ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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12: Un lamento en la oscuridad

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Hasta ese momento la había tenido en vilo la tensión de la aventura, pero cuando se vio frente a la última puerta, con el candado abierto en la argolla, sabiendo lo que podría ocultar tras de sí, el corazón se le salió de quicio. Empujó la puerta con la punta de los dedos y dejó de vivir mientras duró el chillido de los goznes.  La sala estaba tan oscura que Rachel tuvo que entrecerrar los ojos. No obstante, la figura era inconfundible: había un hombre en el suelo, en medio de todo. Era él, lo sabía. No había más hombres en todo este pueblo y ninguno como él. La emoción le acalambró sus miembros y por unos instantes que parecieron una eternidad, Rachel se quedó contemplándolo indecisa. Debía estar inconsciente porque cuando ella lo llamó en susurros él ni siquiera dio señales de oírla. Rachel no se dejó desmoralizar tan rápido, se fue colando con cuidado entre los barrotes, como había hecho en su propia celda empujándose para poder pasar adentro. Tenía que averiguar si no era demasiado tarde, si el corazón seguía en su pecho y si aún había vida en él. Se acercó con cautela, sus pies, sin los zapatos, no hacían ni un solo ruido y si hubiese habido un solo oyente en esa celda, no habría oído a Rachel caminar hasta Tony. Él se encontraba encadenado al suelo, de haber estado despierto no habría podido hacer mucho más que voltear en su dirección y responder verbalmente. Rachel se dejó caer de rodillas a un lado de él. Si había tenido dudas al principio sobre la identidad del hombre en el suelo, ahora podía estar segura de que era Tony. Podía ser que hace años que ni siquiera se miraban a los ojos, pero podría reconocerlo aun en la noche más profunda. Los brazos de él estaban estirados a ambos lados de su cuerpo y las cadenas estaban sujetas al suelo, realmente estaba totalmente inmovilizado. Su pecho no se movía perceptiblemente, por lo que no podía saber a simple vista si respiraba o no. Rachel sintió un acceso de pánico. Ella llevó su mano hasta la muñeca derecha de Tony, buscando bajo el grueso brazalete de metal el pulso de su sangre a través de las venas. Se sorprendió al sentirlo tan frío. Las manos de ella temblaban visiblemente, no podía presionar como debía y el latido, suponiendo que lo hubiese, era demasiado débil para estar segura que fuera real y que no se lo hubiese imaginado por la desesperación. Un sollozo se abrió paso en su garganta y de nuevo sintió la pena por no poder llorar, el dolor en su alma era apabullante y ella no podía exteriorizarlo de ninguna forma, solo sentir la angustia. Tomó una decisión apresurada, porque debía saberlo, tenía que decírselo al resto de los chicos, ellos debían saber si estaba vivo o no. Sin detenerse a considerar si era licito que una mujer casada hiciese algo como esto, se inclinó sobre él y colocó su oído sobre el pecho de Tony. En el sitio en donde su corazón debía latir. Los siguientes segundos fueron de atroz incertidumbre. Su piel estaba fría y tan sucia como la suya, pero nada importaba ahora. Cuando fue recompensada al escuchar el latido bajo la piel, su propio corazón ralentizó su ritmo y al cabo de un instante, se sincronizó con el suyo. Se detuvo ahí, enternecida, agradecida, loca de felicidad porque la vida no hubiera abandonado a su amigo. El latido era constante, calmado, fuerte, normal para alguien que duerme después de una borrachera como la que se había puesto él la otra noche. Debió quedarse más tiempo del debido, escuchando el relajante sonido, porque cuando lo sintió moverse, se dio cuenta de que se había quedado dormida como él al despertarse sobresaltada. Despegó la oreja de su pecho y lo miró directo al rostro. Tony le devolvió la mirada con sus ojos hipnóticos y claros como lunas verdosas. Por un momento, Rachel olvidó su aspecto y mientras él la miraba tan atentamente como ella a él, pensó con inocencia que su asombro era por ella y no por el ser en el que se había convertido por su culpa. —Te encontré —le murmuró. —Rachel... ¿estás aquí...? —su voz sonaba rasposa y debilitada, carraspeó y volvió a intentarlo— ¿Estás aquí en mi alucinación?  