ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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14: Desgarrando esperanzas

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—No podías haberlo sabido —le tranquilizó Tony— fue bueno verlos otra vez. —No, hermano, no te despidas tan pronto —se exasperó Layne— tiene que haber una forma de escapar de esta situación.  —No veo más formas aquí que no sean las de morir —le dedicó una mirada poco amistosa.  Rachel se dio cuenta de que Tony le sostenía de la mano, aun frente a ella, protegiéndola. Ella mantenía un agarre suelto y rígido, con los dedos estirados en lugar de ceñidos a los de él por la sorpresa. Él la oprimía con suavidad, como si a través de ese toque le estuviera intentando infundir valor. El peso y el calor de su mano fueron una sorpresa agradable. Rachel tenía ganas de cerrar sus dedos alrededor de los suyos y abandonarse a lo que en breve vendría, pero no obstante, no podía hacerlo. Algo en su conciencia se lo impedía, talvez el hecho de que había aun un anillo en esa mano que Tony le sostenía. Los tres guardaron silencio cuando el monstruo rompió la aguja y la puerta se abrió. El repiqueteo de los trozos de metal rebotando contra el suelo de piedra produjo un eco largo y agudo que terminó hasta que había hecho vibrar hasta las hojas secas en el interior de Rachel. El lobo dio un paso al interior y en su hocico, que aun mostraba unos dientes terriblemente afilados, se torció una sonrisa maligna. En sus ojos estaba encendida una llama igual de desagradable que todo en él. El gruñido que escapaba guturalmente de su garganta resonó con el gorgoteo de una risa socarrona. Los tenía. Los mataría, y por la forma en la que los miraba, era obvio que sería de forma lenta y dolorosa, disfrutando cada instante. —Layne, ve con los demás. —la firmeza y claridad de la voz de Tony los sorprendió a ambos— búscalos y que salgan de este infierno. Rápido, no hay mucho tiempo. No quiero que veas esto. —Con todo respeto, hermano, puedes irte al demonio si crees que te dejaré. Rachel los vio intercambiar una mirada desafiante en la que era obvio que se dijeron muchas cosas que solo podían decirse dos amigos que eran como hermanos. En esa mirada, Layne terminó flaqueando finalmente, su expresión cambió a una de frustrada impotencia. —No, no los dejaré si puedo hacer algo. —Layne se rehusó con violencia rompiendo el contacto visual y adelantándose hacia el monstruo sin saber qué hacer.  —No seas tonto, ya llegaste hasta aquí y lo aprecio mucho. —Tony decía esto sin mirarlo, con la misma intensidad con la que Layne se resistía— lárgate ahora, vete. No quiero que veas lo que nos pasará... Fue bueno verte por ultima vez. Layne se dio cuenta en pocos segundos que realmente no había alternativas para él y tampoco quería quedarse a ver el final de sus amigos. Con los labios apretados volvió a negar antes de retroceder y atravesar la pared por la que había entrado antes. Rachel entonces supo que Tony intentaría convencerla a ella también, por lo que antes de que él lo intentase, ella cerró sus dedos alrededor de los suyos y apretó su mano con la misma firmeza con la que Tony había hablado antes. Cuando sus ojos se encontraron, ella le hizo entender que no se iría, que a ella no la echaría así no más. Tony no dijo nada, no se atrevió, solo apartó sus ojos claros y miró al hombre lobo que seguía riendo, esta vez más estrafalaria y fríamente. —Dos amantes que se rehúsan a abandonarse, prefieren la muerte antes de separarse. —intervino con voz asqueada— creo que se han equivocado de historia, porque esta no tendrá final feliz. A Rachel se le antojó repugnante el tono del monstruo, insufrible. Pero mantuvo la boca cerrada, buscaba la forma de salir de esta situación, si algo le había enseñado la poca experiencia que tenía con estos guardias, era que parecían buscar divertirse en todo momento antes de disponerse a matar o lastimar y que si podían, infundían el terror y la tensión hasta que sus victimas no podían más. Un escalofrío la recorrió. Daba igual, lo mataría y de paso la destrozaría a ella como a una muñeca inanimada de trapo, no había salida. La puerta, aunque había quedado abierta, estaba bloqueada por el hombre lobo, y no había forma de pasar sin que el monstruo los atrapase. A menos de que uno lo distrajese y el otro escapase. En dado caso, solo uno salvaría la vida. Y Rachel ya sabía quien tenía aun vida qué salvar.  