ID de la obra: 1402

La cura para el amor

Het
R
Finalizada
2
Tamaño:
78 páginas, 40.191 palabras, 25 capítulos
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Intención

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A medida que el humo llenaba cada una de las habitaciones, Piper y Cole caminaban con más lentitud, atentos a cada rincón. El profundo aroma a hierbas y flores secas que debían esparcir aquí y allá volvía el aire cada vez más denso. Pronto, ambos se vieron obligados a cubrirse nariz y boca con trapos, temiendo inhalar algo tóxico. Las líneas de las paredes se desdibujaban conforme el humo invadía toda la mansión. Piper no imaginó que una cantidad tan pequeña de mezcla pudiera causar semejante efecto; apenas había encendido un extremo, y ya toda la casa parecía envuelta en un incendio. Cole había tomado una porción de la mezcla y ella otra, dividiéndose las secciones de la casa para asegurarse de cubrirlo todo. Pero aquello ya rozaba lo absurdo. No sabían qué tipo de hierbas contenía esa combinación, ni qué clase de alucinógenos podrían estar respirando sin darse cuenta. —Salgamos —dijo Cole, justo cuando, por accidente, chocaron de espaldas en un pasillo. Piper se volvió hacia él, sorprendida. Apenas podía distinguir su rostro entre las sombras del humo. Asintió, y él buscó su mano para guiarla hacia la salida. Dejaron las vasijas con las hierbas en la sala, aún ardiendo lentamente, liberando nubes densas que seguían expandiéndose. Una vez fuera, ambos se detuvieron unos instantes para respirar a bocanadas el aire limpio del exterior. El humo salía por las ventanas, pero en lugar de elevarse, descendía como cataratas por las paredes exteriores, espeso como líquido, y se desvanecía al tocar el suelo, como si nunca hubiera existido. —¿Te dijo si esta era la forma correcta de hacerlo? —preguntó Piper, tosiendo levemente ante el aroma persistente. —No... solo mencionó que debía sahumarse. Esto podría ser una buena señal. —No lo creo. ¿Viste esa cantidad de humo? Temo que sea un mal augurio. —Lo es, en efecto. Ambos se volvieron hacia la voz. Una figura estaba junto a ellos, como si hubiera estado ahí todo el tiempo. No la habían oído llegar. Quizá había aparecido de la nada, porque un momento antes, sin duda, no estaba allí. —Tardaste en llegar —le recriminó Cole, molesto—. Pero no importa. Quiero saber qué significa todo esto. —Significa que no podré ser de mucha ayuda —respondió con desdén, encogiéndose de hombros. Sin mirarlos, comenzó a caminar hacia la casa. Era una figura extraña. Transmitía una vibra inusual, aunque no había nada particularmente memorable en su apariencia: piel clara, estatura media, rostro ovalado, melena oscura hasta los hombros. Su ropa era corriente, sin pulseras coloridas ni detalles llamativos que hicieran pensar en alguien vinculado a la magia primitiva. Y, sin embargo, la seguridad con la que se internó en la casa llena de humo fue suficiente para que Piper y Cole supieran que debían seguirla. La chica extraña caminaba de un lado a otro, y al principio, ambos no vieron más que sombras desdibujadas entre el humo. Pero al acercarse a ella y mirar con atención, comenzaron a distinguirse símbolos y figuras perfilados en las paredes. Piper, por su conexión con el mundo espiritual, comprendía que su visión estaba afinada para detectar ese tipo de señales. Cole también los veía, porque conocía muchos de esos símbolos: estaban escritos en idioma oscuro, la lengua demoníaca. —¿Qué dicen? —le murmuró Piper a Cole, mientras pasaban junto a una pared cubierta de garabatos que danzaban entre el humo. —Son maldiciones... —respondió él en el mismo tono. —La persona que les hizo esto usó una combinación de magia primitiva y demoníaca —explicó la chica, girándose hacia ellos desde una prudente distancia—. Me temo que se trata de un hechizo fuerte. Quizá demasiado. Llegaron frente a las escaleras, que la chica subió sin esfuerzo, como si supiera exactamente dónde pisar, sin necesidad de mirar. Para seguirla, Cole y Piper volvieron a tomarse de las manos. Con una mano libre, cada uno se apoyaba en la pared o en la barandilla, subiendo con cuidado, paso a paso, guiándose más por el tacto que por la vista. Para su sorpresa, la