ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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17: Cuando los árboles susurran

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Rachel había estado cerca de los demás, quienes llevaban a Tony inconsciente en volandas por el camino. Aún no superaba su ligero temor por él y por eso se mantenía cerca, no demasiado, pero si lo suficiente como para ver que las heridas de una de sus muñecas ya no era visible. No pudo confirmar si el resto habían desaparecido de igual forma, pero tampoco se acercó demasiado, no quería ser evidente. Con saber que Tony seguía respirando y su corazón latiendo en el sitio que correspondía, en el interior de su pecho, ya era bastante para ella.  No quería alejarse de él, seguía preocupada , desconfiada con la pitonisa y cohibida con el nuevo silencio que los rodeó. Había algo en el ambiente que presagiaba la calamidad, se sentía pesado, demasiado silencioso para ser un bosque normal. ¿No había animales? ¿No había grillos y sapos? ¿Era real un sitio tan muerto como éste? ni siquiera había algo para llenar el estómago, aunque ella no lo necesitaba, algunos de los chicos si y en ese camino no había ni siquiera plantas. Cuando la pitonisa se detuvo, ellos se detuvieron también. Pero todos se preguntaban en donde estaban y qué sitio era ese para esconderse, era el mismo bosque que antes salvo que ahora había más separación entre un árbol y otro, pero era el mismo bosque de árboles desnudos sin más ni más.  La pitonisa entonces se volvió a ellos. Sus ojos de pupila rasgada los observaron un instante, a cada uno por turnos de varios segundos. Como si pensara que podían traicionarla, como si pudiera con solo mirarlos ver lo que había más allá de su exterior. ¿Quién sabe si podía o no? Rachel se contentó con sostenerle firmemente la mirada, si podía ver algo o no, lo vería de todas formas aunque ella no lo consintiese. Entonces, la pitonisa se volvió a los árboles de nuevo.  —¿Le temen a lo desconocido?  Nadie respondió, todos parecían sorprendidos por la pregunta, ella continuó— por qué esto es algo parecido e igual de peligroso. Solo durará unos minutos, pero deben mantenerse tranquilos e intentar no escuchar ninguna voz que escuchen.  Y reanudó el paso, los chicos la siguieron, con igual cuidado y sigilo. No habían entendido a que se refería hasta que, de entre la espesura de la noche surgió un sonido que hizo a Rachel temblarle hasta la última hoja seca de su interior: Oyó susurrar a los árboles, eran indudablemente ellos, con voces que parecían hechas de tierra y de aire, con retorcidos sonidos que se asemejaban al crujir de la madera semi podrida. Un súbito miedo se apoderó de todos, como un agua negra, salobre, cuando después del susto inicial, comprendieron algunas de las palabras pronunciadas por ese nuevo bosque que atravesaban.   —Bien, éste es el sitio. Esto solo durará un instante, pero espero que no sea demasiado para ustedes... —advirtió la pitonisa y sacando de un bolsillo secreto un frasco con trozos de huesos negros en su interior y tapa de rosca, lo abrió y depositó un gramo de su contenido en el suelo a sus pies. Esto rápidamente fue absorbido sin dejar rastro alguno, como si las raíces de los árboles se las hubiera tragado.  Rachel se estaba preguntando cómo eso les serviría de escondite cuando sucedió.  De pronto, Eli gritó. Todos vieron como una rama baja se había asido con firmeza a la camiseta del diablillo y tiraba de él con fuerza hacia arriba y aunque él trataba de zafarse, el árbol no tardó en suspenderlo en el aire. Geoff fue en su ayuda, tomando una roca del suelo con dificultad e intentó golpear y romper la rama, pero otra lo tomó por el hombro tan repentinamente que dejó caer su arma.  Rachel fue la siguiente, cuando dos ramas con sospechosa forma de manos se aferraron a su cabello de lana y a sus jeans haciendo el mismo procedimiento de antes y suspendiéndola en el aire.  