Ella se quedó un instante en shock. De todas las cosas que pudo haber imaginado que él diría al verla, esa era sin duda la única en el que nunca hubiera pensado. —¿Alucinación...? —repitió, sin terminar de entender. —¿Qué otra cosa puede ser? Mírate y mira a tu alrededor. Rachel no pudo evitar reírse amargamente al recordar que ahora había dejado de ser ella misma y que era esa la razón para que él la mirase con tanta insistencia. Porque veía frente a él a un monstruo y no a una chica, porque ahora era menos realista que una alucinación mal hecha. —Lamentablemente... es la realidad. —Si, como no. —dijo él sarcásticamente echándole una mirada de arriba para abajo, hasta donde alcanzaba a ver con su reducido campo de visión, con recelo— ¿Porqué te ves así? ¿Qué clase de disfraz es ese? Pareces Sally de "The nightmare before Christmas" ¿O que se supone que eres? —Una... Muñeca de trapo como Sally. Rachel se encontró inmediatamente avergonzada por su estado. Se sentía haber caído muy bajo en la vida en ese momento y no quería que éste hombre se burlase de ella. No obstante, no había hecho esa conexión mental de ese mundo tergiversado de pesadilla de Tim Burton, de esa película, con toda la situación que les ocurría. Ahora fue el turno de Tony de reírse. —¿Y yo que soy? —Un incrédulo y un imbécil que apesta a alcohol barato, vomito y quien sabe que otras cosas. —le dijo ella con molestia, no obstante volvió a recostar su cabeza sobre el pecho de él y lo abrazó lo mejor que pudo— pero no tienes idea de lo feliz que estoy de haberte encontrado. Ambos hicieron silencio por unos cortos segundos, Tony había hecho un sonido de asombro cuando ella lo había rodeado con los brazos, pero ahora estaba mudo. Curiosamente, abrazarlo no se sintió incómodo o indebido. Se sintió correcto. Como si fuera lo lógico después de tanto peligro y problemas. No obstante, no fue como cuando abrazaba a sus amigos, a los chicos de voiceplay o a sus íntimos amigos de la infancia. Ni siquiera se podía comparar con los abrazos que compartía con su esposo y eso más que nada la desconcertó. —Es en definitiva una alucinación. —dijo él, más para sí mismo que para ella— Sólo en un universo creado por mi mente perturbada por el alcohol, el insomnio y la depresión podrías estar tú, ahora, en mi pecho, feliz de encontrarme. —Es real —le repitió ella y se incorporó para verlo a la cara otra vez— yo soy real, aunque sea difícil de entender, y tú también. Y son quizá más reales los monstruos que quieren tu corazón. He venido a sacarte de éste horrible mundo y llevarte de regreso a la casa. Fui transformada en esto hace menos de una o dos horas. Buscándote. Soy una muñeca por ti. Esta es la desgracia que me dijeron que pasaría por arriesgar mi vida buscándote.  Tony le devolvió la mirada con atención y los labios ligeramente separados. Estaba más pálido y ojeroso que nunca, su cabello se hallaba revuelto y pegado a la frente por el sudor, su ropa estaba tanto o más sucia que la de ella. Debían de formar un cuadro interesante pero deprimente. Una sucia y abandonada muñequita de trapo de tamaño natural y él, un prisionero con una resaca de locura. No obstante, Rachel se dio cuenta de que lo que aún sentía por él era amor, porque ahora se sentía plena y en paz a causa de tenerlo ahí. Aún no lo había rescatado, pero ya sentía como si estuviera a salvo.  Tony quiso alzar una mano, pero solo entonces se percató de que sus manos estaban aferradas por pesados grilletes al mugroso suelo. Dio un tirón súbito y las cadenas hicieron un ruido metálico que sin duda le taladró la cabeza porque cerró los ojos y no lo volvió a intentar.  —Tal vez si... pueda ser real... Rachel tenía aún una mano sobre el corazón de Tony, por lo que pudo sentir como se aceleraba. —¡Tony, tu corazón! Esta muy agitado ¿Qué sucede? Él esbozó media sonrisa y dijo: "Eres tú" Como si se lo estuviera reprochando, pero sin esa intención.  A Rachel le llevó un instante entenderlo. Pero la emoción de haberlo encontrado vivo le embargó de nuevo y sin el consentimiento ni de su propia razón, subió hasta las mejillas de Tony para cubrirlas con insistentes besos de gratitud. Ella empezó a besarle la frente, la barbilla, la nariz y los ojos, pero tuvo el cuidado de evitar los labios. Si sus ojos de vidrio hubieran podido llorar de alegría, ahora Tony estaría ahogándose con sus lágrimas.  —No sabrás nunca lo preocupada que me tuviste. —le dijo entre el sonido de los besos, con un ardor propio de la desesperación— ¡A todos! Idiota, grandísimo idiota. No sabrás nunca lo feliz que me hace que sigas existiendo en una pieza. Tony se quedó sin aliento, quieto, sintiendo solamente y cuando Rachel se detuvo, cayendo en la cuenta de lo que hacía, vio que él tenía los ojos cerrados y que parecía como si fuera a desmayarse. Su palidez se había acentuado y una sonrisa tonta decoraba su rostro. Cuando ella se percató de la posición comprometida en la que estaba, sentada sobre Tony, agachada contra su rostro, besándolo con mucha ternura, demostrando que en efecto estaba terriblemente enamorada aún de él, de un hombre que no era su esposo, se retiró rápidamente. Avergonzada. Él separó los párpados muy lentamente para después dirigirle una mirada significativa de asombro. —Creo que tengo razones para seguir dudando de esta realidad... Rachel no pudo evitar reírse ante eso. Estaba actuando según sus propios sentimientos, es decir, ilógicamente y él le correspondía en su crimen. Bajó de él por completo, no dejaba de sentirse culpable, ni siquiera supo en qué momento se había sentado a horcajadas sobre él, pero ahora retrocedió a distancia prudente y por completo. De pronto quería irse de ahí de nuevo pero ésta vez por vergüenza y no por miedo. Ya no era una niña loca por un hombre, sin medir sus emociones por él.  —Me he dejado llevar. —se disculpó ella, evitando su mirada, si hubiera habido algo parecido a la sangre en ella, se hubiera ruborizado rabiosamente— he olvidado que tenemos que irnos.  Las cejas de él oscilaron con placer y abrió la boca para emitir una risa baja, apenas susurrada.  —¿He de tomar eso como un cumplido? Un deje de irritación floreció en ella, pero no opacó su vergüenza.  —Puedes tomarlo como quieras, mientras me dejes sacarte de aquí. No tienes idea de la cantidad de cosas que han pasado hasta ahora una tras otra... —Lo sabría si me lo dijeras —jadeó calladamente, tranquilizador, incluso. Rachel hizo el amago de tragar saliva, ya que por lo visto era otra cosa que no podía hacer. E inmediatamente pensó que tal vez Tony no hubiese probado nada en todo el día. Recordó que no traía nada, en absoluto para darle de beber, porque las ultimas mochilas habían quedado tiradas en el suelo de al lado de la laguna. —Imagino que la resaca te tendrá sediento. —Tú lo has dicho —murmuró él, que había vuelto a dejar la cabeza reposada contra el pavimento y había vuelto a estar serio, quizá con un nuevo dolor de cabeza— han pasado momentos en los que deseé estar muerto. —Me alegra que no lo estés. —le confesó, con suavidad, ocultando todo lo que le quería decir en realidad. —Y a mi que estés aquí. —él usó el mismo tono confidencial de ella— Se está muy solo en éste sitio. Un par de ratas vinieron a visitarme, pero su conversación era muy aburrida.  Rachel ignoró esa broma. Aunque en el mundo en el que estaban en ese momento, que las ratas hablaran no la sorprendería. Comenzó a sacar su aguja del pliegue de su maltrecha blusa para intentar conseguir que el cerrojo de las esposas se abriese, pero era sumamente dificultoso, no parecía ser nada fácil. —¿De donde has sacado esa ganzúa? —le inquirió extrañado él. —¿Ganzúa? —repitió ella mirando la aguja— ¿te refieres a esto? —¿No sabes lo que es? —la típica sonrisa de Tony volvió a su rostro, esa sonrisa que ella recordaba de hace mucho— es para justamente abrir cerraduras. Ella se tomó un momento para sorprenderse. La pitonisa supo desde el principio todo, supo incluso el uso que ella estaba destinada a darle a la aguja para salvar a Tony, y para ello necesitaría una herramienta precisa para esta tarea. Sonrió, envalentonada. Volvió a sentirse segura por un instante. —Que curioso. —murmuró. Si Tony la escuchó, volvió a guardar silencio. Después de unos segundos, Rachel suspiró, las preguntas bullían en su interior y necesitaba con desesperación saber lo que estaba ocurriendo. Lo que Geoff le había dicho aun le resonaba en su cabeza, y no entendía como era que todo esto se había producido exactamente. Ahora