Capitulo XIX. ¿Quién es el monstruo realmente? Parte III final.
20 de mayo de 2025, 14:13
Notas:
⚠️Advertencias⚠️
🐈⬛Este capitulo contiene temas muy delicados como el acoso/abuso sexual y laboral .
🐈⬛Este capitulo tratara temas psicológicos y escenas emocionalmente desgastantes.
🐈⬛Este capitulo tiene Dead Dove, leer bajo su propio riesgo.
🐈⬛ Capitulo largo.
🐈⬛Esta historia es para el público adulto, por lo tanto, si eres menor de edad, te pido de la mejor manera que salgas de la historia, pero aun así si decides ignorar mis advertencias, entonces solo me queda advertirte que estas bajo tu propio riesgo, esta historia encontraras temas moralmente cuestionables, turbios, gore, abusos de todo tipo, altamente toxicidad, sinceramente esta historia hará que te revuelva el estómago. Por lo tanto, estas bajo tu propio riesgo, no quiero saber que después de esto quieras quejarte o que tus padres vengan a quejarse porque serás bloqueado de inmediato. Eso sería todo para aquellos menores de edad.
Al felino le dolía realmente su cuerpo, aun recordaba el momento en que se encontró con Harley, se supone que debía ser un día normal, había despertado a lado de su lindo y tierno novio, quien como siempre despertaba con su cabeza en su pecho mientras soltaba sus suaves ronquidos.
Últimamente Dogday tenía un problema de ronquidos, pero no son para nada molestos solo son una suave melodía, a los oídos del felino.
Pero después de desayunar y cada Smalling Critters tomo su rumbo en su rutina, Catnap tenía que ayudar en empaquetaría, pero no pensó que se encontraría en el pasillo a Harley quien parecía haberlo estado esperando, junto con un grupo de guardias.
Aun podía recordar con sumo detalle, de cuando lo capturaron y lo llevaron amarrado hacia los laboratorios, mientras peleaba y liberaba su gas, pero simplemente le habían puesto un bozal en su boca para que ni siquiera pudiera morder.
Y antes de que se diera cuenta ya estaba amarrado contra la mesa fría de metal, para que Harley pudiera castrarlo y joderle su vida. Pero si no fuera por Poppy probablemente Catnap ni siquiera hubiera sobrevivido a la operación.
Por esa misma razón Catnap se sentía muy agradecido por aquella muñeca, pero no iba a negar que se sentía muy preocupado, pero aun así no podía parar, necesitaba irse y llegar con Dogday, por lo que solo miro de reojo como Kissy a pesar que también estaba herida, lo ayudaba a sostenerse y avanzar lejos de ese lugar maldito. A pesar que podían escuchar a lo lejos mucho escándalo, entre gritos y murmullos con los trabajadores que hablaban sin sentido que el felino ni Kissy podía entenderlos.
Tal vez sea porque ambos estaban tan mal físicamente que solo querían llegar a descansar.
Cuando de repente los gritos entre trabajadores se intensificaron y varios comenzaron a correr hacia las instalaciones del laboratorio, tanto Catnap y Kissy pararon al mirar hacia atrás para ver el alboroto, pero al estar lo suficientemente lejos no podían ver ni oír nada, mas solo ver a trabajadores correr a esa dirección.
El felino entrecerró los ojos, su cuerpo tenso, como si presintiera que algo terrible estaba a punto de suceder. Sentía un malestar en el aire, un escalofrío que parecía provenir de lo más profundo de su ser. De repente, una mano temblorosa apretó su hombro. Al voltear, se encontró con los ojos angustiados de Kissy. Ella lo miraba fijamente, pero su atención estaba claramente en otro lugar: en ese oscuro pasillo que se extendía hacia donde habían dejado a Poppy.
—No te preocupes… ella es fuerte, estará bien. —Las palabras de Catnap intentaban sonar firmes, pero incluso él podía percibir la duda que se filtraba en su voz. Creía en la fuerza de Poppy, o al menos quería creerlo, porque no podía imaginar un mundo en el que esa muñeca, que había soportado tanto, no pudiera salir adelante una vez más.
Kissy lo miró en silencio por unos segundos, buscando consuelo en sus palabras. Finalmente, asintió, aunque su expresión seguía cargada de ansiedad. Trataba de calmarse, de convencerse de que Poppy sobreviviría a lo que fuera que estuviera enfrentando. Pero la verdad era que el miedo la estaba consumiendo. La idea de que su mejor amiga estuviera atrapada con un monstruo como Harley la aterrorizaba. Sin embargo, no podía dejarse llevar por el pánico; aún tenía que encontrar a Dogday, rescatarlo de ese lugar infernal, y no había tiempo para dudar.
Kissy bajó la mirada, su mente atrapada en un torbellino de emociones. Ni siquiera había tenido la oportunidad de explicarle a Catnap lo que estaba pasando realmente. Todo sucedía demasiado rápido, y su cabeza era un caos. Pero antes de que pudiera decir algo, un estruendo de pasos resonó por el pasillo.
Ambos juguetes voltearon justo a tiempo para ver a un grupo de guardias de seguridad corriendo en su dirección, sus movimientos urgentes y caóticos. Pasaron junto a ellos sin detenerse, dirigiéndose hacia a la zona de los laboratorios. Fue entonces cuando las palabras provenientes de los radios de los guardias rompieron el silencio como un trueno:
—¡Necesitamos asistencia rápidamente, el doctor Harley se descon...!
El resto del mensaje quedó cortado, pero fue suficiente para que tanto Kissy como Catnap se quedaran paralizados. Sus cuerpos se tensaron, y sus expresiones reflejaron el mismo sentimiento: terror.
Kissy llevó ambas manos a su rostro, sus ojos llenándose de lágrimas. Comenzó a hiperventilar, su respiración cada vez más errática mientras las palabras del guardia se repetían una y otra vez en su mente. Así que sin dudar ella llamo la atención del felino, para hablar con su lenguaje de señas, que Catnap si o si tenía que aprender, porque algunos niños a su cuidado se comunicaban así.
—“Tengo que ir, necesito asegurarme de que ella este bien, perdóname si te dejo aquí”. —Dijo el juguete rosado, a lo que el felino solo asintió, si estuviera en su lugar también estaría igual. Tampoco toleraba la idea de que Poppy esté ahí con Harley, pero necesitaba volver y dar aviso a sus amigos, a su novio y en especial al Prototipo, sobre Harley.
Aunque no mostraba el mismo pánico que Kissy, su mente estaba llena de pensamientos oscuros. Sabía lo que Harley era capaz de hacer, y sabía lo que Poppy estaba enfrentando.
—Lo entiendo, ve… yo estaré bien. Necesito avisarle a los demás. —Dijo Catnap aceptando, por supuesto seguía preocupado, pero necesitaba irse para avisarle a los demás del peligro que se encontraban.
Pero antes de que Kissy se fuera, ella no dudo en decirle la verdad a Catnap, por lo que ella aun ansiosa necesitaba decirle que su novio estaba en peligro. —“Catnap, Dogday está en peligro… esta con Elliot, necesitas llegar ahí lo antes posible. Te lo explicara todo cuando llegues, y de nuevo perdón, pero Poppy me necesita”. —Kissy no esperó una respuesta verbal; sabía que Catnap entendía su urgencia, sus ojos se llenaron de lágrimas antes de desaparecer por el pasillo. Catnap se quedó quieto por un instante, respirando profundamente mientras procesaba la nueva información.
Dogday. Su Dogday estaba en peligro.
La ira y la preocupación comenzaron a crecer en su interior. Harley y Elliot ya había cruzado demasiadas líneas al regresar y al intentar lastimarlo pero que ahora Dogday pudiera estar involucrado... eso era algo que Catnap no iba a tolerar.
El felino comenzó a caminar hacia la oficina de Elliot, sus pasos acelerándose con cada segundo que pasaba. Pero no tardó mucho en detenerse abruptamente, su aguda percepción captando algo extraño: un silencio que era demasiado pesado, demasiado artificial.
Se llevó una mano al pecho, sintiendo la tensión en su cuerpo. Estaba cansado, herido, y el dolor físico era casi insoportable, pero nada de eso importaba ahora. Las palabras de Kissy resonaban en su mente como un eco que no podía ignorar.
—Dogday… —murmuró, sus garras afilándose instintivamente.
Catnap cerró los ojos por un momento, tratando de controlar el remolino de emociones que lo invadían. Pero no podía. La imagen de Dogday atrapado, asustado o peor, lo quemaba por dentro.
—No. —El tono de su voz era más bajo, un gruñido que no admitía discusión.
A pesar del dolor que recorría su cuerpo, Catnap se obligó a moverse. Su trote inicial pronto se convirtió en una carrera frenética. Cada músculo protestaba, cada herida amenazaba con abrirse más, pero no iba a detenerse.
Necesitaba llegar a Dogday.
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Mientras tanto, Kissy corría.
El aire parecía volverse más pesado con cada paso. Su mente estaba llena de imágenes de Poppy: su sonrisa tranquila, sus palabras de aliento cuando todo parecía perdido. Era su mejor amiga, su pilar en este mundo de caos y oscuridad. La idea de que pudiera estar sufriendo o, peor aún, de que ya no estuviera, era demasiado para soportar.
Las lágrimas seguían cayendo, pero no le importaba. Su visión borrosa apenas era un obstáculo comparado con la fuerza que la impulsaba a seguir adelante.
