ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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21: Hilando confidencias

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—Yo creo que lo mejor será hacer un túnel de esta cueva al bosque de los suicidas. —opinó Earl— lo podríamos hacer J y yo. No nos costaría más que unas uñas rotas, si acaso. —Estaremos cavando a ciegas —descartó la idea J. —Si les soy honesto, yo ya estoy cansado de las cavernas, la tierra y la humedad. —resopló Cesar, ya vestía algo así como una túnica de tela de araña gris cual ceniza— si encontráramos la forma de escapar sin volver a jugar a ser topos, sería genial. —Apoyo al esqueleto —se rió entre dientes Earl. Cesar sonrió envalentonado— no ha sido lo más agradable del mundo ser ratas en laberintos.  —Yo opino que Layne haga un reconocimiento de la zona y nos haga un mapa —dijo J— si se hace invisible y recorre flotando la zona, nos ahorraremos encontronazos imprevistos. —Esa si es una buena idea —reconoció Geoff— Así podremos saber a lo que nos enfrentamos, distancias, obstáculos... —Enemigos. —agregó Layne con un amago de estremecimiento. —Los fantasmas son vistos por otros fantasmas aunque se hagan invisibles —apareció Eli por la puerta de la habitación con un pergamino en la mano— lo dice aquí. Y como no hemos visto lo contrario, de seguro debe de ser cierto. —Mm... No podemos arriesgarnos a que nadie nos vea y —j se rascó la barba en su lobuna barbilla— nada nos augura que los fantasmas invisibles no anden tras nosotros. —Yo los vería en dado caso. —dijo Layne, escudriñando rápidamente en derredor para estar seguro— y no he visto ni uno solo. —Por ahora —murmuró Earl sombríamente. —Pues habrá que pensar en otra cosa, pero cavar es mala idea —dijo Cesar— aunque podríamos efectuarla con tal de salir de aquí... —Sea como sea, chicos, no podemos simplemente hacer algo a la ligera y esperar a que todo salga bien. —reiteró Geoff, estaba restregándose el pecho de tela con un trapo húmedo para intentar sacarse la mancha del escupitajo de Tony, cosa que por lo visto no estaba logrando. El color había pasado de carmesí a rosa sucio, era un progreso, pero si tomábamos en cuenta de que solo había retirado la capa superficial, podemos entender su frustración.  —Nadie está haciendo nada a la ligera y sin pensar. ¿Verdad chicos? —esa afirmación llevaba advertencia incluida, los chicos asintieron a Eli— no, nadie se moverá hasta que hayamos creado un plan bien estructurado... Y recopilado información suficiente, información que encontraremos en estos pergaminos. Con molestia, Geoff arrojó el trapo a un rincón de la habitación y se volvió a Eli— ¿has encontrado algo que nos diga qué hacer para volver a ser humanos? Ser un muñeco de costal es más fastidioso de lo que parece. Eli resopló una negativa, frunciendo los labios azules— Apenas voy por el principio, hay muchos pergaminos, cantidades industriales, llevamos muy poco tiempo y el cansancio me está dejando fuera de combate. No tengo idea de cuanto tiempo disponemos antes de que nos encuentren. Los chicos pausaron lo que hacían para ver a Eli más atentamente. —¿Estás diciendo que crees que nos encontrarán? —inquirió Cesar. —No puede ser, estamos muy por debajo de sus pies. —casi gritó Earl. —Algunos no tienen pies —resaltó Layne. Eli llamó al orden con un movimiento rápido de manos— Estamos en su mundo. Ellos lo conocen mejor que nosotros. Es cuestión de tiempo... J le dio otra mordida a una pierna de faisán y masticó ruidosamente por unos instantes antes de tragar. —Tendremos que montar guardia. —anunció. —¿Cómo estás haciendo eso? —le inquirió Geoff con gesto asqueado— comerte esa cosa, quiero