ID de la obra: 1402

La cura para el amor

Het
R
Finalizada
2
Tamaño:
78 páginas, 40.191 palabras, 25 capítulos
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Pagarás

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El mercado no estaba animado como la última vez que lo habían atravesado. La vez anterior, Cole tuvo que quedarse atrás, a prudente distancia para no ser visto junto a Piper. Pero esta vez había tan poca gente que el demonio podía quedarse junto a ella sin problema sin temor a ser vistos.  De todas formas, una capucha ocultaba sus rasgos de forma que aunque los viesen juntos, era probable que les costase reconocerlo.  Piper caminaba muy lento, como ultimamente debía hacerlo, una mano sosteniendo su vientre y otra asida con firmeza al brazo de Cole. No iban solos, Prue y Paige iban a la cabeza de la comitiva, extrañadas como ellas por la falta de afluencia en el mercado mágico. No era algo común ver los puestos cerrados o vacíos de gente, las mercancías tiradas por ahí y el silencio imperando hasta el punto en el que escalofriaba.  Lo único bueno, si se le podía decir así, era el hecho de que Piper ya se sentía mejor con Cole. Su presencia seguía sintiéndose como una electricidad adictiva, pero ahora sabía que él no la dañaría, que estaba ahí por ella y que no había mejor compañía. Se sentía segura y, de alguna forma, ya no quería separarse de él. No soportaba estar lejos y quería en todo momento sentir su agarre suave en su brazo. Antes temía a toda la influencia que él tenía sobre ella, porque sabía que si él hacía algo, ella perdería su voluntad. Ahora sin embargo, quería perderse en él, su amor por él se había tornado quizá en una obsesión, aunque no lo sabía del todo. Era diferente a lo que había sentido por cualquier otro hombre hasta el momento, mucho más intenso, más vivo y más real. Era sumamente preocupante, porque desarraigarse de él ahora le parecía imposible, pero no tardaría en pasar y debía hacerse a la idea. —¿Era necesario, Prue? —murmuró Piper, con un jadeo suave, había tanto silencio que simplemente respirar significaba romper el ambiente. —Claro que si. —afirmó ella, que también iba vestida acorde a la situación, con una capucha y ropa que impedía reconocerla a primera vista— Necesitamos saber y el vidente puede ayudarnos... —Podríamos esperar, no importa tanto si es ahora... —intervino Cole, aunque por supuesto nadie pidió su opinión— de todas formas el bebé está por nacer, en cualquier momento. ¿Qué son unos días más? Piper, consciente de la añoranza que palpitaba en la voz masculina, buscó la forma de reconfortarlo abrazándose a él con ternura. Prue y Paige también lo notaron y ambas bajaron apenas la mirada, pero tampoco dijeron nada al respecto. —Esta no es una poción de larga duración que puedes meter en la nevera. —dijo Paige, consultando unas notas en una libreta— No sabemos qué tanto, pero no más de una semana ¿Qué tal si nuestro sobrino quiere salir a estirar las piernas después de ese tiempo? —¿Qué tal si es antes? —murmuró Piper, con voz esperanzada. —O no, no podemos saberlo si no consultamos al vidente. —zanjó la conversación Prue— Lo mejor que podemos hacer es preguntarle, en vez de arriesgarnos a dañarlo. ¿Qué tal si el bebé nace sin la capacidad de amar? ¿Qué tal si le daña la sensibilidad y empezaremos a criar a un psicópata que además es poderoso? Nunca te pones a pensar, Piper. —Claro que lo hago —respondió ella, sin perder la calma—, es por ello que casi no duermo ni tampoco puedo estar un minuto sin hacer algo de tareas domésticas. De pronto, Cole se quedó quieto y Piper a su lado se detuvo por inercia al sentirlo. El demonio giró en redondo para ver el camino por donde antes habían venido, luego se giró a la bifurcación más cercana y después regresó a mirar a las brujas cerca de él. —Nos están siguiendo.  Ellas intercambiaron miradas y apretaron el paso hasta el puesto del vidente. Cole podía sentir la maldad con más fuerza, porque anidaba en su propio interior, así que estaba muy familiarizado con él. Podía reconocerlo antes que ellas, que moraban en la luz, por así decirlo.  