J fue agarrado por la cola, lo que lo desconcertó por un momento y eso fue suficiente para que otros dos brazos se enredaran en su hocico y otra en el muslo herido haciéndolo gritar. Earl dio patadas y golpes certeros por doquier intentando llegar a los demás para poder ayudar, pero fue inútil cuando las ramas lo tomaron por los tobillos haciéndolo caer pesadamente hacia adelante y luego suspendiéndolo boca arriba en donde su barrote robado no era de mucha ayuda.  Cesar gritó algo cuando fue derribado y tomado de igual forma de una mano y suspendido como los demás, pero su articulación se soltó sin problemas y lo hizo caer al suelo.  —¡Hey! —le gritó al árbol que sostenía la mano esqueleto en el aire— Devuelve eso ¡no es tuyo!  La pitonisa rodó los ojos y de dos pasos estuvo bajo Rachel que batallaba por soltarse, contorsionándose mientras gritaba como los demás. Se zafaba de una rama para ser atrapada bruscamente por otra. —¿Qué están haciendo?  —¿Cómo que qué estamos haciendo? —chilló ella con la voz tanto o más aguda que Earl— tratando de escapar ¡ayúdanos, maldición!  —Sosténganse, chicos —les ordenó Eli— tarde o temprano nos soltarán. No entren en pánico.  —No es tan malo, —restó importancia la pitonisa— antes era peor, cuando esas ramas tenían púas.  J gimió algo como un gruñido o un aullido tratando desesperadamente de romper el bozal de ramas que aprisionaba su hocico lobuno, pero tampoco era posible.  —Sea lo que sea que dijo J, lo apoyo —gritó Earl, intentando por quinta vez doblarse sobre si mismo y alcanzar así las ataduras de sus tobillos para darles con el barrote o romperlas.  —Eli, los va a lastimar. ¿Qué hago? —gritó Layne a quien, por supuesto, no habían podido atrapar las ramas, aunque no por no haber intentado.  —¡No lo sé! Espera, ya se me ocurrirá algo. Si tan solo estás desgraciadas ramas...  —Si no lucharan sería más fácil —sugirió confusa la pitonisa, aparentemente tranquila viendo el espectáculo.  —No importa lo que diga esa bruja, sucia traidora —escupió Eli, a quien una segunda y tercera rama tomaron de la cola, que se había zafado de las trabillas del pantalón en el forcejeo, y el antebrazo— que no cunda el pánico. ¡Esa es mi cola, maldición! ¡suéltala! Saldremos de esta como lo hemos hecho en otras ocasiones.  Geoff gritó más fuerte que todos juntos, y considerablemente más bajo, de puro terror cuando una rama se metió bajo su camiseta y le hizo incómodas cosquillas en el estómago. Rachel no podía evitar gritar tampoco, mucho menos cuando vio que el árbol la había suspendido en lo alto hasta la copa y que ahí, en el final del tronco había una oquedad más negra que la misma muerte y que era ahí hacia donde la dirigían las ramas.  De pronto en esa oscuridad, algo se agitó y desperezó con ritmo pausado. Rachel tragó en seco.  —Devuélveme mi mano ahora, estúpido árbol. Te crees muy grande y bravucón ¿eh? De nada te servirá esa mano, sabe tocar el piano, si, pero aquí no hay —César despotricaba en el suelo dándole golpes al tronco, era el último en pie. Entonces otra rama lo tomó por atrás, por la camisa y lo alzó del suelo. Cesar no tardó ni un instante en desarmarse completamente y caer al suelo— no me dolió, pero ahora si me enojé. Te las verás conmigo. Iba a arremeter en contra del árbol, cuando más ramas tomaron una a una todas las piezas de Cesar y las alzaron del suelo. Earl resultó ser más pesado de lo que el árbol podría soportar, por lo que en el forcejeo, las ramas se habían asido a sus pantalones y se los había rasgado en algunos sitios mientras lo tenía suspendido aún. Eli logró quebrar la rama que sostenía su camisa, pero no lo soltó sino hasta haberle arrancado una gran parte de la tela.  