decir. —Al hambre ninguna pata de faisán la detiene —le dio otra mordisco— además, supongo que es un gusto adquirido. El resto hicieron caras de asco, pero se rieron con eso. Habían terminado llenando sus estómagos, los que aun tenía, y debían admitir que no había sido tan malo como habían esperado. Excepto las patatas grises de la sopa, esas maldiciones las tiraron todas, nadie quería probar la suerte de Eli. —Como sea, hermanos. —continuó el hombre lobo— Hay que montar guardia y ser cuidadosos. —Ya lo hemos sido y mira lo que ha pasado. —le recordó Layne haciendo un gesto con el brazo abarcándolos a todos— parecemos sacados de una película de Halloween de bajo presupuesto. —Eso ya pasó, chicos, hemos estado demasiado relajados, tenemos que ponernos serios si queremos salir indemnes de esta locura. Propongo acelerar nuestros planes y que todos colaboren para que lo logremos. —Bien dicho, J, pero... —dudó Earl, una sonrisa sardónica hizo su aparición en su boca colmilluda— no te puedo tomar en serio si tienes el hocico lleno de esa salsa amarga. Límpiate, repite todo y talvez esta vez pueda entenderlo. Todos se tomaron un instante para reírse mientras J se frotaba las comisuras del hocico con el dorso de la zarpa mientras se reía también. La verdad es que ser serios no era lo suyo, para nada, pero por lo menos se hacían buena compañía los unos a los otros.  —¿Qué es lo que dicen los pergaminos? —quiso saber Cesar. —Diversas cosas raras. —dijo Eli pasándole el que tenía en la mano— Están en desorden, he encontrado varios sobre fantasmas, pero nada que valga la pena. Ahora, comprendo la forma en la que la pitonisa hechizó el frasco para atraparte, Layne, pero no hay nada acerca de humanos convertidos en monstruos. Layne alzó una ceja traslucida. —No te preocupes, no pienso hacer nada con esa información del frasco atrapa fantasmas. —le restó importancia con un gesto. Ahogó un profundo suspiro y miró a los chicos con ojos adormilados— ¿Alguien más está cansado o solo yo? —Algo me dice que la falta de sueño que yo tengo es a causa de la luna —dijo J— puedo montar la primera guardia si así lo quieres. —Yo si estoy cansado. —suspiró Earl— Pero si me necesitan estoy con ustedes, hermanos.  —Eso es muy considerado de tu parte, los músculos nunca vienen mal —le agradeció Eli. —Creo que J podrá solo con cualquier cosa —opinó Geoff. —Y si pasa algo nos gritas y venimos a ayudarte. —le aconsejó Earl. —Créanme que si me sale por una esquina cualquier cosa rara, gritaré —asintió J con una sonrisa nerviosa— y con fuerza hasta hacer temblar las paredes. —Yo solo necesitaré que Tony me costure —continuó Geoff— y lograr quitar esta desgraciada mancha y todo estará bien. Y entonces vendré a relevarte.  —Eso suena bien para mi. —dijo J. —Si, será mejor así. Yo haré el siguiente turno —se ofreció Cesar— no tengo problema con leer los pergaminos mientras tú descansas, Eli, así podremos invertir mejor el tiempo. Creo que está claro que todos queremos largarnos de aquí lo más pronto posible. —Genial —bostezó Eli, esta vez sin intentar reprimir su cansancio— genial... Pero los pergaminos están en un inglés antiguo ¿crees que podrás con ello? hay palabras que saben a polvo. —Yo sé tres idiomas, Eli, no fastidies. —se jactó riendo Cesar— estoy seguro de que podré. —Genial. Los veré dentro de unas tres horas... —se volvió a ellos mirándolos con los ojos entrecerrados— Ay de ustedes si regreso y los encuentro peleando infantilmente o haciendo cualquier tontería sin razón. Los chicos le aseguraron que nada malo pasaría cuando él no estuviera y que se fuera a descansar tranquilo. Eli les dedicó una ultima mirada de amenaza antes de irse a la otra habitación, la