Finalmente, llegó al corredor que conducía al laboratorio. Se detuvo un momento, jadeando, intentando controlar su respiración para no alertar a nadie. Pero lo que de verdad llamo su atención, fue ver como científicos, trabajadores y guardias, hacían un enorme escándalo, en especial porque la dirección del consultorio de Harley provenía un griterío tan fuerte, que hacía que las orejas de Kissy comenzaran a doler, por el ruido tan horripilante.
Pero no se detuvo cuando miro a Jane junto con otros doctores ingresar al cuarto, sin entender Kissy corrió para ver que ocurría, buscando la presencia de su amiga. Ignorando a los otros trabajadores que miraban con horror la escena, y otros ni siquiera hacían nada solo observaban todo.
Al entrar en la habitación, su mirada se encontró primero con el caos. Harley estaba siendo sometido con esfuerzo por un grupo de guardias y científicos. La escena debería haber captado toda su atención, pero entonces escuchó el nombre de su amiga escapar de los labios de Jane: Poppy.
Giró la cabeza, y lo que vio hizo que su mundo entero se desmoronara.
Allí estaba Poppy. Su pequeña, siempre alegre y recipiente amiga, parecía ahora un cascarón de lo que alguna vez fue. Su cuerpo estaba inmóvil, manchado de sangre y con moretones oscuros que se extendían como sombras sobre su piel. Su vestido, que siempre había estado impecable, estaba desgarrado y sucio. Su cabello, usualmente arreglado con cuidado, estaba revuelto y lleno de rastros de lo que solo podía describirse como restos de una crueldad sin sentido.
Eso sería lo más suave de describir para Kissy, porque la realidad Poppy es un pedazo de carne irreconocible por culpa de la brutalidad de Harley.
El corazón de Kissy se detuvo por un instante, como si el dolor la hubiera golpeado físicamente. Sintió una punzada tan profunda que casi la hizo caer de rodillas.
—Poppy… —murmuró, su voz quebrándose en un susurro. Esa voz de niña pequeña que la caracterizaba no tenía emoción alguna, solo un shock.
La habitación entera pareció detenerse en ese momento. Kissy habló.
Ella, la que siempre permanecía en silencio, la que había luchado toda su vida con la glosofobia, había pronunciado el nombre de su amiga. Aquello no era algo menor. Gracias a Poppy, Kissy había dado pequeños pasos para enfrentar su miedo, pero jamás había hablado en público o frente a extraños. Muchos creían erróneamente que Kissy no tenía voz, que no podía hablar, pero la verdad era que podía. Solo que no lo hacía, atrapada por un miedo que incluso ahora seguía latente, pero a pesar de todo ella podía comunicarse con el lenguaje de señas y poder tener relaciones normales, solo que aún le costaba hablar.
Sin embargo, en ese instante, su dolor y desesperación superaron cualquier barrera. No le importó la mirada de los guardias, ni la de los científicos, ni el eco de su propia voz resonando en la habitación. Todo lo que existía para ella era la figura destrozada de su amiga.
Kissy dio un paso hacia Poppy, luego otro, temblando como una hoja. Su mundo se había vuelto oscuro, cada latido de su corazón se sentía como un golpe contra su pecho. Sus manos, normalmente tan expresivas en su lenguaje de señas, permanecían inmóviles.
Kissy se detuvo en seco, su cuerpo paralizado por el horror.
—¡No, no, no! —corrió hacia la figura, sus manos temblorosas mientras se arrodillaba a su lado. Mientras su voz de bebe se quebraba, dejando en claro su dolor y su angustia.
—Poppy… por favor, no… no me hagas esto —susurró, su voz de bebe se quebraba por el llanto mientras su mirada recorría cada herida, cada mancha de sangre.
El peso de la realidad la golpeó como un mazo. Poppy no respondía. Su pequeño cuerpo parecía frágil, demasiado dañado como para contener la chispa de vida que siempre había sido su esencia. Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Kissy, y un sollozo angustiado escapó de su garganta.
Antes de que pudiera hacer algo más, los doctores irrumpieron en la sala.
—¡Apártense! ¡Déjenla respirar! —le gritaron, pero Kissy no podía moverse.
Sentía como si sus piernas estuvieran atadas al suelo, su corazón roto incapaz de abandonar a su amiga. Uno de los doctores, con manos firmes pero urgentes, la tomó por los hombros y la apartó suavemente mientras otros rodeaban a Poppy.
Kissy observó con el alma en vilo cómo la levantaban con extremo cuidado y la colocaban en una camilla. Los movimientos rápidos de los médicos parecían desesperados, y el sonido de como ellos conectaban a Poppy con varias cosas que no entendía, pero suponía que era para mantenerla viva, resonaba como un martilleo en la cabeza de Kissy.
—¡RÁPIDO, A LA SALA DE OPERACIONES! —ordenó Jane, su voz llena de autoridad y urgencia.
Los doctores no tardaron en salir corriendo por los pasillos, llevando a Poppy lejos, a toda prisa. Pero Kissy no los siguió. Sus piernas no respondieron, sus manos temblaban y su pecho se sentía como si un peso enorme lo estuviera aplastando.
Al otro lado de la habitación, Harley continuaba gritando y riendo como un maniaco, sus improperios llenando el aire como cuchillas.
—¡ESA MUÑECA INSIGNIFICANTE! ¡MÍRENLA AHORA! —bramaba, su voz retorcida por la locura.
Sin embargo, los gritos de Harley eran solo ruido para Kissy. Todo lo que podía escuchar era el latido irregular de su corazón y el eco de su propia voz quebrada, repitiendo el nombre de Poppy en un susurro inaudible.
Se quedó allí, inmóvil, mientras veía cómo los doctores desaparecían en el pasillo, llevándose a su amiga. La imagen de Poppy, tan pequeña y vulnerable en aquella camilla, se grabó en su mente como una cicatriz imborrable.
Kissy intentó dar un paso, intentar seguirlos, pero sus piernas no respondieron. Todo su cuerpo parecía haber olvidado cómo moverse.
—Poppy… —murmuró de nuevo, sus labios apenas moviéndose.
El mundo a su alrededor parecía desmoronarse, sus colores apagándose, los sonidos desvaneciéndose. En su mente, no podía pensar en nada más que en la posibilidad de perder a su amiga, la única que había estado ahí para ella cuando nadie más lo hacía.
Poppy estaba entre la vida y la muerte, y Kissy solo podía rezar, con todo su ser, que los doctores fueran más rápidos que la tragedia que sentía acercarse como una sombra.
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Aquella mujer, secretaria de Elliot Ludwit, escribía sin pausa en su máquina, acompañada por el murmullo de una radio a su lado. Su rostro mantenía la calma mecánica de quien había repetido esa rutina cientos de veces, una sonrisa fría como si el caos a su alrededor no tuviera nada que ver con ella.
De pronto, el teléfono fijo sonó, interrumpiendo el golpeteo rítmico de las teclas. La secretaria hizo una mueca molesta, claramente irritada por el sonido. Suspiró, estirando una mano para contestar mientras con la otra mantenía su labor.
—Oficina de Elliot Ludwit, ¿qué podemos ofrecerle? —dijo, su tono ensayado y carente de emoción, como una máquina bien programada.
Por un momento, todo fue normal. Pero entonces, al otro lado de la línea, una voz apresurada y alarmada le transmitió una noticia que le hizo cambiar por completo. Su rostro perdió todo rastro de indiferencia; sus ojos se abrieron con una mezcla de terror y sorpresa.
—¿Qué? —susurró, llevándose una mano al pecho como si tratara de calmar el impacto. —Entiendo… ¡Se lo diré de inmediato!
Sin perder tiempo, dejó caer el auricular sobre la base y se levantó de un salto. Su pulso estaba acelerado, y sus tacones resonaron por los pasillos mientras corría hacia la oficina de su jefe, sabiendo que no podía retrasarse ni un segundo.
Al llegar, no se molestó en golpear la puerta. La abrió de golpe, su voz lista para pronunciar las palabras que traía en mente, pero lo que vio ni siquiera la dejo congelada o se acercaba a aquella noticia que recibió.
Después de todo no es la primera vez que su jefe abusaba de los juguetes.
Elliot estaba de rodillas, sus pantalones desabrochados, las cuales caían al suelo atorado entre sus piernas mientras con una de sus manos agarraba su pene erecto, la cual se veía que aquel hombre realmente estaba muy excitado por cómo se veía la punta de este burbujeando presemen, el hombre en vez de alegrarse solo se quedó sorprendido que rápidamente se tornó en enojo. Frente a él, Dogday yacía en el suelo, su cuerpo delgado convulsionando ligeramente mientras espuma blanca se acumulaba en la comisura de su boca. Sus ojos, vidriosos y desorbitados, miraban sin realmente ver, todavía recuperándose de lo que parecía ser una serie prolongada de electrocuciones. Su respiración era débil y desigual, y su cuerpo entero temblaba por el dolor.
Una de las manos de Elliot estaba sobre las piernas del pobre Dogday, forzándolas a abrirse, haciendo que el perrito solo sufriera más, pues sus ojos se mantenían cristalinos por el llanto, mientras trataba de decir unas suaves palabras pidiendo que lo ayudara, mientras que la otra mano de Elliot parecía a punto de continuar algo que la secretaria no quería ni imaginar, después de todo siempre fue repugnante ver a su jefe de esa forma.
Elliot, furioso por la interrupción, rompió el silencio con un grito.
—¡¿Qué demonios crees que haces entrando sin permiso?! —Su tono era agresivo, y sus ojos, llenos de rabia, parecían perforarla.
