Conciliábulo
23 de noviembre de 2025, 11:15
Cuando entró, a la mesa estaban sentadas Paige y Prue, como si estuvieran esperando este momento desde hace horas. Piper apretó la correa del bolso entre las manos mientras avanzaba dentro de la cocina. Se sentía como una acusada ingresando a una corte donde ya se ha dictado su sentencia sin juicio previo. Por eso, al acercarse, ella mantenía baja la mirada.
—¿Sabes? Imaginé que no regresarías, tan "ocupada" como te encontré —murmuró con cierto resquemor rencoroso la más joven, mientras le lanzaba miradas inquisitivas por el borde de la taza.
Dejó el bolso en el respaldo de la silla antes de sentarse y poner las manos sobre la mesa. Se mordió el labio mientras pensaba en qué decir que no avivara más todo el asunto.
—Bueno, el hecho de que esté aquí ya es mucho decir —intervino Prue con un suspiro, más calmada pero igual de firme—. Debemos darle ese crédito. Fue maduro de tu parte regresar. Pudiste quedarte con él y, en cambio, decidiste venir a enfrentar esto.
—Chicas, yo... —Piper abrió la boca para hablar, pero Prue levantó una mano, cortándola antes de que pudiera emitir otra palabra.
—Escúchame ahora —dijo con tono autoritario—. Sé todo lo que ha pasado. Sé lo que Cole hacía con la poción y lo que ocurrió esta noche. Y quiero que entiendas que no puedo permitir que sigas acercándote a él.
—No podemos permitirlo —interrumpió Paige con dureza, cruzándose de brazos—. Yo tampoco le tengo la menor confianza a ese demonio.
—Paige, dijimos que yo hablaría —puntualizó Prue con paciencia, aunque sus ojos destellaron con advertencia. La más joven torció el gesto, pero asintió con mala gana, cediendo.
—Gracias —continuó Prue, girando nuevamente su atención a su hermana mayor—. Lo hemos pensado y hemos llegado a una conclusión. No podemos permitir que esta historia se repita. No queremos otra tragedia, Piper. Sabes que Cole solo le trajo problemas a Phoebe cuando estuvieron juntos, sabes que todo lo que ocurrió sigue hoy en día lastimándonos a todas.
Piper continuó en silencio. Sus labios aún sentían la marca indeleble de la presión que él ejercía contra su boca al besarla. Sus piel tenía la memoria de sus caricias y se sentía envuelta en una añoranza tan grande ante la idea de no volver a él después de dejarlo hacía solo unos momentos.
—Sé que eres consciente del peligro que corres al estar siquiera con él... Y ni siquiera hemos hablado del bebé —agregó Prue con gravedad.
—¿Puedo decir algo en mi defensa? —murmuró ella, con timidez.
—Si de mi dependiese —gruñó Paige, pero Prue la ignoró.
—Habla.
Piper se enderezó, tomó aire y llevó una mano a su vientre abultado, buscando fuerza en el pequeño latido que crecía dentro de ella.
—Lo que pasó fue un desliz... Lo reconozco. Pero... tampoco me arrepiento.
Esperó unos momentos a que sus hermanas dijesen algo, pero de alguna forma, veía que ellas no la juzgaban. No del todo, por lo menos. Las dos sabían lo que era perderse en la pación de un hombre al que deseaban tanto como lo amaban. Por lo que sus miradas eran más que nada, molestas en apariencia.
Eso la envalentonó—Reharemos la poción —continuó con firmeza—. Esta vez, sin errores.
—¡Pero Piper…! —exclamó Paige, alzando las manos en el aire en un gesto dramático—. ¡No es la poción lo que nos preocupa!
—Paige… —advirtió en voz baja. Prue cerró los ojos por un instante, como si su paciencia estuviera pendiendo de un hilo. Pero la más joven no iba a detenerse.
—No se trata solo de la maldita poción —insistió, fulminando a Piper con la mirada—. Se trata de él. Se trata de que esto no es un simple desliz y lo sabes. Se convertirá en un incendio si no te preocupas por esta chispa.
Piper sintió el calor subirle al rostro— No digas cosas que no entiendes…
—¡Oh, por favor! —Paige soltó una carcajada amarga—. ¿Quieres que crea que todo esto es un simple hechizo, que no hay nada más? Porque te juro, Piper, que a estas alturas hasta prefiero pensar que estás embrujada… a que realmente creas que esto es buena idea.
—No es una buena idea —intervino Prue al fin, con voz controlada pero tajante—. Es un error, Piper. Y uno que podría costarnos mucho más de lo que imaginas. Es el mismo error de Phoebe...
—No, es peor —continuó Paige, con la voz temblorosa y las manos crispadas sobre la mesa— la hubieras visto, Prue. No era ella. No parecía ella mientras estaba con él.
Volvió la mirada hacia su hermana mayor, buscando apoyo, y luego se volvió de nuevo a Piper con frustración y una marcada angustia.
—Ni siquiera reconocí lo que demuestras con Leo... Fue como si hubieras olvidado todo lo que él significó para ti. Fue como si no existiera de verdad nada más que el hombre que tenías frente a ti. Y, Piper… ¿qué hay de Leo? ¿Qué hay del bebé?
