13: La puerta de la celda
23 de noviembre de 2025, 9:32
—Eres tú —Layne soltó una carcajada y la angustia desapareció totalmente de él— realmente eres tú.
—¿Quién más podría ser? —le sonrió incómodo, pero a leguas se veía que él también estaba feliz por verlo.
—Yo que sé. —hizo un gesto de restar importancia mientras reía— da igual, hermano ¡Estás... vivo! Iba a decir que estabas bien, pero pareces un vagabundo.
Tony abrió la boca para hablar pero la cerró y alzó una ceja. No obstante, él también sonrió.
—Supongo que tienes razón.
—Créele —lo secundó Rachel— nunca te has visto peor.
—Rachel, cuando quiera tu opinión te la pediré —dijo él con brusquedad, si bien no parecía enfadado, sino divertido. Ella sabía que estaba jugando, en sus palabras sonaba una sonrisa.
Ella se la devolvió con una autentica y decidió seguirle el juego.
—Ten cuidado, Tony, hemos llegado hasta aquí y podemos irnos sin ti.
—No pueden —esta vez sonrió también dedicándole una mirada— por qué soy la razón por la que están aquí.
—Tiene razón, Rachel ¿en qué estás pensando?
Ambos miraron a Layne, la miraba con gesto interrogante. No había captado que lo que decían no iba en serio. Ambos se rieron entre dientes.
—Era una broma, Layne, no te pongas así. —se disculpó ella y se apartó un poco de ambos, centrando su atención en el cerrojo del pie de Tony. Sabía que ahora lo que necesitaban ambos era un instante de soledad para que el fantasma le dijese cuanto lo había extrañado.
Y así fue, Layne volvió a flotar alrededor de Tony y a decirle cuánto había temido que los monstruos se lo hubieran comido vivo y sin ensalada para ese momento. Le hizo saber, y le recalcó, que realmente él no estuvo nunca asustado, aunque los demás miembros de la banda se estaban desesperando, pero que Layne siempre había sido valiente y lo había defendido cuando los demás querían dejarlo y tratar de regresar sin él a casa. Tony sonrió, enternecido, pero ligeramente incómodo ante la alegría de su amigo por encontrarlo. El aire de la habitación volvió a su temperatura normal mientras se concentraban en cosas buenas y el vaho del aliento de Tony dejó de ser visible poco a poco.
Layne tenía esa habilidad de hacer sentir mejor a todo el mundo y por lo visto más aún a su mejor amigo. Tony sonreía levemente, cansado y con una expresión de pacífica felicidad, todavía con náuseas y pálido como un cadáver, pero tan feliz como su condición le permitía.
El fantasma literalmente flotaba a su alrededor emocionado y en una ocasión hasta trató de abrazarlo, pero se dio cuenta de que era inútil, porque estaba claro que lo atravesaría. Le contó en su lugar otros acontecimientos aislados sin seguir la línea de sucesos, como el bosque de los ahorcados o el comerciante. Cuando mencionó que los hombres lobo los rodearon y que ellos lucharon valientemente en su contra, aún a costa de más de un mordisco, Layne le señaló el hombro herido mostrándole los retazos de tela desgarrada y la sangre plateada.
Entonces la expresión de Tony cambió en un parpadeo.
—¿Estás muerto, Layne? —exclamó con una repentina preocupación en él— ¿la herida te mató y por eso eres un fantasma?
Layne se tomó un segundo y luego se encogió de hombros.
—No, no lo creo. No recuerdo haber muerto en ningún momento —le restó importancia— salvo hace unas horas, en la cámara de gas. Pero lo dudo, fue demasiado rápido como para catalogarlo como muerte.
Ante el desconcierto de Tony, Rachel hizo chasquear por fin el cerrojo del último grillete, el que sostenía su pie sin zapato. Al darse cuenta de que estaba libre, Tony dio una patada a los grilletes y lanzó una maldición por el dolor. En ese tobillo también estaban las mismas heridas del resto de sus miembros. Rachel no se detuvo a mirar esas heridas, no quería sentirse peor ahora, así que sacó la ganzúa del cerrojo.
La verdad es que estaba aterrorizada, sus propias manos le temblaban, todo en ella estaba pensando a toda prisa: ¿Qué harían ahora?
