Capitulo XVIII. ¿Quién es el monstruo realmente? Parte II
20 de mayo de 2025, 14:13
Notas:
⚠️Advertencias⚠️
🐈⬛Este capitulo contiene temas muy delicados como el acoso/abuso sexual y laboral
🐈⬛Este capitulo contiene Gore muy explicito.
🐈⬛Este capitulo tratara temas psicológicos y escenas emocionalmente desgastantes.
🐈⬛Este capitulo tiene Dead Dove, leer bajo su propio riesgo.
🐈⬛ Capitulo largo.
🐈⬛Esta historia es para el público adulto, por lo tanto, si eres menor de edad, te pido de la mejor manera que salgas de la historia, pero aun así si decides ignorar mis advertencias, entonces solo me queda advertirte que estas bajo tu propio riesgo, esta historia encontraras temas moralmente cuestionables, turbios, gore, abusos de todo tipo, altamente toxicidad, sinceramente esta historia hará que te revuelva el estómago. Por lo tanto, estas bajo tu propio riesgo, no quiero saber que después de esto quieras quejarte o que tus padres vengan a quejarse porque serás bloqueado de inmediato. Eso sería todo para aquellos menores de edad.
Las risas y los tintineos de las copas sonaban en el lugar, en esa gran sala decorada con objetos extravagantes, un bar personal con un mayordomo atendiendo a los empresarios, que se divertían y festejaban por como pronto recuperarían sus ganancias. Poppy estaba tranquila mientras se encargaba de manejar la situación, por supuesto no era nada de lo que había planeado, ahora que tenía la atención de los proveedores, se aseguraría de tenerlos a su lado.
Después de todo ya tenía a una de ellos, en esos momentos Poppy estaba en el bar pidiendo un poco de vino suave, al mismo tiempo que Elizabeth se acercaba a ella y se ponía a su lado.
—Vaya, vaya~, estoy sorprendida de que tomaras el control. En especial que ahora el idiota está en grave problemas. —Dijo Elizabeth mientras reía suavemente, mientras tomaba su copa de vino mirando de reojo a Poppy que solo se rio un poco por el comentario de Elliot.
—Si, fue difícil pero como te dije, lo logré. Además, aún falta muchas cosas que cambiar. —Explico Poppy manteniendo un tono de voz bajo, al mismo tiempo que tomaba daba un sorbo en su vaso, pues necesitaba sentir un poco de alcohol en su paladar, pues realmente convivir con ese grupo podía ser muy pesado. En especial con los hombres que reían ruidosamente y cantaban como unos verdaderos borrachos pasivos, después de todo esos millonarios se emocionaban más cuando el dinero aumentaba.
Por lo que la muñeca solo suspiro pues ahora de que no crearían más juguetes, tendría que pensar una forma alternativa para poder sacar a los niños de ese infierno, pero para eso tendría que reemplazar si o si un nuevo recurso que no sean los juguetes. Por ahora los antiguos trabajadores que fueron despedidos, sirvieron como carne nueva a la hora de crear los últimos juguetes que Harley hizo antes de colapsar.
Se aseguraría de sacar nueva mercancía con los nuevos, antes de que necesitaran otras cosas. Pero ahora necesitaba pensar en nuevas opciones, en especial que ahora tenia a Elizabeth de su lado, después de todo ellas dos se habían unido en privado, tal vez fue una amistad que surgió hace décadas o tal vez porque ambas se necesitaban para poder pelear en ese mundo dominado por hombres.
—Mmm no sé qué planes tienes, pero sea lo que sea realmente estoy disfrutando el espectáculo, en especial cuando Elliot sufre. —Dijo la mujer de peli negra, divertida mostrando un cinismo y un rencor al fundador de aquella fabrica.
Poppy no pudo evitar soltar otra risita. —Vaya... ya han pasado décadas Elizabeth, ¿Aun sigues odiando a ese tonto? —Pregunto la muñeca a la otra mujer, mientras sonreía, pues entendía su resentimiento. Aunque claro Poppy tenía más razones para odiarlo y desearle la misma muerte.
Pues Elizabeth fue la ex de Elliot, aunque claro él la engaño con su ex esposa que en paz descanse. Pero como Elizabeth y Elliot años después de alguna forma "se reconciliaron", más que nada por el bien de sus empresas aún quedaba resentimiento en ambas partes.
—Por supuesto, los infieles son la peor calaña. —Contesto la mujer mientras apretaba sus dientes y tensaba su mandíbula.
—No voy negarlo, ese hombre es de lo peor. —Dijo Poppy apoyando la opinión de la mujer, después de todo ella seguía muy bien el dicho:
El enemigo de mi enemigo es mi amigo.
—Pero, en fin, no olvides pasarme mi parte del dinero, por haberte ayudado a conseguir esa información jugosa. —Dijo Elizabeth, mientras se alejaba para volver con aquellos compañeros de negocios que disfrutaban de la reunión.
Poppy asintió después de todo Elizabeth también tenía su precio, pues gracias a ella había conseguido información valiosa, para hacer que las ganancias de Elliot comenzaran a bajar, solo hizo unas llamadas por aquí y por haya y la empresa de Elliot comenzó a tener una lluvia de críticas sobre fraudes, corrupción con estancias de gobierno y sobre todo las desapariciones de sus ex trabajadores.
Ella estaba comenzando a crear un nuevo imperio, pero primero tenía que deshacerse de Elliot permanentemente. Por eso le prometió un pago jugoso a Elizabeth si lo ayudaba.
Después de todo una ex engañada es una verdadera pesadilla y el verdadero infierno para quien la engaño.
La muñeca realmente estaba feliz por la ayuda de la mujer, pero eso no le quitaba la preocupación, pues había dejado a Dogday y a Kissy solos con Elliot, tenía una coroza nada de que no era buena idea, pero confiaba en Kissy que se llevaría a Dogday de ahí, lejos de Elliot. Pero a pesar de dejarlo con Missy, aun así, no podía evitar estar ansiosa por saber cómo esta ese perrito, después de todo de todos sus hijos no iba a negar que con Dogday era más su verdadero hijo que otros. Aunque claro jamás lo diría de esa forma.
Estaba a punto de volver a tomar su vino cuando de repente, la puerta de la habitación VIP se abrió de golpe, cuando Kissy entro alterada y tambaleándose, apoyándose en el marco de la puerta para no caer. Su cuerpo todavía temblaba por los efectos del electroshock, y una de sus patas estaba visiblemente quemada. Los presentes en la sala se voltearon sorprendidos, pero la expresión de Poppy cambió al instante de tranquila a alerta. Algo grave había pasado, pero, aun así, logró acercarse a Poppy, llevándose una mano al pecho mientras trataba de captar su atención.
—¿Kissy? ¿Qué te pasó? —preguntó con urgencia, pero la muñeca rosada negó rápidamente con la cabeza, como si no tuviera tiempo para explicar su propia situación.
Poppy comenzaba a alterarse porque si Kissy estaba ahí, significaba que algo había pasado con Dogday y eso que la muñeca comenzara a respirar agitadamente, tanto que los empresarios notaron este cambio de su compañera, pero Elizabeth fue la única que realmente mostro preocupación genuina.
¿Qué le había pasado a Dogday?
Esa pregunta comenzó a rondar en la mente de la muñeca, la cual se regañó internamente por no haber sido más estricta y al haber permitido que se quedara solo con Kissy y Elliot. Se regaño por pensar que con su amiga sería suficiente.
Kissy levantó ambas manos, comenzando a comunicarse a través del lenguaje de señas que compartían. Sus movimientos eran erráticos, nerviosos, pero cada palabra que intentaba transmitir era clara.
—"Catnap está en peligro. Harley llegó... lo tienen... en el laboratorio... lo torturarán" — Fue lo que logró expresar, deteniéndose a cada palabra para recuperar un poco de movilidad pues aún su cuerpo se sentía entumido.
La sangre de Poppy se heló. Su rostro, habitualmente impasible frente a los empresarios, se llenó de una mezcla de ira y horror.
—¿Qué dijiste? —dijo en voz baja, asegurándose de que no había malinterpretado.
Kissy repitió la seña, más lenta esta vez, pero sus movimientos seguían temblando. "Catnap... capturado. Harley...".
Dogday me rogo que huyera y te contara.
Poppy apretó los puños, sus ojos azules centelleando de rabia. Había temido por mucho tiempo que esto sucediera, pero escuchar que Harley estaba actuando, la llenaba de rabia.
