Enfrentamiento
23 de noviembre de 2025, 11:15
El pasillo se llenó de una presencia sofocante justo cuando llegaron al ala derecha. Una figura oscura emergió de entre las sombras, su forma apenas discernible en la penumbra. Tenía una sonrisa cruel y unos ojos que ardían como carbones encendidos. Piper no lo conocía, pero era claro que era otro demonio, quizá uno de sangre más pura que la de Cole.
—¿Otra vez tú? —gruñó Cole, cruzándose de brazos con un gesto que intentaba parecer despreocupado, aunque Piper pudo notar la rigidez en su postura.
—¿Me extrañaste, Turner? —respondió el demonio, su voz goteando burla. Su mirada se deslizó hacia Piper y su vientre con una lentitud deliberada—. Vaya, has estado ocupado.
Cole no respondió al instante, pero la sombra de una sonrisa amarga se dibujó en sus labios— Oh, sí, me dedico al diseño de interiores y a cocinar pociones con mi amiga embarazada. La rutina me sienta bien.
Darren soltó una carcajada áspera, inclinando la cabeza como si estuviera evaluando las palabras de Cole— ¿Amiga, dices? —repitió, el sarcasmo destilando de cada sílaba—. Me extrañó por un momento. No es del tipo de mujeres a las que estás acostumbrado… ¿O me equivoco?
Cole estrechó los ojos, pero mantuvo su postura relajada— Claro, porque eres un experto en mi tipo. Recordemos cómo terminó tu último intento de irritarme: derrotado y humillado.
—No es lo que recuerdo. —Darren avanzó otro paso, las luces del caldero reflejándose en sus ojos como brasas— Más bien, diría que dejaste algo pendiente... y ahora estoy aquí para recoger mi recompensa.
Piper, que había estado observando en silencio, no pudo evitar intervenir. —¿Siempre hablas tanto antes de hacer algo?
Darren giró la cabeza hacia ella, sus labios curvándose en una sonrisa maliciosa. —Y tú debes ser la famosa Piper Halliwell. He oído cosas interesantes sobre ti. ¿Qué haces aquí, jugando a la casita con Turner?
—Viviendo mi vida sin el constante trauma existencial de ser un demonio fracasado, supongo —replicó Piper con una calma que no sentía del todo.
Cole dejó escapar una breve carcajada, genuinamente impresionado.
Darren chasqueó la lengua, irritado. —Disfruten su pequeña comedia mientras puedan. Esto no es un juego, Turner. Y tú, Halliwell… deberías pensar bien con quién decides asociarte. Este hombre tiene más sangre en las manos de la que podrías soportar.
Cole dio un paso adelante, su expresión endureciéndose— Y tú estás a punto de descubrir cuánta más puedo derramar.
Darren soltó una carcajada ronca, alzando una mano que brilló con una luz oscura. —Hoy no vine a hablar, Turner. He venido a terminar lo que empezamos. Y esta vez, no hay lugar para tus bromas.
El aire se tornó eléctrico cuando Darren lanzó la primera bola de energía oscura directamente hacia Cole. Este reaccionó rápidamente, levantando una barrera que absorbió el impacto, aunque el suelo crujió bajo sus pies. Piper, que se había escondido tras el marco de la puerta, ahogó un grito para volver a espiar tras Cole.
—¿De verdad? —se burló Cole mientras devolvía un ataque de energía ígnea que Darren esquivó con un movimiento ágil—. Pensé que después de nuestra última pelea, habrías aprendido un par de trucos nuevos.
Mientras los dos combatían, Piper observaba desde la sombra, sus manos temblando levemente mientras sostenía su posición detrás de Cole. Aunque no era fanática de quedarse de espectadora, sabía que lanzarse sin un plan era arriesgado, especialmente con el bebé de por medio.
Pero entonces vio algo que Cole no había notado: Darren estaba intentando rodearlo, creando una ilusión tras él que se movía en sincronía con sus ataques principales. Seguro que este era un truco nuevo en toda la regla. Piper cerró los ojos por un segundo, sintiendo el calor de su poder fluir a través de ella. No era tiempo para quedarse inmóvil.
Justo cuando Cole bloqueó otro ataque con un escudo mágico, Darren se lanzó hacia su espalda, un filo negro brillando en su mano. Piper no lo pensó dos veces.
—¡Cole, agáchate!
Cole se dejó caer de inmediato, confiando en su instinto más que en las palabras, justo cuando una explosión de energía salió disparada desde las manos de Piper. La esfera mágica impactó directamente en Darren, lanzándolo contra la pared con una fuerza brutal. El demonio gruñó de dolor, su forma tambaleándose mientras intentaba levantarse.
Pero antes de que pudiera reaccionar, Cole ya estaba sobre él. Con un gesto decidido, invocó una ráfaga de energía oscura que lo redujo a cenizas en cuestión de segundos.
Un pesado silencio llenó la sala, solo interrumpido por la respiración agitada de Piper. Ella se llevó una mano al pecho y otra al vientre, intentando calmarse. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos, y las emociones la desbordaban. Cole, por su parte, apagó con calma las llamas restantes en el suelo antes de que se extendieran, su expresión indescifrable.
Cuando se giró hacia ella, su rostro estaba marcado por una mezcla de irritación y algo más, algo que Piper no podía descifrar del todo.
—Habrías hecho mejor quedándote atrás —gruñó, su voz grave y cargada de reproche.
Piper alzó la barbilla, dispuesta a defenderse. —No me digas. Te salvé de una puñalada por la espalda. ¿Eso no te demuestra que no estoy indefensa?
Cole avanzó hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos. Sus ojos claros brillaban con una intensidad que la hizo retroceder un paso, pero solo logró apoyarse contra el marco de la puerta detrás de ella.
—¿Te olvidas del bebé? —su tono era firme, casi feroz, pero sus palabras traían consigo una preocupación genuina.
—¿Por qué esa repentina preocupación, Cole? —espetó ella, sus ojos buscando los de él, retándolo—. ¿No es mejor para ti que muera? Así no tendrás que hacer ninguna poción.
Él se quedó en silencio por un instante, el aire entre ambos pareciendo volverse más pesado. Finalmente, se acercó otro paso, inclinándose ligeramente hacia ella. Piper sintió que le faltaba el aliento, no por el enfrentamiento, sino por la proximidad inesperada.
—¿De verdad crees que me importa más una poción que tú? —su voz era apenas un susurro ahora, pero el peso de sus palabras la golpeó con fuerza.
Piper no supo qué responder. El tono de Cole había cambiado; ya no era un reproche ni una advertencia, sino una confesión implícita que la tomó desprevenida. Su mirada, siempre tan distante y calculadora, ahora parecía buscar algo en la de ella.
—No tienes que preocuparte por mí, Cole. —intentó sonar firme, pero su voz salió más suave de lo que esperaba.
Él alzó una mano, como si fuera a tocar su rostro, pero se detuvo a mitad de camino. Sus ojos bajaron al vientre de Piper, y su expresión se suavizó aún más.
—Me preocupo porque no puedo evitarlo —admitió al fin, con un deje de frustración—. Porque si algo te pasa...
Cole no terminó la frase, pero no hacía falta. Piper lo observó, su propio enojo disipándose en la confusión de emociones que ahora la embargaba. Sin pensarlo, levantó una mano y la apoyó en el brazo de él.
Entonces Cole cerró el espacio entre ellos cubriendo su boca con la suya.