Capítulo 12 : Planes
23 de noviembre de 2025, 23:35
Maya se desplomó contra la pared, el frío de la piedra mordiendo su piel empapada de sudor. Su respiración era un torrente desbocado, y sus músculos temblaban como si hubieran sido exprimidos hasta el límite. Lokar se acercó flotando, su figura apenas delineada por la penumbra de la sala. Sus ojos brillaban con esa mezcla inquietante de crítica y diversión que siempre la ponía en guardia.
—Estás lejos de estar lista, Maya —su voz cortó el aire como un látigo, atravesando el zumbido ensordecedor en sus oídos—. Boaddai no te enseñó nada que valiera la pena. Apenas estás por encima de esos despojos que llaman E-teens. A partir de ahora, tus días después de las misiones estarán llenos de entrenamiento y estudio. Sin excepciones.
Maya alzó la cabeza, el orgullo y la humillación peleando por el control de su expresión. Con un movimiento torpe, improvisó una reverencia— Así será, maestro. No lo decepcionaré.
—Descansa, te lo has ganado... por ahora. —Lokar esbozó una sonrisa ladeada, cruel en su perfección— Después del desayuno, enviaré a Nexus contigo. Considéralo un premio. Y que quede claro: te quiero en las bibliotecas cuando no estés en el campo de batalla.
—Sí, maestro.
Su abuelo salió de ahí como desmaterializándose en las tinieblas, mientras Maya suspiraba. La roca que antes había estado sobre su cabeza, flotando a nada de aplastarla, se había venido abajo en un momento dado, cuando ella tardó en responder y Lokar agregó todas las piedras extra como castigo. La roca se precipitó sobre ella y, en un rápido movimiento, fruto de sus reflejos más ocultos, la partió en dos con un golpe de manos.
Ahora, ambas mitades y los demás escombros se hallaban diseminados por la enorme sala, mientras ella los observaba. "Él quería que cayera sobre mi" pensó. Era evidente que Lokar había diseñado el entrenamiento para romperla, para llevarla al límite y más allá. Pero no se había roto. No todavía. Lokar era un maestro duro, muy cruel. Había hecho eso a propósito.
Nexus regresó minutos después, su rostro tenso, como si las emociones que lo consumían fueran una carga más pesada que cualquier roca. La encontró así de mal, como si hubiera librado una gran batalla, la bandeja del desayuno sin destapar a su lado. Nexus se acuclilló frente a ella, extendiéndole un vaso de agua con un gesto mecánico.
—Come despacio, pero come. Nos meterás en problemas a ambos si no lo haces... El maestro quiere que descanse contigo unos minutos —dijo, pero su voz se detuvo al ver las mitades de la roca—. Para... ayudarte a recuperarte.
Cómo lo había dicho, Maya captó que Lokar se refería a otro tipo de descanso o a algo más todavía. Por eso Nexus se le había presentado de esta forma, frustrado y más serio aun que de costumbre.
—Solo siéntate, Nexus. Ahora solo necesito aire. —Maya lo miró y esbozó una sonrisa débil, aunque sus ojos delataban el agotamiento— Lokar va a matarme.
—Me dijo que te dijera que mañana irás con los Radikor a Siberia. —respondió él, su tono lleno de una neutralidad calculada.
Ella apenas reaccionó, limitándose a murmurar— Suena bien.
—¿No era esto lo que querías? —preguntó, alzando una ceja—. ¿Salir y ganarte su confianza?
—Sí, pero él no me dará el lujo de estar aquí sin destrozarme primero —susurró, tomando un sorbo del agua fría—. Estuvo a nada de romperme los huesos con esa roca.
Nexus volvió a mirar los escombros y luego a ella. Había algo sombrío en sus ojos cuando habló— Tendrás que ser fuerte —dijo al fin—, o él te hará fuerte... a base de golpes.
Maya soltó una risa suave mientras terminaba de beber un poco más del agua fría. Pasó el vaso de una mano a otra, disfrutando de cómo la sensación helada aliviaba el ardor en sus dedos. No estaba segura de si era por estar presionando el suelo mientras había estado concentrada o del momento en el que rompió la roca con ambas palmas.