Ya habían encontrado al borracho que habían venido a rescatar, pero la nueva meta a alcanzar era sacarlo de ese enjambre de túneles y mantenerlo a salvo en todo momento. Había que recordar que ahora todos ellos estaban un poco muertos. Pero Tony seguía siendo tan mortal como siempre y un golpe cualquiera o un tajo como el que Rachel tenía en su estómago él no lo soportaría en ningún sentido. Esas heridas en las muñecas y tobillos, tan cercanas a esas venas importantes, eran de cuidado.
Apartó esa idea de un manotazo, era perturbadora. Sintió la tan conocida opresión en el pecho y ella también alzó la vista a la herida del hombro de Layne. Hasta entonces Rachel no había comprendido que lo que cubría a su amigo traslúcido, esas manchas plateadas, eran todas de sangre. Había sangrado tanto como ella había imaginado, la mancha plateada bajaba hasta pegar la camiseta al pecho del hombre y sus brazos y cuello también tenían manchas iguales.
Que tan cerca había estado realmente de la muerte, eso quizá nunca lo sabrían.
Ella tragó en seco y bajó la mirada.
Había sentido en su interior un sentimiento cálido y reconfortante al ver a Tony intercambiando frases tontas con Layne. Fue una sensación de cotidianidad bastante agradable. Era un paso de regreso a la normalidad en algún sentido, si no se tomaba en cuenta que era Tony en las peores condiciones en las que lo había visto nunca y Layne literalmente flotando a un palmo del suelo con sangre plateada manchándole la ropa.
Ahora sintió una profunda congoja y culpa.
—¿Cómo es eso de que estuvieron en una cámara de gas? —replicó Tony lanzándole a ella una mirada significativa— Layne está bromeando ¿no es cierto?
—Te dije que habíamos pasado malos ratos para llegar a ti —apretó los labios y se puso en pie, incapaz de continuar mirando a Layne.
—Pero tan malos como para estar al borde de la muerte... —siguió diciendo el hombre de ojos claros con visible incredulidad, se volvió al fantasma— ¿me estás tomando el pelo?
Layne se sonrió divertido, negando— No, no tengo razones para hacerte una broma ahora.
—Pero te estás riendo —lo miró entrecerrando los ojos— eso no es una señal de honestidad.
Layne en respuesta volvió a reírse. Rachel llegó al otro lado de la celda, hasta la puerta con las barras de metal. A su mente regresaron todos los eventos que habían acontecido desde que entraron al bosque. Toda esa experiencia bastante traumática tenía que servir para que ahora supieran qué hacer, no obstante, parecía como si ahora más que nunca ella tuviera la mente en blanco completamente.
—Rachel, dime la verdad ¿este Gasparin me está mintiendo?
Ella lo volteó a ver. Tony tenía esa expresión con una ceja alzada y el gesto de estar esperando una respuesta convincente, mientras Layne se seguía riendo.
—No, no te está mintiendo —ella también sonrió apenas, pero volvió a ponerse seria inmediatamente— no fue nada divertido. Fue como si los pulmones se estrujaran como hojas secas.
Layne detuvo su risa y la miró a los ojos. Los suyos resplandecían con un brillo opalino y cuando habló su voz pareció llegar desde lejos, como el eco que regresa tras rebotar con la pared del recóndito fondo de una cueva.
—Yo sentí otra cosa. Fue como si después de inhalarlo, ya no pudiese ni siquiera hacer el movimiento de la respiración. Fue como ser vaciado desde adentro. Como si en mi interior ya no hubiera nada.
Tony se tornó más pálido que antes y sus ojeras se notaron como dos medialunas oscuras en contraste con su piel. Bajó la mirada y guardó silencio como ellos dos. Rachel se sintió arrepentida por haber cortado la diversión del reencuentro tan rápido, porque hasta ahora había habido risas y bromas estúpidas como cuando antes, antes de todo.
—Soy una aguafiestas. No debí haber dicho eso.
El brillo del fantasma había bajado de intensidad, pero negó amablemente— Nada de eso, era algo que tenía que decirse en algún momento. Pero si te parece bien, preferiría cambiar de tema.
Rachel asintió y se volvió a la puerta, mientras trabajaba abriendo el cerrojo les contó como los demás estaban bien, como los había encontrado a unos de una u otra forma. Les explicó las transformaciones que cada uno había tenido y las formas en las que las ventajas los estaban ayudando a seguir a través del laberinto. Y volvió a explicar el desgarrón de su estómago, la forma en la que había visto su relleno y como Eli y Earl la habían arreglado provisionalmente.