cocina, y dejar a los chicos en la pequeña sala. En la otra habitación estaban Tony y Rachel, los cuales estaban en completo silencio incómodo. De esos que llenan las habitaciones y se aprietan entre los presentes forzándolos a abandonar la compañía contraria. Pero ninguno de los dos hizo el menor esfuerzo por hacerlo. A ambos les daba vergüenza. Tony enhebraba uno de los trozos de ganzúa rota de la mejor manera posible. Resulta que la pitonisa no poseía agujas en su casa, solo ganzúas bastante afiladas que servían más como armas. Lo que si había y en abundancia eran cinceles y picas, con eso había conseguido hacerle una ranura al metal para enhebrar el hilo que Earl le dio de su camiseta arruinada. No estaba seguro de si lo que hacía serviría, no le temblaban las manos, pero su pulso ahora era una locura. —Si te es demasiado incomodo... —empezó Rachel cuando encontró su voz, pero Tony le cortó inmediatamente. —No, no, para nada. —le sonrió, pero no tardó ni un segundo en volver a estar serio— lo haré rápido, no sentirás nada. —Aunque lo hagas lento y sin cuidado, no sentiré dolor si es lo que te preocupa. —le aseguró ella, pero no lo miró al responderle— nada malo me pasará.  —Solo lamento no tener ni mis lentes de contacto o mis gafas —suspiró frustrado Tony— supongo que quedaron en el auto, al otro lado del portal del sexto árbol. Solo espero no sacarte un ojo...  Rachel se limitó a sonreír de lado ante la broma. No le dijo nada, solo se preparó cuando él por fin se sentó en una banca de madera al lado del camastro en donde estaba recostada. Se sentía como si estuviera en el dentista, pero peor. Tony quizá lo sentía igual, de alguna forma. Ella prefirió cerrar los ojos, no quería verlo, tampoco quería ponerlo tan nervioso, no quería aturdirlo, ni interferir en su propia curación. Tampoco quería cometer alguna locura, como mirarlo a los ojos y perderse en ellos, teniéndolo tan cerca. Tony inició el proceso, y Rachel sintió desde el primer pinchazo hasta el ultimo. Era raro, porque no era dolor, pero sentía con claridad cada sensación. Casi podía visualizar en su mente el hilo tensando su piel de tela e ir poco a poco suturando la herida solo con las sensaciones. Tony era cuidadoso, como prometió, pero gracias a ese cuidado olvidó lo de la rapidez. Rachel sintió como acomodaba su relleno de hojas secas en el interior de su mejilla y como se las arreglaba para lentamente cerrar ese desgarrón con puntadas precisas. Él había exagerado sus preocupaciones, trabajó sin problemas y lo hizo de la mejor forma. Solo que Rachel estuvo a punto muchas veces de decirle que prefería tener la mejilla abierta a sentir su aliento, su respiración, sobre su rostro cuando se acercaba demasiado. Por supuesto, no era que fuera desagradable, todo lo contrario, pero la mantenía tensa, nerviosa. No podía evitar recordar la infinidad de veces en la que, hace años, ellos dos se habían encontrado así de cerca el uno del otro y no precisamente en una situación tan extraña como esta.  —¿Estas dormida? —le preguntó de pronto, con suavidad, después de unos instantes de silencio. Su voz sonó en su oído y una onda de escalofríos recorrió a la muñeca. —No creo poder dormir, la verdad. —le respondió en el mismo tono confidencial. —Por un momento creí que... bueno, no importa. A veces pareces solo una muñeca bonita. —le confesó, por el sonido, ella supo que se había alejado de su mejilla de nuevo— y me cuesta creer que seas realmente tú. No me malinterpretes, solo es que tu aspecto es bastante chocante. —No sabes lo que me he negado a acercarme a mi reflejo en el agua. —le confesó a su vez. —¿Qué te preocupa? No has perdido tu belleza. Sigues siendo tan