4: Lodo, discordia y huesos
23 de noviembre de 2025, 9:32
Llevaban ya varios minutos caminando, Layne gritando el nombre de su amigo de vez en cuando y entristeciéndose por no encontrar señales de él en ningún sitio. Habían decidido seguir el arroyo, para tener una provisión de agua más llevadera, aunque siempre fuese necesario hervirla por las dudas. Normalmente, según Eli, los pueblos se creaban alrededor de fuentes de agua, por lo que confiaban con encontrar algún asentamiento más adelante. Y si encontraban personas, talvez Tony estuviera con ellos o ellos podrían saber como encontrarlo. La verdad es que se estaban moviendo a base de suposiciones, puras especulaciones sin mucho fundamento, pero ''quien se ahoga se agarra hasta del agua'' cualquier esperanza era bien recibida.
—Caminatas, caminatas... —se quejó J— cuando acepté pasar parte de mis vacaciones con ustedes, hermanos, pensé que nos iríamos a pescar, o nos divertiríamos simplemente hablando o comiendo alguna carne asada o malvaviscos alrededor de una fogata. Las estrellas de noche, el canto de las aves, caray... nunca me imaginé que volverían a las caminatas marciales de la marina.
—Solo piensa que podría ser peor —le aconsejó Earl— siempre podemos hacer eso después, cuando encontremos a ese tonto borracho y podamos volver. Piensa que tuvimos suerte en esa caída, ahora podríamos estar muertos.
—Chicos, no hablen de muerte, me dan escalofríos —les regañó Cesar, estaba tragándose la sopa de Layne a sorbos lentos— le hubieras echado a esto por lo menos el escarabajo aquel. Un vaso de agua tiene más sabor.
Layne se encogió de hombros mientras le pasaba a Rachel el trozo de twinkie y a Eli la medialuna de pan tostado.
—Debiste pensar en eso antes de hacer negocios conmigo.
La forma en la que había contestado dejó en evidencia que estaba bastante desanimado. Incluso irritable y frustrado. Cesar tomó la decisión correcta al no decir nada más. Todos miraron con disimulo. Layne se había mostrado bastante preocupado desde lo del grito, al principio no se lo había tomado tan enserio, pero ahora estaba claro que temía por la seguridad de Tony. Rachel estuvo a punto de acercarse a él para decirle algo, pero prefirió no hacerlo, porque de todas formas ella sufría unos sentimientos parecidos con respecto a Tony, no quería pensar en lo peor, pero a medida que avanzaban sin encontrarlo, la situación se volvía más y más grave. Se preguntó si Tony habría comido algo a esa hora, si habría dormido tirado en algún matorral, si siquiera habría sobrevivido a la caída... Si lo volvería a ver algún día...
Sacudió la cabeza, ya basta de pensar en él. No ayudaba extrañándolo, preocupándose y sufriendo. Los demás chicos sufrían de verdad, por el cansancio y el calor sofocante que se extendía sobre ellos.
—¿Chicos, no sienten el calor? —jadeó Geoff, pasándose el antebrazo por la frente perlada de sudor— creo que poco falta para que me derrita...
El sol, por encima de ellos, avanzaba a paso tan lento, pero su calor parecía estar intensificado a mil por uno. Como si la cúpula celeste actuara como una enorme lupa que concentraba su mira sobre ellos siete. Rachel había roto una ramita de uno de escuálidos y desnudos arboles cercanos, más o menos recta, y la había usado estratégicamente para hacerse un recogido en el cabello, un moño improvisado, para evitar que se le siguiese pegando penosamente a la nuca por el sudor.
—Ni lo menciones. —se abanicó J con una mano.
—Ahora mismo, podrían confundirme con un cerdito al vapor. —bromeó Earl.
—Y apestas como uno, hermano. —murmuró Cesar, pasando a un lado de él.
J se echó a reír— miren la cabeza de Eli. —Tenía un circulo rojo en la coronilla, justo en el centro de la cabeza, se había quemado por el sol.
—Demonios... —exclamó este, tocando cuidadosamente la piel enrojecida— es la última vez que olvido traer un sombrero a unas vacaciones.
