11: Riesgos innecesarios
23 de noviembre de 2025, 9:32
Tres monstruos caminaban en el interior de la tierra, sus pasos eran lentos, cuidadosos, procurando ser lo más silenciosos que fuera posible. Los pasos del orco eran pesados por naturaleza, así que era sumamente difícil para él no hacer ruido. La muñeca y el diablillo no lo culpaban, era imposible para él, y realmente lo estaba intentando. Pero si el peso de ella había sido reducido a nada, el del orco había aumentado. Por eso, ahora avanzaban con más lentitud, el diablillo no quería que los demás de metieran en problemas, por lo que avanzaba adelante, encabezando la comitiva. Sus pasos al igual que sus manos, eran más rápidos y agiles que antes, y se podía decir que antes ya era bastante ágil, ahora daba pequeños saltos de un sitio a otro. A veces la cola le jugaba malas pasadas, pero en general podía moverse relativamente bien.
Eli, Earl y Rachel hablaban en susurros y por espacio de varios segundos entre conversación y conversación, se habían puesto al día con todo lo que les había pasado hasta ese momento, todo, hasta el momento en el que la niebla los envolvió y se metió en su piel, cambiándolos. Eran temas bastante oscuros, traumáticos para todos, quizá por eso susurraban aun más suave, por temor a lo que decían. Cuando las tinieblas se volvía absolutas y casi solidas al rededor de los tres, contenían el aliento, evitando hacer cualquier sonido de más hasta encontrarse en otro pasillo que tuviera antorchas.
Rachel estaba sufriendo un ataque de nervios tras otro mientras caminaban, no se lo decía a sus amigos, pero temía por lo que pudiera ocurrir después. Extrañaba a J y a Geoff, a Layne y también a ese chico nuevo Cesar. No era como si Earl y Eli fueran malas compañías, porque ella los quería enormemente y ellos a ella, sino porque sabía lo que había en esos laberintos de tierra. Los peligros que encerraban esas tumbas subterráneas.
No era buena idea tomar una antorcha y transportarla porque eso alertaría de su presencia en la oscuridad. Por eso confiaban en Eli, que iba adelante, tan nervioso como los otros dos, pero aparentando mayor seguridad. No obstante, se tropezaba con su cola, cayendo más de una vez hacia atrás sobre Earl.
—Lo siento, tendré que atármela como cinturón —se disculpó tomándola y pasándola por las trabillas del pantalón— créeme que es lo que peor me gusta de esta transformación. Es incómodo y ridículo.
—No te preocupes, hermano —restó importancia Earl— terminarás acostumbrándote a ella tanto que cuando no la tengas todavía la sentirás.
—Eso suena aterrador —gimió Eli toqueteando sus cuernos— pero dudo que sea así, estas cosas son tan antinaturales que la mera idea de tenerlas aun me da escalofríos. Doy gracias por no haberme encontrado un espejo.
—Chicos... ¿Ustedes creen que seremos así siempre?
Los otros tres guardaron silencio por unos segundos. Earl pareció incómodo, su lengua pasó con lentitud por sus colmillos inferiores, extrañamente afilados.
—No me gustaría. —confesó.
—Ni a mi. —bufó Eli— ¿y presentar un show de Voiceplay así? el publico nos ayudaría gritando, pero no precisamente de la emoción a la que estamos acostumbrados.
—Le tendrían que cambiar el nombre a MonsterPlay o VoiceScary. Sus canciones de Halloween serían inolvidables. —Earl sonrió apenas— creo que podría ayudarlos, porque... no creo poder regresar a mi trabajo viéndome así. Sería regresar para que me echen de inmediato.
—Si quieres volver sabes que eres bienvenido —lo consoló Eli, pero sus palabras no servían de mucho— Y eso va para ti también, Rachel. Aunque creo que a ti, no te irá tan mal. Una muñeca de tela es bastante adorable.
—Si puedo mantenerme escondida en casa con las ventanas tapiadas, tal vez no me irá tan mal.
