Las lamentaciones
22 de octubre de 2025, 10:39
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Capítulo 17: Lamentaciones
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Bella estaba decidida a encontrar a Rascal. Si estaba herido, la necesitaba. Era un perrito tan bueno y travieso. Aunque ya era un perro adulto, ella no podía mirarlo sin ver al diminuto cachorro que la había elegido como suya cuando llegó por primera vez al rancho. Se cambió y se puso su atuendo de montar, y le pidió a Tyler que le ensillara a Tanya.
—El patrón se llevó a Tanya para la arriada. Creo que su padre la está montando.
—Bueno, ¿hay algún caballo de silla que pueda montar?
—Desde que Patrick llevó ese paquete a casa de la señora McCarty, solo queda uno… pero no recomendaría que lo montara.
—¿Cuál?
—El semental. Apenas está domado y es terco como una mula. Hay una razón por la que el patrón prefiere montar a Kate. Le iría mejor montando un toro que ese caballo.
—Está bien. Ensíllalo. Necesito encontrar a Rascal.
—Señora, no creo que sea buena idea. No puede ir sola y yo no puedo acompañarla porque no hay otro caballo para montar. Al patrón no le gustaría.
—Al señor Cullen no le gustaría saber que su perro necesitaba ayuda y no hicimos nada al respecto. Esta es una circunstancia especial, y sé que él lo entendería.
—Pues… no sé… —murmuró Tyler, pero sabía que, si no ensillaba a ese demonio de caballo, la señora probablemente lo haría ella misma y acabaría mordida en el intento. ¿Y luego qué le diría al patrón? Así que fue al corral a cumplir con lo que Bella pedía, aunque se reservaba el derecho de quejarse en voz baja todo el tiempo.
Unos minutos después, llevó al testarudo semental hasta el banco de montar. Bella se acercó a la cabeza del caballo y le ofreció una zanahoria fresca que había rescatado de su jardín esa mañana.
—Ahora, señor Semental, tenemos una tarea importante que hacer. Debemos encontrar a Rascal. Está herido y nos necesita. Si te portas bien, te daré más premios cuando regresemos.
Las orejas del semental se movieron mientras miraba a Bella a los ojos. Luego asintió con la cabeza arriba y abajo, como si estuviera de acuerdo con lo que ella decía.
—¿Ves, Tyler? Aceptó portarse bien.
Tyler miró al caballo con escepticismo y se frotó el hombro, donde el demonio había intentado arrancarle un pedazo mientras lo ensillaba. Pensaba que el semental en realidad le estaba diciendo a Bella otra cosa muy distinta, algo como: «Sí, señora, la voy a lanzar al suelo en cuanto tenga la oportunidad». Se avecinaba un infierno cuando el patrón regresara de Denver. Tyler solo negó con la cabeza.
—Tenga cuidado, señora, y vuelva antes de que oscurezca. —Tal vez el patrón nunca se enteraría si ella volvía antes que él.
—No debería tardarme mucho. Ahora, ayúdame a montar.
Tyler mantuvo al caballo quieto mientras Bella subía al banco y pasaba la pierna por encima.
—Gracias por tu ayuda, Tyler.
Tyler solo gruñó y observó cómo Bella se alejaba cabalgando. Tenía un mal presentimiento en el estómago. Esto no iba a salir bien. Estuvo muy tentado a ir por la botella de whiskey que guardaba en la parte de atrás del armario y emborracharse. No quería pensar en todas las cosas que podían salir mal con Bella y ese caballo.
—¿A dónde va la señora Cullen, Tyler? —preguntó Alice mientras se acercaba a su lado.
—Al mismísimo infierno, señora Cullen. Al mismísimo infierno.
BVR
La tos de Carlisle empeoraba cada vez más conforme se acercaban al rancho. Edward lo observaba con preocupación mientras su padre volvía a toser y aflojaba su pañuelo del cuello, intentando respirar mejor. De pronto, se desplomó hacia adelante en la silla de montar, y Edward espoleó su caballo para colocarse a su lado, extendiendo una mano para sostenerlo. Se sorprendió al sentir la temperatura de la piel de su padre.
—¡Papá, estás ardiendo en fiebre!
Carlisle solo gimió y se inclinó hacia un lado. Edward lo agarró del abrigo y sostuvo su peso. Carlisle no estaba del todo inconsciente, y estaban a solo una milla del rancho, así que Edward logró mantenerlo en la silla, tomar las riendas de Tanya y continuar lentamente su camino. Cuando por fin llegaron a la última colina desde donde se veía la casa, Edward gritó:
—¡AYUDA! —Esperando llamar la atención de alguien antes de que su padre cayera al suelo.
