ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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7: Destinos terribles

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Layne tomó del brazo a Rachel, había estado a punto de caerse. Pero cuando vio su rostro supo que realmente había estado a poco de desmayarse. Se arrepintió de lo que estaban haciendo desde el momento en que salieron de los arboles y bajaron al pueblo, pero no había otra alternativa.  —¿Podrás continuar? Siempre podemos regresar a la colina, Rachel —quiso calmarla dándole opciones, sosteniéndola suave pero firmemente— en cualquier momento. No es necesario que permanezcamos mucho tiempo. Ella pareció percatarse de que no estaba sola y de que su miedo era compartido cuando miró a Layne, brindándole su apoyo emocional. Pensó en su esposo, que probablemente ahora le estaría recriminando el hecho de estar en un sitio como ese, entre monstruos de diversos tipos, mirándolos de reojo, algunos sin ojos. Pero que estaría ahí para ella como ella no estaba para él en ese momento, sino que en algún sentido lo traicionaba en esta búsqueda incansable por recuperar a Tony: su exnovio de la adolescencia y parte de la juventud. —Sobreviviré —afirmó con rotundidad, apartando de una manotada los recuerdos y pensamientos turbios. Le agradeció a Layne por ser tan atento— pero... no demuestres demasiada empatía. No creo que estos seres vean con buenos ojos la amabilidad.  En efecto, varias miradas estaban puestas en ellos. Layne asintió, alejándose de Rachel un metro, pero siguiendo cerca cuando volvieron a caminar entre la gente. Si a esos seres se les pudiera llamar gente. Había muchos, tantos, que ellos dos habían perdido de vista para este punto a los demás miembros y ex miembros de Voiceplay. Eli había dejado muy claro que perderse era una posibilidad segura, por lo que los dividió en parejas para que al menos se apoyasen uno en otro. Así al menos despertarían menos sospechas y pasarían desapercibidos hasta donde fuese posible. Geoff iba con Cesar, J con Earl, Eli insistió en ir solo, porque quería buscar más allá de una fortaleza parecida a la del centinela hereje que habían dejado atrás, pero que se hallaba al otro lado del pueblo. Cada grupo se movería en la búsqueda por las calles, con cuidado y los ojos muy abiertos, en busca de cualquier pista que los sacara de ése mundo o que los ayudara a encontrar a Tony. Eli había visto lo suficiente del pueblo en lo alto como para asignarle a cada grupo unas calles especificas a base de indicaciones: izquierda, derecha y demás. Layne y Rachel eran el último grupo. Rachel había quedado en blanco cuando Eli les dio las rutas que debían tomar para investigar. Pero por suerte, Layne era más listo de lo que parecía y él la dirigía por entre las callejuelas. Había un punto de encuentro, eso lo tenía claro, que era la plaza y que debían ir hacia allá ante cualquier problema o al descubrir algo.  Los seres de pesadilla pasaban a pocos centímetros de Rachel y ella tenía que hacerse la desentendida, aparentar que no estaba aterrorizada. Ella misma se veía igual de monstruosa con el lodo semi húmedo encima, pero algo le decía que no era suficiente, que tarde o temprano serían descubiertos. Y la sola idea le encogía el corazón. Después de varias calles, Rachel se dio cuenta de algo bastante raro, su miedo iba en aumento con respecto a los monstruos de aspecto más humano, antropomórfico o los que tenían alguna facción más humana. Porque era en estos en los que se reconocía cierta inteligencia diabólica que helaba la sangre. Layne por otro lado estaba notando patrones humanos en estos seres extraños. Habían algunos que salían y otros que entraban a las casas. Se dio cuenta de que algunas casas eran en verdad puestos como carpinterías, restaurantes, zapaterías, demostrando que esta era una sociedad que de alguna u otra forma, progresaba y salía adelante sin necesidad del resto del mundo. Un paralelismo sumamente raro. Y había algo más que saltaba a la vista, se estaban preparando para una celebración, se notaba en las decoraciones. Por supuesto, si a telarañas, algas del lago, murciélagos vivos y huesos reales se les puede decir decoraciones.    —¡Usted, dama del infierno! —Rachel dio tres pasos hacia atrás cuando de la nada una mujer se acercó a ella— ¡Oh dama, dama! ¡Su futuro es oscuro! ¡Ah, si! ¡Puedo verlo en sus ojos, está amenazada por la desgracia más terrible!  —¿Qué? ¿Como...? La aparición le sonrió con unos dientes filosos de reptil en los que se apreciaba una doble fila en ambos sentidos. Su cuello era un muestrario de collares hechos con insectos de colores que aun movían las patas. De sus orejas pendían grandes argollas de piel de armadillo. Y si eso no hubiera sido suficiente para que su aspecto fuera extraño, su piel era escamosa y de color verde botella. Dos grandes ojos relucientes con pupila vertical la contemplaban guiñando con el tercer parpado. —Es una pitonisa —le dijo Layne, tan sorprendido como ella— lee el futuro, y por lo visto, no será agradable. —Es evidente —le respondió Rachel con cierto mal humor por el susto. —¡Oh Dama, dama! —repitió su mantra con un acento insinuante y viperino— Cosas terribles le aguardan en su pronto futuro ¡Terribles desgracias! Algo que nunca te imaginarías te acontecerá de la peor manera. —¿Qué hay en mi futuro que sea tan malo? —sucumbió a la curiosidad, Rachel, temiendo la respuesta. Se halló pensando en todo lo que podía llegar a pasarle. Todo lo inimaginable pasó por su cabeza instantáneamente en flashazos de escenarios terribles con Tony muerto de diversas formas y ella atrapada en ese mundo de horror. Se vio a ella misma sola, el resto de los cantantes perdidos, torturados, sin la posibilidad de ver nunca más a sus familias y ella al merced de los monstruos. Pensó en su esposo e hijos otra vez, una honda desazón se apoderó de su alma. La pitonisa sonrió al confirmar que tenía la atención de dos clientes— ¡Oh, dama del infierno! ¡Él! ¡Él será el causante de su desgracia! —¿Quien? ¿Yo? —saltó Layne, desconcertado. —No. El hombre que han venido a buscar, será tu perdición. ¡Puedo verlo! Sus destinos están tan juntos que son uno solo a partir de ésta noche.  —¿El hombre que...? —Rachel se quedó lívida— pero... —Su futuro es terrible, dama, atronadoramente terrible ¡Está a nada de perder todo lo que aprecia! ¡Todo... ! —y agregó en voz baja— Y más...  El hecho de que el ser repulsivo se estuviese riendo mientras decía tales cosas, no ayudaba a que fuese menos chocante. Rachel no sabía qué pensar ¿Tony sería el causante de su desgracia? Porque era Tony del que hablaba ¿cierto? ni siquiera podía saberlo. La pitonisa detuvo su risa y miró fijamente a Rachel, que se sentía otra vez cerca de desmayarse. De entre los collares y las infinitas patas sacó un instrumento pequeño, como una aguja.  —Esto te servirá cuando llegue el momento. ¡Oh, dama, dama del infierno! Tómalo y tal vez tengas una oportunidad. Rachel se sintió de pronto obligada a tomar el instrumento, aunque no quisiera y todo su ser le decía que no debía, se vio a sí misma recibiéndolo y guardándolo en su bolsillo. La pitonisa volvió a sonreír con esa locura desquiciada que todos parecían tener en ese pueblo y de pronto miró a Layne.  —¡Ah, usted, caballero! —lo señaló con su garra— ¡Mil demonios! su destino es casi peor que el de la dama.  Soltó tal carcajada de ultratumba que resonó en toda la calle y a las muchas miradas que ya seguían a Rachel y a Layne se sumaron otras nuevas que se concentraron en ellos. Parecía que sea lo que hubiera en ambos destinos, era tan terrible que le hacía infinita gracia a la pitonisa, se reía a carcajada limpia señalándolos a ambos. Layne le arrojó una moneda a la cara para distraerla antes de tomar la mano de Rachel y arrastrarla fuera de esa calle y esa loca.    —Creo que le diste en el ojo —le gritó ella cuando pasaron a otra calle menos concurrida. —No me importa, por mi le pude haber dado de lleno en la boca, con tal de que se callara. —se detuvieron— Eso que te dio, más vale que lo tires... —¿Y si de verdad me sirve después? —indagó ella, pasando las manos por encima de la tela de sus jeans. —También existe la posibilidad de que no sea nada útil —rebatió Layne— muéstramelo al menos. Rachel, sumisa, obedeció, sacando de su bolsillo la aguja. Lo primero que ambos vieron fue que realmente parecía más una barrita de metal que una aguja. Sus extremos no eran afilados, sino lisos y redondeados, pero había una ranura en uno de ellos que bien podría servir para enhebrarla con algún hilo y coser con ella alguna tela suave. —Perdimos la lana ¿cierto? —Rachel asintió— nos hubiera servido para tejerle por lo menos una bufanda a Tony para dársela cuando lo encontremos. Pero sin lana no le veo mucha utilidad a ésta cosa.  —Usado sabiamente, talvez nos sirva como arma —sugirió ella. Layne hizo una mueca— claro que, solo servirá estando muy cerca del oponente. —Si, talvez pueda pincharle el trasero a Tony cuando lo encuentre por todo lo que nos ha hecho pasar. —ambos compartieron una risa breve hasta que empezaron a atraer más miradas— Rachel, el lodo de tu rostro se está cayendo. Ella se pasó la mano por la mejilla y varios trozos de barro seco de desprendieron de su mascara improvisada. Una expresión de angustia apareció en sus ojos y aunque Layne no dijo nada al respecto, era obvio que ambos pensaban en lo que la pitonisa había dicho. Un destino terrible, ahora lo último que necesitaban era un presagio tan oscuro como ése. ¿Y qué era eso de que sería Tony el que los arrastraría a ese acontecimiento venidero? ¿De qué forma podría él, que estaba quien sabe donde, afectar más en sus destinos? Rachel se abrazó a si misma y más del lodo seco se desprendió de su piel. —Debemos regresar lo antes posible, este pueblo es mucho más peligroso de lo que pensamos. —suspiró con frustración. —Lo del destino... —empezó a decir ella. —No lo pienses siquiera. —respiró hondo y se llevó ambas manos a la cabeza— si Eli estuviera aquí nos diría que usáramos la razón. Y la razón dice que ese monstruo dijo cualquier cosa para sacarnos dinero. Y de nada le servirá, porque no creo que le den ni un café por esos cinco céntimos.  —¿Y cómo supo que buscábamos a alguien? —murmuró ella— no digo que le crea ¿Pero no te parece que ha acertado? es decir... ¿Cómo pudo saber que era un hombre? —No insistas —negó él— Esto no puede distraernos de nuestra búsqueda... Y ahora mismo deberíamos irnos. Volvieron a caminar y Rachel se abstuvo de hacerlo pensar. Layne no quería ni siquiera concentrarse en la idea de ''un destino'' como lo había llamado esa pitonisa. Y francamente Rachel tampoco deseaba detenerse tanto a considerar eso porque los mil escenarios que antes danzaron en su cabeza regresaban ahora con mayor fuerza. Casi hubiera querido regresar para interrogar como se debe a esa pitonisa, para que le dijese el futuro como era, sin pistas que daban lugar a tanta incertidumbre. Miró a Layne de reojo y se preguntó a si misma si podía escaparse de él sin hacer mucho escándalo. Pero era obvio que no y además, no era una idea sensata alejarse del único que conocía el camino aunque fuera por indicaciones. Tendría que quedarse con la duda hasta... hasta ésa noche. Poco faltaba, aunque el sol siguiera a medio día, todavía les sobraban unas dos horas a lo sumo. ¿Se ocultaría el sol por la noche? ¿Habría siquiera noche aquí? —¿Te das cuenta de que si salimos con vida de aquí, nadie nos creerá? —le preguntó, para hacer conversación.  —Pero será una historia maravillosa para contarle a nuestros hijos —sonrió tristemente Layne— vamos. Geoff y Cesar fueron los primeros con los que se encontraron en la plaza. Estaban discutiendo algo mientras el menor de ambos balanceaba su peso de un pie al otro. Tenían las espaldas contra un muro de metro y medio hecho de piedra y que rodeaba una estatua de algún dios pez olvidado con formas que recordaban ligeramente a las humanas. A sus pies había una pequeña laguna artificial tan maloliente como la del lago que dejaron atrás. Geoff tenía una expresión de asco por el hedor y se veía fastidiado también por la discusión sin sentido que estaban teniendo con Cesar.  —No, no y no. —reiteró, tajante, dando un golpe al suelo con el pie. Trozos de lodo seco cayeron de sus pantalones— no te voy a cargar. No tienes seis años, aunque mentalmente así sea.  —Me lo debes. ¿Quién te auxilió cuando te desmayaste?  —Earl, J, Layne, Rachel...  —Okay ya entendí. —le cortó agitando las manos— pero ¿Quién les avisó que habías caído como un saco de patatas al suelo? ¿Eh? —Se hubieran dado cuenta sin que les dijeras. —puntualizó rodando los ojos.  —Oh vamos, papá. Estoy seguro de que si Layne te lo pidiese lo cargarías sin pensar. —Cesar hizo un puchero sin rendirse.  —No soy tu padre aunque a los fans les guste decir eso. Y si no te has dado cuenta, —respondió irritado— tengo un brazo lastimado y estoy tan cansado por el camino como tú. Si tan fatigado estás, siéntate y esperaremos a los demás.  Cesar se cruzó de brazos y se dejó caer pesadamente sobre el suelo a un lado de Geoff. Rachel casi recuperó su buen humor al verlos discutir por eso.  —¿Encontraron algo? —les preguntó Geoff, saludándolos, aliviado quizá por no tener que tratar más temas absurdos.  —Solo una pitonisa loca. —se quejó Layne— que me hizo quedarme sin dinero, por cierto. —Nosotros no tuvimos mejor suerte —suspiró Cesar— hemos dado vueltas por lo que parecieron horas.  —''Parecieron'' es la palabra clave. —gruñó Geoff con impaciencia— no fueron más de cinco a diez minutos si descontamos las paradas que me obligaste a hacer.  Cesar se encogió de hombros, cinco minutos, una hora, poco importaba, todo se resumía en el mismo problema: nadie había encontrado siquiera la más mínima idea con respecto al paradero de Tony. Aunque habían mantenido los ojos abiertos y se habían arriesgado a dar conversación a varios de esos seres extraños, no pudieron llegar a conclusiones muy certeras. Algo era claro, el pueblo se preparaba para la fiesta de esa noche, iba a pasar algo grande, Geoff dijo que oyó decir que le llamaban ''La ascensión'' y Rachel lo corroboró al recordar que el comerciante lo había mencionado también. Cesar agregó que había oído a su vez que unas brujas estaban compartiendo ingredientes para el segundo banquete, el de después de la fiesta. Layne sumó a todo esto el haber hablado él mismo con la pitonisa y contarles el hecho de que la vidente había dicho que ésa noche, el destino de Rachel se uniría al de Tony, y que eso la llevaría a una tragedia. Todos habían guardado silencio entonces, tratando de asimilar la situación o entenderla. Ellos juntos no eran tan listos como Eli, así que poco podían hacer para pensar. Pero lo intentaban. Era casi seguro que ésa noche podrían encontrarlo, si eran ciertas las palabras de la pitonisa, a las cuales Layne no daba demasiado crédito por la locura que había visto en sus ojos. Pero más les valía poner atención a cada palabra por si contenía algún indicio al respecto. Por supuesto, estas no eran más que chismes, rumores, predicciones engañosas, nada que contarle a Eli cuando lo encontraran. De pronto, todos escucharon un alboroto que se oía del otro lado de la cuadra. En el tiempo en el que se tardaron para mirar todos en la misma dirección, Earl y J vinieron corriendo desde la otra calle.  —¡No hay tiempo! ¡Cúbranse! —gritó Earl derribando a Layne al pasar al lado y tirándole a la laguna. J tomó de los hombros a Rachel y a Cesar para que los imitaran y se metieran al agua de los pies de la estatua. Cesar intentó agarrarse de algo y Geoff estaba en su camino. Todos terminaron dándose un chapuzón imprevisto. No hubo tiempo de decir nada, tres monstruos pasaron por enfrente de la laguna en obvia persecución de los dos fugitivos. Hombres lobo, los más horrendos que se hubieran imaginado en sus vidas. Las películas de terror no los hacían lo suficientemente aterradores. Estos sí que daban terror autentico. Cuando el peligro pasó, Rachel sacó despacio la cabeza del agua y escupió una cantidad considerable de lodo y algas. El ritmo de su corazón era insano en este momento, pero no era lo peor que había estado en esas últimas veinticuatro horas. Sorpresivamente, le acometieron nauseas, el agua de esa laguna era terriblemente amarga como la hiel.  —¿Porqué? —murmuró Geoff, saliendo de segundo, un alga le colgaba de la nariz— ¿Por qué, Tony, idiota borracho, nos has traído hasta aquí?  —Algo me dice que donde sea que esté Tony no te escuchará. —le dijo ella, escupiendo. —Y conociéndolo, aunque me escuchase tampoco me contestaría. —se quejó Geoff. Layne sacó a su vez la cabeza para reírse de eso. Tony probablemente hubiera dicho algo sarcástico y apropiado para callar a Geoff, pero por supuesto, no estaba para decir nada. J y Earl sacaron de último la cabeza del agua pestilente y amarga.  —¡Te dije que no tocaras nada! —le recriminó con voz aguda el más gordito, con el pelo pegado a la frente y los ojos rasgados aun cerrados— ¡Te lo dije tres mil veces! —No exageres, solo fueron dos. —se defendió J, dándose palmadas en el oído izquierdo, ladeando la cabeza, para sacar el agua del oído derecho— si me lo hubieras dicho tres mil veces, lo hubiera considerado.  —¿Alguien puede explicarme qué pasó? —solicitó Rachel.  —Esa pregunta no vale, la correcta es: ¿Quién tuvo la culpa? —los miró Geoff, con el ceño fruncido— y ¿a quién le corresponde el puñetazo?  —¡Te dije que tu brazo estaba bien! —Por lo visto Cesar también había salido del agua— estabas mintiendo para no cargarme. —Él es el culpable —J y Earl hablaron al unísono y se señalaron entre sí.  —¿Cómo que yo? Tú fuiste el que agarró esa estupidez —se puso en pie Earl, frotándose los ojos— cuando yo claramente te dije que no lo hicieras, que era peligroso. —Eso no hubiera pasado si tú me lo hubieras impedido, genio. —puntualizó J poniendo los brazos en jarras— Es con acciones que llegas a cambiar las cosas.  —¿A quien en su sano juicio se le ocurre agarrar ese tipo de cosas? ¿Un sacabocados vivo? Hermano, esa cosa pudo arrancarte un dedo.  J alzó la mano, en donde había un par de rasguños pequeños, movió sus cinco dedos completos y le sonrió triunfante— Pero no lo hizo.  Eli apareció de repente por el borde del muro y se inclinó sobre éste solo para alcanzarlos y darles un guantazo en la cabeza a ambos. No lo suficientemente fuerte como para lastimarlos, pero si como para hacerles olvidarse de todo lo que pasaba. —¿Quieren callarse? —les gritó entre dientes— están haciendo un escándalo. ¡Y se han quitado el lodo de encima! ¿Quieren que nos descubran? Porque eso es lo que parece.  Rachel fue la primera en salir, con el cuidado de evitar la ira de Eli. Aunque él no le haría nunca verdadero daño a los chicos, estos sin duda lo sacaban de sus casillas y eran merecedores de más de un regaño. Era como cuidar a seis niños traviesos y algo tontos.  —Y algo me dice que no encontraron nada ¿o me equivoco? —Todos guardaron silencio, lo que tenían que decir no era mucho— me lo suponía. Pues tienen suerte, yo no anduve jugando a los pececitos, yo si estuve pensando en la seguridad de Tony todo éste tiempo y encontré más de lo que esperaba. Así que salgan, rápido, tenemos que correr sin que nos vean...  Una mano se cerró en el hombro de Eli. Los tres hombres lobo estaban de vuelta.
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