ID de la obra: 1433

Doble lealtad

Het
R
En progreso
2
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planificada Midi, escritos 137 páginas, 71.131 palabras, 26 capítulos
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Capítulo 22 : Cisterna

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Los Hiverax se había dispersado en los puntos cardinales, vigilando con precisión. Lentamente, comenzaron a materializarse desde la penumbra, emergiendo de la nada de una forma que recordaba inquietantemente a la aparición casi fantasmal de Lokar en el refugio o en la sala de entrenamiento. Maya sintió un escalofrío recorrer su espalda ante esas versiones casi frívolas de Nexus que se adelantaban por detrás. Aunque su lealtad hacia su hermano era innegable, en ella se batía también una profunda desconfianza: en esos rostros se perfilaba algo semejante a la fidelidad sin dejar de lado una oscura maldad, una dualidad que la inquietaba. Por su parte, Nexus vestía nuevamente la armadura de sus hermanos, la misma que le habían devuelto, y en ese preciso instante, los tres se sincronizaban como si volvieran a ser uno solo en la oscuridad. Idénticos, como tres reflejos de uno mismo. Pero esta noche, sus intenciones eran muy distintas a las oscuras de antes. Mientras Maya recorría con la mirada cada rincón de aquella escena nocturna, buscaba, casi instintivamente, a Nexus en medio de la congregación. Él captó su mirada y esbozó una sonrisa suave y Maya lo reconoció, tenía algo peculiar de seriedad y algo casi humano que lo hacía inconfundible. Los tres Hiverax parecían idénticos a simple vista, pero Nexus destacaba en medio de la penumbra. Ella se alegró al verlo. Maya nunca fue una damisela en peligro, pero ver a Nexus ya le transmitía un alivio que no recordaba sentir desde hacía un tiempo. Nexus de alguna forma se veía más feliz que antes, Maya lo percibía, pues sabía que lo que él más deseaba era recuperar su lugar entre ellos y volver a participar en estas misiones, aunque el precio fuese volver a enfrentarse a su nueva dualidad. Cuando Nexus levantó la tapa de la cisterna, el equipo Stax se agachó para mirar hacia abajo, observando el abismo oscuro que se abría ante ellos. —Este pozo baja a las catacumbas —dijo Nexus, apartando con facilidad la pesada tapa y apoyándola contra un árbol—. Hay que ser rápidos, infiltrarnos en las galerías y dar con los contenedores. No es tan difícil si seguimos el mapa. Un escalofrío invisible recorrió el grupo. Por más entrenados que estuvieran, lanzarse a un agujero desconocido nunca era una experiencia agradable. Ninguno lo decía en voz alta, pero los tres Stax vacilaron. —¿Acaso están asustados? —murmuró Vexus con una sonrisa sugestiva, su tono impregnado de una burla sarcástica. Ky, que se había inclinado demasiado mientras observaba la profundidad del túnel, casi perdió el equilibrio. Lo repentino de la pregunta de Vexus fue un susto pequeño, pero suficiente para picar el ego de Ky. Se enderezó de golpe y giró el rostro con el ceño fruncido, fulminando con la mirada al ciborg verde. Vexus estaba de brazos cruzados, con esa arrogancia innata en su porte y una expresión de desafío, disfrutando la reacción del líder Stax. —Después de ti. —respondió Ky con una sonrisa tensa, inclinándose en una exagerada reverencia mientras alzaba el brazo, cediéndole el paso caballerosamente. Vexus lo fulminó con la mirada, pero fue Hexus quien habló con una media sonrisa burlona. —¿Qué pasa, Ky? —alzó apenas una ceja— ¿Acaso la oscuridad te asusta tanto como para no querer ser el primero? —Se ve que en ese lado bueno son bastante cobardes —se encogió de hombros Vexus, apoyándose en otro árbol con suficiencia, como si la conversación apenas le interesara. Ky dio un paso adelante con la mandíbula apretada, pero una mano enguantada lo detuvo en seco. Nexus