ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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5: El pueblo de las pesadillas

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Habían llegado al limite de lo que ellos mismos bautizaban como el bosque de los suicidas, cuando el arroyo podía fácilmente llamarse lago por su anchura. Los pies les dolían, el calor resecaba sus recubrimientos y les provocaba más sed e irritación. La mayoría estaba en silencio. La posición del sol era confusa, debían ser casi las dos de la tarde pero el sol seguía como en medio día. Rachel, Earl, Eli, J y Cesar se habían detenido otra vez. Las pausas cada vez eran más necesarias, el agua tibia tenía de por sí un sabor bastante malo, pero ahora había cada vez más algas en el lago que literalmente tenía un color verdoso. Los chicos sospechaban de su potabilidad aun habiéndola hervido. y se enfrentaban al problema de que la comida solo les alcanzaría para una noche y un día más, si se iban a dormir con el estomago vacío. Layne y Geoff hablaban en voz baja a unos metros por detrás de ellos.  —¿Creen que planean la forma de regresar? —indagó Cesar a los demás— no parecen estar hablando de cosas buenas. —Ni idea —suspiró Earl. —Pero si lo están planeando ellos dos solos, es que es importante. —pensó en voz alta Rachel. —Creo que están hablando de las provisiones —dijo Eli— conté solo un twinkie, dos barras de avellanas y como una media luna de pan francés. Cesar frunció el ceño— por lo menos las avellanas no están caducadas. —No creas, le faltaban pocos días. —lo desanimó J. —¿Saben qué pienso? que deberíamos intentar pescar. Hace rato he visto movimientos en el lago, si tan solo pudiésemos hacer una caña de pescar... —Earl le dio un codazo— Hermano, déjame pensar ¿quieres? es importante. —No es broma, Eli, mejor cállate. Solo entonces, Eli miró hacia donde todos estaban viendo. Más allá, se acercaba alguien. Un hombre, encapuchado en telas oscuras, polvorientas y muy sucias, casi tanto como ellos. J volteó por encima de su hombro para avisar a Layne y a Geoff, pero ambos ya estaban enterados y se estaban acercando a ellos cinco. —¿Qué hacemos? ¿nos lavamos rápidamente? —le pidió instrucciones Rachel a Geoff. —No hay tiempo, y esa agua apesta más que el lodo. Daremos mejor impresión así, como supervivientes. —Debes estar bromeando —lo miró Earl con los ojos enormes— parecemos vagabundos en tiempos de hambre y malas limosnas. —¿Creen que pueda darnos indicaciones? Seguro que conocerá algún pueblo cercano... Quizá hasta habrá visto a Tony. —Eso es mucho pedir, Rachel. —le cuchicheó J— lo máximo que podemos esperar es que nos indique el camino.  —Con esa esperanza, ya me siento menos perdido —dijo Cesar. —No se ilusionen, chicos. Parece un viajero. —les aconsejó Layne— no sabemos si él está en circunstancias parecidas a las nuestras. —Puede ser algún maleante...  —O un comerciante —le rebatió Eli a Geoff— mira lo que trae, parece que son mercancías. Podría tener algo para ampliar nuestras provisiones y no morir de inanición. El hombre, cuyo rostro no alcanzaban a ver, por estar cubierto con su capucha, se acercaba cada vez más. Portaba a la espalda un conjunto de canastas de mimbre atadas una a la otra que parecían tan pesadas como lo fueron en su momento las mochilas que los chicos empacaron. Cuando llegó a unos metros de ellos, finalmente los vio. Alzando una mano al aire trazó un circulo a modo de saludo. Los chicos se miraron entre ellos y respondieron al saludo a su manera, agitando una mano. Estaban sorprendidos. No esperaban encontrarse con alguien vivo a estas alturas, en un sitio tan remoto como este. El hombre se quitó la capucha y mostró su rostro. Era, por mucho, el hombre más feo que todos los presentes hubieran visto en sus vidas, si esta aparición se les hubiera presentado en la noche sin estrellas ni luna en la que despertaron hace unas horas, el susto que les hubiera dado habría valido para sacarles el alma del cuerpo.  —¿Les interesa comprar una red para cazar overovispulas, caballeros? No hay mejores que las que yo ofrezco. —su voz les recordó al sonido del gruñido de un animal. Fue un sonido inhumano— ¿una poción de verrugas para la dama? ¿Una horrorosa cabeza reducida para sus hijos, caballeros? ¡Es rebaja por tiempo de Ascensión! Nunca se volverán a ver precios tan estrafalario en mil años más. Después del susto inicial, los chicos se miraron entre ellos. El comerciante los miró de uno en uno, esperando a que alguno dijese algo y sonriendo divertido ante siete adultos sucios de barro semi húmedo— Ustedes de seguro vienen de muy lejos ¿o me equivoco? no se parecen a los seres de por aquí. Geoff echó una mirada cargada de inseguridad a los demás antes de tomar la palabra, aclarándose la garganta que por los nervios se le había secado como el lodo sobre sus brazos— En realidad no se equivoca, caballero. Somos de Orlando. —Orlando —repitió el hombre, y pareció como si fuese una palabra tergiversada y de sabor amargo en su boca— debe de ser una celebración muy grande la que el rey calabaza va a hacer, si seres de sitios sin nombre vienen solo para verlo. ¿Orlando, dicen? ¿Hay buenas cazuleas vitricas ahí? Por cierto, yo puedo ofrecerles unas bastante triangulares. —¿Rey calabaza? —murmuró Cesar. —Verá... estamos perdidos... —quiso regresar al tema Geoff. —Eso es evidente. Están casi un día retrasados. Los preparativos profanos y el banquete a la luna nueva ya se han celebrado. Todavía hay que ver, por supuesto, si aligeran el paso, entonces el viaje habrá valido la pena. Pero si se retrasan cinco horas más la ascensión se habrá efectuado y solo verán el aquelarre final. Por cierto que, si aun están a mediana distancia puedo ofrecerles unos espejuelos de larga vista que los harán ver, por un excelente precio, la estrella del demonio como si fuese el sol. —Preparativos... —Geoff sacudió la cabeza— ¿Sabe donde podemos encontrar un pueblo cercano? —Esperen un minuto —el hombre se acercó más y miró con ojos intensos a los chicos— ustedes son los cantantes que espera el rey calabaza ¿no es cierto? En un relámpago de breve expresión, el comerciante sonrió enigmáticamente para sí mismo— ¡Por todas las legiones del tártaro! por supuesto que son ustedes. ¿Quiénes sino? en el pueblo se están preguntando porqué no han aparecido aun. El rey calabaza a amenazado con la muerte en vida a los mensajeros que han dicho que ustedes no vendrían. Geoff abrió la boca pero Eli se interpuso entre él y el comerciante y sonriendo también de forma convincente le extendió la mano enérgicamente. —Nos alegra que nos haya reconocido, caballero, hemos recorrido infierno tras infierno para llegar hasta aquí. Un viaje atroz. Oh, inimaginable. Pero se nos ha dificultado más que nunca, nos hemos perdido ¿sería tan amable de darnos la dirección correcta? Estoy seguro de que el rey calabaza tendrá a bien recompensar su generosidad para con nosotros. —Ya me lo figuraba. —y soltó una larga y mal entonada risa gutural, parecía estar feliz de que por fin se hablase en su idioma— faltaba más, caballeros. Tienen que seguir el borde del lago hasta que vean la fortaleza del centinela hereje, ahí deberán doblar a mano derecha por el camino. No les llevará más de hora y media. —¡Oh, si estaba tan claro! —entonces se volvió a los chicos— ¿Se dan cuenta? ¡les dije que era de ésa forma! Ay de mi, estoy rodeado de imbéciles. J estuvo a punto de contestar, ofendido, pero Eli le dio con una botella vacía en la cabeza y Layne le tapó la boca antes de que gritara. Convenía dejar hablar a Eli que tenía al comerciante justo en donde lo quería. Rachel y Cesar hicieron lo posible por aguantar la risa mientras Earl retenía a J. Los chicos se reían internamente, sabían que su amigo era inteligente y que leía mucho, pero no sabían que era tan buen mentiroso. Daba la ilusión de que Eli sabía exactamente de lo que hablaba, como si fuera realidad. El comerciante se tragó la actuación a la perfección e incluso le calló tan bien la promesa de la recompensa que les dio un par de bolsas de jícamas peladas en rebaja por el precio de una y media. Para cuando se había ido, todos respetaban un poco más la inteligencia de su pequeño amigo. —A tiempos desesperados, medidas desesperadas, hermanos —suspiró, metiendo las jícamas a la mochila con la comida— lo siento, J. Era necesario. —¿Era necesario darme en la cabeza? —rezongó él. —Estoy segura de que si hubiera sido yo hubiera recibido el mismo trato, J —le aseguró con una pequeña sonrisa nerviosa Rachel. —Depende de lo que hubieras hecho, pero es probable —aceptó Eli.   