ID de la obra: 1406

Burlando a la muerte

Het
G
En progreso
2
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 66 páginas, 34.280 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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Aura mágica

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Los siguientes días fueron bastante ajetreados. Los exámenes eran esa misma  semana y la ausencia de Luna tenía que ser justificada de alguna forma realista. Hermione, Harry y Ron pasaron unas horas falsificando prescripciones médicas y a su vez, cartas del padre de Luna sobre un brote de fiebre de dragón que sufría su hija. La forma en la que hicieron llegar las pruebas falsas a McGonagall con una lechuza prestada fue otro asunto, hacer que la lechuza de Ron interviniera las cartas de McGonagall al padre de Luna para pedir más explicaciones fue aun más dificil. Harry no estaba seguro de que diera resultado, porque a pesar de que su centro de operaciones se encontraba en el bosque prohibido, en el lugar secreto, él sospechaba que McGonagall no estaba tan estresada y distraída como para no darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Draco prácticamente dejó de ser visto en los pasillos y solo se reunía con los demás cuando Hermione le hacía llegar las notas para que se reunieran. Harry no dejaba de pensar en el hecho de que Luna se había quedado con los centauros, que hubiera sido mejor que él mismo se quedara, pero sabía que de alguna forma no era lo correcto dejar solos a los demás, o a Myrtle. La fantasma estuvo destrozada cuando le contaron lo sucedido. No dijo nada, pero se encerró en si misma, como culpándose de que eso hubiera ocurrido. Y ahora hablaba un poco menos. La rubia había sido muy buena con ella, y ella sentía igual pena por Draco, que sabía cuanto amaba a la chica. Entendía la magnitud de todos esos acontecimientos y se sentía tan involucrada y preocupada como los demás. El verdadero problema residía en que debían sacar a Myrtle de los aseos de las niñas para antes de la próxima luna llena, cuando los centauros de piedra les dijeron que se cumpliría su destino. Y no había forma de romper el hechizo de McGonagall para entonces. Krum por su parte, con ayuda de Hermione, desentrañaron el asunto que atañía a la magia de Myrtle. Había una forma de que ella les ayudase, lo decía todo en la sección prohibida de la biblioteca de Durstram. Eso si, tenían que preparar otra poción que conectase a Myrtle con la magia más profunda y buscar la forma de que McGonagall no se diera cuenta mientras lo hacía. —Myrtle, háblame de nuevo de tu vida —pidió Harry esa tarde, más o menos un par de días después de los exámenes— necesito saber porqué eres un peligro estando viva. La fantasma, que se hallaba en lo alto de la ventana mirando hacia afuera escuchó la pregunta y su rostro se retorció levemente en una mueca de vergüenza. Ya no se sentía bien hablando de si misma, ni de su muerte. Sentía que habría podido haber hecho más para evitar lo que pasó, que pudo incluso sacarse a la tipa que le hacía bullying en vida y los demás. Por eso se retraía y abrazaba a si misma ante la idea de recordar un pasado que no le era grato. —Ya lo sabes todo, Harry. No tuve una vida especial ni significativa. —Pero algo debiste haber hecho para que hubiera un mal en ti —siguió pensando Harry en voz alta. —Sabes que nunca hice nada que valiera la pena recordar —resopló ella— hasta mi muerte fue patética. Siento que a pesar de todo, es hasta ahora que empezaré de verdad a vivir, ahora muerta y pronto al ser despetrificada. —Lo sé, lo sé —asintió Harry, cerrando el libro que consultaba— pero algo más debe haber. ¿Porqué McGonagall puso ese hechizo? ¿Porqué tus padres tapiaron tu cuarto con tu cuerpo? ¿Por qué el director Dippet sobornó a tu familia para que no dijeran nada? ¿Porqué estás en las estrellas de los centauros? ¿Tendría algo que ver con Voldemort cuando era estudiante y abrió la cámara de los secretos?  Myrtle lo volteó a ver desde su altura y él le devolvió la mirada, con mil preguntas más en la cabeza. Ella no necesitaba decir nada para que él supiera que ella no tenía la respuesta ninguna de esas cuestiones.  —¿Qué te parece si me dejas sola por esta noche, Harry? —murmuró ella— me gusta tu compañía, pero esta noche quiero estar sola... pensar. Harry se puso en pie muy lentamente y suspiró. Se llevó una mano al cabello y lo revolvió mientras consideraba si de verdad tendría que irse o seguir torturándola con sus preguntas. Estaban en un callejón sin salida, simplemente rodeando el meollo del asunto una y otra vez sin llegar a ningún punto. La frustración era de verdad terrible. —Ojalá Luna estuviera aquí —dijo él, pensando en voz alta— aunque fuera para que no estuvieras sola por completo. —No te preocupes por Luna, ella está bien —le sonrió la fantasma. —¿Si? ¿Cómo lo sabes? —Harry enarcó una ceja y le prestó más atención ahora— Quiero decir, es un alivio, sobre todo porque ya ha pasado una semana, pero... ¿Cómo puedes saberlo? —Porque puedo sentirla, está bien. De hecho, su aura se sigue sintiendo igual de mágica que siempre. Harry se quedó choqueado por unos segundos— ¿Puedes percibir el aura? Ella lo miró por unos segundos— ¿Tú no? Él negó muy lentamente, mirándola aun con una gran atención. Myrtle estaba ahí, brillando platinadamente en la oscuridad de la habitación, parpadeando en silencio. Mientras aun pensaba, le hizo señas para que ella bajase hasta su altura y, con un movimiento rápido, le indicó que se metieran a un cubículo antes de cerrar la puerta. —Explícame eso. No me habías dicho nada al respecto. —Bueno... no hay mucho que decir —se apresuró a aclarar ella— es algo nuevo. Supongo que es gracias a mi exploración en mis habilidades como fantasma. Ahora que he logrado tocar con mayor facilidad los objetos y demás, también he logrado una mayor conexión con los que me rodean. Puedo sentir sus emociones y percibir sus auras. En vida leía al respecto, los magos tienen una firma de energía mágica que se siente diferente a la de los muggles, pero a ellos también puedo percibirlos.  —Eso es maravilloso... increíble y maravilloso, pero... hay una considerable distancia entre Luna y nosotros ¿Cómo es que puedes percibirla aun así? La fantasma se sentó sobre la tapa del retrete, con las cejas juntas en el centro, en una expresión de ligera angustia. Bajó la mirada mientras pensaba. —Supongo que conozco tan bien su firma de magia que puedo ubicarla sin problemas, saber en qué dirección está y monitorearla cada vez que lo deseo. —entonces alzó la vista para mirar al rostro de Harry de nuevo— Así puedo seguirlos a través de todo el colegio, conozco sus auras muy bien, sé donde estás y donde están los demás. Así los estuve siguiendo la noche que fueron a la biblioteca de los centauros. Harry se quedó unos instantes contemplando a los ojos a Myrtle, pensando con mayor fuerza. Eso no era normal para nada, para lo que podía ser normal en un fantasma por lo menos. Ella era la única fuente de luz en el interior de ese cubículo y de alguna forma, el frío que transmitía era diferente ahora. Cada vez saltaba más a la vista que Myrtle no era un espectro para nada normal. —Tu firma de energía es de color oro —le dijo ella, como una confidencia— la de Hermione y la de Viktor es roja aunque de tonos diferentes. Yo supongo que tienen que ver con el color de sus casas en Hogwarts, como sus personalidades. Ya sabes, el valor, la inteligencia, la empatía o la ambición. —¿Y puedes sentir si están o no bien? —Si, —sonrió ella— la vibración y fulgor del aura se expande e intensifica ante emociones positivas, lo contrario con las negativas. Por eso puedo saber que Luna a pesar de todo se encuentra bien. También puedo sentir que tú... puedo sentir tus emociones, tus dudas, tus miedos... y algo más. Harry sacudió su mano en ese momento, para que la niña dejara de hablar mientras él pensaba de nuevo. Estaba acuclillado frente a ella, mirándola mientras pensaba en cómo esta circunstancia afectaba las cosas. Las revelaciones de Myrtle eran impactantes, y sabía que tenía que procesarlas poco a poco. Pero algo estaba claro: Myrtle no era lo que parecía, y su historia apenas comenzaba a revelarse.
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