lo sujetó con firmeza, apoyando los dedos contra su pecho. Esta vez, llevaba los guantes de guerrero, los remaches metálicos en los nudillos brillaban con amenaza. —Solo te está provocando —dijo Nexus con frustración y cierto fastidio, sus ojos fijos en los de Ky—. ¿No te es evidente? Está pinchando tu orgullo para divertirse y tú eres tan fácil de manipular que caes en su juego. Ky apartó a Nexus de un manotazo y dio un paso atrás, sin ceder terreno. —¿Así que soy un orgulloso solo por no confiarme en ustedes como para saltar sin más? —Eso te hace un desconfiado, viejo, pero no un cobarde. —intervino Boomer, apoyando a su líder y mejor amigo— Yo voto porque sean los Hiverax los que bajen primero. Asi veremos si no es una trampa solo si ellos nos guían siempre adelante. Cualquier cosa desagradable que pase, les pasaría también a ellos. Los dos Stax se volvieron hacia Maya, que suspiró con resignación. Sus ojos dorados brillaron en la penumbra. —Es lo justo. Los Hiverax intercambiaron una breve mirada. Maya supuso que se estaban comunicando mentalmente, pues el silencio entre ellos apenas duró unos segundos. Luego, casi al unísono, dieron un asentimiento imperceptible. Vexus fue el primero en actuar. Su risa baja, como un ronroneo animal, vibró en el aire, con un timbre de diversión y desprecio. Sin más preámbulos, saltó al abismo sin dudar, como si el vértigo y la incertidumbre fueran conceptos ajenos a él. Su aterrizaje resonó unos segundos después en la negrura. Hexus lo siguió poco después. Caminó entre ellos con la frente en alto, con la misma expresión que su hermano, aunque con un matiz de mayor satisfacción ante la sorpresa de sus enemigos. Miró de reojo a los Stax antes de dejarse caer, disfrutando el hecho de demostrar más valor que ellos. El brillo rojo brillante de sus ojos se perdió en las tinieblas en su caída. Tras el sonido del segundo aterrizaje más abajo, Ky miró a sus compañeros y dejó escapar un suspiro. —¿Alguien más tiene un mal presentimiento sobre esto? —murmuró antes prepararse para saltar al agujero. Boomer soltó un gemido angustiado y se lanzó junto a Ky al interior de la cisterna. En la penumbra de la noche, solo Nexus y Maya se quedaron ahí solos unos momentos, en silencio. Él la miró solo unos segundos antes de adelantarse a su vez a la boca de la cisterna, tomando la tapa de donde la dejó apoyada en el árbol. —¿Puedes decirles que dejen de molestar a Ky? —le pidió ella, llevando una mano al brazo contrario, abrazándose a si misma y removiéndose incómoda. Su tono era más una súplica que una exigencia— Si siguen así, lo terminarán haciendo enojar y es capaz de echar por la borda todo… y ya sabes cómo es. Nexus alzó la tapa con un movimiento despreocupado, pero sus dedos tamborileando sobre el metal demostraron que no era tan ajeno a la situación como parecía. —Esto les aburre más de lo que crees, a ellos como a mi les gusta la acción y un poco la violencia. Estar simplemente guiando a sus enemigos sin poder imponerse sobre ellos... les produce el malestar de ver un pastel y no poder probarlo, supongo —dijo con ligereza, una sonrisa cercana al afecto apareció en su rostro. No se estaba disculpando, solo estaba haciendo una aclaración—, es su forma de pasar el rato. No puedo evitar que sean ellos mismos y hagan las cosas que quieren hacer. El kairu oscuro sigue dentro de ellos y no creas que dejarán de ser ellos mismos a menos de que los purifique el kairu bueno. Como a mi... Además… es divertido ver cómo reaccionan los demás cuando los molestas, ¿no crees? Maya resopló, frustrada, pero no evitando sonreír a su vez. —Pero si siguen provocándolo —bufó, exasperada—, terminarán logrando justo lo que no queremos. Nexus soltó una risa suave ante la idea, Maya se sintió inmediatamente más cómoda ante ese sonido. Sabía que no se reía por malicia, sino