Los demás no respondieron. Cualquier intento de hacer la situación divertida era inútil. Nadie quería seguir así el resto de sus vidas. Ni qué pensar de lo que dirían sus familias y respectivas parejas. Las reuniones familiares serían incomodas. Una muñeca viva rota y sucia, rellena de hojas secas era bastante perturbador, pero un diablito y un orco era otra historia. Rachel sabía que la esposa de Eli lo amaría siempre, aunque se hubiera transformado en sapo, porque la conocía y era una persona muy dulce con él. Lo mismo podía decir del esposo de Earl, y las esposas del resto de la banda. A J probablemente le sería un poco más difícil, aun más que a los demás. No había tenido mucha conversación con la esposa de J, porque no hacía mucho que se habían casado. Esperaba que lo aceptara tal y como era, y que las cosas no fueran tan duras con respecto a su vida juntos.
Eso la llevó a pensar en los demás con mayor rapidez. No sabía en qué condiciones estaban Cesar, Geoff y Layne. Este último era el que les preocupaba, ya que la herida de su hombro había parecido profunda y bastante dolorosa. Recordar la sangre en su herida, le dio un dolor de estómago que no supo si era real o parte de sus sentimientos incapaces de salir que ya la estaban atormentando de nuevo.
—No te veo muy convencida con lo que hablamos. —le murmuró al oído Earl.
Ella lo miró en la penumbra y echó por inercia una mirada a Eli que iba frente a ellos otra vez antes de responder.
—Sabes que no puedo dejarlo morir aquí.
—Dios mío, no hemos hablado de dejarlo aquí, Rachel —jadeó de sorpresa, asombrado por semejante idea— Eli solo ha trazado un plan para sacar a la mayoría de gente de aquí. Ahora hay perdidos más que el borracho que vinimos a buscar. Cesar, Layne, Geoff, J también. Todos merecen ahora igual importancia que Tony y sabes como es Eli, piensa todo más de tres veces si es necesario y ahora quiere sacarnos a todos de aquí.
—Entiendo —suspiró ella— no lo llames "el borracho que vinimos a buscar" porque no es de beber mucho como para ganarse ese apodo.
Earl sabía que ella lo decía más como sugerencia que como reproche, pero igual se encogió de hombros.
—No es personal, si eso piensas. Todos queremos a ese hombre, aunque a veces nos de dolores de cabeza. Solo insisto en querer que entiendas que Eli no está dejando atrás a nadie, si puede, él hará todo lo posible por sacar a Tony de aquí si puede, aun a costa de su vida. O la nuestra. Lo sé, lo conozco como a la palma de mi mano.
Alzó su mano grande y verdosa frente a sus caras. Ambos se sorprendieron por lo diferente que era a como debía ser una mano normal, pero ninguno dijo nada. Quien sabe como, pero le faltaba un dedo y la forma del resto se había adaptado a ese dedo faltante de manera que no afectaba su agarre. Aunque no lo dijeran directamente como lo hizo Eli, ellos tampoco estaban cómodos con sus transformaciones. Los hacían sentir como lo que eran, como monstruos. Pero ambos querían creer que como J, en el fondo seguían teniendo las mismas personalidades y que su esencia no había cambiado.
—En fin —murmuró Earl— no lo tomes en contra de Eli. No es culpa suya ni de nadie. No pensábamos que esto iba a suceder, ni por cerca. Confieso que lo máximo que yo había imaginado fueron lobos de los comunes. Pero esto... Da igual. Estoy seguro de que de poder, si se nos presentara una sola oportunidad de salvar a Tony, Eli la tomará. Y no te preocupes, seguro que pronto se presentará la oportunidad.
—Eso espero.
—Aunque, cabe la posibilidad de que ese hombre de ojos claros también haya sido convertido en algo y venga a nuestro encuentro a gritarnos por la tardanza. ¿Quién sabe si no lo hicieron vampiro, como tanto quería él? —soltó una risita— todo es posible. Y ojalá, porque tal vez un Tony convertido en murciélago use ecolocación y nos ayude a encontrar la salida.
