Capítulo 5 : Desayuno
23 de noviembre de 2025, 23:26
El comedor de ese refugio era un salón grande en el cual había cuatro mesas largas con bancas. En los horarios de comidas, se reunían todos ahí a desayunar esa mañana con los sirvientes trayendo los platos, cubiertos y demás mientras otro servía la comida. Nexus, con una bandeja en cada mano rebosante de platos, caminaba entre las mesas como si la noche anterior no hubiera sido más que un mal sueño. Su apariencia impecable contrastaba drásticamente con el desastre que era la última vez que lo vieron.
Zylus alzó una ceja, sentado en una esquina con su grupo, incapaz de contener su curiosidad. Bash, con una mueca socarrona, le lanzó una mirada de desprecio. Rynoh también lo miraba de reojo. No podían entenderlo, el chico estaba como si nada, ni la nariz rota o el ojo morado. Es más, parecía caminar más erguido ahora, como si de verdad todo hubiera sido un sueño.
Cuando Nexus llegó a su mesa, su rostro no expresaba ninguna emoción y eso pareció incomodar a los tres Battacor, que esperaban algún indicio de dolor o resentimiento. En cambio, el ciborg simplemente empezó a colocar los platos frente a ellos con una precisión casi molesta. Zylus rompió el silencio, su voz impregnada de sarcasmo.
—Vaya, chicos. —interrumpió Zylus con voz sarcástica, su tono lo suficientemente alto como para que lo escucharan las mesas cercanas— Nuestro nuevo saco de boxeo parece más resistente que el anterior. Quizá esta vez sí aguante una ronda completa.
Nexus depositó un plato frente a él sin pestañear, su mirada fija en la bandeja como si Zylus no fuera más que ruido de fondo. La risa profunda de Bash fue como un golpe a destiempo, ronca y exagerada, mientras Rynoh, con esos ojos anaranjados sin pupila, arqueaba una ceja, tomando su plato sin apartar la mirada de Nexus.
—Ni un rasguño. —Rynoh pinchó su comida con el tenedor, como si evaluara su autenticidad— ¿Qué pasa, lata? ¿Te regeneras por las noches o simplemente sabes cómo esconder las abolladuras?
Nexus no se molestó en mirarlos. Su rostro permaneció tan inexpresivo como el metal que lo componía, pero su respuesta llegó como un bisturí: fría, precisa, y profundamente cortante.
—Se sorprenderían de los trucos que se sabe esta cenicienta. —La frase salió con una calma casi antinatural, mientras seguía con su tarea sin detenerse ni un segundo.
El comentario dejó a los tres en silencio momentáneo, aunque Rynoh soltó una risita nerviosa, como si intentara disimular el hecho de que Nexus había tenido la última palabra. Zylus, sin embargo, recuperó su compostura rápidamente y se inclinó hacia Rynoh.
—Es oficial. —murmuró en tono conspirativo— Lokar le puso algún chip defectuoso. Nadie cuerdo haría bromas después de lo que le hicimos.
Nexus, al escuchar esto, giró ligeramente la cabeza hacia ellos, lo justo para que sus ojos biónicos brillaran con un destello amenazante bajo la luz del comedor.
—Quizá es porque soy más cuerdo de lo que creen. O quizá —hizo una pausa calculada, dejando caer otro plato sobre la mesa con un golpe seco— es porque ustedes son menos inteligentes de lo que aparentan.
El comentario hizo que algunos adolescentes cercanos de los Imperaz y los Radikor ahogaran risas, pero Nexus ya había continuado con su tarea, entregando platos a otros. Bash, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
—Oye, ¿es idea mía o este robotito tiene más actitud desde que lo reprogramaron? ¿Qué sigue? ¿Un chip que te enseñe a pedir disculpas?
Nexus se detuvo un momento, girando su cabeza hacia Bash con una lentitud casi mecánica— Tal vez. Aunque, a diferencia de ti, mi programación al menos tiene un propósito.
Zylus soltó una carcajada seca, intentando recuperar el control de la conversación.