porque la imagen de Ky explotando en una situación absurda le resultaba ridículamente graciosa. —Debemos ser discretos —reiteró ella—. Aunque estemos listos para un reto kairu, eso no significa que debamos arriesgarnos a tanto. Aquí están todos los E-teens, si ellos luchan contra nosotros, aunque tú nos ayudes o tus hermanos, no lograremos derrotarlos. —En el fondo, ellos tienen razón —dijo de pronto, aún con una sonrisa pequeña en los labios—. Estamos ayudándolos, lo menos que deberían hacer es tener el control de la situación y dejar de lado, por lo menos por este momento, el pasado. Maya suspiró, haciéndose a la idea. —Claro —asintió preparándose para saltar—, solo mantente cerca, Nexus. Ellos me siguen dando miedo. Nexus arqueó una ceja, divertido. —¿Y yo no? ¿No te doy miedo? —le sonrió él, casi con un dejo de vanidad, poniendo un puño en su propia cadera y apoyándose con el codo en la tapa de la cisterna que mantenía en vertical— Mírame bien, ¿no crees que me veo igual de malvado que ellos ahora? Ambos rieron ante eso y Maya se olvidó un instante de saltar para volverse a él. —No, tú aunque quisieras no me podrías dar miedo. Ya no, por lo menos. —¡Hey! —les llegó la voz de Ky desde abajo, del interior de la cisterna— ¿a qué esperan? ¿No tenemos toda la noche? Ambos se miraron y, sin necesidad de palabras, decidieron ignorar a Ky, solo por esta vez. —No me hagas sentir peor, Maya —se quejó Nexus con falsa indignación, pero ambos siguieron riendo, continuando con la conversación—. Cuando me transformé en Neurax si me temiste. Talvez debo volver a sacarlo del X-Reader. De pronto fingió el mismo gesto desafiante y maligno de sus hermanos, bajando ligeramente la mandíbula y fijando sus ojos en ella. Una ligera sonrisa se perfiló en sus labios y, por unos segundos, en broma, Nexus volvió a ser el que fue antes. —Estás advertida, Maya —murmuró en falso tono amenazante—. Aún soy lo bastante fuerte para derrotarlos a todos. Pero su voz se quebró en una risa cuando ella se echó a reír a carcajadas sin poder evitarlo. Entonces ella reparó por primera vez en que Nexus tenía su X-Reader sujeto a su cinturón. Antes de que pudiera hacérselo saber, felicitarlo por haber recuperado la confianza con sus hermanos al punto en el que ellos le devolvían su arma más poderosa, la vista de Maya se nubló de golpe. Delante de sus ojos danzaron imágenes confusas a una velocidad presurosa. Vio algo así como un mar de kairu oscuro y turbio que se movía en las galerías subterráneas. La sensación que le transmitía era de inquietud. Luego, como en un sueño, vio la escena cambiar y ante sus ojos percibió a Ky y a los Hiverax discutiendo acaloradamente, aunque no supo qué decían. Vio a Boomer desmayado en el suelo, con un corte en la mejilla y, de la nada, a Gold Metanoid con una espada de energía potente. Los trillizos Hiverax proyectados por una oleada poderosa de un ataque, contra una pared de roca. Y, por último, a Nexus sangrando de múltiples heridas en la cabeza, brazos y piernas y con el estómago atravesado por la misma espada de Gold Metanoid, clavado en la pared de roca. Entonces todo se desvaneció y a Maya regresó la noche profunda, la oscuridad, el frío y el rostro de Nexus a centímetros del suyo. El chico la miraba con preocupación, una expresión que nunca había visto en él antes. Entonces sus sentidos se aclararon y percibió el calor de los brazos de Nexus sosteniéndola. —¿Necesitas ayuda inmediata? —ladeó la cabeza, estudiándola— ¿Te crees en condiciones para seguir adelante? Maya sintió el pulso todavía agitado y la piel fría a pesar del calor de la cercanía de Nexus. Inspiró hondo, tratando de centrar sus pensamientos. —Si... yo... lo siento, no te había dicho nada de esto ¿cierto? Trató de apartarse de él, pero Nexus no la soltó. Su agarre no era rudo, pero sí firme, como si temiera que