Pero la mujer no se dejó intimidar. Sabía que el mensaje que traía era mucho más importante que cualquier amenaza o reproche de su jefe. Recuperando la compostura, respiró hondo y habló con urgencia:
—Señor, tiene que ir a la sala de operaciones de inmediato. Es Poppy… algo terrible le ha ocurrido.
Las palabras cayeron como un balde de agua fría sobre Elliot. Su rostro pasó del enojo al shock en cuestión de segundos. Sus labios se entreabrieron, pero no salió ningún sonido de ellos. La sangre pareció drenarse de su cara, dejándolo pálido como un cadáver.
—¿Qué… qué le pasó? —preguntó, su voz apenas un susurro, quebrada por el pánico.
—Está en estado crítico, señor. Si no se apura, podría… —La secretaria no terminó la frase; no hacía falta.
Elliot retrocedió, como si esas palabras lo hubieran golpeado físicamente. Miró a Dogday, que seguía en el suelo, completamente indefenso, y luego a su propia figura desaliñada. Con manos temblorosas, se subió los pantalones y se vistió apresuradamente, realmente no iba a perder tiempo con aquel juguete patético a sus ojos.
Sin decir nada más, salió corriendo de la oficina, dejando atrás a Dogday. Por primera vez en mucho tiempo, había algo que importaba más para Elliot que su propio poder o su control enfermizo.
Dogday, apenas consciente, escuchó el sonido de los pasos apresurados de Elliot alejándose. Su mente estaba borrosa, pero un tenue alivio comenzó a filtrarse entre el dolor. Por fin, su tortura había terminado, al menos por el momento.
La secretaria se quedó en la puerta, observando a Dogday con una mezcla de lástima y repulsión. Sabía que no podía hacer nada por él; lo único que podía hacer era seguir con su trabajo y esperar que Poppy sobreviviera.
Sin mirar atrás, cerró la puerta de la oficina y regresó a su escritorio dejando al perrito solo, sus manos todavía temblorosas mientras trataba de recuperar la compostura. Afuera, el caos continuaba, pero dentro de ella, un sentimiento amargo comenzaba a enraizarse: una mezcla de culpa y resignación ante las monstruosidades que sucedían día tras día en ese lugar.
El cuerpo de Dogday todavía temblaba mientras trataba de recuperar el control. Cada respiro era una lucha contra el dolor y el entumecimiento que recorría su ser. Sus ojos desorbitados, incapaces de enfocar por completo, captaron fragmentos de la conversación en la distancia. La voz de la secretaria y las órdenes apresuradas de Elliot se entremezclaban con el zumbido de su mente cansada, pero una palabra resonó con una claridad devastadora: Poppy.
Su corazón, debilitado por el sufrimiento físico, pareció detenerse por un instante. ¿Qué había pasado con ella? Trató de moverse, pero sus extremidades no respondieron; el dolor era demasiado. Aun así, luchó, forzando a su mente a organizarse. Los retazos de información que logró captar lo llenaron de una mezcla de horror y desesperación.
Poppy estaba herida. Grave. En estado crítico.
Dogday sintió cómo algo se rompía dentro de él, una punzada que iba mucho más allá del dolor físico. Poppy no era simplemente una figura en su vida; era su faro, su refugio, la única presencia que había logrado sacarlo de la depresión cuando todo parecía derrumbarse a su alrededor. La veía no solo como una amiga, sino como algo mucho más profundo. Poppy era su madre en espíritu, aunque probablemente de sangre también por su cuerpo.
Una madre que lo entendía, que lo aceptaba, que siempre le había mostrado paciencia y cariño, incluso cuando él se sentía como una aberración.
El pensamiento de perderla lo paralizó. Quería gritar, pero su garganta parecía sellada, seca por la espuma y el agotamiento. Como pudo se levantó bastante alterado y angustiado, apenas podía aceptar que estaba a punto de ser abusado, si no fuera por esa situación probablemente tendría otro trauma más a su lista de cosas que tratar.
Pero en esos momentos el perrito necesitaba buscar a Poppy, saber que estaba pasando con ella y si es posible también a Catnap, para saber cómo se encontraba, se supone que Kissy fue a su rescate, pero ahora que Poppy también habría sufrido hacia que el perrito se sintiera miserable. Lo único que podía hacer fue llorar como un pobre idiota que su mundo de nuevo se quebrara.
"Por favor… no… no ella…"
El pensamiento se repetía en su mente, una súplica muda que no encontraba respuesta. No podía soportar la idea de que Poppy pudiera dejarlo. Ella es la esperanza latente de ese infierno maldito, no podía perder a su querida amiga, no cuando muchos juguetes dependían de ella.
Dogday cerró los ojos con fuerza, intentando acallar el ruido en su cabeza. Sus recuerdos comenzaron a aflorar, pequeñas escenas que ahora parecían dagas clavándose en su pecho. Poppy acariciando suavemente su cabeza cuando estaba triste, su sonrisa cálida que parecía iluminar incluso los días más oscuros, su voz cantándole canciones suaves cuando lo veía abatido, las charlas que tenían por horas, sus risas compartidas, sus abrazos maternales, su apoyo, su confianza, su amistad, todo lo recordó y su corazón se rompió. Porque no podía perderla.
Un sollozo escapó de sus labios, tembloroso y apenas audible. Su cuerpo, exhausto y herido, apenas podía soportar el peso de sus emociones. Pero incluso en medio de ese sufrimiento, una pequeña llama de esperanza se encendió en su interior, porque quería creer que su amiga es muy fuerte y que podía con lo que sea, así que con esa idea Dogday se levantó y poco a poco, tambaleante, aferrándose a las paredes comenzó a caminar hacia la salida, en busca de ayuda.
Salió de aquella oficina donde había pasado por algo horrible, solo ignoro aquella secretaria que parecía muy acomplejada, la cual se veía muy abatida tanto que había dejado de trabajar, algo que Dogday por primera vez ignoro y se le hizo indiferente su situación, no podía sentir empatía por alguien que no lo hizo por él, así que solo paso de largo aferrándose a las paredes, mientras caminaba a paso lento hacia la Playcore, donde instintivamente lo guiaba para buscar ayuda.
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Elliot corría con todas sus fuerzas, aquel hombre se veía realmente muy alterado siempre conocido por su fría compostura, parecía una sombra de sí mismo. Su respiración era errática, sus ojos se llenaban de una mezcla de pánico y furia consigo mismo. El sudor perlaba su frente mientras su mente se hundía en un torbellino de pensamientos oscuros.
Poppy.
La muñeca. Su creación. Su obra maestra. Pero también… su todo.
Desde el principio, Elliot había visto en Poppy algo más que un experimento. Ella no era solo un producto diseñado para cumplir un propósito. No, ella era diferente. Era la única que, en su complejidad y humanidad simulada, lo veía realmente como era: un hombre roto, consumido por su propia ambición y sus demonios internos.
Y aunque Elliot jamás lo admitiría, había aprendido a depender de ella.
Su relación era un desastre, una maraña de contradicciones. En público, eran socios de trabajo, compañeros en una danza de poder y manipulación. Pero en privado, su dinámica oscilaba entre lo que podría parecer una amistad y algo mucho más perturbador. Cuando su esposa y su verdadera hija fallecieron, Poppy llego como una salvación para su vida llena de oscuridad, Poppy había sido, en diferentes momentos de su vida, su confidente, su crítica más feroz, su hija, su amante imaginada, y su enemigo.
Era su musa y su ruina.
Elliot no era ingenuo. Sabía que la relación que tenía con Poppy era enfermiza, cargada de un amor-odio que los arrastraba a ambos a un pozo de toxicidad. Ella lo despreciaba por lo que era capaz de hacer, por las decisiones crueles que tomaba. Pero también, de alguna manera retorcida, lo entendía. Poppy era la única que podía enfrentarse a él, desafiarlo, obligarlo a mirar su propia oscuridad.
Y ahora, podía perderla.
Ese pensamiento lo golpeó como un cuchillo al pecho. Poppy no podía morir. No ahora. No nunca. Elliot necesitaba que ella viviera. La idea de un mundo sin su presencia lo aterraba más que cualquier otra cosa. Sin ella, ¿quién sería él? Solo un hombre vacío, devorado por su propia ambición.
Las imágenes de lo que pudo haberle ocurrido a Poppy invadían su mente. La idea de que ella estuviera sufriendo, de que pudiera estar llamándolo en su agonía, lo llenaba de una culpa insoportable. Su amor por ella, tan distorsionado como era, lo consumía por completo.
—¡MALDITA SEA! —Elliot maldijo en voz alta, su grito resonando en los pasillos.
No podía perderla.
Por Dios, Poppy no era solo una creación más. Era su razón para continuar, la única conexión real que tenía con algo parecido a la humanidad. A pesar de todo el odio y el resentimiento que a veces sentía hacia ella, la amaba. La amaba como se ama a una hija que desafía las expectativas, como un hombre puede amar a una compañera que lo desafía y lo complementa, como un creador ama a su obra más preciada.
Era un amor que no podía explicar ni justificar, pero estaba allí, en cada fibra de su ser.
Elliot apretó los dientes y continuó corriendo, ignorando el dolor en sus piernas y el ardor en sus pulmones. Su mente seguía inundada de preguntas. ¿Estaba viva? ¿Podrían salvarla? ¿Qué demonios le había pasado?
