Capítulo 21 : Adaptarse y fluir
23 de noviembre de 2025, 23:49
Inconscientemente, Maya se llevó una mano a la cabeza, donde reposaba una bola de hielo casi derretida que goteaba lentamente sobre su cuello. Durante su entrenamiento con Lokar, su abuelo había decidido usar una táctica cuestionable, lanzándola de lleno contra una pared con un ataque que no parecía tan "accidental" como él aseguraba. Ahora, además de un moretón en el hombro, lucía un chichón cómico en la cabeza, como si su entrenamiento incluyera lecciones prácticas de humillación.
Nexus se había reído de ella disimuladamente al verla esa noche en la biblioteca, pero había aguantado demasiado bien para la carcajada que se le escapó poco después. Maya lo dejó reírse todo lo que quiso, observándolo desternillarse, en parte porque no conocía la risa verdadera del chico y verlo con una expresión en el rostro que no fuera la misma seriedad de siempre ya era bastante bueno.
Maya lo observó en silencio, dejando que riera todo lo que quisiera. No porque disfrutara ser el blanco de sus burlas, sino porque la imagen de Nexus riendo abiertamente era, en sí misma, un espectáculo raro y casi hipnótico. Por primera vez, su rostro dejó de mostrar aquella seriedad inquebrantable y adquirió una expresión más humana, más cercana.
—Lo siento, de verdad. —logró decir él entre risas, esforzándose por recuperar la compostura. Aunque su tono era de disculpa, la sonrisa que le curvaba los labios traicionaba cualquier intención de seriedad— No quería burlarme de ti… bueno, no tanto. Es solo que no controlo esto de la risa cuando no es por maldad.
—No te preocupes. —respondió Maya, resignada y acomodándose en su silla junto a la mesa repleta de pergaminos—. Sé que me veo ridícula. Pero, aun así, no entiendo cómo ustedes podían reírse solo por maldad y no por algo tan simple como esto. Me parece completamente ilógico.
Nexus se encogió de hombros, aún divertido— No lo sé. Supongo que hay algo en esta tontería que empieza a parecerme menos desagradable. Hasta un poco llevadero.
—Por mí, mientras no te rías como tus hermanos, todo estará bien.
Ambos se echaron a reír al unísono, compartiendo un momento inesperadamente cálido. Desde aquella noche en la que Hiverax y Stax lograron coincidir en el mismo espacio sin destruirse mutuamente, Maya y Nexus habían comenzado a pasar más tiempo juntos. Él, siempre dispuesto a explicarle los pergaminos que Lokar le hacía leer, había tomado el hábito de estudiar con ella.
Conceptos filosóficos y de artes espirituales llenaban las horas nocturnas. Maya, desconocedora de esas disciplinas, encontraba en Nexus a un guía paciente. Lo curioso era que todo lo que él sabía parecía estar almacenado en algún rincón de su memoria positrónica, grabado por Lokar en los recovecos digitales de su mente. Maya no tenía esa suerte. No solo había que aprender textos, teoría y demás parafernalia, sino técnicas, movimientos y ademanes que mejoraban considerablemente los ataques kairu. Les daban esa potencia que los Hiverax siempre le habían impreso a sus ataques. Y Maya empezó a mejorar tanto que Lokar empezó a sentirse mucho más satisfecho con ella que antes.
—Lokar me dijo que mañana quiere que lo ataque con todo lo que aprenda esta noche. —comentó Maya, sacando sus notas de entre los pergaminos apilados frente a ella—. Y aquí hay cosas que ni siquiera sé cómo pronunciar.
—No importa si no puedes pronunciarlas. —respondió Nexus, desempolvando un estante mientras hablaba, sin mirarla— Con que sepas ejecutarlas, basta. Aunque claro, a menos que Lokar decida ponerte a recitarlas también.
Maya lo miró de reojo, divertida. —¿Por qué sigues limpiando si ya nadie te está obligando? —preguntó con una sonrisa, notando su dedicación casi mecánica, como si siguiera en horas de trabajo.
Nexus se quedó en silencio un instante, y luego retiró las manos del estante, sorprendido de su propio gesto inconsciente ya. Maya se soltó a reir esta vez ante la cara que puso Nexus.