Abraham estaba en el bosque, cerca del granero, buscando lombrices bajo troncos podridos para ir a pescar con su papá a la mañana siguiente. Escuchó el grito, se puso de pie y sus rizos rubios y revueltos parecían signos de interrogación alrededor de su cabeza.
—¡RANCHO BEAR VALLEY! ¡ALGUIEN, AYUDA!
Abraham dejó caer el frasco que tenía medio lleno de lombrices y corrió hacia el origen del grito. Se sorprendió al ver al patrón luchando por mantener al viejo señor Cullen en el lomo del caballo. Parecía muerto o algo así. Corrió hacia ellos. Edward se detuvo al ver que el niño se acercaba.
—Abraham, ¿dónde está tu padre? —preguntó Edward con urgencia. Sabía que el niño no podría ayudar a bajar a su padre con seguridad de la silla.
—En nuestra casa.
—Por favor, ve por él. Necesito ayuda.
Abraham ya iba corriendo cuesta abajo antes de que Edward terminara la frase.
Tyler estaba sentado en el pórtico delantero, terminándose la botella de whiskey que había sacado del armario. Se alegraba de que Lauren y Lee estuvieran en la cocina preparando la cena, porque no le gustaba beber frente a su familia. Era raro que lo hiciera, pero presentía en los huesos que se avecinaban penas y lamentos, y necesitaba algo que lo sostuviera.
¿Por qué demonios tenía que casarse el patrón con una mujer tan condenadamente terca? No había forma de hacerla entrar en razón una vez que se le metía algo en la cabeza. De hecho, le recordaba mucho a la potranca de un año que seguía destrozando los corrales y todo lo que pudiera patear. La misma potranca hija del semental infernal que la señora había insistido en montar esa tarde. Renesmee o algo así la había llamado. Tyler simplemente la llamaba Demonio o Endiablada. Le quedaban mejor esos nombres que el trabalenguas que la señora se había inventado. Demonio había heredado su mal genio honestamente. Era la viva imagen de su padre... al menos en temperamento.
Le dio otro trago a la botella antes de recordar que ya la había vaciado, justo cuando Abraham subía corriendo la colina.
—¡Pá! ¡Pá! ¡El patrón lo necesita!
Tyler lo miró con ojos vidriosos.
—¿El patrón?
—Sí, señor. El papá del patrón está muerto o algo así y necesita que lo ayude a bajarlo del caballo. ¡Vamos, pá, están justo más abajo del camino!
Tyler se puso de pie con dificultad y dejó la botella vacía en el escalón. Se limpió la boca con el dorso de la mano y rezó por estar lo suficientemente sobrio como para hacer lo que Edward le pidiera. Tropezando más que trotando, bajó la colina tras su hijo y pronto alcanzó a Edward, que luchaba por mantener a su padre inconsciente en la silla. Tanya y Kate estaban quietas una al lado de la otra, como si supieran que debían colaborar.
—Tyler, mi padre está enfermo y se ha desmayado. Ayúdame a bajarlo con cuidado.
Tyler se colocó entre los dos caballos y alzó los brazos para atrapar a Carlisle mientras se resbalaba de los brazos de su hijo. Era más pesado de lo que parecía… o Tyler estaba más borracho de lo que creía, porque en lugar de sostenerlo, apenas logró controlar la caída del hombre mayor, quien terminó desplomándose encima de él, tirándolos a ambos al suelo. Afortunadamente, Tyler amortiguó el golpe con su cuerpo. Más afortunadamente aún, Tyler no lo sintió.
—¡Maldita sea! —exclamó Edward, bajándose de Kate rápidamente y apartando a ambas yeguas—. ¿Estás bien, Tyler?
—Sí, señor —fue la respuesta ahogada.
Edward apartó a su padre del cuerpo de Tyler y lo acomodó al lado del camino, buscando el pulso en su cuello. Lo encontró, aunque débil.
—Tyler, ayúdame a cargarlo colina arriba. Toma sus piernas.
Edward levantó los hombros de su padre mientras Tyler, incorporándose con cuidado, le agarró las piernas. A Edward le llegó el fuerte olor a alcohol. Tyler olía como una destilería. Solo lo había visto beber cuando algo lo preocupaba profundamente. Bueno, ya descifraría ese misterio después. Ahora, debía concentrarse en llevar a su padre a la cama y mandar por el médico.
—Abraham, ¿puedes tomar las riendas de los caballos y llevarlos al corral? Yo los desensillaré más tarde.
—Sí, señor. —Abraham no tuvo ningún problema guiando a los caballos.
—Ahora, Tyler, guíanos hasta la casa.
