Ingredientes y recetas
23 de noviembre de 2025, 11:15
Piper apareció en medio del amplio salón de Cole en un destello brillante de orbes mágicos, tambaleándose por el peso de las múltiples bolsas y frascos que llevaba en las manos y sobre los brazos. La mujer apenas tuvo tiempo de recuperar el equilibrio antes de que uno de los botes casi se le resbalara.
—¡Cole! —su voz resonó en el lugar, mezclando estrés con irritación—. ¿Podrías, no sé, aparecer de repente como siempre haces y ayudarme?
La figura del demonio emergió lentamente desde las sombras de un rincón cercano, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y su característico aire de serenidad burlona. Su sonrisa ladina estaba ahí, como si disfrutara del espectáculo.
—Piper Halliwell, la imagen misma de la tranquilidad —comentó con tono burlón, inclinándose casualmente contra el marco de la puerta—. ¿Qué llevas ahí, el contenido entero del Libro de las Sombras?
Piper resopló, irritada, y dejó caer las bolsas más grandes sobre el sofá de cuero oscuro que dominaba el salón.
—Es todo lo que necesitamos para la poción —respondió con exasperación—. ¿O pensabas que los ingredientes iban a materializarse mágicamente en tus manos? Porque lamento informarte que no soy un hada madrina.
Cole arqueó una ceja, caminando lentamente hacia ella. —¿Sabes que podrías haberme pedido ayuda? —dijo en un tono que era casi... amable.
—¡Oh, claro! —Piper agitó las manos dramáticamente—. Como si realmente confiara en que no te tomarías tu tiempo mientras yo cargaba con todo esto. ¿Dónde está tu laboratorio? O lo que sea que uses para hacer tus cosas demoníacas.
—Qué cariñosa eres hoy. —Cole suspiró teatralmente, antes de señalar con la cabeza hacia una puerta cercana—. Por aquí. Aunque te advierto, no está exactamente diseñado para manualidades de bruja.
Piper apretó los labios y recogió las bolsas nuevamente. A medida que lo seguía, lanzaba miradas rápidas al lugar. La casa de Cole era exactamente lo que esperaba: amplia, lujosa y ligeramente intimidante. Las sombras parecían abrazar cada rincón, y había algo en la energía del lugar que le provocaba un escalofrío... y, por supuesto, irritación.
—¿Debería sorprenderme de que no haya ventanas? —murmuró mientras entraban a la habitación indicada.
El lugar estaba menos lúgubre de lo que anticipaba. Era un espacio amplio, con una mesa central y varias repisas llenas de frascos y objetos que prefería no identificar. Había un candelabro colgante que proporcionaba una luz cálida y vacilante.
—¿Qué es esto? ¿Tu guarida secreta? —preguntó Piper con sarcasmo, mientras descargaba los ingredientes sobre la mesa.
—Es mi espacio de trabajo —corrigió Cole, apoyándose despreocupadamente en la pared—. Aunque creo que tiene un nuevo propósito ahora que tú estás aquí.
Piper se giró hacia él, con las manos en las caderas y el ceño fruncido. —Escucha, esto no va a ser fácil, ¿de acuerdo? Necesito concentración, y lo último que necesito es que estés aquí, mirándome como si esto fuera algún tipo de espectáculo.
—¿Quieres que me vaya? —preguntó Cole, alzando una ceja con una media sonrisa.
—Sí. No. —Piper suspiró, pasándose una mano por el cabello—. Solo... haz algo útil. Como cortar los ingredientes. O no sé, ¿hacer que esta habitación no parezca un set de una película de terror?
—A tu hermana le gustaba esta habitación.
—Phoebe nunca tuvo que estar en esta situación, es obvio —gruñó ella, atravesándolo con la mirada.
Cole soltó una carcajada genuina y dio un paso hacia la mesa. —De acuerdo, Halliwell. Pero si vas a mandarme a hacer cosas, al menos intenta ser un poco más agradable.
Piper bufó, pero no pudo evitar el leve rubor que apareció en sus mejillas. —Solo dame el mortero —respondió, desviando la mirada.
Cole se inclinó un poco hacia ella, lo suficiente para que sus manos se rozaran mientras le pasaba el mortero de piedra.