Cuando finalmente llegó a las puertas al laboratorio fue a la sala de operaciones, pero al estar en la luz verde no podía pasar, por lo que la científica afuera paro a Elliot. — Lo siento no puede pasar señor…—Explico ella mientras se ponía firme, pues estaban operándola.
Él no sabía que había pasado, pero estaba alterado, tanto que ni siquiera le permitían verla.
—¡¿Qué le pasó?! —gritó Elliot, su voz llena de desesperación. Sus ojos estaban clavados en la mujer, y en ese momento, no le importaba su reputación ni su autoridad. Sólo quería saber que ella estaría bien.
La mujer no respondió de inmediato, y Elliot sintió cómo la rabia y la angustia crecían en su interior.
—¡¿QUÉ LE PASÓ?! —repitió, golpeando el suelo con su pie.
La enfermera finalmente habló, su tono serio. —Poppy tuvo una pelea con Harley, pero… Harley perdió el control y la golpeo hasta casi matarla… ahora ella está siendo tratada.
Esas palabras fueron como una sentencia para Elliot. Su visión se nubló, y tuvo que apoyarse contra la pared para no caer. Poppy estaba muriendo.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente impotente. Todo su poder, todo su control, todo lo que había construido, no servía de nada en ese momento.
Mientras los médicos trabajaban frenéticamente, Elliot observó el suelo sin poder creer lo que estaba pasando. Una lágrima silenciosa rodó por su mejilla, pero él no la limpió. Si Poppy no sobrevivía, ¿qué le quedaba?
En su corazón, Elliot sabía que la necesitaba. Más que el aire que respiraba, más que su propia vida. Ella era su todo, y sin ella, no era nada.
—Es mejor que espere noticias señor Elliot, puede esperar junto con el juguete con la acompaña. —Dijo la enfermera mientras señalaba a Kissy sentada en uno de los asientos de afuera de la sala de operaciones, al mismo tiempo que el juguete rosada se veía destrozada, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y su cara se veía sucia.
El fundador no dudo en ir hacia Kissy, estaba furioso y quería respuestas en especial, ¿Por qué Harley actuó así?, el piso con fuerza el suelo hasta quedar enfrente de Missy, mientras respiraba con fuerza mostrando su rabia maldita.
—¡TÚ!, ¡DIME AHORA QUE DEMONIOS PASO! —Grito Elliot exigiendo una respuesta, mientras la enfermera miraba la escena con pesar.
Kissy se mantuvo callada, tenía mucho miedo hablar con él, por supuesto que no podía pronunciar nada, estaba aterrada de todo, su mejor amiga estaba adentro de ese lugar sin saber si sobreviviría, por lo que a pesar de todo ella levanto sus manos y con ese lenguaje de señas se comunicó. — “Harley ataco a Poppy, por defender a un juguete”. —Eso fue todo lo que pudo decirle, porque es lo que ella realmente sabia.
Elliot se quedó en shock, pero su rabia no bajo, por lo que este solo respiro hondo tratando de pensar en algo mientras buscaba una alternativa para buscar la verdad de todo. —¿Dónde está Harley? —Pregunto seriamente el hombre.
Pero esta vez la enfermera contesto. —El doctor Harley fue llevado a celdas, por lo errático que estaba, se volvió peligroso. —Explico aquella mujer.
Elliot no dijo nada. Tampoco Kissy. La tensión en la sala era palpable, y todos parecían contener el aliento, esperando más información. Pero en lugar de continuar, la enfermera desvió la mirada, como si no pudiera soportar lo que vendría después.
Sin previo aviso, Jane salió de la sala. Su figura estaba marcada por el caos que había presenciado: la bata blanca que llevaba estaba salpicada de sangre, los guantes rojos hasta los nudillos parecían los de un carnicero, y su rostro, normalmente compuesto, mostraba ahora una mezcla de agotamiento y angustia apenas contenida.
Elliot la vio pasar y se quedó pasmado. Jane nunca perdía la calma. Nunca. Pero ahora, había algo en su mirada, en su forma de moverse, que lo hizo sentir como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.
Él y Kissy se acercaron rápidamente, intercambiando una mirada de preocupación antes de seguir a Jane por el pasillo. Sus pasos eran apresurados, casi torpes, como si temieran lo que ella estaba a punto de decirles.
Jane no se detuvo hasta llegar al final del corredor, donde se giró lentamente hacia ellos. El peso de lo que tenía que comunicar parecía aplastarla, sus hombros se hundían bajo una carga invisible pero insoportable.
—Jane… —murmuró Elliot, su voz apenas un susurro.
Ella levantó la vista hacia ellos, y en sus ojos no había más que dolor. Tragó saliva, intentando encontrar las palabras correctas, pero todo en ella, desde su postura hasta el temblor en sus manos, dejaba claro que lo que estaba a punto de decir sería devastador.
La pausa que siguió fue insoportablemente larga, el tipo de silencio que grita más fuerte que cualquier palabra.
Y entonces, con una voz rota, Jane finalmente habló.
—Hay algo que necesitan saber… y no será fácil de escuchar.
Kissy sintió como si el mundo se volviera borroso, como si todo a su alrededor se difuminara, dejando solo un vacío lleno de temor. Su pecho dolía, un dolor físico que no podía explicar. Elliot, por su parte, sintió que su respiración se volvía irregular, un frío sudor corriendo por su espalda mientras la mirada de Jane confirmaba sus peores miedos.
—Poppy no sobrevivirá a esto.
Las palabras de Jane cayeron como un martillazo, rompiendo el aire entre ellos.
Por un instante, el mundo pareció detenerse. Solo quedaron esas palabras, repetidas una y otra vez, como un eco cruel que no dejaba de golpear sus mentes.
Kissy se tambaleó hacia atrás, como si un golpe físico la hubiera alcanzado en el pecho. Sus piernas cedieron y cayó de rodillas al suelo, sus ojos inundados de lágrimas.
—No… no… ¡no puede ser! —sollozó, su voz quebrándose como cristal. Su cuerpo temblaba incontrolablemente, y sus manos buscaron apoyo en el suelo frío, mientras su mirada se clavaba en Jane, como si rogarle pudiera cambiar lo que había dicho, estaba rota ahora mismo tanto que su voz de bebe volvió a sonar, estaba tan mal muy terrible, no podía evitarlo su agonía fue tan alta que su fobia quedo atrás.
Elliot, perdió todo color, y su mandíbula se tensó mientras un abismo de emociones se acumulaba detrás de sus ojos. El hombre, normalmente imponente, ahora parecía reducido a un cascarón vacío.
De pronto, su mirada se alzó, llena de furia y desesperación.
—¡No puedes decir eso! ¡Tiene que haber una manera de salvarla! ¡Haré lo que sea! —gritó, sus manos apretadas en puños, como si alzarse contra la cruda realidad pudiera revertirla.
Kissy, aún en el suelo, levantó la mirada hacia Elliot, sus ojos suplicantes y llenos de lágrimas.
Kissy se abrazó a sí misma, sus sollozos ahogándose en su garganta. Era como si su mundo se estuviera desmoronando, pieza por pieza, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
Elliot, por su parte, sintió un nudo en la garganta que amenazaba con ahogarlo. La rabia que lo había mantenido de pie comenzó a desvanecerse, reemplazada por un vacío insoportable.
—Hay una manera. —Explico Jane mientras se mantenía fría, le había prometido a Poppy que jamás utilizaría esa opción, pero no podía permitir perderla ella es muy importante para los juguetes, y también para ella simplemente no podía dejar morir a su amiga. Pero esta vez su causa es más grande que la propia decisión de la muñeca.
Elliot levantó la mirada de inmediato, sus ojos desbordados de desesperación, buscando en el rostro de Jane alguna señal de esperanza la esperanza del hombre comenzó a elevarse junto con Kissy. La mente de Elliot corría, hilando pensamientos y posibilidades que no importaba lo que pasara aceptaría.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó él, su voz vacía aun esperanzado.
Jane se tomó un momento, mirando a los dos, asegurándose de que ellos pudieran entender lo que estaba a punto de decir, aunque su expresión mostrara una resolución tensa.
—Necesitamos reemplazar varios de sus órganos. —La voz de Jane fue seca, sin rastro de emoción, como si hablara sobre un asunto rutinario. Pero el peso de sus palabras cayó como un peso mortal sobre el aire de la habitación. —Todos los órganos que Harley le reventó. Si tienes órganos disponibles, consíguelos ahora mismo. La operación de reducción e implementación para Poppy comenzará de inmediato.
Su tono era vacío, casi como si estuviera desconectada de la gravedad de lo que estaba diciendo. Aunque su rostro permanecía imperturbable, en sus ojos brillaba una especie de frialdad calculadora, la misma que usaba para tomar decisiones difíciles sin vacilar. La necesidad de salvar a Poppy superaba cualquier escrúpulo o remordimiento.
Sabía que los órganos necesarios para la operación solo podían provenir de un lugar: los niños del orfanato. Los niños que vivían ahí, aquellos que nadie extrañaría, aquellos que no tenían voces para protestar, se convertirían en las piezas esenciales para la resurrección de Poppy. A esos niños les arrebatarían la vida para darle una oportunidad a la muñeca, y no había espacio para arrepentimientos, sabía que Poppy la odiaría con todo su ser cuando se enterara, porque esos niños para la muñeca son sus angelitos, sus tesoros.
Jane no dudó ni un segundo, pero el vacío en su voz revelaba la lucha interna que llevaba consigo. A pesar de la frialdad con la que hablaba, en el fondo, las decisiones que estaba tomando la estaban devorando por dentro. Pero su promesa a Poppy no le dejaba otra opción. La prioridad era ella, y todo lo demás, cualquier dolor, cualquier sacrificio, ya no importaba.