De un tirón, se soltó del agarre de Tony y corrió en circulo a la derecha del monstruo. Éste la vio venir y le cerró el paso. Sus puntiagudas orejas se pegaban a la cabeza y se hallaba encorvado para saltar sobre ella, de los dientes escurría la baba oscura. De un vistazo rápido vio la cara de confusión desesperada de Tony, se había quedado pasmado de la impresión. —No te quedes ahí ¡Escapa! —le gritó Rachel, antes de que el hombre lobo se abalanzara sobre ella. Tuvo solo un segundo para apartarse, pero lo usó para avisar a Tony. El Lobo la había derribado y ahora estaba sobre ella, con sus fauces a un palmo de su cuello. Estaba en la posición que Geoff había tenido antes, pero ella estaba segura de no poder esquivar esos colmillos si se cerraban en su cuello. Rachel escuchó entonces los pasos erráticos y apresurados del hombre al que habían venido a salvar, alejándose. Suspiró aliviada. Él se salvaría y eso era lo que contaba.  El lobo pasó grotescamente una de sus garras por la mejilla de Rachel, en un gesto que pareció una caricia, mientras se reía con más vehemencia y crueldad. —¿Me recuerdas, muñequita de trapo? —canturreó con su pestilente hocico cerca de su oreja— tenemos algo pendiente ¿no es cierto? te creíste muy lista ¿verdad? ¿creíste que salvarías a tu príncipe? Oh, que pena. Permíteme destruir primero tus esperanzas antes de hacer trizas este rostro tan bello. La caricia que le hacía cambió y una de las uñas, largas y afiliadas como hojas pulidas de obsidiana, se deslizó por la mejilla de Rachel y ella sintió como creaba un desgarrón en su piel de tela. No sentía el dolor, pero el miedo era real, la muerte y la tortura eran reales. Se removió desesperada, intentando alejarse del monstruo y salir de debajo de él, pero una de las garras se posó en su estomago y la presionó contra el suelo inmovilizándola. Ella llevó sus manos a esa garra para apartarla, pero todo intento fue infructuoso, su fuerza era ridículamente poca. Rachel oyó al lobo reírse otra vez. —Ese hombre es valioso. ¿Crees que lo dejaríamos escapar así sin más? Fuera de esta celda hay mas guardias esperándolo y no lo dejarán salir siquiera al pasillo a tomar aire. El fantasma tuvo suerte, al igual que el resto de ustedes, pero no les durará mucho tiempo. El humano pagará por su intento de escape, al igual que tú, preciosa muñequita. Solo necesitamos su corazón, podemos prescindir del resto de él. Los brazos de Rachel dejaron de luchar. No había servido de nada su estúpido intento de heroísmo. Ellos ya estaban un poco muertos, pero Tony todavía había tenido alguna esperanza. Que idiota había sido ella al pensar que podía salvarlo. Que idiota. Cerró los ojos con fuerza, ya que iba a morir, solo esperaba poder aislar su mente de todo.  La garra libre del monstruo pasó a la otra mejilla de Rachel y estaba por trazar otra línea, esta vez vertical que iniciaría desde arriba de la ceja y bajaría hasta el mentón. Pero no hubo tiempo, porque entonces fue cuando un sonido llenó la celda. Rachel no abrió los ojos hasta que sintió que la garra dejó de presionar su estómago y el aliento fétido se disipó del aire a su alrededor.  Algo había tomado al lobo por el cuello y lo había lanzado contra la pared, el estruendo y la tierra y piedras levantadas lo confirmaron. Entonces Rachel lo vio, cuando Tony la tomó por debajo de los brazos y la alzó del suelo sin esfuerzo para apartarla. Earl había aparecido y le estaba dando pelea al hombre lobo, ahora podía con él y con más. Parecía que su nueva forma le permitía rivalizar en fuerza aunque no tanto en agilidad, su piel verdosa era gruesa ahora y sus garras no podían herirlo demasiado. Era suficiente para enfrentarse al monstruo. Con un puñetazo más, el lobo cayó exánime al suelo como un peso muerto. —No digas nada —le interrumpió Tony cuando Rachel separó los labios para decir algo, parecía molesto, irritado como nunca, y aliviado a la vez— ¡No quiero oírte! ¿Te das cuenta de lo cerca que estuvo de hundir sus garras en ti? ¡La estupidez que has hecho...! La miró a los ojos con el ceño fruncido y vio su mejilla herida y su gesto se suavizó, pareció que iba a decir algo más que demostrase su frustración porque ella no le hubiera hecho caso como Layne, pero en cambio la hizo ponerse de pie con una delicadeza que no evidenció lo molesto que estaba.  —Tenía curiosidad por ver lo que contenías —le murmuró rozando con mucho cuidado la hoja seca que se estaba escapando por ese nuevo agujero en su mejilla antes de apartar la mano con la misma rapidez, Rachel se preguntó si realmente había llegado a tocarla, el toque había sido demasiado sutil y demasiado rápido para catalogarlo como real— no creía que iba a ser de esta forma como me lo mostrarías. Rachel llevó su mano hasta esa herida y la palpó con atención, devolvió la hoja que se intentaba escapar a su interior e hizo el amago de alisar los bordes del corte, sin éxito, necesitaba sutura y el único que podía hacérsela estaba ocupado regañándola por su imprudencia. —¿Porqué te molestas? —que pregunta más estúpida, era claro el porqué lo estaba. Tony pareció pensar algo parecido— quiero decir...  —Da igual, me basta que sigas con vida. —seguía pareciendo molesto, o al menos fingía estarlo, pero fue delicado con ella al limpiar el polvo de sus hombros. —¿Esperabas que no hiciera nada? ¿En serio? —exclamó ella, retirándose de su toque más por instinto que por querer separarse de él— Layne tiene perdón porque él no puede afectar mucho en el mundo físico, pero yo si.  —Malditos lobos —gritó Earl, evitando que Tony respondiese, se agarraba el puño con la otra mano— están en cada esquina, cada sombra y cada grieta. Vámonos, Cesar encontró una salida, lo mejor es reunirnos con él. —Esperen, afuera hay... —Ya les dimos a todos lo que se merecían, había muchos, pero ya nos los sacamos de encima —Earl se acercó a ella para examinar el desgarrón de su mejilla— nos diste un susto de muerte cuando no te encontramos y Geoff dijo que hiciste lo mismo con él por encontrar a este tonto. Menos mal que fuimos rápidos y que de esa herida no mane sangre, porque sino, estaríamos en problemas.  —La que está en problemas es ella —rezongó Tony, apoyándose en la pared con una mano, su debilidad era bastante peor ahora, pero aun así se volvió a Rachel de nuevo para seguir regañándola— has estado jugando a hacerte la heroína todo el viaje y ya es hora de que pienses un poco en ti misma.  —He estado tratando de salvarte —le corrigió ella, comenzaba a molestarse también— un simple gracias no estaría mal. —Gracias ¿contenta? No puedes poner tu vida al merced de un monstruo por salvarme a mi.  —¿Porqué no?  —Porque yo no valgo nada ¿de acuerdo? —se exasperó Tony apretando los puños y perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo de un sentón brusco, no hizo el menor esfuerzo por levantarse ni recuperar la poca dignidad que le quedaba, simplemente siguió con su regaño— mi vida no vale nada, y mucho menos si es en comparación con la tuya, Rachel. Tú eres... Se obligó a detenerse y miró hacia Earl, que los veía con la boca entre abierta por la sorpresa de que en semejante situación se pusieran a pelear por algo que claramente ya había pasado antes y era probable que pasaría otra vez: el hecho de que Rachel hiciera estupideces por salvarlo. Tony se volvió a Rachel, parecía estar tan cansado como hace un rato, cuando lo encontró. Tan abatido y apaleado por la vida como siempre. Suspiró y relajó la línea de los hombros al tiempo que cerraba un instante los ojos y pegaba la espalda a la pared. Al abrirlos pareció levemente recompuesto. —No, no debería molestarme el hecho de que me hayas salvado. —aclaró muy despacio— Lo agradezco, es bueno seguir vivo, no sé como ni porqué, pero ha de ser bueno en algún sentido. Pero debes entender que esto no es un juego. Tú tienes un sitio al qué regresar, personas que te aman, que te extrañarán si te pierden, Rachel. Personas cuyas vidas quedarán destruidas si no regresas —le terminó de decir, luego, echándole una última mirada le murmuró— yo incluido. Rachel apartó la mirada también. No sabía qué decir a eso, pero no podía fingir que no le importaba semejante confesión ni tampoco demostrar la revolución de sentimientos que significaba en su interior. Tony se preocupaba por ella con la misma intensidad que cuando estaban aún juntos, no hacía falta recordar que eso fue hace mucho tiempo, pero Rachel sentía últimamente que debía repetírselo para sentir ese tiempo que había pasado, pero daba igual, parecía que no hubiera pasado tanto cuando ambos se separaron.  