—Como desees, bruja —murmuró con una voz grave que la hizo estremecer.
Piper no respondió de inmediato. Se concentró en los ingredientes frente a ella, triturando con más fuerza de la necesaria unas semillas grandes y añadiendo trozos de ceniza al mortero, susurrando hechizos con la voz apenas audible. Sin embargo, la atmósfera de la habitación se sentía densa, demasiado cargada, como si algo invisible flotara entre ellos, presionándolos desde todas las direcciones.
—¿Era necesario que vinieras aquí? —murmuró Cole finalmente, su tono neutro pero cargado de intención—. Podrías haberlo hecho en la casa de tus hermanas.
Piper tensó los labios, sin levantar la vista. —Sabes por qué —gruñó entre dientes—. Prue ya sabe lo que está pasando y lo que vamos a intentar hacer, pero Phoebe no debe enterarse. No ahora, no cuando está empezando con alguien nuevo.
Cole asintió lentamente, como si reflexionara sobre sus palabras, pero no añadió nada. Era un tema delicado, incluso para él. Su relación con Phoebe había quedado enterrada hacía tiempo, transformada en un eco distante de noches apasionadas y decisiones que habían marcado a ambos. Para Cole, esos momentos eran como cicatrices: parte de él, pero sin dolor. Piper, por su parte, había aprendido a aceptar que, aunque Phoebe decía estar bien, había una fragilidad latente que no podía arriesgarse a tocar.
—¿No vas a decir nada? —lo desafió ella, interrumpiendo sus pensamientos.
Él se encogió de hombros, cruzando los brazos mientras apoyaba la espalda contra la pared. —Viniste aquí para hacer la poción, no para desenterrar el pasado.
Piper bufó con impaciencia, triturando los ingredientes con más fuerza. —¿Y tú qué haces? —espetó con un leve deje de frustración—. Se supone que deberías estar preparando el caldero.
Cole no respondió de inmediato. En lugar de eso, sus ojos oscuros la siguieron mientras ella se inclinaba sobre la mesa, completamente enfocada en su tarea. Fue entonces cuando notó cómo su mirada se desviaba, recorriendo lentamente la curva de su vientre abultado. Piper, sensible al cambio de energía, alzó la vista justo a tiempo para captarlo.
—¿Puedes mirar a otro lado, por favor? —gruñó, incómoda bajo su escrutinio.
—¿Cuántos meses tienes? —preguntó él, sin molestarse en disimular su curiosidad.
Ella apretó la mandíbula, buscando controlar su temperamento. —¿Por qué te importa?
—Ya vi la receta —respondió con calma, señalando los ingredientes que ella había traído—. Dice que tomará al menos dos meses, incluso con todos los componentes recogidos en luna llena. A este ritmo, el bebé podría nacer antes de que la poción esté lista.
Piper giró bruscamente hacia él, con los ojos entrecerrados presa de la incredulidad y una rabia diferente a las anteriores— ¿Qué te importa a ti cuándo nazca?
Cole levantó las manos en un gesto conciliador, aunque su expresión permaneció seria. —Nada. Solo pensé que es una lástima que el padre no esté para verlo cuando nazca.
El comentario cayó como una bomba en el ambiente. Piper dejó caer la cuchara que sostenía.
—¿Nos estuviste espiando? —exigió, dando un paso hacia él, con los ojos llameantes—. Porque no veo cómo podrías saber que Leo no estará cuando nazca.
Cole dejó escapar una risa suave, casi burlona, mientras terminaba de instalar el caldero en el centro de la habitación. —No necesitaba espiarte, Piper. Es obvio. No he visto a Leo en semanas, y por cómo esquivas cualquier mención de él... bueno, era fácil deducirlo.
Piper cerró los puños, tratando de contener la oleada de emociones que amenazaban con desbordarla. Lo observó mientras él ajustaba el mechero bajo el caldero, calibrando el fuego con una precisión casi meticulosa. Cuando añadió las primeras gotas de un líquido rojo brillante que chisporroteó peligrosamente al entrar en contacto con el metal caliente, su expresión estaba completamente serena, como si nada de lo que acababa de decir la hubiera afectado.
—¿Por qué te importa, Cole? —insistió ella, su voz cargada de desafío.
