Capítulo 20 : Enemigos
23 de noviembre de 2025, 23:47
Dentro de la caja había un arsenal variado, desde granadas compactas hasta las imponentes bazucas que Nexus había mencionado anteriormente. Las armas descansaban sobre un lecho de paños oscuros, su apariencia letal amplificada por el brillo tenue de la luna que se colaba entre las ramas de los árboles. A medida que el equipo Stax se acercaba, el ambiente se volvió pesado, casi asfixiante, cargado de tensión.
Los Hiverax, apostados bajo la penumbra de los árboles, no parecían especialmente alertas, pero su aparente relajación no ocultaba la intensidad de sus miradas. Sus ojos, irradiaban un resplandor gélido, sombras de una amenaza latente. Era un juego silencioso, un pulso entre depredadores. Incluso inmóviles, sus figuras desprendían una energía oscura y peligrosa, como si el bosque mismo se inclinara hacia ellos.
Nexus rompió la tensión sin palabras, enderezándose al notar la presencia de Ky, Maya y Boomer. Su porte era distinto al de sus compañeros: la ropa de trabajo sencilla que llevaba, salpicada de tierra y rasguños, le confería un aire más práctico que intimidante. Sin embargo, lo que realmente captaba la atención era su mirada.
A diferencia de los otros dos, cuyos ojos, rojos o verdes, oscilaban entre la hostilidad y la malevolencia, los de Nexus parecían claros, serenos, como si el kairu oscuro no lo dominara completamente. Los irises de un azul metálico observaban con precisión, fríos, pero sin la sombra corrupta que envolvía a sus hermanos. Bajo la luz pálida, su piel parecía más clara, menos sombría, como si él mismo se deslizara a medio camino entre humano y algo cercano a sus hermanos.
Ky lo notó al instante, y esa percepción solo alimentó su desconfianza. Dio un paso al frente, cruzando los brazos con un gesto deliberado.
—Así que aquí has estado todo este tiempo, ¿eh, Nexus? —dijo con un tono afilado como una cuchilla. La voz de Ky tenía esa gravedad que precede a las confrontaciones, y Maya lo sintió al instante. Colocó una mano sobre su hombro, intentando detenerlo.
—Ky, por favor... —su tono era bajo, casi suplicante, pero también cargado de firmeza. Él apenas la miró de reojo antes de sacudir su brazo, deshaciéndose de su tacto.
—¿Porqué? ¿Has venido por mi entonces? —respondió Nexus, acentuando la gravedad de sus propias palabras.
Maya se interpuso, adelantándose un paso, su mirada fija en Ky, ahora cargada de severidad— Dijiste que confiarías en mí, Ky... —su voz, aunque baja, estaba teñida de reproche— ¿Qué pasó con eso?
Nexus no apartaba los ojos de Ky. Su postura, aparentemente relajada, ocultaba una vigilancia calculadora. No hizo ningún movimiento innecesario, pero la tensión en el aire sugería que estaba evaluando cada palabra, cada gesto de Ky, como si ya estuviera anticipando un ataque.
—No, no he venido por ti —dijo al fin el lider Stax, su voz cargada de una calma peligrosa, que parecía contener un furor subyacente—. Estoy aquí por algo mucho más grande que tú o yo. Estoy dispuesto a dejar las cosas atrás, pero no esperes que baje la guardia. No después de todo lo que hiciste.
Antes de que Ky pudiera decir más, los otros dos Hiverax se pusieron de pie al unísono, moviéndose como reflejos perfectos a los lados de su hermano. Sus sonrisas peligrosas se extendieron con una sincronización casi escalofriante, aunque, por ahora, parecía que solo eran espectadores. Aun así, su mera presencia era suficiente para mantener la tensión en un punto álgido.
Nexus deslizó una mano enguantada dentro de su bolsillo, sacando un pergamino enrollado y atado con cuerda de cáñamo. Lo sostuvo en el aire por un momento antes de lanzárselo a Ky, que lo atrapó con reflejos rápidos.
—No estoy pidiendo perdón, por si eso es lo que crees. —dijo Nexus, con frialdad, mientras Ky desenrollaba el pergamino— Tampoco siento que me haya equivocado en lo que traté de hacer. Así que será mejor que tampoco te pongas en esa posición. Esto no significa que seamos amigos, ni que busque redimirme.
