ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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15: Siete monstruos que no asustan

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Habían caminado mucho rato, o eso les parecía, cuando al final del pasillo hubo un resplandor nacarado, débil y demasiado suave para iluminar realmente. Pero una guía suficiente para que ellos pudieran seguir adelante hasta alcanzarla. Al llegar hasta él, Rachel se percató de que esa tenue claridad eran los escasos rayos de luz de luna que penetraban por los huecos de unas grietas en una de las paredes. El polvo bailoteaba en la claridad como un enjambre de hadas diminutas.  Rachel se sorprendió. ¿Tan tarde era para que ya hubiera salido la luna? No debía extrañarle, puesto que antes el sol de medio día los acompañó todo el día hasta casi freírlos. Si acaso, lo único que seguía siendo como en el mundo normal, era el cielo y sus astros. El hecho de que sus movimientos y horarios fuesen terriblemente distintos, era otra cosa.  —¿Dónde está Cesar? —inquirió Layne. Su voz, normalmente dulce, sonó agitada de nuevo, como un alma en pena.  —Estaba aquí hace un momento... —comenzó a decir Eli, rascándose la cabeza, cuando una voz surgió de un extremo del túnel.  —Oh, chicos, son ustedes ¡por fin! ¿En que ocuparon tanto tiempo? Han pasado por aquí cinco guardias ya —murmuró apresuradamente y acechó inquieto a su alrededor— y no podré seguir enterrándome ahora que ya perdí la pala.  Rachel se quedó boquiabierta. Todos se volvieron para ver de donde venía esa voz. Layne, Rachel y Tony no habían visto aún en que se había convertido el chico nuevo. —Bien... Esto no me lo esperaba —admitió Rachel, mirando absorta a Cesar, de hito en hito cuando se levantó.  Cesar había estado, literalmente, enterrado en un agujero de la tierra al pie de la pared de tierra. El agujero no debía de medir más de medio metro hacia abajo, pero había sido suficiente para ocultarlo. Cuando había estado ahí metido, solo se había desarmado e inmediatamente ocupaba menos espacio que antes. Era un esqueleto como los que habían "adornado" el bosque de los ahorcados, pero con ropa, zapatos y cabello. Hasta su barba seguía de alguna forma en su mandíbula y el cabello estrambótico en su cabeza. No obstante, no era tan aterrador como se podría pensar ya que era Cesar de quien hablábamos, no podía haber muchas cosas aterradoras con respecto a él de ninguna forma. Así que el agregado de los decorados en sus huesos, como filigranas de colores vistosos, era casi casi casi hilarante.  En resumen, Cesar era, lo que se podría decir en México, un catrín. Solo le hacía falta una ropa y sombrero tradicionales para ser todo un ser sacado de las ofrendas del día de muertos. Incluso, sobre esos huesos decorados había todavía una fina capa de algo que se podría catalogar como piel, pero era traslucida y había aparecido al reconstruirse, como si estuviera cubierto por una delgada película de polvo moreno sobre la que también había filigranas de colores. Era más hermoso que aterrador, incluso, sus ojos seguían en sus sitios al igual que sus pestañas, quedándose con él esa mirada seductora que a veces le gustaba hacer. Francamente, si se veía bien, Cesar era él mismo, pero su piel se había tornado ligeramente traslúcida, de manera que se podían ver sus huesos. No era una visión desagradable, solo ligeramente perturbadora. Esa piel semi invisible no había estado cuando él se había desarmado, pero Rachel no podría precisar en qué momento volvió a cubrir sus huesos o si realmente no había estado ahí en un principio, porque si lo veías así a la semioscuridad, debías esforzar la vista para captar lo que recubría sus huesos.  