Al entrar, los aromas desagradables y húmedos representaron una bofetada con respecto al exterior. Estaba bastante oscuro, con las ventanas tapadas y las cosas en cajas. Las lonchas de carne de serpiente, así como aquellos ojos, escamas y demás, no estaban. O eso parecía, aunque estaba demasiado oscuro para saberlo. Cuando Piper sintió el escalofrío en la nuca, distinto al de cualquier demonio que hubieran enfrentado antes, supo con certeza que el semi ángel Tilizan estaba tras ella. Giró apenas a tiempo para ver una ráfaga de energía roja surcar el aire como un rayo. No hubo margen para gritar, ni para erigir defensa alguna, solo un destello ardiente en el vientre, como si la hubieran desgarrado por dentro, y después el impacto brutal que la proyectó contra el mostrador. La madera crujió y estalló en astillas, los frascos de cristal se rompieron en mil pedazos, y el estruendo se habría escuchado en todo el mercado si hubiera habido alguien para oírlo. El estallido de la madera y los cristales se habría podido escuchar en todo el mercado, si hubiera habido alguien para escucharlo. Cole fue lanzado contra una columna y se desplomó entre el polvo, al igual que Prue y Paige, que aterrizaron contra las paredes. Ellas se incorporaron primero, heridas en el orgullo más que en el cuerpo. Se incorporaron como pudieron y contratacaron. Prue y Paige lanzaron orbes de energía y proyecciones telequinéticas, mientras Piper, desde el suelo y con un grito entrecortado y semi incorporada sobre un codo, liberaba un par de explosiones que destrozaron cajas llenas de escamas y colmillos. Tilizan avanzó unos pasos, ni siquiera parecía apurarse; desviaba los ataques con un movimiento de su mano, como quien aparta mosquitos del aire. Su silueta, envuelta en un resplandor rojizo, dejaba escapar destellos oscuros que impregnaban las paredes como brasas. Cole se alzó, una bruma color infierno se desprendía de su piel, sus ojos brillaban como si encerraran dentro toda la ira que el infierno podía contener. La forma demoníaca se sobreponía a la humana en fogonazos violentos, deformando sus rasgos en un parpadeo. —Pagarás por eso… —gruñó con una voz que no parecía del todo suya. Antes de que el semi ángel pudiera verlo venir, Cole se lazó sobre él. El choque de ambos fue tan brutal que el suelo tembló, como si la tienda entera estuviera a punto de colapsar. Paige y Prue entendieron que ahora esta era la pelea de el demonio y el ángel, ellas debían ayudar a su hermana. Ella seguía en el suelo, jadeante, con el rostro pálido y contraído en un dolor desgarrador. Apenas las vio acercarse, levantó las manos instintivamente y lanzó una ráfaga que arrancó una estantería completa de su sitio, haciéndola volar por los aires. —¡No! ¡somos nosotras, tus hermanas! —gritó Prue, mientras se protegía de los escombros. Piper bajó las manos, temblando, y enseguida volvió a aferrarse al vientre. Paige se dejó caer a su lado, aterrada por lo que vio en su expresión. —Maldición, Piper… —¡Es el bebé! —jadeó ella, con voz rota— ¡ya viene! Las tres se quedaron petrificadas. Había sangre entre sus piernas y la palidez de su rostro resultaba alarmante. Paige, temblando, enjugó la frente de su hermana con un retazo de tela, intentando aliviarla, aunque apenas lograba darle un poco de consuelo. —Debemos regresar a la mansión… —dijo en un susurro, tratando de pensar con claridad. —¡A un hospital! —gritó Piper, casi presa del pánico—. ¡Vamos, hay que salir de aquí! Justo entonces, un rayo de luz atravesó la estancia y golpeó a Paige en el hombro, lanzándola contra la pared con tal violencia que quedó tendida, inconsciente. Prue, paralizada, giró hacia la dirección del ataque. Cole estaba en el suelo. Sangre oscurecía su ropa, empapada en los cortes que le atravesaban el pecho y los brazos. Una herida amplia le surcaba la mejilla. Buscaba