Layne se sacó la gorra y se la encasquetó a Eli— Esto puede ayudar. Pero bueno, la verdad es que todos estamos iguales... —Y era cierto, todos los chicos empezaban a presentar una tonalidad rojiza en rostro, brazos, cuello, nuca y cualquier sitio sin protección por la ropa. Lo peor era que no había sitio en el cual refugiarse, aunque estaban siguiendo el arroyo, no había ni una señal de vegetación en todo lo que andaban caminando y los arboles no eran más que palos muertos delgados que no ofrecían ni una bondadosa sombra.
—¡Tony! —volvió a gritar Layne una vez más, colocándose ambas manos a los lados de la boca para hacer una bocina y que su voz llegase más lejos. El sonido se extendió por el páramo vacío sin obtener respuesta y Layne, sin rendirse, probaba una y otra vez. El resto de ellos estaba en un mutismo descorazonador, simplemente siguiendo a Layne que daba la ilusión de saber a donde iba. Como si siguiese alguna pista invisible para los demás.
—Estúpido inútil. —gritó de pronto, tomando a todos por sorpresa. Era claro a quien iba ese insulto, quizá el primero que todos los presentes le escuchaban a Layne. Cuando continuó hablando, dio la ilusión de que se dirigía a la tierra, al cielo o a algo en general que los demás no pudieron ver— ¿Por qué lo hiciste... ? ¿Por qué tenías que irte?
Estaba de pie más allá de ellos cuando se llevó las manos a la cabeza, presa de un ataque de frustración, se agachó y se sentó en el suelo. Derrotado. Los demás intercambiaron miradas de consternación.
—Layne... —Geoff dio unos pasos hacia él— No te fatigues de más, lo encontraremos, solo...
—Tú... —Layne se puso de pie de un salto y se volvió a él, enfrentándolo— Tú lo dejaste solo. Por tu culpa él está perdido y podría estar muerto.
Geoff dio pasos hacia atrás, retrocediendo ante la ira espontanea que Layne le estaba soltando a él en la cara. Sorprendido, alzó las manos en señal de rendición mientras Layne le gritaba cada vez con peor ira todo lo que pensaba de él. Los demás chicos se sorprendieron de igual forma, Rachel se llevó las manos a la boca.
—¿Ah si? —dijo por fin Geoff, saliendo un poco de su estupor— ¿Es mi culpa? Tú eres su mejor amigo, tú debías de estar al tanto de él, no yo. Pero de todas formas, nadie es responsable de él, Tony ya es un adulto y puede emborracharse a su gusto y hacer lo que le de la gana.
—Por supuesto ¿pero quien sabía que él estaba mal? ¿dímelo? Si me hubieras avisado que Tony estaba borracho como una cuba, yo no lo hubiera dejado solo al merced de su mente embotada por el alcohol como hiciste tú.
—¿Y yo como iba a saber que reaccionaría de esa forma e intentaría... no sé, perderse en el bosque?
—Debiste de haberlo supuesto, idiota.
—¿Me llamaste idiota?
Por primera vez pareció haber un brillo de arrepentimiento en el rostro de Layne, no obstante, él siguió arremetiendo en contra de Geoff sin aceptar una derrota.
—Tony está mal, su corazón es débil emocionalmente, no le hacen bien ciertos sentimientos fuertes. Y ni hablar de sus recaídas... Maldición... no es la primera vez que se emborracha y hace estupideces. Tú has estado para verlas ¡Debiste saber que no era buena idea dejarlo solo!
—Layne, por favor, —hizo lo posible por aplacar la fuerza de la ira de Layne— entiende que intenté hacerlo entrar en razón.
—¿En razón? ¿A un alcoholizado? ¿Es que estás mal de la cabeza?
—¿Y qué si...?
Los demás se quedaron boquiabiertos. Una gran bola de lodo impactó en pleno rostro de Geoff, salpicando a Layne en el proceso. Geoff se llevó ambas manos a la cara y con los dedos se limpió los parpados y la nariz, escupiendo la otra parte del lodo al suelo. Todos miraron en la dirección de la que vino eso. Rachel se mordió el labio cuando todas las miradas la encontraron con la mano embadurnada de lodo.