Su ropa le quedaba más un poco más holgada de lo que le hubiera quedado la de Earl si hubieran intercambiado vestimentas, pero solo al principio, antes de que volviese esa piel traslucida a cubrirlo de nuevo. Dándole a pensar a Rachel que en efecto no había estado ahí antes. Estaba más sucio y polvoriento que el resto de ellos porque hacía un momento había estado escondido en ese agujero. Literalmente sepultado. Había un terrón marrón sobre su nariz respingada que salió volando cuando él hizo un mohín antes de estornudar y presentaba manchas en sus mejillas, pero fuera de eso, hasta se veía como una obra de arte. Después de rearmarse, sacudirse la mayoría de la tierra de su piel y huesos pálidos, al ponerse de pie de nuevo, Rachel sonrió al ver que, a pesar de todo y como todos los demás, Cesar seguía siendo el mismo.  —¿Nadie se va a disculpar por dejarme enterrado, es decir, plantado? ¿Eh? —se llevó una mano a la cadera, en un gesto de drama Queen y alzó una ceja inquisitivo, pero no le salió como esperaba pero que conservó esa aura de él tan característica— si, eso pensé. ¿Saben qué? Vámonos de una condenada vez... Hola Tony, un placer volver a verte.  —Igual. —murmuró Tony, embelesado como había quedado un momento por la belleza perturbadora de Cesar como Layne y Rachel. Se inclinó hacia Geoff y entre dientes le preguntó— ¿Quién es?  Geoff le dio un golpe en el hombro que lo hizo oscilar hasta quedar apoyado contra Eli.  —¡El chico, el nuevo! ¿Cómo no lo vas a conocer, tonto?  Tony se sacudió ofendido, encogió los hombros y negó— no es como si yo recuerde a todos los chicos con los que me reemplazan. —Hey ¿eso fue un insulto? —saltó J desde su posición. —Es el chico que te hizo la broma del teléfono —Rachel sonrió de lado, con cierta travesura.  Tony se tensó en su lugar y la buscó con la mirada para confirmar que no era una broma lo que decía antes de regresar los ojos al semi esqueleto—Ahh... Tú. ¡Ahora te recuerdo! Cesar le hizo un saludo infantil agitando los dedos con diversión y emprendió el camino hasta las grietas de la pared sin detenerse a dar explicaciones. Tony dio un paso hacia adelante, con los labios apretados, el ceño fruncido y más determinación de la que tenía realmente, pero Layne le puso una mano en el pecho que lo hizo retroceder inmediatamente, estremeciéndose.  —¡Layne! —le riñó y su aliento volvió a ser visible al toser por unos instantes de nuevo mientras temblaba y castañeteaba al hablar— ya habíamos hablado de eso. —También habíamos hablado de lo del teléfono celular antes. —intervino Earl, interponiéndose en el camino de Tony— ¿recuerdas? dijimos que fue una simple broma. —¡Y habíamos acordado que a Cesar no le gustaba que lo agarrasen por el cuello de la camisa! —dijo Cesar, hablando en tercera persona sin mucho interés en la conversación pero con una ligera molestia. Rachel dejó de prestarle atención a Tony, solo por un momento, y se volvió a fijar en Cesar. De todas las transformaciones que ese chico nuevo le podían llegar a pasar, tantas, se convirtió en catrín muy original. Su voz era la misma, bonita y edulcorada, a pesar de que quien sabe como hacía para hablar sin garganta o cuerdas vocales visibles, pero su tono cantarín era el de siempre, con ese sutil acento. J le dio un codazo leve a Rachel, solo para llamar su atención mientras se aguantaba la risa.  —¿Aterrador, no? Casi me mata del susto.  