ID de la obra: 1433

Doble lealtad

Het
R
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2
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planificada Midi, escritos 137 páginas, 71.131 palabras, 26 capítulos
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Capítulo 7 : Sensaciones nuevas

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Nexus había terminado de limpiar la cocina cuando los demás sirvientes ya estaban recogiendo y comenzando a servir los postres. Salió de la cocina con calma, pero apenas cruzó la puerta estuvo a punto de chocar con Zane, quien arrastraba a Koz fuera de su cuarto, sujetándolo de la oreja como si fuera un cachorro revoltoso. El chico se retorcía, soltando quejas ahogadas mientras intentaba liberarse del agarre firme de su captor. —¡Zane, basta! ¡Ay ay ay ay! ¡¿Qué demonios haces?! —gruñó Koz, retorciéndose—. ¡Me estás arrancando la oreja, idiota! —¿Qué es esto, un espectáculo de circo? —Diara apareció de la nada, apoyándose contra la pared con una sonrisa maliciosa—. ¿Quién te crees que eres, Zane? ¿El padre de todos? Zane soltó una risotada seca, pero no aflojó su agarre en la oreja de Koz. —Cállate, princesita —respondió, con la vena en la frente a punto de estallar—. Esto no tiene nada que ver contigo. Este mocoso no sabe cuál es su lugar y se metió en mi cuarto otra vez. ¡Es la tercera vez esta semana! Koz logró zafarse finalmente, llevándose las manos a la oreja roja mientras fulminaba a Zane con los ojos naranjas entrecerrados. —¡Ese era mi cuarto antes, idiota! —espetó con un gesto de superioridad herida—. ¿Qué crees, que entro para verte a ti? No te sientas tan especial, duende verde. —¿Duende verde? —repitió Zane, haciendo una pausa teatral antes de echarse a reír con sarcasmo—. Ah, claro, porque tú, con tu cabello disparatado y azul, estás para criticar a alguien. —¡Mi cabello no está disparatado! —protestó Koz, pasándose una mano por los mechones despeinados con ofensa— Y por lo menos cuando yo dormía ahí no parecía la guarida de un ogro. —Lo que voy a hacer es atarte a la puerta de tu cuarto nuevo. ¿Qué te parece esa idea? —respondió Zane, apretando los dientes— Así dejarías de ser una plaga nocturna. Koz, sintiendo que había recuperado algo de terreno al ya no tener las manos de Zane en su oreja, se cruzó de brazos con un aire desafiante, enderezándose con la indignación de un príncipe. —¿Y porqué tanto alboroto por entrar en tu cuarto? ¿Qué escondes? ¡Ah, ya sé! —Koz sonrió con malicia, disfrutando cada palabra— Lo que temes es que le diga a todo el mundo que duermes con esos calzoncillos rotos que te hacen ver como Gollum.  Zane se quedó helado por un segundo, y luego su rostro se encendió como una antorcha. Desvió la mirada rápidamente mientras señalaba a Koz con un dedo tembloroso. —¡Estás loco! Nadie te creerá... —Oh, ¿de verdad? —Koz fingió meditar, tocándose la barbilla con aire teatral—. Quizás debería mencionar también el hecho de que murmuras en sueños. ¿Cómo era? “Tenny, amorcito” Diara, que había salido de su cuarto un momento atrás por el ruido y que, como Nexus más allá, se había quedado contemplando el espectáculo, soltó una carcajada que nada tuvo de princesa. —¿Es cierto? —preguntó entre risas, aplaudiendo infantilmente—. ¡No puedo con esto! Zane, ¿Estás saliendo con nuestra hermana? —¡Claro que no! —Zane gruñó, sin atreverse a mirarla a los ojos. Se cruzó de brazos, intentando mantener algo de dignidad— Este mocoso no tiene idea de lo que habla. —Entonces no te importará si le enseño una foto a Diara de tus calzoncillos, ¿verdad? —Koz sacó su X-Reader con un gesto dramático. —¡No te atrevas! —Zane dio un paso hacia él, con las manos levantadas como si fuera a lanzarse en cualquier momento—. Koz, si haces eso, juro que... —¿Juras qué? ¿Dar otro de