—¿Era necesario? —le inquirió Geoff.
—Los demás no hacían nada... —se excusó con nerviosismo— fue lo primero que se me ocurrió.
—Pues... tienes buena puntería. —suspiró Geoff, aún quitándose del rostro el lodo. Layne y él intercambiaron miradas, pero en la de Layne seguía brillando cierto resquicio de ira, por lo que cuando le dio la espalda y se fue al arroyo a sacarse las manchas de lodo de la camiseta, él no lo detuvo ni le dijo nada. Rachel, por su parte, se acercó a Geoff con algo de agua en una de las ollas de aluminio.
—Lo siento. —se disculpó— La próxima vez gritaré. O haré que uno de los chicos te den con una sartén en la cabeza.
Geoff la miró captando una sonrisa divertida en su rostro. Él también sonrió.— Eso sería más aceptable.
—En serio, lo siento. —repitió, esta vez dejando de lado la broma.
—No, hiciste lo correcto. —aceptó— pudo haber llegado a mayores y tal vez nos hubiéramos terminado lastimando de verdad.
—De alguna forma tenías que detenerte, no debiste decirle nada. Hubiera sido preferible que lo dejaras descargarse completamente sin provocarlo aún más. En cierto modo, es comprensible.
—Si, lo sé... tiene razón al decir que soy culpable.
—No, Geoff. No me refiero a eso. No eres culpable de nada, no podías saber lo que iba a pasar. Digo que es comprensible por la reacción de Layne, está asustado. Creo que alguna parte de él se está abandonando a... a la idea de que ya es demasiado tarde.
Él pareció pensárselo, luego volteó disimuladamente hacia Layne, que le daba la espalda y mantenía una postura tensa. Eli, Earl, J y Cesar estaban a ambos lados de él, intentando hacerlo sentir mejor. Geoff resopló— ha estado albergando todos esos sentimientos en su interior, intentando ayudar a todos sin decir como se sentía realmente... Debo disculparme con él.
—No ahora —le aconsejó ella— deja que se calme y beba algo. El calor hace todo peor. Tú mismo deberías hacerlo.
—¿Sabes qué? —le dijo, aceptando por fin la ollita de aluminio— el lodo está bastante frío. Y quizá... bueno, sonará muy loco, ridículo y raro...
—¿Esas no son las tres palabras que más les gustan a ustedes? —le sonrió. Él asintió sonriendo también— continua, cualquier idea puede servirnos.
—Deberíamos... embadurnarnos con éste lodo para protegernos del sol. No solo evitará que nos quememos, también nos refrescará por ser frío y húmedo.
Rachel dejó de sonreír y lo miró sorprendida. Se encogió de hombros— si nos ven en algún pueblo ¿no crees que se asustarían?
—Nos lavaríamos inmediatamente en el arroyo antes de llegar hasta ellos.
—Tiene lógica. —murmuró— habrá que decírselo a los demás.
Rachel habló aparte con Eli, que era el más sabio de todos, para consultarle la idea. Eli habló con Earl y este ultimo se lo comunicó a los demás. No obstante, Cesar y J fueron los primeros en probarlo metiendo los brazos completos al fondo del arroyo, apartando la gravilla y las piedras para sacar cantidades de lodo suficiente para embadurnarse entre ellos. Aunque Layne y Geoff siguieron a distancia, todos a su vez se aplicaron capas de lodo húmedo sobre brazos, cara y los sitios descubiertos hasta que terminaron irreconocibles. J y Cesar empezaron a bromear tirándose lodo entre ellos y a reírse de como a Earl se le había metido un poco en la boca como a Geoff y de como Eli se había embadurnado toda la cabeza.
