ID de la obra: 1416

El portal del sexto árbol

Het
R
Finalizada
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
187 páginas, 111.982 palabras, 32 capítulos
Descripción:
Notas:
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27: Esto aún no termina

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Rachel separó los labios en un grito ahogado poco antes de ser lanzada lejos por el rey calabaza. Su grito salió desgarrado, como su corazón, cuando el rey calabaza usó la daga contra Tony. La caída le pareció eterna pero al caer finalmente, se incorporó, pero no regresó la vista para confirmar lo que ya sabía. No tuvo la fuerza. Lo poco que había visto antes de ser lanzada fue suficiente para saber en qué había terminado todo y no había sido un final bueno. Tony estaba muerto. Supo que estaba muerto sin necesidad de verlo, solo lo sabía. Nadie sobreviviría a una herida como esa.  Estaba hecho. Lo que todos habían intentado en vano evitar por dos días, tras incontables penurias, sacrificios, heridas y traiciones. No lo habían logrado. Nada había valido la pena al final. Rachel permaneció en el suelo, semi incorporada, pero con la mirada fija en el suelo y nuevas lágrimas renovando los húmedos canales que antes habían dejado las anteriores. No podía entender cómo las peores situaciones, las que terminan siempre en desastre, son las que suceden más rápido. Sin darte tiempo a asimilarlo.  Pero Rachel terminó de comprenderlo después de un instante. Ahora que el hombre que amaba de verdad estaba muerto, ya nada importaba. Nada. Ni siquiera que el rey calabaza cumpliese su promesa de la tortura. No importaba su forma y la de sus amigos, porque todo habría valido completamente la pena si tan sólo hubieran podido salvarlo. Si tan sólo...  El rey calabaza contempló la herida recién hecha en el pecho de Tony y se dio por satisfecho, pudo haber extraído el corazón con simplemente alargar la mano y tomarlo, pero ¿por qué hacerlo tan rápido si se podía disfrutar más del sufrimiento de la muñeca? sonrió más ampliamente al voltearse a Rachel. De ella emanaba en oleadas la tristeza, opresión, el sufrimiento que él necesitaba. Por lo que, atraído por esos sentimientos, se acercó a ella. Rachel no se había movido, no tenía por qué, no había a donde ir de todas formas. Sus amigos habían sido derrotados antes que ella, como la pitonisa, y con esta también la llave que los llevaría de regreso al mundo real. Aunque... ¿de qué habría servido la llave si al final regresarían sin Tony?  Ella no había sentido la caída, ni el fuego que quemó su tobillo antes de ser alzada por el hombro. Tampoco el apretón sádico del adversario al hundir las uñas en su piel de tela y reírse en su cara de su shock. El rey calabaza deseaba verla mientras ella se hallaba en ese estado de conmoción, absorber cada gota de su sufrimiento para convertirlo en poder. Nada le divertía más que saberse vencedor de esta contienda. —Vaya, vaya ¿Quién lo diría? Una muñeca de trapo llorando. Ahora si que lo he visto todo —negó con la cabeza antes de pasar uno de sus dedos por la mejilla de la muñeca y echar un vistazo al cielo. Rachel tenía la mirada perdida en un punto fijo, tan vacía de voluntad como ahora lo estaba Tony.  —Si te sirve de consuelo —continuó el rey calabaza, sonriendo con esa mirada de locura ya tan conocida— nunca estuviste cerca de salvarlo, ninguno de tus amigos en realidad. Quedan menos de cinco minutos y aun así, lo lograré ¿te das cuenta? Ustedes nunca tuvieron oportunidad. —se acercó a su oído y le dijo, muy quedo pero con la claridad que solo ofrece la seguridad de lo que se está diciendo— Y las cosas son así. Entiéndelo de una vez. El mal gana en la vida real, es así como ha funcionado siempre.  