Boomer se acercó rápidamente, encendiendo una lámpara de mano para iluminar el mapa que ahora Ky sostenía desplegado. El papel, marcado con líneas intrincadas y notas dispersas, mostraba los alrededores del monasterio, antes de que fuera convertido en lo que ahora era. Bajo las columnas principales, una red de túneles serpenteaba como un laberinto, conectando depósitos de kairu escondidos en lo que alguna vez fueron acueductos o zonas de meditación.
—Donde están las marcas son los depósitos que atacarán primero. —intervino Vexus, con un tono sardónico, como si explicara algo obvio— Pequeños contenedores que no serán tomados en cuenta hasta que roben los más grandes tiempo después. El resto puede esperar. ¿Podrán manejar algo tan simple o necesitarán ayuda con eso también?
Ky alzó la vista del mapa, fulminando a Vexus con una mirada cargada de rabia contenida. El chico, con su sonrisa de autosuficiencia y ojos verdes brillantes, parecía disfrutar del momento, como si tuviera a Ky exactamente donde lo quería. La tentación de retarlo a un combate de kairu era casi irresistible, pero Ky se obligó a mantener la compostura recordando a Hydrax.
—Nos las arreglaremos —respondió Ky, su voz firme, aunque su mandíbula estaba tan tensa que parecía que podría romperse en cualquier momento.
Boomer, ajeno a la tensión entre ellos, examinó el mapa con curiosidad. Maya, más práctica, dejó que sus ojos recorrieran las líneas y símbolos con rapidez. Los túneles eran profundos, y las cavernas parecían estar reforzadas con materiales que probablemente bloqueaban cualquier intento de rastrear el kairu desde la superficie.
—Esas cosas son contenedores de kairu —indicó Hexus, señalando la caja con indiferencia. Los botes de plomo, cilíndricos y pesados, brillaban débilmente bajo la luz de la lámpara— Cada uno puede almacenar varias unidades de kairu. Para cada depósito, necesitarán al menos unos dos.
Boomer, curioso, se acercó a la caja y sacó uno de los contenedores y lo sostuvo en la mano, sopesándolo como si no pudiera creerlo— Pesa menos que una lata de soda —comentó, alzando una ceja incrédulo— O un trapo seco.
—Llénalo, y pesará como unos treinta kilos —replicó Hexus con un encogimiento de hombros despreocupado.
El comentario arrancó una sonrisa irónica a Boomer, pero la tensión entre Ky y los Hiverax seguía siendo palpable. Mientras los demás observaban el mapa y discutían la estrategia, Ky apenas podía apartar los ojos de Nexus, intentando descifrar si había algo más en sus palabras, algo que no había dicho en voz alta.
—¿En qué te beneficia esto? —preguntó Ky al fin, su tono bajo y cargado de cálculo, como si estuviera midiendo cada palabra antes de dejarla escapar.
Nexus no respondió de inmediato. Fue Vexus quien se adelantó a contestar— No en verte feliz, si eso es lo que piensas.
La provocación fue directa y deliberada, el tipo de comentario diseñado para encender la chispa de un enfrentamiento. Boomer no pudo evitar cubrirse la boca con una mano, luchando por contener una carcajada que amenazaba con escapar. Sus hombros temblaron ligeramente, y cuando Ky le lanzó una mirada fulminante, el chico se esforzó aún más por reprimir su risa,
Maya, por su parte, miró a Ky con aprensión. Sus ojos reflejaban una súplica silenciosa, pidiendo que no mordiera el anzuelo. Era consciente de lo volátil que podía ser Ky cuando lo provocaban, y Vexus, con esa sonrisa venenosa, parecía estar jugando a empujarlo al borde del abismo.
—No voy a caer en tus juegos, Vexus —gruñó Ky, rompiendo el contacto visual y volviendo a centrarse en el mapa como si con eso pudiera ignorar la tensión que aún vibraba en el aire.
—Sabio de tu parte —respondió Hexus, en él había más seriedad que en su hermano, pero la misma sonrisa deformaba sus palabras con un tono que sugería una diversión maliciosa—. Pero dime ¿Cuánto tiempo crees que puedes contenerte?