J alzó una ceja, pero no dijo nada, él también se estaba riendo con la escena que había montado Eli, aunque a él no le hacía tanta gracia. No obstante, el comerciante no había avanzado mucho después de haber dado a los chicos las indicaciones, aun podían verlo cuando retomaron la marcha, si miraban por encima de su hombro. —Chicos ¿creen que podamos confiar en ese chiflado? —interrumpió Geoff, hablando en voz baja— ¿Escucharon lo que dijo de un rey calabaza, banquetes y preparativos profanos? —Todo es posible. —repitió Eli encogiéndose de hombros— peores cosas hemos visto antes en otras ciudades a las que hemos llegado en las giras. Siguieron con la mirada al comerciante, disimuladamente, hasta que arribó al bosque de los suicidas. Para sorpresa de todos, se detuvo frente al primer esqueleto y se dio a la tarea de saludarlo con el mismo saludo extraño y a ofrecerle su mercancía. —Está loco de atar —murmuró Cesar. Entonces la situación se volvió extraña y los chicos contemplaron la escena boquiabiertos.— Chicos ¿están viendo lo mismo que yo? —gimió angustiado Geoff. Todos estaban viendo como el esqueleto se giraba al comerciante y extendía su huesuda mano a las mercancías ofrecidas y además, perecía regatearle el precio y discutir con él. Tal vez todo hubiera quedado como una casualidad, si a la discusión no se hubieran sumado otros tres colgados más exigiendo un precio justo. De igual forma, la situación no hubiera pasado a mayores, si uno de los esqueletos no hubiera volteado con sus cuencas vacías hacia los siete espectadores. No necesitaron más para saber que debían correr. Cuando se detuvieron, la fortaleza del centinela hereje estaba frente a ellos. Era una torre como de quince o veinte metros de altura, hecha de piedra porosa, combinaba con toda el aura del bosque, telarañas, polvo, e indicios de un incendio pasado. Los chicos se encontraban terriblemente cansados para éste momento, a Cesar se le había descascarado su recubrimiento de lodo en gran parte en la carrera y a Rachel se le había soltado el cabello sobre la nuca. Earl se había caído y casi dejan atrás a Geoff. —Antes de que digan algo, les sugiero que no saquen conclusiones apresuradas. —puntualizó Eli, sentándose en el suelo para recuperar el aliento— un truco como ése lo puede hacer cualquiera. Hemos estado en parques temáticos las veces suficientes para no creer en cualquier estupidez que se mueva, parpadee o reproduzca algún sonido.  —¿Ni siquiera una que regatea precios? —preguntó Earl, agarrándose el costado por la carrera sin calentamiento que habían tenido. —Yo creo que ni tú mismo te crees lo que acabas de decir, Eli —se atragantó con su risa Geoff y sonó como un ganso estrangulado— hermano, pasamos entre todos esos esqueletos y varios nos voltearon a ver de la misma manera.  —Y a mi no me engañas con la excusa del viento —atacó Layne, ligeramente escandalizado.  —¿Ahora me dirán que todos están seguros de lo que pasó fue real? —les miró sorprendido— Rachel, tú tienes más sentido común que estos locos ¿crees que lo que pasó fue real?  Ella se encogió de hombros, no había gritado ni dicho nada a causa del miedo, pero ahora se esforzó por encontrar las palabras correctas. —A simple vista, parecía muy real. —Dejemos en paz el tema ¿quieren, chicos? —les rogó Cesar, pálido y sudoroso— será otra cosa como la caída, el portal y el murciélago. Cosas que no sabremos explicar de ninguna forma... Yo... yo quiero que encontremos a Tony ¡Para poder largarnos cuanto antes de éste horrible sitio! —¿Quién sabe qué nos espera en ese pueblo? —se exasperó J negando, aun tenía la respiración agitada— ¿no se han puesto a pensar en lo que encontraremos allá?  —Esta bien... Está bien... —suspiró Geoff, recuperando la sangre fría— a pesar de todo, lo mejor será que sigamos adelante. Lo que encontremos en el pueblo, sea bueno o malo, es mejor que nada. —La civilización no está muy lejos, —continuó Eli— además, tal vez podamos organizar algún grupo de búsqueda para poder encontrar a Tony. Si es que no está ya con ellos.  Rachel sonrió, ligeramente esperanzada otra vez— ¿Tendremos necesariamente que renovar las capas de lodo? —¿Es que quieres estar presentable para él? —le dijo al oído Layne.  