si la dejaba ir, ella se desmayaría de nuevo. Usualmente, cuando tenía esas visiones, siempre eran acompañadas de dolores de cabeza y perdida del equilibrio. Ahora de plano pareció desmayarse. Las fuertes imágenes que había percibido, junto a sus sentimientos, eran latentes y seguían en su mente, indelebles, como quemadas en su inconsciente. —Estuviste a nada de caerte en la cisterna de cabeza —insistió Nexus, su tono grave contrastaba con su expresión indescifrable—. Dime qué está pasando, Maya. —Tuve una visión. —se limitó a decir. La última imagen que vio antes de regresar a la realidad parpadeó en su cabeza. ¿Qué significaba? ¿Significaría que Ky mataría a Nexus? Ella lo miró directo a los ojos unos segundos. Un escalofrío la recorrió. Sus visiones nunca se equivocaban. De cerca se veían tan azules como joyas de zafiro y tan metálicos como piezas de kairu sólidas. Un brillo fugaz de incertidumbre pasó por ellos. —¿Era esto lo que les llevaba tanto tiempo? La voz de Ky irrumpió en la tensión como una cachetada. El chico trepó con agilidad al borde de la cisterna y los miró con los labios apretados. Apoyándose con ambas manos para trepar, Ky se incorporó para quedar sentado en el borde. Maya parpadeó, aún sintiendo la vibración de la visión dentro de su pecho. Aún aturdida, miró a Ky casi sin terminar de entender qué hacía ahí. Él la miró con gesto herido, con fijeza. Desconfianza. Resentimiento. Nexus pareció entender que su cercanía con Maya molestaba a Ky, porque por fin dejó a la chica sobre el suelo de nuevo y dio un paso atrás, permitiéndole respirar. A ella le costó unos segundos más salir de la bruma de la angustia que sentía pero cuando lo hizo, fue consciente de la situación. —¿Y? —insistió el líder de los Stax, su tono era cortante— ¿Porqué no continuamos, Maya? ¿Es que quieres quedarte otro rato más en brazos de esta robot? Ella puso las manos en jarras. —Ky, lo que sea que estés pensando... —Basta —le cortó él—, te espero abajo. Su mirada ardía con una intensidad que la hizo estremecer. No dijo más antes de lanzarse de vuelta a la cisterna. Por un segundo solo el viento silbó entre los árboles y ninguno de los dos dijo nada, solo miraron el agujero oscuro del suelo. —Otro que piensa tonterías —murmuró Nexus, entornando los ojos. Apretó los puños con un gesto instintivo, pero al girarse hacia ella, su expresión se suavizó—. Olvídalo. Solo exagera. —Lo hace, pero... —Maya sintió una presión en el pecho al recordar la visión. Se armó de valor y lo miró con seriedad—. Por favor, diles a Vexus y a Hexus que no lo molesten. Esto lo irritó aún más de lo que sus bromas ya habían hecho... Si siguen provocándolo, la próxima tontería lo hará explotar. —¿Tú visión tenía que ver con él? —Si... y, termina muy mal. El viento sopló entre ellos, removiendo los mechones de Maya. Un par de segundos de silencio pasaron antes de que Nexus asintiera. —Será como tú quieras, entonces —ante el apretón suave de la mano de Maya en la suya, Nexus carraspeó con nerviosismo—. Vamos, Ky tiene razón, no tenemos toda la noche ¿puedes caminar? —Si, tranquilo. —sin más, Maya se lanzó a la cisterna. La caída fue rápida. El viento rugió en sus oídos y la oscuridad la devoró en un instante. Durante una fracción de segundo, el vacío la mantuvo en su abismo helado, erizándole la piel. Pero antes de que el miedo la paralizara por completo, un par de brazos fuertes la atraparon con facilidad. —Te tengo —murmuró Boomer con su tono siempre confiable—. Deberías comer más, Maya, no pesas más que un trapito seco. El impacto fue suave, pero Maya aún sentía el vértigo en sus huesos. Su pulso martilleaba en sus sienes mientras Boomer la depositaba en el suelo con cuidado. —Mi peso es normal, grandote —se rió ella al regresar al suelo—. Eres tú el que tiene demasiada fuerza. Todos estaban ya en el fondo. Los