—Tengo mis razones, Ky. —se limitó a contestar Nexus, ignorando a sus hermanos, sosteniéndole la mirada. Aunque los otros dos Hiverax seguían con sonrisas burlonas, Nexus permanecía estoico, su rostro inexpresivo como una máscara que ocultaba pensamientos más profundos— Que te baste el hecho de que te estoy dando información que nadie más tendría el valor de compartir. Es valiosa, es irrepetible…
Hizo una pausa, el peso de sus palabras creciendo con cada segundo de silencio. Entonces, como si estuviera cruzando una línea invisible, añadió— Y si necesitas saberlo para calmarte, una de mis razones es Maya.
Maya, atrapada en medio, pestañeó, sus labios entreabiertos como si intentara decir algo pero no encontrara las palabras. Los Hiverax, siempre en sincronía, abandonaron sus posturas relajadas y miraron a su hermano con un interés que rozaba la incredulidad. Por un instante, incluso sus sonrisas desaparecieron, reemplazadas por una chispa de desconcierto.
—¿Nexus? —preguntó Vexus finalmente, con curiosidad— ¿Estás intentando sonar noble?
—Porque, hermano, —intervino Hexus, en un murmullo grave— eso te queda grande.
Ky apenas notó estos comentarios. Su atención estaba clavada en Nexus, en sus ojos metálicos que no parpadeaban bajo la presión de su escrutinio. Finalmente, Ky apretó los puños y bajó la mirada al mapa, como si con eso pudiera reprimir el torbellino de pensamientos que se agitaba en su interior.
—Esto no cambia nada —gruñó entre dientes, más para sí mismo que para los demás—. Vamos a ocuparnos de lo que importa.
Maya, todavía procesando las palabras de Nexus, posó una mano en el brazo de Ky en un gesto instintivo, buscando calmarlo. Pero al hacerlo, no pudo evitar una breve mirada hacia Nexus, tratando de descifrar si lo que había dicho era una manipulación más o algo genuino.
Nexus dio media vuelta y, sin despedirse, se alejó con los Hiverax siguiéndolo, en completo silencio. Se notaba que lo que había dicho había dejado desconcertados a todos, incluso a sus hermanos. Sus sombras silenciosas cruzaron la oscuridad de los arboles y en breve se fundieron con la negrura de la noche.
Ky observó la figura de Nexus mientras desaparecía, con desdén y desconfianza reflejada en sus ojos. Finalmente, sacudió la cabeza y, con un suspiro que no ocultó su frustración, se agachó junto a Boomer para levantar la caja.
—Tienes unos nuevos amigos muy particulares, Maya —murmuró con sarcasmo, mientras acomodaba la carga para que no se tambaleara—. Ni siquiera se despidieron.
Maya, aún inquieta por las palabras de Nexus, intentó defenderlo. Su voz salió firme, pero había una nota de duda al final, como si intentara convencerse también a sí misma— Para Nexus esto es una venganza, para nosotros es recuperar el kairu —respondió—. Él no tiene necesariamente que confraternizar con nosotros...
—Por lo visto, tú y él ya confraternizaron mucho, ¿eh, Maya? —cortó Ky, su tono cargado de una agresividad pasiva que se sintió como un empujón.
El comentario dejó el aire helado. Maya lo miró, herida por la acusación implícita. Sus labios se abrieron ligeramente, pero no encontró palabras inmediatas. Boomer, sintiendo el cambio de temperatura, intervino con su habitual ligereza, intentando dispersar la tensión.
—Bueno, ¿y qué importa? —dijo, encogiéndose de hombros mientras ajustaba su agarre en la caja— Maya es mi heroína por todo esto. ¿No te das cuenta, Ky? Vamos a recuperar más kairu del que jamás ha visto el monasterio, y hasta el Consejo de Redakais tendrá que reconocerlo. Seremos héroes.
Boomer sonrió ampliamente, como si aquella idea fuera lo único que realmente importara. Su optimismo casi resultaba contagioso, pero Ky permaneció inmóvil, con los labios apretados en una línea fina y la mirada fija en Maya. Era un gesto cargado de palabras no dichas, de reproches que apenas se contenían.
Maya bajó la vista. Había algo en la dureza de los ojos de Ky que le dolía más de lo que quería admitir. Respiró hondo, intentando no dejar que sus emociones se apoderaran de ella frente a sus compañeros.
—Los veré el día de la misión —dijo finalmente, con un tono que intentaba sonar neutro, pero que traicionaba un ligero temblor. Sin esperar respuesta, se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el bosque, con pasos firmes pero cargados de tensión.
—Maya, espera...