Tyler agachó la cabeza y caminó decididamente cuesta arriba, con los brazos firmemente envueltos alrededor de las rodillas de Carlisle. Pensó que si solo miraba el camino frente a él, el mundo girando a su alrededor no importaría tanto. Le funcionó… hasta que el patrón gritó que necesitaban cambiar de rumbo. Tyler alzó la mirada y pudo ver la casa del rancho a su izquierda, o al menos la veía cuando entrecerraba los ojos un poco. Apretó los dientes con determinación y viró para dirigirse hacia allá.
—Maldita casa… debería quedarse quieta. No para de moverse —murmuró.
Edward negaba con la cabeza por el estado de embriaguez de Tyler, pero estaba demasiado preocupado como para decir algo. Podía oír la respiración dificultosa de su padre y temía que estuviera más enfermo de lo que podían manejar. No sabía qué iba a decirle a su madre. Se dio cuenta de que debía pensar rápido, porque un grito femenino y pasos apresurados le indicaron que ese momento había llegado.
—¡Carlisle! —exclamó Esmé al bajar corriendo los escalones del pórtico—. Edward, ¿qué le pasa a tu padre?
—Está enfermo, madre.
—¿Desde hace cuánto?
—Empezó a toser hace unos tres días. Le pedí que viera a un médico en Denver, pero dijo que no era nada y no quiso ir.
Esmé suspiró.
—Eso no me sorprende. Tu padre es un hombre muy terco.
Con esfuerzo, lograron subirlo al pórtico y meterlo en la casa. Subiendo un paso a la vez y concentrado, Tyler los guio hasta el segundo piso y luego al cuarto grande donde dormía Esmé. Finalmente, lograron acostar al enfermo en la cama.
—Gracias, Tyler. Ya puedes retirarte —dijo Esmé.
Tyler asintió como quien dice «de nada» y salió rápidamente de la habitación, bajó las escaleras a trompicones y salió por la puerta justo a tiempo para vomitar en los arbustos de Bella junto al barandal. Sabía, sin la menor duda, que para él, su tiempo de lamentaciones estaba por comenzar.
—Ayúdame a desvestirlo —pidió Esmé.
Rápidamente le quitaron las botas y la ropa a Carlisle, dejándolo solo en sus calzones largos. Esmé lo cubrió con mantas mientras le palpaba la frente con preocupación.
—Edward, necesita un médico.
—Iré al pueblo por el doctor Banner. —Se levantó, pero se detuvo—. Madre, ¿dónde está Bella?
Esmé exprimía un paño en una palangana con agua y se lo pasaba por la frente a Carlisle.
—También hubo algo de conmoción aquí, Edward. Hubo un oso, que Lauren mató, pero no antes de que tu perro saliera herido. El perro huyó y Bella salió a buscarlo.
—¿Un oso?
—Sí. Un oso bastante grande. Estaba en el jardín.
—¿Y Lauren lo mató?
—Al parecer. Sucedió antes de que regresáramos del pueblo.
—¿Y Rascal fue herido por el oso?
—Sí. Lauren cree que se acercó demasiado y fue golpeado. No sabemos qué tan mal está porque se escapó antes de que pudiéramos encontrarlo.
—¿Y Bella fue a buscarlo?
—Sí. Salió hace como una hora.
A Edward se le encogió el corazón.
—¿Salió a caballo? ¿Y en qué caballo fue? —Sabía que la mayoría de los caballos de montar estaban en la arriada.
—En un caballo blanco grande.
Los ojos de Edward se entrecerraron.
—¿Está montando el semental?
—¿El semental es un caballo blanco grande?
—Sí.
—Entonces, sí.
La ira y el miedo se agolparon al mismo tiempo en el pecho de Edward.
—¿Y salió sola?
—Eso creo. Alice está en el patio esperando que regrese.
Edward soltó un suspiro mezcla de frustración, enojo y temor. No era prudente que Bella anduviera sola por esa zona, pero sabía cuánto quería a ese perro y no le sorprendía que saliera a buscarlo si podía. ¿Pero montar al semental medio salvaje? Negó con la cabeza, furioso. Eso era una locura. Su habilidad como amazona había mejorado en el año y medio que llevaba en Colorado, pero aún estaba lejos de ser experta. Por primera vez desde que se casaron, estaba enojado con ella. Ese sentimiento le hervía la sangre, pero el miedo que lo acompañaba casi lo desbordaba. Apretó los dientes y cerró los puños.
—Regresaré tan pronto como pueda, madre —dijo, le dio un beso rígido en la mejilla y salió de la habitación, bajando las escaleras con paso firme y cruzando la puerta. Más le valía a Tyler estar lo bastante sobrio para ir por el doctor. Él tenía que encontrar a su mujer.