ID de la obra: 1418

Muchos secretos para un monorrail

Het
PG-13
Finalizada
1
Tamaño:
25 páginas, 11.305 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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Francis/Lila: 3

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Francis tarareaba su canción mientras esperaba a Lila en la sala. Fiera, el ratón, lo vigilaba muy atentamente desde la puerta de su jaula mientras mordisqueaba su comida. El camarero pensaba en lo que ocurrió últimamente, en especial con Lila, no de esa manera superficial sino más profundamente. Aún no daba crédito a sus ojos, casi estaba ansioso por experimentar y descubrir que más había escondido con respecto a esa joven mujer de ojos hermosos. Lila apareció con una mochila y una maleta pequeña, su cabello estaba ligeramente recogido, desarreglado y casual y su ropa volvió a cambiar. Su blusa ahora era blanca complementada con unos jeans rotos en las rodillas. Francis se sintió en parte opacado por su vestimenta que era una simple playera azul y vaqueros. Volvía a pensar que todo estaba al revés. Los uniformes le daban a todo un aura menos divertida a pesar de ser eso lo que repartían en sus viajes a los niños. ¿Cuando desapareció Lila la inflexible, centrada, aburrida y organizada conductora del monorrail para aparecer Lila la divertida, interesante, hermosa, talentosa y extrovertida mujer sencilla que caminaba y reía frente a él? —Como yo siempre digo, mejor temprano que tarde— Bueno, aún conservaba su personalidad y mismas frases. Eso le recordaba que aún era la misma Lila que conocía y no una copia mejorada de ella. Eso lo aliviada en cierto modo, el pensar que no la había subestimado demasiado.   Subieron al autobús que los llevaría al aeropuerto, Lila de primera junto a Fiera que dormía en su jaula y él segundo. Lila no dijo mucho aunque Francis intentó sonsacarle más secretos. Por alguna razón le pareció que ella había tomado un aura triste y casi melancólica y sus respuestas ya no llevaban ese tonito cantado que indicaba su euforia. Francis se sintió horrendamente culpable y creyó ver a Fiera recalcárselo con sus ojillos saltones y azules. Cuando bajaron Lila pidió los boletos, Francis se distrajo mirando hacia los lados, quizá vería algún conocido o quizá simplemente no quería mirar a los ojos a su compañera de viaje que volvía a sonreír como si nada iluminando todo el lugar. —Bien— dijo de pronto sacándole un brinco —Fiera llegará a nuestro destino luego en otro avión.  —¿Y nosotros? No me has dicho exactamente a donde iremos— Lila sacó de su bolsillo un pequeño trifolio que le extendió para que Francis pudiera ver. —Como conductora de monorrail e visto muchos lugares, bueno, corrijo, hemos visto muchos lugares increíbles— decía la castaña ampliando su sonrisa —Por lo que hice una lista de esos lugares que no atravesamos, podemos descartar alguno si así te parece Francis, total, tengo amigos pilotos que siempre me conseguirían vuelos baratos después para visitar esos lugares yo sola.    El pequeño camarero estudió el plan de viaje, eran tres países muy exóticos que nunca había soñado con atravesar. Pero ir de un lado a otro no era barato, todo lo contrario era inalcanzable para el joven Francis. —Ya sé lo que piensa, demasiado caro, le recuerdo que tengo amigos pilotos.  Francis miró agradecido a la castaña pero esta solo le devolvió la mirada con una pequeña sonrisa traviesa. ¿Cuándo comenzó a contagiarlo esa sonrisa? Se sentaron en una banca del aeropuerto viendo pasar personas que corrían con sus maletas porque perdían su vuelo, o personas reencontrándose después de mucho tiempo. Francis sonrió inconscientemente contemplando las escenas como un espectador de una obra de teatro.   —¿Giovanno?— preguntó Lila a su lado con una especie de emoción. Francis ahora vio a un pelirrojo de oblicuos ojos verdes abrazar a Lila y ésta retribuir con igual cariño. Se fijó bien en él y sólo entonces lo reconoció, era la viva imagen de un retrato que había estado viendo en casa de Lila la noche anterior. Ella presentó muy cordialmente a su joven compañero de viaje al apuesto pelirrojo que escaneó de pies a cabeza a Francis haciéndolo sentir nervioso por su fuerte mirada que parecía juzgarlo tal y como Fiera lo hacía desde su jaula. Sin embargo este le sonrió (algo falsamente) y estrechó su mano muy fuerte para su gusto, cosa de la que Lila no se percató ya que volteó un segundo al megáfono que anunciaba que su vuelo estaba por partir en unos quince minutos. —Fue maravilloso encontrarte Giovanno— le dijo muy educada regresando sus claros ojos al pelirrojo —pero Francis y yo tenemos un vuelo a Europa que no puede esperar.    El pelirrojo expresó su tristeza porque ella se fuera tan rápido sin siquiera compartir un café con él pero Lila, siempre firme y autoritaria, no se detuvo ni un momento. El pelirrojo la tomó de la mano en la cual depositó un sutil beso acompañado de una penetrante mirada de ojos verdes, y ella sólo volteó a un lado sonriendo. A todo esto, Francis caminaba atrás con las maletas, suyas y de Lila, tratando de alcanzarlos. Giovanno se retiró pero no por eso dejó esa mirada verdosa y penetrante desde la banca del aeropuerto. Ya en el avión Francis sintió que no tenía derecho a preguntar quién era el desconocido ese, pero tan pronto estuvieron solos en sus asientos, de su boca saltaron las palabras. —Era Giovanno, te lo presenté Francis— decía ella sonriéndose —es un viejo amigo.  —Es el mismo tipo del retrato que había en mi habitación— Francis consideró ponerse cinta adhesiva en la boca para evitar ser aún más imprudente. Pero Lila adoraba las preguntas y no se molestó en contestarle. —Bien si, tuvimos algo que ver, ¿no lo reconoces? Él iba al monorraíl vestido de mecánico para hablar conmigo— El camarerito abrió desmesuradamente sus ojos achocolatados —Sí, era muy lindo y me encantaba su forma de ser, pero las personas cambian y algunas como yo viajan por el mundo acompañados de otros chicos, entonces él me dio a elegir: el trabajo de mi vida, o una vida junto a él.    Lila miraba por la ventana mientras le relataba a Francis cada cosa y él escuchaba atentamente hasta que ella se detuvo y sólo le sonrió. Francis no supo realmente por qué hizo lo que hizo, ya que él no era mucho de impulsos, pero su mano se entrelazó con la de su compañera de viaje. Ésta le sonrió dulcemente para luego voltear a la ventana de nuevo, el camarerito no quiso hacer nada para separarse de ese contacto ya que era muy tibio y hasta se atrevería a decir que lindo, no hace falta decir también que su corazón le iba a estallar. Lila ni al caso, ella solo veía por la ventana en el momento del despegue las nubes de algodón pintadas de oro por el amanecer. Fue un vuelo de dos o tres horas, ya no lo recordaba, pero en todo el tiempo ninguno hizo nada para separar sus manos que seguían entrelazadas.
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