ojos robóticos de los Hiverax producían una luz pequeña y opaca, según sus colores. Incluso los ojos de Nexus, azules y inhumanos a pesar de su reciente cambio, horadaban la oscuridad. Él había saltado tras ella sin dudarlo y ahora parecía poner las cosas en orden para empezar con la verdadera misión. Un aire rancio y húmedo impregnaba el fondo de la cisterna. A un lado, la boca de una gruta se abría como una herida oscura en la piedra. Los bloques de cemento que la reforzaban estaban viejos, resquebrajados, cubiertos de musgo. Maya miró instintivamente hacia Ky. Este estaba de espaldas, los brazos cruzados con tensión, su silueta se veía rígida como una estatua. Inaccesible. Con él ahora no se podría hablar, ni siquiera debería intentarlo porque ya veía cual sería el resultado. Ahora, de sus viejos aliados, solo tenía a Boomer. —¿Tienen el mapa que les di? —preguntó Nexus. Boomer asintió y alzó el papel junto con su linterna, la luz bailó sobre el pergamino con las marcas. —También están aquí las armas y los contenedores —añadió el chico rubio, señalando con el pulgar la mochila que llevaba en la espalda y luego la de Ky, que yacía en el suelo como si su dueño la hubiera abandonado sin interés—. El equipo Tiro, Ekayón y algunos más entrarán por la otra cisterna. Nos encontraremos en el primer contenedor como tú dijiste. —Los llevamos a las galerías —enumeró Nexus, levantando los dedos uno por uno—, se comete el robo, plantamos las evidencias falsas y salimos. ¿Hecho? Todos asintieron. Todos, excepto Ky, que se mantenía enfurruñado en su propio silencio. Maya sintió el cargo de consciencia inmediatamente. Sin más palabras, emprendieron el camino hacia las mazmorras. —Yo sabía que tenías algo con Maya —el cosquilleo de diversión de Vexus serpenteó en la conciencia de Nexus como un eco eléctrico. Su voz mental vibraba con una burla cargada de color verdoso, como el brillo de una sonrisa maliciosa— ¿Has visto cómo dejaste a su novio? Apenas te vio con ella y parecía a punto de calcinar el suelo con la mirada. —Dejamos a nuestro hermano solo unos meses y nos sale con esto —añadió Hexus—. De todas las cosas en las que podrías haber cambiado, podrías haberte ahorrado esa. Su tono era serio, pero Nexus sintió la condescendencia deslizarse por su mente con el regusto metálico de un reproche disfrazado. Nexus apretó los dientes y les bloqueó una parte de su pensamiento, enfocándose en la misión. —En algo tienen razón, hermanos, el líder de los Stax está a nada de explotar. —Ignoró las emociones juguetonas que sus risas mentales le transmitían como un eco vibrante. —¿Crees que no lo sabemos? —Hexus rodó los ojos con tanta fuerza que Nexus casi pudo sentir la acción en su propio cuerpo— Parece que el único que tiene la necesidad de mencionarlo eres tú. Vexus rió en la sala mental. Su risa era una corriente chispeante en la red mental, un estallido de burbuja. —Arriba solo vi una cosa. —dijo con aire travieso— Que las emociones más extrañas en intensas de preocupación salían de tu lado de nuestra sala mental cuando sostenías a Maya entre tus brazos. Nexus se llevó una mano a la sien, frotando la piel con frustración, intentando apagar la red mental. Pero entonces, un zumbido fuerte se coló en sus mentes. No, más bien, una estática vibrante que arañó los bordes de su consciencia con un dolor punzante y eléctrico. Su cuerpo se tensó— ¿Hermanos? —preguntó en voz baja, girando el rostro hacia ellos. El resto de sus hermanos también tenían sus manos en su cabeza. El acceso de dolor se expandió como una onda, recorriendo sus sistemas nerviosos con la misma intensidad que el día en que Hexus se había unido a la misma sala mental que ellos. Un presentimiento oscuro se apoderó de la conciencia de Nexus. Vexus, de forma verbal susurró— Dexus…
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