ID de la obra: 1433

Doble lealtad

Het
R
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2
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planificada Midi, escritos 137 páginas, 71.131 palabras, 26 capítulos
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Capítulo 15 : Vacío opresivo

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Zylus observaba el exterior desde su ventana, sosteniendo unos binoculares enormes. No eran cualquier binoculares: eran digitales, de largo alcance, capaces de atravesar la atmósfera y detectar planetas si uno lo deseaba. Pero Zylus los usaba únicamente para algo más mundano: localizar a Nexus. En la sala contigua, Rynoh saltó de la silla, riendo ante la cara de perplejidad que ponía Bash— ¡Te gané! —exclamó con burla— Es jaque perfecto. —¿Cómo que jaque? —balbuceó Bash, todavía tratando de entender en qué momento había perdido— ¡Eso no tiene sentido! Rynoh se encogió de hombros con suficiencia, una sonrisa socarrona estirándole los labios mientras sus ojos naranjas se achicaban— Claro que tiene sentido. Yo usé el ataque de electricidad y tú el de agua. Más te vale no hacerlo en la realidad, o estarías muerto, amigo. Bash siguió mirando la mesa, confundido, mientras Rynoh recogía las bolsas de papas de la improvisada "mesa de apuestas". Caminó hacia Zylus, que seguía atento abajo por si a Nexus se le ocurría la mala idea de salir por ahí abajo. Rynoh se le acercó con una papa colgándole de la boca y lo miró consternado. —Lokar le dio un día de descanso ¿no te enteraste?  Zylus soltó un gruñido que sonó más como un motor descompuesto— Es increíble. El único día en el que planeamos acorralarlo frente al refugio, y se nos escapa como si nada... Sin decir más, usó su enorme puño para arrebatarle una de las bolsas a Rynoh sin contemplaciones. La apretó hasta que estalló, y las papas volaron en todas direcciones como proyectiles de cartón. Una le dio entre los ojos a Rynoh y de la impresión se le cayó la que tenía en la boca. —¡Oye! ¡Lo que me tardé consiguiéndolas! —protestó Rynoh, recogiendo algunas papas con resignación, pero sin dejar de masticar las que tenía en la boca— ¿Sabes lo que cuesta un contrabando decente de comida en este basurero? Zylus ignoró el reclamo, todavía con los binoculares en mano— Ahora que sus clones no lo están siguiendo, sería más sencillo atraparlo… si no estuviera descansando. —su puño verde apretó el envoltorio vacío de las papas mientras seguía mascullando— Desgraciadas latas... te juro que si los vuelvo a encontrar defendiéndolo los abollaré a todos con mi puño hasta que estén más planos que hojas de aluminio... Rynoh suspiró, observando las papas en el suelo— Lo que me tardé consiguiéndolas, para que tú las desperdicies... —Ya deja de molestar. Díselo a Bash, él se las comerá aunque estén en la tierra —respondió sin interés el líder— pero, oye ¡no actúes como si no quisieras cobrarte el puñetazo que te dio Nexus el otro día! ¿No te acuerdas cómo te noqueó?  El chico pálido de ojos anaranjados seguía de brazos cruzados, con las bolsas sobrantes y otra papa en la boca mientras paseaba los ojos sin pupila por el suelo— ¿Crees que Bash me ha dejado olvidarlo?... aun me duele la mandíbula, viejo. —se llevó la mano libre al área donde se veía el moretón— Pero Zylus, te estás obsesionando con esa lata ¿porqué no dejas que Lokar se encargue de él? Dicen que ayer lo puso a servirle para entrenar duro a Maya. —Pero Maya no pudo hacerlo papilla de lata —entró Bash con una sonrisa tonta que evidenciaba su falta de cerebro, al ver las papas en el suelo soltó una exclamación— ¡Ah, papas gratis! —exclamó con entusiasmo, como si hubiese encontrado un tesoro. —Eres un salvaje —escupió Rynoh, negando mientras se metía otra papa a la boca. Zylus bufó, quitándose los binoculares de la cara con brusquedad— ¿Qué? ¿Maya? ¿ya la dejaron salir de su celda? —los miró alternativamente a ambos.  