El tono de broma de J no dejaba lugar a dudas, Rachel también soltó una risita nerviosa. Realmente ninguno de ellos asustaba en lo más mínimo, ni siquiera el mismo J o Eli. Ni mucho menos Layne o Geoff. Todos eran como eran, pero por el simple hecho de ser quienes eran, que no había ningún tipo de maldad en ellos, que todo en ellos era extraño y original pero nunca aterrador. Tenían corazones buenos y eso marcaba la diferencia, Rachel no sabía si eso aplicaba para ella también, porque no estaba enteramente segura de que una buena persona pensara en otro hombre que no fuera su esposo. Se volvió hacia Tony, llevaba monitoreándolo con disimulo en todo el camino. Él se había apoyado otra vez contra la pared ahora que los chicos no lo ayudaban y había cerrado los ojos de nuevo, el arrebato que había tenido con Cesar le pasaba factura, aunque solo había sido un instante de ira detenido por el frío de Layne. Había recuperado algo de color con la caminata, pero seguía viéndose fatal. Había dejado de temblar y su aliento ya no era visible, pero eso no le quitaba esa imagen de estar a punto de desmayarse o desarmarse peor de lo que lo había hecho Cesar antes. Él sí, Tony sí asustaba. Pero solo en apariencia, su personalidad era la que Rachel recordaba, fastidiado y estresado, pero no mala persona.  La primera reacción de Rachel fue de acercarse a él para reconfortarlo de cualquier forma, pero supo antes de hacerlo que no había nada que ella hiciera que pudiera ayudarlo sin mencionar que no era buena idea hacerlo. Así que ni siquiera se movió de su posición. Solo lo observó en silencio. Cualquier cosa que hubiera podido hacer, llegaba tarde, algo así como nueve años para ser remotamente exactos.  —Si no me equivoco, piensan escapar por aquí, ¿no? —preguntó Tony. —Esa es la idea, pero aun no sabemos como. —pensó en voz alta, Eli. —Mira, tal vez si metemos algo delgado y apalancamos... —improvisaba Geoff, señalando las grietas e introduciendo un dedo de tela en medio de un resquicio— así tal vez lo lograremos más rápido. Y silencioso.  —Oh, no, no tenemos nada lo suficientemente delgado como para hacerlo —le contradijo Earl, con gesto de inconformidad— a menos de que Cesar nos preste un fémur de sus piernas.  —Te oí, y no es gracioso. —se cruzó de brazos el aludido, picado— ¿porqué no usas alguna de las tuyas? ¿Mm?  —¿Y como demonios dices eso? sabes que no puedo —se exasperó. —Tú empezaste. —se rió Cesar. —Basta ustedes dos, —regañó Eli— ya sé que están bromeando, pero esto es en serio, hermanos. No sabemos si los guardias ya saben que estamos aquí.  Cesar y Earl se retaron con la mirada pero ambos rieron después, sin proponérselo. Layne se estaba desternillando de risa por como se veían las cejas de Cesar en su piel semi traslucida al fruncir el ceño y como los colmillos de Earl sobresalían más al sonreír de lado tan típicamente. —Layne, amigo, has algo productivo, ve afuera y busca alguna vía de escape —aconsejó J, que palmeaba y daba golpecitos a la pared mientras pegaba su oreja puntiaguda a la pared, buscando un sonido que le indicara el punto débil de la pared, sin encontrarlo— eres nuestro mejor soldado estratégico ahora, hermano, enorgullécenos.  Layne asintió riendo haciendo un saludo militar exagerado y seguidamente se lanzó y pasó a través de la pared agrietada. Rachel aun no se acostumbraba a verlo incorpóreo, así que por un momento, pensó que se daría contra la pared cuando se lanzó e inconscientemente ella hizo el movimiento de ahogar un grito, sin detenerse a recordar que ya no respiraba. —Se divierte ¿eh? —opinó Cesar. —Es parte de su naturaleza —asintió Tony— todo le divierte. Cesar y Tony intercambiaron miradas extrañas, había una tregua tacita en esa mirada que hizo a Rachel sonreír de nuevo. Estaba segura de que tan pronto como el hombre de ojos claros recuperara sus fuerzas, volvería a hacer pagar a Cesar su valentía, aunque fuera con su silencio, y que Cesar planearía otra broma para fastidiar a Tony de la que los demás se reirían y recordarían por mucho tiempo.  —Muy optimista de tu parte creer que realmente podremos salir de aquí —le dijo Geoff, negando suavemente, a J— dudo que podamos salir sin hacer ruido. —Y muy pesimista de tu parte creer lo contrario —soltó una risa nasal J que sonó a un ladrido— de alguna forma lo haremos, solo que... aun no sabemos como. Esto es estrategia, hermano, y ahorrar tiempo. Con Layne afuera sondeando la ruta de escape, saldremos más rápido de aquí. —Bien, ahora solo debemos buscar una solución para éste problema. —meditaba en voz alta Eli— lo que nos deja en la misma posición. —No es que sea pesimista —suspiró Geoff, con frustración— créeme que intento ayudar. —Y lo sabemos —le animó Earl, que espiaba con un ojo a través de la grieta— ahora necesitamos ideas. —¿Qué ves? —inquirió Eli. —A Layne. Y... Sombras y formas confusas. —Bien... ¿y ahora? —insistió J unos segundos después. —Ahora... Ya no veo a Layne... Rachel desvió su atención de los chicos, ocupados y en círculo alrededor de la pared del callejón sin salida, a Tony. La preocupación la movió aún antes de pensar siquiera en lo que hacía, ya estaba a su lado al instante.  —Tony... —lo llamó con suavidad.  Él dio un ligero respingo y la observó con los ojos entrecerrados por el cansancio, no obstante, una pequeña sonrisa iluminó su rostro. Ahora, aún así, sus ojos parecían dos espejos de plata. Algo opacos, tristes y cargados de secretos, pero muy bellos. Parecía habérsele pasado un poco el fastidio que antes había tenido y ahora sólo parecía muy agotado. Rachel lo miraba sin ocultar su preocupación, no sabía qué hacer con él.  —Estoy bien, si eso es lo que vienes a preguntar. —volteó a los demás, y frunció el entrecejo, como si quisiera aparentar que no le alegraba su presencia. —No lo pareces. —¿Gracias? —tarareó con cierto sarcasmo, pero ambos sonrieron— no te preocupes por mi. No me pasa nada, solo tengo un dolor de cabeza alucinante. Rachel había tenido resacas antes, porque su vida social era muy activa y tenía muchas amigas y amigos de muchos sitios diferentes que hacían fiestas cada que podían o la llevaban a sitios para divertirse simplemente. Aun así, sus resacas nunca habían llegado a las dimensiones como las que le estaban taladrando la cabeza a Tony. Ella podía asegurarlo. —Si tuviera la mochila conmigo, el agua y las provisiones, créeme que haría todo para ayudarte. —intentó inútilmente sustraer de sus palabras el anhelo que sentía por ayudarlo, pero Tony evidentemente lo notó porque dejó de sonreír, sorprendido. Casi se podría decir que enternecido.  —Rachel, ya me has quitado esos grilletes, has hecho más que suficiente. —su voz tenía la misma calma pacífica de cuando ella lo encontró, dejando claro que la que necesitaba consuelo era ella y no él. Pero volvió a desviar la mirada, no dejaba que sus ojos conectaran por mucho tiempo con los suyos. Aparentaba una entereza que evidentemente no poseía, una de sus manos tocaba distraídamente los bordes de las miserables vendas que cubrían las heridas de su otra muñeca. No habían tenido forma de ayudarlo con esas heridas, ni siquiera de observarlas con cuidado, Eli se había encargado de vendarlas con retazos de la ropa hasta el momento más limpia, la de su camiseta interior. Esa era otra preocupación de Rachel, perder a este hombre de las formas más fáciles que la naturaleza conocía. Porque esas heridas necesitaban atención medica real, desinfectante, vendas limpias y puntos de sutura. No obstante, no sangraban, no eran tan profundas como para haberle cortado las venas, gracias al cielo, pero si como para lacerar la piel y crear surcos considerables que dejarían unas cicatrices bastante feas.  —Si me deshidrato hasta caer en un estado camatorio, —continuó diciendo él, con lentitud— te aseguro que no será por tu culpa. Fácilmente llegará a ser culpa de los chicos, pero no tuya. Ella trató de sonreír, pero no lo consiguió. Rachel sabía que Tony intentaba sonar despreocupado, y hacerla reír. Pero los pensamientos de ella le impedían cualquier tipo de diversión en torno a ese tema. Los chicos eran un poco descuidados como para cometer todo tipo de negligencias, pero nunca intencionalmente. Los ojos de ambos fueron a parar a los chicos que seguían dándose ideas los unos a los otros y contradiciéndose en murmullos apresurados. Eli soltándole un guantazo a Geoff y a J cuando empezaron a molestarse el uno al otro al ponerse nerviosos.  —Me gustaría ser de mayor ayuda. —le confesó Tony, pero ella sintió que hablaba más para si mismo que para ella. Rachel lo miró de nuevo, a él, directo a su rostro aunque él mantenía la vista en los chicos. A pesar de estar como estaba, sucio y a nada de caer rendido, no había cambiado nada. Era el mismo de hace años. Se atrevería a decir que era el mismo adolescente que saltaba en un escenario como un potro juguetón, sin vergüenza a caerse frente a los demás o a que en media canción se le saliese una nota de más o una palabra altisonante. Seguía siendo el mismo, tan familiar como la visión del cielo, tan conocido como su propio reflejo. E incluso su reflejo, si lo encontraba en algún sitio, y esperaba que no, ahora le devolvería una imagen suya que nada tenía que ver con lo que había sido ella siempre. Pero Tony seguía siendo él, el hombre que aparecía a veces en sus sueños... —Ayudarías más si dejas de quejarte por todo —le murmuró ella, tratando de que el reproche no fuera demasiado duro.  —Lo sé —gruñó él, ladeando la cabeza mientras rodaba los ojos. Tragó en seco y se limpió las palmas de las manos en el pantalón, ligeramente evasivo— yo... Yo creo que...  Ambos hicieron silencio un instante, pero él no completó su frase y ella no lo presionó. Rachel pensaba en que lo mejor sería evitar a Tony el resto del rescate. Aun se sentía de formas extrañas en su presencia, y eso no era bueno, ya se había dado cuenta de que su cordura se perdía tal y como le pasaba antes con él. Así que lo más prudente era alejarse, nada debía pasar entre ellos dos, eso era obvio, y tampoco era lícito que pasara. Y ella no debía olvidar que Tony, aunque era obvio que le correspondía, no debía ser para ella ahora más que un viejo conocido, aunque su corazón mecánico dijese lo contrario. Y si ella permanecía a su alrededor, pasaría algo, no sabía qué, pero estaba segura de que algo pasaría y ni ella ni Tony lo impedirían. De todas formas, ya lo había salvado, ahora les correspondía a los demás el sacarlos de ese infierno.  Con eso en mente, se retiró a la pared contigua a la que Tony ocupaba, para poder vigilarlo y a la vez estar alejada de él. Pero al hacer el movimiento de irse, Tony le detuvo.  —Espera... —Pero volvió a interrumpirse, vacilante, y al final pareció cambiar de idea. —¿Necesitas algo? —Cualquier cosa que pudiera hacer por él... Tony le sonrió y evitó su mirada volteando hacia otro sitio. El chico que no tenía vergüenza de decir y hacer estupideces en el escenario o en cámara, rehuía la mirada de la muñeca de trapo.  —¿Puedes... puedes decirle a Earl que venga aquí? No tengo fuerzas para gritarle y tampoco sería prudente.  Rachel asintió, había pensado que a lo mejor se trataba de otra cosa, pero no dijo nada al respecto e hizo lo que Tony quería. Earl se acercó a él, solicito, y Tony dialogó con él un instante. Rachel se había retirado por fin, seguía atenta, pero apartada de él. Le pareció cómico que Tony se detuviese un instante a mirar sin disimular groseramente los dientes puntiagudos de Earl cuando él hablaba, pero por suerte para él, Earl estaba muy concentrado en lo que estaban planteándose el uno al otro, que no se percató de como los ojos claros se clavaban en él. A la conversación se sumó Eli, traído por Earl y después el resto de los chicos. Rachel los contempló a todos, nunca había visto la banda Voiceplay tan numerosa y tan unida.  