ID de la obra: 1402

La cura para el amor

Het
R
Finalizada
2
Tamaño:
78 páginas, 40.191 palabras, 25 capítulos
Descripción:
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Aprovechar el tiempo

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Cuando Cole subió las escaleras, la puerta del ático estaba entreabierta. Paige no se apartó de su lado en ningún momento, siguiéndolo como su sombra hasta que él cruzó el umbral. Dentro, las cosas habían cambiado un poco. El ambiente se sentía más calmado de lo usual, quizá porque Piper se hallaba dormida una vez más en un rincón, en un viejo sofá. Tenía el libro de las sombras en el regazo y una expresión de calma absoluta en el rostro.  Cole se quedó un momento en la entrada, preguntándose si debía regresar al primer piso. Pero la idea de quedarse a solas con Prue y Paige en una sala cargada de hostilidad no era precisamente atractiva. Ambas lo vigilaban con el recelo de quien mantiene a un depredador atado con una cuerda demasiado delgada. Y, siendo honesto, no las culpaba. Sería extraño que confiaran en él después de todo. Paige había fingido bajar las escaleras, pero Cole pudo sentirla tras la puerta. Su respiración era demasiado pronunciada. Y él casi pudo imaginar su ojo espiando por la rendija. —No voy a hacer estallar nada, si eso es lo que piensas —le dijo él en voz baja, haciendo que Paige diera un respingo. —Eso no me consta —se defendió ella, cruzándose de brazos. —Déjanos solos. —ordenó él, con la mirada fija en ella. La joven bruja resopló empujando la puerta para mostrarle su expresión de desconfianza y molestia— ¿Crees que puedes decirme qué hacer? —lo desafió, con la barbilla en alto— Estás en desventaja, sucio demonio. Aquí somos tres brujas y tú solo eres uno. —¿Sucio? —murmuró con una sonrisa ladeada—. Lárgate antes de que pierda la paciencia, niña. Deja que los adultos trabajen. Paige apretó los labios. Su orgullo herido chisporroteó en su mirada como un fósforo a punto de encenderse. Dio un paso adelante, con la clara intención de enfrentarlo. La tensión era un hilo a punto de romperse cuando, de pronto, Piper se removió en el sofá. —Déjalo, Paige —murmuró con voz pastosa por el sueño, desperezándose con un leve quejido—. Él tiene que estar aquí de todas formas. Déjanos solos, por favor. Paige resopló, irritada, con los labios fruncidos en una línea de disgusto. En su palma, una bola de luz se materializó, ardiendo con energía pura, lista para estamparse en la cara de Cole. —¿Vas a dejar que me trate como a una niña? —reclamó, ofendida. Piper negó con la cabeza, su paciencia al borde del colapso— Eso no importa ahora. Déjanos solos o electrificaré el pomo de la puerta. Paige entrecerró los ojos, sopesando si valía la pena la pelea. Cole, que la observaba con una sonrisa burlona, casi deseó poder ver el momento en que la bruja considerara volver a espiar tras la cerradura solo para recibir una descarga. La imagen le divirtió más de lo que debería, y su sonrisa se ensanchó. —Como quieras... —gruñó Paige, retrocediendo a regañadientes—. Pero da igual, Prue ya salió al trabajo y yo me voy en unos minutos. Así que te aconsejo que seas prudente. Le enseñó la lengua a Cole antes de cerrar la puerta con un golpe seco. El demonio entonces suspiró y se llevó una mano a la nuca— Tienes buen oído para estar dormida. —Sentí tu presencia y me desperté. —murmuró Piper, frotándose los ojos— Tú tienes mala costumbre de provocar a mis hermanas. —A veces no lo puedo evitar. —Cole soltó una risa suave y cruzó los brazos— Ustedes las Haliwell son una raza muy extraña. —Lo dices como si fuéramos una especie de animales fantásticos —se quejó ella, incorporándose para ver lo que él traía en las bolsas. —A veces se comportan como tales. —dijo él. Pero inclinó la bolsa para que ella pudiese ver los nuevos ingredientes que traía. Eran las mismas cantidades con las que empezaron la primera vez. Era decepcionante, pero era claro que debían volver a comenzar, desde el principio. El caldero, limpio y listo sobre el fogón, estaba esperando para ser usado. Ambos lo miraron y, de alguna forma, se quedaron en silencio esperando a que el otro empezara. Pero ninguno se movió. —Dime... ese contacto tuyo... —empezó Piper con cierta incomodidad— ¿Dónde lo podemos encontrar? —Ya he hablado con él —murmuró Cole, sacando de su bolsillo un saquito de tela rojo— Le di la dirección, vendrá en un par de horas. Pero me dio estas cosas. Piper tomó el saquito con cautela y lo abrió ligeramente. Un aroma fuerte a hierbas, flores y algo más, metálico y denso, se filtró en el aire. —¿Qué se supone que hagamos con esto? —Quiere que quememos los ingredientes y sahumemos toda la casa. Cuando llegue, nos dirá qué más hacer. Piper lo observó con escepticismo, girando el saquito entre sus dedos. —¿Sahumar? —Piper frunció profundamente el ceño— ¿confías en él? ¿es de fiar? —Supo que era un