—¡Ese bastardo! —exclamó, mientras dejaba que la rabia y al mismo tiempo el miedo, porque eso significaba muchos problemas, además de que sus hijos estaban en peligro, no solo Catnap si no Dogday, pero primero tenía que salvar a Catnap. Los empresarios, solo miraron la escena alarmados.
—Am, Poppy, ¿Sucede algo querida? —Pregunto esta vez Gustav, aquel hombre mayor ya con canas y con barba, mirando un poco preocupado, aunque claro podía ser más falsa que nada.
—Si, solo tuvimos un fallo con una maquina... bueno si me permiten, tengo que revisar si mis empleados no tuvieron un accidente. Pronto mandare a alguien para que los acompañe. —Dijo la muñeca forzando una sonrisa, pero solo la mujer supo que fue falsa pues conocía muy bien esa falsedad, después de todo lo había visto de primera mano.
Poppy ignoró las miradas. Se levantó de su asiento con determinación, pero antes de dar el primer paso, sus ojos se posaron en Kissy, que seguía allí, visiblemente agotada.
—Gracias Kissy, lamento que te fuerce a venir en ese estado, pero necesito que me lleves lo más rápido a los laboratorios—murmuró Poppy, realmente en un ruego y bastante preocupado. Aunque había una suavidad en su voz que reflejaba el cariño que tenía por su amiga.
Kissy negó con la cabeza nuevamente, su postura rígida y su mirada llena de súplica. A pesar de lo mal que estaba físicamente, había priorizado a Catnap.
Poppy respiró hondo, obligándose a calmar el torbellino de emociones que sentía. Extendió una mano para tomar la de Kissy, dándole un suave apretón para luego ponerse en sus manos.
—¡Andando! —ordenó Poppy con un tono que no admitía discusión.
Kissy asintió sin rechistar, aunque su cuerpo apenas podía soportar el esfuerzo. La muñeca rosada lanzó una mirada fugaz hacia los empresarios y agitó una mano temblorosa como despedida antes de salir disparada—Señores, lamento tener que dejarlos. Diviértanse, y no olviden disfrutar del vino —dijo, con una calma que estaba lejos de reflejar el torbellino que rugía en su interior. Después de eso Kissy salió corriendo con todas sus fuerzas a pesar del daño que había sufrido. Sus pasos eran irregulares, casi torpes, pero su determinación era más fuerte que su debilidad.
Dejando a los empresarios sumidos en murmullos confundidos y miradas de desconcierto.
El pasillo que conectaba la habitación VIP con el resto de las instalaciones parecía interminable. El eco de sus pasos resonaba con una urgencia casi ensordecedora, cada golpe de las pisadas de Kissy marcando el ritmo de su creciente desesperación.
Kissy corría con todo lo que daba, pero su estado era evidente: sus movimientos eran erráticos, sus piernas temblaban, y su respiración era un jadeo desgarrador. Aun así, no se detenía. Cada paso que daba parecía un grito silencioso de resistencia, una negación absoluta a rendirse mientras Catnap estuviera en peligro.
—¡MÁS RÁPIDO, KISSY! —gritó Poppy desde sus manos, su voz rompiendo el pesado silencio del corredor.
La muñeca rosada apenas asintió, apretando su mandíbula con fuerza mientras intentaba aumentar el ritmo, pero sus piernas casi flaquearon al hacerlo. Aun así, se forzó a seguir, ignorando el dolor que punzaba en cada fibra de su cuerpo.
Poppy, que normalmente mantenía una fachada de control absoluto, sintió cómo la desesperación comenzaba a consumirla. Su mente era un torbellino de imágenes y posibilidades: Catnap, capturado, inmovilizado, sufriendo bajo las crueles manos de Harley. Si el Prototipo se enteraba o si a su hijo le pasaba algo, sabía que no se detendría ante nada, y si lograba implementar la Hora de la Alegría...
No. No iba a permitirlo.
Fue entonces que aquella pelirroja, esa madre desesperada por proteger a sus hijos y sus planes, no tuvo más otra opción que comenzar su plan contra Harley Sawyer. Ella había preparado el tablero para este momento, esperaba y rezaba que Harley hubiera caído en su trampa.
Porque por algo lo había sobrecargado con tanto trabajo y lo había presionado a un nivel que un humano jamás debe someterse y ahora esperaba que su trabajo diera frutos.
—¡Kissy! Si no puedes, dímelo, pero no podemos perder tiempo —exclamó Poppy, odiándose a sí misma por apresurar a su querida amiga, pero no podía llegar ni una segunda tarde. Por supuesto que le dolía verla así, le dolía dejar a Dogday atrás, pero tuvo que elegir a quien salvar, para evitar un infierno en vida.
Kissy giró la cabeza por un segundo, sus ojos brillando con un fuego que contradecía su estado físico. No necesitaba hablar para dejar claro que no iba a detenerse. Con un esfuerzo casi sobrehumano, aceleró el paso, sus movimientos convirtiéndose en una carrera que bordeaba el colapso.
El corazón de Poppy latía desbocado, pero no por el esfuerzo físico, sino por la presión insoportable que sentía. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y cada paso que daba parecía acercarla más a una escena que no quería imaginar: Catnap sometido, gritando de dolor y haciendo como si estuviera más cerca ante esa horrible hora de la alegría.
El solo pensamiento hizo que sus manos temblaran. Había construido muchas estrategias a lo largo de los años, manipulando y calculando cada movimiento para salvar a sus hijos, pero ahora todo pendía de un hilo. Su control habitual se desmoronaba, y lo único que le quedaba era la furia y la determinación de evitar lo inevitable.
—¡CORRE, KISSY! —gritó de nuevo, esta vez con una voz quebrada por la mezcla de rabia y miedo.
Finalmente, las puertas del laboratorio aparecieron al final del pasillo. Kissy tropezó en su intento por llegar más rápido, cayendo de rodillas con un golpe sordo, provocando que Poppy casi se cayera de sus manos, pero se sujetó con fuerza para que no pasara. Kissy se levantó de inmediato, como si el dolor no existiera. Poppy rápidamente escalo sobre sus manos hasta ponerse sobre su hombro, pues por su tamaño sabía que no podía abrir una puerta pesada.
—Estamos aquí. No te caigas ahora, Kissy —susurró, aunque su tono tenía más de súplica que de orden.
Ambas se plantaron frente a las puertas, jadeando, con el sudor corriendo por sus frentes. Poppy alzó una mano hacia el panel de acceso, pero antes de presionar el botón, se permitió un segundo para calmar el temblor de sus dedos.
—Prepárate —murmuró, sin mirar a Kissy, pero sintiendo su presencia a su lado como un recordatorio de que no estaba sola.
Cuando las puertas comenzaron a abrirse con un siseo mecánico, Poppy tragó saliva y avanzó, su corazón latiendo con tanta fuerza que parecía estar a punto de romperse. Todo lo que había hecho hasta ahora, todo lo que había planeado, se reducía a este momento.
Su única prioridad era llegar a Catnap antes de que fuera demasiado tarde.
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La fría luz del laboratorio iluminaba la figura de Catnap, el felino había sido atado en una camilla, tomado de sus 4 patas, cuello, cola y hasta cabeza, atándolo muy bien para que ni siquiera pudiera moverse, al mismo tiempo que estaba acostado mirando el techo, el científico cuya locura había alcanzado niveles incomprensibles. Los ojos de Catnap, antes llenos de vida, ahora reflejaban un odio profundo, una rabia ciega que solo miraba con resentimiento puro al hombre que los hizo. Harley lo observaba con una mirada cruel y calculadora, como si lo estuviera considerando una simple pieza en su experimentación macabra.
— Es hora de que te prepares para lo que viene, 1088. —La voz de Harley sonó como una melodía maligna mientras arreglaba algunas herramientas y sus ayudantes nuevos preparaban otros químicos.
Catnap, a pesar del dolor y la humillación, observándolo con una furia que no podía contener. Su mirada desafiante se clavó en el rostro del científico, aún desafiante, como si esa pequeña chispa de rebelión fuera lo único que le quedaba.
— ¿Qué pasa? —El tono de Harley era burlón, con un toque de sadismo que parecía regodearse en la agonía de su víctima. — Agradece a Elliot que me trajo aquí.
Catnap no respondió de inmediato. No lo necesitaba. Sabía perfectamente qué estaba sucediendo, Harley y Elliot habían explotado por los constantes cambios que Poppy hizo, pero pensaba que al menos lo contratarían a sus nuevos ataques.
— ¿Por qué? —Finalmente, su voz quebró en un susurro lleno de desprecio y odio—. ¡¿Por qué lo haces?!