Rynoh rodó los ojos— ¿Qué parte de “Lokar la está entrenando duro” no entendiste? A veces creo que tus músculos consumen toda la energía que debería ir a tu cerebro. Antes de que Zylus se vengase, Rynoh alejó las bolsas de papas a tiempo para que la mano grande de Zylus no las atrapara en otra rabieta y se escabulló a la otra habitación con rapidez. El líder gruñó ante la cobardía de su compañero, pero miró a Bash, que seguía comiendo del suelo. —¿Y en qué terminó ese entrenamiento? ¿Quién ganó? —Esos perdedores de los sirvientes dicen que Nexus le ha hecho un corte en el brazo y el costado peleando ayer. —dijo Bash, la boca llena a rebozar—  Por eso le dieron el día libre hoy. Zylus frunció el ceño, mordiéndose el interior de la mejilla. Sus colmillos asomaban apenas mientras su mandíbula se tensaba— ¿Y el maestro está complacido porque lastimen a su nieta? —se extrañó él. Rynoh regresó después de esconder las bolsas de papas en su cuarto, con una expresión satisfecha. Ya más relajado, se dejó caer en una silla, masticando despacio— Claro que está complacido. La quiere convertir en su sucesora. ¿Cómo no te has dado cuenta? Por eso la está destruyendo con ejercicios ridículamente difíciles. Dicen que la pone a recitar textos antiguos mientras levanta piedras. —Ese viejo está loco. —Zylus volvió a alzar los binoculares, apretando los dientes mientras sus ojos rastreaban el horizonte con intensidad. Bash, a sus espaldas, seguía devorando papas del suelo con la despreocupación de quien no teme bacterias ni reprimendas. —Ese viejo va a convertirla en una guerrera incomparable. —Rynoh resopló desde el sillón, con una ceja arqueada y su característico aire de suficiencia— Con ella deberías obsesionarte. Si ya es una amenaza ahora, imagínate lo que será cuando Lokar termine de entrenarla. —Si no la desbarata primero. —Bash, hablando con la boca llena, dejó caer las últimas papas que había recogido y fue directo al sillón, donde Rynoh se acomodaba. Sin mirar, se dejó caer con todo su peso, aplastando casi por completo a su compañero. —¡Ay! ¡Oye! Fíjate dónde pones el trasero. —Rynoh forcejeó, saliendo a duras penas de debajo del grandulón, su pelo revuelto, la diadema torcida y una expresión de furia que apenas podía contener— idiota. —Tú deberías fijarte en qué sillón te sientas, enano. ¡Este es mío! —replicó Bash, reclinándose cómodamente y alzando las piernas sobre la mesa. —Este sillón es de todos, cabezota. Es la sala común del E-Teen Battacor, ¿o se te olvidó? —Rynoh lo fulminó con la mirada antes de girarse hacia el líder, que aún mantenía la vista fija en el horizonte— Además, Zylus, si tanto quieres saber dónde está esa lata, el torpe número tres, ¿por qué no le preguntas a los sirvientes? ¿No es uno de ellos, después de todo? Zylus bajó los binoculares lo justo para mirarlo de reojo, con el entrecejo fruncido— Porque si lo hiciera, lo sabrías. Lo gritarías por todos lados con tal de ganar una apuesta absurda contra Bash. Rynoh puso los ojos en blanco— Exagerado. Sabes que yo no haría eso—pero su sonrisa burlona asomó— ¿Y si lo hiciera qué? Al menos sería algo más útil que desperdiciar papas. —¡Callate, me das dolor de cabeza! Está claro que debemos hacer algo más que esperar a Nexus al final de los pasillos. —Zylus dejó caer los binoculares sobre la mesa con un golpe seco, cruzándose de brazos mientras miraba al techo con expresión de hastío— Es decir... talvez debamos meternos directamente con Maya. Buscar la forma de que no consiga todo ese poder que Lokar logrará sacarle a golpes. Rynoh se detuvo a medio masticar una papa y arqueó una ceja, antes de soltar una risa baja y despreocupada. —Pues te jodiste. La próxima misión es nuestra, y ella irá con nosotros. —Dicho esto, ajustó la diadema que le sujetaba el cabello negro y se pasó una mano rápida por los mechones rebeldes, ordenándolos con esa peculiar y amanerada mezcla de desinterés y vanidad— Será nuestra líder. Zylus, que había adoptado una postura relajada hacía apenas unos segundos, prácticamente saltó de su asiento como si alguien hubiera encendido una alarma—  ¡¿Qué?!  —Lo que oíste. ¿Quieres que lo repita? —Rynoh elevó la voz, notablemente fastidiado mientras lo miraba con una chispa de provocación en sus ojos anaranjados— Lokar va en serio con esa chica. Por un instante, la habitación quedó en silencio, roto solo por el crujido de las papas que Bash seguía comiendo, ajeno al drama que se desarrollaba frente a él. Zylus miró fijamente a Rynoh, intentando decidir si estaba bromeando o si realmente hablaba en serio. —Esa chica tonta... —gruñó finalmente Zylus, con el ceño fruncido y los puños apretados— No tiene idea de lo que se está metiendo. —Oh, claro que lo sabe. —Rynoh sonrió con una confianza que rozaba la insolencia— Si se pasó a nuestro lado fue para eso ¿quien querría acercarse a Lokar si no es por poder? ella sabe que el duro entrenamiento la volverá invencible. Por eso es que Lokar la quiere a ella y no a ti. El silencio que siguió a esa frase fue más pesado que nunca, mientras Zylus lo miraba como si estuviera evaluando si debía reír o arrancarle la cabeza. — Ya sé lo que haremos.     —No me estás escuchando... Llevas todo el día cortando mis comunicaciones... Nexus, quiero saber porqué. La voz de Vexus irrumpió en su mente como un eco rasposo, una vibración que se sentía más como un alambre tensado a punto de romperse. Nexus apretó la mandíbula, tratando de mantenerlo fuera, pero la conexión era inevitable, casi dolorosa. Vexus no solo hablaba: dejaba una estela de inquietud metálica, fría, como el roce de una hoja de acero sobre los nervios. Nexus, con los brazos cargados por la caja que llevaba, cerró los ojos un momento, buscando un refugio interno que sabía inalcanzable mientras su hermano estuviera allí. —¿No te enseñaron a callarte? —le espetó, su tono más un golpe seco que una frase. Por un instante, la presencia de Vexus retrocedió, dejando un vacío opresivo, como el silencio en medio de un bosque donde algo acecha. Pero volvió con más fuerza. —No, bien sabes que ni a ti ni a mí nos enseñaron más de lo necesario. Pero ese no es el tema. Ahora que apareciste, quiero saber qué es lo que haces. Ya escuché los rumores de que peleaste con Maya ayer. Nexus sintió el nombre de Maya en su mente como un destello cálido, una chispa rebelde que contrastaba con la marea oscura que traía Vexus. Apretó los dientes y respondió. —Pues si, es cierto... ¿contento? —Para nada. Te dije lo peligrosa que era esa chica ¿porqué lo hiciste? La voz de su hermano se deslizó como una serpiente helada, envolviendo sus pensamientos con una mezcla de preocupación y censura. Nexus sintió un frío persistente en las sienes, el eco de la duda de Vexus arañando su percepción. —Porque el maestro Lokar así lo quiso. —bufó, ajustando el peso de la caja en sus brazos. Sus músculos ardían, pero la presencia de Vexus era peor que el agotamiento físico— Escucha, hablaremos después, ¿de acuerdo? Esta noche en mi cuarto. —No. Estamos en misión. Justo ahora Hexus y Dexus están creando una trampa, el equipo Tiro otra vez. Ya sabes, buscamos escarmentarlos. —La risa burlona de Vexus resonó en su mente como un tambor distante, pero Nexus podía sentir el descontento subyacente: un sabor amargo, como cenizas calientes que quemaban su garganta— Es el momento exacto en el que no tengo a nuestros hermanos encima o dentro de la mente como para que me impidan hablarte. —Pues... dime qué quieres —resopló, sintiendo cómo la irritación le pesaba tanto como la caja. —Calma, hermanito, no te voy a seguir incitando con respecto a tu noviecita. Nexus percibió una punzada de celos disfrazada en aquella burla, un calor enfermizo que intentaba invadir. Eso tenían siempre las conversaciones con sus hermanos, este barullo de fuerzas emocionales que agobiaban. El tono sarcástico de Vexus era casi táctil: una caricia áspera, como cuero seco contra la piel.  —Necesito saber qué planeas. —¿Por qué crees que planeo algo? —Mm, déjame pensar. ¿talvez porque te conozco como a mi mismo y sé cuando estas ocultándome algo? —la ironía punzante y evidente— te dan un día de descanso y te largas lejos del refugio y de mi. El peso emocional que Vexus cargaba con esa frase era abrumador: una mezcla de ansiedad y resentimiento que se extendía como una mancha negra, tiñendo los bordes de los pensamientos de Nexus. Era agobiante para él, doloroso, pero de todas formas se limitaba a recibir sus emociones grises antes que traspasarle las suyas. Sabía que así como él no resistía sentir tantas emociones malas, aunque fueran grises, Vexus tampoco aguantaba los océanos profundos en los que se habían convertidos sus propias experiencias emocionales. —Vexus, porfavor... —rezongó él, levantando la caja con la rodilla para poder asirla mejor con los brazos. —Estás planeando algo con ella, ¿verdad, Nexus? El cambio en el tono de Vexus fue como un empujón directo al centro de su mente. La amenaza contenida era palpable, un aire cortante que Nexus sintió bajar como una nevada repentina, congelando cualquier defensa que tratara de alzar. —¿Por qué no te metes en tus propios asuntos, Vexus? —murmuró Nexus en el fondo de su mente, su tono cargado de cansancio y frustración, mientras sentía la persistencia de su hermano filtrándose como un eco metálico en sus pensamientos. Como un viento frío que se colaba por grietas invisibles, presionando su conciencia. —Lo que haga o deje de hacer es mi problema... ya no soy un Hiverax —continuó Nexus, dejando que la mordacidad en su voz mental destilara algo del enojo que bullía en su pecho— Lo que haga desde mi degradación me afecta únicamente a mí. Por un instante, la conexión pareció tambalearse, como si Vexus procesara las palabras en un torbellino de emociones: orgullo herido, desconfianza, y algo que rozaba la decepción. Para Nexus, esas emociones llegaban como colores, que aunque opacos, eran visibles e inconfundibles: el rojo oscuro del enfado mezclado con un gris acerado de duda, tiñendo su mente como un lienzo imposible de ignorar. Vexus finalmente respondió, pero la calma en su voz era engañosa— Hermanito, sabes que nunca te dejarán ser "solo tú". Lo que haces siempre nos afecta a todos, aunque te empeñes en ignorarlo. De la nada, la presencia de Vexus desapareció del fondo de su mente, como si una sombra densa se hubiera evaporado en el aire. Nexus supo al instante lo que había sucedido: su hermano se había quitado el chip, probablemente en una rabieta infantil. Sin embargo, el vacío que dejó en su mente fue tan agobiante como la oscuridad que solía acompañarlo. Esa ausencia repentina se sentía como una herida abierta en su consciencia, una ausencia que le recordaba cuán intrincadamente estaban conectados, por más que él deseara lo contrario. Sin detenerse, Nexus cruzó las puertas del complejo donde había ejecutado el robo. Antes de salir, alzó la vista hacia el cielo. Miró hacia el cielo justo antes de salir despedido con una onda expansiva hacia arriba, volando como un cohete en dirección al refugio. El viento cortaba su rostro mientras ascendía hacia el cielo, cada vez más lejos del lugar donde había dejado sus pensamientos sobre Vexus. Maya y el plan lo esperaban.
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