No le pasaron desapercibidas las transformaciones que la expresión de Tony experimentaba, toda esta conversación estaba haciendo mella en él aunque no dijera nada al respecto. No era miedo lo que expresaba, era otra cosa. No había miedo en él, quizá había visto demasiadas películas de terror como para asustarse, quizá todavía no se creía nada de lo que pasaba, quizá simplemente estuviera reprimiendo las arcadas que le sobrevenían cada tantos segundos, pero sus rasgos revelaban que sus pensamientos no eran felices.
Era claro que le mortificaba que todo esto hubiera ocurrido por él, pero no lo iba a decir, no con palabras por lo menos, pero sus sentimientos estaban escritos en su frente para quien quisiera leerlos. Y Rachel estaba muy atenta a él, aunque tampoco hiciera comentarios al respecto.
—Es un alivio saberlo —murmuró Layne— pero debo admitir que no me extraña que ellos sigan por ahí dándoles guerra a los monstruos. En especial J, él tiene entrenamiento militar y todo. Y Earl siempre tuvo puños pesados ¿te acuerdas, Tony, de cuando en aquel show te paraste demasiado cerca de él cuando cantábamos y te dio ese guantazo sin querer? Eran buenos tiempos, hace ya muchos años, pero buenos tiempos al fin... Después de todo, hemos pasado por cosas peores y podremos con lo que se nos venga encima... ¿Verdad, Tony?
Él asintió, ausente, pero no dijo nada.
—Yo pude salir así también gracias a que literalmente me hice más liviano que el aire y salí flotando de ese maldito pozo. —exclamó triunfal Layne.
—¿Y ya has logrado controlarlo? —le preguntó Rachel.
—No, pero puedo reprimirlo si pienso que puedo hacerlo. ¡Ah! ¡También puedo hacer esto, miren! —ante los ojos de ambos, la cabeza de Layne desapareció de encima de sus hombros— ¡Ya no estoy...! ¿Genial, verdad?
Tony y Rachel intercambiaron miradas, Layne creía que había desaparecido al completo hasta que miró hacia abajo y pudo ver sus manos y piernas y el resto de su cuerpo incorpóreo. Luego de reírse nerviosamente, su cabeza fue visible de nuevo.
—Casi lo tienes, sigue practicando —le sugirió ella mientras volvía a su tarea con la cerradura— la verdad es que esa habilidad nos puede ser de mucha ayuda si la dominas.
—Es un poco incomodo, pero bueno —aceptó Layne y lo que desapareció a continuación fue su brazo izquierdo, luego sus pies y por ultimo el estómago.
Rachel no había escuchado a Tony en un rato desde que se mencionó lo de la cámara de gas y por un momento le asaltó el temor de que el hombre se hubiera dormido de nuevo, pero en lugar de eso, él había apoyado la espalda en la pared y miraba las heridas de sus muñecas con expresión sombría. Se veía agotado. Ella se sintió inquieta al verlo así, no le gustaba para nada.
—Estás muy callado, Tony —comentó ella con suavidad. No quería ser molesta ni tampoco insinuar más interés del debido, tenía que recordar que las cosas no habían cambiado, a pesar de que Rachel sintiese que así era por haber por fin aceptado lo que sentía por él.
Él suspiró— No es nada. Estoy bien.
—No te preocupes hermano, saldremos de este agujero pronto —Layne era en ese momento solo un torso flotante, pero Tony sintió el frío en su hombro cuando posó su fantasmal mano sobre él, atravesándolo pero dejando tras él el frío, y el aliento de Tony volvió a ser visible ante la cercanía del fantasma— ya hicimos lo más difícil, que fue llegar hasta aquí y encontrar tu trasero. Esos monstruos tendrán que vérselas conmigo y los demás chicos si quieren tocarte.
—Te lo agradezco, —sonrió de lado, tiritando, no podía molestarse con Layne— pero no vuelvas a hacer eso. Fue horrible.
—Lo siento. Tampoco controlo muy bien esto de la temperatura, apenas lo acabo de descubrir.
—No te preocupes —volvió a suspirar Tony, tenía una expresión terriblemente desalentada, su aliento seguía flotando tras sus palabras— he vivido peores inviernos.
—Ya casi termino, chicos, solo quedan dos pistones más —anunció Rachel, sin mirarlos— en un momento podremos irnos.
