Traición
23 de noviembre de 2025, 11:15
No habían pasado más que unas horas, pero Piper aún no despertaba. Prue hojeaba el Libro de las Sombras, tratando de sacar algo en limpio de todo lo ocurrido. Porque no lograba entenderlo en ningún sentido. ¿Cuándo se había visto que un bebé se defendiera de forma tan efectiva desde el vientre de su madre? ¡Y de su propio padre!
Cole estaba sentado junto al lecho, con la mirada perdida en la moqueta mientras escuchaba la respiración tranquila de la bruja. Cuando no estaba releyendo un pasaje, Prue lo observaba de reojo desde su posición, con ojos atentos pero curiosos.
—¿Porqué ahora? —le escuchó decir de pronto.
—¿Eh?
—¿Porqué ahora se ha defendido y no cuando nos atacó un demonio antes, en mi casa?
Prue se encogió de hombros.
—Talvez el bebé sabía que ella no recibiría el daño directamente. Pero en esta ocasión, cuando Leo iba a tener tan buena puntería... —las manos de la bruja se crisparon sobre las páginas del libro— el bebé supo que debía protegerse él mismo y a su madre.
Cole no pareció satisfecho, porque frunció profundamente el ceño y unió las manos sobre el regazo mientras pensaba. Volteó a Piper, aún dormida sobre el colchón, con una expresión de calma absoluta, muy distinta a la angustia que antes había mostrado cuando enfrentó a Leo.
—¿No eres tan malo, cierto? —murmuró Prue, dirigiéndose a Cole con una mirada inquisitiva.
—Soy lo que soy... y no podré cambiarlo nunca. Sería inútil no aceptarme tal cual es mi esencia.
No había rastros de prepotencia en su voz, solo el mismo matiz de resignación que lo caracterizaba la mayoría del tiempo. Una de sus manos se acercó al rostro de Piper, para acariciar con un dedo su mejilla y apartar un mechón de cabello liso y oscuro.
—Me refiero a que... esta noche, por lo menos, demostraste ser valiente para defender algo que vale la pena.
Cole no respondió, simplemente siguió acariciando la mejilla de piel blanca, con suavidad, mientras la contemplaba con gran atención. Puede que no fuera devoción, pero Prue sabía que no era una mala mirada. No era posesión lo que se reflejaba en sus ojos claros, ni tampoco aquella pasión sexual, desenfrenada y retorcida que a veces demostraba cuando aún estaba con Phoebe.
En esos momentos, Cole se volvía muy humano, y veía a Piper como un hombre lo haría. Un hombre que no se imponía sobre ella, sino que era de alguna forma su igual.
Piper se removió débilmente sobre las sábanas, haciendo que Cole contuviera el aliento. Su mano se deslizó con cuidado hacia la de ella, y solo cuando los dedos de la bruja se cerraron en torno a los suyos, se atrevió a soltar el aire.
—Hey... —susurró él con suavidad— Ya pasó, Piper.
Ella abrió los ojos con lentitud, algo vidriosos todavía. Miró a Cole, después a Prue, y se notaba que estaba haciendo un esfuerzo por ubicar lo ocurrido. Buscó incorporarse, pero no lo consiguió.
—¿El bebé...? —preguntó en voz muy baja.
Cole bajó la mirada hacia su vientre, donde la mano de Piper temblaba apenas. Le colocó encima su propia mano grande, abarcándolo casi por completo. En ese momento, el bebé se agitó con fuerza, dando una patada tan clara que ambos pudieron sentirla.
Piper dejó escapar una risa nerviosa, a medio camino entre el alivio y el llanto.
—Está bien. Está... muy despierto.
—Demasiado —murmuró Cole, logrando arrancarle una sonrisa tenue—. Y es más fuerte que sus padres y probablemente más aún que toda su familia. Ni siquiera ha nacido y ya está defendiendo con valentía lo que más importa.
—Será un ser poderoso y él lo sabe muy bien. —sonrió ella, orgullosa.
Prue se acercó para tomar la otra mano de su hermana. La mayor suspiró, aliviada, al sentir su piel tibia y su pulso constante en su muñeca.
—Por un momento pensé que... —pero no terminó la frase.
—No esta vez. —dijo Piper, con un suave murmullo— Sé que no era la intención de Leo, pero lo que hizo pudo ser mortal... pudo costarnos muy caro a todos.
Cole mantenía su mano sobre el vientre, recibiendo el contacto del bebé que seguía inquieto demostrando su presencia. Se preguntaba si ese ser de luz y magia podría algún día perdonar a su padre si llegaba a saber lo que había ocurrido esa madrugada.
Y de pronto, sin poder evitarlo, recordó a su propio padre. El hombre que había preferido marcharse antes que enfrentar la verdad sobre lo que era su familia. El cobarde que rechazó a La Dama, a toda la energía demoníaca que representaba la madre de Cole. El mismo hombre al que él había aprendido a odiar por abandonarlo.