Earl se aclaró la garganta, incómodo y habló entre dientes.  — ¿Qué parte de Vámonos no entienden?  Rachel se obligó a pensar también en lo importante y asintió. Habría tiempo después, si, si sacaban a Tony de ahí mientras aun no era tarde. Luego habría tiempo para discutir esto, porque la charla evidentemente aun no terminaba. Earl tomó a Tony del cuello de su camisa y así lo hizo incorporarse sin dificultad, para él no pesaba ahora más que un trapo seco. Después de todas las protestas irritadas de Tony, los tres salieron de la celda en silencio, no obstante, Rachel regresó sobre sus pasos y tomó las dos mitades de la aguja, ganzúa, o lo que demonios fuera y volvió con los demás. No estaba segura de porqué, pero tenía el presentimiento de que aún le podían servir de algo, no podía descartar aún que hubieran cumplido con su verdadera función. Aunque había que admitir que la aguja había resultado más útil de lo que Layne había supuesto en un principio.  —¡Los chicos estarán felices de saber que estás bien, tío! —Earl le palmeó la espalda a Tony que lo proyectó hacia adelante con brusquedad— por fin podremos largarnos. Eras tú lo único que nos mantenía anclados en éste maldito infierno.  —Yo estaré feliz de verlos también —consintió cansadamente él, pasándose una mano por el rostro para quitarse la capa de sudor frío— y más vale que no nos tardemos en más sentimentales reencuentros, extraño la cama de la casa de campo y las botellas.  —Ya había olvidado tu personalidad tan especial —gruñó Earl con cierto desagrado y cierta complicidad cariñosa— pero no tardaré en acostumbrarme de nuevo. Solo espero que J cumpla su promesa y te de efectivamente una patada.  —Oye... —se defendió Tony dirigiendo una mirada dura al orco. —¿Antes mencionaste a Cesar? —interrumpió Rachel— ¿Lo encontraron?  —Ah, si. —Earl sonrió, después de mirar con los ojos entrecerrados a Tony— no creerán lo que es ahora Cesar. Ese chico siempre ha demostrado ser excepcionalmente original, pero no pensé hasta donde llegaba su creatividad. Debo admitir que su nueva forma es algo extraña y personalmente me costará acostumbrarme después de... bueno, no importa. Tiene sus ventajas, como todos nosotros. Pero por supuesto, no me lo esperaba. —¿Es algo con alas que pueda sacarnos de aquí con menos tropiezos? —inquirió Tony, sarcástico.  —Tony, por favor. Harás que Earl se arrepienta de habernos salvado. —regañó ella con preocupación.  —Nunca me arrepentiría de salvarte a ti, Rachel —se volvió a Tony y le sacudió un guantazo de los que Eli les había enseñado a dar en la coronilla— a ti por otra parte, con gusto te volvería a dejar en dónde te encontró ella.  Tony iba a ladrarle algo insultante, frotándose la cabeza, pero se detuvo y les dio la espalda. Earl y Rachel intercambiaron miradas, se habían detenido para ver qué hacía Tony, pero él sólo se había quedado ahí de pie mirando al otro lado del túnel.  —¿Qué? No era en serio, hermano, solo bromeaba —intentó explicar Earl rodando los ojos— ¿crees que después de tantas dificultades te regresaría al hoyo en el que te encontró Rachel? Eso además de estúpido, sería cruel e inhumano, cosa que yo no soy ni tampoco el resto de nosotros... ¿Tony...?¿Tony, me oyes? ¿Ahora nos haces la ley del hielo y no nos hablas?  Entonces Tony se dobló sobre si mismo y vomitó en el suelo. Colocó una mano contra la pared de tierra mientras llevaba otra a su estómago. Era claro que su estado no mejoraba. Earl hizo cara de asco y apartó la mirada.  —No importa, ya tienes tu merecido. No hay necesidad de llevarte de regreso a algún pozo o devolverte a los lobos. —Rachel lo interrogó con una mirada asustada— no es nada, solo está crudo, ya sabes. Por la borrachera de anoche. Se le pasará tarde o temprano, depende de su genética, de cuanto tomó anoche, de si conseguimos hidratarlo cuanto antes o no. Pero nadie muere por una resaca... O por lo menos no le ha pasado a nadie que yo conozca.  Entonces, al túnel entraron por un pasillo adyacente Eli, Geoff, Layne y J. Todos se sorprendieron mutuamente con la visión tergiversada que todos exhibían, como fenómenos de circo, y tuvieron un agradable reencuentro mientras Tony lo pasaba mal a un lado del pasillo y sus arcadas hacían el ruido de fondo más espantoso posible. Geoff envolvió a Rachel en un abrazo de padre o hermano mayor preocupado, no sin antes haberle recordado que se lo había prometido mil veces y aun así ella se había ido sin pensarlo. Ella se disculpó, con el nudo en su garganta incapaz de llorar. Geoff le aseguró que no estaba molesto, que simplemente casi se le sale el corazón por la boca cuando volteó y encontró el túnel vacío antes. Y ambos se soltaron para que los demás la saludaran de nuevo, radiantes por encontrarla en una pieza, o casi. —¿Cómo nos encontraron? —quiso saber Rachel.  —Tú olor y el de Earl son inconfundibles. —se carcajeó J, muy orgulloso de si mismo, después de haberla soltado— antes no me había dado cuenta, pero ahora veo que tengo un olfato lobuno.  —¿Si? Woo... ¿Y a qué olemos? —torció una sonrisa nerviosa ella.  —Tú, a pesar del lodo y todo, hueles a lavanda, productos para el cabello y algo del removedor de maquillaje que seguro usaste anoche antes de venir y que huele igual al que usa mi esposa. —volvió a reír J, entonces se volvió a Earl— Tú, chico, necesitas un baño.  Estallaron en risas hasta que una nueva arcada de Tony en su posición aislada de todos les llamó la atención.  —¡Tony, hermano! —alzó la voz Eli acercándose a él— casi pensamos en dejarte aquí, es todo un alivio verte vivo... o casi vivo. —¿Qué le pasó a tu zapato? —preguntó Geoff riéndose mal disimuladamente entre dientes. —Las historias que te podemos contar ahora te dejarán pálido. —exclamó J. —¿Más? —se rió Geoff con su voz profunda y esta vez se rió abiertamente— creo que ya lo está suficiente. ¿Tony, me oyes? Lo siento por dejarte sin supervisión antes, fue un error calamitoso de mi parte. Pero de ahora en delante te vigilaré hasta en la ducha. —Geoff, no lo asustes ¿quieres? —se rió Earl— lo harás vomitar más. —Le hará bien algo de temor si así aprende a no irse de la nada como Rachel. —se encogió de hombros y señaló a la muñeca de trapo— a ti te pondré un rastreador. —Quiero ver que lo intentes —no evitó reírse ella. —Tengo una idea mejor, se lo pondré a Tony y donde sea que esté él estarás tú también ¿no es cierto? Rachel balbuceó nerviosamente algo que nadie entendió pero que les hizo reír a todos menos a Tony que estaba aun muy ocupado sacando todo el contenido de su estómago. —¿Necesitas ayuda, hermano? —preguntó Layne, acercándose flotando a él con lentitud, no parecía albergar ningún resentimiento hacia Tony— cuando me echaste de la celda, vine a buscar a los demás, pero veo que Earl llegó primero a ti. ¡No sabes el alivio que representa para mí verte entero! Creí que este era el fin de nuestra amistad y que no te volvería a ver...  —¿Te echó de la celda? —J puso los brazos en su cadera, lo que hizo a Rachel cubrirse la boca con la mano por la risa, nunca se había visto a un hombre lobo en semejante postura tan graciosa— ¿éste patán te hizo eso?  —Si, ya lo conoces, Tiene ese complejo de superioridad que nadie le quita y cree que sus decisiones son siempre las correctas. —exclamó con sorna el fantasma— aunque debo admitir que en esta ocasión, solo en esta, tuvo razón.  —Chicos, dejen en paz a Tony. Ya tiene mucho con estar regurgitando el estómago. —llamó al orden Eli dándole a Tony palmadas de apoyo emocional en la espalda— ya pasará, hermano, tranquilo. Cuando regresemos haré que mi esposa te prepare ese batido anti resaca que tan bien sabe hacer y estarás como nuevo. —En dos o tres días. —tarareó entre dientes Geoff y Eli le lanzó una mirada reprobatoria— ¿Qué? La última vez conmigo así fue ¿lo olvidas?  —Eso solo fue porque una parte del batido la vomitaste y la otra me la escupiste en la cara.  —Yo no recuerdo que pasara así —anuló ese comentario Geoff negando.  —Seguías estando entre borracho, dormido y sonámbulo —se carcajeó Earl.  —Eso no pasó. —insistió.  —Lo grabé, hay pruebas y testigos. —estalló en risas Layne y J y Eli lo secundaron. Si Geoff se hubiera ruborizado, lo habría hecho hasta más no poder.  —Pronto regresaremos al mundo real, Tony, no te preocupes. —le decía suavemente Layne— Dori estará muy feliz de verte, querrá hacerte trenzas otra vez. Y esta vez yo la ayudaré.  —Layne, deja de amenazarlo —ordenó Eli de nuevo autoritario— está experiencia es lo suficientemente traumatizante para él. Cuanto antes regresemos...  —Oh Dios, nada me haría más feliz que regresar al mundo real, —resopló Earl interrumpiendo a Eli con una mueca— y retomar la parrillada de la casa de campo que no pudimos terminar por culpa de ese endemoniado murciélago y las ideas suicidas de Tony.  —¡Oh no, nada de eso! ¡Quemaré esa casa de campo cuando regresemos! —les anunció Geoff, muy decidido— y de hoy en delante, si logramos hacer otras vacaciones juntos, serán en alguna isla paradisiaca sin monstruos de ningún tipo. Sólo nosotros, calor, arena, agua salada y tendremos a Tony en una caja para que no escape. Y Rachel tendrá la llave.  —Te apoyamos todos —se rieron los demás. Rachel bajó la mirada ¿realmente era tan obvia?  Si Tony los escuchaba o no, no dio señales de hacerlo cuando por fin reprimió las arcadas y se quedó jadeando, colocó la frente contra la pared de tierra y permaneció en silencio unos largos instantes en los que los demás intentaron darle ánimos. Inhalando dificultosamente, tosió y se irguió con lentitud para mirar al resto de los chicos, les entregó una pequeña sonrisa de agradecimiento, evitando la mirada de Rachel.  —Vamos.  Los chicos tampoco dijeron mucho más, asintieron y reemprendieron el camino, solo que sabían que en parte, ya habían hecho lo más difícil de toda su misión: salvar a éste fastidiado. Nadie lo dijo, pero todos sentían un bienestar agradable, se sentían victoriosos desde ya. Ahora debían largarse, lo antes posible. Reemprendieron el camino, en silencio esta vez, Layne y Eli iban a ambos lados de Tony, que avanzaba a paso muy lento y errático dando traspiés de vez en cuando, mientras Geoff y J hablaban en murmullos. Earl y Rachel iban al final, intercambiando palabras sueltas.  —¿Ya han pensado en qué haremos al salir? —le inquirió ella— es decir ¿a donde iremos?  —Creo que tendremos que averiguarlo... ¿Escuchaste eso?  —¿Qué?  —Creo que viene del techo... Tal vez hay más túneles arriba de nosotros. Podría jurar que escuché pasos.  Rachel estaba preocupada, por lo que podría llegar a pasarles si no tenían cuidado. Antes se habían reído en medio del pasillo, como si no estuvieran en una situación delicada. Se llevó una mano al rostro, las hojas secas se estaban saliendo y ella no se había percatado de ello hasta entonces. Se preguntó si no estaría dejando un rastro tras de sí que los guardias podrían encontrar y usar para seguirlos. Se cubrió con una mano, y siguió a la comitiva hasta que dejaron de haber antorchas en el pasillo.  —Esto no me da buena espina —murmuró Geoff.  —Sonaré como disco rayado, chicos —dijo Eli— pero esta vez va muy en serio, chicos: no se separen. Tony, tú más que nadie. Es más, chicos, quiero que dos de ustedes lo sostengan en todo momento, no quiero arriesgarme a nada inesperado ahora. El aludido no dijo nada, había estado en silencio toda la caminata. Fueron Earl y J los que lo sostuvieron de ambos brazos, uno a un lado y el otro al otro. Tony no había vuelto a vomitar, por suerte, pero estaba muy mal para éste punto. Debía descansar, pero en ese instante lo menos que debían hacer era detenerse. Rachel temía por su seguridad, podía ser que nadie muriera por una resaca, pero si por deshidratación o agotamiento.  La obscuridad los absorbió y arropó hasta dejarlos sin ninguna visibilidad. Ahora se encontraban juntos, de nuevo, faltaba Cesar, pero los chicos decían que él había encontrado una salida, así que solo debían ir y reunirse con él para estar todos juntos de verdad de nuevo.
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