Capítulo 9 : Frustración
23 de noviembre de 2025, 16:45
El calor y el humo los envolvieron apenas cruzaron la entrada destrozada. Rynoh tosió con fuerza al inhalar de más, entrecerrando los ojos ante la neblina sofocante. Tiró del cuello de su ropa para cubrirse la nariz y la boca, sin mucho éxito. Zylus, más resistente, alzó un brazo para protegerse de las vigas tambaleantes que amenazaban con desplomarse en cualquier momento.
Mientras tanto, Bash se movía entre los restos con una facilidad insultante, como si el fuego y el caos no fueran más que un ligero inconveniente. A patadas y manotazos, apartaba cosas en llamas, escarbando sin preocuparse por si lo que agarraba era suyo o no.
Entre sombras parpadeantes y el crepitar del fuego, Zylus rebuscó frenéticamente, pateando tablones y apartando escombros. Sabía que sus cosas estaban por ahí, pero la maldita tienda ya no tenía forma de tienda, y su sentido de la orientación nunca había sido su fuerte. Su ropa, su pelota espacial y, lo más importante, su X-Reader. Todo estaba enterrado en alguna parte.
Rynoh, con algo más de sensatez, registró el suelo con la mirada hasta dar con su cofre, medio sepultado entre los restos y, por supuesto, debajo de la mole que era Bash. Chistó con impaciencia y trató de sacarlo, pero en cuanto lo logró, una viga vencida se desplomó a centímetros de donde estaba su cabeza. Maldiciendo su suerte, rodó por el suelo para esquivarla.
Por su parte, Bash ya había apilado un botín de lo más aleatorio en sus brazos: un guante sin dueño, unas pieles rotas, una lanza que claramente no le pertenecía.
—¡Encontré las cosas! —anunció con orgullo antes de lanzar su tesoro hacia la salida sin preocuparse por si algo se rompía en el proceso.
—Genial, me alegro por ti. —Zylus resopló, irritado— ¡Rápido, busca el X-Reader! Eso es lo que importa, cabezota.
Rynoh, que al menos conservaba una pizca de sentido común en medio del desastre, levantó la vista y frunció el ceño al notar un bulto que se removía bajo un montón de escombros humeantes.
—¡Oigan! —ladeó la cabeza y arqueó una ceja antes de mirarlos— Ky sigue aquí dentro.
Zylus ni siquiera alzó la mirada, en plena batalla con su propia caja, que se negaba a salir de debajo de un tablón pesado.
—¿Y? —gruñó, tirando con más fuerza— Lo que importa ahora es el lector. Ky se metió solo aquí. Y si no encontramos el lector, no podremos estar en el reto Kairu.
—¡Aquí está el X-Reader! —gritó Bash con emoción, alzándolo sobre su cabeza para que los demás lo vieran.
Zylus giró de inmediato, los ojos encendidos de expectación— ¡Bien hecho, grandote! Pásamelo. —asintió con aprobación, el alivio dibujándose en su rostro.
—¡Bien! ¡Atrápalo! —anunció Bash con la misma energía, y sin pensarlo dos veces, lo lanzó con toda la fuerza de su entusiasmo.
Fue entonces cuando Zylus experimentó un segundo de pánico absoluto. Su mirada siguió la trayectoria del aparato en un arco perfecto y luego vio cómo pasaba de largo, directo hacia la salida de la tienda en llamas.
—¡No, no, no, no, NO! —chilló, lanzándose tras él con desesperación.
Rynoh soltó una risa inoportuna, una de esas que aparecen en los momentos menos adecuados, antes de girarse hacia donde estaba Ky. El humo ya era demasiado espeso y la estructura crujía con siniestra inminencia. Ahora que Zylus se había lanzado tras el X-Reader, no quedaba más opción.
—Vamos, Bash, salvemos a este tonto. —Indicó con la cabeza el bulto que se retorcía entre los escombros.
—¡Genial, ahora también salvamos a Ky! —exclamó Bash, arrastrándolo con una mano mientras mantenía parte del botín en la otra— antes de que se achicharre.
Lo sacaron de entre el fuego justo antes de que una de las vigas principales colapsara con un estruendo, desatando una ráfaga de brasas al caer. Afuera, Zylus los esperaba tiznado de hollín, golpeando su X-Reader con el ceño fruncido, intentando que volviera a la vida.
Cuando vio a Ky desplomarse en la nieve después de ser arrastrado como un saco de patatas, su paciencia alcanzó el punto de ebullición.
—Oh, claro ¿Alguien más? —Zylus bufó mientras se acercaba a ellos a trompicones, se había medio quemado un pie al pisar una viga en llamas— ¿Quieren meter a uno de los robots también? ¡Hagan de cuenta que somos una maldita brigada de rescate!
