Día 2 - Tweek Bros.
10 horas y 0 minutos hace
Craig, ya exhausto de conducir, se estacionó a un costado de la desolada carretera y dio un vistazo a su alrededor, sin embargo, la oscuridad entre los árboles no permitía distinguir más que el asfalto iluminado por las luces de su auto.
—Este camino no tiene fin —regañó sacando su celular.
Buscó en el mapa algún motel para pasar la noche y continuar su largo trayecto a la universidad donde comenzaría sus estudios.
Molesto por no encontrar nada a kilómetros, tiró su celular al asiento del copiloto y continuó su camino, dormir en medio de la carretera no parecía seguro.
A los pocos minutos, divisó una pequeña y débil luz que parpadeaba a un costado de la carretera entre los árboles. Pronto encontró una pequeña tienda y se estacionó en el aparcamiento de esta.
—Qué basurero —murmuró inclinándose a ver la fachada del recinto a través del vidrio.
Sintiéndose más a salvo en el lugar, comprobó que las puertas del auto estuviesen aseguradas y se acomodó sobre su asiento a tomar una pequeña siesta.
Se encontraba en la cafetería Tweek Bros, la que era conocida en el pueblo de South Park como un lugar para ir en familia, pero esta dejó de ser la misma desde aquel día, cuando perdieron a Tweek, su único hijo. Jugar en la bodega era divertido para Tweek, escalar las repisas era todo un reto para un niño, llegar a la cima lo hacía sentir un superhéroe, se hacía llamar Wonder Tweek, hasta que decidió probar sus superpoderes y lamentablemente, volar no era uno de ellos, tampoco superfuerza, al menos no la suficiente como para levantar la repisa con sacos de café que cayó sobre él luego de probar sus habilidades de superhéroe.
Esa era la versión de los Tweak, sus padres, aunque no es lo que dice la gente, pero a pesar de todo, ellos siguieron adelante, sin embargo tuvieron que hacer algunos cambios para sobrellevar la baja de clientela después de ese horrible día. Uno de ellos fue cambiar la ubicación, la movieron a las afueras del pueblo.
Con el paso de los años, el deterioro de la cafetería era evidente, ahora las mesas solo acumulaban polvo entre viejos autos abandonados en la parte trasera.
En la actualidad, sigue siendo una cafetería, pero solo para viajeros nocturnos, aquellos que van de paso, son los únicos que desconocen la historia y tienen las agallas de entrar a comprar.
En realidad, ni siquiera los Tweak se atreven a entrar por mucho tiempo, solo contratan a chicos ilusos que buscan un trabajo compatible con sus estudios. Algunos no soportan estar solos ahí toda la noche y renuncian, otros solo… desaparecen. Algunos dicen que yacen bajo la pila de mesas en el patio, otros dicen que Tweek se los llevó a jugar con él.
Los empleados de la cafetería Tweek Bros solo tienen tres reglas: Siempre cuenta bien el cambio, atiende con una sonrisa a todos, y la más importante: No importa lo que escuches, nunca abras la bodega.
Regla que desconocen los infrecuentes viajeros que se detienen a comprar un café, aunque hay noches en las que simplemente no hay nadie atendiendo, nadie que les advierta de esta regla a esos desafortunados viajeros, dueños de los autos abandonados.
Algunos entraban por curiosidad, otros para comprar un café, tal como Craig, quien despertó de un sobresalto por una notificación en su celular.
Se incorporó en su asiento, dirigiendo su mirada a la cafetería, notando que ahora la luz se encontraba apagada y creyendo que ya habían cerrado, buscó las llaves en su bolsillo para continuar su camino, pero justo antes de arrancar el auto, la luz se encendió y suponiendo que era una falla eléctrica, decidió entrar a comprar un café.
Entró dando pasos cortos e inseguros en la lúgubre cafetería, donde el silencio de la noche se interrumpía por el zumbido del único foco por sobre el mesón.
—¿Hola? —preguntó dando un vistazo rápido a las viejas cafeteras.
Se apoyó sobre el mesón, asomándose lentamente a ver tras este.
—¿Hola? —insistió alzando un poco más la voz.
—¡Ayúdame! —suplicó una débil voz infantil proveniente de algún lugar de la cafetería.
Craig buscó con la mirada en diferentes direcciones la incierta procedencia de la voz infantil.
—¿Hay alguien? —insistió buscando con la mirada en tanto recorría alrededor del mesón.
—¡Ayúdame, estoy atrapado!
—¿Dónde estás? —preguntó siguiendo la voz.
—Estoy atrapado, ayúdame.
—¿Eres un niño? ¿Dónde están tus padres?
—Me dejaron aquí, ayúdame, estoy en la bodega.
Craig se acercó a paso rápido y antes de tomar el pomo de la puerta, la luz comenzó a parpadear de forma errática, lo que desvió su atención por un momento.
—¡Ayúdame, abre la puerta! —insistió la débil voz.
Giró el pomo de la puerta, pero esta estaba cerrada con llave.
—Está cerrado, espera, voy por mi celular.
—¡No! No me dejes solo.
—Regreso enseguida.
—No, por favor, tengo miedo.
—¿Sabes dónde están las llaves?
—No, pero no te vayas.
Decidido, Craig buscó tras el mesón algo que pudiese servir para romper la cerradura, encontrando una palanca de metal usada para abrir cajas de madera y se dirigió nuevamente a la bodega.
—Te voy a sacar, ¿sí? Voy a romper la puerta, no te asustes.
—¿Tienes superfuerza? —preguntó emocionado.
—No —respondió entre risas—, pero tengo más fuerza que tú.
—¿Cómo te llamas?
—Craig, ¿y tú? —preguntó acomodando la palanca entre la cerradura y el umbral.
—Yo soy Wonder Tweek.
—Genial. —Craig intentaba mantener un tono calmado para no asustarlo más—. ¿Eres un superhéroe?
—Sí, ¿quieres ser uno también?
—Claro, ¿quién voy a ser?
—Hmm… ¿Qué te parece… Super Craig? Puedes tener superfuerza.
—Me gusta la idea —dijo comenzando a hacer palanca.
—Puedes unirte a nosotros, algunos empleados también se transforman en superhéroes.
—¿Ah sí?
—Sí, aquí está Mosquito, Cometa Humana, Call Girl y ahora tú.
—Ya voy —dijo en tono quejumbroso mientras ejercía fuerza con la palanca.
No tardó en lograr romper la chapa, tirando a un lado la palanca y abrió la puerta.
—¿Wonder Tweek? —preguntó buscando con la mirada en la oscura bodega.
—Entra —dijo desde el fondo.
—Oh, cierto, ¿estás atrapado? —Craig buscó el interruptor junto a la puerta, pero la luz no encendió.
—Sí, ayúdame. Entra.
Craig no dudó en ser el superhéroe del pequeño Wonder Tweek y entró en medio de la oscuridad, convirtiéndose así en uno más de los dueños de autos abandonados tras la cafetería Tweek Bros.