comprendía, por su puesto, la razón de la borrachera de Tony pero no porqué demonios estaba ahí. ¿Habría sido un intento de suicidio o algo así? Ella lo miró, disimuladamente, Tony se veía terrible, y ella estaba segura de que así era como se sentía: terrible. —¿Porqué lo hiciste? Tony la miró de nuevo sin comprender— ¿Qué crees que hice? —Emborracharte y meterte en el bosque. Él pareció pensarlo, como si tuviera que traer recuerdos de muy lejos en su memoria para contestar a esa pregunta. —Puedo contestarte a lo segundo —murmuró al fin— pero aun así no estoy seguro de si fue real. El chasquido de la aguja en el interior del candado resonaba rítmicamente, si atendía a la lógica, se suponía que habría pistones que soltar a base de cuidadosos toques. De vez en cuando acercaba el oído a la cerradura y luego volvía a intentar, cuando se soltó el primero, ella sonrió. Él, por el contrario, negó con la cabeza. —Olvídalo, es claro que tú no estabas ahí. —¿En donde no estuve? —Ya había alucinado contigo anoche... —inmediatamente dio señales de arrepentirse por haber dicho eso, pero no lo retiró ni se corrigió— por eso es que no pensé que fueras real cuando te vi hace un momento, menos así como te ves. —¿Pero a qué te refieres? ¿Me viste antes? ¿A mi? ¿Estas seguro? Él volvió a pensárselo y desvió la mirada un momento. —¿No lo recuerdas? —le preguntó a ella y Rachel negó— entonces tuvo que haber sido otra alucinación. —¿Pero de qué se trataba? —le insistió. —Tú fuiste la que me trajo hasta aquí. Rachel había estado manipulando con cuidado la aguja en el ojo de cerradura de sus grilletes, intentando hacer algo por abrirlos y que él pudiese disponer por lo menos de uno de sus brazos. Cuando dijo eso, ella se quedó de piedra un instante. —¿Quieres decir que viniste hasta aquí porque yo te traje? —Se podría decir que si —se encogió de hombros, alzó una ceja— ¿No eras tú? Bueno, olvídalo. Estaba alcoholizado, no es la primera vez que te veo en el rostro de otra mujer... Rachel sonrió ante el gesto de arrepentimiento de Tony al revelar demasiada información cuando no debía. Era extraño, pero podía no ser nada, a lo mejor había caminado semiconsciente y probablemente había caído por equivocación en el portal del sexto árbol. Sólo que era mucha casualidad. A menos de que alguien lo hubiese atraído hasta ahí y él en su estado tan miserable lo hubiera confundido con alguien más. Con ella.  Rachel supo que si hubiera tenido sangre, sus mejillas se habrían ruborizado de una forma violenta. El primer grillete de la mano derecha se abrió y ella se quedó un segundo contemplando la muesca de la muñeca de Tony, en donde el brazalete de metal le había apretado de más y le había herido creando surcos en su piel en carne viva. Tras el escalofrío inicial, sin comentarios, fue entonces al segundo brazo, para repetir el tedioso trabajo de abrir la cerradura. Pero antes de que pudiera hacerlo, Tony se incorporó a medias, tembloroso y con un débil gruñido por las horas de inactividad, el dolor de espalda y cabeza, y usó ese brazo libre para atraerla hacia él. Su brazo subió por la espalda de ella y su mano tomó con delicadeza su nuca, luego su cuello y después su mandíbula. Rachel lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendida de poder sentir el tacto suave de su piel contra su tejido y el sutil frío de sus dedos.  Tony estudió su rostro y a cada segundo, dejaba ver incredulidad y luego algo cercano a la comprensión. Sin pensarlo, él pasó el pulgar por encima de las costuras de la mejilla derecha de ella, grandes y muy mal hechas puntadas con cáñamo negro que unían su piel de áspera tela. Observando quizá la forma en que auténticamente entraban con profundidad y salían por el otro extremo. Quizás sintiendo algo más que compasión por ella. Rachel por el contrario, tenía la mente en blanco. Todos sus pensamientos saltaron por los aires cuando Tony deslizó el pulgar por la curva de su mejilla y luego por encima de su labio inferior con una delicada caricia. Una temblorosa oleada de sensaciones recorrió su cuerpo. Se dio cuenta de que los ojos de él no habían cambiado, tenían ese tono claro, esa profundidad inteligente y ese ligero orgullo. Rachel se sintió desnuda ante esa mirada atenta, pero descubrió que no le desagradaba sentirse observada por él.  —¿Ahora puedes creerlo? —le preguntó, convencida de que el calor de sus mejillas era debido al contacto humano de la piel de Tony con ella, pesar de él estar tan frío.  —Ahora estoy confundido. —suspiró él, frunciendo ligeramente el ceño. Ella alzó su mano a la de él para apartarla de su rostro, porque era demasiado para soportarlo y había poco tiempo, pero él entrelazó sus dedos con los suyos. Ignorando el dolor que seguro debía provocar mover de cualquier forma la mano, con esas heridas ligeras pero considerables en sus muñecas. Quizá cuando sintió que era como sostener una especie de almohada o cuando las hojas secas de su interior crujieron, Tony la soltó a penas, para verla a los ojos pero sin soltarla completamente.  —¿Acabas de crujir? Ella asintió, aún algo aturdida por el arrebato de él. Y se soltó por completo para dirigirse por fin al grillete del otro brazo, intentando fingir que nada había pasado. Esta situación se estaba volviendo demasiado difícil.  —Soy una muñeca de trapo. Estoy rellena de hojas secas, tal y como Sally en la película de Tim Burton. Es algo bastante poético o tal vez patético, depende de como lo veas. —le empezó a contar ella, con vaguedad para que no se diera cuenta de cuánto la había afectado ese toque— no siento ningún dolor ni tampoco puedo morir, por lo visto. Porque es como si estuviera un poco muerta. Sin embargo, hay un corazón, mecánico quizá, que late también en mi pecho. Puede que perder mis hojas sea como desangrarme y entonces si pueda morir, pero créeme que no quiero averiguarlo.  —¿Puedes mostrarme? Rachel se mordió el labio y esto atrajo la atención de él a sus labios— ¿Qué? —¿Ese relleno de hojas secas? —no es necesario.  —Pero puedes hacerlo. —Si —murmuró ella. —Entonces podrías mostrarme. Ella sintió calor en sus mejillas ¿porqué le daba vergüenza que Tony viera que ella ya no era humana? después de todo, eran solo hojas de otoño y a los demás chicos ya se las había mostrado cuando recién la habían lastimado. No era algo desagradable como lo que se movía en el interior de Geoff y que ella no se atrevió a averiguar lo que era. Quizá le avergonzaba por quien era Tony y lo que sentía por él, y que a pesar de todo se sentía como una adolescente a su lado, inmadura e inocente. Finalmente, se encogió de hombros y detuvo su tarea para alzar su blusa rota, desvelando solo lo necesario, la venda improvisada. —Me hirieron, pero antes de que digas algo, estoy bien. Solo que algo me dice que debo evitar que las hojas secas se escapen de mi interior. —Tony pareció querer insistir, pero ella no estaba dispuesta a mostrarle nada, no si aun sentía su corazón mecánico desbocado por su cercanía— Pero no cambies de tema, Tony ¿Cómo es que me seguiste hasta aquí si yo entré después que tú?  Ella bajó la blusa, cubriéndose, y Tony se encogió de hombros. —Pudo haber sido mi imaginación. —Bueno, no importa. —aceptó ella— hay que sacarte de aquí, simplemente. Si no, todo lo que hicimos no servirá de nada. —¿Hicimos? ¿Hay alguien más aquí contigo? —Los chicos... —Rachel se preguntó si era buena idea preocuparlo diciéndole el triste destino de sus amigos, pero él siguió preguntando hasta que ella lo dijo— Layne, Geoff, Eli, Earl, J y ese chico más reciente, Cesar. Todos estamos aquí.  Desde el primer nombre Tony adquirió una expresión sombría— ¿Porqué están aquí? —¿Tú que crees? —gruñó ella desesperándose levemente por no poder soltar el segundo grillete, tarea a la que había vuelto para evitar mirarlo directamente a la cara, seguía nerviosa y avergonzada. Se obligó a fingir respirar con lentitud una y otra vez, aunque el aire no circulase por su interior, la tarea la relajaba. —Ellos vinieron a salvarme —cayó en la cuenta y un deje de preocupación tiñó su voz normalmente indiferente— ¿Dónde están? ¿Porqué estás tú aquí sola? Rachel abrió por fin el segundo grillete, encontrando al sacárselo las mismas heridas leves que presentaba en la otra muñeca. Se detuvo a observar los grilletes, descubriendo un borde afilado en los mismos con rastros de sangre que hicieron que su estómago se encogiese. Sin más pensamientos, bajó hasta los pies mientras hacía tiempo para responder a lo que Tony le preguntó antes, que por la impresión casi había olvidado. No tenía muchas ganas de revivir todo lo que le había pasado a ella y a los demás, los guardias, los túneles, las alabardas, la pelea con los licántropos, la niebla... había sido bastante traumático.  —Son monstruos ahora... No todos como yo, si es lo que piensas. Solo Geoff tuvo un destino parecido al mío. Creo que Eli te hará sonreír y J te asustará, pero no te preocupes, siguen siendo ellos mismos, su personalidad no ha cambiado.  Tony dejó la mirada perdida en el vacío unos instantes. A lo mejor intentó procesar esa idea, pero fracasó y regresó al tema principal. —Vinieron todos a salvarme... —repitió incrédulo— ¿Porqué?  —¿Porqué razón sería, tonto? —se exasperó ella, pero una sonrisa de cariño involuntario asomó en su rostro— Porque eres nuestro amigo. Y te amamos, hemos corrido mil riesgos diferentes para llegar hasta ti y... El precio por encontrarte nos ha sido muy elevado. Si tú no hubieses estado persiguiendo una alucinación...  Se obligó a detenerse. No, Tony no tenía ninguna culpa por lo que les había ocurrido, todos, hasta ella, estaban ahí por voluntad propia. Tony permaneció en silencio otro rato más, sin contradecirla ni tampoco allanarse a su veredicto. Sólo se oía el sonido metálico de la aguja chocando con el interior del cerrojo en el grillete hasta que Rachel logró destrabar el del pie derecho. Las mismas heridas de las muñecas hicieron acto de presencia en el tobillo tan pronto retiró el brazalete, pero esta vez no se detuvo a examinar ni por un segundo la sangre ni en su piel ni en el grillete. Prosiguió tacita e inmediatamente con el siguiente y fue cuando Tony volvió a hablar.  —Les debía mucho desde antes de que hicieran esto.  —Ahora también les deberás la vida. —la irritación se desvaneció y ella sintió algo parecido a la esperanza, se encontrarían con los chicos pronto— Habrá que buscar a algunos de los chicos que faltan pero eso será fácil si estamos el resto juntos. O eso espero. No me fue difícil encontrar a J, Earl y a Eli. O a Geoff.  Tony terminó por sentarse y llevarse las manos a la cabeza y a los ojos. Presionando y tallando para intentar quitarse de encima el estado miserable en el que se encontraba, pero por supuesto, no logró mucho. Rachel tuvo una visión clara de las heridas de sus muñecas que no soportó, por lo que bajó de nuevo la mirada. —Mencionaste algo sobre mi corazón. Rachel volvió a morderse el labio ¿era lo mejor decírselo todo? podía asustarse. No, no hacía falta que lo supiera tan rápido, apenas lo había encontrado. —Después, Tony, ahora tenemos que salir de aquí. Un quejido se coló en la celda. Rachel se incorporó para mirar a Tony, él le devolvió la mirada con una expresión parecida a la suya. Estaba claro que ninguno de los dos lo había producido. Antes de que pudieran intercambiar más palabras, el aliento de Tony se hizo visible, convirtiéndose en una voluta de vaho, y el frío se extendió a su alrededor. Entonces, de la pared tras de Rachel, una luz opaca entró a la celda. Rachel, inconscientemente, sacó la aguja, ganzúa o lo que fuera, de la cerradura y la empuñó  como un arma a la luz. Era un fantasma, semi traslucido, con los bordes algo turbios, pálido como un muerto y brillando con la claridad mortecina del alba. Entonces ambos se dieron cuenta de que conocían al espectro. Era Layne. —Siempre creí que Scrooge exageró cuando vio a Marley traspasar su puerta —comentó Tony, con la voz extraña por ese momento de espanto— no volveré a juzgarlo nunca más. Rachel no evitó echarse a reír— ¡Layne! ¿Cómo... cómo es posible? No he visto fantasmas en el pueblo. Layne se acercó a ambos, flotando y los reconoció tras unos instantes. Una expresión de alivio suavizó sus rasgos de alma en pena para luego devolverlos a su anterior angustia. —¿Qué hicieron contigo, Rachel? —No importa ahora, Layne, no importa —negó ella dedicándole una sonrisa— encontré a Tony ¿Lo ves? y ahora tú estas también aquí.  Layne en efecto estaba contemplando a Tony con ojos angustiados. Se acercó a él y Tony tembló en respuesta. —Tío, que fría alma tienes —tosió. —Eres tú —Layne soltó una carcajada y la angustia desapareció totalmente de él— realmente eres tú.
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