Harley soltó una risa seca, casi patética, como si la pregunta fuera ridícula. Se acercó aún más, su respiración rozando la piel de Catnap.
— Lo que hago, Catnap, es solo mi trabajo, experimentación. —Sus ojos brillaron con una locura peligrosa. — Agradece a la maldita de Poppy, por culpa de ella los recursos para crear nuevos juguetes se están agotando, y unos por alguna razón desde que regrese los que quedaban desaparecieron, por lo tanto, tengo que crear más cuerpos...
Catnap sintió una punzada en el pecho. Las palabras de Harley se filtraron como veneno en su mente, en especial con lo que decía era como si ya tuviera una idea a lo que quería llegar.
—Pero, en fin, necesito extraer tus genitales, la verdad no es como si lo necesitaras, porque bueno... las únicas personas que querían contigo, ya no están aquí. Así que eso me ayudara a la creación de nuevos sujetos de prueba. —Explico Harley mientras sacaba una rasuradora, ya que afeitaría la pelvis de Catnap para comenzar con la operación.
El felino no pudo evitar sentir pánico y mucha ira, comenzó a alborotarse tratando de zafarse y a gruñir, como a ciscar como un verdadero gato cuando estaba en peligro, erizando su pelaje, comenzando a comportarse de forma agresiva.
—¡HARLEY!, ¡ERES UN BASTARDO! —Rugió con rabia que se descontrolaba. — ¡¿PORQUE NOS HACES ESTO?!, ¡¿POR QUÉ NOS DISTES ESTOS ORGANOS SI AL FINAL IBAS A QUITARNOLOS?! —Pregunto lleno de ira, al mismo tiempo que miraba al científico con una furia asesina, comenzando a sacar su gas rojo, para ese punto el científico ya estaba preparado, cuando se colocó una máscara anti- gas junto con sus ayudantes, que apretaban los cinturones que mantenían a Catnap quieto.
— Pensé que ya es obvio a este punto Catnap —Dijo Harley, comenzaba a rasurar el pelaje del felino de la zona pélvica. — Pero supongo que no todos se dan una idea, así que no tengo problemas en explicar. Después de todo me importa un carajo lo que a estas alturas piensen...
—Veras... yo pensé que son innecesarios estos órganos extras, solo con un ano y una uretra son suficientes para que puedan vivir. —Dijo Harley mientras recordaba esos días, mientras seguía afeitando, provocando que el felino comenzara a moverse frenéticamente, pero es imposible al estar bien atado.
—Pero Elliot tenía otro plan y digamos que Poppy, indirectamente le dio la idea. —Eso ultimo lo dijo con un evidente sarcasmo. — Creyó que podrían ser más útiles. Los juguetes podrían ayudar a los trabajadores, a desestresarse, realmente ese loco enfermo quería hacer que sus trabajadores fueran más felices, ¿Te imaginas eso, Catnap? Usados para satisfacer a los humanos. —Harley sonrió ante esa ridícula idea.
—Pero no solo eso, si no que me di cuenta que efectivamente es una buena idea, pero no para que fueran utilizados para un desastre, si no para ayudarme a producir más de ustedes. Sabía que los óvulos que teníamos congelados no serían suficientes, así que me di cuenta que también podía ser una gran oportunidad para crear nuevos juguetes, ¿y qué mejor manera que utilizándolos a ustedes como un ganado? —Pronuncio Harley con una sonrisa realmente brillante al recordar esos tiempos, lo que provocó que los científicos solo hicieran unas muecas incomodas a diferencia de Catnap que sentía que su corazón, colapsaría de toda la rabia que comenzaba acumular. —Pero...
—Esto es prueba y error, digamos que los primeros sujetos de prueba, de esa combinación... no resulto como esperamos. —La respuesta del científico fue ambigua, no dio muchos detalles, pero se notaba que parecía fastidiado. —Nos dieron más problemas... claro que descubrimos que nos podían dar más órganos extras, pero necesitábamos los cuerpos... así que digamos tuve que modificar muchas cositas de la genética. —Pronuncio el doctor mientras miraba aquella parte rasurada del felino.
—Y vaya que resulto... porque ustedes mis queridas creaciones, y una generación anterior a ti digamos que resultó ser un éxito. —Dijo Harley parecía satisfecho con su trabajo por lo que con un dedo palmeo un poco la pelvis de Catnap. — Por eso, tu semilla es bastante valiosa, ¿ahora lo entiendes? —Pregunto con condescendencia aquel científico.
El científico acababa de revelar la horrible verdad que había estado ocultando: La razón por la cual ellos podían procrear y la sola idea, se volvía más asquerosa y horrible.
—Ustedes realmente son seres repugnantes...ustedes nos tachan como monstruos, al ser diferentes físicamente. —Catnap comenzó a hablar con su voz gruesa de penumbra, pues a pesar que su caja de voz fue arreglada, aun poseía esa voz grave, pero su rencor hacia Harley ayudaba a que se volviera más escalofriante. —Pero los verdaderos monstruos son ustedes...
Harley tomo la navaja que estaba a punto de abrir al felino, suspirando con desdén.
— Oh vamos Catnap... deberías agradecernos un poco, aunque claro si no fuera por Elliot ahora muchos de ustedes digamos que serían abusados, de las peores formas posibles. —Dijo, como si fuera algo trivial, como si la vida de Catnap no tuviera valor más allá de su utilidad en los experimentos. — Si, si me dirás... ¿Enserio que podía ser peor que lo que han vivido ya?, y créeme 1088 es mucho peor...—La risa de Harley resonó en el pequeño cuarto como un eco enfermo.
—Veras, cuando nos dimos cuenta que los primeros juguetes salieron todo un éxito, digamos que... también fue un contratiempo que nos costó muchos recursos. Las hembras todas sin excepción alguna quedaron embarazadas, estábamos sorprendidos por nuestro éxito, pero también estábamos sobrecargados de nuevos trabajos, porque los trabajadores no se aguantaron con ellas, no... dañaron de forma irreparable a los machos... y digamos que Elliot tuvo que poner una política, en donde los juguetes no podían tener sexo absolutamente con nadie para que nosotros pudiéramos controlar mejor la natalidad y seleccionar quienes sí y quienes no...—Menciono el científico recordando esos horribles tiempo cuando estaba sobrecargado de trabajo.
—Dios... no dormí muy bien por semanas, por culpa de esos malditos juguetes...— Dijo Harley con la voz cargada de falso victimismo, como si él fuera la verdadera víctima en todo esto.
Catnap no pudo soportarlo más. Su cuerpo, débil y maltrecho, se tensó con el ardor de una furia que ni él mismo comprendía. Esta era la verdad, la verdad más asquerosa y enferma de todas. No solo eran objetos, ni siquiera criaturas de diversión. Eran piezas de un juego macabro.
La navaja de Harley sin querer cayo en la mesa metálica, pues el hombre había sido un poco descuidado, después de todo aun no estaba del todo recuperado después de su colapso. Catnap lo observó, y por primera vez, sus ojos mostraron algo diferente. No era solo horror o repulsión. Había algo más, algo oscuro que ardía en el brillo de su mirada: un deseo insaciable de venganza.
— ¿De verdad crees que todo esto va a terminar así?, no sabes lo que te espera —Amenazo Catnap con su voz grave, llena de odio y desafío. — No somos tus juguetes, Harley. No somos tus malditos experimentos.
Harley lo miró, sorprendido por la fuerza que aún quedaba en el felino, por la rabia en su mirada. Durante un momento, parecía que la misma realidad se había tambaleado. Pero esa sorpresa fue efímera. Rápidamente, su rostro se oscureció en una mueca de desdén.
— Lo que hagas no cambiará nada. —Harley dijo, su voz amenazante— Nada va a detener esto. Ni tú, ni esa inútil de Poppy, evitarán que volvamos a tomar el control.
Se inclinó hacia Catnap, sus ojos brillando con una oscura promesa.
—Pero puedo prometerte algo, 1088... —dijo en un susurro cargado de veneno—. Cuando eso pase, me aseguraré de que tú, y todos esos defectuosos experimentos, jamás se recuperen de lo que tengo planeado. En especial tú... el niño más jodidamente desobediente que me tocó castigar.
Theodore Grambell
El nombre cayó como un mazazo. Pero Catnap ya no escuchaba. Su mente era un caos. La rabia hervía en su interior como lava contenida, y la idea de venganza lo envolvía, sofocante y absoluta. No iba a dejar que Harley, ni Elliot, se salieran con la suya. No ahora que sabía la verdad, la horrible verdad.