Rachel soltó una risa también, sin poder contenerse. Imaginarse a Tony con colmillos y unas finas alitas traslucidas le hizo dejar de pensar en las cosas tristes que tanto la habían perseguido desde que atravesaron el portal del sexto árbol. Eli miró a ambos con un deje de preocupación. Pero no era por el ruido que estaban haciendo, ni porque se estuvieran susurrando tras sus espaldas. Sino porque frente a ellos el camino se bifurcó en tres pasadizos. No había señales para saber cual era el correcto.
—Saben, normalmente cuando se escapa de algo se tiende a correr hacia la izquierda —comentó Earl.
—¿En ese caso vamos a la derecha? —preguntó Eli— fácilmente podría ser el camino correcto el de izquierda... Pero nada nos descarta la derecha...
—O el de en medio —opinó Rachel.
Earl se encogió de hombros— ¿lanzamos una moneda?
—No me gusta la idea de confiar nuestra suerte a una moneda, Earl... ¿tú crees que será el de en medio, Rachel?
Ella echó una ojeada atenta a los tres pasillos. Daba la impresión de que algo brillaba en el de la derecha, un punto de luz mucho más allá. Si había antorchas, seguro habría algo qué iluminar, eso abría la posibilidad de que hubiera más allá otro pasillo y no otro callejón sin salida. No obstante, vio lo que parecían huellas de lobos en una esquina del de en medio y oscuridad total en el izquierdo.
Cuando les comentó su razonamiento, Eli estuvo de acuerdo.
—Derecha. —decidió Eli después de un momento de reflexión y convencido inició a caminar hacia el pasillo escogido.
Earl lo siguió detrás. Rachel, no obstante, los siguió solo hasta que entraron, entonces, con más sigilo que nunca, se devolvió en sus pasos y tomó el camino de la izquierda, el más oscuro.
Se disculpó mentalmente— Debo hacerlo. —Se recordó— y ustedes no tardarán en encontrar a los demás... Algo les prometo, yo tampoco tardaré en encontrarlo.
No estaba orgullosa de lo que hacía. Dejar solos a Earl y a Eli era dejarlos desprotegidos y al merced de lo que sea que se escondiera en las profundidades de ese laberinto subterráneo. Pero Rachel quería creer que ellos dos se defenderían bien, ya que eran dos y sus nuevas formas les servirían de ventaja. Rachel por el contrario, se sentía destinada a encontrar a Tony. No lo había pensado demasiado, pero sabía que ellos no se enfocaban en buscarlo sino en salir de ahí y con lo que Earl le dijo, lo confirmó de primera mano.
Ella no, ella quería encontrar a toda costa a Tony.
¿Porqué? ni ella misma lo sabía y eso la frustraba demasiado porque temía arrepentirse de su acto de rebeldía. ¿Quién le aseguraba que no estaba caminando hacia una trampa? talvez más adelante habría alguna base de guardias o algo así y no habría aquí forma alguna de escapar o hacer algo ingenioso.
Solo esperaba que en ese caso Eli, Earl y los demás hubieran tomado el camino correcto.
Caminando en silencio, volvió a rememorar la sonrisa de sus hijos. Últimamente, los recordaba mucho. Muy en el fondo de si misma, talvez pensaba que no podría volver a verlos de nuevo y eso le parecía más oscuro y triste que la idea de morir. Porque en su nueva forma, la alimentación probablemente no sería necesaria, si se perdía en esos laberintos no habría problema porque no le sobrevendría ninguna necesidad y podría seguir buscándolo.
No sabía porqué, pero tenía la certeza de que Tony estaba ahí. Y sino ahí, pues cerca.
Una antorcha proyectaba una luz diferente más adelante. Era azul. Y crepitaba con abundantes llamas hipnóticas más allá de su posición. Rachel, sigilosa, media sus pasos, pero le había entrado un entusiasmo extraño, no sabía como pero su intuición le decía que iba por buen camino.
Cuando vio que una de las sombras se agitaba en la pared contraria a la que tenía la antorcha, el alma se le cayó a los pies. Se detuvo en seco y se agazapó contra la pared. Aun estaba muy lejos como para que el brillo azul de la antorcha la iluminara, pero aun así ella decidió observar desde ahí. Nunca estaba de más ser precavida. Aguzó la vista para poder descifrar lo que sea que fuera esa forma que se balanceaba a casi un metro del suelo.