Elliot, se quedó en silencio, quedándose helado ante aquella revelación, pero solo bajo su mirada lentamente.
Kissy, de pie a un lado, sintió como si el aire se volviera más espeso, como si un manto de horror y desesperación los envolviera. Sabía lo que eso implicaba: la vida de los inocentes, aquellos niños que nunca tendrían una oportunidad para escapar. Ni siquiera el juguete podía pensar en ello, y no quería saber nada de eso, Poppy enfurecería por la sola idea.
Claro, aquí tienes la escena mejorada con un enfoque más detallado en las emociones y el ambiente tenso de la situación:
—¡TÚ! —Elliot apuntó a la enfermera, su voz retumbando con una intensidad que la hizo paralizarse. La tensión en el aire era palpable, y los ojos del hombre brillaban con una frialdad aterradora. No había tiempo para dudas ni emociones.
—¡Trae a los niños compatibles con Poppy de inmediato, que comience la operación! —Su orden fue tajante, una sentencia que no admitía contradicciones. La enfermera, completamente sobrecogida por la dureza de la demanda, tardó apenas un segundo en reaccionar, saliendo corriendo a cumplir con la orden. Sabía que no había espacio para cuestionar a su superior, por más estremecedora que fuera la tarea que le había encomendado.
Al verla irse a toda prisa, Jane observó todo con una mezcla de desprecio y desdén. No era solo el horror de la situación lo que la consumía, sino la inevitabilidad de lo que estaba por ocurrir. Finalmente, ella rompió el silencio con una frase cargada de cinismo y reproche.
—Poppy te va a odiar, Elliot. —Su voz estaba impregnada de un asco palpable, como si realmente pudiera sentir la repulsión por lo que estaban a punto de hacer. Jane no lo dijo con la intención de amedrentar o generar remordimientos, sino como una simple observación, como si el destino de Poppy fuera irrelevante en comparación con la operación que ya estaba en marcha.
Elliot no respondió de inmediato. Durante unos segundos, sus ojos se mantuvieron fijos en el vacío, mientras su mente seguía la lógica fría de la situación. Luego, con una sonrisa vacía, su risa resonó en la habitación, un sonido hueco que hizo que el ambiente se volviera aún más denso.
—No importa. Después de todo, no es algo que no sepa. —Su tono fue indiferente, casi desprovisto de humanidad, como si las palabras ya no tuvieran peso para él. La idea de ser odiado por Poppy, la idea de que ella lo rechazara por lo que estaba haciendo, no lo tocaba. Había cruzado un límite mucho más allá de cualquier emoción o vínculo afectivo.
La risa de Elliot flotó en el aire, helada, como una sombra que se cernía sobre todo lo que quedaba.
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Dogday sentía que todo su cuerpo dolía a horrores, apenas podía dar un paso sin caer por la sensación de entumecimiento además de que su debilidad muscular provocaba que cayera al suelo, le dolía bastante su propia piel por el simple hecho de que podía ver que poseía unas quemaduras y como su pelaje se notaba el daño también.
Apenas podía respirar bien sin sentir dolor en sus pulmones provocándole una leve insuficiencia respiratoria, realmente Elliot se había pasado en su tortura, ese maldito enfermo estaba loco si creía que lo dejaría ir tan fácilmente. Dogday solo gruño por el simple hecho de que planeaba contárselo todo a Poppy.
Poppy…
El recuerdo de la muñeca apareció en una fracción de segundos, cuando recordó las palabras de la secretaria, Dogday no sabía que tanto fue el daño, pero realmente rezaba e imploraba en silencio que ella estuviera bien, pero primero necesitaba avisar a su novio y a todos del peligro que se avecinaba, además que para ese punto ya casi no tenía las fuerzas para ir a buscarla, por lo que le pediría a Kickin que fuera en su búsqueda, mientras él les decía a los demás.
Dogday volvió a levantarse y como pudo volvió a caminar dirigiéndose a Sweet Home, cuando de repente comenzó a escuchar gritos horribles, fue entonces que el perrito al alzar su vista alterado, con todo lo que le quedaba comenzó a avanzar lo más rápido como sus piernas se lo permitían, cojeando de paso mientras se acercaba a los gritos de los niños y de sus amigas.
—¡NO SE LOS LLEVEN! —rugió Hoppy, su voz quebrada por una ira visceral mientras luchaba desesperadamente contra los guardias que la sujetaban con fuerza. Sus orejas se agitaban violentamente, y su cuerpo temblaba con una mezcla de furia y miedo. La coneja peleaba como si su vida dependiera de ello, pero los hombres a su alrededor eran implacables. Dos de ellos la inmovilizaban mientras otro la obligaba a mantener la cabeza contra el suelo.
A pocos metros, Bobby estaba arrodillada, su cuerpo sacudido por sollozos incontrolables. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban un terror puro mientras veía a los niños ser arrastrados por los guardias. Sus gritos de auxilio se desvanecían en la cacofonía de órdenes y discusiones. Crafty y Piggy intentaban consolarla, abrazándola con fuerza, pero sus propias lágrimas traicionaban el esfuerzo de mantenerse fuertes, pues ellas también estaban aterradas y tampoco podían hacer nada cuando se llevaban a sus niños, el miedo podo más con ellas.
Los niños, dos pequeños con rostros empapados de lágrimas y miradas desorbitadas, pataleaban y gritaban con todas sus fuerzas mientras eran llevados a la fuerza.
—¡POR FAVOR, NO! ¡NO QUEREMOS IR! —lloraban, sus voces resonando en el pasillo como una súplica desgarradora. Uno de ellos intentó morder la mano de un guardia, pero fue rápidamente neutralizado con un golpe seco que lo hizo gemir de dolor. El otro, apenas con energía para resistir, solo podía arrastrar los pies mientras las manos firmes de los hombres lo empujaban hacia su destino inevitable.
Hoppy, al ver aquello, se sacudió con aún más violencia, sus gritos de furia resonando con fuerza.
—¡COBARDES! ¡MONSTRUOS! ¡DÉJENLOS EN PAZ! —Su voz se quebró, pero su voluntad no. La coneja seguía luchando con todo su ser, aunque sabía que no podía liberarse.
Mientras tanto, Kickin se encontraba a un lado, encarándose con uno de los científicos que revisaba los expedientes con una calma exasperante.
—¡¿Cómo pueden hacer esto?! ¡SE SUPONE QUE YA NO IBAN A LLEVARSELOS! —gritó Kickin, golpeando el piso con su pie. Sus plumas estaban erizadas, reflejando su indignación, y sus ojos ardían con un odio puro. Pero el hombre al otro lado simplemente ajustó sus gafas y respondió con una frialdad inquietante.
—Lo siento, pero no podemos darles ninguna explicación, son ordenes de Elliot. —Dijo el señor mientras se iba dejando a Kickin de lado. Bubba por su parte estaba siendo llevado también, por alguna razón le habían ordenado que los acompañara, por lo que se veía bastante serio y frio, como si la situación con los niños fuera muy poca cosa para él.
Otro de los científicos estaba hablando con uno de los guardias que sujetaban uno de los niños.
—¿Estas seguro que es esta niña? —Pregunto el hombre mientras trataba de ignorar el llanto y las quejas de la pequeña.
—Si lo estoy, tiene el mismo Tipo de sangre, estado físico, todo encaja. Estos dos son los mejores candidatos para el procedimiento —dijo el científico, señalando los expedientes mientras hablaba con el guardia. Su tono era mecánico, como si estuviera hablando de piezas de repuesto y no de vidas inocentes.
Kickin esta vez empujo a uno de los científicos, provocando que comenzaran otra discusión —¡¿Candidatos?! ¡¿Qué demonios significa eso?! —Su voz se rompió al final, reflejando la impotencia que comenzaba a invadirlo.
A lo lejos, los gritos de los niños seguían resonando.
—¡Por favor, no queremos ir! ¡Ayuda! —sus pequeñas voces se desvanecían mientras eran llevados por el pasillo. Bobby, aun llorando, enterró el rostro en las manos, incapaz de soportar la escena. Crafty la abrazó con más fuerza, sus propios ojos llenos de lágrimas silenciosas, mientras Piggy apenas podía contener un grito de frustración.
El científico ignoró a Kickin y continuó hablando con el guardia.
—Inicien el traslado a la sala de operaciones inmediatamente. No hay tiempo que perder. —Sus palabras eran frías, como si estuviera dictando una simple orden de trabajo.
Hoppy, al escuchar aquello, dejó escapar un rugido desgarrador.
—¡NO LO HARÁN! ¡LOS DETENDRÉ! —El odio en sus ojos podría haber reducido al hombre a cenizas si hubiera tenido el poder. Pero todo lo que podía hacer era seguir luchando contra los guardias, quienes, con esfuerzo, lograban mantenerla sometida, pero uno de ellos estuvo arto por lo que ordeno que utilizaran el control, cosa que hizo que literalmente los otros se quitaron y con eso comenzaron a electrocutar a Hoppy, que comenzaba a gritar de dolor, pues el electro shock la envolvió.
Bobby vio esto y rápidamente se levantó para socorrer a su amiga. —¡HOPPY! —Grito mientras corría poniéndose a su lado. —¡PAREN!, ¡PAREN!
Pero los demás comenzaron a irse, dejando por fin a Hoppy que no pudo contenerse y comenzó a vomitar en el suelo, por el dolor que le causo esa tortura.
