Lo que cuentan las estrellas
23 de noviembre de 2025, 11:05
Finalmente, Luna se sentó junto al fuego, observando las estrellas a través de una ventana rota. Cuando comenzó a hablar, su tono era diferente, más profundo, como si estuviera conectada con algo mucho más antiguo que ella misma.
—Lo que voy a contarles no es algo que Myrtle pueda recordar —comenzó Luna, mirando a su amiga espectral—. Pero los centauros lo han visto en las estrellas durante años, y ahora entiendo por qué.
Harry y Hermione intercambiaron miradas de confusión.
—Es hora de que sepáis la verdad —dijo con un tono grave, inusualmente serio para ella.
Harry la miró, expectante. Hermione, con el ceño fruncido, inclinó la cabeza hacia adelante, preparada para absorber cada palabra. Luna se acercó al fuego, sus ojos reflejando las llamas como si estuviera atrapada en algún recuerdo distante.
—Tom Riddle y ella... compartieron más de lo que se pensó. No solo fue su víctima, fue su hermana —dijo ella, dejando que las palabras cayeran como una losa sobre el grupo—. Su hermana bastarda, rechazada por su padre muggle, quien ni siquiera supo de su existencia.
Un silencio incómodo se apoderó del cuarto. Todos miraron a Myrtle, tragando saliva aunque ya no tuviera cuerpo. Luna continuó:
—Tom Riddle no solo mató a Myrtle —continuó Luna—. La eligió porque vio en ella un poder que no podía controlar. Sabía que si ella seguía viviendo, sería una amenaza para él. Myrtle no era una víctima cualquiera. Tenía un vínculo especial con la magia, uno que ni siquiera ella entendía.
Myrtle frunció el ceño, confundida. —¿De qué estás hablando, Luna? Yo solo... era una chica cualquiera. Estaba llorando en los baños cuando... lo vi... y luego...
Luna la interrumpió con dulzura. —No, Myrtle. Lo que recuerdas no es toda la verdad. Cuando el basilisco te atacó, intentó matarte. Pero algo en ti se aferró a la vida, de la misma manera en que Harry lo hizo cuando era un bebé. No fue solo un accidente que sobrevivieras, tu magia se activó en ese momento.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Harry, empezando a entender la magnitud de lo que Luna revelaba.
—Lo que los centauros han visto —dijo Luna— es que Myrtle era más poderosa de lo que nadie sabía. Tom Riddle, en su juventud, compartió secretos oscuros con ella, pensando que podría controlarla. Pero cuando se dio cuenta de que ella podía ser un peligro, intentó deshacerse de ella usando al basilisco. Sin embargo, su hechizo no funcionó por completo. No murió del todo. Su magia la mantuvo entre la vida y la muerte, como una sombra de lo que fue. Y por eso aún sigue aquí.
Un silencio pesado llenó la cabaña. Myrtle, pálida, intentaba procesar lo que había escuchado.
—Tom la buscó, no para ayudarla, sino para controlarla. Era más joven, más inocente, pero tenía un don... un poder que ni siquiera él había comprendido por completo. Aunque a veces lo negaba, ella podía sentir cómo su magia crecía, cómo su control sobre los hechizos oscuros aumentaba. Pero Tom la veía como una amenaza.
—¿Él sabía? —susurró Harry, rompiendo el silencio con una voz áspera.
Myrtle asintió, parecía estar recordando, y sus ojos se volvieron hacia el pasado. Luna esperó, mirándola, sabiendo que para este punto, con la estimulación correcta, ella podría contar sola el resto.
—Aquella noche... la última noche de mi vida, me había estado entrenando con Tom. Habíamos compartido hechizos que él no enseñaría a nadie más, excepto a mí. Me mostró la magia oscura, me dejó experimentar con ella, pero cuando vio hasta dónde podía llegar, empezó a temerme. Sabía que, si me permitía seguir creciendo, algún día podría superarlo... o peor aún, revelarle a alguien más los secretos que él tanto guardaba. Entonces... ¿no estoy muerta? —murmuró Myrtle, como si las palabras fueran difíciles de decir.
Harry se dio cuenta de que ella había estado abrigando la idea como una fantasía, como un ideal, que todo ese tiempo había fingido creer que de verdad había esperanza como se cree en un sueño. Y ahora que tenía la confirmación, no se lo podía creer de verdad.
Luna asintió, mirando con empatía a su amiga. —Lo que has creído todo este tiempo no es la verdad completa. No estás viva, pero tampoco muerta. Eres algo más, Myrtle. Algo que Tom Riddle nunca pudo destruir por completo.
Myrtle miró sus manos traslúcidas, incapaz de hablar. Hermione finalmente rompió el silencio.
—Eso significa que... verdaderamente aún hay esperanza para ti —dijo, susurrando como si no quisiera romper la atmósfera.
—Sí —confirmó Luna—. Pero también significa que Tom Riddle tenía miedo de ella, y por eso la quiso fuera del camino. Lo que vio en Myrtle fue un poder que podría haber rivalizado con el suyo algún día.
