ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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23: El rumbo de esta historia

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Eli se despertó de golpe para encontrarse con la oscuridad más absoluta. Ya se estaba cansando de tanta negrura. Cuando saliera de todo esto, instalaría una luz permanente en su habitación por las noches. Roja. No, amarilla. Daba igual el color, con tal de que iluminara y apartara esas sombras que parecían ondear a su alrededor. Si no lo hacía, de seguro lo acecharían pesadillas cruentas con sacrificios, hombres lobo, esqueletos y quien sabe qué otras cosas más que no estaba dispuesto a aceptar en su cuarto. No obstante, no recordaba que todo hubiera estado en oscuridad cuando se tomó un descanso para ir a dormir.  Se sentó. Se había ido a dormir bajo la mesa de la cocina, si a eso se le podía llamar cocina. Sus cuernos rozaron la madera de la mesa con un chasquido. Pero él siguió observando las tinieblas como si estuviera escrita en ellas una historia que no comprendía. No había ventanas, pero el ruido del viento se colaba por entre las paredes de piedra. —¿Viento? ¿En una cueva?  Eli se apresuró a salir bajo la mesa. Era claro que había pasado más tiempo del que los chicos habían acordado para despertarlo. ¿Sería esto alguna broma pesada? No, no eran tan tontos como para ponerse a jugarle malas pasadas en estas circunstancias. Pero por si acaso, Eli tomó una de las cazuelas del fregadero. Si no le servía para defenderse de cualquier monstruo, le serviría para poner en su lugar al tonto que apagó las lamparas.  ¿Porqué algo le decía que tenía que ver J o Cesar en esto? eran a los que más les gustaba las bromas, y de pronto y de eso se trataba esto, de otra absurda broma. Sacudió su cabeza y avanzó hacia lo que creía era el exterior. Todas las habitaciones estaban en penumbras. Pero todo estaba en orden, lo que era raro. ¿En donde estarían los demás? Un chispazo le llamó la atención a su derecha. Había encontrado la salida. No solo había viento afuera, sino también fuego. Eli se regañó a si mismo por haber dormido tanto. ¿Quién sabe cuanto había pasado en su ausencia? Decidió acercarse a hurtadillas por una esquina, de manera que quien estuviera afuera no lo viese andando en el interior ni que la luz de las llamas lo delataran. No sabía qué ocurría, pero esto no le daba ninguna buena espina. Siguió acercándose hasta que estuvo a un lado del tosco marco de la puerta, ahí, echó un vistazo. El viento amainaba hasta desaparecer y el fuego, que cubría todo el patio de la casa de piedra, volvía a tomar fuerza.  Eli tomó una inspiración y salió de la casa.  Más oscuridad, como todo en este mundo de horror y pesadillas. Realmente Eli estaba hasta los cuernos de oscuridad. Frunció el ceño analizando la escena. Lo que alimentaba el fuego, era aceite, según lo veía. Más allá estaba la lampara que había producido ese aceite, rota y maltrecha. Hasta ahora era el único destrozo que encontraba en toda la casa, pero de seguro que aquí estaría la pista para entender el problema. Dio otros pasos afuera, cuidando de en donde pisaba. Aun sin comprender, se dio la vuelta para contemplar la fachada de la casa a la luz del fuego. Se quedó boquiabierto. Al principio le costó encontrarle sentido a lo que veía puesto que sin contexto, su mente tuvo que trabajar a toda velocidad. Pero cuando lo entendió, se quedó de piedra. —Oh mi Dios... —jadeó— Rachel... La cazuela se le resbaló de la mano y al caer al suelo, produjo el sonido suficiente para que él pudiese salir de su asombro y actuar. Inmediatamente se acercó a ella para intentar ayudar. No sabía si podría, pero tenía que intentarlo. —Rachel... Oh Dios... ¿Puedes oírme? —murmuró, alarmado, frente a ella. Ella alzó la vista hasta encontrarse con los ojos de Eli. La voz de Eli llegó hasta Rachel desde muy lejos, como si atravesara la niebla del dolor que la envolvía. —¿Porqué has tardado tanto? —dijo suavemente, como un débil hilo. Eli iba a decir algo, pero se abstuvo y luego negó— no importa, ya estoy aquí. ¿Quién hizo todo esto? —El rey calabaza... —¡¿Que?! ¿El autentico rey calabaza? —se sorprendió tragando en seco del