Capítulo 2
12 de noviembre de 2025, 7:22
El Callejón Diagon era un golpe sensorial para Petunia. Los olores a polvos explosivos, caramelos extraños y pergamino antiguo se mezclaban en el aire, formando un perfume que le resultaba a la vez repulsivo y fascinante. Los colores chillones de las túnicas, el revoloteo de lechuzas y el chisporroteo de la magia en cada esquina hacían que cada uno de sus pelos se erizara. Quería gritar, quería escapar de aquel lugar de pesadilla, pero el grimorio, escondido en su bolso, pesaba como una losa recordandole porque fue a ese lugar.
Avanzó con rigidez, como si caminara sobre cristales rotos, esquivando a una mujer con un sombrero puntiagudo que hablaba con su bolso y a un grupo de jóvenes que reían alrededor de una vitrina con escobas. Se sentía expuesta, fuera de lugar.
Necesitaba encontrar los ingredientes. Pero, ¿dónde? Las tiendas tenían nombres que no entendía: «Slug & Jiggers Apothecary», «Flourish and Blotts»... Ninguna parecía el lugar adecuado para comprar «lágrimas de fénix».
La desesperación comenzó a apoderarse de ella. Estaba a punto de darse por vencida y huir cuando vio a un anciano de aspecto amable, con una túnica gastada pero limpia, organizando unos extraños instrumentos de latón en un puesto callejero. Parecía el ser más normal del lugar.
Tomó aire, ajustando su máscara de amabilidad forzada, y se acercó.
—Disculpe, señor —dijo, con una voz un poco más aguda de lo usual—. ¿Podría… ayudarme? Soy nueva en… todo esto.
El anciano la miró por encima de sus gafas redondas. Sus ojos, de un azul claro, parecían percibir su incomodidad.
—Por supuesto, querida. ¿Qué busca? A veces este lugar puede ser abrumador para los que no están acostumbrados.
Petunia forcejeó mentalmente. No podía decir la verdad. Jamás.
—Oh, es una tontería —rió, un sonido falso y metálico—. Mi… mi sobrino. Sí, mi sobrino. Es estudiante en Hogwarts, ya sabe. Está muy interesado en la… alquimia. Una fase, supongo. Me pidió que le consiguiera unos ingredientes para un proyecto escolar. Como su tía favorita, ¡cómo negarme!
El anciano sonrió, pareceindo creer la historia.
—¡Ah, la juventud y sus experimentos! Claro, claro. ¿Qué necesita el joven?
Petunia sacó del bolso un trozo de papel donde había copiado los nombres con su letra pulcra y temblorosa.
—Veamos… —leyó, fingiendo dificultad—. Polvo de cuerno de occamy, raíz de mandrágora… y… lágrimas de fénix. ¿Es eso? Suena todo muy… exótico.
El anciano silbó bajito, arqueando las cejas.
—Vaya, vaya. Su sobrino apunta alto. No son ingredientes comunes, querida. Y mucho menos baratos. Las lágrimas de fénix, en particular… solo se consiguen en casos muy especiales. El fénix es una criatura noble y rara.
—¡Oh, el dinero no es problema! —se apresuró a decir Petunia, tocando la bolsita de monedas de oro—. Su tío… mi esposo… tiene una empresa muy próspera. Solo necesito saber dónde puedo adquirirlos.
El hombre la estudió por un momento. Petunia sintió un sudor frío en la nuca. ¿La habría descubierto?
—Para algo tan específico —dijo finalmente—, su mejor opción es «Slug & Jiggers», la tienda de pociones, justo al final a la derecha. El señor Slug tiene de todo, aunque a un precio. Y para las lágrimas de fénix… tendrá que preguntar por allí. Es un artículo que se vende bajo mostrador, por así decirlo. No es algo que se exhiba.
—¡Oh, gracias! ¡Mil gracias, señor! —exclamó Petunia, con un alivio tan intenso que casi sonó genuino—. Mi sobrino estará tan agradecido.
—Espero que su proyecto salga bien —dijo el anciano con una sonrisa cordial antes de volver a sus instrumentos—. Y tenga cuidado, señora. Algunos de esos componentes pueden ser… volátiles en manos inexpertas.
—¡Oh, no se preocupe! ¡Es un niño muy brillante! —mintió Petunia una vez más, y se alejó rápidamente, sus tacones repiqueteando contra el adoquín.
Caminó hacia la tienda que le habían indicado, su corazón latiendo con una mezcla de triunfo y terror. Había mentido. Había engañado a uno de ellos. Y lo había hecho bien.
Al pasar frente a una tienda de varitas, se vio reflejada en el cristal: una mujer larga y delgada, con un vestido beige ridículo en un mar de color y magia. Pero ya no se veía a sí misma como una intrusa. Se veía como una cazadora. Una depredadora que había entrado en la guarida de su presa y estaba a punto de conseguir lo que quería.
La envidia que ardía en su pecho se avivó, calentada por el éxito de su primer engaño. Pronto, Lily, pensó, mientras una sonrisa fría se dibujaba en sus labios. Pronto todo lo que fue tuyo será mío. Absolutamente todo.
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💠Jade💠