—¡DOGDAY! —Grito la niña que es llevada lejos de los Smalling Critters. Observando al perrito solar que al fin había llegado, la cual estaba tambaleante en ese aspecto deplorable, quien miraba con horror lo que hacían esos hombres.
—¡LISY! —Grito Dogday, identificando a esa pequeña pecosa pelirroja de 5 años, quien pataleaba y lloraba, alzando sus manitas queriendo que la atrapara y la sacara de ese maldito infierno. El perro se dirigió a ella tratando de correr, obligando a sus piernas a hacer un esfuerzo de más, pero ni siquiera pudo alcanzarla cuando la metieron en el pequeño auto, que los humanos tomaban para trasladarse más rápido, pues estos habían arrancado a toda velocidad mientras Lisy gritaba entre llantos.
—¡DOGDAAAAAAY! —Su voz comenzó a desvanecerse mientras se alejaba en el carro junto con los demás. El nombrado no pudo seguirla por su debilidad cayendo en el acto, mientras miraba con tristeza y confusión porque no entendía que estaba pasando.
Se supone que ya habían dejado atrás la creación de juguetes nuevos, Poppy se encargó de eso, ella ya había dejado que ya no iban a crear más juguetes hasta nuevo aviso, la cual ese “nuevo aviso” Poppy se aseguró de que jamás llegaría, pero ahora el futuro de eso es incierto pues ahora la noticia de Poppy hacia que Dogday comenzara a colapsar por toda la información.
Dogday tropezó y cayó al suelo con un golpe sordo. Sus patas delanteras rasparon el frío metal del pasillo mientras trataba inútilmente de levantarse. El dolor físico era insoportable, pero no se comparaba con el caos que se desataba en su mente.
—¿Por qué? —murmuró con un hilo de voz, apenas audible. Sus ojos, normalmente brillantes, ahora estaban apagados, inundados de confusión y desesperación. Se suponía que esto había terminado. Poppy había prometido que no volverían a crear juguetes nuevos, que los niños estarían a salvo. Pero ahora… ¿qué había salido mal? ¿Cómo había llegado todo a este punto otra vez?
Imágenes se agolpaban en su mente, como fragmentos de un mal sueño, todo lo que paso en las últimas horas fue simplemente mucho para procesar.
Un rugido desgarrador emergió de lo más profundo de su pecho, rompiendo el silencio del pasillo. Era un grito de ira, de dolor, de impotencia. Su voz resonó con tal fuerza desconcertando a sus amigos, que por fin pudieron ver al perrito ante su llegada.
Dogday se dejó caer completamente al suelo, enterrando el rostro en sus patas. Su cuerpo convulsionó con cada sollozo que escapaba de él, lágrimas calientes rodando por su rostro mientras jadeaba entre gritos y gemidos.
—¡NO PUEDO MÁS! —gritó, su voz entrecortada y temblorosa. Sus palabras eran para nadie en particular, solo un lamento dirigido al vacío. —¡NO PUEDO CON ESTO! ¡TODO ESTÁ MAL, TODO ESTÁ MAL! ¡POPPY! ¡CATNAP! ¡LOS NIÑOS! ¡¿POR QUÉ?!
A lo lejos, Crafty, Piggy y Kickin lo vieron caer. Sus propios rostros reflejaban el impacto de la situación: la desesperación en los ojos de Crafty, la tristeza en Piggy y la ira en Kickin. Pero al ver a Dogday en ese estado, supieron que tenían que actuar, aunque ellos mismos estuvieran al borde del colapso.
—¡DOGDAY! —gritó Crafty, corriendo hacia él.
—¡Doggy, por favor, cálmate! —suplicó Piggy mientras se arrodillaba a su lado, colocando una mano temblorosa sobre su espalda, mientras no podía evitar llorar. Ella no entendía nada, simplemente no sabía que creer, sus amistades ocultaban tantas cosas, veía de nuevo que se llevaban a los niños, se habían llevado a Bubba a la fuerza, ahora veía a su líder tan derrotado, todo lo que pensó en él de ser alguien valiente, ahora solo veía a alguien destrozado y colapsando ante lo ocurrido.
Kickin, aunque más contenido, también se acercó, sus alas extendiéndose ligeramente mientras intentaba ocultar su propio dolor. —Ohh amigo… realmente lamento tanto no poder evitar que se los llevaran, no sé qué está pasando… —Él estaba a punto de decir algo, pero al notar que su amigo estaba herido se quedó helado. — ¡Dogday!, ¡¿Qué demonios te paso?! —Pregunto alterado, realmente preocupado por el perrito.
Pero Dogday no los escuchaba. Sus sollozos continuaban, cada uno más desgarrador que el anterior. Las palabras de sus amigos eran un murmullo distante, ahogadas por el ruido ensordecedor de su propia mente. La visión de los niños siendo llevados, los rostros de sus amigos heridos, la traición de todo lo que había creído seguro… todo lo consumía.
Crafty sacudió a Dogday con cuidado, tratando de traerlo de vuelta. —¡Dogday!, ¡¿Cómo te hicieron esto líder?!, ¡KICKIN RAPIDO HAY QUE LLEVARLO ADENTRO! —Grito mientras miraba a su pareja, cosa que el nombrado asintió, por lo que este tomo rápidamente el liderazgo.
—¡BOBBY, RAPIDO LLEVA A HOPPY A LA SALA Y TRAE MANTA, JUNTO CON LAS TOALLAS! —Grito en una orden, haciendo que la osa asintiera, también estando en un colapso, porque literalmente todo estaba cayendo en pedazos, y aun no veía Catnap, no sabía que paso con su amigo.
—Vamos Hoppy, andando tenemos que llevarlos adentro. —Dijo mientras la osa con su fuerza lograba levantar a su amiga quien aún seguía casi desmayada por el daño que sufrió por culpa de las descargas eléctricas. — ¡Piggy ayúdame a preparar la sala! —Grito a su amiga que ayudaba a cargar a Dogday, pero al ver que Kickin y Crafty se encargaban de él, rápidamente la cerdita lo dejo, para abrir la puerta y ayudar a que sus amigos pasaran con sus amigos.
—Iré por mis plantas medicinales. —Dijo rápidamente Piggy pues a pesar de todo ella seguía teniendo conocimientos de una botánica, por lo que salió corriendo a su habitación donde tenía un jardín especial la cual tenía sus plantas, ya que rápidamente tendría que crear un remedio para sus amigos.
Los Smalling Critters contaron con Piggy que se encargaría de la medicina, mientras Bobby puso a Hoppy en el sofá, rápidamente fue por las mantas y almohadas para sus amigos, con ayuda de Crafty movieron los muebles e hicieron una cama provisional, para acostar a Dogday que seguía llorando y en shock, mientras Hoppy seguía inconsciente.
Finalmente, los ojos apagados de Dogday se alzaron lentamente para poder ver donde estaba, pues en medio de su colapso se había desentendido con la realidad misma, Crafty se dio cuenta de esto la cual lo llamo, rápidamente.
—¡Dogday!, ¡Oh por mi señor!, ¿Qué paso?, ¿Qué ocurrió amigo? —Pregunto la unicornio mientras tocaba su frente buscando ver si no tenía una enfermedad o algo, al mismo tiempo que le pedía a Bobby que le prestara un trapo húmedo que habían mojado con una cubeta de agua, para ayudar a calmar el ardor de las quemaduras.
Dogday sintió como Crafty y Bobby ayudaban a limpiarlo, como a calmar su dolor, esta acción haría que antes el perrito se emocionara, pero en sus ojos no había esperanza en ellos. Solo dolor, desolación y una fuerte depresión.
—…Se supone que todo esto había terminado. —Su voz era apenas un susurro. —Poppy prometió… prometió que estaríamos a salvo. Pero ahora… no sé qué está pasando.
Kickin apretó los puños, su pico temblando con la fuerza de su frustración.
—No está todo perdido, Dogday, ¡todavía estamos aquí! —exclamó Crafty, con una intensidad que incluso lo sorprendió a sí mismo. —Sé que debe haber una explicación, aun podemos hacer las cosas, tenemos a Poppy… te tenemos a ti.
Dogday cerró los ojos, dejando escapar un largo suspiro tembloroso. Todo en él quería rendirse, dejarse caer y nunca levantarse. Pero las palabras de Crafty se aferraron a su mente como una pequeña chispa en la oscuridad.
Finalmente, después de un momento que pareció eterno, murmuró con voz ronca:
—…No sé si puedo seguir. Realmente han pasado muchas cosas…—Repitió estando tan cansado por todo que esta vez Kickin, solo tomo sus hombros, para traerlo a la realidad.
—¿Qué fue lo te paso amigo? —Estaba preocupado y necesitaba traerlo a la realidad, pero antes de que pudiera contestar. La puerta de la casa se abrió de golpe, dejando ver a Catnap quien a duras penas podía sostenerse, se veía lastimado y alterado, Crafty, Bobby y Kickin estaban sorprendidos.
Todos voltearon hacia el umbral y quedaron congelados al ver a Catnap, tambaleándose mientras se apoyaba contra el marco de la puerta. Su pelaje púrpura estaba desgarrado en varias partes, y profundas cicatrices aún abiertas. Sus ojos, normalmente llenos de confianza y un aire burlón, estaban ahora opacos, cargados de dolor y desesperación.
—¡Catnap! —gritó Dogday, su voz quebrándose mientras avanzaba.
