ID de la obra: 1402

La cura para el amor

Het
R
Finalizada
2
Tamaño:
78 páginas, 40.191 palabras, 25 capítulos
Descripción:
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Ardor

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Desde hacía unos días, las cosas se habían puesto raras. Pero raras de verdad. Y Paige necesitaba saber qué estaba pasando exactamente. No tenía el don de ver el futuro, no podía anticipar lo que iba a suceder ni adivinar, por sí misma, lo que ya estaba ocurriendo. A menos, claro, que recurriera a sus propios métodos. En este caso, el espionaje. Claro que su método era más bien rudimentario. No tenía un plan elaborado ni un presupuesto para equipo de vigilancia digno del FBI. Además, seguir a Piper resultaba un desafío, porque su hermana no tomaba taxis ni caminaba como cualquier mortal; simplemente se materializaba en los lugares donde quería estar. Así que a Paige no le quedó más remedio que proceder por descarte: investigar todos los sitios donde debería encontrarse su hermana por las mañanas y las noches. El proceso había sido, en un principio, relativamente sencillo. Aunque no del todo. Prue sabía algo. De eso no cabía duda. Y se negaba a soltar prenda. El secretismo la corroía, y algo le decía a Paige que, si la estaban dejando al margen, era porque no querían que se enterara. Y eso, por supuesto, solo avivaba aún más su curiosidad. Por eso, en un giro poco ortodoxo de los acontecimientos, ahora se encontraba encaramada en el techo de la casa de Cole. Es una larga historia, pero en resumen: había agotado todas sus opciones. Recorrió el supermercado, las tiendas de ropa, el médico, los negocios para bebés, el mercado mágico, e incluso interrogó discretamente a los pocos amigos de Piper. Como última alternativa, acudió a un vidente, quien le soltó una serie de frases crípticas que, después de varios intentos de interpretación, la llevaron a una conclusión perturbadora: Piper había hecho una alianza con un ex enemigo. La pregunta era ¿cuál? Descartó a los obvios y, cuando la lista se redujo peligrosamente, no le quedó más remedio que aceptar la opción más improbable: Cole Turner. El ex esposo de Phoebe. No fue su primera opción, claro. Aún pensaba visitar a otras personas antes de lanzarse a semejante locura. Pero la intuición—o quizás un golpe de mala suerte—la llevó hasta aquí. Desde su escondite en el tragaluz, observó hacia abajo la escena con creciente incredulidad. Piper, su hermana mayor, su hermana embarazada, estaba en casa de Cole. Con Cole. Algo dentro de ella le gritó que lo que estaba viendo no tenía sentido. Si la poción en el caldero hubiese estado en su punto de ebullición, probablemente ella no habría podido acercarse tanto sin ser detectada. Pero Cole había tomado un poco y luego se alejó por el pasillo, con Piper siguiéndolo de cerca, sigilosa, como si no quisiera que él lo notara. La situación se tornaba más extraña con cada segundo. Paige no entendía qué estaba pasando, pero su curiosidad la empujó a seguirlos. Con la agilidad de una gata, descendió del techo y aterrizó más allá del caldero, evitando por poco un desastre. Sería irónico haber llegado hasta aquí solo para acabar chamuscada. No perdió tiempo en pensarlo demasiado. Se escabulló rápidamente detrás de los dos, hasta la cocina. Se ocultó tras una puerta entornada, intentando captar fragmentos de la conversación. Al principio, solo escuchó un intercambio de palabras airadas, sin un hilo claro. Reproches que iban y venían, frases cargadas de emoción, pero carentes de sentido para una espectadora externa. Frunció el ceño. Necesitaba escuchar mejor. Se deslizó un poco más cerca, pegándose a la pared en la que Piper estaba apoyada. O eso creyó… Cuando echó un vistazo por el borde, se quedó boquiabierta. No era Piper quien se apoyaba en la pared, era Cole quien la mantenía apretada contra ella. Paige se quedó boquiabierta al verlos besarse. No un beso casual ni contenido. Era una hoguera de deseo desesperado y ternura manifiesta, como si fueran dos amantes adolescentes redescubriendo el amor con la intensidad de la primera vez. ¿Qué demonios estaba pasando? Un pensamiento cruzó su mente como un relámpago: Tengo que decirle a Phoebe… Pero ¿De verdad sería lo más prudente? Su instinto le decía que no. Lo más prudente sería… Exigir explicaciones.     