La habitación tapiada
23 de noviembre de 2025, 11:05
Lo siguiente que pasó fue bastante rápido. Subieron al segundo piso. Las escaleras fueron un problema; los bichos, la humedad y demás se habían comido los tablones, que se deshacían a la menor presión. No era seguro ni prudente subir por ahí.
Krum voló, con Hermione a cuestas, ambos transformados en animales mientras Myrtle los seguía como una sombra flotante. Arriba, el segundo piso era inestable, la estructura se había podrido por completo. Solo las patas cuidadosas de una zorrita, las alas de un ave, y la intangibilidad de un espectro podían moverse con seguridad en aquel terreno traicionero.
Harry sintió una pequeña irritación ante esto, dándose cuenta de que estaba perdiendo parte de su ventaja como el niño que vivió. Ya no era tan especial como solía sentirse. Pero no dijo nada al respecto. Él, Luna y Draco se quedaron atrás, lanzando miradas desconfiadas hacia la escalera podrida. Con un esfuerzo, usaron hechizos de levitación para impulsarse hasta arriba, aunque la magia era inestable en un lugar tan lleno de antigüedad y decadencia. Las vigas crujieron, y el polvo se levantó en nubes, revelando la fragilidad del lugar.
—Cuidado —advirtió Harry, su varita encendida lanzando una luz tenue sobre el suelo astillado. A cada paso que daban, la madera gimoteaba bajo el peso de extraños después de cincuenta años de abandono.
—Será mejor esperar —bufó Draco, mirando con cierto desprecio el suelo que pisaba.
—No podemos dejarlos solos —opinó Luna— hay más en esto aun.
—¿Más? —suspiró Harry— ¿qué más?
—Eso ya no puedo saberlo yo, —se encogió de hombros Luna, pero sonrió— pero no es lógico pensar que algo como la posibilidad de revivir de Myrtle no puede ser detenida por una puerta tapiada ¿o sí?
—¿Quieres decir que algo puede estar custodiando la habitación? —murmuró Draco con gravedad— ¿algo que anida ahí desde hará más de cincuenta años?
—Algo que puede matarnos si se le da la oportunidad —pensó en voz alta Harry.
Se encontraron a Hermione más allá, en su forma de zorrita— Traten de no pararse muy juntos, hay que distribuir el peso para evitar accidentes.
—Si, ya metí el pie en una grieta dos veces —les dijo Viktor, más allá, posado en un candelabro— pero la habitación está pasando este pasillo. Síganme.
Una sensación de presencia oscura invadió a Harry al cruzar el umbral del pasillo. La humedad y el frío se sentían diferentes aquí, como si algo estuviera absorbiendo todo el calor y la vida. Luna, siempre perceptiva, frunció el ceño.
—No estamos solos —susurró, su voz cargada de una extraña certeza.
Avanzaron otro tramo, con todo el cuidado del mundo, y más lento de lo que les hubiera gustado admitir. Finalmente, llegaron frente a la habitación. Myrtle flotaba delante de la puerta tapiada, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y temor. Su brillo opalino creaba una brecha en la oscuridad de la madera podrida.
—No puedo pasar —su voz era un hilo— Antes podía. Cuando regresaba aquí hace mucho tiempo. Ahora está sellada herméticamente para mi también. Y... algo ha cambiado...
Ella también lo sentía, lo que sea que aguardaba al otro lado, estaba conectada con ella.
—Riddle —murmuró Draco, mirando a Harry. Su nombre no necesitaba más explicación. Algo de su magia, de su esencia, aún perduraba en ese lugar.
—Si lo hizo, tuvo que hacerlo cuando ya era Voldemort —opinó Hermione— si esta resistencia no estaba, es posible que la pusiera después, por ejercer una precaución extra.
—En ese caso, hay que considerar que lo que había en Myrtle de verdad era peligroso —volvió a pensar en voz alta Harry.
—Tampoco hay que descartar que a lo mejor McGnagall puso un par de seguros mágicos más. —siguió la línea de pensamiento Viktor— al saber que estabamos intentando revivir a Myrtle, a lo mejor ella también se tomó esa libertad.
La puerta estaba sellada, tapiada con tablones gruesos, pero no solo era una barrera física. Una runa oscura parpadeaba débilmente en la madera, un símbolo de protección que reconocieron de inmediato como un hechizo de contención. Harry, además, reconoció las runas como las mismas que en su momento vio en aquel cofrecito que McGonagall tenía en el escritorio de su despacho. Riddle había sido meticuloso en proteger este lugar, pero en efecto, la directora no había perdido el tiempo.
Hermione, aún en forma de zorra, se acercó cautelosa. Al volver a su forma humana, examinó la runa con una mirada de concentración intensa.
—Es una protección antigua, probablemente ligada a sangre —dijo, sus dedos rozando el símbolo tallado en la madera polvorienta—. Alguien necesita romper esto desde dentro o fuera... y no será fácil. Tal vez tengamos que...
Antes de que pudiera terminar la frase, el aire se tensó, y una corriente helada recorrió la habitación. La figura de Myrtle comenzó a temblar. Sus ojos, siempre llenos de tristeza, se entrecerraron de repente. Un chillido agudo salió de su boca sin que ella lo controlara, como si algo en su cuerpo espectral respondiera al hechizo.
Harry se acercó a ella pero Luna lo detuvo, agarrándolo del brazo. La madera bajo sus pies se quejó más profundamente por su movimiento brusco.
—Está recordando —dijo Luna, con esa certeza que le heló la sangre a todos.
La fantasma se encogió sobre si misma y, después de un instante, se encaminó a la puerta tapiada
—¡Myrtle! —gritó Harry, intentando sujetarla, pero era inútil.
Ella puso sus manos fantasmales contra la madera y comenzó a recitar un hechizo suave en una lengua que sonaba oscura. Un escalofrío subió por la columna de Harry a medida que las palabras se sucedían. A Myrtle le estaban viniendo solas las palabras, como si literalmente se las estuvieran dictando seres oscuros en las sombras.
De repente, el símbolo en la puerta comenzó a brillar con fuerza, inundando la habitación de luz verde, la misma luz que Harry recordaba de sus encuentros con la magia más oscura. Harry, sin pretenderlo, entendió que el hechizo de McGonagall se había roto cuando un velo mágico apenas visible, como el que cubría los baños, se rasgó y se volvió polvo.
El espectro salió proyectado hacia atrás unos pasos y se quedó aturdida unos instantes. Todos la miraron, ella suspiró, cansada— Era bastante fuerte.
—¿Pero tú estás bien? —atinó a preguntar Harry repasándola con los ojos unos instantes, buscando heridas que era obvio que no habrían— ¿Cómo lo hiciste?
—Eso no importa ahora, Harry —se exasperó Hermione— tenemos que pasar a dentro.
—¿Porqué la prisa? —se sorprendió él.
—Porque McGonagall y los demás aurores ya están abajo.