—Eres muy alentador, ¿te lo han dicho alguna vez? —preguntó, girándose hacia la bandeja. Bajo la tapa de vidrio, había unos panqueques bañados en miel que olían casi demasiado bien para ser reales— Hoy te atreviste, ¿eh? Nunca habías hecho algo tan dulce.
Nexus, encogiéndose de hombros, permaneció en silencio mientras la observaba comer. Su expresión era seria, impenetrable, como si su mente estuviera en otro lugar. Maya, con un bocado generoso en la boca, alzó una ceja con curiosidad.
—Sigues molesto —dijo ella tras tragar—. De verdad, lo siento.
—Olvídalo —dijo él sin más, con la misma expresión seria e imperturbable. Ella sonrió ligeramente, pero no dejó pasar el tema. Ladeó la cabeza y lo miró con fijeza, como si tratara de descifrar algún secreto que él intentaba ocultar.
—A mí me parece que eres tú el que no lo olvida —comentó con desenfado, llevándose otro bocado abundante de panqueque a la boca.
Contrario a todo lo que ella hubiera imaginado, Nexus apartó la vista rápidamente, y un tinte rojizo comenzó a colorear sus mejillas. A pesar de su intento por disimular, llevándose una mano a la cara con la torpeza de quien teme ser descubierto, Maya captó el momento exacto de su reacción. Como Nexus desvió la mirada de nuevo a la roca, ella solo sonrió con cierta empatía, pero no dijo nada al respecto. Decidió no presionar más el tema. Sintió una oleada de ternura inesperada, de alguna manera, se dio cuenta de que no quería lastimarlo, no más de lo que Lokar o el mundo ya lo habían hecho.
Entonces tomó de los agregados un botecito de leche condensada.
—¿Los has probado antes? —preguntó con suavidad, su voz cargada de calidez mientras sostenía el tenedor con un trozo de panqueque cubierto de la leche condensada— ¿quieres un poco?
Nexus la miró, sus ojos oscilando entre la comida y ella. Alzó una ceja, con un gesto que intentaba recuperar su usual despreocupación— Creo que perdí la cuenta de cuántos comí antes de traerte estos, pero con miel —dijo con un tono que bordeaba la ironía, aunque sus labios traicionaron un atisbo de sonrisa.
Sin embargo, al final aceptó. Se inclinó hacia adelante, mordiendo directamente del tenedor. Maya lo observó en silencio, guardando cada pequeño detalle de ese instante: el movimiento de su mandíbula, la forma en que su expresión parecía suavizarse al probar el dulce. Sintió una chispa de esperanza encenderse dentro de ella, algo que no sabía que había estado buscando hasta ese momento.
—¿Qué tal? —inquirió, inclinando un poco la cabeza.
Nexus masticó lentamente antes de asentir— Está bien... para no ser miel.
Ella soltó una carcajada ligera, incapaz de contenerse. Él la siguió poco después, sin entender realmente el chiste, simplemente dejándose contagiar por ella.
—Nexus... escucha... sé que quieres vengarte aún —dijo ella de pronto, haciendo que él la mirara— creo que ya sabes que yo no estoy aquí realmente por mi abuelo ¿verdad?
Él seguía sonriendo, no con malicia, sino cálidamente, pero cuando Maya dijo eso, él se quedó callado y su gesto adquirió seriedad. Su venganza había sido casi como pausada, después de esta búsqueda de sensaciones nuevas. Pero él no dejaba de pensarlo. Su maestro lo había rebajado, lo había humillado por intentar hacer algo que era realmente su fin ultimo. También quería vengarse de los Battacor. Nunca olvidaría sus burlas ni las palizas que le habían dado.
Sus ojos azules estudiaron a Maya. Si, él ya sabía que Maya no venía con intenciones pacíficas, pero no imaginó cuales eran realmente— ¿Qué pretendes?
