ID de la obra: 1406

Burlando a la muerte

Het
G
En progreso
2
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Tamaño:
planificada Mini, escritos 66 páginas, 34.280 palabras, 26 capítulos
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Un pensamiento teñido en sangre

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Una ojeada al cielo nocturno le confirmó que no había noche en todo el año que superara a esta. Las circunstancias le parecían idóneas en todo sentido para realizar el viaje que habían planeado desde el principio del año. Sonrió de éxtasis sintiendo el nervioso entusiasmo de lo desconocido acechándole en las penumbras de ese cielo estrellado. Casi era pasable el ardor punzante de su muñeca. —Sólo un poco más, Harry. Murmuraba Hermione, sumida en la concentración más profunda mientras su varita se mantenía alzada, guiando un delgado hilo de carmesí que brillaba como la plata antigua ante la temprana luz de la luna.   El plan era sencillo: Suiza. Pero para llevar a cabo ese plan "sencillo", se necesita muchos recursos. Se estaba realizando una búsqueda exhaustiva para cazar a los últimos partidarios del señor oscuro, por lo que cualquier tipo de forma de viaje estaba siendo interceptada y regulada por el ministerio. Harían preguntas incómodas que ninguno de ellos estaba dispuesto a responder, no todos juntos por lo menos, no en medio de su último año de estudio, no con un joven ex alumno de Durmstrang. Por eso, Hermione había ideado, o rescatado de un libro de los que Myrtle robaba de la sección prohibida, un sistema de viaje muy antiguo como peligroso. El viaje a través de los rayos de luna. Myrtle estaba hecha una voluta de humo platinado de la emoción, pero muy a pesar de ello, algo en ella parecía dar la impresión de la solemnidad más profunda. Irían a la tierra que, hace más de cincuenta años, la vio nacer. ¿A buscar qué, exactamente? pues su cadáver. Bueno, su cuerpo, mejor dicho. Desde que Myrtle sabía que seguía viva no permitía que nadie hablase también de la muerte. No, ahora abrazaba con vehemencia la esperanza de la vida que parecía ser un hecho para ella. Harry la había pillado fantaseando en voz alta con cosas cotidianas, como bailar, comer o simplemente respirar. Y en parte estas cosas, y ver a la niña tan frágil adueñarse de ese modo de una idea en concreto, una idea que muy a lo mejor resultó ser una leyenda más, le producía cierta tristeza. Realmente, lo que impulsaba a querer salir victorioso de esta nueva empresa. —Myrtle ¿puedes llevarte a Harry de vuelta al castillo? —rogó la castaña— ha sido demasiada sangre la que hemos extraído, será mejor que descanse en el cuarto de gryffindor. La fantasma aceptó, mientras Harry se incorporaba débilmente, su rostro estaba pálido y enfermizo, pero ostentaba una sonrisa: el primer paso estaba dado. Tenían la sangre de un brujo poderoso, lo demás sería más difícil de encontrar, desde hurgar en la despensa de Snape de nuevo, hasta conseguir meterse en lo más profundo del lago y convencer al calamar de cooperar. Pero eso no sería hoy, no cuando el mago más poderoso de su generación se encontraba en tales condiciones.  La niña fantasma flotaba a su lado, con el paso lento y dubitativo de quien se haya sumido en pensamientos turbios. —Te debo una disculpa, Myrtle. —el hilo de plata de la voz de Harry irrumpió en la oscuridad de la noche. Ella lo observó en silencio.— Te juzgué mal. Parecías menos de lo que has demostrado ser. La Myrtle que yo creía conocer se habría echado a llorar y no habría sido capaz de hacer nada más que hundirse en su desgracia. —No lo creo. —puntualizó ella— de todos modos, no soy transparente solo físicamente. Es fácil saber lo que soy y como he sido. Todo eso lo hice antes de encontrarte, te recuerdo que mientras tú salvabas el mundo mágico, yo seguía aquí encerrada. —Puede ser... —asintió— pero en dado caso... cambiaste. Y ahora te estoy volviendo a conocer.   La fantasma se ruborizó levemente, Harry era amable con ella realmente. No sabía como reaccionar.— supongo que el deseo de vivir me ha impulsado hacia adelante. La esperanza de vida. —pensó en voz alta.   Hablaban en murmullos apenas audibles por el gran silencio que se proliferaba en el castillo de Hogwarts. Solo el sonido leve de la tela de la capa de invisibilidad hacía mas alboroto que sus voces.  —¿Has pensado en lo que harás cuando consigas tu cuerpo de nuevo? Se dio aires de importancia mientras reía con suavidad, flotando hasta el techo y bajando con igual embeleso— quizá te pida un beso, Harry— le dijo al oído al acercarse lo suficiente. El niño que vivió se estremeció y la fantasma esbozó una sonrisa más grande. Entonces volvió a su tan atípica seriedad— primero pondré los pies en la tierra. Inhalaré una gran bocanada de aire, y después exhalaré. Cantaré, bailaré, celebraré, Harry. Y volveré a casa de mis padres.  —Pero... ya no los encontrarás ahí. Myrtle sollozó ahogadamente— No... ha pasado demasiado tiempo, pero de seguro Hermione podrá ayudarme con el ministerio, para que me dejen tener la casa que me corresponde. Ya tengo mucho más de diecisiete años, soy mayor de edad y por tanto, puedo apelar a la casa que mis padres me han dejado... ¿que? Harry le sonreía, ahora que estaban en frente de el retrato de la señora gorda. —Casi escucho a Hermione a través de ti. Y a Luna. Has hecho buenas amigas ¿no es así?  Ella sonrió quedamente.—Nos vemos mañana, Harry Potter. Gracias por lo de esta noche... —Hasta mañana, Myrtle...   Harry dijo la clave y logró entrar en su sala común. La debilidad que sentía lo hizo sentarse en el primer sofá que encontró a su paso y, quitándose la capa de invisibilidad se echó definitivamente a dormir. Antes de que la última esquirla de consciencia se apagara en su cabeza para dar lugar al descanso del sueño, se dio cuenta de que la fantasma había cambiado. A veces, incluso sonaba sabia y ahora dejaba de lado su normal melancolía para dar paso a una bonita personalidad juguetona y hasta bromista. Myrtle definitivamente no era tan insoportable como tantas veces se había figurado. Casi le llegaba a parecer dulce. Su cabello plateado por la aurora del otro mundo. Sus ojos coquetos y aquel brillo infantil que la hacía verse más dulce e inocente de lo que realmente era...  Se levantó de golpe. Harry se llevó ambas manos a la cabeza, mirando hacia el fuego crepitante en la chimenea: le empezaba a gustar Myrtle.
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