terror. Mientras Eli hacía lo posible para intentar sacar las lanzas de la pared, Rachel le contó a pausas todo lo que había ocurrido con pelos y señales para que él entendiese la situación tan difícil que atravesaban. Esta vez no había escapatoria, esta vez no podrían salvarlo. El rey calabaza se lo había llevado en persona, hechizado, atrayéndolo hasta sus garras usando la forma de Rachel. Eli, consternado, no sabía qué decir ante tal desesperanzadora idea. —Oh Rachel... —murmuró, dejándose caer a un lado de ella, exhausto de nuevo por el esfuerzo infructuoso y el desaliento— lo siento. —¿Pero qué dices? No es tu culpa —le respondió la muñeca de trapo. —Lo sé... pero créeme que a mi también me duele... No debí irme a dormir como un cobarde. Debí quedarme con los demás montando guardia. —Algo me dice que el desenlace habría sido el mismo —suspiró ella— yo quedándome aquí por toda la eternidad. Tony muriendo sacrificado como un cordero en un aquelarre. Eli se estremeció y se abrazó a si mismo. —Se resolverá. —le prometió y esperanzado por su propia afirmación, se puso en pie y volvió a intentar arrancar las lanzas de la pared mientras repetía— Se resolverá. —¿Cómo estás tan seguro? —inquirió Rachel, extrañada por su cambio de actitud. Ya no tenía fuerzas para hablar más alto. Toda su energía se había evaporado, como si se la hubiera arrebatado Tony al irse. Él se lo había llevado todo. —Porque las historias no terminan así. Tiene que haber un mejor final o no sería una buena historia. Y las que terminan así, con un final triste, son una basura. —¿Y crees poder cambiar el rumbo de esta historia así sin más?  —No si se quedan ahí y siguen perdiendo el tiempo.  Ambos volvieron sus miradas a la pitonisa, nadie sabía como, pero ahí estaba otra vez. Eli captó una mirada asesina en los ojos de Rachel para ella, pareció cobrar más vida que antes con el odio que de pronto destilaba. Los ojos de la pitonisa refulgía en colores ambarinos, como si los inundara una expectación tan fuerte como la que Rachel sentía por herirla. —¿Quieres restregarnos en la cara lo que nos has hecho? —imposible ignorar la ira que bullía en esa acusación. —Das demasiadas cosas por sentado —siseó. —¿Nos dirás que no nos traicionaste otra vez? ¿Qué todo ha sido otro más de tus engaños? Inténtalo, porque esta vez nadie te creerá. Y siempre supe que tú nos traerías problemas y que no debíamos confiar a Tony en tus manos traidoras. —Rachel, espera... —intentó pedir tiempo Eli. —¡Nos vendió al rey calabaza! —si hubiera podido escupir, lo habría hecho, porque sus palabras sonaron de esa forma— no me pasaré la eternidad aquí para que ella se burle de nuevo de nosotros. —se volvió a la pitonisa y volvió a gritarle— Ahora niégalo. Niega que por tu culpa Tony será sacrificado. Nos trajiste aquí con un plan, él me lo dijo, el rey calabaza me aseguró que tú habías estado en este lío desde el principio. —¿Quieres callarte de una vez y escuchar? Rachel no quería callarse, tampoco detener su ira, intentó alcanzarla con una patada, pero no lo logró, estaba muy lejos a una distancia prudente. Sintiéndose patética, Rachel bufó de rabia y tristeza. Eli ya no sabía a quien debía apoyar, pero por amistad y predisposición, le creía a Rachel. Y si lo que decía era cierto, se habían vuelto a llevar al idiota que tanto les había costado encontrar y proteger en un principio por esa bruja lagarto.  La pitonisa también suspiró. —Estás en tu derecho de molestarte. —aceptó la pitonisa— ambos lo están. Y es cierto, yo y mi hermana trazamos un plan desde el principio. Pero aun no lo han logrado ver como es.  —No necesito saberlo. —rechazó la muñeca de trapo— nos dirás otra mentira. Yo vi la llave que te dio el rey calabaza, el pase que querías al mundo real. ¿Quieres convencernos de que no lo hiciste por escapar de aquí? La pitonisa extrajo la llave de su bolsillo y la alzó. Cuando volvió a hablar, lo hizo lentamente para que sus palabras fueran entendidas. —¿Crees que me iría sin destruir a quien mató a mi amiga y destruyó las vidas de mis mejores amigos? El pase fuera no es suficiente, nunca lo sería. Han pasado cien años, Rachel, allá afuera no hay mucho para mi hermana ni para mi. Y nunca podríamos irnos sin antes habernos vengado. Conseguir la llave fue solo otro paso más. Rachel quiso protestar, pero Eli le puso una mano al hombro y le susurró al oído— déjala terminar, luego decidimos si creerle o no. —¿Y si es otra trampa?  —Puedo jurar que no lo es. —les aseguró la reptiliana— es un plan para destronar al rey calabaza. Eli y Rachel se quedaron en silencio.  —Bien, ahora que tengo su atención. Necesito saber si están dispuestos a ayudarme de verdad. Sé que debí decirles antes, pero era necesario conseguir la llave para poner todo en marcha. Y solo de esta forma podríamos engañar al rey calabaza, volver a ser humanos y regresar al mundo real antes de que este mundo se nos caiga encima... —hizo una pausa, sus dedos sostenían la llave de plata con excesiva fuerza— ¿Están dispuestos a ayudarme? Esta vez Eli y Rachel se quedaron en silencio. Era obvio que esa mujer reptiliana había perdido al completo la poca confianza que ellos le tenían. Les era sumamente difícil siquiera la idea de creerle.  —¿Cuál es el plan? —la interrogó Eli. Rachel le lanzó una mirada inquisitiva— tenemos que escucharla, por lo menos, no sabemos si es viable o no. —Oh, lo es —afirmó la pitonisa asintiendo despacio— lo hemos pensado durante los últimos cincuenta y cinco años después de vivir cuarenta y cinco con la culpa de no haber hecho nada. Mi hermana y yo estuvimos esperando éste momento porque es la única forma de destruir al rey calabaza. No hay más margen de error que ustedes, por eso era necesario que no supieran todo hasta que fuera posible. Y aun así estuvieron a nada de echar todo a perder. Si deciden ayudarme será más fácil, eso puedo asegurárselos, porque lo hemos pensado mucho, sino... El resto de sus amigos ya están conmigo y ellos me ayudarán si ustedes no.  —¿Qué? —saltó Eli— ¿Los chicos nos traicionaron?  —No, para nada. Tuve que explicarles parte del plan para que accedieran a seguirme. —casi gritó, perdiendo la paciencia— de lo contrario nunca los hubieran dejado solos ni apagado las lámparas. El rey calabaza puede sentir la oscuridad, es su más grande poder, puede estar detrás de cada sombra si se lo propone y estaba en la búsqueda del mortal para el sacrificio, yo sabía que era cuestión de tiempo para que acudiera a mi llamado y se creyera la mentira de que los estaba entregando. Por eso, el primer paso para que esto resultara, era Tony.  Rachel apretó los puños. La pitonisa continuó hablando ignorando a la muñeca de trapo.  —Contrario a lo que piensen, Tony no será sacrificado de inmediato. Hay un par de ceremonias que hay que llevarse a cabo antes de que sea el momento de arrancarle el corazón. Tenemos tiempo, no mucho, pero si el suficiente. Pero para que no todo sea en vano deben seguirme y hacer cuanto les diga.  —Estás insinuando que podemos seguirte —murmuró Rachel— ¿eso quiere decir que puedes liberarme ahora?  La pitonisa se inclinó hacia la mueca entrecerrando sus ojos. —Hay en ti un aura hostil —silbó muy suavemente— si te suelto ahora estoy segura de que harás algo imprevisto.  —¿Cómo tú lo has estado haciendo desde que nos encontramos en la plaza? —le retó Rachel, mirándola amenazadoramente.  La comisura de su escamosa boca se tensó hacia arriba antes de desgranar una terrible sonrisa afilada. La observó un largo rato sin pronunciar una palabra, y, de repente, Rachel se sintió muy incómoda. Eli, que de pronto se había sentido excluido de la conversación, alzó una ceja.  —Rachel —intentó llamar su atención, pero ella seguía sosteniéndose la mirada con la pitonisa— necesitamos de los chicos, y ella sabe en dónde están.  —El diablillo es listo.  Eli se sintió muy ofendido por el tono tan raro que usó al decir eso, pero no dijo nada ante eso. Solo volteó hacia Rachel de nuevo. Ella era muy testaruda, pero estaba claro que sus razones estaban justificadas. De pronto, la luz de una idea hizo chasquear los dedos a Eli atrayendo sin querer la atención de ambas némesis.  —Llévanos con el resto de nuestros amigos. Solo entonces veremos si te creemos o no.  —¿Eli? —preguntó la muñeca, separando sus ojos de los de pupila vertical. —Estoy seguro de que ellos saben exactamente lo que está pasando, Rachel. Ellos nos dirán si confiar o no. Porque sus razones deben tener, no creo que se hayan dejado engañar otra vez. Rachel entendió las intenciones de Eli y ella también sonrió relajándose levemente. La pitonisa ladeó la cabeza y los miró como si quisiera sondear profundo hasta el interior de ambos, donde su alma seguía siendo humana.  —Están pidiendo condiciones, pero creo que no se han dado cuenta de las posiciones que tienen en éste momento.  Eli y Rachel intercambiaron una mirada. Ella seguía clavada a la pared, él seguía con una de las manos lastimada por la caída de aquellos árboles mutantes. Tampoco era como si fueran los dos miembros más importantes del círculo de voiceplay.  —De todas formas, todos nos reuniríamos en la torre, fuese o no parte del trato —aceptó la reptil— no había contemplado que fueran tan unidos y tan cabezas duras, por eso los he separado otra vez. Sabía que tú te opondrías desde que no quisiste que lo curara. Pero está bien, los llevaré allá porque así está decidido. Espero que no sigan siendo el estorbo que han sido hasta ahora. —No molestaremos si no nos mientes. —rebatió Rachel. —tienes que decírnoslo todo. —secundó Eli, con seriedad— No más mentiras o trucos. La pitonisa sonrió torcidamente, pero asintió de mala gana. —Como gusten. La llave de plata fue guardada una vez más en un bolsillo oculto y de otro extrajo un guante peludo sin dedos que se puso con cuidado en la diestra. Era de un material de lo que parecía piel de oso por el color y la cantidad de cabello oscuro y fibroso. Le quedaba un tanto grande en algunas secciones, pero con una correa se lo ajusto con cuidado. —¿Qué es eso? —inquirió Eli— ¿eso es...? —Guantes de piel de hombre lobo. —dijo, como quien habla del tiempo. Rachel se alegró de que J no estuviera ahí, se habría puesto pálido y quizá le habrían dado arcadas.  —¿Porqué de hombre lobo? —se atrevió a preguntar eso en vez de en donde los había conseguido. —En este mundo, el rey calabaza ha establecido muchas reglas, aunque no lo parezca. —luego de haberse arreglado el guante derecho, sacó un segundo guante de iguales características, pero que se veía que no era el de la mano izquierda— Solo los guardias pueden empuñar armas, y los únicos monstruos que se emplean como guardias son hombres lobo. Sus lanzas, espadas, alabardas y demás, están hechizadas para solo ser usadas por hombres lobo.  —Entonces esos guantes... —comenzó a decir Eli. —Si —se limitó a decir la pitonisa que alzó ambas manos antes de que un segundo después, dejasen de parecer guantes.  Rachel no sabía como pero los guantes habían dejado de serlo, era como si se hubieran amoldado a sus manos hasta el punto de transmutarlas en patas grandes y terribles de hombre lobo. Era impresionante, se podía ver el comienzo del brazo, con escamas verdosas semi húmedas hasta las muñecas, en donde lentamente se iban degradando hasta desaparecer y convertirse en pelo y garras marrones oscuro. —Creo que eso puede considerarse permisos falsos para portar armas en nuestro mundo —se rió nerviosamente Eli. La pitonisa lo ignoró y dio un paso hacia Rachel— Espera ¿no necesitas ayuda? La pitonisa miró a Eli un momento y asintió— esto les servirá para que confíen y se den cuenta de que no deseo hacerles daño. —llevó una de las garras antinaturales a la otra y se sacó uno de los guantes para pasárselo a Eli— ajústalo hasta donde creas necesario. Eli así lo hizo, colocándoselo en la mano buena y ajustándola dificultosamente con la otra. Pasados unos instantes, su mano blanca se transformó en una garra lobuna demasiado grande y poderosa para Eli.  —Has el favor y quédate quieta. —se dirigió la pitonisa a Rachel, la cual obedeció en silencio— dama del infierno. Rachel no sabía si debía o no ofenderse, pero aun así no dijo nada al respecto. La reptil tomó la lanza del muslo de la muñeca de trapo y Eli la del brazo. Con un solo y contundente movimiento, las sacaron de la piedra a la vez. Rachel, liberada al fin, cayó al suelo de un sentón, exhausta. Había un par de desgarrones nuevos en su piel, pero nada verdaderamente grave, las hojas no se saldrían por esos agujeros. Rachel pensó que si de verdad lograban escapar, salir por fin, rescatar a Tony y evitar que lo sacrificaran (si aún cabía esperanzarse) él se irritaría al verla rota una vez más. Pero para entonces, no importaría.  —Gracias... —murmuró. Eli retrocedió unos pasos, había usado más fuerza de la necesaria y había salido proyectado hacia atrás por el impulso. La pitonisa no le prestó a tención, le dio la espalda mientras  examinaba la lanza que tenía en su mano, se había partido y conservaba solo la parte inservible del arma, el resto seguía dentro de la pared de piedra.  —El rey calabaza de verdad quería que te quedaras aquí por la eternidad. —comentó, pensativa, mientras tiraba a un lado los restos rotos y se quitaba el guante de piel de hombre lobo— pero probablemente te habría traído el cuerpo vacío del mortal aquí para regodearse en su victoria, es muy propio de él. Cuando la pitonisa se volvió a Rachel y a Eli, lo primero que vio fue la punta, aun afilada, de la lanza. Sus ojos bajaron hasta el portador y Eli le devolvió la mirada. Rachel, aun sentada contra la fachada de la piedra, sonrió cómplice, no había previsto esto, pero le alegró saber que Eli era tan inteligente y astuto como siempre además de hábil con las manos. —Seguro que no pudiste predecir que haría eso —murmuró Eli. —Las visiones del futuro no vienen así como así —dijo con mucha calma en un siseo amenazador— ¿Qué significa esto? —Significa que ya no habrá más sorpresas. —le gritó Rachel, se puso en pie como un suspiro y se puso al lado del diablillo. —Mi intención nunca ha sido herirlos, no de verdad por lo menos. Y lo he demostrado, los he traído a todos hasta aquí y el resto están sanos y salvos como lo estará ese cretino mortal al que van a sacrificar. —restalló ella con un gruñido silbante que le puso la piel de gallina a Eli—  Les di ese guante y liberé a la muñeca ¿Qué más necesitan para saber que digo la verdad? —Eso no es suficiente, has estado jugando con nosotros todo este tiempo. Ya no más. —anunció Eli, sosteniendo con fuerza la lanza con una sola mano— No seguirás chantajeándonos para después apuñalarnos por la espalda. Cumplirás tu palabra. Ahora, alza las manos y tira el otro guante hacia nosotros. —¿O qué? —le retó sonriendo, la pitonisa. —¿Cómo que "o que"? —se desesperó el diablillo— es obvio. Usaré esto... esto... de la forma que se me ocurra. Rachel sintió una leve aprensión ante ese titubeo, era claro que Eli no mataría a nadie y menos a alguien como esa serpiente traicionera por más que quisiera, porque solo ella sabía en donde estaban los chicos. Y como destronar al rey calabaza. La pitonisa, con una expresión divertida, les lanzó el guante que había estado usando entre ellos. Rachel probó a caminar y su pierna se resistió al principio, la inusual rigidez la sorprendió, pero ella tuvo que forzarla a sostener su delicado peso cojeando lo más a prisa que podía, recogió del suelo el guante y con rapidez se lo puso en la otra mano a Eli. Tras ajustarlo, él pudo sostener con ambas manos la lanza y apuntarla con mayor firmeza hacia la pitón. —Bien, hagamos como que me creo esta vuelta de las circunstancias y acepto ser su rehen. —soltó una risa extraña— ¿Qué se supone que harán ahora? —Nos llevarás con los chicos. —zanjó la muñeca de trapo. —Sin trucos. —añadió Eli con firmeza. —Y la verdad —siguió poniendo condiciones Rachel— Más te vale mantener las cosas claras desde ahora. La pitonisa suspiró, frustrada de pronto por la forma en la que estaba perdiendo su tiempo. —Solo dense prisa, debemos ponernos en movimiento ya. El sacrificio ya debe de haber comenzado. —Tú irás primero. —la apuntó Eli con la lanza hasta que la punta tocó la tela harapienta de su ropa. La pitonisa gruñó guturalmente y apretó los labios escamosos. Rachel se sintió por fin en control de la situación, de alguna forma. Eli había sido increíblemente valiente al hacer esto, era impresionante. Aunque, pensándolo bien, estaban como cuando iniciaron, en el punto de partida otra vez. La diferencia es que esta vez tenían un plan que llevar a cabo, uno que tal vez les diese las armas perfectas para esta especie de batalla y lograr cambiar el rumbo de esta estrafalaria historia de horror. Rachel esperaba que esto fuese suficiente para que funcionara. Eso esperaba, sinceramente.
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