Día 3 - Tienes espinas, amigo
7 de noviembre de 2025, 4:16
Como cada madrugada hace poco más de un mes, Tweek se acomodó en su cama, en un inútil intento por conciliar el sueño. Los recuerdos de aquella noche se repetían con insistencia en cuanto cerraba sus ojos.
Se levantó un poco molesto, tirando al suelo sus libros de la universidad regados por el escritorio, sentándose encima a ver el cielo nocturno a través de su ventana, ansioso de que Craig, nombre que Tweek le dio luego de aquel encuentro, regresara una vez más.
Aquella noche, un fuerte y corto zumbido, mezclado con lo que parecía un gruñido, lo hizo levantarse de su cama de un sobresalto. Curioso, se asomó por la ventana de su habitación, pero todo parecía en orden. Se apresuró a llegar a una habitación frente a la suya para ver el patio trasero, percatándose de la presencia de una alta figura de aparente aspecto humanoide que merodeaba y cerró la ventana, manteniéndose en el lugar.
—¿Estoy soñando? —se preguntó a sí mismo, acercándose a ver una vez más.
Abrió la ventana lentamente, momento en que la criatura ya dejaba ver su apariencia más clara iluminado por la luz de la luna, parecía humano, pero un poco más alto y mientras Tweek lo veía boquiabierto desde la ventana, la criatura alzó su mirada, haciendo contacto visual con Tweek y este, asustado, cerró la ventana de golpe, corriendo a resguardarse en su habitación, cerrando con seguro.
—Es un sueño, es solo un sueño —se lamentaba apoyado en la puerta—. Estás soñando, Tweek, es un… Un mal sueño. Sí, eso es, una pesadilla y voy a despertar ahora.
Se quedó inmóvil, vigilando a su alrededor.
—Voy a despertar ahora —insistió antes de pellizcar su antebrazo—. Mierda, me dolió —se quejó mientras se sobaba.
En tanto intentaba calmarse, esforzándose por controlar el ritmo de su respiración, se detuvo al escuchar la cerradura de la puerta trasera.
—Es un sueño, es un sueño —se repetía alejándose de la puerta—. ¡¿Por qué no despierto?! —gritó con desesperación, jalando de su cabello, momento en que la puerta trasera se cerró.
Al borde del pánico por pesados pasos que subían la escalera, buscaba con la mirada desesperada a su alrededor algo con lo que pudiese defenderse.
Tomó una tijera, la que empuñó en su temblorosa mano, preparado para contraatacar. Los pasos se detuvieron frente a su habitación. Retrocedió hasta chocar con su cama y se detuvo en seco, ya que el seguro de la puerta se giró ante sus ojos y se preparó para lo peor, cuando vio que el pomo comenzaba a moverse.
La puerta se abrió de golpe y la criatura se acercó a paso lento, iluminado por la tenue luz que penetraba por la ventana. Piel lisa de un tono gris iridiscente cubría su cuerpo, y en tanto más acortaba la distancia, evidenciaba que era mucho más alto que Tweek, el que solo alzaba la mirada, sosteniendo la tijera con fuerza sobre su pecho, temeroso e incapaz de actuar.
—¿Q-qué quie..? —El ser detuvo a Tweek sosteniéndolo por el cuello, alzándolo con una fuerza sobrehumana a la altura de su cabeza.
Tweek soltó la tijera y llevó ambas manos sobre las del ser al sentir que lo ahorcaba, esforzándose por respirar en tanto intentaba alcanzar la superficie de su cama con sus pies. Ya teniéndolo de frente, entre un errático estridor, Tweek intentaba verlo con más atención, pero la tenue luz y la sombra que él mismo generaba, no le permitía distinguir tantos detalles, solo pudo notar ojos levemente más oscuros y grandes de lo normal, una nariz más pequeña y boca de un tamaño similar a la nuestra, con labios un poco más delgados.
