ID de la obra: 1406

Burlando a la muerte

Het
G
En progreso
2
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 66 páginas, 34.280 palabras, 26 capítulos
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Luna centáurica

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La pesada puerta se abrió con un crujido cuando Harry irrumpió en la biblioteca de piedra. Todos los centauros, imponentes y tallados en granito, alzaron sus miradas hacia él. No había sorpresa en sus ojos de piedra; la intrusión parecía haber sido anticipada. Un tenso silencio se alargó, hasta que Harry rompió la calma. —Quiero la verdad. —proclamó con viva voz— Ya es suficiente de secretos. Myrtle se ha ido, y tenemos que encontrarla, pero antes exijo saber qué está pasando exactamente. El líder de los centauros, recostado sobre la hierba que cubría el suelo de piedra, asintió lentamente. —Acércate, Harry Potter. Él obedeció, aunque con cierta cautela. Los demás se acercaron después a regañadientes, más desconfiados que nunca y asustados por todos los acontecimientos que les habían estado sucediendo. Fue Draco quien avanzó sin reparos, apenas consciente de su entorno, y se dirigió en silencio hacia Luna, quien estaba rodeada de centauros. Su figura parecía casi etérea, adornada con flores silvestres entre su cabello y una falda hecha de enredaderas y capullos. Su cabello rubio caía como una cascada, cubriendo su pecho de forma casi deliberada. Sus ojos, de un azul penetrante, brillaban con una luz que Draco nunca había visto. Al llegar a su lado, la abrazó con fuerza, sintiendo el alivio de saberla realmente a salvo. —Pensé que no volvería a verte —le murmuró al oído. —Yo sabía que vendrías —le respondió ella sonriendo— estaba escrito en las estrellas. —¿Ahora hablas como ellos? —no evitó reírse, con una indignación fingida. —Solo he aprendido muchas cosas de ellos —lo tranquilizó— han sido amables, y ahora que sé, quisiera saber más todavía... pero no hay tiempo ahora. Los demás se acercaron en silencio detrás de él. Viktor dio un paso adelante, inclinando la cabeza en un gesto solemne hacia el líder de los centauros. —Humildemente solicitamos su ayuda, padres del conocimiento —dijo, con una formalidad que parecía ensayada, pero respetuosa. —Nos hemos escapado de Hogwarts —continuó Hermione, había desafío y desesperación en su voz—. No podemos regresar, y mucho menos sin Myrtle. Esta noche iremos a Suiza, pero antes necesitamos saber toda la verdad. La yegua centauro, de pelaje rojizo, habló con voz profunda y serena: —La verdad, como ustedes la llaman, es más vasta e intrincada de lo que imaginan. —bajó la cabeza y sus orejas se movieron hacia atrás como las de un equino antes de seguir hablando— Para entender a Myrtle, deben primero entender al que ustedes llaman Tom Riddle. Harry apretó los puños, la frustración agolpándose en su pecho. Siempre había sospechado que había más de lo que se contaba en la historia de Myrtle y Riddle. Todo apuntaba a Voldemort, como siempre. —Quiero saberlo todo, —dijo con voz firme, adelantándose para estar frente a ellos por encima de los demás—. Si hay algo que puedo hacer para arreglarlo, lo haré. Pero es necesario que se me entregue esa información. El líder de los centauros señaló a Luna, quien aún se encontraba bajo la protección de Draco— El conocimiento ya está en ella. Ha sido preparada para esto. Les dirá todo lo que necesitan saber y un poco más. Cuando todo esto termine, regresará a nosotros para terminar su formación y servirá de vocera entre nuestra raza y el ministerio. El aire pareció cargarse de tensión. La yegua volvió a hablar: —Es necesario que partan pronto. La directora del colegio viene en camino. No está sola, la acompañan varios aurores. El corazón de Harry se aceleró. La situación había cambiado drásticamente. Miró a Luna, quien asintió en silencio. Con una calma absoluta, se apartó de los brazos de Draco y caminó hacia su bolsa que estaba escondida en un rincón, de la que extrajo un pequeño espejo de mano. Los centauros se alzaron y, de pronto, la cúpula de piedra sobre ellos comenzó a abrirse, revelando el cielo nocturno. Las estrellas brillaban intensamente, y el aire frío se colaba en el recinto, formando nubes de aliento a su alrededor. —No se preocupen, yo lo sé todo y llegado el momento, se los haré saber —les sonrió la rubia— pero ahora es necesario que nos vayamos pronto.  Luna avanzó con la gracia de alguien que ya no era del todo humana. Harry no pudo evitar sentir que ella ahora pertenecía tanto al mundo de los centauros como al suyo propio. Colocó sobre cada uno de ellos un collar hecho de enredaderas, cuarzos, huesos de animales y fragmentos de oro y diamante. Después, uno a uno, los guió hacia el centro de un círculo tallado en la piedra del suelo. Los centauros comenzaron a cantar en su lengua ancestral. El sonido reverberaba, antiguo y poderoso, mientras sus cascos golpeaban el suelo al ritmo de la melodía. El eco de su canto llenaba el espacio, envolviendo a Harry y los demás. La atmosfera se llenó de sus sonidos y vibraciones y de la nada Harry se dio cuenta de que él mismo seguía esa canción con sus propias palabras, sin saberse la letra, él simplemente se estaba dejando llevar. —Arrodíllense, —les indicó Luna, su voz suave pero firme. Ellos obedecieron sin dudar, aunque un nudo de temor se formaba en sus estómagos. Podían sentir la magia antigua fluyendo a su alrededor, poderosa y misteriosa. Mientras cerraban los ojos, Harry no pudo evitar preguntarse si, a pesar de los cambios, Luna seguía siendo su misma amiga de siempre. Se veía diferente, más salvaje, más indómita, como si parte de ella ahora formara parte de los centauros. Pero Harry aun no sabía decir qué era más fuerte, esa nueva apariencia, o la dulzura de siempre en sus ojos. Secretamente vio a Draco besar las manos de la chica cuando esta lo adornaba y a ella bajar en busca de un beso suyo antes de tomar su posición en el circulo. —¿Estás segura de que esto funcionará? —se atrevió a preguntar Harry. —Shhh —lo chistó ella con un leve sonido y le acarició los parpados para que también cerrase los ojos— pronto lo sabrás. Puedo prometértelo. Entonces, Luna usó el espejo para ponerlo frente a cada uno de sus amigos. Mientras lo hacía, las formas de estos se desdibujaban y lentamente desaparecían, quedándose atrapados dentro del espejo como sombras. Harry, aturdido e inseguro, tomó la decisión de confiar, cerrando sus ojos y concentrándose en la cantinela ritmica, en los sonidos y en la piedra fría bajo sus rodillas. Pronto le darían la respuesta, pronto sabría qué estaba pasando y porqué Myrtle era tan importante. Con esa esperanza, se dejó desmaterializar y encerrar en el espejo.
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