—Supongo que ya es automático. —admitió él con una sonrisa de medio lado, llevándose una mano a la nuca.
—Bueno, no importa, —le sonrió cálidamente ella— Supongo que debo regresar a estudiar... La cadencia umbral aun me está dando dolor de cabeza, y el mantra del impacto es aun un desafío...
—Practica un par de veces también. —le sugirió Nexus, inclinándose ligeramente hacia ella—. Apuesto a que sabes cómo se hace pero ni siquiera lo has intentado. ¿Qué tal vas con la cadencia umbral?
Ella se quitó la bolsa de hielo de la cabeza con un suspiro— Es que es bastante abstracto... una torsión de muñeca y un... un.. —titubeó, observando la ilustración en el pergamino de un guerrero haciendo esa maniobra— una especie de inhalación. Pero no me lo explica bien.
—Yo puedo ayudarte si así lo quieres.
Maya retiró los ojos del pergamino para mirarlo de nuevo. Sorprendida por la calma con la que el chico se lo había dicho— Si, porfavor —le sonrió ella— que un Hiverax me ayude con esto sería maravilloso y emocionante. Y que uno de los enemigos más fuertes con los que he luchado me entrene es lo mejor que podría pasarme.
Nexus soltó una suave risa, contagiado por la emoción de la chica— Lamentablemente está claro que aunque me reconcilié con mis hermanos, ya no soy un Hiverax...
Maya sintió que él habría querido agregar algo más a eso y ella se inclinó a él para tratar de completar— ¿Y ya no somos enemigos?
El chico ciborg dejó vagar la mirada, pensativo, por los volúmenes y rollos de pergamino y libros encuadernados en los estantes. Pareció que no iba a responder, pero finalmente volvió la mirada a ella y se encogió de hombros.
—No creo que se pueda decir que seguimos siendo enemigos... Por el momento no, por lo menos.
Maya le dedicó una sonrisa deslumbrante, más brillante que nunca, y Nexus, sin poder evitarlo, le devolvió una propia. Ella se puso de pie, dejando la bolsa de hielo y los pergaminos a un lado.
Sin previo aviso, lo tomó del brazo, riendo con espontaneidad. Nexus apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Maya lo guiara fuera de la biblioteca. Atravesaron los pasillos, riendo juntos, hasta llegar al exterior del complejo por la ventana de su cuarto. En esa área no había más cuartos de E-teens, solo habitaciones de servicio y la que le habían asignado a ella.
Fuera, la noche era algo fría, pero Maya sabía que con el entrenamiento pronto estaría sudando a mares. Estaba emocionada, jalando a Nexus que, por primera vez, parecía no tener reticencia en su contacto ni su insistencia entusiasta. Llegaron al bosque y del bosque pasaron a esa área marcada por el final del bosque y el inicio del páramo antes de las montañas.
Apoyados de nuevo en el árbol con el símbolo de Nexus, Maya lo soltó por fin.
—Dime, porfavor, como se hace exactamente la cadencia umbral.
—Ni hablar, muéstrame tú primero cómo lo haces —se cruzó de brazos riendo suavemente, retándola con la mirada a que le diera su mejor ataque.
—Será un placer destruirte, aunque sea de juego —se rió ella, tomando su posición a cierta distancia.
—Ah ¿sí? —Nexus le sonrió, como con un leve orgullo juguetón, al separarse de su cercanía para mostrarle— Vamos, Maya... demuéstrame lo que tienes.
No tenían un X-Reader en ese momento, pero practicar movimientos era suficiente. Lokar, desconfiado de Maya, solo le permitía usar su dispositivo cuando entrenaban juntos o salía en misión con un E-Teen. Eso limitaba sus oportunidades de practicar en serio, pero aun así, este tipo de ensayos tenían su encanto. Usarían el kairu interior para lanzar ataques suaves.