—Entonces, ¿qué? ¿Te reparas solo o tienes un hada madrina con habilidades de mecánica?
Nexus inclinó la cabeza con una leve exhalación, como si estuviera explicando algo obvio a un niño pequeño.
—Los detalles de mi mantenimiento están clasificados. Pero tranquilo, Zylus, no necesitas entenderlo. No se espera mucho de ti.
La mesa quedó en silencio por unos segundos, el aire cargado de una tensión que parecía doblar los cubiertos entre los dedos de los Battacor. Nexus, imperturbable, retomó su camino, sus pasos eran tan silenciosos como una sombra, como si la escena que había dejado atrás no le incumbiera en absoluto.
Zylus bufó por lo bajo, cruzándose de brazos con una expresión que mezclaba frustración y ofensa. Sus compañeros, en sincronía, fruncieron el ceño como si estuvieran compartiendo un pensamiento tácito mientras seguían comiendo. Pero era evidente que las ideas que rondaban sus cabezas no eran nada pacíficas.
—Fuiste muy blando con él —soltó Zylus de repente, rompiendo el silencio. Su tono destilaba desdén mientras empujaba su plato como si el hambre se le hubiera ido—. Ni siquiera lograste imposibilitarle ese... hocico que tiene.
Bash, sentado enfrente, levantó la mirada como si acabaran de insultarle su honor. Golpeó la mesa con ambos puños, haciendo saltar los vasos de agua.
—¡Oye! —su voz atrajo algunas miradas de curiosidad desde otras mesas— Usé toda mi fuerza. ¿Estás diciéndome que crees que no le di lo suficientemente fuerte?
—Cálmense... ambos —intervino Rynoh con una mueca, mientras seguía masticando sin pausa—. Me consta que fue toda tu fuerza, Bash, estuviste a nada de mandarme a mí al otro lado en varias ocasiones cuando errabas los golpes.
Zylus no pareció impresionado. Su mirada afilada se quedó fija en Bash un momento, antes de desviar su atención a su tenedor, que giraba lentamente entre sus dedos.
—Pero ve el lado bueno, Zylus. —continuó Rynoh con una media sonrisa burlona, encogiéndose de hombros— Si se repara cada noche, podremos entrenar con él como con un saco de boxeo diariamente. Es práctico ¿no crees?
Una chispa de malicia iluminó los ojos de Zylus mientras asentía lentamente, como si estuviera saboreando la idea.
—Esta tarde le daremos con mayor fuerza hasta que se le quite esa prepotencia que tanto tiene... se sigue creyendo mejor que nosotros... y yo le demostraré lo equivocado que está.
Los tres intercambiaron sonrisas cómplices, mientras el bullicio de la sala se recuperaba a su alrededor. La tensión se disipó para el resto, pero para los Battacor, solo era el preludio de lo que ya estaban planeando.
Nexus se dirigió a la cocina con pasos firmes, decidido a interceptar a la sirvienta que había recibido la tarea de llevar el desayuno a Maya. Al entrar, la encontró luchando con una bandeja rebosante, sus manos temblaban ligeramente por el peso del cargamento. Esta vez, para su sorpresa, parecía que alguien había decidido que Maya merecía una porción mucho más generosa que la habitual.
—Lokar ha ordenado que lo lleve yo otra vez —anunció Nexus, con la misma frialdad que siempre, sin siquiera mirarla directamente.
La sirvienta dio un respingo. Sus ojos se abrieron como platos y, en su descuido, la bandeja comenzó a tambalearse en sus manos.
—¡Pero…! —empezó a decir, justo cuando la bandeja escapaba de su agarre.
Nexus reaccionó antes de que la gravedad hiciera su trabajo, moviéndose con la rapidez precisa de sus implantes biónicos. En un movimiento fluido y eficiente, atrapó la bandeja en el aire, sin que un solo plato se deslizara de su lugar.
—¿Cómo lograste curarte tan pronto? —soltó la mujer, casi en un grito que resonó en la cocina— ¡Ayer estabas muy mal! ¡Tenías sangre por todos lados! Te habían dejado como una lata aplastada.