El ser fijó su mirada en Tweek, acercó su rostro a escasos centímetros, oliendo su cálido aliento y lo dejó caer sobre la cama. Tweek rápidamente llevó sus manos sobre su cuello, recuperando el aire entre jadeos, con su mirada fija en los ojos de la criatura, que se acercaba con curiosidad mientras se montaba sobre su cadera. Se acercó a olfatear su cuello y alzó su camiseta, indagando suavemente con su lengua hasta su pecho.
—¿Qué vas a hacerme? —murmuró Tweek, apartando su mirada a un lado antes de cerrar sus ojos con fuerza.
Ya con su lengua a escasos centímetros de la entrepierna de Tweek, regresó lentamente hasta su cuello y entre un leve ronroneo vibrante, liberó esporas imperceptibles, las que actuaron con rapidez, convirtiendo el pánico en una oleada de calor.
Las frías manos que hace poco lo dejaban sin aliento, ahora lo recorrían con curiosidad bajo la atenta y curiosa mirada del invasor. Pronto introdujo su mano bajo el pijama, fundiendo el frío con el calor de su entrepierna, creando una fricción insoportable que solo podía calmar con incontenibles gemidos, dejándose llevar por el deseo ante lo desconocido.
No había palabras, solo gemidos y ese ronroneo constante que ahora vibraba y se intensificaba en cada embestida sobre la cadera de Tweek, en una extraña e intensa conexión que jamás había sentido, una sensación que dispersó cualquier pensamiento coherente cada vez que humedecía las sábanas.
Tweek tensó su espalda y deslizó sus manos sobre la sábana, cuando el ser se inclinó sobre él, sosteniéndolas con fuerza, dejando claro que era una posesión absoluta, proclamándolo como suyo por completo.
El visitante intensificó el zumbido, dejando claro que lo disfrutaba tanto como el terrestre que se retorcía de placer, sin embargo, la fuerza del agarre se hizo más pesado, por lo que Tweek se iba a voltear a verlo, pero solo sintió que lo sostuvo de forma violenta del cabello, haciendo presión sobre su cabeza, inmovilizándolo.
—¡T-tienes espinas, amigo! —vociferó aferrándose a su almohada con fuerza al sentir piquetes en su interior.
La criatura liberó una sustancia cálida a través de pequeñas espinas, las que pronto contrajo y Tweek se dejó caer sobre su cama entre quejidos silenciosos, junto a la evidencia húmeda de su clímax.
Bajo la mirada de Tweek, cargada de incertidumbre, el ser, curioso y en calma, se acercó a deslizar su mano sobre la húmeda sábana, observó el líquido viscoso, llevándose los dedos a su lengua, emitió un último y suave ronroneo vibrante, inclinando levemente la cabeza posando sus ojos en Tweek, dando la impresión de tratar de comprenderlo de alguna forma.
Como si de un encuentro casual se tratara, el visitante solo se levantó de la cama y regresó sobre sus pasos hasta el umbral.
—¿Vas a volver a visitarme? —preguntó sin pensar con claridad, ansioso al verlo alejarse.
El misterioso ser de otro mundo, como si lo hubiera comprendido, se volteó a verlo una última vez, antes de perderse entre la oscuridad, dejando atrás un ardiente e inolvidable secreto prohibido que ambos compartirían.
Era este el recuerdo que lo atormentaba cada madrugada. El recuerdo de aquella noche en la que se entregó a lo inexplorado, aquella noche en la que una marca invisible lo conectaría para siempre con lo desconocido, aquella noche en la que el dolor se minimizaba ante el intenso placer que solo aquel intrigante visitante pudo brindarle.
Y Tweek, aún sentado sobre su escritorio, soltó un suspiro apoyándose en la ventana mientras cerraba sus ojos, permitiendo que aquel vívido recuerdo se recreara en su mente y pronto, abrió sus ojos con una inevitable sonrisa, al escuchar la cerradura de la puerta trasera.