Nexus adoptó su postura con naturalidad. Su mirada de cazador, intensa y enfocada, contrastaba con la serenidad de su respiración. Flexionó ligeramente las rodillas y levantó las manos para protegerse el rostro, cada músculo en tensión controlada. Maya, por su parte, asumió la defensiva del arte marcial kairu que tanto había perfeccionado, proyectando el cuerpo hacia atrás, con una pierna adelantada para ganar estabilidad. Sus brazos, rectos y firmes, parecían cuchillas listas para cortar el aire.
En la semioscuridad de la noche, ambos se veían como dos guerreros por iniciar la verdadera batalla. Los ojos de Nexus, brillantes como con luz propia, resaltaban aún más en las tinieblas, pero Maya no sentía ningún miedo. Confiaba en el chico y sabía que no la lastimaría, no de verdad, por lo menos.
—Vamos, quiero ver qué puedes hacer —dijo Nexus con una sonrisa suave, desafiante pero no burlona.
Entonces comenzó, Maya se lanzó hacia él con un grito. Lanzando una patada y el movimiento de un ataque, mientras improvisaba un "Dark fire". De su movimiento se materializó una nube con apariencia de fuego azul opaco. Nexus reaccionó como un resorte, inclinándose por reflejo hacia la izquierda para esquivar. La ráfaga de luz azul kairu cruzó la distancia en el páramo y se desvaneció en el aire.
Los movimientos de Nexus eran como un espejismo: erráticos, rápidos, casi imposibles de seguir. Maya frunció el ceño, tratando de igualar su ritmo. Atacó con golpes y torsiones de muñeca, lanzando ráfagas de kairu que nunca alcanzaban su objetivo. Sus movimientos, aunque precisos, eran rígidos, y cada intento fallido hacía que Nexus se moviera con más soltura, como si jugara con ella.
—Estás peleando con la fuerza, no con la técnica —comentó Nexus, saltando una vez más mientras observaba. Su tono era calmado, pero la ligera curva en sus labios delataba diversión.
—¿Qué? ¡Estoy siguiendo lo que me enseñaron en el monasterio! —bufó Maya, sin dejar de intentarlo.
Nexus lanzó un ataque, con la suficiente fuerza para desequilibrarla, pero sin intenciones de lastimarla. Una ráfaga de luz azul kairu impactó contra Maya, lanzándola al suelo como si fuese una hoja arrastrada por el viento. A pesar del golpe, ella se incorporó rápidamente, su frustración evidente en cada movimiento.
Nexus avanzó con esa calma inquebrantable que a veces la desesperaba. Maya, con el orgullo herido, intentó levantarse para atacar nuevamente, pero él detuvo su movimiento, sujetándola suavemente por la muñeca.
—El monasterio te enseñó a atacar, pero no a fluir. —Su voz bajó de tono, casi en un susurro. Soltó su muñeca y se colocó detrás de ella— Mira. Baja los hombros, relaja el cuerpo. La rigidez solo hará que pierdas energía.
Lo miró por el rabillo del ojo, sin saber qué esperar, mientras él colocaba una mano firme pero ligera sobre su hombro, ajustándolo, y la otra en su muñeca, guiándola como si estuvieran a punto de bailar.
—Tu cuerpo debe moverse como el agua, adaptarse y fluir con el ritmo de la pelea.
Maya tragó saliva al sentir su proximidad y la firmeza en sus manos mientras le mostraba cómo girar el brazo con un movimiento controlado. La sensación era extraña, una mezcla de vulnerabilidad y confianza que no terminaba de descifrar.
—Es como una danza, Maya —continuó Nexus, inclinándose ligeramente hacia su oído— En todo momento debes mirar al enemigo a la cara, en sus ojos está todo. Con sus movimientos puede mentirte para que creas que hará algo, cuando realmente hará otra cosa. No persigas al enemigo, deja que venga a ti. Siente el ritmo y anticípate. Intenta esto.
Con un paso suave, Nexus se colocó frente a ella, alzando una mano para demostrar el siguiente movimiento. Con una simple torsión de muñeca que, al combinarla con un paso rápido hacia el costado, desvió un ataque imaginario del enemigo y abría una oportunidad para contraatacar. Era un gesto sutil, pero cargado de precisión y elegancia.