Era extraño, muy extraño, pero había ciertas de sus formas que recordaban a las humanas.
Tardó mucho en entenderlo, pero cuando lo hizo, no evitó exclamar de alivio: ¡Geoff!
La sombra colgada de la pared profirió un respingo bastante dramático cuando Rachel corrió hasta él. Cuando estuvo frente a él, se llevó una gran sorpresa. Ambos lo hicieron.
—Rachel... —exclamó— eres la última persona que imaginé que me encontraría. Pero... tú ya no eres tú...
—No, —se encogió ligeramente avergonzada— soy una especie de muñeca ahora y... creo que estamos en condiciones parecidas —comentó.
—Eso creo —estuvo de acuerdo él con resignación.
Geoff era también lo que se podría decir un muñeco al igual que ella. Pero en vez de ser tela su piel, era un material parecido a un saco. Todavía más áspero que la tela de Rachel, con las mismas puntadas terriblemente mal hechas aquí y allá uniendo las articulaciones pero era algo más tosco que ella. En vez de boca, tenía un desgarrón de una costura que se veía ligeramente perturbadora, pero cómica considerando que era Geoff el que la tenía en la cara. Había una considerable oscuridad trazada en círculos alrededor de sus ojos, como si el material del que estaba hecho se hubiera tornado negro. Con la luz que lo iluminaba, se veía como sacado de una película de terror.
Y colgaba de la pared. Parecía haber un gancho que estaba enganchado a alguna parte de su espalda y lo mantenía suspendido como en un perchero. Cuando se movía, oscilaba y eso disminuía en varios grados lo aterrador que se veía.
—No sabes lo feliz que me hace ver una cara conocida en este infierno.
—Yo también estoy feliz de verte y saber que estás bien. —le sonrió y él desde ahí arriba le extendió la mano para estrechar la suya en gesto de fraternal alegría y alivio.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —quiso saber él, frunciendo de pronto el ceño, intrigado— ¿porqué nos hemos convertido en esto?
—La niebla de los pozos, eso tuvo que ser.
Él asintió y torció la comisura de la boca al pensar.
—¿Qué le pasó a tu blusa? —le señaló el desgarrón de su estómago y la tela discordante que se entreveía a través.
—Los guardias —resumió ella— hubo un problema bastante aterrador. Pero tuvimos suerte y nadie resultó herido de verdad.
—Pero estás bien ¿Cómo es que estás bien? —le increpó él, extrañado.
—Bueno... No del todo bien —le mostró la venda en su estómago cubriendo su desgarrón— tuve suerte de no ser partida en dos.
—¿Esa es tela de la camisa de Earl?
—Si, Earl la rasgó y Eli la ató. Los encontré en el camino, igual a J, cada uno es una monstruo diferente. No están muy lejos, si te apresuras seguro te reúnes con ellos.
—¿Y porqué no estás tú con ellos?
—¿Porqué cuelgas de la pared? —evadió su pregunta— ¿Necesitas ayuda?
—Yo... —Geoff se volvió para intentar otra vez descolgarse llevando sus manos a su espalda en una posición de contorsionista que no le resultó de mucha ayuda— a un lobo le pareció gracioso dejarme aquí.
Ambos intercambiaron miradas antes de que Rachel tuviese un chispazo de inspiración. Del escondite de su blusa extrajo su aguja y antes de que Geoff dijese algo, la usó para trepar en la pared, engarfiándola a la tierra y apoyándose con los pies de igual forma, hasta subir al lado de Geoff. No estaba muy alto, pero si lo suficiente como para que sus pies no tocasen el suelo.
—¿Qué pretendes? —le inquirió él— puedes lastimarte con eso.
—No te pongas así ahora —dejó escapar una risa— de todas formas si me llego a lastimar, no sentiré ningún dolor.
—Yo tampoco, talvez es una ventaja. Por cierto, ese lobo no tardará, me dejó aquí para burlarse de mi porque sabía que no podría bajar. Pero se fue porque escuchó un ruido muy fuerte hace rato. Quizá piedras cayendo y agua, no estoy seguro.
—Fuimos nosotros.