Él se encogió de hombros mientras giraba la perilla del mechero— No me importa. Pero si vamos a trabajar juntos, pensé que querrías desahogarte con alguien que no va a juzgarte. Porque, créeme, no hay nadie menos indicado para juzgar que yo.
—Mira, Cole. No quiero desahogarme contigo ni con nadie. Solo quiero terminar esto antes de que se salga de control.
—¿De qué hablas? —preguntó él, con la ceja arqueada.
Ella dudó, mirando el contenido del caldero como si esperara que la respuesta surgiera mágicamente de ahí. Finalmente, lo enfrentó, con los ojos ardiendo de determinación.
—No sé si esto funcionará. No sé si la poción nos liberará o nos atará aún más. Y no puedo permitirme el lujo de fallar, no ahora.
Cole se quedó mirándola, su expresión se suavizó un instante, pero pronto fue sustituida por una sonrisa ladeada. Un brillo oscuro cruzó sus ojos.
—Eres demasiado perfeccionista, Piper. Si esto falla... bueno, siempre hay otras formas de lidiar con lo prohibido.
Piper intentó volver a enfocarse en el caldero, pero sentía los ojos de Cole fijos en ella. La manera en que la observaba no tenía nada que ver con el pasado que compartió con Phoebe, y esa certeza le provocaba un nudo en el estómago.
—¿Qué quieres decir con "otras formas"? —preguntó finalmente, sin levantar la vista, su voz tensa.
Cole sonrió, y la sombra de algo peligroso apareció en sus ojos. Dio un paso hacia ella, acercándose más de lo que era necesario— Quiero decir que hay cosas que no puedes destruir con magia, Piper. Después de todo parece que ambos sentimos lo mismo, de alguna casual forma retorcida. Tal vez esos sentimientos... —bajó la voz, su tono grave y bajo resonando cerca de ella— no estén aquí para ser eliminados.
—¡Claro que lo están! —Piper se giró bruscamente, apuntándolo con el dedo—. Tú mimo dijiste que querías eliminarlo.
—Eso fue antes de saber que tú también sentías algo por mi —contraatacó él sin dejar de mirarla de esa forma.
—Esto no está bien, Cole. Tú lo sabes. Yo lo sé. Por eso estamos haciendo esta poción.
Cole no se apartó. Al contrario, inclinó la cabeza hacia ella, lo suficiente como para que el calor de su proximidad le rozara la piel. —¿Y qué pasa si no funciona? —preguntó con suavidad, sus palabras casi un susurro—. ¿Qué harás si seguimos sintiéndonos así?
Piper retrocedió instintivamente, pero chocó contra la mesa. —Funcionará. Tiene que hacerlo.
Cole se inclinó un poco más, colocando una mano en la mesa a su lado, acorralándola sin tocarla. La cercanía era abrumadora. —Siempre tienes todas las respuestas, ¿verdad? —murmuró, con una sonrisa que bordeaba entre la burla y la amenaza—. Pero no puedes mentirte a ti misma, Piper.
Ella abrió la boca para responder, pero las palabras murieron en su garganta. La intensidad de su mirada, la forma en que su cuerpo irradiaba calor cerca del suyo... era demasiado. Sintió su respiración acelerarse mientras sus dedos se cerraban sobre el borde de la mesa, buscando algún tipo de estabilidad. El recuerdo de aquel beso el otro día le seguía persiguiendo.
—Cole... —su voz apenas fue un susurro, y ni siquiera ella estaba segura de si era una advertencia o una súplica.
Él bajó la mirada a sus labios, apenas unos segundos, pero el gesto hizo que todo en su interior se tensara. La posibilidad estaba ahí, tangible, peligrosa. Piper sabía que un solo movimiento podría romper la frágil línea que los mantenía en lados opuestos de esa tormenta emocional.
Finalmente, fue ella quien rompió el momento, girando bruscamente hacia el caldero. —Necesito concentrarme. —Su voz era más firme, aunque temblaba en los bordes.
Cole permaneció en silencio por unos instantes. Luego, lentamente, retrocedió, dándole espacio. Pero su sonrisa no desapareció. —Como quieras, Halliwell. —La manera en que lo dijo hizo que un escalofrío le recorriera la espalda, pero esta vez no estaba segura de si era miedo.