ID de la obra: 1401

En el bosque

Het
PG-13
En progreso
1
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 16.320 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
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Magia primitiva

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Por unos segundos, ambos se quedaron de piedra mirando esas gradas a la escasa luz mágica. El aire estaba impregnado de un olor metálico y rancio, uno que ninguno de los dos quería reconocer en voz alta. Illeana tragó saliva—¿Viste? Tenía razón —murmuró Illeana con voz temblorosa. —Si, eres una genio —asintió él, aún pasmado en su posición— Un genio que ahora tiene que subir las escaleras conmigo. —O… podríamos también regresar —sugirió con una sonrisa esperanzada, ligeramente angustiada— Quizá tomar otro camino, hacer un plan, tomar más té… Karsh, yo… yo te espero aquí. Él giró la cabeza tan rápido que su túnica se agitó con dramatismo— ¡¿Qué?! —Era broma —se apresuró a decir ella, aunque su risa sonó más a un jadeo nervioso— Pero si te parece una buena idea, podemos considerarla. Karsh se pasó las manos por el cabello, murmurando algo sobre cómo demonios había terminado en esta situación— No importa —suspiró, enderezándose— Prepara la daga. Illeana sacó su arma y la sostuvo frente a sí, adoptando una postura que probablemente había aprendido en alguna obra de teatro. Karsh se la quedó mirando, incrédulo. —Illeana, eso no es una varita mágica. —Lo sé, es una daga —dijo ella con orgullo— Pero si la agito así, tiene más presencia. —Sí, claro, porque los monstruos se mueren de risa antes de atacarte. —¡Exacto! Estrategia psicológica. Karsh resopló, pero no pudo evitar la pequeña sonrisa que asomó en sus labios antes de subir la primera escalera. Él mismo extrajo su espada y la mantuvo en ristre mientras pensaba aún. Illeana le siguió, con la daga en alto y una expresión resuelta. Buscaban la forma de evitar las áreas manchadas y solo pisar los escalones limpios. Antes de subir más de dos escalones, algo blanco salió de la nada, volando, moviéndose a tal velocidad que Illeana solo vislumbró un borrón blanco antes de gritar. —¡Karsh! ¡Agáchate! Él se agachó a tiempo, para evitar que esto se estrellara contra su cabeza, pero no evitó perder el equilibrio y quedarse pegado a la pared por unos segundos.  —¿Qué era? —murmuró, Karsh— ¿Siquiera era algo real, Illeana? —¿Cómo me preguntas eso? ¡Lo vi! ¡Era muy real! —gimoteó ella levemente, pero se recompuso con rapidez— No... ¡Espera! Karsh, ya sé lo que es. Con un paso rápido bajó los escalones que habían subido y fue de nuevo al pasillo oscuro. Karsh, exasperado ahora más que nunca, quiso bajar para seguirla, pero Illeana apareció de nuevo de entre la oscuridad con la cosa blanca entre las manos. Era una carta doblada como un avión de papel. —¡Mira! ¡Nos respondieron del castillo!  El mago suspiró con alivio, bajando a su vez para ver la carta— Que dicha... desdóblala, Aaron se estará disculpando por meternos en esta encrucijada... —masculló con severa molestia, volteando a las gradas antes de volver la vista al papel. —Oh no... Karsh... —el rostro de Illeana se demudó en una expresión de desaliento— O es una broma de Aaron... o hemos recibido nuestra misma carta... Él se inclinó y, al leer lo que ponía el papel, su alivio se apagó. Ahí estaba su letra. Era la misma carta que enviaron antes de empezar la exploración del castillo abandonado. Sus manos fueron instintivamente a su cabello para apretarlo entre sus dedos con extrema frustración. —Esto es... es muy malo... —murmuró con voz entrecortada— Estoy seguro de que ni siquiera salió de los alrededores... —¿Aun quieres subir? —le respondió ella, con un tono tan desalentado como el suyo. Se