Harley alzó la navaja, disfrutando el momento de superioridad, como un depredador al acecho. Pero algo en Catnap se rompió. Un último vestigio de control se desmoronó, dejando que el odio lo consumiera por completo.
Y mientras la sombra del científico se cernía sobre él, Catnap se juró a sí mismo que, si sobrevivía a este infierno, haría todo lo necesario para asesinarlos. No importaba el costo. Los monstruos como Harley no merecían seguir existiendo.
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El aire en la habitación se volvió espeso, asfixiante, como si el oxígeno se hubiese esfumado por completo. Dogday, paralizado por la revelación, apenas pudo procesar las palabras que salieron de su propia boca. La pregunta que había estado rondando en su mente, la verdad que había ignorado durante tanto tiempo, ahora lo golpeaba como una ola de agua helada.
—¿Lo hiciste tú, Elliot? —su voz tembló, cargada de horror y un rastro de incredulidad—. ¿Cambiaste mis genitales a propósito?
La respuesta que esperaba, nunca llegó. Solo vio cómo la sonrisa en el rostro de Elliot se ampliaba con una satisfacción macabra, como si se alimentara del sufrimiento de Dogday, de su dolor y su confusión. Esa sonrisa... Esa sonrisa helada que ahora sentía como una daga clavada en su pecho, sintiendo que esa es una respuesta que no deseaba escuchar.
—No necesitas saberlo, Dogday —respondió Elliot, con una indiferencia tan absoluta que parecía despojarle de su humanidad. Su tono era tan frío, tan vacío, que Dogday sintió como si todo lo que había creído sobre su vida, sobre su propósito, estuviera derrumbándose ante él.
Sin embargo, lo peor de todo no fue la respuesta. No fue el hecho de que Elliot lo hubiera manipulado desde el principio, controlando cada uno de sus pasos, alterando su cuerpo como si fuera una simple herramienta para su propio entretenimiento. Lo peor de todo fue la claridad de la verdad: Dogday nunca había sido libre.
—¿Po-por qué?, ¡¿POR QUÉ ME HICISTE ESTO ELLIOT?! —Pregunto en un grito el perrito solar, que a esas alturas ya comenzaba a llorar pues literalmente ese hombre, le había hecho algo horrible. Él mismo lo cambio y acomplejo al punto que hizo que odiara su propia existencia, su propio cuerpo, su propio ser con toda su alma, deseando ser un verdadero macho.
Pero ahí estaba hecho un manojo de lloriqueos al saber que nunca tuvo elección, que ni siquiera se le permitió gozar de esa parte de él si no fuera por su novio.
—Ahg... Dogday, muchacho realmente eres un idiota. Pensé que tendrías una idea. —Explico con condescendencia el hombre mientras se sobaba la cien. — Fue porque literalmente eres el juguete que escogí para mi diversión, dios se supone que seriamos algo mas...sabes... deberías estar más agradecido. —Menciono mientras comenzaba acercarse mientras explicaba.
—Te di mucho más que los demás, eres diferente y por mucho mejor. Yo realmente no quiero estar solo, por eso le pedí a Harley que creerá para mí, ok pude haber tomado una muñeca muy hermosa con todo lo que quiero de una mujer... pero... digamos... que por culpa de mi ex esposa, no tenía ganas de estar con otra mujer...—Respondió el hombre realmente con fastidio. —Por eso Harley te creo, no solo como para ser mi todo si no como un verdadero cambio para la fábrica y que mejor que sea el juguete que yo elegí para ser mi compañero de vida...
Elliot no solo había cambiado su cuerpo. Había despojado a Dogday de su humanidad, le había arrancado la capacidad de elegir, la posibilidad de ser algo más que una marioneta en un juego cruel. Y, al entender esto, Dogday sintió cómo todo en su interior se quebraba, en especial ahora como es que Elliot se expresaba de una forma tan enferma, haciendo retroceder al perrito que sentía que para ese punto quería vomitar.
Su estómago estaba revuelto y no podía aguantar las ganas de huir, además del asco que sentía es insuperable. En especial cuando ese hombre enfermo lo creo para violarlo.
—No... —musitó, con un nudo en la garganta—Esto está mal... tu estas mal... tú eres un enfermo Elliot... —Dijo incrédulo el perrito para luego mirarlo con rabia. —¿Alguna vez pensaste si realmente yo te aceptaba? —Pregunto Dogday con furia mientras comenzaba a gruñirle, pues no permitiría que lo vuelta a tocar.
—¿Realmente crees que me importaba si me elegias o no?, la verdad no me preocupaba que tuvieras a otro... eso es imposible. Después de todo yo te enseñe todo lo que necesitabas. Por eso te prohibí a ti estrictamente alejarte de las relaciones románticas, después de todo ya tenías dueño, por eso es innecesario lo que tu querías Dogday. —Explico Elliot bastante exasperado volver explicarle al perrito sus razones.
Dogday al escuchar su confesión no pudo evitar alejarse y correr hacia un sesto de basura y comenzar a vomitar toda su comida, sin poder evitar sentir que asqueado y sucio por todas las veces que permitió que Elliot se le acercara o lo acariciara. Ese hombre realmente es un monstruo la cual vino del mismísimo infierno, Dogday en ese momento entendió el infierno que sufrió Poppy a manos del fundador.
La sala, que antes se sentía como una prisión, ahora se convertía en un escenario grotesco donde Dogday era el único protagonista en su propia tragedia. Las paredes se cerraban sobre él, pero ni siquiera el dolor físico de los golpes anteriores podía compararse con la herida que se estaba abriendo en su pecho.
Elliot lo observó con desdén, como si estuviera contemplando a una criatura débil y quebrada. Cada palabra que había pronunciado anteriormente, cada mirada que había lanzado hacia él, se volvía ahora envenenadas, impregnadas de la crueldad de lo que realmente era.
—Siempre has sido mío, Dogday. —Elliot se acercó lentamente, como un depredador que disfrutaba de la caza, como si estuviera acariciando su victoria. La frialdad en sus ojos era palpable, y la atmósfera se volvía aún más opresiva con cada paso que daba hacia él— Y siempre lo serás. Esta vez ya no dejare que hagas lo que quieras, ya me canse de ser bueno contigo, ni siquiera mereces que te trate como una persona.
Solo eres un juguete que fue creado para mí.
Dogday intentó retroceder aún más, pero su cuerpo apenas respondía. El hedor a vómito mezclado con el frío y la podredumbre de la sala lo envolvía, pero nada era más sofocante que la presencia de Elliot, que se acercaba con calma, disfrutando cada segundo de su sufrimiento.
—Siempre fuiste tan sensible, Dogday. —Elliot dejó escapar una risa baja, como el eco de algo roto y retorcido.
Las palabras de Elliot eran como cuchillas en su mente. Dogday apretó sus patas contra el suelo, tratando de encontrar la fuerza para alzarse, pero su cuerpo temblaba, paralizado entre el asco y el miedo. Sentía que el aire mismo era pesado, imposible de respirar.
—¡CÁLLATE! —ladró con furia, aunque su voz tembló como una hoja en medio de una tormenta—. ¡NO SOY TUYO! ¡NO LO HE SIDO NUNCA! —Ganas no le faltaban decirle que ahora es de Catnap, que ese felino es su dueño, no solo de su cuerpo si no de su corazón, gritarle que no había vuelta atrás, que solo ese felino seria su único compañero de vida. Pero sabía que, si lo decía, su querido y amado novio moriría apenas se enterara Elliot.
Porque temía que la historia de Poppy y el Prototipo se repitiera en ellos.
Elliot ladeó la cabeza, observándolo como un cazador evaluando a su presa antes del golpe final.
—¿No lo eres? —repitió burlón, sus pasos resonando en el suelo mientras se acercaba—. Oh, mi pequeño Dogday... ¿crees que esas palabras significan algo? ¿Crees que porque ahora intentas alzar la voz vas a cambiar algo? —Elliot se inclinó ligeramente, su rostro tan cerca que Dogday pudo sentir su respiración fría contra el hocico—. Yo te hice, te moldeé. Y lo que tú pienses o quieras no tiene relevancia. Nunca la tuvo.
El perro retrocedió instintivamente, con el corazón latiéndole tan rápido que parecía querer romperse. En su mente, imágenes fragmentadas surgían: recuerdos de cuando Elliot lo "entrenaba", de las caricias que entonces no comprendía y que ahora lo hacían sentir un repulsivo escalofrío. Cada toque, cada palabra, era una mancha que lo cubría entero, de esas reglas que lo hizo memorizar.