Mientras el rey calabaza pronunciaba este discurso, el sonido de piedra sobre piedra volvió a sonar en esa sala y Rachel vio a través de sus ojos empañados en lágrimas como un surco circular se abría en el suelo y el aceite en llamas fluía hasta ese sitio, siendo completamente drenado hasta que no quedó una sola gota en los canales. De ese sitio, subió un caldero enorme de piedra negra que ascendió hasta estar completamente fuera y sellar la abertura. Contenía todo el liquido rojizo y oscuro que antes había avivado las llamas, pero que ahora burbujeaba sugestivamente. Todo este tiempo, la poción de las mil auroras había estado fluyendo frente a ellos con parsimoniosa tranquilidad y ellos no se habían percatado de ello. El fuego blanco bien podría haber sido la forma de concentrar más el liquido aceitoso y espeso. Rachel sabía lo que estaba pasando: era el sacrificio. Por fin ocurría el sacrificio. Y ella ya no podría impedirlo.  —Es así como debía terminar todo —continuó él, volviendo a acariciarla con una delicadeza que a Rachel se le antojaba repulsiva, pero no tenía ya fuerza para alejarlo, no tenía fuerza para luchar porque no había nada porqué luchar. Si tan solo tuviera esa navaja sin filo, podría defenderse en parte al menos, pero se había perdido en la caída. —¿Sabes? —el rey no se callaba, aunque faltasen esos cinco minutos, él utilizaría hasta el último momento para torturarla y luego arrancarle el corazón al cadáver de Tony, hacerse su poción y vivir inmortalmente por otro siglo— Creo que ya se me están ocurriendo muchas formas distintas de dar inicio a tu tortura, muñequita de trapo. Es una suerte que aún conserves la figura de una mujer, eso ya es mucho pedir en éste mundo de pesadilla. Desde hoy en delante, me serás de mucha utilidad. —cuando Rachel no dijo nada, él continuó, acercándose mucho a su oído— me gustaría saber como es que has hecho para llorar en un cuerpo de tela y hojas secas, y para ello, tendré que arrancarte muchas más.  Rachel permanecía silenciosa, pero en su interior había una tempestad apocalíptica que, curiosamente, la estaba haciendo sentir vacía. Ahora lo único que quería era morir como Tony. Daría lo que fuera por otro instante con él, para disculparse como se debía e implorar su perdón. Solo ella tenía la culpa de su sufrimiento, por ella es que había ocurrido todo. Por ella él estaba muerto. Indirectamente, Rachel había matado a Tony y en lo que le quedara de vida, si es que el Rey calabaza se cansaba al final de ella y la echaba al fuego, se lamentaría constantemente. El rey calabaza lo sabía, sentía sus sentimientos fluir con sus lágrimas y disfrutaba del espectáculo, pero debía darse prisa. Alzó la mano y el murciélago de antes voló, describiendo un círculo pronunciado hacia abajo, y depositó con una gracia insólita en su mano una copa de piedra. —Me parece correcto brindar por este amor que no fue, pero que pudo haber sido. ¿Te parece que es lo correcto, muñequita de trapo? —pasó sus dedos por su mejilla, descubriendo en ella la costura echa por Tony— ¿No crees que le debes eso por lo menos? No has sido capaz de protegerlo en todo éste viaje, le negaste la paz que su corazón necesitaba antes, después y ahora ¿Por qué te lamentas tanto? Era esto lo que querías ¿no es cierto? Cuando buscaste a otro hombre al terminar con él. Olvidarlo. Querías olvidarte de él. Ahora tendrás toda la libertad de hacerlo, ya eres libre de él. Rachel cerró los ojos con fuerza y evitó sollozar, no le daría tampoco ese gusto al monstruo que la sostenía con tanta crueldad. Si antes se había sentido a la deriva, con la opresión en el pecho, ahora ni siquiera podía ponerle nombre a lo que sentía. Pero se daba cuenta de que era una sensación que la acompañaría hasta el fin de su vida. Y si el rey calabaza así lo quería, su triste vida duraría siglos solo para su deleite.  —Pero nunca serás liberada de mi, Rachel, nunca. Tu alma como la de él me pertenece. Lo sabes ¿no es cierto? ¿es que no le dedicarás una sola de tus miradas a tu amado? —preguntó con una cruel risa el soberano de ese mundo— ¿ni siquiera por todo aquello que ustedes dos pudieron pasar juntos?  