miraron a los ojos unos instantes. No sabían qué hacer realmente ahora. Si subían esas escaleras, talvez encontrarían algo perturbador que no les vendría en ninguna gracia. Algún peligro enorme acechaba allá arriba en esa torre y ahora veían que no solo no podían regresar por donde vinieron, sabiendo el monstruo que los esperaba fuera. Estaban incomunicados al completo. Illeana dobló la nota y la guardó en su bolsa. Entonces, tomó con mayor firmeza la daga y miró a Karsh con determinación. Él asintió, el deber era el deber. Igual que la noche que la oscuridad quiso llevarse a las gemelas el día que nacieron, igual que la noche en que las encontró en la fiesta de cumpleaños de Cam. Igual que el día del eclipse. Karsh empuñó la espada y tomó a Illeana de la mano contraria para darle un beso antes de que ambos enfilaran de regreso a las gradas ensangrentadas. Empezaron a subir, esta vez con más aplomo. Serios y a la expectativa. Sea lo que sea que encontraran ahí, ellos le darían pelea hasta el ultimo momento. La sangre se detenía por algunos tramos de escaleras, pero volvía a aparecer en varios otros sitios en las gradas. Incluso había en las paredes. Karsh se llevó una mano a la boca en un momento, para aplacar una arcada que disimuló lo mejor que pudo. Debía mostrarse seguro delante de Illeana. No era que ella no estuviera asustada o que no tuvieran la confianza suficiente como para que se lo dijese. Pero Karsh sabía que así como era él la voz de la razón, así debía ser valiente por los dos.  En lo alto de las escaleras, había una puerta de madera. Por la parte entre el piso y la puerta se colaba la misma luz anaranjada que vieron fuera. Era aquí, obviamente. Karsh dio un respiro antes de patear la madera y abrir la entrada.     El portal resplandeció con un destello cegador cuando Cam y Alex irrumpieron en la sala del castillo, aún con la energía residual chisporroteando en sus cuerpos. La puerta de vitrales se cerró tras ellas cuando ingresaron a la sala. —Y supongo que incendiar a tu hermana era parte de tu brillante plan, ¿no es cierto? —espetó Alex, volviéndose con los ojos encendidos de indignación— Porque claramente esa era tu intención. Pasó sus manos con rapidez por su ropa semi chamuscada varias veces para sacarse de encima parte de las brasas. Entrar a la chimenea como en Harry Potter había sido la peor idea que se la había ocurrido a Cam. Desde que se vio la saga de peliculas, había estado emulando una gran cantidad de hechizos raros. Y sorprendentemente, la mayoría le funcionaban a medias, pero esto era ridículo. —¡Qué exagerada eres! —bufó Cam, rodando los ojos mientras sacudía las chispas mágicas de su túnica— Te dije que lo tenía controlado. ¿Cuándo vas a aprender a confiar en mí? —El día en que no me teletransportes de cabeza contra una chimenea encendida. —gruñó Alex, pasándose una mano por el cabello humeante mientras tomaba la delantera— La próxima vez camino, aunque me tome una semana llegar. No sé por qué dejo que me convenzas... otra vez. —Porque en el fondo sabes que tengo razón —alzó la voz y apretó el paso para alcanzarla. La noche creaba sombras bastante raras en el palacio, pero nada que pudiera asustarlas a esa altura. Las dos chicas cruzaron una sala amplia antes de arribar a una habitación que conectaba con una terraza. Ahí, los reyes se encontraban mirando con un telescopio hacia lo más lejano del bosque. Ambos parecían muy atentos y preocupados, porque no se inmutaron ante la llegada estrepitosa de las gemelas.  —Padres, por favor —llamó Alex con urgencia, acercándose— ¿pueden decirle a este solecito que deje de ponerme de los nervios? —¡No te estoy molestando, exagerada! —rezongó Cam, resoplando y lanzando hacia arriba un mechón de cabello ruloso de su frente— Pero eso no importa ahora, porque... Las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta al notar la expresión grave de Aaron y Miranda cuando finalmente apartaron el rostro del telescopio. Su mirada, clara y preocupada, les heló la sangre.  —¿Qué sucede? —preguntaron las gemelas al unísono, sintiendo cómo la ansiedad se filtraba en sus venas. Miranda fue la primera en hablar—Karsh e Illeana han sido enviados al bosque en una misión. Salieron hace un par de horas y aún no hemos tenido noticias suyas... —su voz templada pero con un deje de inquietud. —Y considerando que lo último que vimos fue su silueta perdiéndose entre los árboles, perseguidos por una figura oscura… —murmuró Aaron, chasqueando la lengua con pesar— Es posible que estén en grave peligro. Pero no podemos estar seguros porque tampoco han enviado ningún mensaje. Cam y Alex se miraron con los ojos muy abiertos, antes de que Cam diera un paso adelante con resolución. —¿Y por qué no nos dijeron antes? —explotó, la magia chispeando en sus dedos— ¡Vamos nosotras a salvarlos! —Woow, woow, wooow, ¡Cam! —Alex la agarró del brazo, gesticulando exageradamente con las manos— Ni siquiera sabemos a qué nos enfrentamos. Karsh e Illeana tienen más experiencia que nosotras, y si ellos están en peligro, imagina lo que nos pasará a nosotras. —Ha pasado muy poco tiempo como para asumir lo peor —intervino Aaron con tono firme—. Lo más prudente es esperar. Pero ya que están aquí, pueden ayudarnos con un hechizo de visión remota. —No están listas para eso. —murmuró Miranda a su esposo, posando una mano en su hombro— Aun son un par de niñas en la magia, Aaron. No han practicado, ni siquiera lo han intentado antes. EL rey de Coventry se giró hacia las gemelas y les dedicó una sonrisa confiada. —Yo confío en ellas. Las he visto hacer cosas mil veces más poderosas. ¿Por qué no podrían conjurar un hechizo como este?     La mano de Karsh voló con rapidez para cubrir los ojos de Illeana. Su aliento se tornó errático, y sus dedos temblaron contra la piel de ella. Illeana soltó un grito ahogado por la sorpresa, pero al notar la rigidez de su compañero y el latido acelerado en su muñeca, no intentó apartarlo. —¿Qué es? —murmuró ella— ¿Qué es, Karsh? Él se quedó en silencio unos segundos más, asimilando lo que veía. La habitación de la torre era circular, sin aristas ni esquinas. La única ventana había sido tapiada con tablones gruesos, arañados y astillados, con manchas de sangre seca incrustadas en las vetas de la madera. Había plantas secas colgadas de las vigas del techo y una fogata en el centro del suelo, en una especie de pozo excavado en la piedra. Ardía como si llevara horas encendida. La grieta que vieron antes estaba en el lateral de una pared, la que daba a la entrada del castillo. Por ahí, se veía la oscuridad de fuera y el frescor de la noche atraía el humo al exterior. Karsh parpadeó con fuerza. Primero había pensado que se trataba de retazos de tela sucia, restos de algún saco o manta vieja, desperdigados junto a la improvisada fogata. Pero entonces, el parpadeo de las llamas iluminó con claridad las formas pálidas y desnudas que yacían cerca. Entendió que aquello que era más grande y pálido, que estaba más cercano a las llamas, era un torso humano desnudo, desmembrado a la altura del ombligo. Un poco más allá, un par de brazos, aún con dedos crispados en una garra inútil, reposaban con una inquietante naturalidad. Y al otro lado del pozo, dos juegos de piernas estaban dispuestos como si alguien los hubiera apilado deliberadamente. No había cabezas, pero según identificó, había ahí minimo dos personas desmembradas. La sangre que vieron en la entrada del castillo se repetía aquí, pero de una