El vientre abultado no era un impedimento para ambos. Porque Cole se acercaba a ella consciente del bebé. Sus caricias y sus besos, su acercamiento y la ternura de sus movimientos eran para toda ella, sin excepciones. El roce de sus cuerpos, aun con la barrera de la ropa, los envolvía en una burbuja donde el tiempo parecía haberse detenido. Las manos de Cole descendieron por su cintura, acariciando su vientre con la misma devoción con la que la besaba. Su pulgar dibujó círculos sobre la tela de su vestido, apenas un roce, y la sensación la estremeció. Cuando él tiró suavemente de ella, guiándola, Piper no opuso resistencia. No había motivo para hacerlo. Se dejó arrastrar fuera de la cocina, a través del recibidor, hasta que sus pasos los llevaron al dormitorio. Allí, Cole la hizo sentarse al borde de la gran cama de sábanas moradas, con la mirada anclada en la suya, oscura y encendida de deseo. El corazón de Piper palpitaba con desenfreno, su piel estaba encendida, cada parte de su cuerpo ansiaba más de él, más de ese calor embriagador que la envolvía. Todo en su interior le gritaba que no se detuviera. Que la reclamara, que no existiera nada más que ese instante, que se olvidaran del resto del mundo para siempre. —Lo siento —murmuró él, sus manos se deshacían de los tirantes de su vestido con suavidad— No debí de ser tan cobarde... Debí decirte lo que hacía. —No, fue mi culpa... —aceptó ella, sellando sus labios con otro beso mientras él terminaba de quitarle el vestido, dejándola en ropa interior— No lo pienses más... Ella misma pasó las manos tras la espalda, desabrochando el sostén con un movimiento fluido antes de retirarlo por completo y dejarlo caer, sin preocuparse de dónde terminaba. La prenda quedó olvidada, al igual que cualquier pensamiento racional en su mente. Piper solo podía concentrarse en la forma en que Cole la miraba. Sus pupilas se dilataron, su respiración se volvió errática, como si el aire mismo se hiciera espeso entre ellos. Con un susurro apenas audible, dejó caer su frente contra la de ella, como si estuviera tomándose un instante para contenerse… pero solo fue un segundo. Su boca descendió, dejando un beso ardiente entre sus pechos antes de deslizarse con lentitud hacia su cuello. Piper se estremeció al sentir la calidez de su aliento recorriendo su piel, el leve roce de su lengua en la línea de su mandíbula antes de atraparla entre besos suaves y entrecortados. Las manos de Cole se cerraron con delicadeza sobre sus pechos, levemente hinchados, con la reverencia de quien sostiene algo sagrado. Sus dedos exploraron con sutileza, atrapando sus reacciones en cada suave presión, en cada roce que la hacía arquearse contra él. Piper sintió el ardor encenderse en su vientre y extenderse hasta su centro, un calor imposible de contener. Sus labios entreabiertos dejaron escapar un suspiro ahogado mientras sus manos se aferraban a los hombros de Cole, atrayéndolo más hacia ella, pidiéndole sin palabras que no se detuviera. Ahora su mente no podía hilar dos palabras juntas que fueran coherentes, mucho menos decirlas en voz alta. Cuando su cálida y hambrienta boca atrapó uno de sus pezones, un gemido tembloroso escapó de los labios de Piper. Su espalda se arqueó instintivamente, ofreciendo más de sí misma, buscando más de esa sensación que la hacía arder desde el interior. Sus dedos se hundieron en el cabello de Cole, enredándose en sus mechones oscuros mientras lo sostenía contra ella, sin intención de soltarlo. Cada leve succión, cada roce de su lengua sobre su piel la hacía estremecer. Pero no quería quedarse atrás. Con dedos ansiosos, empezó a desabotonar la camisa de Cole. Su impaciencia la traicionó cuando los botones resistieron por un segundo más de lo debido. Maldita y bendita maldición que los había unido en primer lugar. Cuando al fin la camisa cedió, Piper deslizó las manos por su pecho desnudo, sintiendo la firmeza de su piel bajo sus dedos. Su boca buscó la de él, besándolo con el mismo hambre que él le había demostrado. Entonces, como un balde de agua fría, el celular de Piper sonó con fuerza desde el estudio, donde hervía aún el caldero. Piper se tensó por un instante, su respiración aún entrecortada contra los labios de Cole. Él cerró los ojos con frustración, apoyando la frente en su hombro mientras exhalaba un suspiro cargado de deseo. —Ignóralo —murmuró él, deslizando sus manos por su espalda desnuda, aferrándose a ella. Piper dudó, su corazón aún desbocado, su piel encendida por las caricias que él le había dado. Pero el insistente timbre continuaba, perforando la atmósfera íntima que habían construido. —Podría ser importante —susurró, aunque la falta de convicción en su voz delataba que lo último que quería era separarse de él. Cole cerró los ojos un momento, controlando el impulso de pedirle que se quedara, que dejara todo atrás y lo eligiera a él, solo a él. Pero no tenía derecho a exigir algo así. Con un último beso, lento y cargado de lo que aún quedaba pendiente entre ellos, se apartó lo suficiente para dejarla ir. —Date prisa —susurró contra su oído—, porque no pienso esperar demasiado. Piper tragó saliva, estremeciéndose ante esa deliciosa promesa, antes de incorporarse y salir con pasos apresurados hacia el estudio. Una sonrisa de adrenalina y travesura seguía en su rostro a medida que caminaba, así vestida solamente con sus bragas. Al llegar al estudio, vio su celular en la mesa y, tras ella, se cerró la puerta. Piper se volvió, cubriéndose con las manos, sorprendida para encontrarse con Paige frente a ella.
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