—¿Qué? ¿Cómo? —en el entre cejo de Geoff apareció una arruga vertical de desconcierto.
—Creo que tendré que... ah! ya veo lo que pasa. Estas colgado de un soporte de antorcha. Bastará con hacer esto.
Geoff cayó de su posición al suelo, pero tuvo la suerte de no sentir nada cuando se le aplastó la nariz contra el suelo. Rachel bajó con él y arrancó su aguja de la pared. Si era o no esta la utilidad que la pitonisa había predicho para ella, probablemente no lo sabría aun. Ya no estaba de humor para más sorpresas desagradables. La volvió a colocar en el dobladillo de su blusa.
—Gracias... —dijo él escupiendo tierra y arreglándose la nariz, que se había dado vuelta y ahora estaba en el interior de su cabeza. Le llevó un instante vergonzoso sacarla y devolverla a su estado natural.
—Ni lo menciones.
—¿Ahora me dirás porqué no estás con los demás?
Ella suspiró. Realmente estaba segura de que no era la mejor idea mentirle a Geoff, no era lo correcto, además, no estaba haciendo nada malo... o quizá si. Pero en algunos casos el fin justificaba los medios. Ante la insistencia de su amigo recién encontrado, decidió decir la verdad.
—Porque quiero encontrar a...
—No me lo digas, —rodó los ojos y bufó con gravedad— al borracho que nos metió en todo esto.
Ella se encogió de hombros— Si existe aun alguna posibilidad...
—Pero Rachel —quiso hacerla entrar en razón.
—No importa —negó ella— te encontré gracias a que me separé de ellos. Era necesario, talvez si sigo encuentre a Cesar y a Layne.
—Pero tú no sabías que eso pasaría. Tú estabas buscándolo a él, eso es irresponsable y peligroso, Rachel. ¿Tienes idea de en todos los líos en los que te pudiste haber metido tú sola vagando por estos laberintos subterráneos? Nunca lo olvidaste ¿no es cierto?
Geoff se incorporó sentándose para mirarla directamente a los ojos mientras la confrontaba. Ahora que sus ojos estaban sobre ella, Rachel vio que eran de vidrio como los suyos, pero de un castaño ligeramente más claro. No era la primera vez que él tomaba un aire paternal con ella y se daba a la tarea de explicarle porqué su conducta no la llevaría a nada bueno. Rachel huyó de su mirada e inconscientemente agachó la cabeza.
No quería responder, porque no sabía qué decir, principalmente porque Geoff tenía razón. Fue irresponsable y estúpida al separarse de los demás, nunca debió de haberlo hecho. Pero se dio cuenta de que no se arrepentía porque su búsqueda no era nada malo.
Para evitar contestar, se colocó tras él para ver el daño de su espalda a la luz de la antorcha mientras él seguía regañándola fraternalmente ante su silencio culpable.
—Todo este embrollo inició por el altercado entre ustedes dos. —gruñó Geoff— estoy de acuerdo en que ustedes dos sean los que arreglen todo. Pero así no son las cosas, Rachel. Me alegra que Earl, Eli, J y tú estén bien. Agradezco al cielo que sea así. Pero insisto en que nos reunamos todos. Es más, insisto en que tú vuelvas a ellos, estarás más segura si todos te protegemos.
Ella no dijo nada, solo se limitó a intentar trazar una par de puntadas peores que las de sus articulaciones con trozos de la ropa estropeada de Geoff y sus propios cabellos de lana, provisionalmente esto funcionaba. Aun albergaba la idea de encontrar a Tony y que él los ayudase con unas suturas perfectas después. En lo que estaba batallando con las puntadas, y escuchando la regañina, se dio cuenta de que el relleno de Geoff era diferente. No estaba segura de qué era, porque la luz era estorbosamente poca como para saber qué era, pero le pareció ver que algo en su interior se movía de forma extraña. Muy extraña. Era claro que en su caso no eran hojas secas.
—Yo no tuve nada que ver con su borrachera. —dijo al fin, cerrando el desgarrón terriblemente mal, pero satisfecha porque Geoff ya no perdiera el relleno— ni siquiera cruzamos una palabra en todo lo que iba de la fiesta. No tengo idea de lo que hablas.