chica se detuvo justo ante la habitación de Piper. Si antes los símbolos eran numerosos, aquí prácticamente saturaban el aire. Piper y Cole los veían flotar a su alrededor como un centenar de luciérnagas blancas. Una energía oscura impregnaba el ambiente, y al acercarse, los tres sintieron la opresión y los vapores de las hierbas colarse hondo en los pulmones. —¿Qué es esto? —logró decir Piper, al entrar en la habitación. —Eso —señaló la chica—. Debajo de la cama. Sin perder el tiempo, Cole tomó la cama por el pie y la levantó con un solo movimiento. Los cojines y las colchas volaron hacia un rincón. —Qué confianza, Cole —comentó Piper, rodando los ojos. —No me digas que no quieres saberlo ya —replicó él—. Pero aquí abajo no hay nada, bruja primitiva. ¿Esperas que encontremos algo invisible? La chica no se inmutó. Se acercó al espacio vacío donde había estado la cama y apoyó ambas manos en el entarimado de madera. Piper y Cole la observaron mientras pasaba lentamente las manos por las ranuras de la madera envejecida, murmurando palabras en idiomas arcaicos. Entonces, sonó un golpe hueco. Ambos se estremecieron, pero la chica no pareció sorprendida. Se incorporó lentamente y señaló un punto específico en el suelo. Antes de que Cole pudiera protestar con su impaciencia habitual, fue Piper quien lanzó una esfera de energía, que impactó con fuerza y destrozó las tablas superficiales del piso. Astillas y fragmentos de madera salieron despedidos por el aire mientras los símbolos flotantes se agitaban como si hubieran sido alterados por la explosión. La chica metió la mano en el área destrozada del suelo y extrajo una bolsa roja, atada en uno de sus extremos. Antes de que Piper o Cole pudieran hacer o decir algo más, se dirigió a la ventana cerrada al fondo de la habitación. Al abrirla, el humo comenzó a disiparse, y los símbolos flotantes se desvanecieron poco a poco. La luz diurna inundó la estancia, y el aire fresco reemplazó la atmósfera pesada y opresiva. La mujer les indicó que se acercaran a la ventana para que, bajo la claridad de la mañana, contemplaran el contenido de la bolsa. —No es solo un maleficio pasivo —comenzó a decir en cuanto Piper y Cole se retiraron los paños del rostro—. Alguien quería destruirlos desde adentro. En el interior de la bolsa había cabello de Piper, atado con hilo rojo; clavos oxidados; y cera derretida cubriendo un pequeño colibrí muerto al que le habían cortado las alas. Sus ojos y su pico estaban cosidos con alambre fino. Tenía las patas atadas, y grandes espinas sobresalían de su vientre, donde había sido abierto y vuelto a coser. —Alguien quería que tu matrimonio se viniera abajo y que tu hijo muriera dentro de ti. —explicó la joven, señalando a Piper— Usaron magia primitiva y fuerza demoníaca. Indudablemente, tejieron un lazo entre ustedes para que se destruyeran al final... para que sus vidas se destruyeran.  Cuando Piper se recuperó de la impresión, con su mano sosteniendo su vientre, miró con ojos suplicantes a Cole. —Esto... quiere decir que... —No. —lo descartó la chica, tomando un encendedor y empezando a prenderle fuego a las cosas mientras las arrojaba por la ventana— Aún se puede revertir, porque no hará mucho tiempo que ha sido puesto. Pero me deja claro que las intenciones no son para nada amigables. Tendremos que ir a ver tu casa también, por si encontramos cosas parecidas... Cole apretó los puños, se había puesto pálido al ver las espinas que sobresalían del vientre del animalito. —¿Esto lo hizo un demonio? —la voz le temblaba de ira profunda. —No necesariamente. —al prender fuego al colibrí, este se retorció como si tuviera vida antes de incendiarse por completo en la mano de la chica— Solo nos dice que quien lo hizo, tiene algo de demonio o ha estudiado el tema. La pequeña ave se consumió hasta los huesos sobre las manos de la chica, a quien las llamas lamían sin que la lastimasen. Esto reveló que había además agujas y alfileres clavados en varias áreas del animalito. —Todo este daño aún no había cuajado bien en tu cuerpo, Piper. Tuviste suerte. Más que nada, tuvo suerte el bebé. Pero debemos revisar la casa de Cole, es seguro que tendremos otra sorpresa ahí.
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