Entonces todos se hicieron a un lado y le abrieron espacio a Earl, el cual dio unos pasos hacia atrás antes de correr hacia adelante y darle de lleno a la fisura más grande de la pared con el hombro. El túnel entero se estremeció. Entonces Earl se hizo a un lado y fue J quién descargó a la pared un puñetazo que tuvo el mismo efecto.  La tierra suelta se desprendía del techo y las paredes en forma de polvo que caían sobre ellos y el ruido llenaba el laberinto subterráneo con ecos que se sucedían unos a otros, regresando a ellos una y otra vez. Rachel pensó si era realmente una buena idea. Esto era peor que gritar en donde estaban, quizá, el ruido alertaría a todos los guardias. Pero no los contradijo, no hizo ningún comentario al respecto, porque confiaba en ellos en todo sentido, aunque por ahora fuera una locura su plan.  No sabía si esto era idea de Tony, talvez no, pero ella no iba a preguntar y demostrar interés ahora. No quería contradecirlos, sabía que si Eli lo había aprobado entonces era una buena idea. No obstante, no dejó de lanzar nerviosas miradas al pasillo oscuro y a cada uno de los chicos. A la tercera ronda de golpes, Earl al final logró que el agujero fuera tan grande como para que los demás salieran al exterior sin mucho esfuerzo. —Vamos, ahora o nunca. —los animó J, que con sus manos enormes con garras, más apropiadas para un oso que para un lobo, lograba agrandar aún más la abertura. —Bien hecho, chicos, muy bien hecho —cuchicheó Eli entregándoles palmaditas de aprobación a Earl y a J que jadeaban de cansancio. —Es fácil para ti decirlo —resopló J— no te has desollado los puños a golpes. —Y tampoco lo hubiera hecho, hermano, sabiendo que tú podrías hacerlo tal y como ya lo hiciste. —Earl iba a opinar algo, pero Eli rechazó con movimientos de manos cualquier otro comentario— Vamos, ya saben quien debe pasar primero. Rachel siguió con la mirada el penoso avance de Tony por el agujero, Eli le repetía que se diera prisa mientras Geoff lo ayudaba a pasar. Las heridas de las muñecas no ayudaban a la hora de gatear por el interior del agujero. Rachel creyó ver que se creaban manchas rojizas en el vendaje a medida que avanzaba. El hombre de ojos claros había dicho algo entre dientes sobre cómo él no necesitaba ayuda, y menos de las manos rasposas de Oogie Boogie, Geoff le había contestado algo que Rachel no escuchó pero que hizo reírse como foca a J y a Earl y enrojecer a Tony, gruñir, despotricar algo y rodar los ojos al estar afuera por fin. Dijo algo de que simplemente necesitaba echarse en el suelo, dormir de nuevo y quizá beber algo. Pero nadie lo escuchaba, todos estaban iniciando la salida al exterior entonces.  Rachel pasó tras Geoff, y como si no estuviera lo suficientemente sucia para ese momento, un terrón grande se desprendió sobre ella deshaciéndose en tierra suelta que le cubrió gran parte de la espalda. Si sus compañeros de huida no hubieran estado en iguales o peores circunstancias, habría sido vergonzoso. Si hubiera respirado aún, probablemente habría tosido o estornudado a estas alturas, otra ventaja imprevista. Cesar sostuvo su mano para ayudarla a pasar y Earl la ayudó a ponerse de pie, ella les dedicó una sonrisa a ambos, a pesar de las circunstancias, la seguían protegiendo. Una vez afuera, acechó a su alrededor como alguien que tiene la sensación de que el peligro aun no ha acabado. La oscuridad no era tan solida como lo parecía en el túnel, todo lo contrario, había una luna tan grande como el sol se había visto antes, pero aun así la luz no era diferente a la luna que ellos veían en su dimensión. Las ramas desnudas de los arboles formaban sombras azules en la tierra grisácea. Parecían estirarse