La mirada de Nexus se desvió, apenas un gesto que denotaba su incomodidad. No era de los que disfrutaban dar explicaciones. Reordenó los platos sobre la bandeja como distraído, mientras improvisaba qué decir.
—Implantes robóticos. Son muy útiles —respondió sin emoción, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
La sirvienta lo observó con gran curiosidad pero también escepticismo. Sus labios se movieron como si quisiera decir algo más, pero al final solo murmuró: Bueno… supongo que lo son…
No necesitaba más conversación, así que Nexus se giró sobre sus talones, ignorando cualquier intención de seguir la plática. Con la bandeja firmemente equilibrada, se dirigió hacia los pasillos del refugio. Su andar era rápido, casi mecánico, como si quisiera escapar de cualquier interacción innecesaria.
El silencio lo envolvía, roto solo por el leve zumbido de sus sistemas biónicos—que sólo él podía escuchar—y el eco de sus pasos. Mientras bajaba las escaleras hacia las mazmorras, el frío de la piedra bajo sus pies le resultaba extrañamente reconfortante. Allí, rodeado de penumbra y humedad, recordaba perfectamente dónde estaba la celda de Maya, aunque no estaba seguro de si ella seguiría ahí después de lo ocurrido la noche anterior.
No lo hacía por ella, o al menos eso se repetía a sí mismo. No era gratitud lo que lo empujaba a hacer esto, ni tampoco la curiosidad por verla. Lo hacía porque necesitaba saber. Necesitaba comprobar que la chica que lo había salvado, la misma que había sanado sus heridas hasta el punto de no dejarle una sola cicatriz, seguía en ese lugar. Y, aunque no quisiera admitirlo, la sensación de que alguien se había preocupado por él, aunque fuera por un momento, lo tenía profundamente desconcertado.
El peso de sus pensamientos era más abrumador que la bandeja que llevaba, y el aroma cálido del desayuno apenas conseguía distraerlo del leve olor metálico que parecía ser parte inherente de su existencia. Mientras se acercaba a la celda de Maya, el murmullo de voces llegó hasta él. Una de ellas, baja y grave, le resultó inconfundible: Lokar.
¿Qué hace ahí tan temprano? La duda cruzó su mente, una punzada incómoda que lo llevó a detenerse frente a la puerta. Instintivamente, inclinó un poco la cabeza, tratando de captar lo que se decía dentro, pero las palabras se mezclaban en un zumbido incomprensible, como si fueran un secreto deliberadamente protegido por las paredes. Había que decir, que las paredes ahí eran gruesas y las puertas herméticas.
Antes de que pudiera acercarse más, la puerta se abrió de golpe. Lokar apareció en el umbral, con esa expresión impasible que siempre llevaba, la cara marcada por las sombras de la edad y el desdén. Con esa apariencia oscura de un hombre que, a pesar de estar vivo, emanaba la vibra inquietante de un cadáver reanimado.
—Maestro. —La palabra salió de la boca de Nexus mientras inclinaba la cabeza en una reverencia mecánica, sosteniendo la bandeja frente a él casi como si fuera una ofrenda. Lokar lo miró con esos ojos que parecían desnudarle el alma, aunque dudaba que la suya fuera algo que el hombre quisiera explorar. De todas formas, era su creador, él sabía muy bien lo que había dentro de él. Y de sus hermanos.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó con una voz gutural, cargada de sospecha.
—Justo acabo de venir, maestro.
Quizá por su creador era que no era aficionado a las explicaciones. Él nunca quiso que él se extendiera en sus palabras. Bastaba con decir lo justo para no recibir un castigo. La incredulidad de Lokar se manifestó en un gruñido bajo, una especie de risa amarga que resonó en el pasillo como el eco de un juicio silencioso.
—Haces bien en seguir sirviéndole los alimentos. —Lokar inclinó la cabeza, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos— Ella necesita entender lo que le ocurre a cualquiera, incluso a los mejores, cuando se atreven a desviarse de mis planes para seguir los suyos propios.