Mientras Rachel se aplicaba capas sobre las mejillas, mirándose en el reflejo del agua. Su piel, blanca y pura normalmente, ahora se veía oscura por el lodo. Estaba estudiando su reflejo, concentrada, pensando en ciertos otros ojos verdes claros que aun aparecían de vez en cuando en sus sueños. Sueños de los que nunca habló con su esposo, porque no era precisamente normal soñar con otro hombre que no sea tu esposo cuando tu matrimonio no va nada mal. El problema de Rachel había sido Tony, desde siempre, la debilidad que sentía por él nunca desapareció, solo se acrecentó o disminuyó con el tiempo, pero de alguna forma, se las arregló para permanecer en su corazón aún cuando tuvo que hacerle lugar a su esposo.
Era una situación muy complicada. Lo sabía. A veces pensaba en ello, pero no de más. Estaba agradecida por lo que tenía. Sus dos hermosos hijos, uno tan idéntico a su esposo y el otro a su propio hermano. Su casa, su familia, su vida profesional. No cambiaría nada... ¿entonces porqué Tony seguía apareciendo en sus sueños? ¿Porqué no dejaba de pensar en él? lo seguía amando, no cabía la menor duda. No obstante, creía también amar a su esposo...
De pronto, en su reflejo en el agua aparecieron sobre su cabeza dos dedos que alguien le estaba poniendo por detrás. J apareció entonces a su lado con su sonrisa característica. Estaba tan lleno de lodo que parecía más negro de lo que usualmente era. Rachel tenía una amistad agradable con todos los chicos de la banda, pero se podría decir que el que más risa le daba era Jnone, él tenía una carisma y encantos naturales.
—¿No tienes nada mejor que hacer, j? —le sonrió divertida quitándose la mano del hombre de la cabeza e incorporándose para mirarlo.
—En este preciso momento, no. —se rió él.
Rachel disfrutaba la compañía de estos chicos, los amaba a todos como a hermanos y se daba cuenta de que ellos la querían de igual forma por como la trataban. Ella se preocupaba por ellos tal y como ellos por ella. Un sentimiento cálido de amistad y camaradería calentó su alma. J seguía sonriendo cuando se vio a si mismo en el reflejo del agua. Ambos se echaron a reír, se veían terriblemente ridículos, pero no importaba. El lodo funcionaba y eso era lo único importante.
—Oh, demonios —exclamó medio en broma J—, mira, mis placas se han ensuciado. A mi esposa no le gustará eso.
—¿Placas? —preguntó ella. J sacó de entre su camiseta dos placas de metal con manchas de lodo, se las quitó y las lavó en el agua.
—Si, son las que te dan en el ejercito. Ya sabes, tienen mi nombre y mis datos. Por si en algún momento me... me sucede algo —se puso serio y la miró con solemnidad— en servicio, quiero decir. Me identificarán por estas placas... Sabrán a quien llamar para dar el pésame.
Rachel le puso una mano en el hombro a J. Sabía lo que pensaba, que en un sitio como éste, si verdaderamente algo le ocurría, difícilmente habría alguien que pudiese leer esas placas de su collar e informar a su familia. Era una situación bastante delicada, preocupante. Más ahora, por el hecho de que J tenía esposa, y ahora debía estar nerviosa por no tener noticias de él al igual que sus demás seres queridos.
—No hablemos de cosas tristes —le sonrió y su buen humor regresó casi instantáneamente cuando escondió sus placas otra vez bajo el cuello de su camiseta— Layne está mejor ya, parece que cuando su ira se acabó lo que quedó fue cansancio. Pero se repondrá, no hay de qué preocuparse. Ha dicho que no quiere hablar con nadie. Pero que te envía esto.
Era la ollita de aluminio con agua recién hervida y un trozo de cecina envuelta en una servilleta— Y antes de que digas algo, si, tengo las manos limpias.
—Gracias... —le murmuró. Había albergado el temor de que Layne se molestase con ella por su arrebato, pero quizá las cosas estaban bien después de todo.
—Ah, casi lo olvido, dice también que admira tu puntería. —Rachel se sonrió y le dio un golpecito en broma a J en el brazo antes de que él se fuese a seguir repartiendo la comida.