1. No podía tener una relación romántica, estaba prohibido.
2. Nadie podía saber de qué tenía una vagina en absoluto o lo tratarían muy mal.
3. No podía masturbarse estaba super prohibido por es un lugar que podía dañarlo.
4. No debía a nadie contarle sobre esas reglas o tendría unas fuertes consecuencias.
Después de todo es una ventaja que solo el favorito tenía, eso le hizo creer Elliot.
Dogday gimió de angustia, pero esa vez no era solo miedo. Era odio. Un odio profundo y abrasador, dirigido tanto hacia Elliot como hacia sí mismo por haber permitido que todo esto ocurriera. Quería arrancarse la piel, destruir todo lo que Elliot había dejado en él, todo lo que lo hacía sentir como una marioneta rota.
—Eres un monstruo... —murmuró, su voz rota, sus ojos llenos de lágrimas.
Elliot río con desprecio, una risa que resonó en las paredes como un eco deformado.
—¿Un monstruo? Quizá. Pero, ¿y qué? —respondió, inclinándose aún más cerca—. Los monstruos siempre ganan, Dogday. Siempre.
Dogday sintió su respiración volverse más errática. Las paredes parecían acercarse, y el sonido de la voz de Elliot lo llenaba de una mezcla de impotencia y furia. Pero no podía quedarse así. No podía permitir que Elliot siguiera controlándolo.
—Ya no voy a ser tu juguete —gruñó, aunque su voz estaba cargada de dolor—. No soy tuyo, ¡NI LO SERÉ NUNCA MÁS!
Elliot dejó de reír. Su expresión se endureció, su rostro deformándose en una máscara de fría crueldad.
—Oh, Dogday... ¿aún no lo entiendes? —Su tono era gélido, cortante como un cuchillo—. No importa cuánto intentes resistir. Ya eres mío. Siempre lo serás. Y ahora, vas a aprender lo que significa desafiarme.
Elliot levantó su mano, amenazando con sujetar a Dogday nuevamente. En ese momento, Dogday sintió como si todo su cuerpo se incendiara con una oleada de emociones: terror, rabia, y una chispa de algo más, algo que había estado enterrado bajo años de sometimiento.
Con un gruñido feroz, Dogday finalmente se puso de pie, tambaleándose, pero dispuesto a enfrentarlo. Sus ojos, antes llenos de lágrimas, ahora ardían con una determinación que ni siquiera él sabía que poseía.
—No volveré a dejar que me toques... —dijo, su voz baja pero firme, como una promesa que hacía no solo a Elliot, sino a sí mismo.
Elliot sonrió, como si el desafío de Dogday solo alimentara su retorcida diversión. Pero esta vez, Dogday no se detendría. Aunque el miedo aún lo ahogaba, aunque la habitación seguía girando a su alrededor, había algo claro en su mente: sobrevivir. Sobrevivir para destruir a Elliot y todo lo que representaba.
Pero Elliot no le importo, así que para castigar a Dogday por tal desobediencia solo chasqueo su lengua. — Porque siempre lo haces por las malas muchacho...—Pregunto mientras sacaba su control remoto y al ver esto Dogday no pudo evitar chillar de miedo, porque antes de pudiera responder una descarga eléctrica potente domino su cuerpo, provocando que su dolor explotara y gritara con fuerza por el horrible sufrimiento que lo estaban sometiendo por la electricidad.
—¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! —Dogday estaba en el suelo sufriendo y convulsionando mientras sacaba espuma por la boca y sus ojos quedaban oscuros por completo, Elliot solo miraba sin emoción alguna mientras apretaba el botón.
—Te obligare a obedecerme...—Dijo mientras bajaba su cierre del pantalón y comenzaba a desaprovechar su cinturón, ahora se encargaría de obligar a Dogday a cumplir su deber por las buenas.
Después de todo Dogday le pertenecía.
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—Pero puedo prometerte algo, 1088... —dijo en un susurro cargado de veneno—. Cuando eso pase, me aseguraré de que tú, y todos esos defectuosos experimentos, jamás se recuperen de lo que tengo planeado. En especial tú... el niño más jodidamente desobediente que me tocó castigar.
Theodore Grambell
El nombre cayó como un mazazo. Pero Catnap ya no escuchaba. Su mente era un caos. La rabia hervía en su interior como lava contenida, y la idea de venganza lo envolvía, sofocante y absoluta. No iba a dejar que Harley, ni Elliot, se salieran con la suya. No ahora que sabía la verdad, la horrible verdad.
Harley alzó la navaja lentamente, deleitándose en su aparente victoria. Pero antes de que pudiera dar el golpe final, un estruendo sacudió la puerta de metal del consultorio.
¡BANG!
Harley giró la cabeza bruscamente, frunciendo el ceño mientras los gritos y el caos estallaban al otro lado de la puerta. Los pasos resonaban en el pasillo como una estampida, y los gritos de los trabajadores se mezclaban con el eco de un furioso golpe metálico tras otro.
—¿Qué demonios...? —murmuró Harley, retrocediendo con la navaja aún en mano.
La puerta de metal se abrió de golpe, con tal fuerza que el sonido reverberó en todo el consultorio. En el umbral, la figura imponente de Kissy apareció primero, jadeando y tambaleándose por el esfuerzo. En sus hombros, Poppy se erguía, con el rostro encendido de furia, mientras rechinaba sus dientes con coraje y una rabia ciega, que el científico jamás en su vida pensó haber visto esa imagen de ella.
Nunca en su vida Poppy lo miro con ese odio tan horripilante, ni cuando él violaba de ella o la obligaba a tener a su hijo, o cuando la mantenía atada mientras la obligaba ver como sus hijos eran masacrados. No, nada eso se comparaba como en ese momento con aquella mirada asesina, tanto que parecía el iris de los ojos de Poppy se volvían un rojo carmín.
—¡ALTO AHÍ, HARLEY SAWYER! —rugió Poppy, su voz cargada de una ira que parecía más grande que su pequeña figura.
Kissy entró apresuradamente. Sin esperar un segundo más, bajó a Poppy de sus hombros, colocándola con cuidado sobre una mesa cercana.
—¡DESATA A CATNAP, AHORA! —ordenó Poppy, señalando a Kissy con un gesto firme mientras mantenía sus ojos clavados en Harley.
Kissy asintió rápidamente y se apresuró hacia Catnap, ignorando los débiles gemidos de protesta de los ayudantes de Harley, que no tardaron en retroceder, aterrados. Mientras el juguete se apresuraba en tomar los cinturones del felino, para comenzar a quitarlos con rapidez, al mismo tiempo que tocaba el hombro de su amigo para darle el consuelo, de que al fin habían llegado a tiempo para salvarlo, pues a pesar de todo Catnap seguía en shock descomunal.
—¡LÁRGUENSE DE AQUÍ ANTES DE QUE DECIDA USARLOS COMO NUEVOS EXPERIMENTOS! —gritó Poppy con una furia tan escalofriante que los ayudantes no lo pensaron dos veces. Soltaron sus herramientas y huyeron por la puerta como ratas, dejando a Harley solo frente a la tormenta que acababa de entrar.
—¡NO TE ATREVAS A TOCARLO, POPPY! —gritó Harley, pero sus palabras estaban teñidas de un ligero temblor que no podía disimular. Ni siquiera pudo evitar que Kissy desatara al felino, porque sabía que tenía orden de empujarlo, y esta vez no podía jugar con Poppy cuando dio una orden.
Poppy, sin embargo, no le prestó atención. Avanzó hacia él con pasos firmes, su mirada encendida de odio puro, a pesar que no podía ir hasta él directamente, ya que la mesa no se lo permitía ella se quedó metros a distancia.
—¿De verdad creíste que podías salirse con la tuya? —gruñó mientras se acercaba, su cuerpo pequeño irradiando una energía imponente, mientras respiraba agitadamente, mientras en su mirada se veía la locura y la furia contenida— ¿Qué podías lastimar a Catnap y que yo no haría nada al respecto?
Mientras tanto, Kissy trabajaba frenéticamente en las ataduras de Catnap, sus manos temblando mientras luchaba con las correas de cuero que lo mantenían prisionero.
El cuerpo de Catnap temblaba violentamente, no por el frío del consultorio ni por el dolor de los lazos que lo habían aprisionado, sino por el torrente de emociones que lo desbordaban. Sus ojos, normalmente astutos y vigilantes, estaban empañados por lágrimas que se derramaban silenciosas sobre sus mejillas. Cada respiración era un desafío, un recordatorio de cuán cerca había estado de perderlo todo, de ser reducido a nada.