Nexus sintió cómo su mandíbula se tensaba ante esas palabras, una reacción instintiva que apenas pudo reprimir. Quiso responder, pero cualquier réplica habría sido un desafío, y eso no estaba en su posición. Se le había quitado su X-Reader.
—Sí, maestro. —La respuesta salió seca, cargada con todo el peso de su orgullo reprimido.
Lokar lo observó por un momento más, evaluándolo con ese aire de superioridad que lo hacía sentir más insignificante que nunca.
—Entra de una vez y lárgate a tus actividades. —agitó una mano como si espantara a una mosca molesta— No quiero tener a un ocioso entre mis sirvientes.
Nexus apretó los labios, tragándose el sentimiento de humillación que crecía en su pecho. Cada palabra de Lokar le recordaba su posición, el hecho de que no era más que una herramienta, algo que podía ser utilizado y descartado según el capricho de su creador.
Con un leve asentimiento, se hizo a un lado para que su maestro pasase de largo, sintiéndose por un instante el ser más miserable de todos los chicos bajo el dominio de Lokar. Y, como siempre, escondió su resentimiento detrás de la máscara de obediencia dócil que había aprendido a llevar como una segunda piel. Abrió la puerta con un movimiento fluido y sin esfuerzo. En el interior, Maya estaba sentada, con una manta sobre las piernas. Al escuchar el ruido, levantó la mirada.
—Nexus. —Su voz era suave, cargada de alivio al verlo de pie y entero— ¿Cómo te sientes?
Él se acercó y colocó la bandeja sobre la mesa con precisión mecánica. Sin mirarla directamente, respondió: Funcionando.
Maya soltó un suspiro y negó con la cabeza— No pregunté por eso. —Tomó un momento para observarlo más detenidamente, sus ojos dorados buscando algo más allá de su fachada impasible— ¿Te duele?
Nexus giró ligeramente la cabeza, evaluándola con su mirada impasible— Define "doler".
—No te hagas el listo. Sabes a lo que me refiero. —le sonrió suavemente. Por un momento, Nexus pareció considerar si valía la pena responder. Finalmente, cedió.
—Ya no hay dolor.
Maya sonrió con dulzura y le indicó con un gesto que se sentara— Siéntate un momento.
Él dudó, como si evaluar su solicitud fuera una operación compleja, pero finalmente se dejó caer en una silla junto a la mesa— Supongo que no aceptarás un "estoy bien" como respuesta.
—Correcto. —Maya tomó el plato más pequeño de la bandeja y se lo ofreció—. Y tampoco aceptaré que salgas de aquí sin comer algo.
—No tengo necesidades biológicas.
—Sí, lo sé. Pero eso no significa que no puedas compartir un momento como este. ¿Hay problema en que comas algo? ¿o lo intentes, por lo menos?
Nexus tomó el plato, más por cumplir que por otra cosa, y lo miró con detenimiento— No creo haber comido nunca.
Maya abrió grandes los ojos— Entonces no sabes si te gusta —volvió a sonreírle.
—Si me quedo, ¿vas a seguir observándome como si intentaras leer algo en mi cara?
—Tal vez. —Maya apoyó los codos en la mesa y lo miró con calma— Pero si realmente quieres demostrarme algo, hazlo comiendo.
Nexus soltó una exhalación que podría haber sido un suspiro o solo un gesto automático. Finalmente, devolvió el plato a la mesa y se puso en pie.
—No tengo nada que demostrar.
Con eso, salió de la celda. Maya, tras él, suspiró al verlo salir por la puerta de la celda. De todas formas, ella no estaba ahí por él, su misión era más grande y más trascendental que entablar conversación con un robot renegado. Maya aun debía buscar la forma de salir de esa celda, cuando eso pasara, empezaría la verdadera misión.
Notas:
Hola a todos!
Solo deseo decirles que la historia está en constante cambio y edición. Si vuelven a leer a algo y se dan cuenta de que cambió, es porque seguramente lo edité ya... lol.
Gracias por las visitas, por los votos y comentarios, todo es profundamente a preciado 🤍😊✨