Catnap apenas tuvo tiempo de alzar la mirada antes de que Dogday llegara hasta él, lanzándose a sus brazos. Ambos colapsaron al suelo, abrazándose con desesperación. Dogday hundió su rostro en el pecho de Catnap, dejando que las lágrimas que había contenido durante horas finalmente cayeran.
—Pensé que te había perdido… —murmuró Dogday entre sollozos, aferrándose con fuerza a su novio, temeroso de soltarlo, como si al hacerlo Catnap pudiera desaparecer.
Catnap, con todo el dolor y el cansancio acumulado, no pudo contenerse más. Rodeó a Dogday con sus brazos heridos, ignorando las punzadas de dolor que le recorrían el cuerpo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y estas rodaron por su rostro.
—Yo también… pensé que no volvería a verte… —susurró Catnap, su voz temblorosa. Dejó caer su cabeza sobre el hombro de Dogday, incapaz de sostenerse más. —Doggy… lo siento tanto, te preocupe mucho…
Ambos lloraron juntos, aferrándose el uno al otro como si el mundo entero dependiera de ese abrazo. Las palabras sobraban; lo único que importaba era el calor reconfortante de estar juntos de nuevo después de todo lo que habían pasado.
Crafty, Bobby y Kickin observaron la escena en silencio, conmovidos y aliviados al mismo tiempo. Fue Crafty quien finalmente dio un paso adelante.
—Vamos, chicos, necesitamos llevarlos a descansar. —dijo con voz firme pero suave, haciendo una señal a Bobby y Kickin para que lo ayudaran.
Con cuidado, los demás Smalings se acercaron para levantar a Dogday y Catnap, quienes apenas tenían fuerzas para moverse. Bobby sostuvo a Catnap, por un lado, mientras Crafty ayudaba a Dogday, y juntos los llevaron a una a lado de Hoppy que seguía inconsciente, además que para ese punto Piggy por fin había llegado, comenzando a preparar su espacio, para poder trabajar en la medicina.
Piggy se encontraba concentrada. Había improvisado una pequeña estación de trabajo usando un banco de madera abandonado. Frente a ella, un conjunto de hierbas, raíces y frascos abiertos contenían las últimas reservas de su conocimiento en botánica, conocimiento que ahora era su única herramienta para ayudar a sus amigos.
—Esto debería funcionar… —murmuró, revisando una hoja de su pequeño cuaderno lleno de dibujos de plantas y notas apresuradas. Su corazón latía con fuerza mientras sus ojos recorrían las páginas en busca de la receta adecuada.
Primero, seleccionó hojas de arenga, conocida por sus propiedades regenerativas. También añadió un poco de raíz de caléndula, que era perfecta para aliviar quemaduras y acelerar la cicatrización. Para calmar el dolor, trituró cuidadosamente pétalos de anís nocturno, una flor rara que había recolectado en sus viajes, conocida por sus propiedades analgésicas cuando se preparaba correctamente.
Con manos firmes, comenzó a trabajar. Machacó las hojas y raíces en un pequeño mortero improvisado, mezclándolas con unas gotas de agua limpia que había traído consigo. Agregó un poco de cera derretida de una vela rota que encontró cerca para darle consistencia a la mezcla. Mientras trabajaba, no podía evitar mirar de reojo a sus amigos.
Dogday estaba tendido en el suelo, con la respiración irregular y el cuerpo lleno de marcas rojizas y negras por las descargas eléctricas. Hoppy, a su lado, no estaba mucho mejor. La pequeña criatura gemía de vez en cuando, apenas consciente, sus extremidades aun temblando por los espasmos que la electricidad había dejado atrás.
—Ya casi… —dijo Piggy en voz baja, apretando los labios mientras terminaba de preparar la pomada. Vertió la mezcla en un pequeño frasco vacío que había limpiado, lo cerró con un trapo y se dirigió a ellos con paso decidido.
Se arrodilló primero junto a Hoppy, quien abrió los ojos con dificultad al sentir su presencia. —Tranquila, amiga, esto va a ayudarte. —Usando un paño suave, comenzó a aplicar la pomada en las quemaduras más visibles. Los efectos no fueron inmediatos, pero al poco tiempo los espasmos de Hoppy empezaron a disminuir, y su respiración se estabilizó un poco.
—Gracias Piggy…—Murmuro la conejita mientras trataba de estabilizarse, cosa que la osa y la unicornio la llamaron alentando que se relajara. Pues la coneja apenas podía levantarse.
Luego, Piggy se acercó a Dogday y a Catnap, quienes miraban a su amiga con confianza y permitiendo que ella atendiera sus heridas. Dogday apenas podía mantenerse de pie, sus ojos cargados de cansancio y dolor. —Hay chicos… realmente están muy mal… ¿Qué fue lo que les paso? —Pregunto la cerdita realmente alarmada de que sus amigos estuvieran en ese estado.
Con delicadeza, aplicó la pomada en las zonas afectadas, cuidando de no presionar demasiado. Dogday jadeó al principio, pero luego dejó escapar un suspiro largo y profundo, como si una parte de la tensión en su cuerpo hubiera comenzado a ceder.
Catnap no tenía quemaduras, pero si mucho dolor corporal, cosa que la cerdita arreglo al darle unas hiervas para eso. Al mismo tiempo que ayudaba a relajar sus músculos con un trapo mojado un poco frio.
—Para el dolor… —Piggy sacó un pequeño vial con un líquido verdoso. Era una infusión que había preparado con las mismas flores de anís nocturno, combinadas con un poco de miel para hacerlo más fácil de tomar. —Toma esto, ayudará a calmarte, tómalo con Catnap gatito…
Catnap bebió con lentitud, sintiendo el sabor amargo pero calmante del brebaje. Por primera vez en horas, los latidos en su cabeza disminuyeron, y la agonía constante en su cuerpo se transformó en una sensación de pesadez manejable.
—Gracias… —murmuró Catnap con voz ronca, mientras cerraba los ojos.
Una vez que ambos estuvieron recostados, Dogday giró su cuerpo débilmente para buscar la mano de Catnap, quien, aunque agotado, le correspondió el gesto con una débil sonrisa.
—Estoy aquí… —susurró Catnap.
—Y yo contigo… —respondió Dogday con voz apenas audible, sus ojos cerrándose lentamente por el cansancio.
Piggy se arrodilló junto a ellos, aplicando la pomada en las heridas de Catnap y revisando a Dogday nuevamente. Mientras trabajaba, no pudo evitar sentir un nudo en la garganta al verlos tan frágiles, pero a la vez tan unidos, realmente sintió un poco de envidia por su relación, deseando en secreto tener ese tipo de conexión con Bubba.
—Listo ya está aplicado… —murmuró Piggy, con una sonrisa calmada. —Ahora si platíquenos… ¿Qué fue lo que paso?
Dogday y Catnap se miraron realmente muy mal ante lo que dirían, Dogday no sabía cómo decirlo en especial con su novio cerca. Por lo que miro a sus amigos que estaban a su alrededor, notando que faltaba uno.
—¿Dónde está Bubba? —Pregunto el perrito, cosa que Bobby respondió.
—Se lo llevaron junto con los niños…—Explico mientras bajaba su cabeza.
—¿Qué hicieron qué? —Esta vez fue Catnap realmente enojado, no podía creer lo que escuchaba.
—Intentamos que no se los llevaran… pero cuando intentamos evitarlo…—Kickin estaba a punto de redactar lo que había ocurrido fue la coneja que lo interrumpió un poco más recuperada.
—Nos electrocutaron… ya saben, lo de siempre si no hacemos lo que quieren. —Dijo la coneja con resentimiento.
—Chicos… tengo que contarles algo muy horrible que ha pasado…—Esta vez fue Dogday mientras estaba decidido a contarles primero lo ocurrido y advertirles sobre Harley. Dogday respiró profundamente, intentando ordenar sus pensamientos. La habitación parecía ahogarlo, pero sabía que tenía que hacerlo.
Primero habló de Harley, el científico desquiciado que había aparecido nuevamente en sus vidas como un fantasma del pasado. Les contó cómo lo había visto de cerca, con esa sonrisa insana y esa mirada que prometía más dolor. Harley no era solo un nombre para ellos; era una figura de pesadillas, alguien que había experimentado con casi todos ellos, rompiendo no solo sus cuerpos, sino también sus espíritus. Al mencionar esto, Crafty apretó los puños con fuerza, su rostro tenso y lleno de furia contenida, no era secreto que de todos ellos Crafty odiaba a muerte a ese hombre. Kickin, por otro lado, se quedó inmóvil, sus plumas erizadas como si un frío intenso lo hubiera recorrido. Bobby abrazó a Hoppy instintivamente, mientras los ojos de ambos se llenaban de miedo.
—¿Está de vuelta? —murmuró Crafty entre dientes, aunque Dogday no se detuvo para responder.
—Crafty amor… deja que termine de hablar. —Menciono Kickin tomando el hombro de su pareja tratando de calmarla.
Luego vino lo más difícil: lo que ocurrió con Elliot. Con una voz temblorosa y un nudo creciente en la garganta, primero relato lo que planeo con Harley la cual le dio entender que fueron por Catnap y por eso ordeno a Kissy que se fuera con Poppy, a rescatarlo. Dogday también relato cómo esa monstruosa criatura había planeado su abuso, cómo lo había llevado al límite, y cómo, justo cuando pensó que no había escape, la empleada interrumpió y fue entonces que se enteró que Poppy había sufrido un accidente, pero no sabe nada más de la muñeca, porque después Elliot lo dejo para ir por Poppy.