Ella le dio un empujón y lo miró fingiendo estar ofendida— Si no te has dado cuenta, apestamos a drenaje. —Y parecemos cosas que se pueden encontrar en el drenaje. —la secundó Earl. Layne le dio la razón mientras reía, no obstante, Eli insistió en que lo mejor era no exponerse de más al sol abrazador.  —Solo tendremos que vernos así otras pocas horas más. Cuando lleguemos al pueblo veremos como darnos un baño. Aunque tengamos que hacerlo todos a la vez en una charca igual de asquerosa que esta.  Reanudaron el camino, con algo más de lodo encima y rellenas las botellas con sopa de alga. No mucho después, los techos de las casas aparecieron en el horizonte. Con la distorsión propia del calor de éste sol sobre dimensionado, parecían espejismos. El lago había quedado atrás, escondido por los ominosos arboles sin hojas. Los pasos de los chicos eran cada vez más cansados y lentos, pero sus esfuerzos fueron recompensados cuando, al subir una colina, pudieron por fin vislumbrar el pueblo. Los siete se subieron a la cuesta, de pie, con el sol aun sobre ellos como si fuera medio día, con el lodo reseco y cayéndose a capas de su piel. Todos se quedaron mudos al contemplar lo que abajo se veía a la plena luz de un día en apariencia interminable. Las casas, la mayoría estaban con el techo derruido, las paredes manchadas por hollín y suciedad. Las calles estaban empantanadas de lodo, ceniza y demás cosas innombrables. No obstante, había bastantes edificios de dos a tres pisos. Si esto era un pueblo, lo fue hace mucho mucho pero mucho tiempo. Y terrible fue su sorpresa cuando no vieron personas, sino seres monstruosos en la plaza y las calles. Había de todo, desde los monstruos típicos de noche de brujas, hasta seres que se alejaban abismalmente de la comprensión humana. Algunos caminaban a cuatro patas y otros a ocho. Unos tenían la piel azul, otros, verde fluorescente. Unos presentaban dos o más cabezas, otros la cargaban bajo el brazo o a la espalda y había quienes no tenían ninguna. Unos se arrastraban dejando tras de si un rastro de podredumbre, otros flotaban en escobas por encima de las casas. Había cuernos, plumas, escamas, seres sin piel y otros con plantas o serpientes en vez de cabello. El desfile macabro que se extendía frente a los ojos de los chicos, allá abajo, era verdaderamente una pesadilla. —¿Sigues creyendo que esto es un truco, Eli? —indagó, con la voz afectada Earl. Eli, por miedo a que le temblara la voz, no dijo nada, solo apartó la vista y bajó de la colina. A su espalda escuchó un golpe seco y después una exclamación, pero estaba tan conmocionado que no se volvió para ver qué había pasado. —¡Chicos! —les llamó Cesar— Geoff se ha desmayado ¿Qué hacemos? —Primero: bajar de aquí, no es seguro que nos vean —indicó J. —Exacto —se obligó a decir, Eli— e-exacto. Vengan aquí todos. Bajaron de la colina y se sentaron, con Geoff en medio de ellos, inconsciente, en un rotundo y fulminante silencio. Layne se tapaba la boca mientras mantenía los ojos firmemente apretados, como si retuviera un grito que pugnaba por salir. Earl y J estaban pálidos echando algo del agua aun tibia sobre la cara de Geoff para intentar reanimarlo. Cesar tenía un ataque de nervios y se había hecho un ovillo junto a Rachel, ella estaba aun en shock. Eli, por su parte, se entretenía en pensar muy lenta y meticulosamente para entender su situación. La lógica no entraba en este asunto de ninguna forma. No había una explicación razonable que se pudiera comprobar con la ciencia a menos de que esto fuera una alucinación colectiva producto del envenenamiento por agua contaminada con algas. Pero dejando de lado el agua ¿Qué era una alucinación colectiva  sino la prueba de que todos al mismo tiempo vieron algo inexplicable que es real?  Eli se rascó la cabeza y escamas de tierra seca cayeron por su oreja al suelo. Geoff reaccionó de pronto, escupiendo el agua verdosa, mirando hacia arriba a todos los que lo rodeaban— Díganme que nos iremos... Por favor. Todos sabían que lo que más querían era largarse inmediatamente de ahí. No estaban seguros de haber visto lo que habían visto hasta que ascendieron una vez más y confirmaron sus temores. Pero era claro lo que significaba regresar: abandonar a Tony. Y por supuesto que no querían abandonar a ese borracho fastidiado, pero ahora todos pensaban lo mismo. ¿Tony valía esta desventura que podría costarles la vida además de la cordura?
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