ID de la obra: 1406

Burlando a la muerte

Het
G
En progreso
2
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 66 páginas, 34.280 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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La última llave

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Harry, que había estado levemente encorvado en su posición por el profundo dolor, se alzó e irguió en su posición. Miró con determinación a sus amigos y luego a McGonagall. Sostenía la varita aun con fuerza, tanta que los nudillos se le tornaron blancos. Él mismo se hallaba pálido por el esfuerzo, por lo que su apariencia era la de un guerrero herido que sigue en combate. —Es nuestra amiga de la que está hablando. Sea lo que sea que fue antes de este año, lo que pudo ser antes de ser petrificada, puedo asegurarle que ha dejado de serlo. Llevamos conociéndola desde hará mucho tiempo además… ella no sería capaz de nada por un motivo egoísta… talvez antes, pero ahora ya no. McGonagall no se dejaba amedrentar con facilidad, ni siquiera en este momento en el que parecía que todo volvía a estar perdido. —¿Y qué si te equivocas, Potter? —imprimió la más cruda incredulidad en esa frase— ¿Y si no es como dice ser? ¿Qué pasaría si te equivocas? Harry pareció pensarlo durante algunos segundos mientras la miraba— Y si no… Dejaremos que ella lo decida. Antes de que McGonagall pudiese decir algo, Myrtle apareció de la nada. Todos, concentrados en sus respectivas tareas, dejaron lo que hacían para verla solo un instante. La chica fantasma brillaba más que nunca con el cofrecito entre las manos. Algo en ella era diferente ahora, había una determinación que, así como la de Harry, la hacía más alta y más resplandeciente. —Los patronus, ahora —les indicó mientras el cofre se abría en sus manos. Todos hicieron lo que dijo y conjuraron los patronus a la ve de nuevo, el suyo incluido. Los destellos de luz cargaron contra el monstruo de nuevo que ya se había olvidado de ellos. Su nueva aparición lo dejó sorprendido por breves segundos mientras Myrtle sacaba lo que había en el cofre. Harry no pudo ver bien de qué se trataba, hasta que ella lo blandió y se alzó con él mientras volaba hasta el monstruo. Era una varita aparentemente, y Myrtle la usó para azotar al monstruo en la parte trasera de la cabeza mientras repetía un hechizo. Las palabras fueron incomprensibles, pero susurrantes y etéreas, como hechas de polvo y piedra, en una lengua que Harry supuso que era la de las runas que se veían en la caja, en el monstruo y las que hubieron en la puerta tapiada. De la varita salieron cintas de fuego negro que envolvieron al ser desde el punto de contacto hasta los pies en menos de lo que le llevó abrir la caja. El monstruo se retorció y estremeció como por acción de un gran dolor y seguidamente se deshizo en piedras que cayeron y rebotaron en el suelo de tierra y césped. Todo había terminado, al fin. Harry suspiró cuando los patronus empezaron a deshacerse en volutas de humo platinado y la noche adquiría su anterior oscuridad. Se tardó unos segundos en descubrir que McGonagall se había ido, pero por el momento poco le importaba. Tenía que ver que todos estuvieran bien. Cojeando, Krum se acercó a él, junto a Hermione, Luna—que ya había despertado— y Draco. Todos querían asegurarse que los demás estuvieran bien, mientras ellos mismos habían recibido muchas heridas de batalla. Luna sabía algunos hechizos de curación, como el que había usado para la nariz de Harry en otro tiempo. Lo mismo Hermione, que se encargó de la costilla de Harry, que se halló viendo luces ante el nuevo dolor que representó esa curación. Pero para su suerte, solo duró unos segundos. Pronto, todos volvían a estar en condiciones, aliviados por haber resistido tanto tiempo. Entonces Harry vio a Myrtle, con su brillo fantasmal, acercarse de nuevo a la casa en ruinas que seguía desprendiéndose lentamente, emitiendo crujidos y quejidos como si fuera un ser vivo en agonía. A pesar del caos y la destrucción, ella avanzaba con determinación. Sin dolor físico que lo retuviera, Harry sintió que seguirla no era una mala idea. Como si hubieran llegado a un silencioso consenso, todos comenzaron a moverse detrás de él, conscientes de que su misión estaba lejos de haber terminado. Aún quedaba mucho por hacer. Myrtle alzó las manos, su magia espectral vibrando en el aire como un eco apenas perceptible. Los escombros comenzaron a moverse: ladrillos rotos, astillas de madera y fragmentos de yeso volaron a izquierda y