Capítulo 11 : Juntos
23 de noviembre de 2025, 23:34
Vexus se quitó uno de sus guantes con un movimiento rápido y se acercó a Nexus para tomarlo de la mano. La alzó, colocando la suya desnuda al lado. Solo entonces Nexus percibió de verdad qué tanto había cambiado. La piel de su hermano seguía siendo gris completamente, y en su kairu se sentía la oscuridad hostil. La suya era un pálido color vivo, aun grisáceo, pero mucho más vivo que el de Vexus.
—Todos los E-Teens lo han notado. —Vexus soltó su mano y volvió a enguantarse con movimientos rápidos, casi irritados— No necesitan más que verte junto a mí para darse cuenta. —Frunció el ceño, sus ojos verdes perforando los de Nexus— Y tu kairu… —Hizo una pausa, como si las palabras fueran difíciles de articular— Tu energía vital es distinta. Ya no sé qué tipo de aura despides, pero no es la misma. No eres el mismo.
Nexus se apartó, dejando que sus manos cayeran a sus lados mientras volvía a sentarse en el suelo. Con la espalda apoyada en la cama, alzó la vista hacia su hermano, quien permanecía de pie como una figura imponente y cargada de juicio. Vexus cruzó los brazos y se inclinó ligeramente hacia él, como si buscara escudriñar algo más allá de su rostro. Su voz volvió a resonar en la mente de Nexus, clara y firme:
—¿Por qué pones barreras ante mi escrutinio? —Los ojos de Vexus se entrecerraron, como si intentara penetrar un velo invisible— Sabes lo que ocurre, ¿verdad?
Nexus tardó unos segundos en responder, su mirada fija en un punto indeterminado del suelo— Sí, lo sé… —admitió finalmente, encogiéndose de hombros— Pero todavía no lo entiendo del todo.
—Entonces, ¿por qué no me lo dices? —La voz de Vexus se endureció, y esta vez no ocultó el gruñido que escapó entre sus dientes apretados— Esto es peligroso, hermano. Si Lokar lo descubre… no solo te apartará de nosotros. —Se inclinó aún más, su tono cargado de urgencia— Puede inhabilitarte permanentemente. ¿Entiendes lo que eso significa?
Nexus desvió la mirada, un destello de frustración cruzando su rostro— No soy tonto, Vexus. —Rodó los ojos y dejó escapar un suspiro exasperado— No creas que no lo he pensado.
—Pues no lo parece. —La voz mental de Vexus golpeó con fuerza, cargada de reproche— No te he visto moviendo un dedo para solucionarlo. Simplemente sigues y sigues cambiando diariamente como si no te dieses cuenta.
Nexus apretó los labios, sus puños cerrándose con ligera tensión— No tienes idea de todo lo que hago mientras tú y los demás están de "aventuras". —Su voz mental contenía un despilfarro de desafío y cansancio— Paso mis días limpiando, cocinando y lavando la ropa de los E-Teens. Esquivando a Zylus, sobreviviendo a las órdenes constantes... Apenas me queda tiempo para respirar.
Una chispa de sarcasmo cruzó el rostro de Vexus mientras arqueaba una ceja.
—Oh, claro. Nuestra querida Cenicienta, abnegada y diligente. —La ironía en su tono era palpable, casi cortante— Pero no olvides algo, Nexus. Tú mismo te pusiste en esta posición.
—¿Qué se supone que significa eso? —espetó Nexus, sus ojos entrecerrándose.
—Significa que la primera vez que ocultaste algo fue cuando decidiste intentar asesinar a Ky. —La frialdad de esas palabras dejó el aire cargado entre ambos— Y nosotros... te dejamos hacerlo. ¿Ya lo olvidaste?
Nexus bajó la mirada por un instante. La dureza de esas palabras lo dejó en silencio por unos segundos.
—Y ahora lo estás haciendo de nuevo. —Vexus dio un paso adelante, su tono más agudo, casi al borde de perder el control— ¿Por qué no me dejas entrar? ¿Qué es lo que tanto intentas ocultar? ¿Qué... te ha cambiado?
Nexus había olvidado que, aunque Vexus fuese el más blando de los tres, eso no quería decir que fuese realmente blando. Solo quería decir que su dureza y su crueldad tenían un límite levemente más pronto que el de ellos dos.
Suspiró y se recostó con la espalda contra la cama, no sabía en qué momento se había puesto en tensión, pero ahora se esforzó aparentando una calma que no sentía.