Boomer hizo un gesto torpe para detenerla, olvidándose momentáneamente de la caja. Su movimiento desestabilizó la carga, y ambos chicos terminaron en el suelo junto con el equipo, rodeados de un estrépito de metal y madera. Ky se levantó primero, sacudiéndose el polvo con brusquedad mientras miraba a Boomer como si la culpa fuera toda suya. Boomer, molesto, se incorporó con más lentitud, fulminando a Ky con la mirada.
—¿Ya ves lo que hiciste? —espetó el rubio, con un tono que oscilaba entre la frustración y el sarcasmo— Todo iba bien, teníamos una reunión más o menos decente, hasta que decidiste ponerte de celoso.
—¿Celoso yo? —Ky casi gritó, girándose hacia su compañero con los ojos entrecerrados. La incredulidad en su voz no hizo más que acentuar la tensión entre ambos— ¿De un maldito robot? Estás viendo cosas, Boomer.
—¡Oh, claro! —gruñó Boomer, levantando de nuevo su lado de la caja con un esfuerzo exagerado que hizo a Ky perder el equilibrio momentáneamente— Porque estoy seguro de que todo ese mal humor tuyo no tiene absolutamente nada que ver con la confraternización de Nexus y Maya. Seguro que el hecho de que él no te haya saltado al cuello no tiene nada que ver con ella tampoco.
—Esos dos son unos manipuladores, Boomer —espetó Ky, tomando su parte de la carga con un movimiento brusco— Nexus no está aquí por nosotros, y mucho menos por ella. Es por su venganza, Maya lo dijo.
—Tal vez no. —Boomer lo miró de reojo, y esta vez su tono tenía un filo inesperado— Pero si no fuera por Maya, ni siquiera tendríamos esta oportunidad. Nexus podría haber dejado que nos las arregláramos solos, pero decidió ayudar. Y no sé tú, pero prefiero aprovechar esa ventaja que pelear con ella por tonterías.
Ky no respondió de inmediato. En cambio, sus dedos se apretaron contra la caja, como si intentara contener una réplica mordaz. Finalmente, murmuró, casi para sí mismo— Cuando esto acabe, Maya volverá con nosotros.
—¿Y quién te dice que ella querrá volver contigo después de lo que insinuaste? —masculló Boomer, con una chispa de desafío en los ojos que rara vez mostraba—. Yo no la culparía por pensárselo dos veces antes de regresar al monasterio.
Ky apretó los dientes, frustrado tanto por las palabras de su amigo como por la certeza incómoda que escondían. No respondió de inmediato, optando por alzar su lado de la caja con más fuerza de la necesaria. Mientras avanzaban hacia el X-Scaper, Boomer no pudo evitar mirarlo de reojo, esperando una réplica que no llegó. Decidió continuar, su tono esta vez teñido de ironía.
—Tenemos el mapa, las armas, la información... Todo está en nuestras manos, viejo. ¿No puedes simplemente centrarte en eso, en lugar de andar con estos... dramas? —Boomer dejó escapar un suspiro exagerado— Pero claro, tú siempre necesitas complicarlo todo ¿verdad?
—Esto no es un drama. —La voz de Ky salió más baja, casi un gruñido— Es una cuestión de prioridades. Cuando esto termine, Maya volverá con nosotros, y ese robot puede olvidarse de cualquier idea que tenga sobre ella.
Boomer se detuvo en seco, obligando a Ky a hacer lo mismo por el peso de la caja. Giró la cabeza lentamente, sus ojos amarillos brillando con incredulidad y algo de lástima— ¿De verdad te estás escuchando? —le espetó con una media sonrisa amarga— ¿"Volverá con nosotros"? ¿Cómo si ella fuera una cosa que puedes reclamar? ¡Vamos, Ky!
El comentario hizo que Ky soltara un bufido, pero no logró ocultar la punzada de culpa que se coló en su expresión. Evitó la mirada de Boomer y continuó caminando, sus pasos más rápidos, como si quisiera dejar atrás la conversación tanto como la incomodidad que esta le causaba.
—No importa —murmuró finalmente—. Tenemos lo que necesitamos. Cuando recuperemos el kairu, todo volverá a ser como antes.
Boomer sacudió la cabeza con incredulidad, pero no dijo nada más. Sabía que intentar razonar con Ky en ese estado era inútil. Sin embargo, mientras ambos cargaban la caja hacia el X-Scaper, Boomer no pudo evitar preguntarse si alguna vez sería posible que todo volviera a ser como antes.