Capítulo 3 : Rebajarse
23 de noviembre de 2025, 23:09
—Un regalo para los que sí saben obedecer…
Maya apretó los puños, los ojos cargados de una furia que ocultaba su creciente miedo.
—No importa lo que digas —espetó, clavando la mirada en Lokar, dando un paso hacia adelante para gritarle con mayor fuerza—. No vas a ganar. Ky y Boomer vendrán por mí, y el Maestro Boaddai no va a permitir que te salgas con la tuya esta vez.
El silencio que siguió fue apenas un latido, hasta que Zane soltó una carcajada seca y exagerada.
—¿En serio, Maya? ¿Vas a apostar tu pellejo a la esperanza de que tus amiguitos te salven otra vez? —se echó hacia atrás para seguir riendo— ¿Es que la damisela esperará a que la salven en vez de responsabilizarse de su propia vida?
—Aw, pobrecita… —Zylus le siguió, con voz burlona— ¿cree que el Maestro Boaddai todavía la considera su alumna favorita? Qué ternura.
Diara sonrió con ese aire superior que siempre usaba cuando iba a soltar veneno como su monstruo cobra.
—No se ha enterado, ¿verdad? No todos los cuentos tienen finales felices. Y no todos los héroes llegan a tiempo.
Rynoh no se rió, pero bajó la cabeza, sonriendo apenas con un gesto más resignado que cruel. Maya en ese momento lo odiaba con todo su ser y planeó golpearlo con sus propias manos con fuerza la próxima vez que el chico estuviera cerca.
—Sí… bueno. Podrías quedarte sentada esperando a Ky todo el día. —Rynoh se encogió de hombros— Yo, en tu lugar, no contaría con nadie que tenga el sentido de la orientación de un ladrillo como ese par de idiotas. ¿Sabes que ni siquiera se han dado cuenta de que no estás en el X-Scaper? tardarán algunos días en preocuparse y para entonces será muy tarde.
Las risas se multiplicaron. Koz soltó un silbido burlón, y hasta Bash, que usualmente no reaccionaba hasta mucho después, esbozó una sonrisa ladeada. Lokar disfrutaba de la escena y de la maldad de sus estudiantes, parecía tan complacido como un maestro el día de las graduaciones.
Maya sintió que las paredes se cerraban. Su nombre, su pasado, todo lo que creía seguro se desmoronaba en esa cueva donde el tiempo parecía detenido y la oscuridad tenía dientes. Pero no cedió, enderezó la espalda, aunque por dentro todo temblaba.
—¡No necesito que me salven! —gruñó, bajo pero firme—. Solo necesito un momento y me liberaré cuando menos lo esperen, ustedes no van a verlo venir.
—Qué ironía… —Lokar volvió a hablar, su voz como una garra lenta arrastrándose sobre la piedra— Justo como tu madre antes de terminar sin su kairu oscuro. Cuando pude hacerle lo mismo que pienso hacerte, me liberé de una carga enorme. El poder fue una dulce corriente al volver a mi, casi tan dulce como lo será al vaciarte a ti, Maya... E-teens, desalojen, esto solo le concierne a Rynoh ahora.
Todos los chicos soltaron risas antes de empezar a regresar a las sombras, despidiéndose con voces burlonas. Lokar fue el último en desaparecer de la sala como una voluta de humo negro entre más oscuridad.
—Desearás haber tomado todas las oportunidades que te di antes, Maya... ¿Me has oído? Te arrepentirás... pero entonces solo quedará de ti un cascarón vacío.
Su risa le heló la sangre y se filtró hasta sus huesos, repitiéndose como un eco en su mente mientras desaparecía por completo. Maya se cubrió los oídos pero siguió escuchándolo hasta mucho después. El terror se apoderó de ella.
¿Qué iban a hacerle? ¿Su madre tuvo en algún momento un poder como el suyo? ¿Y qué pasó con ella cuando la "vaciaron" como planeaban hacerle a ella?
—¡No lo harás! —gritó a la oscuridad, con la sensación de que su abuelo seguía ahí traslas sombras más sólidas— ¡No me doblegaré ante ti ni ante nadie! ¡No te debo nada y no te devolveré nada! ¡Yo...!
—Ay, ya basta. —le gritó a su vez Rynoh, que seguía ahí a un lado de ella.
Se taponaba los oídos con los dedos índices y la miraba con el ceño fruncido y un ojo cerrado por el esfuerzo.
—Nunca dejaste de ser dramática ¿cierto, Maya? —se destapó un oído como para confirmar que ella ya había dejado de hacer escándalo y bajó ambas manos— de verdad que no importa de qué raza sean, las mujeres siempre son desesperantes y gritonas.
Maya sintió el deseo de volverle a gritar en pleno rostro, pero eso habría sido demasiado infantil y ella no quería gastar energía con alguien como Rynoh.
—Sal de aquí, Rynoh —le hizo un ademán de despedirlo—. No pienso rebajarme a tu nivel para seguir esta estúpida conversación. Nunca valiste la pena.
El chico de ojos naranjas sin pupila dio un paso hacia atrás, ofendido y sorprendido a partes iguales. Pero eso no evitó que apretase los dientes y diese dos pasos hacia ella. Sus manos se alzaron y, de la nada, Maya alzó vuelo.