derecha, despejando su camino. Cada movimiento era preciso, casi quirúrgico, mientras ella se acercaba al centro del desastre. Cuando finalmente lo encontró, Myrtle se detuvo. Frente a ella, medio enterrado bajo los restos del derrumbe, estaba su propio cuerpo. La fantasma flotó hacia él con una expresión indescriptible, una mezcla de curiosidad, tristeza y algo que Harry no logró descifrar del todo. Se miró fijamente por lo que parecieron minutos eternos. Harry llegó a su lado, seguido por los demás, que se quedaron inmóviles al ver la escena. El cuerpo de Myrtle yacía intacto a pesar de los años y el desastre: el uniforme escolar, las coletas desordenadas a ambos lados de su cabeza, los lentes torcidos, incluso los granos en su rostro, todo estaba allí, congelado en el tiempo. La suciedad del derrumbe apenas opacaba su extraña conservación. —Woo, Myrtle, eres tú...—susurró Hermione, con los ojos muy abiertos ante la luz espectral que envolvía la escena. —¿Quién lo diría?—comentó Draco, con un intento de sarcasmo que sonó casi nervioso—. Te ves mejor como fantasma. —Cállate, Draco—replicó Myrtle, permitiéndose una breve sonrisa antes de volverse seria—. Soy yo tal cual. Casi parecían gemelas, pensó Harry, con un escalofrío recorriéndole la espalda. La fantasma y el cuerpo compartían la misma palidez espectral. Era como si la vida y la muerte se reflejaran una en la otra. —Debemos llevarla con los centauros—dijo Luna, rompiendo el hechizo del silencio—. Aún faltan un par de días para la noche esperada, pero lo mejor será hacer el hechizo pronto. —¿Cómo llevaremos el cuerpo al Bosque Prohibido?—murmuró Krum, frunciendo el ceño mientras observaba los escombros alrededor. —Yo lo llevaré conmigo—dijo la fantasma con determinación, y luego miró a todos—. Acérquense. Nos iremos todos a la vez. Un escalofrío recorrió a Harry al escuchar esas palabras, pero antes de que pudieran moverse, una voz cortó el aire como una cuchilla: —No, no se irán. Harry se giró bruscamente, el corazón acelerado. McGonagall estaba de pie al borde de la escena, la varita alzada y su rostro cubierto de polvo y determinación. Había marcas de lucha en su ropa, y su mirada era de acero puro. Detrás de ella, los restos del derrumbe parecían empequeñecerse ante su presencia. La punta de su varita apuntaba directamente al cuello del cuerpo de Myrtle. —No dejaré que se la lleven—dijo con voz firme. Myrtle llevó una mano traslúcida a su propio cuello, al lugar donde la varita de McGonagall amenazaba su cuerpo inerte. —Profesora, no estamos haciendo nada malo—murmuró Hermione, alzando las manos en un gesto conciliador, sus ojos fijos en la varita. —Solo queremos que Myrtle vuelva a vivir—intervinió Draco, con un tono más desafiante—. No es ningún delito. —Es un delito tratándose de ella—respondía McGonagall con frialdad—. Ahora quiero que todos regresen a Hogwarts. El Ministerio de Magia está al tanto de lo ocurrido, y tienen mucho qué explicarles. Pero si se van ahora, abogaré por ustedes. —¿Qué hará con mi cuerpo?—preguntó Myrtle con un hilo de voz, su tono cargado de tristeza. —Primero, confiscarlo y llevarlo al Ministerio—respondía McGonagall, encogiéndose de hombros como si aquello fuera una simple formalidad—. Después, ya veremos. Y tú, Myrtle, deberás regresar a los aseos de las niñas para quedarte allí. —¡No! —gritó Myrtle, con una furia espectral que hizo temblar los escombros—. No me quedaré otros cincuenta años en esos aseos. —No tienes alternativa—sentenció McGonagall, su voz implacable—. Ahora obedezcan mis órdenes o... Alzó su varita, y el aire pareció cargarse de energía— …quemo ahora mismo el cuerpo petrificado. Cuando dijo eso, la varita salió disparada de la nada y aterrizó a unos metros de distancia ante la vista de todos. Entonces Myrtle petrificó a McGonagall en el acto mientras se adelantaba para alejar su cuerpo de ella. —Estaba esperando a que lo hicieras —gruñó con sarcasmo Draco. —Vámonos, les puse un hechizo de tiempo. Cuando vuelva a la vida despertaran todos, ella y los aurores. Pronto, acérquense. Tenemos que irnos de aquí. Tomando a su vez con ligera fuerza de la mano a su cuerpo, sin dejar de mirarla absorta, se volvió a Harry para tomar la mano de este. Los demás se tomaron rápido de las manos y esperaron a que Myrtle se recuperara del susto de casi haber perdido su oportunidad de vivir, de nuevo. Entonces desaparecieron y volvieron a una oscuridad diferente, la oscuridad cerrada del bosque prohibido.
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