Mientras relataba esto, los Smalling Critters lo miraban horrorizados, sin atreverse a interrumpirlo. Crafty se quedó muda, mientras escuchaba como su querido amigo lloraba en silencio ante relatar algo horrible. Bobby desvió la mirada, con lágrimas cayendo silenciosamente por su rostro, sintiendo rabia ante el nombre del fundador, lo quería muerto. Kickin abrió el pico, pero ninguna palabra salió. Piggy simplemente cerró los ojos por un momento, como si intentara digerir la información sin dejarse consumir por la rabia. Hoppy, estaba muda ante lo ocurrido que simplemente estiro su mano para tomar la de su líder, buscando darle consuelo.
Catnap permanecía sentado junto a Dogday mientras este relataba los horrores vividos, pero desde el momento en que escuchó el nombre de Elliot, su expresión se endureció. Al principio, su rostro estaba lleno de agotamiento y dolor, pero ahora algo más oscuro comenzaba a aflorar. Su pelaje púrpura temblaba con cada palabra de su novio, y sus garras se clavaban en el suelo, al punto de arrancar pedazos de madera mientras intentaba contener su creciente furia. Sin embargo, cuando Dogday llegó al punto de contar cómo Elliot casi había abusado de él, Catnap simplemente explotó.
Se levantó de golpe, tambaleándose por su debilidad, pero eso no impidió que un rugido grave y gutural saliera de su garganta. Su cuerpo irradiaba una rabia que era casi tangible, sus ojos, normalmente brillantes y misteriosos, se oscurecieron hasta parecer pozos de puro odio.
—¡¿Cómo se atrevió?! —murmuró entre dientes, con una mezcla de ira y desesperación. Caminó de un lado a otro a pesar de su debilidad, sujetándose la cabeza como si intentara procesar lo que acababa de escuchar, pero era evidente que no podía soportar la idea. El hecho de que Dogday, su amado, su razón para seguir adelante, hubiese estado en peligro de esa manera, le rompía en mil pedazos. Su frustración crecía al saber que, mientras él estaba siendo torturado por Harley, Elliot había intentado aprovecharse de la vulnerabilidad de Dogday.
—Catnap cálmate… perder el control no ayudara en nada…—Fue Kickin que tomo el control buscando calmar a su compañero.
—¡Claro!, ¡Es evidente que a ti no te afecta, cuando no fue tu pareja quien casi fue abusado! —Rugió con rabia, haciendo que Kickin apretara sus puños y se tensara. Estaba a punto de gritarle por tal osadía, pero la puerta de a casa se abrió de golpe interrumpiendo la horrible pelea que se avecinaba.
Kissy Missy se tambaleaba al entrar, visiblemente destrozada. Su suave color rosado ahora estaba manchado de suciedad. Su expresión, normalmente amable y reconfortante, estaba completamente rota. Lágrimas rodaban por su rostro mientras se aferraba al marco de la puerta para no desplomarse.
—¡Kissy! —exclamó Dogday, su voz quebrándose. Estaba a punto de levantarse, pero Catnap lo evito, pues no quería que su novio se esforzara de más, estaba demasiado adolorido como para ir con el juguete rosada. Los Smalling se le quedaron mirando sorprendidos por supuesto nadie la esperaba.
Kissy cayó de rodillas antes de que pudiera llegar, sus manos presionadas contra su rostro mientras sollozaban de una forma desgarradora. Fue Bobby junto con Piggy que fueron tras ella, para arrodillarse frente a ella, sosteniéndola por los hombros, ambas hembras estaban realmente angustiadas.
—¡Kissy, dime qué pasó! — Pregunto Bobby entre ruegos, sacudiéndola suavemente para traerla de vuelta a la realidad. Su voz, cargada de miedo, resonó en la habitación.
— ¡¿Qué le pasó a Poppy?! — Exclamo Dogday angustiado tratando de conseguir respuestas.
Al escuchar el nombre de Poppy, los sollozos de Kissy se intensificaron, y sus palabras salieron entrecortadas, apenas audibles. Haciendo que las hembras que la sujetaban se alarmaran.
—E-ella... —tartamudeó, dejando escuchar su voz por primera vez antelas Smalling Critters, sorprendiendo a todos que sonara como una niña, intentando recuperar el aliento. Se aferró a los brazos de Bobby, como si necesitara algo tangible para mantenerse firme—. Poppy... está... al borde de la muerte.
Las palabras cayeron como una losa sobre todos los presentes. La habitación se llenó de un silencio mortal, roto solo por el llanto incontenible de Kissy. Dogday, que había mantenido una apariencia de fortaleza hasta ese momento, se congeló. Sus ojos se agrandaron, y su respiración se volvió errática mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
—No.… no, no puede ser... —susurró Dogday, sus manos temblando al soltar a Kissy. Su cuerpo comenzó a estremecerse, y, de repente, un llanto desgarrador escapó de su garganta. Se desplomó, cubriéndose el rostro con las manos mientras su cuerpo entero se sacudía con cada sollozo. Era un dolor tan crudo, tan profundo, que todos los presentes sintieron que se les partía el alma.
Catnap, aún consumido por la furia y el agotamiento, observó la escena con el rostro descompuesto. Dio un paso hacia Dogday, pero se detuvo, su propia impotencia clavándose como un cuchillo en su pecho. Se llevó a su novio a sus brazos para que lo abrazara con fuerza, cerrando los ojos con fuerza mientras luchaba por no dejarse llevar por el caos de sus emociones. Quería hacer algo, decir algo, pero no había palabras que pudieran consolar a su amado ahora.
Los demás Smalling Critters estaban inmóviles, paralizados por la noticia. Crafty apretó los puños, sus ojos llenos de lágrimas mientras intentaba contener el nudo en su garganta. Kickin se llevó una mano al pecho, su expresión endurecida pero traicionada por el brillo húmedo en sus ojos, el dolor se intensifico pues escuchar que su querida amiga estaba en ese estado casi lo rompe. Bobby que sostenía al juguete, quedo muda y en blanco, porque el miedo se apodero de su mente, lo que hacía que una pregunta inundara su cabeza y se repetía hasta el hartazgo.
¿Qué pasaría con ellos, los juguetes?
Piggy, que había permanecido fuerte hasta ese momento, dejo que Kissy abrazara a Bobby, para llevar sus manos a la boca mientras el shock la atravesaba como una descarga eléctrica.
La atmósfera en la habitación era sofocante, llena de miedo, dolor y confusión. Nadie sabía qué decir ni qué hacer. La idea de perder a Poppy, el pilar que los había mantenido unidos en tantas ocasiones, era demasiado para soportar. Y, lo peor de todo, la incertidumbre de lo que vendría después les carcomía el alma.
Dogday sintió un dolor profundo que le desgarraba el pecho, un vacío inmenso que no podía llenar. Poppy no solo era su amiga, ella poco a poco se volvió una figura materna, que lo había cuidado, protegido y guiado cuando el mundo parecía desmoronarse. La idea de perderla lo hacía sentir como si la única ancla que le quedaba en la vida se estuviera hundiendo en el abismo.
Mientras tanto, los demás Smalling Critters se sumían en la misma angustia, sabiendo que la incertidumbre los envolvía: si Poppy se desvanecía, ¿quién los guiaría? ¿Qué quedaría de ellos sin el faro de esperanza que ella representaba? El futuro era ahora un océano oscuro, sin rumbo ni respuestas.
☆*゚ ゜゚*☆*゚゜Comentario de la escritora☆*゚ ゜゚*☆*゚ ゜゚*☆*゚
¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mis queridos y amados lectores!
¡Aquí otro capitulo mas en domingo uwu!
Jejeje Como siempre es un gusto cada domingo subir un capitulo, la verdad espero que les haya gustado. ¿Si trajeron sus pañuelos?, porque como dije este capitulo fue muy catatónico de forma emocional por lo mismo jeje.
Definitivamente la incertidumbre sobre Poppy es algo que me costo escribir, mas que nada este capitulo fue de reacciones y consecuencias, sinceramente ya los próximos capítulos serán mas emocionales y como es que la fabrica se volverá un caos sin Poppy.
Si asi actuaron los protagonistas, ¿Se imaginan la reacción del prootipo 7w7r? ufff uff se viene potente el siguiente capitulo mis queridos lectors jeje.
¿Qué les esta pareciendo todo este arco?, ¿Cuáles son sus opiniones?
Por cierto ya solo me faltan 4 capitulos ya para terminar el arco, me refiero a que me falta escribir los últimos 4 XD y uno de ellos esta super largo y lo tendre que dividir en partes pero sigue siendo un capitulo uwu. Por lo tanto aprovechen este fanfic porque después me tomare un descanso y continuare con los otros proyectos.
A parte lamento la demora TwT, es que jeje estaba dándole unos detalles fuaa me ocupe mucho esta semana que apenas hoy le di los últimos detalles. Jeje pero no se preocupen recuerde cada domingo siempre publico un nuevo capitulo y en caso urgente el lunes, pero solo fue una vez xd asi que no se preocupen no voy abandonar este fanfic hasta terminarlo se los prometo jejeje uwu.
En fin, cuéntenme que les parecio este capitulo?, ¿demasiado emocional?, yo lo senti muy pesado por lo mismo ya toca temas muy emocionales y psicológicos además que admito que esta algo larguito jeje
Pero en fin el siguiente domingo también se viene potente uwu.
Hasta el siguiente domingo mis queridos lectores los amo.