—Supongo que... —dijo con fingida indiferencia— me he acostumbrado a mi nueva soledad. Después de todo, ha ustedes no les importó demasiado tener que olvidarse de mi y reemplazarme. Y ahora prefiero tener algo de intimidad.
Vexus entrecerró los ojos, su ceño fruncido revelando que perdía la paciencia.
—Nexus... —siseó en voz alta, pero tan pronto como se dio cuenta, apretó los dientes en un suspiro frustrado antes de volver a hablar en su cabeza— Lo único que quiero saber es si todavía confías en mí. Solo dime qué está pasando, y juntos encontraremos una solución.
Nexus entornó los ojos, pero no dijo nada, ni verbal ni mentalmente. Se mantuvo en silencio absoluto, evitando en todo momento a su hermano. Mantener alzadas esas barreras mentales fue dificil, antes había algunas que ellos habían decidido aprender a usar para guardar cierta información propia. Fue antes, cuando ya llevaban algunos meses, las mentes de los tres crecían exponencialmente y se colaban las unas en las otras, creando ciertos disturbios raros.
A Hexus de la nada se le ocurría una idea que se colaba en la mente de los tres a la vez. O Vexus decía alguna grosería recordando algo que hacía reir a Nexus por su lado. Se dieron cuenta de que más les valía guardarse algunas cosas para si mismos. Después de eso, cortar la comunicación a conciencia también ayudó, especialmente cuando alguno seguía despierto y no quería despertar a los demás con sus pensamientos.
Recordando eso, Nexus solo tuvo que levantar esas barreras mentales en la intimidad de sus pensamientos y recuerdos, para que Vexus solo pudiera oir lo que él quería mostrarle. Aun así, ahora sentía con tanta fuerza que mucho de eso pasaba sobre las barreras y se desbordaba en el canal de su hermano, que percibía oleadas de sentimientos pasados ante los recuerdos que Nexus evocaba sin querer.
—... Si... has cambiado —murmuró Vexus en su mente con cautela. Su expresión, rígida hasta entonces, se suavizó levemente— No es solo tu piel, ni la expresión de tu rostro. Es tu mente... tu kairu... incluso tus emociones. Se sienten más... profundas. —Hizo una pausa, evaluando con cuidado— No sé en qué te estás convirtiendo, pero... no estoy seguro de que me guste.
Nexus bajó la mirada, una sonrisa tenue asomándose en sus labios. Había algo incómodo y casi irónico en esas palabras de Vexus, algo que resonaba en lo más profundo de su ser. Maya era el eje de todo, el detonante de este cambio inexplicable. De alguna forma, su conexión con ella había traído caos y claridad a partes iguales, volviendo mejores y peores muchas cosas al mismo tiempo.
—Por lo visto, esto ha sido una pérdida de tiempo. —Su tono estaba teñido de reproche, pero también de un leve atisbo de preocupación— Conserva el chip en tu cabeza. He adaptado mi puerto para sincronizarnos mejor sin dejar la conexión con Hexus y Dexus. Te hablaré en cualquier momento... aunque, claro, eres libre de mantener la comunicación cerrada si prefieres seguir aislándote.
Se giró hacia la puerta, como si planease marcharse de inmediato, pero algo lo detuvo. Miró a Nexus una vez más, su expresión suavizándose apenas.
—Escucha, esto no tiene que ser así. —Su voz era más baja ahora, casi un ruego—. Seguimos siendo hermanos, aunque Hexus y Dexus crean lo contrario. Yo aún estoy dispuesto a ayudarte... Pero necesito que confíes en mí, que compartas lo que está pasando. Como antes.
Nexus lo observó unos segundos, dejando que el silencio hablara por él. Luego se puso de pie con calma y pasó junto a su hermano para abrir la puerta, dejando claro su postura con un gesto simple pero firme.
—Cuando lo entienda, te lo diré. —Su tono era neutral, pero cargado de un trasfondo que Vexus no pudo descifrar del todo.
—Nexus... —intentó de nuevo, pero su hermano lo interrumpió con una pregunta directa.
—¿Qué es lo que realmente quieres, Vexus?
El chico de ojos verdes vaciló un instante, antes de soltarlo de golpe— Se ha corrido la voz de que Maya saldrá por fin de su celda.
—Espera... ¿de qué estás hablando? —inquirió, su voz mental y todo su cuerpo tenso.
