Capítulo VIII: A prueba de muñecos
9 de noviembre de 2025, 13:34
Cuando Mandy había oído semejante pregunta desvió la mirada, viendo a alguien del reojo, tan atenta a cualquier movimiento, solo para volver a Lily en un santiamén.
—¿Pasa algo? —preguntó la última, con una preocupación en su rostro. En ese momento, volteó a ver aquel punto, en donde no encontraría a nadie para más confusión.
A lo que la otra chiquilla prefirió contestarle con una risita más uno que otro ademán, dibujándose en nuestra amiga un par de signos de interrogación.
—¡Vamos, Lily! —le dijo su amiga luego de darle unas palmaditas— ¿Quién quisieraenfadar aLou por un minuto más? —añadió riéndose antes de tomarla de la mano con gentileza.
Cuando se formaron en fila, junto con el resto de los muñecos, eligieron sus lugares en los montones de pupitres, en donde solían hablarse, velando por que un Lou impávido no fije el ojo en ellas… y ose meterlas a la lavadora, una vil anécdota para uno que otro detrás que, con la mirada, suplicaría por piedad.
«¿Cómo se sentirá estar allá?», se preguntaría una Lily más curiosa que espantada, a diferencia de quienes estaban a sus costados, luego de haber visto a aquellos muñecos saliendo de ahí ¡como si acabaran de ver un perro destripado!
Posterior a las charlas, las mismas que el aburrido y el creído escuchaban con urgencia mezclada de terror, los pupitres desaparecieron de su lugar luego de que todos se pusieran de pie a pedido del profesor Lou.
En cuestión de segundos, en el lugar de aquellos mueblecitos, ahora estaban máquinas y poleas, ¿será esto una especie dereality show? Ni siquiera ella podía describir la intención de todo ese escenario, hasta que lo escuchó con una voz mucho más firme, hablando a todo el «pelotón» de muñecos sobre lo que tendrían qué hacer.
«¡Aléjense dela lavadora!» era la primera, y última, frase que la mayoría recordaba al correr, trepar, saltar y eludir tantos obstáculos,cuidándoselas espaldas, aunque no las extremidades,de ahíque solían caerse ante los ojos de los asistentes robots de Lou: una sola mancha ya era motivo para un bocinazo ¡y a la lavadora…!
Pasamanos, arena, soga…, nuestras amigas los pasaban victoriosas, aunque agotadas también; sin embargo, mientras Lily veía todas las direcciones sin juntar los parpados, Mandy los cerró sin aún pasar las barandas… y, por un muñeco que se abrió paso de un empujón, cayó sobre un tarro de pintura rosada… ¡Un bocinazo, un duchazo!
La otra muñeca volteó la mirada apenas escuchó su grito de horror y se dio un saltito, antes de retornarla a una soga ¡muy pocos metros de ella! Solo para tropezarse de cara al suelo por ¡vaya casualidad! El mismo atropellador de hace rato.
Trotadoras… aún de cabeza abajo, pocos tocaban el suelo sin gritar horrorizados…, rascadores, el único masajista gatuno que podía quitarles algo de lana…, maquinas golpeadoras…, casi todos ellos chillaban por los guantes sobre el vientre ¡si no se moldeaban comounchicle!
De estar acompañadas, Lily ahora dejó de divisarla, mientras que todavía escuchaba las bocinas, la desesperación de sus compañeros en la lavadora, los conteos en pantalla y los pasos en estampida ¡todo a cada segundo!
Los minutos seguían pasando, parecía no sentir nada en su camino…, hasta que la cabeza comenzó a punzarle en segundos, pero ella reanudó su camino… incluso cuando ya sentía luego el pecho y finalmente sus piernas. Hasta que, de unos determinados cinco minutos, otros cinco finalmente le cerrarían los ojos y le soltarían toda articulación… para desplomarse.
Mientras que los muñecos o se detenían a respirar o corrían por sus vidas, Lou se encontraba en el asiento haciendo la relación de “perfectos”, los que no tropezaban ni conocían aquella ducha giratoria, cuando se sobresaltó y dejó caer su atril al oír una sirena similar a la de una ambulancia; luego de recogerlo todo, se toparía con uno de sus asistentes llamándolo.