La revelación cayó como un peso sobre todos. Myrtle, quien siempre había creído que su vida había sido insignificante, ahora enfrentaba una verdad que cambiaba todo. Y Harry, Hermione, Viktor y Draco comprendieron que la historia de Myrtle estaba lejos de terminar.
—Ojalá pudieran ver lo que yo veo ahora... —murmuró ella con los ojos perdidos, como si mirase muy lejos, aunque realmente miraba muy atrás en el tiempo. Cincuenta años atrás. De pronto, su expresión cambió y los miró a todos alternativamente— puedo hacerlos ver. Sé cómo hacerlo... ¿Me lo permiten?
Todos, confundidos pero con la curiosidad más poderosa moviéndolos, asintieron Aceptando en silencio. La escena cambió. Myrtle, ahora conectada más que nunca con su verdadera magia, hizo una demostración que los sacó a todos de dudas de lo que decía Luna y ella era la pura verdad. Levantó una mano, y de pronto, todos los presentes fueron arrastrados a través del tiempo.
El aire se volvió denso y frío, y la cabaña desapareció. Ahora estaban en los baños de Hogwarts, pero no eran los baños ruinosos y abandonados que conocían. Estaban llenos de vida, iluminados con velas flotantes. Harry reconoció la escena: estaban viviendo el último día de Myrtle.
La adolescente, joven y viva, se encontraba en los baños, practicando un hechizo oscuro frente a un espejo. Su rostro estaba pálido, pero decidido. En el reflejo, se veía a sí misma, pero algo en su expresión era distinto, como si estuviera conectada a algo mucho más profundo. A sus espaldas, la puerta se abrió con un chirrido y Tom Riddle entró, su rostro frío y calculador.
—Myrtle, he venido a hablar contigo —dijo Tom, su voz suave pero con una tensión subyacente que no podía ocultar.
—¿Has encontrado algo nuevo, Tom? —preguntó Myrtle, emocionada, sin notar el peligro que se avecinaba.
Él la miró por un momento, calculando cada palabra.
—He estado pensando... sobre lo que hemos aprendido juntos. Sobre ti, en particular.
Myrtle dejó el espejo y se acercó a él, sus ojos brillando con curiosidad.
—¿Qué pasa? —preguntó con una mezcla de confusión y preocupación.
Tom dio un paso más cerca, pero esta vez, su sonrisa fue forzada.
—Eres más fuerte de lo que imaginé, Myrtle. Más fuerte de lo que debería permitir.
Myrtle retrocedió, la confusión reemplazada por el miedo.
—¿Qué estás diciendo?
Tom sacó su varita, su mirada llena de una frialdad escalofriante.
—No puedo permitirme compartir el poder que hemos descubierto. No puedo permitir que te conviertas en un peligro para mis planes.
—¡Pero yo te ayudé! —protestó Myrtle, retrocediendo hacia las paredes de mármol del baño—. ¡Tom, somos familia!
Tom negó mientras Myrtle empezaba a llorar en silencio. Su expresión de vehemente resentimiento y dolor ante el único amigo que había tenido. El único que no la había visto como un bicho raro, sabelotodo cuatro ojos de ranvenclaw.
Con sangre fría, él pronunció las palabras en parsel que activaron el mecanismo del lavamanos, que ascendió y se abrió lentamente. El basilisco surgió entonces, y sus ojos envolvieron a Myrtle antes de que pudiera reaccionar. Su cuerpo cayó al suelo, petrificado. Tom se quedó observando por un momento, su rostro impasible, antes de dar media vuelta y marcharse, dejando a su hermana bastarda tendida, olvidada, en el suelo frío.
El grupo volvió al presente, todos conmocionados por la escena que habían presenciado. Harry sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de cuán cruel y despiadado había sido Tom Riddle, incluso con su propia sangre.
—Él... te mató —susurró Viktor, la incredulidad en su voz—. ¿Solo porque te temía?
Myrtle asintió, su rostro triste pero sereno.
—Sabía que, si me permitía vivir, algún día podría derrotarlo o traicionarlo. Yo... yo era una amenaza para él, y no podía permitir que existiera otra persona con tanto poder. Así que me quitó la vida... como hizo con tantos otros.
Harry apretó los puños, sintiendo una ola de ira y compasión hacia Myrtle. Hermione estaba pálida, su mente claramente trabajando a toda velocidad, procesando la magnitud de lo que acababan de descubrir.
—¿Y ahora? —preguntó Harry, su voz tensa—. ¿Qué hacemos ahora?
Luna, quien había permanecido en silencio todo este tiempo, finalmente habló, su voz suave pero firme.
—Ahora, Harry, debemos subir a la habitación tapiada, sacar el cuerpo petrificado y llevarlo con los centauros para que ella vuelva a la vida. Y por eso es tan importante lo que hagamos ahora. Myrtle aún puede ser liberada, pero si su poder no es manejado con cuidado... podría convertirse en algo que ninguno de nosotros puede controlar.