—Esa chica es peligrosa. —Vexus lo miró alzando las cejas para enfatizar, dejando que cada palabra calara— Recuerdas cómo era siendo buena en los retos kairu, siendo malvada seguro que despliega un arsenal mayor de habilidades. Lokar planea convertirla en líder de todos los grupos, su segunda al mando. Y ella lo sabe. Hará lo que sea necesario para ganarse su confianza. No me sorprendería que te denunciara a la menor oportunidad.
Nexus no dijo nada al principio, simplemente escuchó. Pero cuando Vexus terminó, asintió con lentitud, como si ese movimiento bastara para indicar que había comprendido.
—Lo tendré en cuenta.
Vexus percibió el deseo de su hermano por estar solo y entendió el mensaje. Finalmente, suspiró y retrocedió hacia la salida.
—Me voy. Pero ten algo presente: sigues siendo mi hermano, y voy a ayudarte a regresar a la normalidad... aunque tenga que obligarte. —Hizo una pausa, su voz bajando casi a un murmullo—. Ten cuidado con Maya. Y... buena suerte, Nexus.
La puerta se cerró detrás de Vexus, dejando a Nexus con sus pensamientos. Todo esto era por Maya y ahora le decían que debía desconfiar de ella aún más de lo que ya lo hacía. Como si no bastara la incertidumbre que ella misma había sembrado en su mente. Como si no bastara lo que había hecho esa misma mañana.
La visita de su hermano había sido una breve pausa en la marea constante de sus cavilaciones, pero no hizo más que demostrarle que ahora con todos sus cambios, parecían que habían perdido todo lo que los unía. Aunque agradable en algunos momentos, porque seguía siendo su hermano, su compañero de luchas y su apoyo incondicional, Vexus seguía siendo tan impetuoso como lo era Hexus o Dexus cuando algo los movía. Y Nexus no tenía el ánimo para lidiar con más comentarios pasivo-agresivos, más reclamos o más dolores de cabeza... Con Maya tenía suficiente.
Regresó al interior de su cuarto para sentarse en la cama antes de moverse para quedar recostado, mirando el techo. Sus pensamientos vagaban, buscando respuestas que se resistían a tomar forma. Arriba de su cabeza no había nada más que la misma piedra labrada de la que estaba hecho todo el refugio. Así era él antes, inaccesible, frívolo, como sus hermanos.
¿Porqué le había afectado tanto las acciones de Maya frente Lokar?
Él realmente no sabía que su cuerpo podía reaccionar de esa forma tan extraña ante tan poco. Algo dentro de su mente, en el fondo, le decía que no tenía de qué quejarse, que había sido agradable como las muchas otras sensaciones que había estado experimentando pero... no le gustaba estar tan vulnerable.
Casi sin pensarlo, tomó la manta del borde de la cama y se cubrió ligeramente, como si aquel gesto pudiera ofrecerle algo de protección, aunque fuera mínima. Al mismo tiempo, deslizó el chip de Vexus fuera de su cabeza con un movimiento automático, como si su mente ya no estuviera dispuesta a soportar la proximidad de nadie más, ni siquiera de su hermano. Dejó el aparatito en la mesa de noche, con la idea de ponérselo por la mañana.
El vacío que dejó esa desconexión fue inmediato, reemplazando la conciencia de su hermano. El silencio mental pesaba tanto como aliviaba. Nexus dejó escapar un suspiro largo y bajo. Ya nada era como antes, y la verdad era que no sabía si alguna vez podría serlo de nuevo.
Maya estuvo con su abuelo esa mañana, en un sitio escondido y frío de esa guarida, con apenas luz suficiente para ver sombras. Lokar probaba las habilidades de su nieta, haciéndola sostener una gran roca ingrávida sobre su cabeza sin tocarla, solo con la fuerza de su kairu, mientras respondía a sus preguntas una y otra vez. El cansancio estaba haciendo mella pero, a decir verdad, esto no estaba mal, no recordaba haber practicado con tanta dureza. Estaba emocionada por ver qué saldría de todo eso.
—Responde, Maya —dijo Lokar, su voz grave reverberando en las paredes de piedra— ¿Qué sucede cuando los canales del kairu se obstruyen?
—El flujo... —jadeó, para después apretar los dientes por el esfuerzo, con el cuerpo en tensión—... se dispersa, causando... un retroceso...
Lokar ladeó la cabeza, evaluándola con frialdad. Una roca más pequeña, pero de un tamaño y peso considerables, se elevó junto a él y, con un simple gesto de su mano, la colocó sobre la gran roca que Maya sostenía. El peso adicional la hizo tambalearse, pero no se rindió. Sus piernas comenzaron a doblarse, y el sudor corría por sus sienes, pero sus ojos permanecieron firmes.