forma aún más macabra: empapaba la mesa cercana, donde un gato negro yacía abierto en canal. Sus entrañas habían sido extraídas y sustituidas con velas encendidas, sus tripas convertidas en un lecho de cera derretida. Entre los órganos vaciados y secos, alguien había insertado fragmentos de plantas y listones con piedras atadas, como si intentaran encerrar un poder oscuro en la muerte de la criatura. Y lo más perturbador de todo: los miembros humanos estaban completamente exangües. No había la menor gota de sangre en ellos. Parecían fríos y rígidos como miembros de maniquíes, esculpidos en una pálida parodia de la vida. Karsh sintió un escalofrío treparle por la espalda e inconscientemente retrocedió unos pasos. Suspiró ahogadamente. El miedo que sentía era ahora por la rubia que sostenía con protección cerca de su cuerpo. —No mires… —susurró finalmente, sin soltarla aún. Illeana tragó en seco. —Está bien… ¿Por qué no? —murmuró, con la curiosidad hormigueándole en la piel, pero también con el instinto advirtiéndole que no insistiera—. Por lo menos descríbemelo… quiero saber porqué no... Karsh exhaló despacio, cerrando los ojos por un instante para despejar la mente. Había visto ilustraciones de esto en un libro de la universidad mágica. Hablaba sobre algo así como la magia de otras dimensiones menos mágicas, con seres más oscuros y perturbados.  —Ya sé de dónde venía la sangre —dijo en voz baja, con una rigidez que le tensó a Illeana los hombros—. Es claro que alguien está practicando hechizos en este lado del bosque. Pero es magia primitiva, de la peor… La que involucra sacrificios de animales y espíritus malignos. Illeana sintió un escalofrío recorrerle la espalda— ¿Qué hacemos entonces? ¿Es peligroso? —Mucho más de lo que imaginas… —murmuró Karsh. Su voz era apenas un hilo tenso—. Mira, yo... yo creo que debemos regresar y contárselo a Aaron y a Miranda. Sea lo que sea esto… es de lo más peligroso que he visto. De la nada, el impulso de vomitar lo acometió y cerró los ojos con fuerza de nuevo para tranquilizarse. Debían salir de ahí. Entonces, para su mala suerte, el sonido gutural de un gruñido se coló escaleras abajo, por el sitio donde habían subido. Karsh giró la cabeza muy lentamente, con la certeza de que, en la oscuridad de esos peldaños, algo los estaba observando. El lobo los había encontrado.     —Creo que ya veo algo... —alzó la voz, emocionada, Camryn— solo que hay poca luz, no entiendo qué es... —Son ellos —dijo Alex, ladeando la cabeza y entornando la vista— Pero... están acuclillados en una esquina. Aaron y Miranda se hallaban detrás de ellas, mirando hacia abajo, al agua que sostenían las gemelas en el hueco de sus manos. Este hechizo era más fácil cuando se era una sola persona la que lo configuraba, pero ahora, ambas tenían los dedos entumecidos por sostener el agua de esta forma. Gotas frías caían a la fuente bajo sus manos. La imagen era brumosa, como niebla líquida, sombras se movían en ella.  —Yo si los veo —dijo el rey— están completos, eso ya es mucho decir, pero se ven asustados. —¿Crees que están en problemas? —se inclinó Miranda. —Hasta donde veo... talvez no... —ladeó la cabeza Aaron como Alex— porque Karsh le cubre los ojos a Illeana y hay un fuego delante de ellos... o eso es lo que parece. Una sombra oscura pasó delante de ese fuego y la luz se bloqueó llenando de oscuridad a los dos magos. La imagen entonces se diluyó cuando el agua se escurrió por tercera vez entre los dedos de las gemelas. —¡Lo hiciste otra vez! —casi gritó Alex. —Esta vez fuiste tú —se defendió ella con un suspiro— es muy dificil, papá... —No importa, niñas, ya vimos suficiente —dijo con firmeza Aaron— Iré por ellos.
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