—Me enviaron para ser espía, Nexus... para conseguir el kairu oscuro y saber donde están los depósitos subterráneos —le murmuró acercándose a él, hablándole en mucha confianza, sus palabras se rompieron al final, pero sus ojos no retrocedieron ante la mirada de él— yo... he estado recibiendo la sombra de Lokar, el kairu oscuro ha logrado invadirme como él quería.
Nexus retrocedió ligeramente, como si las palabras hubieran lanzado un golpe invisible. Su cuerpo se tensó, pero su rostro seguía impasible, como si temiera mostrar algo más que incredulidad.
—Pero no me ha cambiado como a ti. —La voz de Maya se suavizó, vulnerable, casi un susurro— Sigo siendo yo, Nexus... solo que ahora domino ambas energías.
Nexus alzó la vista, sus ojos azules destellando en la penumbra de la sala oscura. Durante un instante, su mirada se perdió en las sombras que danzaban en las paredes, como verificando su soledad, había sentido el miedo de que Lokar o alguien estuviese por ahí escuchándolos. Maya, viéndolo así, sintió una punzada de duda, pero también la necesidad de convencerlo. Se acercó más hacia él, acortando la distancia entre ambos, y con cuidado desenredó el relicario que llevaba colgado al cuello. Su luz tenue parecía pulsar con un ritmo vivo, como un pequeño corazón de energía pura.
—Mira... —le dijo, sosteniéndolo con ambas manos y ofreciéndoselo para que lo viera mejor— Boaddai me dio esto para protegerme. El kairu bueno siempre ha estado conmigo, incluso cuando la sombra de Lokar intentó invadirme. Es como si estas energías se equilibraran dentro de mí.
Nexus miró el relicario con detenimiento, pero no lo tocó. Sus dedos apenas se movieron. A su alrededor, la sala parecía más fría, más cerrada. Maya aprovechó el silencio para continuar.
—Lokar cree que me controla, pero no es así. —Su voz adquirió una intensidad renovada, como si esas palabras le recordaran su propia fortaleza— Lo que realmente quería era salir de esa celda, no para escapar de él, sino para explorar este lugar. Físicamente.
Él arqueó una ceja, intrigado pero también desconfiado, lo que la llevó a acercarse aún más. Maya bajó la voz, como si temiera, como Nexus, que las paredes mismas estuvieran escuchando.
—Hay sitios aquí que nadie visita, Nexus, —continuó— tú bien lo sabes. He intentado llegar a ellos con mi mente, pero no soy capaz. Lokar debe haber dejado algún tipo de seguro o trampa para protegerlos. Y por eso vine aquí... para descubrirlos.
Nexus la miró con atención, pero permaneció en silencio.
—Ky, Boomer y el equipo de nuevos guerreros —continuó ella, su tono firme pero cargado de cierta melancolía— planean saquear este lugar. Boaddai quiere purificar el kairu oscuro y arrebatárselo a Lokar. Y yo... —Hizo una pausa deliberada, bajando la mirada al relicario que aún descansaba en sus manos, como si se tratara de un ancla en medio de una tormenta— estoy aquí para asegurarme que pase.
El ciborg se llevó una mano a la sien izquierda, para verificar que el canal estuviera cerrado y Vexus no hubiera oído nada. También para ordenar sus pensamientos. Luego, la dejó caer lentamente mientras sus ojos azules la estudiaban con intensidad. Estaba oyendo el plan de una conspiración completa que lo sorprendía, pero no le parecía raro.
—Me lo estás diciendo porque necesitas mi ayuda —concluyó él, con la calma de quien no está dispuesto a aceptar nada sin condiciones— ¿O acaso me equivoco?
Ella lo miró con esos ojos dorados y resplandecientes mientras una leve expresión de angustia se perfilaba en su rostro. Por un momento, la expresión en el rostro de Nexus se suavizó, mostrando la vulnerabilidad que ocultaba tan bien.
—He visto este cambio en ti. —Su voz bajó hasta convertirse en un murmullo que parecía apenas rozar el aire— Sé que ahora puedes decidir confiar en mi... Y fue por... fue por eso que hice... Lo que hice en la celda contigo, frente a Lokar.