adorable como siempre. —Eso no sé si es bueno o no —soltó una débil risa. Si hubiera podido ruborizarse... —Seguirás rompiendo corazones, te lo aseguro —le murmuró, volviendo a acercarse— muñeca de trapo o mujer, seguirás teniendo esa personalidad dulce, divertida e ingeniosa que me tuvo a tus pies por mucho tiempo. ¿Eso quiere decir que ya no? se preguntó mentalmente Rachel, pero se negó a decir nada. Tampoco sabía qué decir ante eso. Un gracias sonaría seco y hasta presuntuoso, o en el peor de los casos Tony podría tomarlo como sugerente. Rachel ya no tenía ganas de seguir haciendo el ridículo, no a estas alturas de su vida, sinceramente. Esas palabras removían sus sentimientos más olvidados y eso, eso seguía sin estar bien. Como el silencio de Rachel lo puso nervioso, Tony se lanzó a hablar de nuevo, esta vez un poco atropellado.—Yo creo que... yo creo que ya he terminado... Ella abrió los ojos e instintivamente pasó los dedos por encima de la costura. Esta era una costura profesional, como se debía, no como el resto que unían toscamente la tela del resto de su cuerpo. Estas costuras no se veían, estaban ocultas bajo la tela, sin embargo, podía sentir donde empezaba una parte y terminaba la otra. Se preguntó si acaso cuando volviese a ser mujer, de carne y hueso, tendría en su rostro ese trazo atravesando su mejilla, o solo el relieve que indicara que ahí pasó algo grave y bastante desagradable.  Rachel pensó en agradecerle, pero Tony no había esperado a que ella dijese nada, simplemente había salido de la habitación. La muñeca lo tomó como una tácita petición para que dejase el tema que ella obedeció. No tardó en volver, con una tijera que le prestó la pitonisa. Rachel sabía que él no pretendía hacerle daño, pero por un instante lo dudó. Hasta las tijeras en ese mundo eran raras, aterradoras, parecían las tijeras que un cirujano loco usaría en una autopsia en vez de un pudoroso bisturí.  —Ya vi los nudos que te hizo Cesar, puede que no sean tan apretados como los que Eli te hizo antes, pero aun creo que no tengo paciencia suficiente para pasarme media hora deshaciendo sus nudos —le explicó mientras Rachel se levantaba la camisa hasta antes del comienzo del pecho— y, estoy seguro de que ambos queremos que esto termine rápido... Eso ultimo lo dijo en un murmullo tenue, que si Rachel no hubiera estado tan cercana a él, no lo habría escuchado. Y aunque no estaba de acuerdo, no dijo lo contrario. No le podía decir que la verdad era que el toque de sus manos se sentía tan familiar como el sonido de su voz o sus miradas. Pero algo en su interior se sintió levemente decepcionada por el hecho de que él no se sintiese igual. No sabía porqué, pero se limitó a estar otra vez inanimada en este nuevo proceso. Tony, por el contrario, empezó a hablar sin pensar. —Estaba soñando contigo cuando apareciste en mi celda. Nos reíamos como cuando recibíamos las primeras pagas en el teatro ¿lo recuerdas? no, es comprensible. Fue hace mucho. Estabas ahí. Bueno, tú siempre estás ahí. En mis sueños, apareces de una forma u otra, a veces como un bonito recuerdo... Entonces al abrir los ojos, realmente estabas ahí. No he tenido la oportunidad de agradecértelo.  El silencio planea sobre sus cabezas durante unos minutos hasta aterrizar en el suelo con un estrépito ensordecedor. Y allí se quedó, con ellos, hasta que Rachel no lo soportó más. —¿Porqué me cuentas esas cosas? —estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas para no salir huyendo de su contacto, pero tampoco quería ser evidente o infantil. No soportaba tanto dolor emocional. Tony tomó un hondo respiro antes de seguir hablando. —Porque... porque probablemente nunca volvamos a estar solos, no si sigues evitándome tan abiertamente como lo has estado haciendo hasta ahora, y cuando volvamos, que aun abrigo esa esperanza, nunca te lo podré decir... La última puntada cerró por fin la costura de su estómago y dejó terminado el trabajo. Rachel se incorporó cuando Tony apartó sus manos de ella. Se miraron un instante, esta vez ninguno apartó la mirada.  —Ya sé que sueno como un llorón —le sonrió apenas— pero necesitaba decírtelo... Necesito decirte muchas cosas, la verdad. No era mi plan que las palabras fueran una recriminación. Quería ponerlo de otra manera. Es solo que... se me había quedado estancado en el pecho... Rachel separó los labios pero los volvió a cerrar con fuerza, no sabía qué decir que no sonara más incómodo. El tiempo se dilataba poco a poco, como una sombra que crecía. Tony se retiró en silencio un segundo, dejándola ahí con sus pensamientos, y después regresó con un pedazo de espejo deteriorado. Manchas de tiempo horadaban la superficie, pero reflejaba la imagen y eso era suficiente. —Te dije que no quería verme —sonrió de lado. —Lo sé, pero creí que te gustaría por lo menos ver el acabado final —le entregó el espejo al revés, para que ella fuese la que decidiera verse o no. Ella se encogió de hombros— bueno, tarde o temprano debía hacerlo ¿no es cierto? Sin esperar respuesta dio vuelta al espejo y se vio por primera vez en todo lo que había ocurrido. Las costuras de su cuello, garganta, clavícula, hombros, todo en general, eran tan horrorosas y desiguales como si hubieran sido hechas aprisa, despreocupadas, sin pensar. No estaban diseñadas para ser prolijas y bonitas, sino para asustar con lo erráticas e informes que eran, y lo conseguían.  Siempre sintió una inseguridad latente y opresiva por su aspecto, y ahora literalmente todo su aspecto había cambiado y no precisamente para bien. Era una autentica muñeca de trapo, como Sally en la imaginación de Tim burton solo que autentica, de tamaño natural. Viva, pensante y sintiente. Y ahora se sentía más devastada que nunca en presencia de ese hombre. —¡Bueno, di algo de una vez! —la voz de Tony sonó insegura—. ¿No te gusta? ¿Crees que debí apretar menos o usar un segundo hilo? Rachel despegó sus ojos un instante de su reflejo para ver a Tony, entonces comprendió que lo que él quería era que ella se viese la reciente costura, la que él había hecho, por supuesto. Y lo único en lo que no había reparado era precisamente en esa costura. Sonrió avergonzada y volvió sus ojos al espejo otra vez. Se notaba, pero solo si veías con atención y si tocabas era aun más evidente, pero no tanto como el resto de sus costuras. Se podría decir que esta era la costura más civilizada que su cuerpo ostentaba. Ubicó el espejo más abajo y observó la costura de su abdomen. Una situación parecida, pero aquí si era más notable puesto que era un tajo bastante más largo que el de la mejilla y la tela estaba algo más fruncida de lo que le hubiera gustado. De todas formas, no necesitaba perfección, solo que su relleno no saliera. —Has hecho un buen trabajo. —Rachel le aseguró. El alivio se extendió por el rostro del hombre. —Bueno, es bueno oírlo. —se llevó una mano al cabello y lo removió un par de veces— por un momento creí que no te gustaba por la cara que pusiste al verte. —Compréndeme, no me había visto sino hasta este momento. —echó un último vistazo al reflejo de sus ojos de vidrio para entregarle el espejo— y no deseo hacerlo de nuevo... por un tiempo.  