—Pero mira a Layne y mírate tú misma —dijo Tony aun con la voz quebrada— no se pueden quedar así. ¿No hay forma de que regresen a ser normales de nuevo?
—No tengo problema con ser una muñeca el resto de mi vida... —dijo, pero evitó decir "con tal de que tú regreses con vida"
No tenía que preguntarse nada ahora. Ya estaba segura de que lo que quemaba en su interior por Tony era lo mismo que sintió por él cuando eran un par de adolescentes desenfrenados. Lo sabía porque su felicidad, a pesar del constante temblor involuntario de sus manos por el temor a lo que vendría después, no se detenía en ningún momento y ahora la idea de seguir siendo una muñeca de trapo, no se le antojaba tan mal si sabía que esa desgracia se la había ganado a cambio de la vida de ese hombre.
—Yo tampoco tendría problemas con ser un fantasma el resto de... bueno, el resto de lo que viva un fantasma. Pero da igual, hermano, deberíamos estar agradecidos por ser lo que somos. Tú no has visto lo que hay arriba en el pueblo. —sonrió el fantasma. Había un eco lejano en su voz y su brillo opalino se intensificaba por momentos.
—¿Como? ¿Hay más monstruos afuera?
—Oh —exclamó Rachel— hablando de eso ¿Cómo sacaremos a Tony de aquí? Los demás podremos salir sin problema porque nos mezclaremos entre los monstruos, pero ¿y él?
—Cierto. No lo había pensado...
—Por lo pronto lo que debemos hacer es sacarlo por lo menos del laberinto.
—Eso no será muy difícil —se encogió de hombros Layne, apareciendo por completo— o eso espero. Solo hay que hacerle algún disfraz.
—¿Y donde se consigue un disfraz bajo tierra? —pensó en voz alta ella.
—Pues si dices que Eli tiene una nueva habilidad con las manos, talvez sepa qué hacer. Puede que nos pida a cada uno una prenda y con ellas haga algo para cubrir el rostro de Tony. Podemos embadurnarlo de lodo también.
—Habrá que cubrir más que eso. Habrá que hacerlo irreconocible. Porque tan pronto como se den cuenta de que falta, lo estarán buscando por todo el pueblo.
—¿Pero porqué Tony es tan importante para ellos?
—¡Quieren su corazón!
Layne se llevó una mano al estómago y otra a la boca reprimiendo el reflejo de una arcada que no podía acabar en vomito.
—Oh Dios... —hizo el amago de tragar en seco— ¿para qué?
—Hey, no hablen como si yo no estuviera aquí —rezongó Tony, frunciendo el entrecejo tanto como le permitía su dolor de cabeza, volviendo a ser tan fastidiado como siempre, el color sutil de su piel volvía a colorear sus mejillas— están hablando de mi y yo sigo aquí ¿lo olvidan? ¿Porqué quieren ellos mi corazón, Rachel?
Ella dejó lo que hacía para volverse y mirarlo por enésima vez. A este paso, no terminaría muy rápido, pero no le importaba. Tenía que decirle. No obstante, no sabía como. Lo que había dicho, lo había hecho sin pensar, efectivamente por un instante había sentido como si el aludido no hubiera estado ahí mientras hablaba con Layne de él. Ahora además de bocona, se sentía muy tonta.
—Geoff dijo que un hombre lobo le dijo que quieren tu corazón para una poción. Eres el ultimo ingrediente. —confesó— Harán un ritual y se lo darán al rey calabaza.
Tony apretó los labios e inhaló una, dos, tres veces hondo y muy lento. Su aliento se evaporó en el aire en esa última respiración, y el resto de sus inhalaciones quedaron sin evidencia visible así que Rachel ya no pudo contarlas. Sus ojos pasaron de Layne a Rachel y luego al suelo. Estaba claro que comprendía y que, como Layne y Rachel, él no había pensado que la cosa fuese tan grave hasta el momento. Pero es que era peor, era de vida o muerte, y estaban hablando de una muerte horrible y dolorosa.
Cuando nadie dijo nada, Rachel volvió a su tarea de destrabar el cerrojo, esta vez con mayor apremio. Todos querían salir, y cuanto antes llegasen a los demás y se largaran de ese infierno, antes podrían dejar de preocuparse por tantos peligros.
—Esto es una pesadilla —gimió Layne— desde que inició lo supe, la salchicha con mostaza que me comí antes de venir me provocó acidez, era un anunció claro de que se venían problemas. Pero como siempre, lo pasé por alto... Pero da igual, vinimos por ti, Tony, y lo conseguimos, te encontramos, eso ya es todo lo que yo y el resto necesitamos. No fue en vano todo si tú sigues bien.