Al sentir las manos firmes pero cuidadosas de Kissy desatando sus muñecas, un nudo se deshizo en su pecho. No la miró directamente, pero su mente apenas podía procesar otra cosa que no fuera un simple y profundo. — Gracias. —No era un agradecimiento simple o superficial; era algo visceral, nacido de la angustia y el alivio, un rayo de luz en medio de un abismo.
Kissy solo correspondió con una sonrisa, mientras ayudaba al felino a recuperarse, pues se sentía entumido por aquel torbellino de emociones, tanto que no pudo estabilizarse al tratar de levantarse, por lo que Missy se encargó de ayudar a recargarse sobre su cuerpo.
Luego miro a Poppy. Esa pequeña figura que, aunque no la veía como los demás juguetes lo hacían, ahora era una presencia imponente, casi divina. No como una madre, ni como una protectora incondicional, pero sí como una fuerza implacable que había decidido que él, un experimento, un juguete, merecía ser salvado.
El peso de lo ocurrido lo aplastaba, pero no podía evitar sentirse... bendecido. Bendecido. Una palabra extraña para él, que había razonado que la única constante en su vida era seguir en absoluto a su querido padre, El Prototipo. Pero ahora, en este momento, el respeto que sentía por Poppy se expandía y mutaba, convirtiéndose en algo más complejo. No era devoción, sino un reconocimiento puro y sincero de que sin ella estaría perdido. Ella le había dado algo que jamás había esperado de nadie más que de su verdadero padre: una segunda oportunidad.
Sus garras, todavía tensas, se aferraron al borde de la mesa, mientras su otro brazo lo sujetaba Kissy para que no cayera, mientras su pecho se agitaba con cada respiración quebrada. Catnap no dijo nada, estaba tan alterado que apenas podía formular una palabra.
—Gracias por venir. —Dijo finalmente el felino con una voz rota y agotada de tanto gritar. —Gracias por detenerla. Gracias... por no dejarme solo.
El llanto, silencioso y contenido, no era por debilidad ni por miedo. Era por la simple y abrumadora certeza de que alguien había visto su sufrimiento y había decidido que merecía ser salvado. En ese momento deseo poder volver a los brazos de Dogday y llorar como un niño, hasta desmayarse y quedarse dormido hasta poder recuperarse de todo ese shock.
Deseo ver a su novio, y decirle cuanto lo amaba, porque esta experiencia lo hizo sentir que pronto lo matarían, porque sabía que Harley solo quería una excusa cualquiera para experimentar con él, pero esta vez para asesinarlo una vez por todas.
—No te preocupes querido, solo sal de aquí de inmediato, regresa al Sweet Home y enciérrate ahora mismo. —Ordeno Poppy dándole una sonrisa para calmarlo a pesar de su enojo, pero no iba a permitir que esto continuara. —Kissy llévatelo. —Dijo a su amiga, la cual asintió por lo que como pudieron ambos juguetes comenzaron a caminar muy debilitados hacia la salida, ayudándose mutuamente.
Pasando de largo por el científico en jefe que los miraba con resentimiento y también a Poppy que observaba con ira al hombre. Por fin quedándose solos o eso pensaban, porque a fuera de la habitación, los trabajadores chismosos miraban el espectáculo sorprendido.
—¡Te lo advertí, Harley! —Gritó la muñeca—. ¡TE DIJE QUE YA NO VOLVERIAS A TOCAR A MIS HIJOS, MALDITO BASTARDO!
El eco del grito de Poppy reverberó en la habitación como un trueno, cargado de rabia y desprecio. Harley, que hasta ese momento mantenía una sonrisa cínica, dio un paso al frente con los puños apretados. Sus ojos se clavaron en la diminuta muñeca, llenos de desprecio, pero Poppy no se detuvo. Dio un paso hacia él, pequeña pero imponente, con la furia de alguien que había soportado demasiado.
—Eres una desgracia para esta instalación, Harley. Se te dijo que no regresaras hasta nuevo aviso, pero aquí estas desobedeciendo —escupió Poppy, sus palabras como dagas que se clavaban profundamente
—Elliot me dijo que regresara, ¡Que no se te olvide que él es el verdadero jefe!, ¡A diferencia de ti muñeca estúpida! —Reclamo Harley molesto mientras miraba a Poppy con un desprecio bastante clavado.
—¡¿Se te olvida que soy tu maldita jefa ahora, pedazo de basura?!—Grito Poppy en respuesta, pues no se iba a dejar intimidar. Con una furia que llenó toda la habitación—. ¡YO HE ESTADO ARREGLANDO TUS CAGADAS Y MANTENIENDO TODO EN PIE PORQUE ELLIOT YA NO ESTÁ EN CONDICIONES! ¡COMO SU HIJA, TENGO TODO EL DERECHO DE TOMAR EL CONTROL Y PONER EN SU LUGAR A ESCORIAS COMO TÚ! ¡ASÍ QUE SÍ, HARLEY!, ¡AHORA TE TOCA CALLARTE Y OBEDECER! —Señalo a Harley dejando en claro su postura.
—¡Obedecerte a ti, pedazo de muñeca rota y patética? —escupió Harley con una sonrisa venenosa—. Elliot solo te puso a cargo porque perdió la columna vertebral y se cansó de lidiar con tus caprichos. Pero yo no soy Elliot, maldita. Y si sigues con tu jueguito, te voy a enseñar cuál es tu lugar, como tanto te gustó aprender en el pasado. ¿O ya te olvidaste de los años que pasaste siendo mi juguete personal?
El comentario de Harley fue como un veneno, dándole un golpe duro a Poppy, porque evidente se refería a los años de violaciones que Poppy sufrió a manos de Harley. Pero en lugar de derrumbarse, Poppy lanzó una carcajada sarcástica, afilada como una cuchilla.
— ¡Jajaja! ¿De verdad crees que me puedes intimidar con tus estupideces, Harley Sawyer? —dijo, inclinándose hacia adelante con una sonrisa burlona—Eres un hombre tan patético que necesitas torturar y destruir para sentirte algo. Pero ni con eso logras ser alguien. No eres un científico, ni un líder, ni siquiera un maldito hombre. Eres un perro rabioso, uno que no tiene más propósito que ladrar porque sabes que sin esta empresa, sin nosotros, no eres nada. ¡NADA!
El rostro de Harley se tensó como si cada palabra de Poppy fuera un látigo que le marcaba la piel. Apretó los puños, pero ella no terminó ahí. Poppy avanzó un poco más hasta donde la mesa permitía, sin dejarle tiempo para responder
—¿De verdad crees que controlas algo aquí? ¿Que alguien te respeta? —dijo, con un tono lleno de desprecio—. ¿Crees que Elliot te valora? Por favor. Ni siquiera recuerda tu nombre la mitad del tiempo. Eres un peón patético que se esconde detrás de su título porque no tiene el valor de enfrentarse a los que realmente podrían destruirlo. Y te lo digo como tu jefa, pero sobre todo como alguien que está completamente asqueada de tu miserable existencia.
El murmullo de asombro se oyó de los trabajadores detrás de la puerta se hizo más fuerte. Harley respiraba con dificultad, sus ojos inyectados en sangre. Poppy lo miró fijamente con una mezcla de desafío y desdén.
—¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que ni siquiera tienes el poder para despedirme. Pero yo, Harley, sí tengo el poder para aplastarte como el insecto que eres.
—¡CÁLLATE! —rugió Harley, perdiendo completamente el control.
—Te despido, Harley. —Las palabras de Poppy fueron un golpe seco, definitivo—. Ya no eres nadie aquí. Recoge tus cosas y lárgate antes de que yo misma te saque arrastrado como el perro que eres.
Harley no respondió de inmediato. Estaba inmóvil, sus ojos abiertos como platos, las venas de su cuello hinchadas, y su rostro desfigurado por una mezcla de sorpresa, rabia y odio acumulado. Durante unos segundos, el silencio fue tan denso que parecía que el aire había abandonado la sala. Pero esa calma era solo el preludio de la tormenta. Algo dentro de él se rompió, una barrera de autocontrol que había contenido durante demasiado tiempo.
Con un grito gutural, casi inhumano, como el de un animal herido y rabioso, Harley descargó toda su furia. Poppy miro como si fuera un marco segundo, como Harley dirigía su puño hacia ella, sus ojos reflejaban el ataque, no lo vio venir. Su puño se cerró con fuerza y, en un movimiento explosivo, lanzó un golpe directo al rostro de Poppy.
