmediato—. Ni siquiera había terminado la escuela. No podía cuidarte como necesitabas. Él niega con la cabeza. —Pero la abuela dijo que era rica. Bella me mira, y yo solo puedo devolverle una mirada impotente. —Tyler… —empiezo, pero él me interrumpe. —¿Por qué dijo la abuela que había muerto? —Su voz se esfuerza por mantenerse firme, pero está claro que lucha por no quebrarse. Este niño es fuerte; mucho más fuerte de lo que yo fui. —Eras muy pequeño para entender. —Solo puedo suponer que esa fue la razón de ella. —Entonces, ¿nunca murió? —le pregunta a Bella, aún luchando por procesarlo todo. Bella niega con la cabeza y se inclina para apartarle el cabello de la frente. —No, cariño. —Entonces, ¿no me quiso? —repite por segunda vez, esta vez mirándome a mí, como si yo pudiera darle una respuesta diferente. Y justo ahí es cuando sus lágrimas comienzan a caer. —No puedo responderte eso, amigo, pero tu abuela… ella sí te quiso. Te amó como si fueras suyo. Parpadea y rápidamente se seca los ojos con la mano. —¿Papá…? —¿Sí? —¿De verdad no sabías… cuando yo n-nací? —Su voz se quiebra por completo, y por impulso lo jalo hacia mis brazos. —Tyler, te lo juro, no lo sabía… Bella. —Él no lo sabía, cariño —Bella me respalda de inmediato, pero él llora desconsoladamente y no estoy seguro de que esté en condiciones de creer en ninguno de los dos. Después de todo, toda su vida ha sido una mentira—. Ey, está bien —intenta calmarlo—, porque ahora nos tienes a mí y a tu papá, y no vamos a irnos a ningún lado. Él asiente con movimientos bruscos, apartándose de mí para volver a secarse los ojos, esta vez con ayuda de Bella. —O-okay. —¿Estás bien? —pregunta Bella, rodeándolo con un brazo y besándole la sien. —Sí —responde en voz baja, mirando fijamente sus manos. —¿Tienes alguna pregunta que quieras hacernos? —le ofrezco, colocando una mano sobre su hombro. Parece pensarlo por un momento antes de negar lentamente con la cabeza, y Bella debe saber que está a punto de quebrarse, porque justo cuando las lágrimas vuelven a brotar, lo acoge en sus brazos. Llora durante varios minutos, y lo dejamos. Entre los tres ya no queda más que la verdad, y eso es lo único que importa: que pueda confiar en que Bella y yo siempre seremos honestos con él. —Ella… ella no puede venir a llevarme, ¿cierto? —le pregunta a Bella tras calmarse un poco, pero el miedo en su voz es real. —Cariño, yo te adopté. Eso significa que eres mi hijo. Mío y de Edward, y de nadie más. No voy a dejar que nadie te aleje de nosotros. Asiente y, soltando un suspiro tembloroso, se gira hacia mí. —Tu mamá tampoco te quiso, ¿cierto, papá? —Cierto, amigo —respondo en voz baja, levantándole el mentón cuando baja la cabeza de nuevo. —Entonces somos iguales. —Somos iguales. —Entonces voy a estar bien, porque tú estás bien. Esbozo una sonrisa espontánea y lo tomo por la nuca con cariño. —Vas a estar bien. Aspira con fuerza, tragándose las lágrimas, y se limpia la cara torpemente otra vez. —Entonces ya no voy a llorar más. —Buen hombre —le digo, y me siento orgulloso de este niño del que mi abuelo creía que había que protegerme. Como si mi propia sangre pudiera serme perjudicial. —Tú no la amabas, ¿verdad, papá? —pregunta, y de pronto parece demasiado mayor para tener once años. El abuso que sufrió en el sistema de acogida lo hizo madurar en algunas áreas y quedarse estancado en otras. Al menos eso dice el doctor Jenks; es lo mismo que una vez dijo sobre mí. Niego con la cabeza. —No. —Porque amabas a Bella. —Porque amaba a Bella —repito en un susurro mientras mis ojos se encuentran con los suyos. Está visiblemente conmovida, con lágrimas corriendo en silencio por su rostro, pero no recuerdo un momento en el que haya estado más hermosa. —¿Bella? —Tyler se vuelve hacia ella justo cuando ella intenta recomponerse a toda prisa; fracasa estrepitosamente. —¿Sí, cariño? —pregunta, forzando una amplia sonrisa. —¿Está bien si les digo a todos que tú eres mi verdadera mamá?
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