—Claro que no lo sabes —negó— porque Tony es demasiado cobarde para decírtelo.
—Mira, no quiero saber nada de esto —se exasperó ella— quiero encontrarlo, salvarlo, sacarlo de aquí y regresar con los demás para que nos vayamos y regresemos a nuestras vidas de forma mínimamente normal como antes.
—En eso estamos de acuerdo. Te diré lo que haremos. Buscaremos a Eli y a Earl. Si J está por ahí, lo encontraremos también, pero juntos. No es para nada seguro que tú andes sola por aquí.
Rachel se mordió los labios.
—Bien —aceptó. Esta vez lo haría en serio. No estaban tan lejos de los demás, ella ya sabía qué camino habían tomado y no le sería difícil ir a buscarlos para reencontrarse todos. No se arrepentía por su arrebato de valentía, se arrepentía por no haber seguido adelante. No lamentaba encontrar a Geoff, al contrario, el hombre era todo un hermano mayor para ella, pero algo le seguía diciendo que Tony no estaba lejos y que si seguía un poco más su búsqueda, daría pronto con él.
—Como extraño a Kathy —suspiró con pesar Geoff— ella habría puesto en su lugar a esos lobos y no me habrían dejado colgado como un abrigo viejo en la pared.
—O un costal. Pero piénsalo, si ella estuviera aquí ahora sería también un monstruo como nosotros —le respondió consternada— o estaría herida como Layne.
—Oh no, tú no la conoces como yo, Rachel, ella hubiera usado uno de los lobos de garrote contra los demás y luego... Ah, por cierto, ahora que hablas de Layne, creo que lo oí hace rato.
—¿A Layne? —ella abrió mucho los ojos.
—Si. Era su voz. Pero sonaba angustiado, como si estuviera muy preocupado.
—¿Dijo algo?
—El nombre de su hija —murmuró con gravedad— Pero luego cambiaba y era como si llamara a su esposa y demás hijas. Antes de que se extinguiese su voz, creo que llamaba a su padre y luego a Tony. Intenté llamar su atención, gritarle, pero no me escuchó y fue cuando apareció el lobo.
Rachel bajó la camiseta de Geoff, destrozada al igual que su blusa, y cubrió su espalda. Ambos permanecieron en un silencio triste en el que pensaban en sus propios problemas y tragedias. Rachel se preguntó si Layne estaría bien, vagando por ahí con esa herida al contacto de la tierra de las paredes, la humedad y tantos guardias. Apreciaba su acto de valentía que lo había llevado a ganarse esa herida, pero se sentía culpable por ello.
Probablemente se habría convertido en algo. Solo esperaba que fuese algo como lo que Geoff y ella eran, muñecos de retazos de tela y saco. Sin dolor, sin necesidades ni posibilidad de morir desangrados.
—Cuando te digo que todo aconteció a raíz de ustedes dos lo digo en serio, Rachel. —regresó al tema, Rachel rodó los ojos— Todo esto pasó porque Tony se emborrachó de despecho al verte con tu familia, la familia que pudo llegar a tener contigo si no hubiera sido tan estúpidamente cobarde.
Rachel no dijo nada, principalmente porque eso era posible. Ella no podía ponerse en sus zapatos porque Tony no estuvo con ninguna otra mujer después de ella, sino que se cerró en si mismo y no volvió a acercarse a nadie. Pero podía imaginar lo que sintió. Porque era parecido a lo que ella sentía al darse cuenta de que efectivamente esto pudo haber sido de ambos.
—Él no te lo dijo porque supo de tu matrimonio y tu embarazo tarde. Sufrió mucho por mucho tiempo —continuó Geoff— pero dejó de hablar de ti y todos creímos que te había exiliado de su corazón porque realmente parecía estar bien. Layne fue el primero que descubrió que no era así. Tony pasó una mala época después de eso, y tardó en recuperarse, pero eventualmente terminó haciéndolo, por lo menos en apariencia. Lo de anoche ya no pasa tan seguido como hace cinco o seis años, pero sigue pasando. No es la primera vez y tampoco la última que pasará, Layne tenía razón cuando dijo que yo sabía como se ponía Tony con el alcohol y los recuerdos. Lo sé. Es cierto. Pero ha pasado tanto desde la última vez que creí que... Bueno, no importa lo que yo creo o no, el caso es que Tony está en este apuro y nosotros también con él.