Tony le dedicó media sonrisa— y creo que no podré nunca terminar de agradecerles.
—Yo no estaría tan seguro de eso. —hizo memoria rodando los ojos y desvelando su sonrisa de siempre, medio travieso medio divertido— Creo que Geoff dijo algo de retorcerte el pescuezo cuando te encontrase.
—J dijo también que le dará una patada en el trasero —agregó Rachel con vaguedad, pero ahogó una risa.
—¡Vaya! —suspiró Tony— eso casi me hace sentir mejor.
Los tres sonrieron ante eso, pero no dijeron mucho más. Una vez más, solo se oyó el golpeteo de la aguja dentro del cerrojo. Rachel estaba en esto ya que aunque ella podía volver a empujarse entre los barrotes y Layne podía atravesarlos con facilidad, Tony seguía siendo humano. Y la prioridad, aunque ella ya se obligara a no decirlo en voz alta, era él. Tenían que protegerlo, sacarlo de ahí, aunque les costase otra desgracia futura.
Ella sabía que Layne también sentía ya sobre sus hombros el peso de esa desgracia profetizada por la pitonisa. Estaba claro. No tenían que detenerse a pensarlo, bastaba con alzar una mano frente a los ojos para percatarse del cambio, del precio que ahora pagaban. Y ahora que lo pensaba, talvez si fuera cierto que el destino del fantasma fuera peor, porque él si se podría considerar muerto, aunque tanto Rachel como Layne habían asegurado lo contrario.
—Ah, Tony, por cierto, en el bosque encontramos tu... —layne se sacó de la cabeza la gorra que había llevado en todo momento hasta entonces, dispuesto a ponérsela en la cabeza a su amigo pero esta le atravesó la cabeza cuando intentó ponérsela— oh, vaya... esto es... bastante inesperado.
—Eh —murmuró Tony tímidamente en una risa nerviosa y se llevó una mano a la nuca— creo que... bueno, creo que puedes quedártela.
—¿En serio? Pero es tu favorita.
—¿Cómo quieres que me la ponga ahora? —alzó una ceja divertido— ¡ni siquiera puedo sostenerla!
—Ah claro... tiene sentido. —se la encasquetó con un movimiento rápido en la cabeza, también tenía manchas plateadas— si vuelvo a ser corpóreo, se la heredaré a Dori.
Tony dejó escapar una risa ahogada antes de llevar distraídamente las manos a los bordes de las muescas de sus muñecas, en donde los grilletes habían apretado de más y le habían herido creando brazaletes en su piel en carne viva. Rachel sabía que Layne y él tenían una relación muy fuerte y estaba feliz de haber contribuido a reunirlos, también estaba consciente de que Dori era como la hija de ambos hombres y que la sola mención de la niña ya hacía renacer la esperanza en ambos.
El sonido del metal al destrabarse llenó la celda: Rachel lo había conseguido, la puerta de la celda estaba destrabada.
—Vámonos de éste infierno, chicos. —los animó empujando la pesada reja.
—No estoy seguro de si quiero salir a un inferno peor —rezongó Tony entre dientes, no obstante, usó la pared para ponerse de pie con mucha dificultad.
—Da igual el sitio o el infierno si es que hay más de uno —comentó Layne— la idea es salir de aquí. Y arrastrarte afuera si es necesario.
Tony le dedicó una mirada rara que hizo a Layne reír otra vez. Rachel estaba empujando aun, no tenía previsto que la puerta fuese tan pesada ni tan dura. Lo que le pareció extraño fue que no escuchó el rechinido tan típico de esas celdas, las bisagras oxidadas por la humedad subterránea. Estaba segura de que cuando a ella la metieron en su celda, las bisagras de su puerta si chirriaron. En eso pensaba, empujando, cuando se dio cuenta de que si no chirriaba era porque de plano no se estaba moviendo ni un ápice y se le ocurrió que tal vez la puerta no era tan pesada, tal vez ella en su nueva condición carecía de la fuerza necesaria.
Ahora ella no era más que tela, relleno, lana y dos cuentas bonitas de vidrio. Solo entonces entendió su verdadera fragilidad.
—Tony —se volvió a él que se acercó a ella, tambaleante— ¿puedes ayudarme a empujar?