Era medio día aún, el lodo resultó ser el aliado de mayor valor. Dificultaba comer, por supuesto, porque no lo pensaron bien. Si lo hubiesen planeado hubieran comido antes de embadurnarse para que al comer los twinkies y demás provisiones varias el lodo no se resbalase de sus narices hasta la comida o directamente a sus bocas. Cesar fue muy desafortunado en ese sentido, aunque logró intercambiar con mayor suerte esta vez con Layne y consiguió un pastelillo de crema que nada tenía que envidiarle a los twinkies. No hablaron mucho esta vez, Earl se sentó cerca de Rachel y hablaron por unos minutos de como la cecina sabía menos a cartón corrugado si le untabas la salsa de soja que Geoff encontró en un bolsillo externo de una mochila.
Cuando estaba intentando hacer té de hojas de albahaca, con unas hojitas enganchadas de casualidad en la hebilla de otra de las mochilas, J se sentó entre ellos dos.
—chicos ¿pueden decirme que ven allá? —la pregunta fue dicha tan suave, rápida y atropelladamente que les llevó a Earl y a Rachel un par se segundos entenderla. Miraron hacia donde señalaba. Aguzaron la vista para intentar ver, era un punto algo lejano de su posición, tenían que entrecerrar los ojos para poder hallarle sentido, pero al fin vieron algo, blanco grisáceo, perfilado al pie de un árbol más grueso que el resto.
—No sé que es, está a bastante distancia. —se encogió de hombros Earl.
Rachel no se había percatado, pero J no parecía estar de broma, parecía bastante serio.
—¿No se imaginan lo que es? —indagó, cuando ambos negaron él dijo— es el esqueleto de un ahorcado.
—Si, claro. —le restó importancia Earl.
—No tengo necesidad de hacerte creer nada, hermano, ni a ti Rachel. Pero puedo asegurarte que si antes este bosque me daba mala vibra, ahora... ahora quiero irme.
Eli se les unió entonces, sentándose a su lado. Parecía un hombre de barro, al igual que el resto de ellos.
—¿Qué opinas de eso? —le preguntó ella.
Él negó con la cabeza— que si él o ella fue de algún pueblo de aquí cerca, no me gustaría la idea de que Tony deambulase solo por aquí.
A Rachel le subieron escalofríos y una sensación de profundo desasosiego la aquietó. No, a ella tampoco le sentaba bien la idea de que Tony, o cualquiera de ellos se quedase solo en ese sitio alejado de la mano de Dios. No era seguro. Cesar apareció también y con él, Geoff. Todos se sentaron juntos mirando hacia el mismo sitio. Ahora Rachel podía verlo con claridad, veía cada hueso seco al sol, y era más descorazonador de lo que se pudiera pensar.
—Chicos... —era Layne, que estaba de pie cerca de ellos— quizá no se han dado cuenta, pero hay más de uno.
Los chicos y Rachel miraron a donde señalaba y confirmaron que en arboles circundantes aquí y allá había otros colgados semi ocultos por las ramas desnudas, tan secos, grises y sucios que casi se confundían con la corteza. Una expresión de angustia apareció en el rostro de la banda. No habían tenido tiempo para ver bien y con atención sino hasta ahora y se estaban dando cuenta de que este bosque de los suicidas estaba justo en el camino que ellos estaban trazando al seguir el arroyo. Tenían que pasar por fuerza por ahí más adelante.
—Tengo miedo, chicos. —murmuró Cesar.
—Talvez no será buena idea seguir el arroyo... —añadió Geoff— no me gustaría conocer un pueblo que ha tenido tantos suicidios.
—La verdad es que nada nos asegura que hayan sido suicidios. Fácilmente podrían ser asesinatos. —pensaba en voz alta J, con tono sombrío.
—Pero... Tony... —la voz le tembló a Rachel y todos parecieron regresar a la realidad.
—Seguiremos buscándolo. Estos esqueletos es más que obvio que ya están muertos, no hay porqué preocuparse por huesos secos. —negó enérgicamente Eli— por lo menos no son murciélagos, como el que vimos en casa.
—Aun así —insistió Cesar— no es buen augurio atravesar este sitio.
—No hay alternativa —rebatió Earl— tampoco podemos regresar. Y está más que claro que no nos iremos sin Tony.