Antes de que terminara de procesar lo dicho por Geoff, él le tomó la mano derecha entre las suyas, aferrándola y cuando ella lo miró a los ojos entendió que lo que iba a decir era muy serio.
—Necesito que me prometas que si te digo esto no escaparás en busca de Tony.
Un escalofrío recorrió a la muñeca. Ya había decidido quedarse con los chicos y abandonar su búsqueda infructuosa, pero con lo que Geoff dijo, ella se sintió de pronto encasillada en un callejón sin salida. No podía prometer eso. No quería. Geoff pareció entender perfectamente lo que pensaba porque oprimió su mano entre las suyas con paternal dureza en la mirada que le seguía recordando que no estaba jugando.
—Rachel, necesito que lo hagas. —le reiteró, sus manos de tela de saco eran más ásperas que las suyas— porque sé que cuando te lo diga no querrás abandonarlo.
—¿Tan malo es lo que dirás? —murmuró con voz afectada.
—Es muy malo. —asintió con profunda consternación en la mirada— promételo.
—Pero estamos aquí por él...
—Rachel, sé honesta contigo misma ¿dejarás a tus hijos sin madre por Tony?
Eso significó una flecha en su corazón ¿Qué clase de pregunta era esa? No quería pensar siquiera en esa posibilidad. Pero debía admitir que nunca lo había pensado de esa forma. No en el sentido de perder su propia vida.
—Ya estoy un poco muerta —reflexionó con lentitud— ya está hecho. Ya no soy la de antes. ¿Cuál es tu punto? ellos ya me han perdido aunque regrese a casa. Ya no soy siquiera una mujer, soy menos que una almohada bonita. Pero eso no significa que voy a anteponer a nadie por encima de mis hijos... Pero si puedo hacer algo por él...
Esto ultimo lo dijo evadiendo la mirada severa de Geoff.
—Tienes que prometerlo y te lo diré porque mereces saberlo entonces, Rachel —suspirando con resignación— porque sé que lo sigues amando pero también sé que eres capaz de ir tras él e intentar aun así salvarlo. Esta escapada que le has hecho a los demás, me lo confirma.
Rachel estaba asustada ¿Qué podía ser tan malo como para que Geoff buscara que ella renunciase a Tony? Ella negó con la cabeza varias veces por miedo de que al hablar le fallara la voz. Un nudo se estaba formando en su garganta y una vez más lamentó no poder llorar porque se sentía terrible no poder sacar esos sentimientos de dentro de su pecho.
—Rachel, tienes que hacerlo. —volvió a presionarla— no quiero ser duro contigo, por favor, solo haz lo que te pido. No podré estar tranquilo hasta saber que no harás nada que comprometa tu vida por Tony.
Se dio cuenta de lo patética que se veía y se obligó a regresar los ojos a los de su amigo. Geoff, como los demás, solo buscaban su bienestar ante todo. Y él la estaba obligando a esto porque sabía que se había escabullido de Eli y Earl y nada le aseguraba que no se escaparía de él también rebelde y estúpidamente. Geoff no era tonto en ningún sentido. Él sabía muy bien como actuaría ella.
También se dio cuenta de que él sabía algo de suma importancia que era mejor saber. Quizá la información no le gustara, pero si eso le servía más adelante...
—Lo prometo —mintió.
Él la observó por unos instantes, a la espera de que ella opusiera condiciones o algo que le diera a entender que lo que decía era mentira, pero Rachel era buena mentirosa, se lo había aprendido a Eli. Le sostuvo la mirada y se obligó a permanecer tranquila, aunque sentía el retumbar de su corazón en su pecho, acelerado por el miedo y la adrenalina de haberle dicho una mentira a un amigo intimo. Pero ya no había vuelta atrás.