levantarse para seguir con la pelea, para intentar proteger a Piper. Tilizan tenía sangre en su ropa, pero no era propia, se acercaba a Piper con paso calmado. —La Fuente de todo mal reclamará a este niño —declaró con voz solemne—. Su poder es tan grande que servirá al lado oscuro como ningún otro principado ni potestad. —No —replicó Prue, alzándose con determinación y poniéndose frente a Piper—. No te dejaré. —No depende de ti, bruja. Es lo que dicta el destino. —Tilizan chasqueó los dedos con un gesto de fastidio, y el cuerpo de Prue se elevó como una muñeca de trapo antes de estrellarse contra una de las ventanas. El cristal se hizo añicos mientras ella salía despedida hacia la calle—. Ese poder está destinado a la Fuente de todo mal. —¡Prue! —gritó Piper, pero el dolor en su vientre la doblegó sobre sí misma. Con un esfuerzo sobrehumano, alzó las manos y lanzó un estallido de energía contra el semi ángel. El semi ángel dio unos pasos hacia atrás, pero no pareció recibir verdadero daño, ni una grieta en su piel mucho menos un gesto de dolor. Sus ojos claros brillaban y al sonreír pareció como si la oscuridad que lo rodeaba se intensificase. —Eres un semi ángel... —masculló Piper, débil y dolorida— Deberías luchar de nuestro lado... —Un semi ángel no tiene bando, —despreció esa idea como si no fuera nada— tenemos tanto libre albedrío como los humanos puros. Y nosotros elegimos a quien servir. La victoria está con la fuente, y la fuente quiere el poder de este hibrido para alimentarse de nuevo tal y como yo le di la mía. No tienes que hacer nada, solo darme a ese niño. Tilizan alzó una mano y Piper se retorció en el suelo, un grito escapó de su garganta. Nunca imaginó un dolor tan potente como ese y estaba segura de que nunca jamás tendría uno igual. Atravesaba cada fibra de su cuerpo, arrancándole el aire. El bebé se negaba a salir, ella podía sentirlo luchar y buscar la forma de crear débiles campos de fuerza, pero él también estaba agotado. La caída y el ataque los había dañado a ambos. Si el bebé nacía, lo haría muy herido al igual que ella, no sobreviviría por mucho más al igual que Piper. La sangre extendiéndose bajo su cuerpo era la prueba más cruel de ello. —¡Demente! —gruñó Cole, alzándose de nuevo, con una mano en el pecho taponando una herida— ¡La fuente no es un amo agradecido! te destruirá hasta secar tus huesos porque no le importas tú, sino tu poder. Tilizan lo miró con ojos brillantes de fanatismo. —¿Crees que no lo sé? —se volteó a mirarlo— Tú sabes cómo trabaja y lo que ha hecho por tantos siglos. Pero si no cooperamos será peor ¡lo he visto! el destino le pertenece y nuestras vidas son suyas. No vale la pena resistir a lo inevitable. Cole le lanzó una ráfaga de fuego que sirvió para callar al semi ángel. Pero al disiparse el fuego, seis demonios más hicieron acto de presencia en el local oscuro. Piper los vio aparecer desde las sombras en ayuda de Tilizan. —¿Te revelas a tu señor? —gruñó el vidente y Cole respondió con más fuego. —No tocarán a esta mujer ni a su hijo. —les gritó él antes de arremeter con más fuego y tratar de desviar los ataques que le lanzaban. La lucha se volvía encarnizada y los objetos y estantes estallaban en llamas a medida que los ataques revotaba en las paredes. Piper respiraba a bocanadas, tratando de resistir las contracciones y tratando de hablarle al bebé. Lágrimas calientes bajaban por sus mejillas mientras pensaba en cómo anhelaba ser más poderosa para defender a su hijo. Entonces, al abrir los ojos después de un dolor descomunal, Phoebe apareció en su campo visual. Su hermana la tomó por un brazo y buscó la forma de ayudarla a levantarse. De fondo, el fuego llovía y los demonios luchaban entre ellos. —¿Volviste? —murmuró Piper, cansada y adolorida. —Supe lo que pasaría —la ayudó a ponerse en pie y pasando su brazo por sus hombros, la llevó hasta la ventana rota—, lo vi en una visión, vamos, te sacaré de aquí.
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