Capítulo 7 : Chisporroteo
23 de noviembre de 2025, 16:42
El destornillador finalmente encajó en su sitio cuando Rynoh lo empujó contra la placa base. Un instante después, una descarga eléctrica le recorrió el brazo con un chispazo violento. Soltó un chillido agudo mientras daba un torpe traspié hacia atrás, sacudiendo la mano como si eso fuera a apagar el dolor.
Bash estalló en carcajadas, su risa profunda y gruesa resonando por la tienda.
—¡Ja! ¡Te achicharraste el cerebro, Rynoh! ¡Y eso que ya era pequeño! —Aún con la risa distorsionando su voz, lo señaló con uno de sus dedos gordos— ¡No eres tan listo como crees!
Rynoh, se pasaba la mano contraria por el brazo electrocutado, con los dientes apretados en una mueca de dolor. Con un resoplido de impaciencia, empujó con frustración el X-Reader sobre la mesa, deslizándolo más allá, como vengándose del golpe eléctrico.
—No le veo la gracia. —masculló con rabia, fulminándolo con la mirada. Agitó los dedos, tratando de probar que todo estaba en orden mientras el hormigueo se calmaba en sus músculos— Era más fácil cuando Lokar nos arreglaba los aparatos...
—Ahora se la pasará arreglando a esas tres latas que nos reemplazaron. —bufó Bash, aun riendo— Como si pudieran ser mejores que nosotros.
—Esas latas tienen los X-Readers funcionando —masculló el chico alto.
—Deberías ver tu cabello —soltó el rubio, a carcajadas— pareces un erizo.
Rynoh se llevó ambas manos a la cabeza para poner en orden el cabello que se le había erizado. Bash no podía dejar de reir ante esto, en un futuro trataría de no olvidarlo para molestarlo cada vez que pudiera.
—Al menos yo estoy haciendo algo, sabiondo —gruñó Rynoh, sacándose la diadema para terminar de peinarse con los dedos antes de volver a colocarla en su lugar como si nada hubiera pasado.
—Yo también estoy haciendo algo —alzó las enormes manos con los tornillos que había estado recogiendo— llevo ayudándote todo el rato.
—Pues vaya ayuda resultaste —flexionó los dedos un par de veces con cara de fastidio.
—No me culpes a mi, si te ibas a achicharrar, lo ibas a hacer con o sin mi ayuda —volvió a reírse en gran medida.
Zylus regresó del exterior de la tienda con una expresión de triunfo. Llevaba su X-Reader en su enorme puño verde, activo y con el holograma girando delante de su rostro. La carta de Drudger apareció en el centro, al lado de sus ataques Oil Slick y Debris Harvest.
Les dedicó una mirada avisa a sus compañeros.
—Este ya está listo. —les dijo devolviéndoselo a Bash, que lanzó los tornillos para recuperar su X-Reader— Dame el tuyo, Rynoh, es evidente que no sabes ni cómo desconectar un cable.
Rynoh entrecerró los ojos, su orgullo herido más que su brazo electrocutado— Oh, claro, su Majestad Zylus el Iluminado —bufó con sarcasmo, lanzándole el X-Reader sin demasiado cuidado—. A ver si tú puedes arreglar este sin achicharrarte los dedos.
Zylus lo atrapó con facilidad, ni siquiera parpadeó ante la actitud del otro. Su media sonrisa de suficiencia se amplió mientras giraba el dispositivo en sus manos, inspeccionándolo con ojos críticos.
—Yo no hago estupideces, Rynoh. —Se agachó junto a los restos de herramientas esparcidas por la tienda y recogió un destornillador que antes había estado usando Rynoh para picar descuidadamente el interior del dispositivo—. A diferencia de ustedes, yo si sé lo que estoy haciendo.
Bash, aún con la risa atrapada en su garganta, le dio una palmada en la espalda a Rynoh con tanta fuerza que casi lo tiró otra vez— ¡Vamos, hombre! Deja que el jefe haga su magia. Mientras tanto, puedes seguir probando si tu brazo sigue funcionando. —Le levantó la mano electrocutada y la sacudió como si fuera un juguete roto—. ¿Sientes esto?
Rynoh le propinó un manotazo para apartarlo, sin poder evitar una pequeña sonrisa irritada. No podía molestarse de verdad, la posibilidad de volver a ser guerreros le emocionaba tanto como a los demás. Así que, aún moviendo los dedos agarrotados y hormigueantes, se quedó expectante contemplando como su X-reader era diseccionado por el líder.
Zylus ya no les prestaba atención. Con el ceño fruncido y los labios apretados, trabajaba con precisión, su enorme mano sosteniendo los delicados cables con cuidado. De vez en cuando, pasaba la lengua por su colmillo en un gesto de concentración, mientras la pantalla chisporroteaba levemente, amenazando con apagarse.
—Si esto funciona… —murmuró, más para sí mismo—. Si logramos que estos pedazos de chatarra vuelvan a encenderse…
No terminó la frase. Pero no hacía falta. Rynoh y Bash se miraron, compartiendo una chispa de emoción entre ellos. Volverían a pelear, a ser guerreros kairu. ¡Y nadie, ni siquiera Lokar, los detendría!
—¿Porqué no me dejaste darle un puñetazo para ver si así funcionaba? —le preguntó Bash a Rynoh, hablándole en un murmullo para evitar que Zylus se desconcentrase.
—Por razones obvias, tonto —le chistó él, entrecerrando sus ojos anaranjados sin iris ni pupila hacia él— Ahora mismo uno de esos aparatejos vale por cinco de ti.
—¡Oye! —Bash hizo una mueca, ofendido, susurró en protesta—. Soy al menos diez veces más útil que un X-Reader.
Rynoh resopló, cruzándose de brazos— Claro, seguro. ¿Cuántas veces has arreglado algo sin golpearlo antes, grandote?
Bash abrió la boca para responder… y luego la cerró, frunciendo el ceño como si realmente estuviera intentando encontrar una ocasión en la que su método hubiera funcionado. Pareció optar mejor por darle un verdadero puñetazo a Rynoh para ver si así se arreglaba y tener un ejemplo que usar.
Zylus, sin apartar la vista del X-Reader que tenía entre las manos, exhaló con fastidio.
—Cállense de una vez. —gruñó, interrumpiendo a Bash en el momento justo en el que echaba hacia atrás el puño— Si la batería se sobrecarga otra vez, los dos acabarán con el pelo quemado.
Rynoh y Bash compartieron una mirada, y decidieron dejar las peleas para otro día. Expectantes, guardaron silencio.
En la tienda no se oía nada, incluso el aire se volvió denso. El chisporroteo ocasional del dispositivo y el crujir de los dedos de Bash, que jugueteaba con una pieza metálica sin dejar de lanzar miradas furtivas a Zylus.
Cuando un enorme estallido a escasos metros de la tienda hizo reverberar hasta el último de sus huesos, los tres se miraron con sorpresa antes de apurarse afuera para ver qué pasaba.