Fue repentino y aterrador, de la nada el suelo dejó de estar bajo sus pies y ella ascendió hasta lo alto de la torre, flotando por encima de los nueve metros. Maya soltó un grito de terror al sentirse ingrávida y fuera de control. Sentía cosas muy extrañas dentro, como si su kairu estuviese siendo manipulado como masa para pizza y Rynoh tirase de ella hacia arriba, cada vez más arriba.
—¿Qué demonios haces? ¡Bájame, idiota!
Rynoh se rió con fuerza mirándola hacia arriba, manipulándola como un títere a su antojo, subiéndola y bajándola para asustarla y castigarla por ofenderlo.
—Ya no eres tan valiente sin tu X-Reader ¿verdad? —le soltó mientras la agitaba y dejaba caer en picada antes de volver a subirla con rapidez— ¡Retráctate de lo que dijiste!
Maya se dio cuenta de lo que hacía sin necesidad de que él se lo explicase. Era obvio que Rynoh de verdad era poderoso o no estaría manipulando con tanta facilidad el kairu del interior de una persona para moverla como a un objeto. Lo había subestimado, eso era obvio, pero no quería decir que ella se disculparía solo por eso.
Ella cerró los ojos con fuerza y proyectó su propio kairu hacia adelante sintiendo de la misma forma en la que él lo hacía. Buscó tomar por la muñeca a esa mano de poder que la sostenía y detenerla, pero se dio cuenta de que su fuerza era mucho menor a la de Rynoh. No sabía cómo, pero el chico tenía una experiencia descomunal a pesar de seguir siendo el mismo Rynoh que ella conocía.
—¡Está bien, me disculparé! —gritó ella al abrir los ojos y ver hacia abajo el suelo acercándose con vertiginosa velocidad— ¡Solo detente, detente ya!
El vértigo le revolvió el estómago y la hizo sentir enferma inmediatamente. Sin embargo, el golpe que esperaba nunca se produjo. Rynoh la detuvo en el momento junto en el que estaba por estamparla contra el suelo.
—Bien, ya nos estamos entendiendo. —aceptó él con indulgencia y diversión— Quiero escucharte decirlo. ¡Anda, rápido!
Volvió a alzarla, esta vez apenas dos metros, pero fue suficiente como para que ella sintiese su estómago ascender como un cohete con su almuerzo queriendo salir. Maya reprimió el deseo de vomitar, esperando a estar directamente sobre Rynoh por si de verdad no podía aguantar el vaciar su estómago. Quería que si pasaba, que valiese la pena.
—Lo siento... —aceptó, por fin.
—¿En serio? ¿"Lo siento" qué? —insistió él, con media sonrisa de superioridad— Quiero escucharte.
—Lo siento por... decir que no valías la pena.
El resultado fue una caída libre desde esos dos metros tan repentina que Maya apenas y tubo tiempo para anteponer los brazos y hacer una voltereta sobre sí misma para absorber el impacto y evitar herirse.
—Muy bien, Maya ¿ves que no es dificil obedecer una vez que ves quien manda realmente?
Alzó el mentón con suficiencia, con su orgullo recompuesto. Maya se había quedado en esa posición, en el suelo aún mareada y con la cabeza dolorida por el vértigo. Rynoh dio unos pasos hacia ella para situarse delante suyo. Una risita suave salió de entre sus dientes apretados por la satisfacción de haberle ganado.
Desde su posición, Maya observó a Rynoh mucho más alto de lo que ya era desde un principio. Ella medía uno sesenta, el chico debía estar en el uno noventa con mucha facilidad. Y esa posición de vulnerabilidad no le favorecía en nada a Maya si quería dejar de verse débil.
—¿Qué vas a hacerme? —murmuró, con ira aún quemándole la garganta por gritarle todo lo que pensaba de él.
Rynoh se llevó una mano a la diadema en su cabeza, como si de la nada recordase que debía estar ahí y se asegurase de ello. Por un momento, la expresión en su rostro pálido de ojos chispeantes se quedó absorta en sus pensamientos, como si se hubiese olvidado de qué debía hacerle exactamente.
—Bueno, no es tan difícil —dijo con vaguedad, extrayendo un trozo de pergamino de un bolsillo—... En teoría...
Maya se le quedó mirando con sorpresa.
—¿Es que... no sabes cómo hacerlo?
Rynoh la miró con ironía y una risa amarga estalló en su boca antes de quedarse en silencio y volver a consultar el pergamino con insistencia.
—Claro que sé, solo que no lo he probado antes. —confesó el chico, tomando con ambas manos el pergamino y volteándolo al derecho y al revés, arriba y abajo con expresión de duda— Sé que debo hacer lo que mi padre le hizo a tu madre para drenar su kairu oscuro hasta matarla, lo que se supone que no debe ser difícil, pero...
Maya sintió como si le hubiesen arrancado las entrañas de cuajo y se tambaleó. Por un momento asombrosamente largo, se dio cuenta de que no podía respirar. Un vacío helado le recorrió el pecho, y el zumbido en sus oídos tapó todo lo demás.
Rynoh levantó la vista del pergamino, y la sonrisa que dibujó no tenía nada de humor.
—Supongo que hoy averiguaremos si duele tanto como dicen.