para envolverlos y atraparlos, pero Rachel se sentía segura, con ellos, sus amigos. Por quien temía, era por ese tonto que estaba ahora por fin fuera de ese túnel de pesadilla. —Rápido, muchachos —apremiaba Eli a cada uno a medida que iban pasando hasta ser él el último en quedarse atrás. —¿Porqué han hecho esto? —inquirió ella a Cesar— ¿No era más peligroso hacer ruido y delatarnos? —Lo es. —asintió él. —¿No había otra forma? —No una tan rápida como esta. —Eli pasó de un salto a través del agujero, nadie supo como lo hizo y él tampoco se los diría porque era evidente que no lo sabía— Para cuando lleguen a nosotros ya habremos escapado y estaremos muy lejos. O eso espero. Vamos, larguémonos. —¿A donde? —Rachel estuvo agradecida de que Geoff alzase su voz esta vez e hiciese la pregunta que ella temía hacer. —A un sitio que ustedes no creerán posible. —apareció Layne de la nada sacándole el susto de su vida a J que chilló como un cachorro al que acaban de pisar. Se cubrió el hocico y miró a los demás con los ojos muy abiertos. —¿Qué descubriste? —preguntó con curiosidad Earl, ignorando amablemente la vergüenza de J. El brillo fantasmal de Layne había aumentado de intensidad, siendo más luminoso que la enorme luna. Por lo visto, ya dominaba el hacerse invisible a voluntad, o quizá lo había hecho sin querer y no se había dado cuenta, porque no parecía feliz por eso sino por el hecho de que de pronto sabía el camino a tomar.  —Por ahora, será mejor que vayamos rápido, habrá tiempo después para explicaciones. Síganme.  Los chicos intercambiaron miradas, pero no opusieron resistencia sino que tomaron de inmediato la partida tras de la luz de Layne que les iluminaba el camino a través del bosque. Eli había mandado que ahora fueran Geoff y Cesar los que ayudasen a Tony a avanzar para que no se tropezara con tanta frecuencia. Rachel iba tras ellos, J iba a delante con Eli y Earl cerraba la formación. Layne, con su luz nacarada, lideraba la comitiva. Caminaban rápido, sin contemplaciones. A la lejanía se alzaba el bullicio del pueblo más allá. Debían de haber salido por una ruta cercana a la colina por la que habían contemplado por primera vez la población de engendros de pesadilla. Desde ahí, fácilmente podrían darse a la fuga si querían, si supieran qué camino tomar. Risas macabras y gritos se oían desde el pueblo, sonidos que helaban la sangre y de los que convenía alejarse lo más rápido posible. Había un silencio atípico, como de que en cualquier momento algo saltaría sobre ellos. Sin embargo, si se agudizaba el oído, se podían percibir rumores apagados que provenían de ellos mismos. Sus pasos, el sonido de la ropa, el traqueteo seco de los huesos de Cesar, las hojas secas en el interior de Rachel y lo que sea que había dentro de Geoff. Hasta Layne hacía un misterioso sonido como de ruido blanco muy quedo, tan sutil, que Rachel solo lo logró percibir cuando hicieron una nueva pausa para que Tony se recompusiera. Si acaso, parecía que el único diseñado para estas circunstancias era J, como un cazador al acecho, se movía más calladamente que todos juntos. Talvez se lo debía a sus patas lobunas. Rachel pensaba que había esperanza. Al igual que Layne y Geoff, Cesar, Earl, J y Eli, incluso Tony se sentía mejor en algún sentido. Ahora estaban juntos de nuevo, todos juntos, unidos por la fraternal amistad que los había traído hasta ahí para ayudar al más fastidiado de ellos. No era el final de la aventura, en ningún sentido, pero ya habían logrado más de lo que pensaban que serían capaces de hacer. Ya tenían a Tony de nuevo, ya sabían para qué macabra cosa lo tenían ahí y que había un camino a seguir. Eso, por poco que fuese, les daba esperanza para seguir adelante.
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