¿Te diviertes, Marian?
23 de noviembre de 2025, 9:09
—A ver si entendí... ¿Vas a desencantar a Juan? —Marian asintió pasando la página una y otra vez, en busca de algún contra hechizo— ¿Eres consiente de que la pobreza a disminuido cierto? y el nuevo Juan solo lleva una semana de reinado.
—No es un Juan verdadero —explotó ella guardando el libro con severas molestias por no encontrar lo que buscaba— y puede ser que yo también esté inclinada hacia él. Pero es demasiado irreal para ser el Juan que ya conozco.
—Déjate de habladurías. ¡Amas al príncipe Juan! —se oyó desde dentro del bolso tan fuerte que la señora que pasaba al lado de Marian volvió la cabeza extrañada.
—Imposible no querer a un príncipe tan benévolo —rió la señora y desapareció tras la esquina.
Marian sacudió la bolsa a sabiendas de que el roedor seguía dentro y gritó en un murmullo.
—¡Me pones en ridículo, Therkie!
—¿Qué otra prueba quieres para saber que lo que te digo es cierto? —gruñó y por los pliegues de la bolsa comenzó a escaparse el humo.
—Hagamos un trato —rugió de pronto la Lady alejando la bolsa lo más posible de ella y tomándola con el indice y pulgar. Se encontraban al borde del bosque de Sherwood, en la linea en la que acababa el pueblo y aparecían los primeros árboles— El príncipe pasará por aquí en unos instantes. Nos esconderemos aquí a verlo y ahí veras que tan cambiado está.
—¿Y que ganas tú con eso? —rezongó saliendo de la bolsa chamuscada y subiendo a las ramas del árbol más cercano, junto a la Lady que ya se había situado a una rama bastante grande.
—Que tu bocota de hamster se cierre. —chilló irritada rodando los ojos y agudizando la vista— ¡Ajá! allá viene, atento.
Ambos espías fijaron su mirada en un circulo de personas que venían haciendo ruido y riendo con paso lento. Entre ellos, a un palmo más abajo, se encontraba el dichoso, y tan mencionado en esta historia, príncipe Juan. A ojos normales seguía siendo igual, su ropa de rey prematuro, su caminar imperioso y su irritable personalidad seguían vivamente presentes.
No podían oír la conversación, pero fue obvio la orden de entregar el oro al campesino más cercano, a quien se le dieron dos sacos repletos. Hizo otro tanto a otras tres personas más mientras se acercaba y ahí fue cuando el barullo se hizo más audible.
—No quiero que os preocupeis más por eso —sentenció frío y cavilante sacando de su bolsillo el pergamino con los planos de reconstrucción del castillo. Lo extendió al público— ¿lo ven? Este es su reino, nuestro reino. Y a partir del regreso del rey Ricardo Corazón de León, comenzarán las mejoras para Nothingham.
Marian había visto rara vez al pueblo tan animado y contento por algo que el príncipe declarara. Por lo mismo se tensó en su lugar.
—Esto solo me confirma tu paranoia, Marian—rió entre dientes el interno dragón en Therkie— déjate de estupideces y cásate ya con él, será lo mejor para el reino.
La lady lo agarró y metió en la bolsa de nuevo asegurándose de quedarse bien escondida para no ser vista cuando el príncipe era colmado de elogios y buenos deseos mientras se acercaba imperturbable e irascible. Un hermoso caballo pinto fue traído hasta el final del pueblo para él, en el cual Juan estaba por montar.
Marian entonces vio por el rabillo del ojos derecho una mancha de color verde más oscuro que el follaje de los árboles, pero que se entremezclaba con él.
—Oh no...
—¿Qué? —quiso saber el hamster.
—Robin...
Pero antes de terminado ese nombre y enfocada su vista en él, Robin alzó un dedo y se lo llevó a los labios acompañado de una sonrisa y un guiño. Y antes de que Juan pudiese tomar las riendas de su caballo, ocurrió el desastre.
No era posible estar tan enojada como lo estaba la joven Lady con Robin por algo que francamente no era tan malo, pero su ira aumentó mil veces al ver de qué era capaz su inmadurez pueril.
El pequeño Juan y Tuck salieron de los árboles balanceándose con lianas atadas a la cintura. Hubiera sido todo un espectáculo circense, si tan sólo el objetivo de ello no fuese bañar al príncipe con pintura desde lo alto. Una ráfaga de azul y verde, amarillo y rojo y finalmente un rosa chillón convirtieron al príncipe Juan en menos de una masa multicolor.
Robin, el pequeño Juan y Tuck se ubicaron en un árbol de ramas bajas, lo suficiente para tener una vista predilecta de su obra de arte. Y luego estallaron en risas.
Marian, azorada, miró hacia el pueblo de Nothingham con el temor de encontrarlo en igual estado de jocosidad. Pero, los campesinos ya no sé alegraban por las desgracias de su príncipe, principalmente porque le había cogido respeto después de todo lo bueno que había hecho por ellos, su príncipe era bueno y benevolente a su manera, nadie quería que fuera humillado de esa forma tan grosera.
Por lo mismo, ella contuvo el aliento al verlos acercarse de nuevo, pero está vez para salvaguardar a su príncipe haciendo un círculo a su alrededor. Los abucheos estuvieron de más, así como también los palos, piedras y zapatos que fueron a caer en los tres bandidos. Robin dio la cara, como debía ser, explicando que todo había sido una broma para el tirano del príncipe. Pero él pueblo lo echó a fuerza de lanzarle objetos. Quien diría que los campesinos tuviesen tanto puntería.
Marian, y ahora Therkie, observaron a la banda de Robin huir al bosque, desterrados por los mismos que ayudaron en algún momento. Pero es que, meterse con su príncipe era cosa sería y ellos harían de todo por su príncipe. Los campesinos ayudaron a Juan a ponerse de pie y lo limpiaron ahí mismo con pañuelos lo mejor que pudieron, aunque gran parte de la pintura se había secado hace rato.
—Bien, esto no me lo esperaba —bufó Juan, mirando en derredor. Marian había esperado que explotara de viva ira en contra de Robin, pero cuando él mismo comenzó a reír con los súbditos, ella sin duda no supo qué hacer o pensar más que ver con aún más atención.
—Pero, Príncipe —le inquirió un guardia conmocionado como la lady misma— ¿no está molesto?
El noble monarca agitó su cabeza de cabellos anteriormente dorados, regando al guardia con pintura rosa— Búsquenlos y ofrezcanles un puesto en el castillo. Serán bufones reales muy buenos. —y dicho esto estalló en risas y el pueblo lo acompañó. Entonces, tras el regreso del pueblo a Nothinham, el príncipe se quedó en donde estaba y dirigió una mirada hacia Marian, detrás del árbol.
—¿Te diviertes, Marian? —ella se tensó violentamente en su lugar— ven, se nos hace tarde... Si no tienes inconveniente de celebrar nuestro picnic con una pintura andante, por supuesto.