tus discursos de niñera furiosa? —replicó Koz, sin dejar de sonreír mientras mantenía el comunicador fuera de su alcance. —¡Se acabó! —Zane finalmente explotó, lanzándose hacia Koz, que lo esquivó ágilmente y salió corriendo por el pasillo, riéndose a carcajadas. Diara lo siguió con la mirada aun riendo en gran medida, secándose las lágrimas de los ojos mientras Zane se quedaba parado, respirando con dificultad antes de salir disparado tras el chico. Nexus, no pudo evitar cubrirse la boca con una mano para sofocar una carcajada. La tensión entre los chicos y los comentarios lanzados con tanta naturalidad le resultaban absurdamente cómicas. Originalmente él se dirigía a por una escoba en el otro recinto, pero esta situación lo había absorbido al completo. Cuando llegó a su cuarto, literalmente se desternilló de risa, pegando la espalda a la puerta y deslizándose hasta el suelo. Pasó unos segundos así, riéndose con sonidos extraños que nunca había oído de su propia garganta pero que no le parecían desagradables. De hecho, la sensación fue muy agradable. Esto lo sorprendió, no sabía si antes se había reído o si lo había disfrutado tanto. Se llevó una mano al pecho, sintiendo la vibración de la risa todavía allí, cálida y viva. La sensación lo tomó por sorpresa. ¿Cuándo fue la última vez que se permitió algo así? ¿Se había reído antes? ¿O, más importante aún, lo había disfrutado tanto? El eco de su risa se desvaneció, pero una chispa persistió dentro de él. No podía evitar preguntarse: ¿Qué estaba cambiando en él?     En la celda de Maya, el silencio era un visitante constante, casi palpable. Sin embargo, esta vez la chica no estaba sentada o descansando como otras veces. Nexus se detuvo en la entrada, su figura en penumbra, observándola de reojo mientras colocaba el almuerzo sobre la mesa. La intención era clara: dejar la comida y escabullirse antes de que tuviera que interactuar. Pero entonces una zapatilla pasó flotando frente a sus ojos, seguida de un espejo de mano y una cajita de pañuelos. Estos eran seguidos por otras cosas que venían ingrávidas en una fantasmagórica procesión. Solo entonces Nexus volteó hacia Maya definitivamente, con toda su atención. La chica estaba haciendo levitar objetos de la sala. Una venda cubría sus ojos y los objetos levitaban con lentitud alrededor de ella, como una galaxia en la que ella fuese su centro. Nexus entrecerró los ojos, intrigado y desconfiado a partes iguales. Dio un paso hacia ella y se quedó mirándola con detenimiento. Los objetos bajaban y subían, pulsando con una cadencia tranquila, casi como si respiraran. Finalmente, ella pareció percatarse de su presencia; los movimientos de los objetos cesaron con un leve titubeo antes de posarse suavemente en el suelo. Maya se quitó la venda con un movimiento fluido y lo miró, sorprendida. —¿Ya es hora de comer? —murmuró, más para sí misma que para él. —¿Cómo haces eso? —preguntó Nexus, señalando los objetos con un leve gesto de la cabeza. Su voz salió tensa, como si temiera la respuesta. Ella sonrió, un destello de picardía en su expresión— ¿Ahora sí quieres hablar? —replicó mientras se acercaba a la bandeja y empezaba a servirse. Los objetos restantes volvieron a sus lugares, como obedeciendo una orden tácita— No estoy segura, pero creo que llevo unas dos semanas aquí y... —Un mes —corrigió él, como si nada. —Pues un mes —suspiró ella, cayendo en cuenta de cuanto tiempo había perdido dentro de esa celda— un mes en el que me has estado evitando todo lo posible. Nexus frunció el ceño, pero no dejó que el comentario lo distrajera— Es kairu, ¿verdad? Así es como haces todo esto... —Hizo un gesto ambiguo con la mano. —Podría enseñarte algún día, si así lo quieres. —tomó algo del estofado con la cuchara, oliendo su aroma delicioso con deleite