La tomó con mayor fuerza y sin consideración la obligó a volver su rostro hacia donde ella menos deseaba mirar. Rachel no quería recordar a Tony de esta forma, derrotado, ensangrentado, muerto. Como un cascarón vacío del alma tan particular que lo había llenado de esa irritante personalidad masculina que tan cautivada la tuvo desde que lo conoció. No quería que esa imagen reemplazara los agradables recuerdos buenos que aún conservaba en su interior de él. Quería que, al recordarlo, Tony fuese el hombre del que se enamoró y no al que no pudo salvar.  Por eso ahora apretó los ojos cerrados y se negó a mirar tirando del agarre del rey calabaza e intentando soltarse. No obstante, la sorprendió que de pronto, ese monstruo que la mantenía a un palmo del suelo, se hubiera quedado tan repentinamente callado. Ni siquiera su risa sardónica de triunfo se oía y Rachel sintió como aflojaba su agarre de hierro sobre su hombro hasta soltarla.  Ella se volvió a él, y abrió los ojos.  El semblante del rey calabaza estaba teñido de sorpresa. Tenía los ojos desorbitados y la boca abierta mirando un punto que Rachel sabía exactamente a dónde correspondía.  Solo entonces, cuando Rachel se atrevió a voltear a ver a Tony por una vez más, fue que vio lo impensable. En primer lugar, tras él, al otro lado de la habitación, la pitonisa se estaba poniendo en pie. Una de sus manos escamosas apretaba un sitio en su hombro del que manaba sangre y una herida grotesca coronaba su frente de igual forma. Tenía los dientes apretados por el dolor, temblaba, pero era claro que no se había dado por vencida, todo lo contrario, sonreía de una forma que sugería que su plan, fuese cual fuese, aún no estaba del todo arruinado. Aun no había amanecido, aun podía evitar el sacrificio. Pero ¿de qué serviría? Tony estaba muerto ya, ella había visto la daga hundirse en su piel y escuchado el sonido de su respiración interrumpida de golpe.  Pero ese hilo de esperanza hizo que sus ojos regresaran a Tony, a la imagen dolorosa del triangulo de piedra para darse cuenta de que en la vida ocurren situaciones imprevistas. El mortal seguía vivo. Tony respiraba profundamente, con dificultad pero en silencio, en su rostro podía leerse el dolor que estaba pasando, su pecho abierto se alzaba y de la misma forma bajaba a un ritmo lento al compas de la herida que se iba cerrando poco a poco. Se estaba curando.  Tony separó los parpados, y nuevamente, tras menos de cinco minutos, sus ojos se volvieron a encontrar con los de la muñeca. Rachel murmuró su nombre sin darse cuenta. Quería gritar, exigir respuestas y que se las diesen todas ¿Cómo? ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo alguien sobrevive a una herida de esa gravedad? —Vives... Estás vivo —sollozó volviendo a recobrar sus fuerzas.  —No por mucho —zanjó el rey calabaza, que se había recuperado a su vez de la sorpresa y ahora volvía a tomar a Rachel con la misma violencia de antes para evitar que hiciera algo que le costaría la vida.  Rachel se vio lanzada por quinta o sexta vez en este viaje al suelo. Pero antes de que pudiera levantarse, el rey calabaza ya estaba frente a Tony. La desesperación regresó tan rápido como antes se había ido, ella no sabía cómo ni porqué, pero esto no tenía sentido alguno, el rey lo mataría en serio ahora y ella estaba lista para impedirlo. Se intentó poner en pie pero ésta vez fue su tobillo el que la hizo caer. Ni siquiera sabía en qué momento había pasado, pero no le respondía esa parte de su cuerpo.  No obstante, la pitonisa, al otro lado de la habitación le hizo un gesto con el brazo, atrayendo su atención. La reptil había sido más rápida y se había ocultado tras un panel de piedra a tiempo para pasar desaparecida por el rey calabaza, pero se hallaba desarmada y herida. No sería capaz de nada si el rey aún conservaba su daga de piedra firmemente sujeta, pero esa conmoción inicial debía ser una ventaja que no se podían dar el lujo de desaprovechar. Y Rachel entendió por las apresuradas señas, que lo que necesitaba la pitonisa era su ayuda, necesitaba una de las dagas curvas que el rey dejó caer antes. Las mismas que le habían herido en la frente, el hombro y espalda. Y solo ella podría conseguirlas sin que el rey se apercibiera.  