Geoff perdió su expresión recelosa al cabo de unos segundos. Suspiró con alivio y volvió a presionar su mano entre las suyas una última vez para después soltarla.
—Gracias —le dijo antes de todo— perdóname por obligarte, pero era necesario. Lo que supe por el hombre lobo es más complicado de lo que creí.
—¿Qué puede ser tan malo? —murmuró con cautela.
—Querían a Tony específicamente, tal y como imaginaste antes.
—¿Porqué querrían a un hombre con varios kilos de más, cercano a los cuarenta y con más alcohol que sangre en las venas?
Geoff reprimió una sonrisa.
—Les da igual el peso, sangre o edad de Tony. Quieren su corazón... Es todo un plan. Llevan años esperando a encontrar un corazón perfecto. Y Tony reunía quién sabe qué requisitos. Piensan hacer una poción, o eso es lo que dijo el lobo, quieren usar su corazón como ingrediente para dárselo después al rey calabaza. Lo harán esta noche, antes de que amanezca. Esta es la ascensión de la que habló el mercader en el bosque de los ahorcados.
—Lo asesinarán. —resumió Rachel.
—Así es —concluyó Geoff, con voz grave, demostraba que a él también le afectaba la idea— por eso es que estamos aquí. El rey calabaza sabe que vinimos por él y sabe que somos como él. Es decir, somos seres humanos. Esto ya ha pasado antes, parece que lo hacen cada cierto tiempo y la poción le confiere poder al rey y a la comunidad de monstruos. Está claro que nos encerró para que no lo impidamos, lo que yo no imaginaba era que su plan iba más allá de apresarnos. Quería convertirnos en monstruos para que nos quedemos aquí. En el pueblo.
No supo cuando se había puesto de pie, pero si supo cuando volvió a sentarse en el suelo de tierra del pasillo. Devastada, apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos con fuerza.
¿Porqué esta noticia le causaba tanto dolor? ¿Porqué sentía como si ya hubiera perdido a Tony si se suponía que él ya no significaba nada para ella? ¿Porqué quería aun salvarlo? ¿Porqué le había mentido a Geoff?
—¿Entiendes porque era tan importante para mi que me lo prometieras? —siguió hablando en murmullos Geoff, acercándose a ella y sentándose a su lado, brindándole su apoyo emocional.
Rachel asintió con aire ausente.
Por un instante deseó ser una muñeca de trapo verdadera, inmune no solo al dolor físico, sino también al del corazón. Lo amaba, no había duda, amaba a Tony porque ahora sentía que su vida terminaría si no hacía algo por él. Por salvarlo.
—Lo siento. —suspiró Geoff.
—No, no te disculpes. —ella estrechó su mano en la semioscuridad— gracias por decírmelo.
Él se recargó contra la pared de igual forma y permanecieron en silencio otra vez. Si había algo que ella apreciaba eran sus amigos. Geoff, aunque la tratara más como a una hija que a una hermana menor como los demás, se preocupaba tanto por su seguridad como todos. Eso en algún sentido la hizo sentir bien. El hecho de saberse querida por sus amigos. Casi le hacía arrepentirse de su decisión.
—Rachel, vamos —le llamó él— Encontrar a los demás ¿de acuerdo? Eso fue lo que acordamos.
Ella asintió y ambos se pusieron en pie y caminaron de regreso. Rachel aun quería encontrar a Tony, pero Geoff tenía razón, eran un equipo, debían estar juntos. No obstante, cuando caminaban en silencio, ella captó un pasillo que no había visto al principio cuando pasó por ahí.
Si permanecía con la banda, nunca podría encontrar a Tony. Su instinto se lo decía.
Cuando Geoff no miraba, ella se devolvió unos pasos y tomó ese desvío con rapidez. Se arrepentiría, esta vez si, lo sabía muy bien, pero no obstante, debía buscarlo. Su corazón se lo decía y, gracias a su ventajosa forma, llegaría a él en algún momento. Eso quería creer, en esa esperanza confiaba ciegamente.
—Oh Rachel ¿nunca dejarás de cometer locuras? —se preguntó a si misma— ¿te das cuenta de que buscas un hombre que para ti debió morir el día en que te casaste con tu esposo?