antes de empezar a comer apropiadamente— ¿tú lo hiciste de nuevo? parece que sabes bien lo que haces, la carne está suave y jugosa y el caldo espeso como me gusta. En donde vivo, comemos delicias a veces, pero esto es una maravilla de verdad. El ciborg no se dio por entendido— ¿Usaste ese kairu para curarme? Ella asintió— ¿Cuál otro más? Nexus se encogió de hombros, aparentando no saber nada más. Su desconfianza era mucha y Maya aceptaba su silencio porque no iba a forzarlo de ninguna forma. Pero Nexus sabía, además, que de alguna forma debía explicarle lo que ocurría y, a decir verdad, él estaba sediento de compañía y de ser escuchado. —Yo... —empezó, pero se cortó a si mismo. ¿Cómo sacar el tema sin que resultara tan directo y tan acorralante? Maya pareció percibir su duda, por lo que le instó a acercarse— ¿Siquiera has probado tu propia creación?  Nexus negó— Te dije que no tengo necesidades biológicas y... —se detuvo al darse cuenta de que, si que había experimentado algo así esa mañana— bueno, yo... —Vamos, Nexus, no creo que una cucharada te haga daño —ella, sin esperar su respuesta, le acercó una cucharada del caldo espeso con unos trocitos de pollo y papas guisadas— porfavor. El chico se dio cuenta de que no tenía nada que perder. No estaba envenenado porque él mismo lo había cocinado y ella no podría haber tenido tiempo para hacerlo con él mirándola con tanta atención y desconfianza, así que ella no podía tener ningún interés en ello. A si que decidió arriesgarse. En teoría, se suponía que podía, pero nunca lo había hecho hasta ahora. La expresión de Nexus fue un conflicto de incredulidad y recelo. Pero al mirar la cuchara y el gesto genuino de Maya, supo que no tenía nada que perder. Observó el contenido de la cuchara antes de acercar su boca a ella. Maya la sostenía y acercaba a él con cuidado, con una mano debajo para no derramar nada. Nexus pareció decidir a último minuto, tomando él mismo la cuchara de manos de Maya. Sin dejar de espiar a Maya mientras se llevaba la cuchara a la boca, Nexus probó el estofado, dejando que el sabor llenara su boca por primera vez. Teniendo tan desentrenada su lengua, el sabor lo golpeó con fuerza y al principio creyó estar sintiendo dolor, de tan intenso que era. Pero luego de esa primera impresión, se dio cuenta de que no era dolor, era algo diferente, y le gustaba. Lo mantuvo en la boca unos instantes, saboreando y masticando mientras se hallaba en ese trance de novedad. El bocado inicial lo sorprendió. Lo primero que notó fue el calor que se extendió por su boca como una ola de alivio. La textura del líquido era espesa, sedosa, pero no pesada. Un ligero toque salado se mezclaba con un dulzor inesperado que venía, probablemente, de las verduras cocidas. El pollo, aunque desmenuzado, conservaba una suavidad que casi se derretía en su lengua, liberando un sabor sencillo pero satisfactorio. No podía identificar los detalles más finos, pero algo le decía que el plato tenía equilibrio. Cada ingrediente parecía encajar con el siguiente, como si no pudiera estar completo sin ellos. A pesar de que su paladar no estaba acostumbrado a distinguir mucho, Nexus percibió una sensación general de plenitud y calidez. Por un instante, dejó de pensar en su desconfianza y solo sintió. Fue extraño, pero no desagradable. Maya sonrió en gran medida—Parece que a ti también te gusta —su risa parecía abrazar de cariño y alegría— me alegra mucho, de verdad que si. ¿Quieres otra más? podemos compartir, hay suficiente para ambos, por eso he intentado pedir el doble de las porciones habituales. Nexus estaba ahora más sorprendido que nunca. ¿Cómo se había negado este placer toda su corta existencia? La miró y se percató además de lo último que ella había dicho. ¿De verdad había tenido ese gesto de amabilidad para