demonio sin que se lo dijese. —Cole se encogió de hombros con naturalidad. —Eso no responde mi pregunta. —Lo sé, pero eso quiere decir que algo sabe. —insistió, su voz firme pero sin perder ese tono contenido— Practica esa magia primitiva de la que habló el vidente. Y dice que se dedica a estas cosas, a este tipo de embrujos de poca monta. No es la primera vez que me ayuda. Piper suspiró, exhalando el aire con pesadez, y finalmente asintió. No le gustaba. No confiaba en la idea, ni en la persona detrás de ella, pero era lo más cercano a una respuesta que tenían. Se volvió hacia los ingredientes y comenzó a sacarlos de la bolsa uno por uno, con movimientos automáticos, como si hacer el inventario le diera una sensación de control sobre la situación. Estaba todo, y quizá un poco más. Casi se decepcionó al ver que no había excusa para no seguir adelante con el plan.  Se llevó una mano al vientre mientras pensaba que realmente no quería hacer esto. Se volvió al demonio, pero este ya estaba sacando la primera tanda de ingredientes, separaba las hierbas en montones y comenzaba a cortar las más grandes en pequeños trozos. Parecía completamente sumergido en la tarea, como si no tuviera ninguna duda. —Cole... —llamó ella, con suavidad. Él se volvió a ella, sin dejar de cortar. Piper se acercó a él y, con señas sutiles, le indicó que bajara hasta su altura, como si quisiera susurrarle un secreto. Cole arqueó una ceja, intrigado, pero obedeció sin cuestionar. Entonces, ella atrapó sus labios con los suyos en un choque feroz, como si el aire entre ambos hubiese estallado en llamas. Sus manos se deslizaron por la nuca de Cole, aferrándose con fuerza, enredándose en su cabello oscuro. Él la recibió con un gruñido gutural, hambriento, como si hubiera estado esperando ese instante durante toda la mañana, como si su autocontrol apenas hubiese sido una farsa. No hubo suavidad en el primer contacto. No hubo titubeo ni contención. Solo una urgencia primitiva, arrolladora. Piper entreabrió los labios apenas un instante antes de sentir la lengua de Cole invadir su boca, explorándola sin reparos, sin sutilezas, con la autoridad de alguien que sabe exactamente lo que quiere. El beso era húmedo, profundo, desesperado. Sus lenguas se enredaron en una batalla de poder, una danza febril donde ninguno estaba dispuesto a ceder. Cole sujetó su rostro con ambas manos, los dedos firmes contra su piel, inclinándola más hacia él, asegurándose de que no se apartara. Piper gimió contra su boca, perdiéndose en la forma en que Cole la devoraba, en la forma en que su respiración se entrecortaba entre beso y beso. Cada caricia de su lengua contra la suya la hacía arder desde dentro, encendiendo un fuego que se extendía por todo su cuerpo. —Hay tiempo... —dijo ella, con la voz afectada por el deseo— que podemos aprovechar. —Me gusta como suena eso... —jadeó Cole, con una media sonrisa arrogante— Pero pensé que querías que acabara... parecías muy segura. —Indudablemente tendrá que acabar —murmuró con una mirada intensa—. Pero aún no. Su sonrisa pícara fue la única advertencia antes de que lo jalara hacia ella con más fuerza. Cole se dejó guiar sin reparos cuando Piper tironeó de su camisa, empujándolo hasta el sofá. Apenas su espalda tocó el respaldo cuando ella se acomodó sobre él, a horcajadas. Cole exhaló un gruñido grave cuando sus cuerpos se encontraron de nuevo. Sus manos se deslizaron instintivamente por la curva de sus caderas, aferrándola con un gesto posesivo. Piper atrapó sus labios con los suyos antes de que pudiera decir algo más, profundizando el beso con un hambre renovada. La intensidad del momento los había absorbido por completo y ya ninguno de los dos quería saber nada de lo que ocurría fuera de ese pequeño mundo que compartía. Cada movimiento de su cuerpo sobre él enviaba chispazos de calor por su piel, una fricción exquisita que los dejaba sin aliento. —¿Qué pasó con la Piper pragmática y sensata? —le ronroneó al oído cuando ella comenzó una línea de besos por su mentón y cuello— Porque me gustas más así. Piper dio un respingo cuando las manos de Cole se desviaron a sus glúteos.  —Ella volverá en cualquier momento. —no evitó reírse con soltura— Pero por ahora, déjame disfrutar de este instante... Cole, por respuesta, buscó sus labios de nuevo, con cierta diversión y más felicidad de la que podía ocultar. Piper se sentía igual. Si era o no un hechizo lo que los unía y hacía sentir así, la verdad es que lo último que querían era que se terminara.  —Vamos, —la detuvo él— hay que hacer lo que dijo el vidente. Y, antes de que ella pudiese protestar, él la levantó, cuidando su vientre abultado. Y saliendo de debajo de ella, se puso en pie. Piper bufó decepcionada. —Te estás cobrando todas las que te hice ¿verdad? —suspiró, levantándose de la misma forma. —Solo un poco —le sonrió él.
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