Nexus entró por una puerta aledaña, el frío de la piedra y la presencia de Lokar llenaban la enorme sala, pero él se movió como una sombra más para dejar la bandeja a un lado. Le habían indicado que el desayuno de Maya esta vez se tomaría en la sala de Lokar, la que usaba para hablar con los E-teens en persona. Era como un inmenso auditorio con paredes de roca desquebrajada. Parecía el lugar donde se libraría una batalla entre demonios.
Curioso, Nexus observó lo que ocurría mientras caminaba en silencio. Su mirada se detuvo en Maya. Lokar no le prestó atención, aunque sabía que estaba ahí, él estaba concentrado en lo importante: su nieta.
—Y si fallas, ¿qué ocurre? —preguntó, añadiendo otra roca más a la pila.
Maya tragó saliva con dificultad. El aire frío parecía clavarse en sus pulmones, pero sus palabras salieron claras.
—La energía... se pierde y... —su voz se quebró por un instante, pero se obligó a continuar—... y el cuerpo... colapsa.
Lokar dejó escapar un leve sonido de aprobación.
Nexus, mientras tanto, depositó la bandeja junto a la pared y se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente para observar mejor. Algo en la forma en que Maya soportaba el peso, en la obstinación que iluminaba su rostro, le resultaba inquietante. Era una fuerza distinta a la que recordaba en ella, algo endurecido por la presión constante de Lokar. El kairu oscuro se arremolinaba a su alrededor, subiendo y bajando las rocas pequeñas alrededor, y el poder que emanaba era parecido al de Lokar, aunque era evidente que aun le faltaba mucho para perfeccionarlo.
Maya no le dirigió la mirada. Estaba demasiado ocupada manteniéndose acuclillada, resistiendo. Lokar habló de nuevo, esta vez más bajo, casi en un murmullo que apenas rompía el silencio de la sala:
—Recuerda, Maya. La fortaleza no es solo poder, es control. —su tono lento y pausado como el de un maestro repitiendo la lección a sus alumnos— Quien domina su kairu domina todo. Repítelo.
Una última roca se sumó a la pila, y Maya dejó escapar un gemido apenas audible. Pero sus rodillas, aunque temblorosas, no cedieron. Con palabras temblorosas, la alumna repitió la lección las veces que Lokar la hizo repetirla antes de pasar a otra pregunta. Respuesta equivocada, otra roca sobre la más grande, respuesta correcta, un sonido de aprobación de su maestro.
A veces a Lokar no le satisfacía del todo la respuesta, quizá la entonación, quizá la seguridad de la chica, el hecho es que le añadía una roca la mitad de pesada que si la estuviera castigando por un error. Quería llevarla a la perfección.
—¿Qué es el equilibrio si no una ilusión de control? —añadió otra roca, y su mirada penetrante la atravesó como una daga. Maya cerró los ojos un segundo antes de responder, sintiendo que su respuesta debía emerger de mucho más profundo que su mente.
—Es el límite entre el orden y el caos... un umbral que siempre se desplaza —contestó con esfuerzo, el sudor mezclándose con el frío en su piel. Lokar asintió, pero sus labios no se curvaron en aprobación. Otra roca flotó en el aire, posicionándose con precisión sobre la pila inestable.
—Si el poder transforma ¿Qué queda de ti cuando cruzas la línea? —preguntó, su voz como un eco en la gran sala vacía.
La respuesta no llegó de inmediato. Maya tembló bajo el peso creciente, pero finalmente musitó, casi como un rezo— El vacío... y el reflejo de lo que una vez fui.
Lokar se detuvo un instante, evaluándola. Luego, con un movimiento de su mano, colocó una roca más. El aire parecía congelarse en torno a ellos— ¿La fuerza es destino o elección? —Esta vez su tono fue más bajo, como si esta fuera una pregunta crucial.
Maya apretó los dientes. Los músculos de sus brazos y piernas ardían como si estuvieran al borde de romperse. Entre jadeos, logró decir— Es ambas cosas... pero sólo una lleva a la trascendencia.
Nexus miró de reojo a Lokar, y algo en su pecho se tensó. Quizás era admiración por Maya, quizás desdén por el viejo maestro. O tal vez era una mezcla de ambas cosas, confundiéndose en el aire helado que lo rodeaba.
Sin decir una palabra, se dio la vuelta y salió por donde había entrado, dejando a Maya y a su abuelo solos en aquel rincón oscuro de la guarida.