él y la persistencia como para, después de un mes, seguir haciéndolo sin cansarse? Miró a Maya de una forma diferente ahora, y ella sintió que esta era la primera vez que la veía de verdad, sin asomos de desconfianza. Aun así, eso duró solo un segundo, luego, él se limpió las comisuras de los labios con aspereza y recelo y pareció volver a ser el de antes. —La comida es para ti, si Lokar se entera que he tomado algo de tu plato o que paso más tiempo del necesario en tu celda —cerró los puños mirando la nueva cucharada que ella le ofrecía— ... Maya. —Lo siento, sé que nos arriesgamos, pero Nexus —volvió a hablar con suavidad— ¿No te gustó? ¿No te gustaría probar algo más? Nexus la miró y luego a la cuchara, se acercó y probó una vez más. Esta vez, con los ojos cerrados por unos segundos, ladeando la cabeza ante las sensaciones tan humanas que estaba percibiendo. —No es de eso de lo que quería hablar —murmuró al tragar, abrir los ojos y ver que Maya lo observaba tan atenta y sonriente. Cohibido, se aclaró la garganta— es sobre el kairu que usaste. —Es el kairu de toda la vida, Nexus, el azul celeste que chisporrotea y todo —le dijo ella sumergiendo la cuchara de nuevo para volver a ofrecerle— ¿Qué tiene de malo? —Que yo fui hecho con kairu oscuro... —finalizó Nexus, con aprensión— eso usó Lokar para infundirme el aliento de vida. Y eso es lo que ha movido mi vida hasta este momento. Nexus intentó mantener la neutralidad, pero la duda seguía carcomiéndolo. Aunque el silencio se alargó, Maya no pareció molesta. Lo observaba con una paciencia que él encontraba desconcertante. Parecía sorprendida, mientras comía de un segundo plato, donde había sacado su porción para almorzar junto a él. Nexus miró el plato que ella le destinaba a él y la cuchara. No sabía qué hacer con tanta amabilidad y, para su gran sorpresa, su mano se movió a la cuchara y él mismo empezó a comer sin pensarlo. Entonces, después de otro bocado delicioso, tomó aire y habló, esta vez en un tono más bajo: —Desde que me curaste... —dijo, vacilante— Es como si algo hubiese cambiado. Maya ladeó la cabeza, genuinamente interesada— ¿Qué tipo de cambio? Él desvió la mirada, incómodo— No tengo las palabras precisas para decirlo. Pero ahora... es diferente. Todavía siento la oscuridad del kairu corrompido en mi, es lo que me dio la vida, pero más lejano. Ahora es como si pudiera pensar con claridad, aunque solo sea a ratos. Sin odio, sin rencor y sin deseos de venganza. Ella no respondió de inmediato, permitiéndole continuar. Pero Nexus se halló a si mismo llevándose otra cucharada a la boca. ¿Esto se le podía convertir en una adicción si no lo regulaba? —Incluso he dormido. —consiguió decir después de otro bocado y un sorbo a la limonada, otra explosión de sabores raros y sensaciones nuevas— Más de media hora seguida. Eso no me pasaba... desde que tengo memoria... Además...  Se preguntó a si mismo si debía o no decirle sobre lo de la mañana, pero al mirarla y ver esos ojos dorados, atentos y reconfortantes, algo en él se soltó sin pretenderlo. —Hoy pude reir. De verdad, como se ríen ustedes, por una tontería de esos idiotas y yo... —suspiró, mirando el plato vacío en su regazo, sintiendo la nueva sensación de plenitud y paz que viene con el estómago lleno— eso no creo que me haya pasado nunca. Maya lo observó con comprensión y curiosidad. Después de un momento, le sonrió con calidez— No solo te estás sanando físicamente, tu espíritu también se está sanando. Llevó una de sus manos a su brazo, dándole un suave apretón cariñoso y alegre. Nexus se planteó el hecho de que ese gesto, como la comida, como la risa, como este conjunto de sensaciones embriagantes, era nuevo, extraño y sumamente diferente. Y... no le desagradaba.
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