Tony aceptó el espejo y no opinó ni refutó nada al respecto. No volvió a decir que ella seguía siendo hermosa así ni nada y Rachel se lo agradeció, ya era muy incómodo para ambos. Pero tras regresar se sentó frente a ella, parecía tener la intención de decir más, aunque por el momento no supiera qué. —No bromeaba cuando decía que eras bueno —intentó alivianar el ambiente y desviar la conversación a áreas menos peligrosas— de hecho, me asombras, sabes mucho de esto. ¿Cuántas horas te has pasado cosiendo medias? Parte de la suficiencia altanera volvió a Tony al oír eso. Su sonrisa se ensanchó con orgullo. —Te sorprendería la cantidad de halagos que han recibido mis medias.  —Si, claro —dijo ella con sarcasmo, picándolo con su falsa incredulidad. —En serio. —intentó convencerla mientras se reía igual que ella, siguiendo el juego— De hecho, hace no mucho subastamos un par y te habrías quedado muda con la cantidad que obtuvimos. —¿Si? —preguntó ella, tomando interés de pronto— ¿Cuánto recaudaron? —Algo así como tres dólares. —ella enarcó las cejas y Tony sonrió— ¿pero te quedaste muda ante esa cifra, no? Ella sonrió, todo rastro de la conversación incómoda había pasado a segundo plano y ambos se quedaron un rato más haciendo bromas tontas como viejos amigos, en vez de viejos ex-novios que terminaron en malos términos y que secretamente, se seguían amando. Se hicieron reír mutuamente por otro poco más hasta que Tony se detuvo. —¿Qué? ¿Dije algo malo? —murmuró Rachel cuando él se quedó callado y no reaccionó a su broma tonta. Él había vuelto el rostro a la pared, mirando un punto fijo, sin mirar, escuchando atentamente. —Ya no se oye nada en la otra habitación.  —Talvez los chicos están ocupados en algo —sugirió ella. —Puede ser... pero normalmente no son así de silenciosos... —le dijo, dubitativo— no es broma, no tienes idea de cuanto me costaba hacer que se callaran en el hotel en nuestras primeras giras. Podían hablar hasta caer rendidos, y eso era como a las tres o cuatro de la mañana. —¿Quieres que vaya a ver? —no estaba segura, pero algo le decía que debía atender a los instintos de Tony. —No, iré yo. —hizo el amago de levantarse pero Rachel lo hizo primero. —Tony ¿a donde crees que vas? si pasa algo es mejor que yo vaya. Es a ti a quien buscan. Eres tú el que está en peligro. Tony iba a decir algo pero ella no se lo permitió, él se cruzó de brazos, levemente fastidiado otra vez. —Ay, no te pongas así. —se rió ella al verlo haciendo drama. —Es que me haces sentir como un niño regañado —masculló él, alzando una ceja— como cuando éramos adolescentes. Está bien, me quedaré aquí en mi rincón.  Rachel reprimió una risa. Estaba segura de que los chicos no estaban haciendo mucho más que estar en silencio pero perdiendo el tiempo en algo de lo que no valía la pena preocuparse. Pero solo quería que Tony se calmara y dejara de preocuparse por las cosas. A pesar de su extraña mejoría, se veía igual de pálido que antes cuando lo encontró y eso le hacía sentir a Rachel que debía seguirlo protegiendo de sus propios pensamientos si era necesario. Además, de todas formas debía salir a buscar a Geoff para que fuera el siguiente en ser reparado, sus desgarrones eran menos terribles, pero debían ser suturados profesionalmente lo antes posible. Aun no sabía qué lo rellenaba, pero de todas formas no quería que quedase vacío a pausas. En efecto, la habitación de al lado estaba en silencio, pero porque estaba vacía. Vacía y a oscuras. Eso no daba buena impresión en ningún sentido. La pitonisa tenía tanta luz por algo y ahora todo estaba extremadamente silencioso y oscuro. A Rachel le pareció raro. Hacía un momento había escuchado sus risas de fondo cuando hablaba con Tony. Aunque fácilmente podía tratarse de que todos habían salido de nuevo. ¿En donde podría estar la pitonisa? llevaba un largo rato sin verla.
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