ID de la obra: 1374

El lirio del más perfecto

Mezcla
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planificada Maxi, escritos 16 páginas, 6.253 palabras, 10 capítulos
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Capítulo III: Ojos de cielo, ojos de tierra

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Pasaban los segundos, Lily encontró asiento en una banca, al lado pudo contemplar un arbusto lo bastante alto para posar la mirada sobre el espaldar y embelesarse con algunas flores que colgaban como frutillas. Pantanos, zarzas, coronas…, así ella solía dibujarlo en su mente. Estaba en lo suyo cuando sin querer escuchó unas voces desde la distancia, pero no le prestó atención… o eso hasta que reconoció una. Se dio la vuelta y así pudo confirmar su sospecha: había sido el tipo del esmoquin negro de hace rato. En ese instante, no supo qué hacer. La sola silueta y lo que había pasado tanto antes como después del concierto alimentaron su nerviosismo, el cual ¡llegó cual una plaga! Tan así que el temor de que aquel se le acercara… significaba para ella una oportunidad de pedir ayuda y huir.  Pero debió tener un motivo para no buscar otro asiento, ya que prefirió volver la mirada al arbusto, mientras que canturreaba ninguna canción en especial, repitiéndose un «estoy alucinando» y empecinándose en contar las ramas. Los segundos seguían pasando, Lou ya estaba cerrando su conversación cuando de pronto divisó a alguien con el reojo. El recreo ahora está a cinco minutos de finalizar, él lo sabía y así se lo dijo a los robots; en poco tiempo, aquel comunicado retumbaría por todo el instituto. Apenas oyó la voz del mismo tipo saliendo del parlante, Lily se sobresaltó…, por suerte no fue la única en haberlo hecho, y así sería cómo el resto de muñecos se detuvo a oír lo demás. Todos ellos se emocionaron, ya que dormirían en sus habitaciones y no tardaron en pensar en el aspecto que tendrían, como también si podrían escoger las que más les gusten. Por su parte, nuestra amiga suspiró tan aliviada al saber que por fin descansaría y en un sitio para ella sola. En el silencio más íntimo de su subconsciente, se esbozaba una cama espaciosa que la estaba esperando desde este momento… ¡qué gran deseo era ese! Dormir. Embelesada por aquel pensamiento, ella podría decir que este último debió haber sido mucho más ruidoso, ya que no alcanzó a escuchar el breve chillido de su asiento. Siete segundos después, volvió de aquel mundo de color, y, sin más miramientos, se dio la vuelta a su izquierda… ¡y otro sobresalto! Luego de un grito, se hizo más a su derecha. Estuvo cerca de pararse cuando oyó su voz, la de aquel tipo. —¡Oye...!  —le dijo este con una risa al final— ¿Por qué te vas? Lily lo miró vacilante, dispuesta a dar otro paso atrás, aún preguntándose por la razón. —Vamos —agregó—, ¡siéntate! —Le hizo un ademán con su mano. Después de que él, con una suavidad en su voz, intentara calmarla con un «no te preocupes, no te haré daño», consiguió que nuestra amiga retorne a su lado, aun cuando esta última insistía con intranquilidad. —Parece que sigues… molesta por lo de hace poco —lamentó, luego de un suspiro, sin apartarle la mirada. A modo de respuesta, ella ladeó su cabeza con algo de interés; aunque sabía a lo que él se refería, le preguntó y obtuvo otra respuesta risueña. Después de haberle recordado el tropezón y cómo le había hablado después de eso, este no hesitó en disculparse con la mayor solemnidad posible, con la esperanza de que ningún rencor se quedara en sus caminos. Honestamente, ella no recordó haber resoplado por aquel accidente, aunque sí temblado. Como respuesta, un Lou tocado le insiste en sus disculpas, y Lily le respondió: —No era para tanto. —Finalizó con una sonrisa y se puso a mirar atrás.
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