—Claro —Rachel vio las muescas en sus muñecas cuando él se acercó para empujar la puerta hacia afuera y ella se arrepintió de haberle pedido tal cosa.
Sin detenerse a pensarlo, se interpuso entre la puerta y él y lo empujó poniendo ambas manos en su pecho y alejándolo mientras repetía: Olvídalo, lo haré yo. No quiero que te lastimes.
Tony alzó las cejas, sorprendido— Me acabas de decir que te ayude.
—Es cierto, yo te escuché —se rió Layne— te estás contradiciendo a ti misma.
—No quiero que esas heridas sangren de más. —murmuró acobardada, alejando sus manos del pecho de Tony con timidez.
—Ah... —entendió él y negó sonriendo— tampoco soy tan tonto, Rachel. Mira.
Y antes de que ella hiciese algo, Tony empujó la puerta con el hombro sin usar las manos hacia afuera, entonces se escuchó el chirrido que Rachel esperaba. Solo entonces entendió que no, Tony no era un tonto.
No había terminado de abrirla, cuando ambos, tanto Rachel como él fueron lanzados hacia atrás. La muñeca de trapo se incorporó inmediatamente y miró en busca de respuestas hacia la puerta. Un hombre lobo, de los que los habían traído hasta allí, se había abalanzado en contra de la reja, cerrándola al impacto. Rachel sintió un ligero atisbo de esperanza al pensar que se podría tratar de J, pero por la expresión de ese monstruo, era claro que ese ser y J no se parecían en nada.
El monstruo metió las garras entre los barrotes para alcanzar a Rachel, pero ella se arrastró por el suelo hasta Layne y Tony al fondo de la celda.
Iba a entrar en cualquier momento, había que evitar que abriese. Rachel pensó rápido y sacó su aguja de su blusa. Cuando se puso de pie y se abalanzó hacia adelante, a la puerta, pero Tony la vio ir y la tomó de la mano, reteniéndola.
—¿Es que estás loca? ¡Te despedazará!
—Abrirá y entrará ¿tienes una mejor idea?
—Él no, pero yo talvez si. —Layne desapareció.
Pocos segundos después, el hombre lobo se detuvo y retrocedió. Layne le había soltado una piedra del techo en la cabeza, pero eso no fue suficiente para detenerlo, solo para distraerlo. Rachel sintió como la celda se enfriaba y cuando el lobo se dio la vuelta para intentar averiguar qué había sido eso, ella tomó la puerta y haciendo acopio de toda su endeble fuerza la jaló de regreso mientras atoraba la aguja de extremo a extremo de la puerta y el resto de la celda.
El lobo volvió a lanzarse contra la puerta y Rachel tuvo el presentimiento de que esto lo detendría pero antes de que ella albergase esa esperanza al completo, oyó el sonido del metal cediendo. El lobo era más fuerte de lo que imaginó y la aguja menos dura, no obstante, estaba resistiendo. Pero no por mucho. El hombre lobo ya se había dado cuenta de que de nada le servía molestarse por Layne, que flotaba a su alrededor lanzándole piedras pequeñas y gritándole al oído. Las verdaderas presas estaban a pocos pasos de él.
Tony tomó de los hombros a Rachel y la alejó de la puerta y del alcance del monstruo que aun podía meter las garras para atraparla. La llevó hasta el fondo de la celda, hasta que sus espaldas chocaron con la pared. Ella le agradeció con una mirada, tal era su conmoción que probablemente no se hubiera movido y el monstruo la hubiera roto en pedazos solo con una garra. Tony, en su estado y todo, parecía más activo ahora que antes, por la forma en la que la sostenía y se colocaba frente a ella, protegiéndola, le hizo recordar un suceso acaecido hacía mucho, cuando ambos eran aun adolescentes.
Esa chispa de inteligencia que esos hombres lobo poseían volvía a jugar en contra de ellos, cuando la zarpa fue hasta la aguja de la puerta para intentar zafarla.
—¿Ideas? —murmuró Layne, apareciendo a un lado de ambos, impotente.
—No hay otra salida —jadeó Rachel, mirando con apresurada desesperación las tres paredes de la celda. Nada. Ninguna vía de escape que no fuera la que el lobo cubría con su cuerpo— debí ser más rápida abriendo la reja. Lo siento.
—No podías haberlo sabido —le tranquilizó Tony— fue bueno verlos otra vez, a ambos.