Las dagas se hallaban a poco más de seis metros de la muñeca de trapo. Seis metros insalvables para una muñeca coja del tobillo y la pierna rígida, pero eran metros que se obligaría a cruzar por Tony. Su seguridad estaba de nuevo en vilo, no sabía cómo, pero ahora que realmente podía hacer algo por él, nada le impediría ayudar.  Por otro lado, el rey calabaza sostenía la daga de piedra con fuerza mientras veía la herida en el pecho de Tony cerrarse por completo sin dejar el menor rastro en su piel de inusual palidez. Ni siquiera hubo sangre derramada que marcase el sitio en el cual antes se abría el tajo mortífero. Tony estaba completamente restablecido, cansado, con la huella del dolor aún torciendo sus rasgos, aunque estos se fuesen relajando de a poco, pero como si nada le hubiera pasado.  —¿Cómo es que estás vivo? —le inquirió el rey, aunque por el nivel de su voz y el tono, bien podría estar hablando consigo mismo.  No obstante, Tony le respondió, alzando una de sus cejas y sonriendo de medio lado.  —Si tú no lo sabes ¿Qué te hace pensar que yo si lo sé? —Había algo del sarcasmo típico de Tony en esa cansada respuesta que hizo sonreír esperanzada a Rachel. No sólo seguía vivo, sino que era el mismo fastidiado con ese ligero aire de superioridad de siempre.  Si al rey calabaza le molestó o no semejante respuesta, no lo mostró de ninguna manera. Solo siguió estudiando a Tony con la mirada mientras él se la devolvía con la fuerza de quien peleará hasta la muerte si es posible. Rachel, con renovadas fuerzas, en un avance lento, gateando, se iba acercando cada vez más en su lento paso por el suelo caliente aún por el fuego y la poción ya apagadas. Pero no evitó lanzar miradas de preocupación a la escena que se desarrollaba en el centro del triángulo de piedra, temía que, como hasta ahora, pasase algo imprevisto que arruinara definitivamente el plan. A todo esto, la pitonisa se estaba acercando tras el rey, aún más lento que el avance penoso de Rachel, se encargaba de no hacer ningún sonido más que el que de seguro hacía su corazón acelerado como el de la muñeca de trapo. Mientras él seguía aún ocupado tratando de entender cómo era que ésta situación se estaba dando, Tony volvió a mirar a Rachel. Sus ojos más luminosos que nunca, más afilados, pero con los mismos sentimientos que se reflejaban en ellos al mirarla.  El mensaje era claro: "Esto aún no termina. Pero todo estará bien al final"  Rachel se preguntó si éste no era desde el principio el plan después de todo.  El rey calabaza se había quedado quieto de pronto, como si a su mente corrompida hubiera llegado una posibilidad. Entonces, antes de que Rachel pudiera asustarse, el rey dio un paso más cerca de Tony hasta volver a reducir la distancia entre ambos a sólo un palmo. Tony intentó alejarse pero su adversario fue más rápido y lo tomó por el rostro con fuerza, impidiéndole echar hacia atrás la cabeza para evitarlo.  Rachel se detuvo, presa del terror. Ella ya no podía correr para impedir lo que sea que iba a suceder. Así que ésta vez, se quedó estática, observando la escena.  El rey calabaza parecía sentir que el mundo había desaparecido, su atención se concentraba en Tony, específicamente en su mandíbula que sostenía con más fuerza de la necesaria. Con su pulgar empujó sin cuidado el labio izquierdo de Tony incómodamente hasta que éste pudo ver sus dientes, revelando los dientes normales del hombre y, para asombro de todos, un colmillo bastante pronunciado que parecía seguir creciendo delante de los ojos de todos. El rey hizo lo mismo con el lado opuesto, mostrando como ahora Tony presentaba una dentadura bastante particular.  Rachel se quedó boquiabierta, pero también entendió todo al instante: La pitonisa siempre tuvo un plan, uno más elaborado de lo que siempre dijo.  Tony se soltó de su agarre como si este lo ensuciara y el rey no opuso resistencia, retrocedió como si lo hubiera golpeado, se quedó quieto y abatido sin despegarle la mirada— No es posible... Yo traje aquí a un mortal.  —La verdad es que todo ha sido más sencillo de lo que cree, su alteza —todos volvieron su atención, una vez más, a la reptil, que decidió revelar su presencia por fin— usted no es el único que domina el arte del condensado de pesadilla. De repente, sus ojos parecieron brillar con un fuego profano.  Rachel se dio cuenta de que debía apresurarse, por lo que con la dificultad más grande, se puso en pie y cojeó hasta donde se encontraba una de las dagas curvas justo a tiempo y su mano se cerró en el mango con desesperada fuerza antes de incorporarse y lanzársela con un movimiento torpe, aunque efectivo, a la pitonisa. Tras Tony, en lo alto de la pared norte, un rayo de luz solar calló sobre la escena justo en el momento en el que el rey calabaza se volvía por completo a la reptil, con un gesto de comprensión tardía en el rostro, y la luz tocó su cabeza.  La pitonisa, parpadeó con ese tercer párpado suyo y después atrapó la daga en el aire apuntándola al rey para que este no hiciera nada imprevisto mientras el sol le daba de lleno. Se produjo un cambio en la atmosfera que llenaba esa habitación, primero el aire se volvió más caliente, después el viento que antes los había sorprendido en la cueva, vino con toda la potencia de un huracán. Parecía como si la fuerza de la maldad anidada en ese mundo de pesadilla azotara con toda su apocalíptica influencia. Entonces mil formas oscuras escaparon de entre los pliegues de la túnica del rey calabaza, más corpóreas que sombras pero menos que fantasmas, los mismos espíritus negros que antes habían estado en el interior de Earl y J. Los mismos que antes plagaron el aire e hirieron a Tony. A la vez, muchos otros fueron expulsados por la boca y ojos del rey calabaza como liquido oscuro. Casi como si de él escapase toda la poción de las mil auroras que hubiera ingerido en milenios y se evaporase en el aire. Todos los espíritus escaparon ascendiendo en el aire en múltiples direcciones indefinibles perdiéndose en el cielo o en las sombras, desapareciendo tan rápido como habían llegado y el rey pareció perder todo su poder con ese acto. La copa resbaló de sus dedos para caer después al suelo donde se hizo añicos. Pero el sonido de las voces susurrantes de los espíritus las opacó al completo. Rachel pensó que se parecían a las voces de aquellos arboles, voces de tierra y madera podrida, voces antiguas, escalofriantes. Al perder su vitalidad, el rey, convertido ahora en un humano como todos los demás, se vino abajo, hincando una rodilla en el suelo con un jadeo. Toda la maldad que antes parecía impregnarlo, se había derretido de su piel, dejando simplemente al hombre que una vez fue. Se veía como si su piel se hubiese vuelto de polvo. Parecía a nada de morir, por debilidad, pero eso no le quitaba esa expresión de odio demoníaco que era parte de su ser. En sus ojos había mil cosas que no podía decir, quien sabe porqué razón, tal vez porque podía romperse en el intento. Tras ellos, el caldero rebosante había dejado de humear la poción, ésta parecía estarse solidificando ante la luz solar hasta volverse piedra por completo.  Rachel y Tony se quedaron mudos ante ese espectáculo grotesco, cada uno en su propia posición. Pero ambos sabían qué era lo que debía pasar a continuación. Desde un principio la pitonisa les había dicho cual era el fin de este plan, aunque se hubiese abstenido de relatarles en que consistía ese plan. No obstante, eso no hizo que presenciarlo fuere menos impactante. La pitonisa se acercó al moribundo rey, siempre apuntándole con la daga. Él pasó dificultosamente su lengua por los labios, aunque esta fuese la de una persona normal, tuvo el mismo efecto desagradable que cuando fue negra. —Esto es lo que pasa cuando desafías a una pitonisa... —le siseó la reptil acercándose mucho a él y sonriendo como tantas veces había hecho él mismo,  antes de hundir la daga en la garganta del rey calabaza.
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