—Pues... adelante. —sentenció Eli— Si seguimos pensándolo no lo haremos y es necesario seguir en movimiento... pero manténganse alerta.
Rachel le dio un trago al té de albahaca, amargo pues no tenían azucar, y se lo pasó a Layne, que le dio otro sorbo largo a la infusión antes de meter la ollita en la mochila. Se pusieron en pie y avanzaron de nuevo. Con pasos lentos, sin querer estaban caminando de puntillas, como si cualquier ruido pudiera alertar a los esqueletos de que intrusos vivos caminaban entre ellos. Rachel mantenía los ojos abiertos, inconscientemente se situó detrás de Geoff y delante de Earl, los que sabía que la defenderían ante cualquier cosa si pasaba algo. Pensaba en Tony, y su corazón se llenó de grietas. Cuando llegaron a unos metros del primer esqueleto, éste se volteó a ellos balanceándose débilmente, sacándoles el susto de sus vidas.
—el viento —Rachel escuchó a Eli tragar en seco a su lado.
—Hermano, no hay ni una ráfaga de aire... —gimió Earl.
—No se detengan. —siseó Eli— no está pasando nada, ustedes simplemente no se detengan.
Sus pisadas sonaban amortiguadas por el miedo que sentían, la tensión era palpable. Rachel no podía evitar ver directamente hacia las cuencas vacías que parecían estar atentas a ella. Como esos cuadros en las casas embrujadas que te siguen con la vista no importando a donde te muevas. Rachel se llevó una mano al cabello, porque una rama baja le había rozado el moño, y el lodo se desquebrajó en su brazo. El sol actuaba rápido y era necesario renovar las capas de lodo si quería seguir manteniéndose fresca. Ya que el paso era lento, se desvió del grupo para meter la mano en el arroyo que se había ensanchado hasta ser más un río que otra cosa.
El fondo estaba más profundo esta vez, por lo que se internó unos pasos para poder alcanzarlo con los brazos. Este lodo era fangoso, más espeso que el de arroyo, quizá aderezado con algas o residuos de algún tipo. Tal vez incluso hubiera peces.
Geoff marcó el alto, por Rachel, mientras los demás se acercaban unos a otros por temor a lo que el bosque, cada vez más tupido de arboles, pudiera ofrecerles. Geoff se mantenía alerta, pero seguía pensando en que verdaderamente todo ese embrollo no hubiera acontecido si él hubiese priorizado a Tony antes que a J en el árbol. Si tan solo no se hubiera acercado a echarle la bronca a Tony por beber, tal vez nada de eso hubiera pasado. Hubiera preferido mil veces que su amigo hubiera hecho un show de borracho con el esposo de Rachel que esto.
Layne entonces se paró frente a Geoff, sorprendiéndolo. —Lamento haberte dicho... todo eso que te dije.
Él quiso decir algo pero Layne, que seguía molesto, lo detuvo— no digas nada. Ya me disculpé, eso era lo único que quería que supieras. También eres mi amigo y sé que como yo también amas a Tony como a un hermano. Nunca lo hubieras hecho a propósito.
Geoff quiso preguntarle si pensó en algún momento que su intención era producir toda esta situación, pero Layne le cortó de nuevo. —No importa. Sé que no eres capaz. Solo creí que... —un temblor casi imperceptible se apoderó de su cuerpo y al hablar de nuevo, se le quebró la voz— no sé en qué estaba pensando. Perdóname.
Después de eso, se echó a llorar y su llanto demostraba una congoja enorme. Geoff nunca había visto a su amigo así, destrozado emocionalmente, solo entonces supo que compartían la misma angustia. Sin pensárselo, lo envolvió en sus brazos. Rachel los miraba desde su posición, se había arrodillado para sacar el fango, ya tenía una capa fresca recubriendo sus hombros y cuello, las mejillas y nuca cuando Layne y Geoff se abrazaron. Ella se preguntó si podrían encontrar verdaderamente a Tony, porque si no lo hacían, el espacio vacío que iba a dejar en el corazón de todos iba a ser irreemplazable.