De la oquedad frente a Rachel salieron algo así como quince tentáculos blanco azulados, temblorosos pero ágiles, que se agitaron hacia ella con la intención de agarrarla y meterla dentro del agujero. Qué pasaría ahí dentro era algo que ella no deseaba averiguar nunca. —Chicos, dudo que quedarse quieto o luchar haga ninguna diferencia. —jadeó y un tentáculo se enroscó por sobre su rodilla y tiró de ella hacia abajo. Rachel gritó una maldición y pateó con la pierna libre el tentáculo hasta que otro se asió de la misma forma de su pantorrilla, inmovilizándole ambas piernas. Layne estaba intentando ayudar, pero su influencia en el mundo físico era tan pobre que no conseguía hacer mucho más que el ridículo intentando mover piedras para lanzárselas a los árboles que susurraban palabras escalofriantes. La impotencia se mostraba perfectamente en sus rasgos fantasmales, se sentía exactamente como en la celda, incapaz de salvar a sus amigos, esta era una situación semejante, aunque a mayor escala. Si no se apresuraba, podría perderlos a todos. Siguió intentando, mientras los demás luchaban a su manera. En la única ocasión en la que pudo levantar una roca lo suficientemente grande como para hacer daño, erró el tiro y le dio a Geoff en el estómago. Si hubiera tenido aire en los pulmones, seguramente se lo habría sacado con ese golpe, pero al no tener más que relleno en su interior, Geoff no sufrió el menor daño. No obstante, con eso, la rama que había estado jugueteando bajo su camisa se rompió y él casi suspiró aliviado.  —¡No te detengas, sigue intentándolo! —le apremió. Geoff estaba al borde de suplicarle— ¡funciona! No te detengas.  Los árboles susurraban con más intensidad un cántico que sonaba ansioso y cruel, como el de mil bocas sin labios, ocultas, expectantes, hambrientas que los iban a devorar en breve a todos. Layne también las escuchaba, eso era indudable, porque vaciló un segundo antes de asentir e intentar una vez más. Ya le había cogido el truco, debía usar proyectiles más pesados ¿Cómo no se le había ocurrido antes? si tan solo no estuviera tan nervioso con todos esos gritos... Entonces, antes de poder siquiera intentarlo, el fantasma fue absorbido por un viento helado que lo convirtió en una voluta de humo platinado para después ser encerrado en un frasco que tenía a mano la pitonisa. Le puso un corcho, apretándolo con ambas escamosas patas de rana y seguidamente se lo metió al bolsillo.  Geoff no tuvo tiempo de gritar nada, aunque quiso hacerlo, porque fue lanzado a una oquedad parecida a la que se estaba por tragar a Rachel. Lo mismo les ocurrió a los demás y a cada hueso y ropa de Cesar hasta que solo quedó Rachel forcejeando inútilmente, asestando patadas certeras con toda la poca fuerza de la que disponía. La desesperación y el terror que la hacía luchar aún era ahora más fuerte, aunque sus esperanzas habían desaparecido por completo cuando más tentáculos subieron a ella.  La pitonisa apoyó el hombro izquierdo contra un árbol mínimamente normal, con todo ese jaleo desesperado, gritos y demás, Tony había sido olvidado contra ese tronco al lado de la pitonisa, aún inconsciente y laxo como papel mojado. Rachel se apercibió de esto. No quería que Tony se quedase a expensas de esa traidora, era seguro que lo entregaría al rey calabaza cuando acabara con todos, había sido un error confiar en esa bruja. Pero no podía hacer nada si era devorada por lo que sea que habitaba dentro de ese tronco podrido.  —¡¿Por qué?! —le exigió respuestas— dijiste que querías ayudarnos.  La pitonisa se encogió de hombros y su lengua venteó el aire unas cuantas veces antes de sonreír. Fue entonces cuando las ramas soltaron a Rachel en el interior de la oquedad y todo se desvaneció.  Por un momento, ya no escuchó nada, fue como caer al agua, sus oídos no recibieron ningún estímulo. De igual forma pasó con sus ojos: Negrura, mucha oscuridad negra la rodeó. El resto de su cuerpo se vio avasallado por muchas otras sensaciones. Sensaciones sin nombre volvieron a atormentarla, sentía el resbalar de los tentáculos por brazos y piernas, cayendo sin poder evitarlo hasta que ya no sintió nada por unos segundos. Los tentáculos, ramas, el bosque entero, todo quedó atrás.
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