—Inténtalo ahora —la animó. Su mirada, intensa y fija en ella, parecía retarla y tranquilizarla al mismo tiempo. Dio un par de pasos hacia atrás, colocándose como blanco, y alzó una mano con calma, invitándola a probar de nuevo.
Maya respiró hondo y volvió a intentarlo. Esta vez imitó el movimiento que él le había mostrado, pero sus pasos aún eran algo torpes y la torsión carecía de la fluidez necesaria. Una chispa de frustración cruzó por sus ojos mientras sentía la atención tranquila y constante de Nexus sobre ella, una sensación que la hacía consciente de cada error. Pero en lugar de rendirse, se concentró en recordar sus indicaciones.
Nexus lanzó una pequeña ráfaga de energía, un "Solar Wind Blast", lo suficientemente débil para no lastimarla pero con suficiente fuerza para probar su habilidad. Maya hizo lo que él le había enseñado: desvió el ataque con un giro rápido y comenzó a formar un amago de "Feather Daggers". El movimiento fue efectivo en parte: logró disipar la primera ráfaga, pero no tuvo tiempo de lanzar su contraataque. Antes de que pudiera completarlo, una segunda bola de energía impactó suavemente en su pecho, disipándose en un destello azul sin causar daño.
—Casi —comentó Nexus, su voz tranquila, aunque sus ojos brillaban con un matiz de aprobación—. Déjame ayudarte.
Se acercó a ella de nuevo, esta vez tomando ambas muñecas con delicadeza, guiando sus movimientos con la precisión de alguien que conocía cada paso como una segunda naturaleza.
—Aquí. No pongas tanta fuerza —indicó Nexus, inclinándose ligeramente para captar su atención—. Confía en el giro, deja que el movimiento haga el trabajo. ¿Lo ves?
Maya trató de concentrarse, pero la cercanía de Nexus la desarmaba de una forma inesperada. Sus manos, firmes pero cuidadosas, dirigían las suyas, y por primera vez, dejó de pensar en cada detalle. En cambio, se dejó llevar por el ritmo que él marcaba, sintiendo cómo sus propios movimientos comenzaban a fluir.
—Así, justo así —dijo Nexus, con una sonrisa apenas perceptible, su tono cálido y casi susurrante—. Es como un baile. Cuando todo fluye, no necesitas forzar nada.
Maya alzó la mirada, encontrándose con sus ojos, que brillaban como si contuvieran un poder latente. Por un instante, el mundo pareció detenerse, y en ese momento, algo dentro de ella entendió. No era solo una lección de combate; era una conexión, un entendimiento compartido que hacía que incluso el silencio entre ellos tuviera peso.
—¿Ves? —repitió Nexus, su voz suave, como si hablara directamente a algo más profundo en ella—. Así es como todo empieza a fluir.
Nexus la observó un instante más, inmóvil. Su mirada, intensa y fija en ella, parecía buscar algo que ni siquiera él sabía que estaba allí. Maya, aún sintiendo la inercia del contacto, respiraba más rápido, sus ojos atrapados en los de él como si todo a su alrededor se hubiese desvanecido.
Entonces, algo cambió. Los ojos de Nexus se abrieron un poco más, como si acabara de darse cuenta de algo que lo sacudía hasta lo más profundo. Dio un paso hacia atrás, de forma abrupta, como si necesitara recuperar una distancia segura. Sus hombros se tensaron, y desvió la mirada de repente, incapaz de sostener el contacto.
—Lo siento... —murmuró, con la voz apenas audible y cargada de algo que Maya no pudo descifrar del todo.
Ella lo observó, confundida. Ese paso atrás, ese gesto de vulnerabilidad en alguien tan normalmente imperturbable como Nexus, la dejó desconcertada. Por un momento, su papel de maestro y guía se había disuelto, dejando entrever algo más humano, más frágil. Maya quiso decir algo, pero no encontró las palabras correctas.
—No, tranquilo —trató de sonar conciliadora, alzando las manos para enfatizar— Simplemente no pensé que... que fuera tan fácil.
—Vamos a intentarlo de nuevo —dijo al fin, su tono más firme, pero con una ligera aspereza que no estaba ahí antes—. Pero esta vez, concéntrate en el movimiento, no en mí.