En el silencio del cuarto, Cole se dio cuenta con un estremecimiento de que estaba haciendo lo opuesto. Este bebé no era suyo, incluso era todo lo opuesto a él mismo. Era luz y de la más pura y que se podría concebir. Un ángel. Y eso no le producía rechazo, él no se iría. No importaba que fuera un demonio, un asesino, un ser marcado por el mal: no iba a huir si Piper le daba la oportunidad de quedarse a su lado.
Aunque su presencia complicara todo, aunque fuera causa de peligro. Cole haría lo posible por estar presente, porque sabía que de alguna forma, el niño se había quedado sin padre esa misma madrugada.
Apretó suavemente la curva de su vientre, como si hiciera un juramento silencioso.
—No voy a dejarte solo. —pensó tan bajo que solo los altos allá arriba podrían haberlo oído.
En la puerta, Paige se mantenía en silencio, observándolos. Se le veía cansada, pero al menos su expresión ya no era de puro reproche. Para este momento, había aceptado lo que Cole representaba y lo que había hecho por Piper. Es más, su idea del demonio había cambiado para mejor al verlo interponerse entre Leo y Piper. Eso, de alguna forma, la había hecho bajar sus banderas de guerra.
Phoebe, en cambio, estaba de pie junto al umbral con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Cole estaba consciente de ella, su presencia se había grabado a fuego en su memoria en otras épocas, como para que ahora pudiese ignorarla. Aunque se había extinguido todo lo que en su momento sintió por ella, aún quedaban los recuerdos, que no hacían más que amargarlo cada vez que ella se movía en su posición.
El ambiente se volvió denso al sentirla cuando avanzó hasta ellos. Piper notó la rigidez de Cole y desvió la mirada hacia su hermana menor.
—Phoebe...
La libertina apretó los labios. Miró a Cole con un resquemor de furia y remordimiento. Él no le devolvió la mirada, ni siquiera alzó la vista. Sus ojos se habían concentrado en el colchón, mientras su mano seguía recibiendo las patadas del bebé.
—Me voy. —anunció Phoebe— Necesito... pensar.
Prue se volvió hacia ella con sorpresa.
—¿Vas a irte así? ¿Ahora?
La menor no respondió. Dio media vuelta, pero antes de cruzar la puerta se detuvo. Sus hombros se tensaron.
—Piper. —Su voz sonó dura, pero quebrada al final— Hay algo que tienes que saber.
Todos contuvieron la respiración. Phoebe mantuvo la mirada baja cuando continuó:
—Ese día en su casa... no fue un ataque al azar. El demonio que casi los mata... lo sabía vulnerable. Porque yo le envié un mensaje y lancé un hechizo debilitador a Cole antes.
Piper parpadeó un par de veces, como si no entendiera. Cole tenía esa ventaja que los seres oscuros a veces tenían, y levantó la cabeza con lentitud, sus ojos brillantes por la ira. La claridad frívola se había teñido de un rojo sanguinolento al fijar su mirada en Phoebe.
—¿Buscabas hacerme daño? Aquí estoy. ¿Porqué no tienes el valor de lastimarme de frente?
Phoebe lo encaró finalmente. Sus ojos ardían.
—No quería matarlo, solo hacerle daño... No sabía que estabas con él, no sabía nada de esto... ¡Te sigo odiando, Cole! busqué la forma de destruirte y lo hice dejándote vulnerable a todo y todos ¿Crees que todo lo que hiciste se quedará en nada porque ahora actúas como niño bueno?
Cole se puso de pie, lentamente, imponente incluso sin mover un músculo de más. Alzó el mentón con un desprecio.
—No busco tu perdón y nunca lo hice, lo único que esperaba de ti era que dejaras las cosas como estaban... Que todo quedara en el pasado.
Phoebe lo miró con odio y, apretando los labios en una fina línea, aprisionando tras ella todas las palabras hirientes que quería decir, salió sin decir nada más. La puerta del ático se cerró tras ella y, esta vez, Prue no la siguió ni Paige hizo nada por ella.
Nadie se movió durante varios segundos, a decir verdad, ni siquiera Cole, suyos ojos habían vuelto a la normalidad poco a poco. El caldero chisporroteaba en el fondo, ajeno al desastre humano a su alrededor.
Finalmente, Cole desvió la vista hacia Piper.
—¿Lo sabías?
Ella negó con la cabeza, lágrimas surcándole las mejillas.
—No. No...
Prue se frotó los ojos, agotada.
—Dios... esto solo sigue empeorando.
Pero Cole no dijo nada más. Se limitó a pasar un brazo firme alrededor de Piper, abrazándola con fuerza. Ella se dejó hacer, hundiendo el rostro en su pecho mientras contenía los sollozos.