Un nudo apareció en la garganta de la mujer que le impidió hablar. Piper se tragó las lágrimas que no sabía que estaban ya al borde de salir a flote y decidió calmarse. Esta situación la superaba, porque hasta el momento no se había dado cuenta de nada de eso.
—No pienso escaparme con Cole. —se exasperó, llevándose las manos a la cabeza, trataba de poner en orden sus propios pensamientos— Pienso acabar con esto lo más pronto posible... pero necesito tiempo. Y necesito... necesito...
Se detuvo, incapaz de terminar la frase. Pero Prue lo hizo por ella.
—Lo necesitas a él —dijo la mayor con resignación, sus ojos clavados en los de su hermana, leyendo en su interior como siempre lo hacía.
Las tres se quedaron calladas unos instantes. Luego de un profundo suspiro por parte de la mujer que substituía a la madre en esa cocina, la puerta de la calle se abrió. El sonido de alguien entrando en la casa llenó el silencio y, tras unos segundos, Phoebe entró a la cocina.
Ella venía relajada, con los dos moñitos en la cabeza semi deshechos después de un día estresante pero que por fin terminaba. Miró a sus hermanas en conciliábulo en la mesa, la expresión que tenían y el ambiente denso que se respiraba en la cocina, su semblante cambió de inmediato.
—¿De qué me perdí? —alzó una ceja con cierto fastidio— No me digan, es aquella bruja otra vez. O el demonio de los sueños húmedos de Paige.
La aludida desvió la mirada mientras fruncía el ceño.
—No es nada importante, —le restó importancia Prue, llevándose la taza a los labios con una rapidez casi ansiosa, como si así pudiera tragar también la tensión.
—Ajá, claro —entrecerró los ojos— ¿Qué pasa?
—Está bien, nos atrapaste. —fingió rendirse Piper— He... He dejado el club. Me despidieron el jueves pasado y no he encontrado trabajo desde entonces.
Tanto Prue como Piage la miraron un instante antes de asentir a su mentira. Phoebe ladeó la cabeza pero finalmente decidió creerles.
—Eso es terrible... —dijo apenas— Pero no te preocupes, todas tenemos empleos, te ayudaremos. No te preocupes por el bebé tampoco. Ya verás que saldremos adelante como siempre.
—Gracias, Phoebe —asintió ella, fingiendo mucha tristeza.
—Subiré ahora, mañana hablaré con algunas personas para buscarte algo —le dijo, acariciándole el brazo con suavidad.
Tan pronto se fue, las tres hermanas se miraron en silencio, recuperando la tensión de antes. Prue decidió romper todo y tomar a Piper de la mano y llevársela al patio trasero. En otro tiempo, habrían subido al ático, donde se preparaban los hechizos, pero las escaleras no eran para la embarazada. Los pies se le hinchaban y no estaba en condiciones de subirlas en ese momento.
Afuera, la brisa nocturna trajo un poco de calma, aunque la conversación que venía no sería nada tranquila.
—No te convenceré ¿verdad? —le dijo entre murmullos, mientras fingían recoger algunas cosas que Paige había dejado tiradas por ahí.
—No cuentes con ello.
—Entonces quiero que hagas las cosas bien. —le aconsejó ella— Si vas a estar con Cole, lo mejor será que sea aquí.
—Ella trabaja por las mañanas, al igual que nosotras —explicó con calma—. Si realmente necesitan tiempo para hacer la poción, lo mejor será que trabajen en el ático. Y que Cole se vaya todas las noches antes de que Phoebe regrese.
—No sé si eso sea una buena idea...
—¿Y qué otra opción tienes? —preguntó Prue, alzando una ceja—. No puedes seguir viéndolo a escondidas. Al menos así, podemos vigilarte.
Piper mordió su labio inferior, dudosa—¿Y qué tal si hay otra opción? —murmuró, casi para sí misma.
La mayor la miró fijamente—¿A qué te refieres?
—Cole dice que esta es magia primitiva y que conoce a alguien que podría decirnos quién lo hizo. —respiró hondo antes de responder— Quién nos mandó este hechizo.
Prue frunció el ceño.
—Pero eso no importa —dijo con incredulidad—. Lo que necesitan es acabar con el hechizo, no jugar a los detectives.
—No es solo jugar a los detectives, Prue —insistió Piper—. Saber quién nos lo mandó es importante también. Si entendemos el origen del hechizo, podremos contrarrestarlo mejor. El Vidente dijo algo confuso al respecto, pero si encontramos al contacto de Cole, quizá podamos descubrirlo todo.
Prue se quedó en silencio por un momento, contemplando la idea. Luego, chasqueó la lengua y cruzó los brazos.
—No me gusta... pero te conozco. Si te digo que no, lo harás de todos modos.
Piper no lo negó.
—Entonces, hagámoslo bien —suspiró la mayor—. Habla con Cole. Pero si vas a ir en busca de respuestas, más te vale estar segura de lo que te espera.