Él frunció el ceño, sin apartar la mirada de ella. A la mención de ese despilfarro de seducción que Maya le hizo el día anterior, Nexus se tensó como lo hizo cuando ella lo había tocado. Maya, al ver que no respondía, volvió a hablar en el mismo tono.
—Y sí, necesito tu ayuda. —Su tono adquirió una urgencia contenida, cada palabra cuidadosamente medida para no sonar desesperada, aunque lo estuviera— ¿No te parece que sería la mejor venganza? Arrebatarle todo el kairu oscuro a Lokar. No solo despojarlo de su arma más poderosa, sino de la fuente de su orgullo.
Esa idea le encendía algo profundo en el pecho, una mezcla oscura de rabia y deleite. Podía imaginarlo: a Lokar arrodillado, despojado de su preciado kairu oscuro, su rostro retorcido en incredulidad y humillación. Que él, una lata inservible y prescindible pudiera hacer algo como eso. Esa escena era un bálsamo para sus heridas, una redención personal por las burlas, los golpes y las humillaciones que había soportado. La venganza no era solo un acto, era una obra maestra en proceso, una forma de reclamar el poder que le habían robado. Y aunque sabía que el camino para lograrlo sería peligroso, esa imagen de Lokar derrotado era suficiente para alimentar su determinación.
Nexus levantó la mirada, sus ojos azules fulgurando. Maya notó cómo sus dedos tamborileaban contra la superficie de piedra del suelo, un tic que denotaba su esfuerzo por contener la oleada de pensamientos en su cabeza. Pero lo que más le llamó la atención fue el leve endurecimiento de su mandíbula, la señal de una lucha interna que él no se molestaba en ocultar.
El silencio que siguió fue tan denso que Maya tuvo que resistir el impulso de llenarlo con palabras. En lugar de eso, permitió que el eco de su propuesta resonara en la penumbra de la sala. Nexus desvió la mirada de nuevo.
—Entonces... ¿Qué dices? —insistió ella, su voz bajando casi a un susurro, llena de un temor que trató de disimular.
La mención de venganza parecía haber captado toda su atención. Nexus se apercibió entonces de qué tan cerca se encontraba ella de él. La sensación de lo ocurrido el día anterior regresó de pronto. Nexus, por inercia, se alejó de ella y se puso en pie. Se volvió completamente hacia las mitades de piedra mientras pensaba atropelladamente.
—¿Nexus? —lo llamó, cautelosa, sin querer romper del todo la burbuja de introspección en la que él parecía estar inmerso.
De repente, él giró la cabeza hacia ella, señalando el plato con una expresión que, en cualquier otra situación, habría sido completamente normal en él.
—¿Te vas a comer eso? —preguntó, con un tono casual que la descolocó por completo.
Maya parpadeó, confusa, antes de sonreír, medio divertida, medio exasperada— Claro... pero...
Sin esperar a que terminara la frase, Nexus tomó el tenedor y, sin ceremonias, se llevó el último trozo de panqueque a la boca. El acto fue tan desconcertante como revelador. Maya observó cómo se inclinaba hacia adelante, comiendo en silencio, mientras ella intentaba descifrar qué significaba realmente ese gesto. Maya no sabía si había sido un error decírselo conociéndolo cómo era de desconfiado.
Cuando finalmente habló, su voz era baja, pero cargada de determinación.
—Acepto. —Limpió el tenedor con la lengua, rescatando lo que quedaba de la leche condensada, colocándolo de vuelta en el plato vacío antes de tomar la bandeja— Pero esto no cambia nada. Yo decidiré cómo y cuándo actuaremos.
Se giró hacia la puerta, haciendo una pausa antes de salir— Lo discutiremos esta noche en tu habitación. —Se aclaró la garganta, un leve destello de incomodidad atravesando su semblante, antes de desaparecer por completo.
Maya sonrió, sabía que no se había equivocado con él. No era tan malo como él mismo decía.