—No exageres, Zylus, esto no es caridad. —respondió Rynoh con fastidio, dándole manotazos a su manga, que todavía humeaba— No somos buenos, pero tampoco somos salvajes.
Se llevó una mano al X-Reader, que misteriosamente había sobrevivido al desastre. Lo encendió con un clic y un destello holográfico apareció ante él. Spykor brillaba en medio, junto a las cartas de Insanity Ink y Shadow Punch.
—¡Ey, el mío ya reaccionó! —gritó, eufórico— ¿Todo bien con el tuyo?
Zylus resopló.
—Pues ahora ya no importa nada... —resopló el líder, pateando su caja medio chamuscada— el mío se fundió, hombre...
De la nada, Boomer salió disparado como Froztok, estrellándose contra otra tienda con un estruendo sordo. A pesar del golpe, se sacudió la nieve y su transformación se terminó. Sin pensarlo, fue hacia donde Ky había sido abandonado sobre la nieve. Maya también se incorporó con dificultad, tambaleante. Estaba a punto de transformarse de nuevo en Harriet cuando su mirada se desvió hacia su líder.
Apenas a unos metros de distancia, los Battacor se habían escondido tras unas carpas, observaban la batalla sin ser vistos. Una ventaja enorme. Con los Stax prácticamente fuera de combate, podrían meterse en el juego sin que nadie los detuviera.
—Zylus ¿Qué hacemos? —preguntó Bash, sosteniendo su X-Reader en alto como si pidiera permiso—. ¿Nos hacemos cargo o qué?
Zylus forcejeaba con su X-Reader, intentando destrabarlo. No alcanzó a responder porque, en ese instante, los Hiverax aterrizaron justo frente a ellos. El impacto levantó una onda expansiva de nieve que los envolvió de golpe, cubriéndolos bajo una capa blanca. Rynoh se llevó la peor parte: quedó completamente enterrado, con solo la punta de la diadema asomando entre la nieve.
Los robots los observaron desde su altura.
—¿Son estos los renegados? —murmuró el Hiverax rojo, ladeando la cabeza mientras los examinaba con ojos críticos— Creí que serían más interesantes.
—¿Qué esperabas? —rio el verde, con una mueca burlona—. Viéndolos así de patéticos, seguro Lokar se moría por echarlos, pero no podía porque no nos había terminado.
El último, el azul, se adelantó sin ninguna prisa y, con toda la insolencia del mundo, le retiró la nieve de la nariz a Zylus con un solo dedo.
—Bueno, hay que admitir que hasta alguien como Lokar puede equivocarse.
Los tres Hiverax rieron al unísono.
Zylus apartó de un manotazo la mano del robot, gruñendo con disgusto, mientras se sacudía los restos de nieve. Pero Nexus solo dio un paso atrás, aún sonriendo con burla. El líder Battacor estaba aterido de frío y frustrado. La nieve se le había colado dentro del X-Reader, complicando aún más su intento por hacerlo funcionar.
—Estúpidas latas… —gruñó, apretando el puño verde con furia—. ¿De verdad creen que pueden medirse con nosotros? Los haría trizas con mis propias manos si no fuera en contra del código Kairu.
Vexus se inclinó un poco hacia adelante, con un brillo malicioso en la mirada.
—Hermanos... —dijo con voz pausada, sin dejar de observarlos con aire de superioridad—. Los Stax no pudieron contra nosotros, eso ya quedó claro. ¿Por qué no nos divertimos un poco con estos tres antes de llevarle el kairu a Lokar?
Bash se sacudió la nieve de un manotazo y entrecerró los ojos, clavando la mirada morada en los ciborgs.
—Déjame enseñarles, Zylus… —gruñó mientras adoptaba la postura para lanzar el reto Kairu—. Déjame despedazarlos.
A su lado, Rynoh castañeaba los dientes, aún temblando, pero libre por fin de la montaña de nieve. Estaba tan enojado como congelado. Se sacudió la cabeza para quitarse los copos restantes. Quiso ajustarse la diadema, pero los dedos temblorosos la dejaron caer.
—Les borraremos esas estúpidas sonrisas de la cara. —gritó, recogió la diadema y en vez de ponérsela, adoptó la posición del reto kairu de igual forma.
Zylus suspiró. Él era el único que ahora no tenía posibilidad. Sería muy egoísta no dejarlos desquitarse y él era egoísta, pero no tanto como para negarles el callar a los trastos esos. Los Hiverax no solo los estaban provocando: les estaban restregando en la cara que eran sus reemplazos. Cuanto antes se callaran, mejor para todos.
Su expresión se endureció— Muéstrenle de qué están hechos los Battacor, chicos.
Notas:
Este capitulo quedó más largo, por alguna razón indefinida que aun no comprendo 🤔😅
Gracias por sus lecturas, solo paso a recordarles que si les gustó, pueden comentar o votar, todo es profundamente apreciado ✨🤍😊