La muñeca ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Sus ojos captaron el movimiento en el último instante, pero el puño ya estaba sobre ella. El impacto fue devastador. El cráneo de Poppy se sacudió violentamente hacia atrás con un chasquido seco, un sonido que reverberó en la habitación. Su pequeño cuerpo salió disparado como un muñeco de trapo, chocando contra la pared con un estruendo seco. El impacto dejó una mancha de sangre brillante en el lugar donde su cabeza había golpeado primero, seguida por un reguero que se deslizó lentamente hacia abajo.
Cayó al suelo como un peso muerto, sus extremidades dobladas en ángulos imposibles. Intentó mover la cabeza, pero solo uno de sus ojos seguía abierto, el otro estaba hinchado y cubierto de sangre. La piel sintética de su rostro se había desgarrado, dejando al descubierto partes del metal y hueso bajo ella.
Como pudo Poppy levanto la mirada, desorientada, pero a pesar del golpe, ella sonrio mostrando sus dientes.
El bastardo había caido en la trampa.
Antes de que pudiera siquiera inhalar, Harley ya estaba sobre ella.
—¡MALDITA MUÑECA DE MIERDA! —rugió, su voz transformada en un gruñido feroz mientras levantaba su puño de nuevo. Esta vez, no se detuvo.
El primer golpe cayó con un ruido sordo, directo al pecho de Poppy. Algo dentro de ella se rompió, un crujido que era inconfundiblemente el sonido de costillas fracturadas. El segundo golpe fue aún peor, directo a su mandíbula, haciendo que un diente volara en espiral y aterrizara en el charco creciente de sangre que se formaba debajo de ellos.
Poppy gimió débilmente, pero Harley no estaba dispuesto a detenerse. Su ira lo había cegado por completo. Sus puños caían una y otra vez, cada uno con la fuerza de un martillo. Cada golpe era seguido por un nuevo crujido: el brazo derecho de Poppy se dobló de manera antinatural cuando Harley lo pisoteó, y su pierna izquierda se torció con un ángulo grotesco tras una patada brutal.
La sangre no dejaba de brotar, salpicando el suelo, las paredes, e incluso el rostro de Harley, quien ahora estaba cubierto de pequeñas gotas rojas como si fueran un premio de guerra.
—¡¿QUIÉN CARAJO TE CREES PARA HABLARME ASÍ?! —gritaba mientras seguía golpeando y pateando con fuerza, su objetivo es asesinarla, su voz un rugido de furia—. ¡TÚ NO ERES NADIE! ¡NADIE!
Poppy intentó levantar una mano, quizás en un débil intento de protegerse. Harley lo vio y, con una sonrisa sádica, dirigió su siguiente patada allí. El impacto fue tan fuerte que el brazo se dobló hacia atrás, rompiéndose en un ángulo grotesco que hizo que Poppy soltara un grito desgarrador.
—¡Mírate! —escupió, tirándola al suelo de nuevo—. ¡ERES UNA MALDITA BROMA! ¡UNA COSA ROTA QUE SE ATREVE A PRETENDER QUE TIENE PODER!
Le dio una patada tan fuerte en el costado que el cuerpo de Poppy rodó por el suelo como un saco de carne inerte, dejando un rastro de sangre detrás. La muñeca jadeaba, un sonido húmedo y burbujeante salía de su garganta, señal de que sus pulmones ya no funcionaban correctamente.
—¿Sabes qué eres? —dijo Harley, inclinándose sobre ella, su aliento caliente y fétido en su rostro destrozado—. ¡Un montón de basura reciclable! ¡Eso es lo que siempre has sido y siempre serás!
Con un último grito de rabia, levantó a Poppy por el cuello, apretándolo con una mano mientras la otra se alzaba para asestar un golpe final. Pero antes de que pudiera hacerlo, la puerta se abrió de golpe y varios trabajadores entraron corriendo, gritando y tratando de separarlo de su víctima.
—¡HARLEY, BASTA! —gritó uno de los trabajadores desde la puerta, pero el científico no escuchó. La rabia lo había consumido por completo.
Harley se resistió, rugiendo como un animal salvaje mientras sus dedos seguían apretando el cuello de Poppy. Finalmente, lograron empujarlo hacia atrás, pero no antes de que lanzara una última patada hacia su cuerpo inmóvil.
Poppy yacía en el suelo, apenas consciente. Su rostro era una mezcla de sangre, carne desgarrada, el hueso y el metal estaban expuestos. Su cuerpo, quebrado y casi irreconocible, temblaba débilmente con cada intento de respirar.
—¡QUÍTENSE DE MI CAMINO! —vociferó mientras seguía atacando a la muñeca indefensa.
Harley, jadeando y con las manos ensangrentadas, fue arrastrado fuera de la habitación mientras seguía gritando insultos.
La habitación se escuchaban los gritos de Harley y de los trabajadores que lo sometían contra el suelo. Pero, en medio de esa escena caótica, lo más perturbador era el cuerpo de Poppy, destrozado y desfigurado. Su figura pequeña y una vez perfecta ahora era una grotesca caricatura de lo que había sido.
Su piel, blanca como la nieve, ahora estaba manchada con un espeso charco de sangre que se expandía lentamente por el suelo, dejando un rastro rojo en cada movimiento que hacía. La sangre seguía goteando de su boca, oscura y espesa, como si su propio cuerpo estuviera luchando por retener su vida.
Uno de sus ojos, el izquierdo, se desorbitaba de manera antinatural. El globo ocular parecía estar a punto de saltar de su cuenca, colgando grotescamente mientras la presión de su cuerpo fracturado lo empujaba hacia afuera, mientras su otro ojo solo estaba hinchado. La carne alrededor de su ojo estaba desgarrada, mostrando los músculos y nervios expuestos, todo un espectáculo de horror que era casi imposible de mirar.
Su rostro, que alguna vez había mostrado una belleza de muñeca delicada, estaba ahora hinchado y ensangrentado. La mandíbula, rota en varias partes, dejaba entrever fragmentos de dientes rotos y un hilo de sangre que corría por su cuello, mezclándose con las gotas que salpicaban el suelo. Sus labios, antes rosados y suaves, ahora estaban morados y rasgados, mientras que su nariz, torcida por el golpe, seguía sangrando profusamente.
El cuerpo de Poppy estaba tan destrozado que parecía que sus huesos se habían roto y reconfigurado en posiciones que no pertenecían. Cada uno de sus movimientos estaba marcado por la incapacidad de moverse correctamente, como si cada intento de levantarse fuera un recordatorio de cuán lejos estaba de ser la muñeca perfecta que alguna vez fue. Su abdomen estaba aplastado por el impacto de las patadas, y las costillas rotas sobresalían, algunas perforando la carne, mientras otras simplemente se desplazaban de su lugar con un dolor insoportable.
Y, aun así, su respiración, aunque agónica y superficial, seguía siendo un débil recordatorio de que todavía estaba viva. Su pecho se elevaba de manera irregular, con un sonido gorgoteaste que acompañaba cada aliento que luchaba por salir de sus pulmones. La sangre seguía escapando por cada rincón de su cuerpo, su vida escurriéndose lentamente a través de la fractura de su ser, como si las heridas fueran las que la definieran ahora.
El aire estaba impregnado de un hedor metálico y cálido, la sangre de Poppy empapando el suelo mientras ella permanecía inmóvil. Su cuerpo ya no respondía, su mente ya no luchaba por entender lo que estaba pasando, solo tenía algo en su cabeza a pesar del dolor agónico.
Eres... tan predecible...
Eso fue lo que pensó la muñeca mientras miraba con su único ojo "bueno" cómo Harley era sujetado y arrastrado a la fuerza hacia la salida. Los trabajadores, al principio temerosos, ahora lo contenían con desesperación, sujetando sus brazos y piernas mientras él pataleaba y soltaba gritos cargados de furia e impotencia. El eco de su voz resonaba en las paredes, pero ya nadie le prestaba atención. Harley había perdido el control, y ahora también lo había perdido todo.
En el suelo, Poppy yacía en un charco de su propia sangre. Su cuerpo estaba destrozado, magullado en cada centímetro, era una horrible masa de carne sangrante, pero internamente ella sonreía con triunfo. Había recibido la paliza, sí, pero había logrado que Harley se hundiera en su propia rabia descontrolada, ese bastardo ni siquiera pensó que ella lo estaba llevando a una trampa, y callo directo en sus manos, ahora de esta no se salvaría ante las consecuencias que traería. En ese instante, mientras sus pensamientos vagaban en el límite entre la lucidez y la inconsciencia, parecía que Poppy había ganado una pequeña batalla.
Sus ojos intentaron moverse, pero el dolor era insoportable. El único ojo que todavía podía abrirse captó una imagen borrosa: un grupo de científicos y médicos irrumpiendo en la habitación, sus rostros marcados por la urgencia. Entre ellos, destacó la figura de la doctora Jane, quien dejó caer todo lo que llevaba en las manos al ver el estado en que se encontraba su amiga.
—¡RÁPIDO, NECESITAMOS ESTABILIZARLA! —gritó Jane, con la voz cargada de desesperación, mientras se arrodillaba junto a Poppy, sus dedos temblando al revisar su pulso.
—¡TRAIGAN EL EQUIPO DE EMERGENCIA, AHORA! —ordenó otro médico mientras los trabajadores se dispersaban, algunos aún jadeantes tras someter a Harley.
El sonido de pasos apresurados llenó la habitación mientras las voces se mezclaban en un caos organizado. Jane, estaba asustada y sorprendida que veía ante esa escena horripilante, se inclinó sobre Poppy, intentando captar su atención.
—Poppy... Poppy, quédate conmigo —susurró con un tono cargado de súplica. Su amiga no podía perderse, no así, no ahora.
Pero Poppy apenas podía oírla. Su respiración era un jadeo débil y entrecortado, cada aliento un esfuerzo titánico. Con una visión borrosa y el mundo desvaneciéndose lentamente a su alrededor, escuchó otra voz, una más suave, una que no pertenecía a ninguno de los adultos que la rodeaban. Mas se trataba la de una niña pequeña llamándola, tan familiar, tan cálida, que si la escuchaba de nuevo lloraría si pudiera.
—¡POPPY! —gritó una pequeña voz.
Con un esfuerzo monumental, Poppy giró su ojo hacia la fuente del sonido. Allí estaba Missy, la muñeca rosada que corría hacia ella, su gran cuerpo temblando al ver a su amiga en ese estado.
— "Demasiado tarde..." —pensó Poppy mientras un estremecimiento recorría lo que quedaba de su cuerpo. Unas lágrimas, apenas perceptibles, se acumularon en las comisuras de sus ojos. Sus párpados, pesados como el plomo, comenzaron a cerrarse lentamente, aunque solo fue su ojo hinchado ya que el otro parpado no podía cubrir el ojo salido, como si cada segundo que pasaba fuera un adiós al mundo que la rodeaba. —"Ja... este dolor se me hace tan familiar"
El caos seguía a su alrededor: Jane dando órdenes desesperadas, los científicos moviéndose rápidamente para levantar su pequeño cuerpo y trasladarlo a la sala de emergencias. Pero para Poppy, todo se desvanecía.
Por último, antes de que la oscuridad la reclamara, un torrente de recuerdos cálidos y desgarradores cruzó por la mente de Poppy, como si su alma se aferrara a los hilos más preciosos de su existencia. Pensó en Kissy, su mejor amiga, la que siempre había estado allí para ofrecerle un abrazo cálido y reconfortante, incluso en los momentos más oscuros. Pensó en Dogday, su pequeño rayito de sol, cuya risa contagiosa y su entusiasmo habían iluminado un mundo que muchas veces parecía sombrío y cruel. Había sido él quien le devolvió la esperanza, quien le recordó que incluso en la tormenta más feroz, siempre había un destello de luz.
Y luego pensó en sus hijos. Cada juguete que nació de ella, como siempre que venía uno nuevo leía siempre su expediente, grabándose sus nombres, sus gustos y disgustos, todo para saber cómo serian sus hijos. La visión de sus rostros llenos de emociones de sus propias vidas, hizo que Poppy le diera un poco de felicidad al saber que estaba haciendo bien las cosas.
Pero, sobre todo, pensó en él. En su amado Prototipo, el sol de su universo, el único que había logrado hacerla sentir completa en un mundo lleno de fragmentos rotos. Recordó sus días juntos, esos días en los que solo eran ellos dos, donde el tiempo parecía detenerse y el mundo exterior no importaba. Recordó las largas conversaciones que compartían, cómo sus voces se entrelazaban como una melodía perfecta. Recordó sus caricias, llenas de ternura y devoción. Recordó el amor absoluto y desinteresado que se habían entregado, un amor que no conocía límites, que lo era todo.
Ese amor, ese vínculo, era lo que más atesoraba en su memoria. Incluso ahora, en sus últimos momentos, podía sentir la calidez de su toque, escuchar el eco de su risa, y sentir el consuelo de su presencia. Aunque claro en la actualidad solo era un cálido acompañamiento de aliados.
Un profundo remordimiento le atravesó el pecho, tan real como el dolor físico que la consumía. Deseó, con todo su ser, una sola oportunidad más. Deseó vivir de nuevo, solo una vez más, para volver a sentir ese amor, para volver a ser feliz junto a él, para criar a sus hijos en un mundo libre de la sombra de Elliot y Harley. Deseó un futuro en el que pudiera ser simplemente Poppy, con su familia, su amor y su paz.
Una lágrima solitaria rodó por su mejilla ensangrentada mientras su corazón se debatía entre la esperanza y la resignación. Una tenue sonrisa, cargada de ironía, amor y pesar, se dibujó en sus labios. En el último momento, y su ojo finalmente se cerro mientras el otro comenzaba a perder el color, su mente susurró una última promesa, una plegaria al destino: Si alguna vez vuelvo a abrir los ojos, será para luchar por todo aquello que amo.
Y entonces, el mundo se apagó para ella. Porque Poppy se perdió mientras permitía que los científicos la rescataran, pero a esas alturas solo dependía de un hilo su pequeña vida.
☆*゚ ゜゚*☆*゚゜Comentario de la escritora☆*゚ ゜゚*☆*゚ ゜゚*☆*゚
¡HOLAAAA DE NUEVOS MIS AMADOS LECTORES!
¡QUE ONDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
¿Cómo estas?, espero que todos esten bien uwu jeje
¿Cómo les parecio el capitulo de hoy?, ¿Muy fuerte?
Jejeje bueno ahora si mi comentario de lo que pienso 7w7r, la verdad me encanto este capitulo y como describi la golpiza de Poppy, probablemente muchos hates de Poppy disfrutaran de la golpiza mientras que otros no, pero no se preocupen si leyeron con mucha atención se habran dado cuenta de las palabras clave que dice Poppy. Sobre que Harley cayo en su trampa.
Este acotecimientos será super mega importante para el futuro de la fabrica, algo que Poppy ya lo tenia planeado, ¿pero a que costo?, ¿De su vida?, quien sabe... hasta el siguiente capitulo averiguaremos cuales fueron las consecuencias que trajo de decisión de Poppy uwu asi que prepares sus pañuelos y sus mascotas para abrazar (O si quieren un peluche), porque se viene super potente y muy desgatante emocionalmente el siguiente capitulo jeje.
Ahora quiero hablar sobre la revelación de Elliot y Dogday, muchos de mis amados lectores teorizaron que Elliot quería un remplazo fue un 50/50 esa teoría, efectivamente Elliot lo quería es alguien con el que pueda liberar sus necesidades, ya sea sexuales y románticas pero sin llamarlo novio o pareja es un caso raro con ese enfermo. Pero al final Elliot querra violar a Dogday y tomarlo por la fuerza TwT, me dolio escribir el siguiente capitulo y si yo sufri, ustedes van a sufrir >:"v, ni modo...
Pero ya hablando en serio las desiciones de Poppy y Elliot ya están llegando a sus consecuencias y muy severas TwT y lo peor de todo los que mas sufren son los mismos juguetes, mi pobrecito perrito solar y con lo va a pasar me parte el corazón y quien sabe si Poppy sobrevivirá.
Definitivamente estoy como el meme de Don Cangrejo, "Tiempos oscuros vendrán", "TIEMPOS MUY OSCUROS", se vienen en la fabrica...
¡Por cierto!, ¡YA VOY A TERMINAR EL ARCO!
Me faltan como 4 capitulos ya para terminar este arco uwu, mis queridos lectores me emociona y me pone triste TwT, aunque claro estarán felices porque algunos capítulos son largos por lo que los tendría que dividir en partes, pero sigue siendo capítulos a si que TwT ya se acerca el final... del arco pipipippi.
En fin... ¿Qué les parecio la revelación de Harley sobre los juguetes?, ¿Se quedaron impactados?...
Jejej uy ya se vienen mas revelaciones, y mas sucesos muy fuertes uwu.
Dicho esto seria todo de mi parte, ¡Los amo!, ¡Los deseo lo mejor del mundo!, Los estaré leyendo en los comentarios uwu y como saben yo siempre les respondo 7w7r.
Platinquenme que les parecio todo este capitulo jeje, hasta el siguiente domingos mis amados lectores.